Chapter 1: 0;01
Chapter Text
Ranpo se despertó de repente con una hoja de papel pegada a su mejilla derecha, como estuvo recargado en su escritorio, su mandíbula duele del lado que apretó más y su espalda truena ante la liviana sensación de movimiento después de quién sabe cuántas horas. Maldice por lo bajo al observar su entorno, con un reloj de manecillas pegado a lo alto en la pared grisácea. Como no hay ventanas en esta triste habitación que también sirve como su estudio, no sabe si el reloj marca las seis de la mañana o de la tarde. Como sea que fuera le irá mal, se supone que la junta programada para el día de hoy era a las quinientas horas porque a los jefes les gusta verlos madrugar.
No se puede pedir mucho para los hombres a cargo de lidiar con una guerra, después de todo.
No tiene deseos de ir, ha estado despierto por casi dos semanas completas rompiendo su récord personal. El cansancio solo pudo más con él y aún si pegó un ojo, no es suficiente para poder sentir todo su cuerpo al cien por ciento.
Hubiera tenido mayores esperanzas de un descanso de una semana en el hipotético caso de que hubiera asistido en tiempo y forma a la reunión matutina. Se puede ir despidiendo de ese premio que tanto anheló y por el que estuvo trabajando las últimas semanas. Los hombres más despiadados, conocidos como los jefes de mayor rango en la base militar, jamás le han tenido piedad.
Es fácil decir por qué. Ranpo no es otro mas que el estratega pilar de esta unidad japonesa. Minimizarlo a una sola unidad es mucho más sencillo para sí mismo y sus deseos de no verse atiborrado de basura piramidal, pues esta misma unidad es la base central que hace llegar a los de menor rango las propuestas de pelea y combate. Un escalofrío le recorre la espalda aun durante su caminata, pues no le gusta recordarse a sí mismo que prácticamente el gobierno actúa bajo sus sugerencias, como si fuera un jugador de shoji que mueve sus piezas al lugar adecuado. Si tuviera que elegir, saldría de esta base y se despedirá de todos para ir a conocer el mundo lejos de estas paredes blindadas sin noche, día, principio o fin.
Al menos es así para él, otros pueden entrar y salir fácilmente, pero a él le fue negado aquello debido al riesgo que representaba estar solo.
Ranpo no cuenta con una habilidad especial como varios soldados o líderes de organizaciones enemigas. Es un ser simple y sencillo que no tiene oportunidades de defenderse, porque le han repetido una infinidad de veces que la inteligencia jamás le ganará a la fuerza que otros poseen. Es estúpido si te detienes a pensarlo, porque él mismo es la inteligencia que vence a las fuerzas enemigas; pero nada lo es más que estar en guerra desde hace más de treinta años, así que puede lidiar con ello. Él mismo ha comprobado que no importa cuán inteligente sea, si su mentor empuña una espada o una simple tarjeta de papel, es su perdición.
Miente si dice que no siente nervios al deslizar su tarjeta por el aparato identificador. Su mano tiembla esperando que no haya nadie adentro y sea el primero en llegar. Es imposible que eso suceda, sin embargo, una parte de su deseo se cumple.
No hay nadie dentro.
Eso solo pueden significar más problemas que salvación. Sin siquiera dejar que procese cómo reaccionar, se escuchan pasos reconocibles a sus espaldas y sus ojos, que por la rasgadura excesiva que los caracteriza suelen mantenerse casi cerrados, se abren de par en par. Traga saliva que llegó a su boca por arte de magia, no se repite la acción sin importar cuánta saliva intente recolectar para hidratar sus cuerdas bucales; su boca está seca del miedo que lo invadió. Apenas siente un brazo surcar sus hombros en su cuerpo flacucho, siente su corazón detenerse. O eso desearía, podría lidiar con más facilidad un paro cardíaco que una charla con el veterano de guerra: Fukuchi Ouchi. Sus amigos y conocidos le dicen Genichiro, pero Ranpo siempre se rehusó a llamarlo de una forma que no sea–
—Comandante. —su espalda erguida ante su presencia se vuelve hipersensible sintiendo hasta la más pequeña zona deshilachada de sus prendas.
—Ranpo-kun. —sin embargo, él lo llama por su nombre, incluso si le pide internamente que no lo pronuncie. —Todos se fueron hace más de media hora. —su expresión no dice nada, no transmite emoción alguna. Solo se dedica a mirar los ojos de Ranpo que han vuelto a su estado natural por intentar verse un poco más sereno a su alrededor. —¿Sabes por qué fue eso?
—Puedo hacerme a la idea, comandante. —inhala profundo, pero no suelta nada porque no quiere hacer ruido para escuchar su respuesta.
—Ven conmigo. —por fin suelta el aire que retuvo.
No, no quiere ir. Quiere escapar, huir lejos y esconderse. Diablos, prefiere seguir trabajando durante toda su vida si eso le asegura que no se volverá a encontrar con este hombre. Solo quiere que alguien quite la mano de su hombro y que los caminos del pasillo cambien para que no lleguen a su destino próximo. Se las arregló durante dos años sin un solo regaño de su superior, ¿para esto? Cumplió con todo lo pedido, acató cada orden, sin importar si era despiadado o cruel en su toma de estrategias. Lo único que quería era escapar de estos castigos infernales que le son sometidos cuando no está a la altura de las espectativas.
Su destino, como la última vez que recuerda (y vaya que él jamás olvida nada), es un salón ocupado para el entrenamiento militar con realidad virtual. Está insonorizada y hay materiales en las paredes para evitar que los luchadores se lesionen en las prácticas. Pero como cada vez, Fukuchi usa eso a su favor y comienza a darle una lección que jamás pensó que la tuviera merecida en realidad.
Primero incia con una patada en su estómago. Por suerte no ha desayunado, de haberlo hecho, ya estaría vomitando más que escupiendo sus ácidos gástricos. Su garganta quema, jura que por un instante eso iba a subir hasta sus fosas nasales a herir sus vías respiratorias también.
—Supe que no llegarías desde el primer minuto que pasó desde el inicio de la reunión. —lo miraba desde arriba, con Ranpo de rodillas en el suelo, apenas pudiendo sostener su pobre existencia. —Aún así, hice a todos esperar veinte minutos por tu llegada. Pero parece que no aprendiste nada, después de que creí que habías alcanzado la cúspide de tu educación estos últimos años, Ranpo. —y una patada más en su hombro que termina por tirarlo para que lo vea directo a esos ojos sin alma. —Qué decepción que no haya sido así.
—Yo —se intenta excusar endureciendo su cara para mirarlo, su garganta aún duele y se ve débil y chiquito en comparación con el hombre que tiene enfrente. —, yo no había dormido bien en las últimas semanas y mi mente no funcionaba bien. —agita la cabeza y crea una barrera invisible con sus manos moviéndose frenéticas. —Yo aprendí a ser puntual, comandante. Fue solo un desliz, no volverá a pasar.
Sin embargo, ambos saben que volverá a pasar. Sea por las razones que sean, Ranpo no fue hecho para trabajar a un ritmo que no fuera el propio, ambos lo entendían bien, pero Fukuchi siempre intentó moldearlo a los horarios estrictos y rigurosos que someten en los ejercitos. Hasta el día de hoy no entiende por qué, al principio pensó que era para parecerse a él, pero cuando comprobó que no, sus esperanzas de abrirle los ojos para que lo deje en paz, se esfumaron.
Actualmente piensa que lo hace porque se volvió loco.
Una idea que no tiene fin en su cabeza, es un círculo vicioso querer justificar sus acciones como alguien que ha perdido contra el sentido del deber que llevan los soldados. Aun si sabe que esa no es, y jamás será la realidad. Fukuchi es diferente de otros soldados que, aunque no ha hablado con más que un par de personas seleccionadas, ni siquiera pueden mirar a la cara a las personas. Él sí puede, lo hace con una facilidad inigualable, una habilidad para liberar y ser seguido que no ha visto repetida a través de los libros de historia. Ni siquiera en aquella guerra que lideró el país Alemán hace un siglo.
Solo con Ranpo es despiadado, solo castiga a Ranpo si llega tarde, si se porta mal, si pierde archivos o hace trabajos muy flojos o blandos. Es solo a este joven de veintiséis años con quien se vuelve una persona fría y despiadada.
Ranpo se ha llegado a preguntar si así es como lo ven sus enemigos cuando están cara a cara.
—No hay excusa plausible, lo sabes. —dobla sus rodillas recargando su peso en la punta de sus pies para mirar a Ranpo con lástima. Él está tirado en el suelo con golpes dolorosos repartidos en su cuerpo. —No pasarías por esto si hicieras bien las cosas.
La expresión del menor se distorsiona, parece que ha dejado de preocuparse por las consecuencias, pero el silencio de la habitación es suficiente para persuadirlo a que hable la primera estupidez que se le viene a la mente. Y él no puede resistirse. Nunca va a dejar de darle problemas a este hombre.
—Ni siquiera debería pasar por esto, a decir verdad. —ahora que lo ha dicho, está triste. Pensar que nadie puede castigar a Fukuchi por lo que le hace, puede con él. Pierde sus esperanzas de salir de aquí cuando piensa en ello, por eso no es algo que le guste tomar como tema recurrente. Es la razón principal de que tome tantos trabajos sin refutar, porque no podrá dormir si no está agotado en verdad, su mente solo estaría divagando y lo haría perder su fijación.
Aunque no tiene una tan grande que no sea escapar de este sujeto.
El hombre se para lentamente, eso no significa que ha apartado su vista de él. En cambio, sus ojos se han vuelto más profundos y más expresivos sobre su siguiente movimiento. Ranpo sabe que le espera un dolor profundo cuando se acerca a una mesa repleta de instrumentos que reconoce como las armas que usan para entrenar a los soldados.
—No me gusta hacer esto, ¿sabes?
¡Entonces no lo hagas! Quiere gritar, pero el sonido se atora con la sangre que pasa entre su garganta por el golpe recibido en el rostro. Es afortunado de no ahogarse ahí mismo, bajo el miedo y su incapacidad de respirar, mira cómo el hombre toma una pistola de corto alcance, es específico para batallas cercanas que a veces usan los soldados en misiones en cubiertas.
Aun así, Ranpo piensa que estará bien. Mientras Fukuchi no vuelva a empuñar su espada y la desenvaine frente a él, podrá superar lo que sea.
Y solo lo ha hecho una vez, jamás ha hecho nada que se compare a lo de aquella vez como para volver a ser tratado así. Ni lo hará. Hará todo en su poder para evitar tocar ese tema de nuevo y que Fukuchi recuerde que siempre carga una espada para combate, que puede usar contra él y cortarlo, como si fuera una hoja de papel que pasa por la trituradora.
—Saluda a Yosano-sensei de mi parte, hace un tiempo que no la he visto. —y sabe cómo va a terminar.
Tres disparos consecutivos se escuchan en la habitación, quedándose ahí por las barreras fortificadas que impiden que el ruido vaya a otra parte. El primer disparo fue en la pierna derecha, haciendo que Ranpo se envolviera con las manos evitando que el río carmesí se desborde y siga saliendo, también intentando anular el dolor sin mucho éxito. El segundo disparo aprovechó su posición para golpear su brazo izquierdo, más inclinado al hombro a que al brazo mismo. El tercer disparo da a escasos centímetros de sus costillas, adentrándose entre las capas de músculos y nervios que lo dejaron paralizado por el dolor incesante.
—Lo sien- siento mucho. —dio bocanadas de aire para poder hablar, dejando un dolor en su cabeza por la extrema concentración que necesitó. Sus ojos sollozando por la tristeza de ser tratado de esta forma, haciéndolo disculparse cuando solo llegó tarde después de dos años; y lo hacía, porque era consciente de que de no disculparse por sus actos, el castigo se duplicaría. No lo merecía, no entendía por qué era castigado de esta forma sin una buena excusa, tampoco quería saber, solo quería que se detuviera.
Más apartado de él, escuchó en su escaso nivel de lucidez, la llamada con mención del nombre de su amiga, la médica dotada de una habilidad que Fukuchi acostumbraba explotar para sanarlo cuando lo castigaba tan arduamente que terminaba al filo de la muerte.
No moriría aquí, lo sabe muy bien. Sin embargo, la sangre que está perdiendo es mucha y aunque sean lugares inofensivos en su mayoría, sigue doliendo con la fuerza y capacidad de hacerlo desmayarse para no notar el momento en que Fukuchi sale de la habitación y lo deja solo. Sufriendo por algo que Ranpo nunca ha podido entender.
A medida que el dolor se reduce de sus heridas, sabe que está perdiendo el conocimiento, por lo que no se resiste.
Es irónico que el dolor no lo dejaría dormir si tuviera la oportunidad, pero es la misma agonía que lo mantiene despierto, la que hostiga en su cuerpo para que desactive sus funciones y cierre los ojos una vez que ya ha perdido la capacidad de luchar por revertir las cosas.
Ranpo cree tener las mismas esperanzas de lucha que posee el cuerpo humano. Luchando cuando se desangra, perdiendo energía, fuerza y tiempo, en lugar de rendirse de una vez por todas; en cambio lo hace un vez ya que no puede hacer nada más, cuando desde un principio era obvio que no era un digno oponente contra tres disparos con su nula capacidad regenerativa. Las células daban todo de sí para regenerar la piel perdida por la perforación, las plaquetas intentaban cerrar el agujero que los traspasaba el metal contenido en una pequeña silueta, para evitar que la sangre saliera y se perdiera con el toque del oxígeno. Todo era en vano. Porque para Ranpo era una pequeña bala, y para su cuerpo, era un monstruo con la capacidad de destrucción masiva.
Si no fuera un simple desmayo todo esto acabaría. Si pudiera salir, si pudiera irse de aquí. Aunque sea a una mínima misión como lo hacían los demás.
Como en su cuerpo, solo hacía falta un pequeño disparo en el lugar indicado para que pudiera colarse al exterior como la sangre en el piso. ¿Se considerará gentil, o abominable, a la persona dispuesta a tirar del gatillo para dejarlo libre?
Casi nunca piensa en salir de este lugar, pues lo que le han enseñado del mundo exterior es que parece casi apocalíptico, con personas robando, matando y torturando a diestra y siniestra. Pero no puede crearse un buen criterio sobre ello, tiene tanta información en su cerebro para sobrellevar una guerra, pero no tiene la información necesaria para sobrevivir allá afuera. De salir, lo más probable es que un usuario de habilidad lo encuentre y termine muriendo antes de siquiera vivir.
Da un suspiro esperando que alguien lo salve. No solo de sus heridas, sino de su vida. De su inteligencia. La causa perpetua de su encarcelamiento aquí y la necesidad de ser utilizado para ganar la guerra contra la potencia mundial.
Ranpo no se da cuenta, bajo el manto de oscuridad que recorre a sus ojos, los rudos tacones que golpean bajo el piso de mármol. Corren en su dirección sin desviarse por un momento.
—¡Ranpo-san! —escucha una voz, pero no hace nada por dirigirse a ella. —Ranpo-san. —vuelve a susurrar la voz extendiendo sus brazos sin saber por dónde empezar para variar.
No importa cuántas veces hayan pasado por esto. La mujer siempre ha sido, y siempre será vulnerable de ver a Ranpo tendido en el suelo sangrando, con los ojos apenas resguardando una pizca de luz. Una pizca de vida.
Sin embargo, su temor no la hace débil. Jamás, mientras ella esté viva, no va a permitir que la vida de Ranpo se le escape de entre las manos.
Jamás.
Toma el botiquín que arrojó al piso por la adrenalina y rebusca unas pinzas quirúrgicas que le facilitan la tarea de remover las balas de entre los orificios que comienzan a verse repugnantes. No pone mucho cuidado en ello, sabe que Ranpo está en el estado de inconciencia más conveniente. Además, mientras más doloroso sea para el chico, mejor será su tratamiento y sus posibilidades de curarlo por completo.
Cuando la última bala sale de su costado, se prepara para comenzar su tratamiento.
—Habilidad: No has de morir. —su cuerpo refleja una luz, desintegrando su silueta por un momento mientras mariposas se esparcen por el sitio en busca del paciente. Como si su cuerpo fuera un hermoso capullo del que salen mariposas listas para ayudar a la gente.
O eso le dijeron alguna vez.
A través de los agujeros en la ropa del pelinegro, puede ver cómo la carne se cierra y tapa los huecos de su piel que nunca debieron estar ahí para empezar, aunque eso no lo hace despertar, su cuerpo ahora necesita reposo para procesar tal efecto. Solo así se permite respirar con miedo y posar sus manos en su frente, diciéndose que todo ya ha pasado.
Su mirada cambia de la preocupación a la rabia en un santiamén. ¡Estuvo tan cerca! Estuvo tan cerca de no llegar a tiempo a sanarlo, de que en verdad muriera por desangrado y que no pudiera hacer nada sobre eso. Hace tanto que no había tenido que venir a curarlo de esta forma, pensó que todo había pasado a un mal recuerdo, pero no fue así. Casi lo pierde, y eso no puede ser culpa mas que de una persona a la que nadie le ha podido hacer frente.
Su impotencia de mezcla con la rabia y golpea el piso enfurecida. Pero al ver el cuerpo inmóvil de su amigo ahí, vuelve a pasar a tristeza. No sabía si estaba haciendo bien en curar a Ranpo, solo para que volvieran a lastimarlo una y otra vez hasta llevarlo a su límite. Porque, él ha estado aquí incluso desde antes de su llegada. No sabía cómo sobrevivía, cómo pasaba las noches antes de que ella apareciera, y si lo lastimaban, y si nadie era capaz de curarlo como ella lo hacía. Entonces no estaba segura de si curarlo era lo mejor, en lugar de dejarlo sanar como una persona normal debería.sl
—Gra... cias... —susurró a duras penas, siendo insensible con el corazón de la médica que se acongoja ante sus palabras. Pero eso parece hacerla entrar en razón. —Yosano.
Él ha hecho tanto por ella igual que ella por él. Parece que incluso en sus sentidos más revueltos, Ranpo trata de consolarla. Porque cierto, ya habían hablado sobre si curar a sus pacientes era lo debido o solo dejarlos morir a merced de un destino quizá más fácil.
Lo menos que puede hacer por él ahora que está curado, es dejar de preocuparlo con sus propias dolencias. No es propio de ella quedarse callada, pero tampoco quiere ver más herido a su amigo, solo tendrá que posponer esa plática para otro momento.
—Ya falta poco. —se dice, a sabiendas de que él ya no la escucha y no va a contestar de regreso, que tampoco va a intentar adivinar a lo que se refiere. —Ya falta poco. —se repite mientras lo toma en brazos como si él fuera la princesa de un cuento de hadas.
Ahora van de camino a la enfermería, donde lo dejará descansar en una camilla como es debido, en lugar del frío y duro piso. Jamás fue lo suficientemente pesado para que ella no lo pudiera cargar, o quizás ella es muy fuerte porque incluso ha podido cargar a un tipo de metro ochenta sin pestañear ni quejarse.
Apenas llegan a la enfermería, lo deja descansar en la camilla que preparó antes de salir, siendo interrumpida por un llegue en la puerta de alguien que ha venido corriendo y se detiene en el marco para tomar aire y al mismo tiempo reportar a su cerebro lo que hay en el interior.
—¿Cómo está? —dice el hombre entre un muro y otro, abriéndose paso cuando la médica lo voltea a ver con furia.
Al notar ese último detalle, camina en retroceso con las manos alzadas.
—Dijiste que estaría bien. —lo señala de cerca, puede sentir la uña bien limada a nada de atravesar su pecho y sacarle el corazón. —No volveré a dejar esto en tus manos.
—No conté con eso, ¿de acuerdo? A veces Ranpo-san es un poco más impredecible que cualquier otra persona. —intenta tomar la mano femenina, pero ella la quita con rapidez con intención de golpearlo. —Él solo ocultó muy bien que estaba más cansado de lo habitual. Ni siquiera sé cómo lo hizo, se supone que el cuerpo humano solo tolera once días sin dormir. Quizás tomó pequeñas siestas para soportar dos semanas trabajando día y noche.
Mantenía sus manos firmes donde ella pudiera verlas y saber que era honesto (cosa que pocas veces dejaba ver), era por inercia hacer eso.
—No te culpo, Dazai, lo sabes. —ella bajó su mirada como una disculpa por su actuar. —Al único al que me dan tantas ganas de patear es al único al que no puedo hacerle nada. —ella muestra su ira en su puño cerrado. —Quisiera solo darle un buen golpe a ese malnacido de Fukuchi.
—Ya falta poco, Yosano. —la toma de los hombros para que lo mire directo a los ojos. No sabe si eso la tranquiliza; quien es medianamente el único que puede hacer eso es Ranpo, pero al menos provoca que su cuerpo suelte lo tenso que estuvo tanto tiempo. —Entonces, ¿cómo está?
—Lo encontré con tres disparos, ninguno le hizo especial daño, pero rozaron venas que lo hicieron perder casi cuatro litros de sangre. —se adentra en la habitación nuevamente, haciendo a su bata revolotear cuando el aire del ventilador le da directo en el pecho. —Como siempre, su cerebro está intacto, pero quizás le tome más tiempo despertar ahora dado que no ha dormido bien. —lo mira, se ve normal incluso dormido, la agitación de su ser y las alarmas intermitentes en su cerebro diciendo que está en peligro, no lo dejan tener una buena siesta de reparación.
—Sin embargo, es Ranpo-san. —la interrumpe, leyendo sus pensamientos. —Su cuerpo reaccionará a la más mínima presencia de peligro para su persona.
—Ojalá no tuviera que estar siempre alerta de esos... —su atención en los papeles donde agenda los estados de sus pacientes le provoca un brinco cuando es interrumpida por la nueva presencia que entró incluso más sigiloso que Dazai.
—¿De esos qué, Yosano-chan? —las caras tanto de Dazai como de la mencionada se distorsionan ante la voz del hombre. Es una voz que parece petróleo en su estado más puro. A simple vista da asco de verla y olerla se vuelve un infierno, pero si te mantienes ahí un poco más de tiempo, descubres que es todavía peor. Además, el tono que utiliza siempre que está cerca de ellos dos se vuelve dulce, tan dulce al grado de ser empalagosa y provocar que quieran vomitar.
—Mori-san. —dice Dazai, ambos erguidos de un instante a otro.
—Yosano-chan, Dazai-kun, veo que están ayudando a su amigo aquí. —su sonrisa parece entenderlos, pero ellos saben que eso está lejos de serlo.
—Aunque deberían estar en otro lugar, chicos. —dice Ranpo sobre un quejido por las condiciones en las que estuvo recientemente.
Ambos amigos se mueven a su lado con rapidez, Dazai cargando un vaso de agua que estaba tendido en un escritorio cercano. Instó a que tomara un poco cuando el mayor se pudo sentar como es debido; con ayuda, desde luego. Incluso si Ranpo se negó dos veces antes de acceder.
—Ranpo-san, ¿en qué momento te despertaste? —pregunta la fémina con reprensión en su tono, ella desde luego quiere evitar que se levante como si nada, a pesar de que está totalmente curado ahora, no quiere decir que no se pueda hacer daño en el sistema nervioso por ponerlo a reaccionar tan rápido. Aunque si no se lo ha lastimado antes, no tiene porqué hacerlo ahora.
—Yosano-sensei, hay unos documentos que me pidieron llevar, ¿me harías el favor? —la mira con una pequeña sonrisa, aún si ella lo mira con enojo por ignorar su pregunta. Luego se voltea hacia Dazai. —Tú ya sabes cuáles son los documentos, ve con ella, ¿sí?
Su cara no dice nada mas que el hecho de que va a aceptar eso a regañadientes, tampoco lo quiere dejar ahí solo, pero sabe que son sus esfuerzos por mantenerlos alejados de Mori lo más que sea posible.
—No te preocupes, Ranpo-san, yo me encargo de cuidarla. —le sonríe tanto que la actuación se le escapa por los poros de la cara, y después toma sus manos como un gesto fingido de que todo estará bien. —Nos vemos después, Ranpo-san, encárgate de descansar un poco.
Ambos se alejan de la camilla para pasar al lado de Mori, cruzando una batalla de miradas que tienen cada vez que se ven. Los ojos amatistas de Yosano, los coñac de Dazai y los lavanda de Mori son un espectáculo mientras más oscuros se vuelven.
Mientras los pasos hacen que avancen, la batalla se pierde sin dejar un claro ganador. Pero Yosano y Dazai ya se sienten victoriosos de igual forma.
—¿Y cómo está eso de que vas a cuidarme? —se escucha en el eco del pasillo, seguido de un pequeño golpe que, se deduce fácil, es en el hombro más cercano a su puño. —Será al revés, en dado caso, idiota.
Fue lo último que escuchó de ellos.
—Perfecta jugada, Ranpo-kun. —sonríe el hombre mientras se posa a su lado. Él lo ve con furia en su rostro, sabe que solo disfruta de ver su pánico cada vez que se acerca a sus queridos amigos. —Aunque no me hubiera importado que se quedaran un poco más de tiempo.
—Nunca te dejarían hacer algo, Mori-san, deja de insistir.
—Aún si dices eso, sabes a la perfección que no necesitan que los cuides. —lo contraataca. —Desde que aprendieron de ti no puedo estar cerca de ellos en una charla que no sea una reunión. —se ve triste en verdad por eso.
Qué lamentable, no le importa.
—Me tiene sin cuidado. —dice una vez que ha terminado de bajar de la camilla, cuanto antes salga de aquí, mejor será.
—Fukuchi-dono me informó de tus actitudes recientes. —sus manos detrás de su espalda indican el formalismo en su hablar. —Creí que ya habías aprendido los correctos comportamientos.
—Por favor —bufa en sintonía con la finalización del discurso de Mori. —, deja el favoritismo. Como si te importara que yo sea impuntual cuando Dazai o Yosano pueden llegar a la hora que deseen.
Mori endurece su expresión a sabiendas de que hay un poco de verdad en sus palabras.
—No es raro que sea así. —dice, acercándose a la espalda de Ranpo que se aleja de camino a la puerta de la enfermería. —Ellos son mis pupilos, tú eres el pupilo de Fukuchi-dono, cada quien educa a sus subordinados como desea.
—Sin embargo, interfieres en mi educación cuando se te place, así que tu razonamiento es erróneo por completo. —sigue caminando sin detenerse, su batalla terminará cuando pase el marco de la puerta y pueda despedirse hasta su siguiente reunión.
—Me complace ver cómo tus estrategias de batalla van avanzando cada día, Ranpo-kun. —suena en verdad satisfecho. —Una lástima que las ocupes en contra de tu maestro.
—Si te llegué a considerar mi maestro, fue hace mucho tiempo.
Y con eso, su conversación finalizó, dejando que Ranpo se vaya de ahí ileso. Las batallas con Fukuchi las pierde siempre porque combaten en diferentes ámbitos, como lo son la espada y las palabras. Con Mori es un cuento diferente. Desde que aprendió, con la llegada de sus amigos a la base, que es más inteligente que él, no ha habido una sola derrota de su parte. Este don lo compartió con aquellos que sufrieron bajo la tutela de Mori, que aunque los únicos que sobrevivieron fueron Yosano y Dazai, no fueron pocos.
Sin saber en realidad cómo, está de regreso en su oficina, donde puede ver que nadie entró, a pesar de lo que le dijo a sus amigos, ellos debieron deducir a medio camino que les mintió para sacarlos de la habitación. Quizá, por la frecuencia con la que sucedía, lo han sabido desde que se despertó ante la presencia del hombre. Solo actúan como si no supieran para no darle sospechas al médico militar.
Cuando cierra la puerta de su oficina, libera un suspiro tan largo que podría darle dolor de cabeza.
Se desliza con lentitud por la contrapuerta que da a la habitación que está toda equipada como si fuera una casa para él, incluso si tenía más sensación de prisión. Alguna vez hubo cámaras en cada esquina cuando era niño, pero fueron removidas después de aquél incidente con la espada de Fukuchi a sus quince años cuando, tanto ellos como él, se dieron cuenta de que Ranpo no daría razones nuevas para preocuparse. Así que, bajo ese conocimiento, se permite llorar sin piedad, haciéndose bolita y escondiendo su cara.
Ha sido un día tan duro, pero ni siquiera son las diez de la mañana.
Ni siquiera ha terminado de sollozar cuando escucha ruidos por el lado de su baño. Vuelve a notar su entorno, notando que nada parece realmente fuera de lugar como para pensar que alguien se metió a su oficina. Se dirige al lugar de donde escuchó el traqueteo con sigilo y curiosidad. Puede escuchar un susurro de voces que son calladas rápidamente, alguien se ha dado cuenta de que Ranpo está caminando y por inercia camina con más sigilo, pero nadie vuelve a entonar ninguna palabra.
Cuando está frente a la puerta, se debate si debería abrirla, pero analizando las cosas, es bastante simple. Son tres personas, una está mejor entrenada que las otras dos porque su respiración es apenas audible, y seguramente fue quien calló a los otros dos. Por las voces puede decir que son dos hombres y una mujer. Por el hablar de la mujer, puede deducir que tiene algo en la boca, no entiende con exactitud lo que es, pero eso pasa a segundo plano cuando nota que no hay diferencia de edad tan grande entre el chico y la chica novatos, sin embargo, el otro hombre es impreciso por su habilidad. Basando sus cálculos en términos de experiencia, quizás sea años mayor que él, tal vez tres, o dos. Y un dato que entendió solo después de que no escuchó a los otros dos es que son dotados de habilidades. Que por cierto, no conoce a ninguno de ellos.
Abre la puerta sin mucho cuidado, sea como sea, en cuanto su silueta sea visible, lo intentarán matar, tal vez. Así que nada mejor para despistarlos que abrirla abruptamente.
En ese momento, no sabe si alabar sus deducciones o asustarse al no ver a más de una persona allí. Un pelirrojo alto, tiene barba y efectivamente, sus pisadas son suaves cuando intenta pararse debidamente frente a él.
Ranpo está seguro de que fue alguna clase de asesino en su momento, puede ver una funda para al menos dos pistolas de corto alcance guardadas debajo del saco beige que viste tan casualmente. Así que predice que no lo matará si interrumpe su intento de iniciar una conversación para ir corriendo a la puerta, donde un saltón botón rojo de pánico lo espera para ser presionado. Justo como ahora.
Lo que sí puede decir es que su brazo es detenido por un cuchillo que rozó la manga de su ropa, clavándose firme en la pared. No iba a usar las pistolas sin importar cuánto intimidantes se vieran en sus manos, porque eso haría eco, resonaría en al menos unos cuántos pasillos.
—No vine a matarte. —dice, con Ranpo mirando sobre su hombro para ver el remanente del lanzamiento táctico del arma. —Vine a ofrecerte algo.
—Lo sé, no te preocupes. —se gira para verlo a los ojos, sus párpados están abiertos dejando ver sus ojos en su más pura concentración. —Ese botón es ruidoso, no me gusta, así que no lo tocaré. —suspira cansado. —Solo quería localizar a tus otros dos compañeros, si no van a hacerme nada, entonces no hay motivos para que se escondan.
Ellos salen de su escondite con los hombros encogidos por haber sido atrapados dejando a la vista que los otros dos también son pelirrojos, un equipo tan peculiar, de hecho; aunque ninguno parece emparentado entre sí. Volviendo a lo otro, cabe destacar que es el escondite más ingenioso que ha visto en su vida. Un poder de hologramas con origen nevado, sin duda es hermoso a la vista de alguien que ha visto a pocos usuarios de habilidad como él. En efecto, eran un chico y una chica, tenían alrededor de dieciocho y diecinueve años respectivamente. Y, sin duda, la chica traía unos artefactos de metal en los dientes. ¿Son para espiar? No, dado la zona que cubren, son algo que se usa para retener sus dientes, quizás para que se vean parejos. Nunca le hablaron de nada similar, quizás son algo nuevo de lo que no han recolectado registros, pero dada la comodidad de la chica con ellos, puede afirmar que ha pasado cerca de año y medio con ellos. Es el tiempo suficiente como para que alguien haya recolectado información.
Eso le deja un mal sabor de boca, provocando su ceño fruncido con severidad.
—¿Qué? —pregunta la chica a la defensiva por el aspecto de su cara, Ranpo se tranquiliza para no hacerla incomodar.
—No es nada. —tendrá que dejar esa incógnita para después. —Por cierto, dices que vienes a ofrecerme algo, pero no te veo en posición de negociar. Y no veo algo que quieras en realidad, sino que soy yo, ¿verdad? —voltea a mirar al pelirrojo con seriedad. —Me van a llevar a mí, ¿me equivoco?
La pregunta es tonta, Ranpo no es la clase de persona que se equivoca en deducciones.
Mientras los otros dos chicos se muestran sorprendidos, el otro hombre muestra su profesionalismo, suspirando con aspereza, bajando sus brazos hacia sus costados y manteniéndose en una posición menos intimidante.
—Es así. —por su reacción, puede saber que le han advertido sobre él y sus poderes deductivos.
—¿Me conocen? —como se está volviendo costumbre, los más jóvenes se ven impresionados por el hecho de que sepa eso, el hombre más adulto tiene que lidiar con dicho comportamiento.
—Bien, estamos algo cortos de tiempo. —dice apartando a los otros dos. Está a punto de iniciar una pelea.
—Eso no es muy inteligente de tu parte, se ve que estás en verdad desesperado. —Ranpo retrocede, porque no puede hacer mucho para defenderse, está tan cerca de la puerta que creen que trata de escapar. No es así, aunque tampoco pretende quedarse aquí con estos desconocidos. —Yo no huiré, pero tampoco crean que iré con ustedes.
Si lo conocen, eso quiere decir que no es por nada menos que por su inteligencia y capacidad de estratega para esta base militar, eso le da pistas muy obvias sobre el por qué lo quieren.
Se rehusa a ser usado por otra clase de personas, tiene que estar al lado de Yosano y Dazai todavía, no quiere dejarlos aquí solos. Aunque este lugar no es mejor que la siguiente base a la que podrían arrastrarlo en cuanto lo capturen.
El pelirrojo más grande se acerca a él, encerrando a Ranpo entre la puerta y su prominente presencia. Pero cumple con su palabra de que no desea pelear y que no lo va a lastimar y solo lo toma del cuello posterior de su ropa, siendo alzado con tanta facilidad que podría parecer un juego de niños.
No puede creerlo, ¿qué es esta fuerza que usa para ni siquiera titubear al levantarlo del suelo?
Mira el cuchillo clavado en la pared detrás de él cuando lentamente está siendo llevado más cerca de ambos chicos. Si extiende la mano solo un poco, él podría tomarlo y comenzar a defenderse, aunque no sabe cómo, puede copiar los movimientos de Fukuchi de lo que ha visto a lo largo de su vida. Está a nada de tomarla cuando es tirado al suelo, siendo comido por la gravedad que lo hace doler las piernas por la caída directa.
—¡Oye! —se queja en su dirección, viendo la confusión en los tres rostros.
Eso puede no ser normal, debe tener algo que ver con una habilidad. Si estos tres son dotados, debe deducir lo que hacen los otros dos. El chico menor fue quien activó la nieve holográfica, los otros dos son un total misterio. Pero nada que no pueda arreglar con un simple vistazo.
Si es una habilidad que le permite no lastimar a las personas, incluso si su vida está en peligro, tiene unas opciones en su cabeza. Sin embargo, no debe olvidar el movimiento que hizo ante su idea de tomar el cuchillo para defensa personal. ¿Leer la mente? Es un poco soso, considerando que debería ser a cierta distancia para variar, y su reacción cuando los encontró en el baño fue algo tardía para escucharlo, aunque rápido para interpretar y moverse. Él los silenció cuando estuvo a nada de abrir la puerta, quizás unos cuatro o cinco segundos antes, pero eso lo hizo moverse más lento, lo que no hubiera hecho si no hubiera escuchado cómo el baño quedó en silencio. Es algo impreciso pero debe ser una habilidad que tenga que preveer información. Quizás es más específico decir que prevee el tiempo. Lo tiene.
La otra chica no está aquí de adorno, pero no parece llevar arma con ella, no debe ser de la clase peleadora. Ella fue la primera en reaccionar juntando las yemas de sus dedos a punto de hacer fricción para dar un chasquido. ¿Qué era? ¿Para inmovilizarlo? No sería de mucha ayuda junto a un hombre que puede leer el futuro. El otro que crea hologramas parece estar haciendo contraparte a su habilidad. Si la nieve lo distrae sería el perfecto momento para que alguien lo atrape.
Eureka, una habilidad para secuestrar fácil y rápido. ¿Teletransportación? Algo debe de haber con eso si entraron a su habitación sin mover una pizca de polvo.
Quizás un espacio personal donde nadie sin su autorización pueda entrar. Sería ideal por si alguien los descubre, ellos se esconden y así evitan llamar la atención con una pelea.
Mira de reojo el reloj, han sido cinco segundos de su tren del pensamiento.
Quizás puede confundirlos.
O ellos puedan confundirlo.
Nadie dijo que en realidad, ellos hubieran salido de su verdadero escondite. Si era un holograma, entonces podrían estar en cualquier lado, ¿por qué aparecerían justo enfrente de él, donde pueda verlos e inspeccionarlos?
Era una trampa.
Un golpe en su cabeza, como de un claro amateur que no quiere lastimar mucho, le llega por la parte trasera cuando intenta darse la vuelta para encararlos. Quizás ellos pensaron que lo sabría, pero no que sería tan pronto.
A pesar de ello, se aseguró de ver a su alrededor para corroborar la información que analizó. Al menos en algo no se había equivocado, su tonta guardia baja lo llevó a no predecir
Sin duda la persona que ideó esto, tiene sus respetos. Lo engañaron por completo.
El cuerpo flácido de Ranpo es cargado en la espalda del hombre más alto.
—Sakunosuke-san, ¿él de verdad lo dedujo todo? —se miraba impresionada la chica, preguntando en la voz más baja que pudo.
—Tal como fue previsto. —lo mira por el rabillo del ojo, sin dejar de prestar atención a sus compañeros de trabajo. —Ahora, andando, debemos llevarle un informe de victoria a la base.
Los dos menores endurecieron su cara asintiendo con la misma fuerza.
La chica chasquea los dedos y los hace desaparecer, a los cuatro. Sin embargo, su siguiente aparición es ya fuera de la habitación del chico, aunque al principio llegaron por un lugar desde atrás de su pieza, ahora deben salir por la puerta delantera para que puedan seguir con el plan. El menor es el primero en revisar las cámaras de seguridad, están todas apagadas como era de esperarse, es cuando puede poner en marcha su nieve ligera.
A Ranpo, sin embargo, lo han dejado en el espacio confinado de la chica, siendo que solo necesitan al escuadrón de pelirrojos para salir con vida de ahí. No quieren que el pelinegro intervenga en cuanto se despierte.
Chapter 2: 0;02
Chapter Text
Su primer sentido en reacción es más bien un instinto que pulió bien a lo largo de los años. Es cuando sus extremidades se tensan, su respiración se agita, su sangre recorre su sistema lo más rápido posible, provocando una descarga de palpitaciones en el corazón. Comúnmente se le conoce como miedo.
Sus ojos se sienten pesados, como si hubiera estado dormido por un largo tiempo, puede sentir unas cuantas lagañas juntándose en cada lagrimal, aunque eso es raro. El golpe de ese chico no debió ser lo suficientemente poderoso como para dejarlo inconsciente por la cantidad de tiempo que sintió haber estado. Pudo ser debido a su cansancio acumulado de estos últimos días, aunque no va a descartar el uso de algún narcótico, no tiene efectos secundarios para comprobarlo y está en desventaja si toma en cuenta que casi todos los narcóticos son incoloros e inodoros.
También está este punto fastidioso donde la habitación donde está no le específica una hora del día coherente. Hay luz, claro, pero se ve más artificial que solar o lunar. El decorado lo hace marear al borde de casi sentirse alucinando. El ventanal infestado de morado con una clara intención de convertirse en vitral, es hermoso, no debe negarlo. Sin embargo, en estos momentos le preocupa más el estar atado a una silla aparentemente de madera, en un suelo que no parece tan resistente como lo es el vidrio. O lo sería para al menos una persona, pero hay dos en esa habitación; se da cuenta de ello en cuanto el sonido de un chelo encara a sus tímpanos.
—¿Quién eres? —pregunta Ranpo a la persona frente a él. Hay cierto tinte de temor y hostilidad en su voz, no es nada que no haya sentido antes multiplicado, por lo que ese sentimiento se desvanece poco a poco. Aunque hay algo que lo desquicia, y eso es que jamás había sentido un rechazo deductivo como este.
Hay situaciones que lo acorralan al punto de que no sabe dónde buscar para llegar a una conclusión. No pasa lo mismo con este hombre, cuya sola existencia se vuelve una muralla que sus deducciones no pueden atravesar.
El hombre no le respondió, solo siguió tocando. Tal vez siga así hasta que termine su pieza, será entonces cuando se digne a responder su pregunta.
Sigue observando su persona mientras más tiempo pasa sin una respuesta tácita. El cabello semilargo habla bien de él, se nota que su ropa está bien planchada y sin una sola arruga además de las que provoca el retorcerse bajo los toques graciles que transmite en el instrumento. Su postura es firme, puede decir que hasta cierto punto, es un líder. Está al mando de algo, y dado que es él mismo quien se presenta ante él, tiene dos hipótesis. Una es que lo subestima; esto no tiene mucho sentido ya que recuerda que las últimas personas que vio antes de llegar aquí no dieron esa impresión. La segunda es que es un hombre que prefiere hacer las cosas importantes por su cuenta en lugar de dejarlo a otros.
Se inclina más por la segunda.
—Qué injusto es el ser humano. —dice como entrada para su plática consigo mismo. —Qué cruel es la humanidad. —cada oración lleva la danza de las cuerdas del chelo. —La estupidez del mundo privó al más sabio. Tanta envidia, tanto odio, todos ellos son repulsivos. —con el arco da un tirón, finalizando la música. Luego lo voltea a ver. —¿No es así, Edogawa Ranpo?
Los mechones de cabello se trozan en su hombro, dejando desdoblarse algunos mientras otros permanecen en su sitio.
—No recuerdo haberte dado mi nombre. —Ranpo lo sabe bien, se supone que su existencia es lo más parecido a un secreto nacional, si ni siquiera su país de origen conoce sus hazañas ni su nombre, salvo un grupo seleccionado de personas, ¿por qué este hombre lo sabría? Amusga los ojos expectante, se siente estúpido por no notar tan rápido que es una nacionalidad diferente. ¿Cómo lo nota? Solo los libros de texto y sus fotos de personas famosas lo saben. —¿Qué quiere un ruso de mí? No tienes nada que ver con la guerra.
Como un loco, dejó caer el instrumento a un lado, desparramado y roto, no pudo soportar el golpe y solo se desarmó en vario pedazos, naturalmente, unos más grandes que otros. Luego se acercó a él, su silla se quedó atrás mientras más y más caminaba, Ranpo no tuvo miedo cuando una mano se acercó a él. Nada puede lastimarlo más de lo que lo hizo vivir en esa base militar. Aunque sea un usuarios portador de habilidad, no hay problema.
Gracias a esa determinación se dio cuenta que ninguna mano lo golpeó, ninguna habilidad se activó y nunca hubo tales intenciones de lastimarlo.
—Vamos a tener una charla, una amistosa, Edogawa-kun. —desata las cuerdas de sus brazos con tanta facilidad. El mismo modelo de una camisa que ha usado por años, se extiende como debe ser, desprendiendo la cercanía que tuvo con la piel de Ranpo. No parece nada complicado a pesar de verse un nudo tan revoltoso. Solo tira de un extremo y todo se desenvuelve rápido y sencillo.
Se siente bien poder tener el control de sus brazos nuevamente, era obvio que, después de quién sabe cuánto tiempo estando en esa posición con la circulación casi cortada, deshacerse del amarre de la cuerda era alivianador para sus músculos tensos y entumecidos. Verifica que pueda moverlos con naturalidad, todavía está sentado, no se siente lo suficientemente lúcido como para caminar y, desde un principio, no fue su plan escapar de aquí.
—¿Información? —lo mira Ranpo con los ojos vacíos, ha encontrado una buena posición en la que sus huesos no se quejan por estar sentado y además, tiene una buena vista de toda la habitación. Es una posición firme que demuestra seriedad ante todo. —Bastante original.
Su contrario de cabello largo le sonríe. Es difícil de apreciar bien ahora que se ha puesto un ushanka blanco, se ve suave al tacto si se detiene a pensarlo.
—Tenemos un trato para ti. —las piedras esmeraldas de Ranpo se posan en la figura un tanto anémica que el ruso demuestra tener. No hay mucho interés de su parte en el trato, cualquiera puede ofrecer un trato. Lo anormal es que habló en plural; que un líder hable en ese sentido puede suceder, pero él no parecer ser ese tipo de compatriota. En inútil esconder su curiosidad, el contrario se da cuenta. —Los que te trajeron aquí, Edogawa-kun. Ellos no trabajan para mí.
¿Por qué no lo notó antes?
La cara de esos dos chicos adolescentes reflejaban una determinación pura y pulida, del adulto no podría decirse menos, sus intenciones no eran lastimarlo, tal y como dijeron, solo deseaban transportarlo a este lugar. La principal razón de no tomarlo en cuenta, pudo ser que no le gusta tener corazonadas e irse con base en ellas.
Se pregunta si sigue dentro de Japón como mínimo, pero duda que sea posible siquiera. Para transportarlo de una nación a otra debe haber sido muy rápido, o quizás solo estuvo inconsciente varios días, pero incluso así, no haberse despertado ni aunque sea un minuto le revela que la primera opción fue la correcta. Incluso si todo lo que hicieron para sacarlo de Japón fue rápido, aún es extraño. No va a descartar el uso de habilidades para este trabajo, ya que los tres de esos chicos las tenían y no logra discernir si este ruso también cuenta con algún dote del estilo. Las cosas se van simplificando mientras más piensa. Usar un don para transportar a más de una persona, más de un espacio, ese debe ser una habilidad increíble.
—¿Y por que confiarías en alguien que no sirve bajo tu tutela? —es provocativo en exceso. Ya los dos se examinaron el uno al otro, y están al pendiente de lo que molesta y gusta al otro, pero en estos momentos sólo se concentrará en hacerlo enojar para que le dé información que no quiere dar. —Debe ser alguien en quien tienes mucha confianza, si es que puedes hacer eso.
Se nota en los ojos violetas. Es como un suave susurro al alma donde dice "no confío en nadie".
De cierta forma, a Ranpo le recuerda a las tácticas de Dazai cuando quiere algo de él. Si lo vuelve a ver, debe agradecerle por ser un verdadero dolor en el trasero con sus comportamientos de niño prodigio. Al menos sus encuentros de ajedrez amistoso sirvieron para algo.
—Sí, los líderes me deben unos cuántos favores. —su mirada mantiene alerta en todo momento, antes no sintió esta clase de aversión. No sabe si es hacia sus palabras, sus provocaciones, o hacia él mismo. También existe el caso de que sea todo junto. —No te asustes tanto. Me hicieron prometer que no te lastimaría. —conque sí tenía dichas intenciones. —La verdad es que odio tu existencia, Edogawa Ranpo. —no va a fingir que le dolió, no es algo por lo que preocuparse en realidad. Después de todo, no es el único que lo hace. —La guerra, las muertes, todas las maneras en las que tu existencia y tú mismo han arruinado un precioso estilo de vida. Desde aliados hasta enemigos, todos hemos sufrido porque existes.
Entiende. Si es el líder de una organización a una edad considerablemente joven, asume que su vida no fue todo de color de rosas. En estos momentos se ve estable, más o menos, pero puede que ese no siempre haya sido el caso.
Él mismo lo sabe, o lo entendió mejor cuando sus amigos llegaron a la base. Lo que ha causado por ser el estratega de la milicia japonesa, la sangre que lleva en sus manos por ser el que estuvo detrás de tantas ordenes de asesinato, detrás de todas las matanzas. Esos planes que acabaron con ejércitos. Todo por ser un estratega.
Pero aun así, ¿por qué se enoja con él?
Él no fue quien decidió iniciar la guerra, tampoco se enlistó como estratega bajo su propia voluntad, incluso duda de que exista un registro como tal. Si él supiera todo eso, ¿seguiría siendo odiado?
No quiere sonar como el loco suicida de su amigo, hablando obviamente de Dazai, pero si tuviera que escoger entre morir y volver a esa base militar, por muchas ganas que tenga de ver a sus amigos, escogería sin dudas morir.
—¿Por qué no solo me matas? —es una pregunta genuina que se puede traducir desde su voz. Tiene real interés en seguir el paso de este juego mental, donde le dice que lo odia pero que, muy a su pesar sobre eso, no va a lastimarlo y mucho menos matarlo.
—Aún eres necesario. —dice con un suspiro y sus ojos muy clavados en él. —Hay alguien que quiere que estés de su lado.
Está omitiendo algo de información. Por muy cierto que eso pueda ser, no se escucha como que lo obligarán a estar de un lado u otro, sino, la charla no sería tan sumisa y sus acciones ya se habrían elevado de tono. La persona que lo espera debió ser el que planeó todo, desde su secuestro hasta su llegada.
—No creo que eso sea lo que te impida matarme. —el otro suspira. Se está replanteando la idea de conversar con Ranpo. Al principio parecía buena idea porque quería saber qué tipo de persona es, pero ahora solo es un dolor de cabeza.
—Eres muy impaciente. —lo mira con desdén. Y bueno, Ranpo no lo niega. No es como que haya tenido tiempo para aprender a serlo, ser rápido cuestionando la inteligencia contra la que compite se le dio muy bien desde siempre. —No importa si te lo digo, de todas formas no cambiará nada. —se acerca a él, no necesita estar repitiendo las cosas, solo lo dirá una vez. Tal vez no sea fuerte su voz, pero sabe que sus palabras siempre son claras. —Voy a utilizar la información que guardas en tu cerebro para terminar esta guerra. Posees información que ni siquiera nuestros espías más talentosos han podido alcanzar. Todo se debe a tu importancia en esa base.
—¿Este es su trato? —de ser así, Ranpo no se opondría por nada del mundo. Es una de las muchas personas que han deseado que acabe esta guerra. Durante seis años de su vida pudo vivir en paz sin conocer de ella, pero cuando se volvió su amiga más cercana, la detestó.
—Esa es mi paga. —sus mechones de cabello azabache, o púrpura si entrecierra los ojos, se agitan cuando se da la vuelta para dejarlo solo, mirándolo de reojo una vez más y diciendo: —Alguien más te dirá de qué va el trato.
Y de inmediato, una ventisca azota su espalda como nunca lo había hecho, eso sin dudas le provoca un escalofrío, un resfriado es lo que menos le gustaría atraer en esta situación, pero con ese cambio tan brusco de temperatura, será mejor que se prepare para su llegada.
Voltea a encarar la nueva presencia que la puerta abierta ha traído. Entiende por qué motivos no percibió una vía de escape factible cuando despertó; además de que lo pusieron de espaldas a la puerta, esta era únicamente de vidrio, junto cono una ventana larga que no podrías diferenciar en una habitación como esta. Desde el otro lado de la puerta, ya no estaba bañado solo de morado, pudo distinguir el azul que el cielo regala por sus reflejos de luz espacial.
Se le iluminaron los ojos apenas se acostumbró.
—Edogawa Ranpo-san. —llamó el mismo joven que lo golpeó para traerlo inconsciente hasta aquí. Carga consigo una tabla de madera con hojas del otro lado, que lo más probable es donde venga escrito su nombre. Le está disgustando que tantas personas sepan cuál es, pero al mismo tiempo le gusta que lo llamen por su nombre. —Necesito que venga conmigo, por favor.
Ranpo, quien en algún momento recargó sus manos en la espalda de la silla, se acercó a la gran puerta con mucho interés y emoción.
Ciertamente, ver el azul celeste del cielo desde dentro de una habitación cerrada no es nada comparado con verla desde el exterior, o lo que pueda llamarse a esto que es. Ranpo se está volviendo bueno en adivinar habilidades y poderes, pues esto parece una nave del cielo, pero por la naturaleza con la que se nota, está seguro de que se trata de un poder. Entonces ya no es un secreto el que sea una base para esta organización.
El piso es algo así como una pantalla reflectora de lo que las ventanas, transparentes desde luego, traen desde el exterior. Las nubes y la luz del sol se perciben a la distancia, pero ahora está más interesado por saber de dónde vino esa ventisca que lo abrazó hace unos momentos. Se pierde del lado del chico y comienza a buscar cerca de las ventanas hasta que lo encuentra. Es algo así como una ventilación conectada al exterior que filtra el aire para que la densidad sea accesible para los pulmones y las moléculas de oxígeno no formen un semi sólido en lugar de un gaseoso.
—Increíble... —dice acercándose a la rendija que da a un túnel de metal. Muy hasta el fondo logra ver el mismo azul de las ventanas, dándole como noticia que su vista ha llegado al mundo exterior. Al verdadero.
Su mayor sorpresa es que esto no parecían ser ventanas. A simple vista cualquiera se podría confundir, sin embargo, una vez que tienes la textura entre tus dedos no sabes qué es. Se siente como una piel, ¿como si fuera cuero? No, ha tenido la oportunidad de sentir el cuero, es diferente pero no está tan alejado. Simplemente no puede reconocer de qué se trata.
—Edogawa-san- sería mejor si nos apresuramos. —los pies a su lado en el piso (porque tuvo que agacharse y casi hasta gatear para ver dicho proceso de oxigenación) llegan gentiles. Sus zapatos no tienen una suela tan firme, a pesar de lo que aparentan.
Ranpo se avergüenza un poco de lo infantil que fue eso de recién. No importa lo impresionante que pueda ser todo esto, sigue estando en una base enemiga.
Aunque nunca ha tenido en claro quienes son sus verdaderos enemigos.
Los pies del chico son temerosos y sus manos no dejan de moverse entre ellas, revolotean como si se prepararan para algún tipo de masaje. Sus reacciones por cada paso que dan, más cerca de esa puerta de madera cuidada, le dan la impresión de que no estará hablando con cualquier persona de alto rango. Está por tratar cara a cara con algún lider que dirija esta organización.
La puerta está a final del pasillo por el que van y solo le queda una cosa por hacer para matar el tiempo y, de la misma forma, prepararse para lo que lo esté esperando. Deducir, poner a trabajar su cerebro, es el método más confiable que conoce para salir de algunos apuros, los que ocupan la lógica sobre todo.
Aunque a primera vista, podría parecer que no hay ninguna pista, esa es la especialidad de Ranpo.
El piso se nota poco usado, limpio de todas formas, pero apenas puede percibir seis tipos diferentes de pisadas, la tierra acumulada hace su trabajo, lento pero seguro sus ojos registran el material y la ruta donde que ha tomado cada individuo. Voltea a ver el cielo nuevamente, por la posición del sol le asegura que no son más de las nueve de la mañana, no sabe de qué día, pero eso no es relevante ahora. Hay un aroma a limpiador en el aire, eso le dice que alguien ha limpiado a primeras horas del día, desde antes de que él despertara inclusive. Para que las huellas se vean así, es que son recientes, hay, por ahora, cinco seres en la habitación a la que se dirijen. Uno usa sandalias, dos usan botas y el último una clase de zapatos caros, no conoce nada sobre marcas ni otro material que se ocupe además del cuero. Oh, y hay unas huellas de gato por la misma dirección.
La sexta clase de pisadas no pertenece a nadie más que al chico que hizo dos, o tres con este, recorridos por el mismo pasillo en menos de tres horas.
Ahora, bien, ¿cuántos de ellos son líderes y usuarios de habilidad?
El adolescente que lo guía definitivamente tiene un poder, debe tener cuidado con el suyo, es peligroso para distraerlo si no lo piensa dos veces primero. Los líderes definitivamente tienen poderes, uno de ellos es dueño de esta nave y ya está viejo; la piel de la nave, en cuanto la tocó, lo delató. Las sandalias podrían ser índice de que hay un espadachín entre ellos, no cualquiera sale y llena de tierra una clase de zapatos que no son para eso, no está cien por cien seguro todavía, más que nada por los recuerdos que le trae eso. Ojalá se equivoque, no quiere volver a tratar con un maestro de la espada, menos si su poder es tan peligroso como el del comandante. Ante el recuerdo comenzó a temblar un poco, trató de seguir pensando en los últimos tres, pero el tiempo que pasó asustado ante una posibilidad lo empeoró y lo distrajo al extremo de temblar del miedo de sufrir consecuencias por no hacerlo en menos de treinta segundos.
Como si siguiera la esencia de un fantasma, se volteó hacia atrás de un golpe. No vio nada más que el pasillo desértico. El comandante no estaba ahí, no había nadie ahí. Eso lo permitió respirar con normalidad, sin embargo, no volvió a avanzar desde ese punto.
—Llegamos, por favor pase primero. —le trata de comunicar con seriedad. No lo logra, ya que su cara se torna en una de lástima cuando lo ve redirigir su andar con un temblor en los hombros.
Ranpo basila, de todas formas pone ambas manos en cada lado del gran portón. Le saca alrededor de cinco metros, pero es impresionante que ni así alcancen la altura de lo que es en realidad el techo.Empuja con lentitud la madera, está bien pulida y se siente más ligera de lo que imaginó que sería.
Y adentro, se encuentran el número de personas que predijo, o al menos el número de huellas que vio. Su mirada viaja por toda la habitación buscando el gato que se supone debía estar aquí, no lo encontró para su desgracia. Si une las piezas obtiene como resultado una habilidad cambia formas, uno de estos cinco hombres tiene el poder de transformarse en gato, y no es más que obvio que sea el señor con bigote y bombín. Sus zapatos son los únicos que no reconoce de entre las huellas.
—Edogawa Ranpo. —una voz firme lo llama. Cuando alza la vista, que inconscientemente bajó para mirar los zapatos de todos, nota que el hombre que lo llama porta una vestimenta japonesa, un hakama cubierto con un haori oscuro y una bufanda amarilla. Es un espadachín por donde sea que lo mires, incluso si no lleva una espada a su costado, es evidente que está acostumbrado a utilizar una al trabajar.
Ranpo ahoga un grito ante el descubrimiento. Está terriblemente asustado, aún si este no es el momento ideal para mostrar inestabilidad, no puede evitarlo. Se obliga a calmarse, debe introducir más oxígeno a sus pulmones, más; hasta que su sangre se llene del elemento y llegue hasta su cerebro para dejarlo pensar con claridad otra vez.
El hombre retrocede ante la reacción de Ranpo, se ve triste por ello; donde solo había un rostro estoico imperturbable, ahora hay una preocupación que nadie más se tomaría la molestia de percibir.
—Tranquilo, muchacho. —se interpuso el hombre del bombín. —No viniste hasta aquí para que te lastimemos.
Ranpo rechina los dientes por la frustración que crece, debe inspeccionar las cosas adecuadamente. Hay puros viejos aquí, pero jamás ha subestimado a nadie por su edad. Solo hay un adulto joven, y luego está el adolescente a un lado de la mesa en forma de media luna. Todos están sentados mirándolo. Es tonto si piensa que eso impedirá que vengan en su contra y lo ataquen.
—No hay garantías de eso. —debe verse profesional, aun cuando todos se ven confundidos por sus palabras. —solo puedo darles el beneficio de la duda. —como un hombre adulto haría, Ranpo arrastró una silla de la misma mesa y se sentó con seguridad, no era cómodo que digamos, lo único importante aquí era que lo vieran con respeto y lo traten con seriedad. —Me hicieron saber que tienen un trato para mí. No hay que perder el tiempo y vayamos al grano.
Un hombre, el que posee una barba tan blanca como las nubes afuera, suspira por su impaciencia. El rubio, que es bastante alto incluso sentado, sonríe porque parecía desesperado por iniciar la conversación de una buena vez.
—Muy bien, niño, entonces hablemos del por qué estás aquí. —cruzó los dedos sobre la mesa. Su actitud sólo provocó que sus compañeros en edad lo miraran algo fastidiados, el único que se vio preocupado es el chico que encorva su espalda, parece tortuga escondiéndose en su caparazón. El adolescente hizo oídos sordos.
—Muchacho, ¿por qué piensas que estás aquí? —habla el barbón que se mantuvo callado en todo momento, es una buena forma de iniciar con la conversación de manera civilizada, sus camaradas lo felicitan en silencio.
Ranpo se ve reacio a responder por unos segundos, pero la mirada de todos los ojos sobre él le dice que esperan una obligatoria respuesta. Ya fueron avisados de su poder deductivo, tal vez solo lo quieren ver en acción.
—Uno de ustedes me quería traer aquí, eso es muy obvio supongo. —se rasca el cuello como disculpa por la redundancia. Es solo que hay un sentimiento de por medio que impulsó esa desición. Ranpo lo deduce como preocupación. No debe ser eso, no entiende por qué debería ser algo como eso la decisión de un plan tan grande. Esa motivación es absurda de por sí. Ranpo nunca se equivoca y confía en sí mismo, esta es la primera vez que se siente inseguro por una deducción de esta índole. Una tan importante. —Querían terminar con la guerra del lado japonés, pero hay algo más. Tú —señala al espadachín sin importar cuánto le tiemble el dedo por parecer irrespetuoso y que quiera cortar su yugular. —quizás eras cercano al comandante, tienes una técnica de respiración similar a la de él y, que ambos sean maestros de la espada lo hace más probable. Hum, si bien lo recuerdo, una vez me contó de un amigo suyo que se apartó de la nación por oponerse a la guerra. Y una vez leí sobre una organización interesante, una clase de colaboración entre personas de todas las naciones posibles, principalmente japoneses y estadounidenses, dedicada a apoyar a las personas que la guerra dejó en crisis. —suspiró por los recuerdos, esa vez lo castigaron por entrar en la parte que no le dejaban ver de la biblioteca. —Suena como el mejor lugar donde se pudo resguardar una persona como su amigo, o bueno, tú. Ah, no tienes que preocuparte por eso, dudo que él sepa con quién trabajas en la actualidad. Porque estamos aquí, ¿no? ¿Esto es The Guild?
A medida que su explicación pasaba, el rostro de los líderes se vio sorprendido a la peculiar manera de cada quien. El hombre adulto y el adolescente se veían aterrados por eso.
Se sintió un poco culpable por hablar una vez que vio bien sus caras. Es obvio que pensaron en lo que su inteligencia haría en una posición como en la que estaba antes de venir aquí. Tal vez les trajo malos recuerdos.
—¿Qué más? —incitó el rubio acercándose con la mesa en su estómago.
—La razón por la que el amigo del comandante me quería aquí... —Ranpo los mira a todos, es serio mientras piensa esto. —Es una broma de mal gusto, ¿verdad? ¿La preocupación es la motivación detrás de todo este plan? ¿Por qué harías eso?
—Te atraparon, Fukuzawa-dono. —sonrió el estadounidense rubio. El mencionado bufó hacia él como respuesta por la interrupción.
—Fukuchi y yo eramos... amigos. —cierra sus ojos con seriedad, rememorando. —En nuestra juventud tuvimos la suerte de encontrar dos personas más, eran una pareja que se volvieron cercanos a nosotros con el tiempo. Éramos muy unidos incluso después de que ellos se casaran y tuvieran un hijo juntos. Tanto el padre como la madre eran personas muy inteligentes —quizás por eso era fácil llevarse bien con ellos, se tragó la oración. —, terminaron por heredarle esos rasgos a su hijo. —su suspiro de decepción detuvo un momento la historia. —Cuando Fukuchi se enteró de eso, sus deseos de ganar una guerra en contra de la nación que más daño nos hizo lo impulsaron a tomar al niño después de la muerte de sus padres, convirtiéndolo en un estratega para el ejército. Entonces ya había cortado contacto conmigo y no me enteré de ello hasta cinco años después.
La silla donde estaba sentado Ranpo, cayó al piso con un eco resonando por las paredes de la sala de reuniones. Lo que lo provocó fue su ímpetu por levantarse, no entiende por qué esa acción cambiaría algo de lo que fue dicho y de lo que dedujo.
—¿Tú conociste a mis padres..? —habló con vidrio en sus ojos, o así se sentía. Lastimando e incrementando su apariencia.
—Sí. —respondió incluso después de los sollozos que escuchó. —Por eso mismo me inquieta la forma en la que murieron, dijeron que fue en un accidente automovilístico, pero no me consta.
—Con eso viene nuestro trato para ti, Edogawa Ranpo. —se levantó el hombre del bombín, señalando su presencia con la palma de su mano. —Queremos que te unas a nosotros, a Guild, a cambio de brindarte los medios necesarios para conocer la verdadera causa de muerte de tus padres.
Esas simples palabras formularon una cadena de reacciones más preocupante en Ranpo.
—No... —susurró. —No, no, no, no, no, no, no. Eso es imposible que yo lo haga. —los miró a todos y a cada uno sin procesar lo que sucedía en el exterior. Demonios, ni siquiera pudo prestar atención en lo que sucedía en su propia mente.
Los veteranos, los que aún no se presentaron pero eran los más avanzados en edad y que Ranpo dedujo eran los cuatro líderes que se supone que tenía Guild, reconocieron la clase de ojos que el chico hizo.
La mirada de las mil yardas.
La han visto en más de un soldado que fue mandado al campo de batalla, en más de un hombre que vivió sucesos traumáticos que son mayores de lo que su mente pudo soportar, sucesos que querían olvidar que simplemente no pudieron.
Ojos opacos que parecieran a punto de lloar, son acompañados con una mueca desfigurada en la cara o, como en el caso de Ranpo, un rostro serio que solo se enfoca en recordar el pasado que no puede cambiar, donde sufrió una cantidad de estrés que lo dejó apenas con vida. No dicen nada, el trauma les impide hablar correctamente o siquiera pensar en hablar en los mismos momentos.
Los que ya habían visto la expresión antes solo agacharon la cabeza por respeto, nunca supieron si era prudente hacer algo al respecto, ninguno de ellos es un profesional en el tema después de todo. El adolescente fue sacado de la habitación por el hombre del bombín. El adulto joven que quedó, al que apenas se le podía ver el rostro por su cabello en la cara, guardó silencio sin saber qué más hacer. Era una nueva experiencia para él y quiso guardarle respeto por lo que aparentemente significaba.
El trance del chico duró en una aproximado de diez a doce minutos, nadie los contó en realidad, solo esperaron a que el chico se manejara a sí mismo. No sabían si estaba bien interrumpir el desorden disociativo o si era dañino para él.
Con Ranpo, todo fue más claro. De un momento a otro reconoció el lugar donde se encontraba, recobrando la postura como si nada hubiera pasado, como si el pequeño viaje que tuvo de vuelta al pasado no lo hubiera afectado tanto como lo hizo.
—Simplemente no puedo. —dijo después de mucho, incluso su garganta se sintió seca y rasposa por la fuerza ejercida en ella. —Se me prohibió investigar sobre eso, el comandante me castigará si se entera de que lo estuve investigando a sus espaldas otra vez y yo no-
Un momento, pidió Ranpo en su cabeza. Parecía haberse dado cuenta de algo hasta ahora.
—Si nosotros te pedimos que te unas a nosotros es porque no te dejaremos volver a ese lugar. —su dirigió a él el rubio, un poco enojado al ver el comportamiento que tiene porque, ¿qué tanto daño le hizo ese tal Fukuchi para dejarlo así de inseguro? —No habrá castigo por eso esta vez. Estás a salvo aquí.
Eso tomó desprevenido a Ranpo. Seguía inseguro por la cantidad que este grupo de personas podrían ofrecerle para contrariar las habilidades del comandante. No es una broma que Ranpo crea que él sólo puede derrotar ejércitos enteros, con su habilidad y su manejo de la espada, es prácticamente invencible. Fukuchi es un hombre que inspira heroísmo para su nación tanto como temor para sus enemigos.
—Nadie está a salvo de ese hombre. —frunce el ceño. —Por mucho que quiero aceptar su trato, no creo que sepan a lo que se enfrentan cuando se refieren a él. Y en los últimos años se ha vuelto más peligroso. —pone la silla que tiró en su lugar y se vuelve a sentar. —Voy a brindarles información como muestra de que traicionaré al comandante y me uniré a ustedes. Sin embargo, quiero que me expliquen cuáles son sus planes después de que entre en su organización.
Si está aquí como un rehén más, así como en la base, no tiene caso que se quede, prefiere estar donde Yosano y Dazai estén. Son las únicas personas preciadas que le quedan, y además se prometió que los protegería de Mori, quien sigue con ellos mientras él desperdicia el tiempo aquí.
—De acuerdo. Este es el plan. —comenzó el hombre de la barba blanca, de entre todos se veía el más calmo, a diferencia del espadachín que se veía más serio que apacible. En algún momento prendió una pipa y comenzó a inhalar de ella. —Te daremos un plazo de cuatro meses para que decidas si realmente quieres ser parte de Guild o quieres tu libertad. —eso suena bien. —Como ya accediste a brindarnos información eres libre de hacerlo, podemos hacer un pacto en el que te ofrezcamos algo a cambio por lo que queramos oír, si te parece bien.
Ranpo asiente, se ve algo feliz por escuchar que pueden otorgarle la libertad que ha estado buscando.
—Nos fue recomendando asignar a alguien para ayudarte con cualquier cosa que se te ofrezca o que tengas interés por saber. Serás asignado a la misma alcoba que él.—el usuario con la habilidad del gato señaló con la palma de la mano al adulto joven en la habitación, el cual sacó su mano a relucir con timidez, como una intención mal plasmada de presentarse. —No obstante, Poe-kun es un compañero más que un sirviente, pedimos que sea tratado con el respeto que se merece. Es uno de nuestros miembros más importantes.
—¿Recomendado por quién? —pregunta por interés. No es de su agrado que le asignen un niñero, pero quizá lo necesite más a futuro. Y quiere saber quién es el que tuvo la idea de pensar tan a futuro.
—Uno de nuestros agentes que te mantuvieron vigilados hasta ahora. —responde el mismo hombre.
Esto es serio. Nunca se sintió vigilado por nadie que no fueran Mori y Fukuchi, solo queda como opción más viable que esté hablando de espías. Para entrar en la base en cubiertos, uno es un buen número para el sigilo, tres lo entorpece todo y los ralentiza, el número clave para esto eran dos personas.
Ranpo se queda pensando en los detalles con una mano sosteniendo el peso de su cabeza entre sus dedos.
—¿Por cuánto tiempo estuvieron planeando esto? —los encara en la misma posición donde se quedó. —Les salió muy bien, a decir verdad. Me tendieron una gran trampa allá en la base. —sonrió frustrado ante el recuerdo de verse atrapado. En cambio el joven del flequillo largo sonrió de alegría pura. —Eso definitivamente requirió preparación.
—Han sido años. —respondió el espadachín.
—No nos detengamos en esas cosas ahora. —interrumpió el rubio.
—Cierto, quería preguntar sobre alguien. —dijo Ranpo, los demás parecían ya saber de quién se trataba. —Ustedes dicen que no me obligarán a dar información, pero si me opongo, ese hombre con el que estuve hace no mucho, ¿qué hará él?
Todos quedaron en silencio. El mencionado Poe hizo una mueca sobre eso, no estaba seguro de si participar en la conversación ahora era bueno.
—Lo resolveremos en la marcha. Aquí lo importante es saber si aceptarás el trato. —dijo el rubio.
—Voy otra vez con mi pregunta. —frunció el ceño. —¿Qué harán si no acepto el trato? ¿Van a delatar mi ubicación al ejército japonés? —aunque eso no podría evitar la guerra, no parecen sus ideales.
—No. Solo te dejaremos vivir fuera de esto. Lejos de todo lo que la guerra significa. —propone el hombre serio. Fukuzawa, si sus recuerdos no lo engañan (no lo hacen).
No aceptar el trato suena mejor para su estabilidad mental, y aún así Ranpo nunca fue un hombre que volviera a sus pasos con la cola entre las patas. Si él había sido parte importante en la guerra, en la cual miles de personas sufrieron un infierno igual al de él, entonces daría hasta su último aliento para acabar con ella. Y eso no se conseguiría si se aleja de esta oportunidad que la mejor organización posible le está dando.
Ellos no se tienen que enterar de que piensa así, desde luego. Aún no los conoce y no confía por completo en ellos, será mejor ser prevenido sin importar qué.
—Un pobre chico que apenas sabe algo del mundo real dejado solo y a su suerte. Es tan mezquino de su parte, señores. —se levantó de su silla con una fuerza diferente a la de la última vez. Esta tenía más viveza en su ser, tenía más color. —Supongo que no me queda de otra que aceptar sus condiciones.
Se encoje de hombros como si no hubiera otra solución. Los líderes festejan en silencio. Es un alivio saber que la misión por la que han estado trabajando durante tanto tiempo por fin da sus frutos y salió todo bien. Esto solo significa un paso más hacia el avance del final de la guerra.
—Entonces, puedes retirarte a descansar lo que resta del día. Nosotros te haremos saber si necesitamos algo de tu parte. —habló el hombre de la pipa. —Jóven Poe, por favor muestra al jóven Ranpo dónde se quedarán.
El primer mencionado asintió con determinación de cumplir la orden y alzó su cuerpo lejos de la silla y la mesa, pasando a un lado de Ranpo y pidiéndole que se fueran juntos. Abrió la puerta y la volvió a cerrar cuando salieron.
Ahora solo estaban ellos dos caminando por el mismo pasillo de donde había venido en primer lugar. Pasaron al lado de la habitación donde habló con el ruso, ahora se encuentra cerrada y no le ve, pero sabe que tiene el mismo ambiente lúgubre.
—¿Puedo preguntar algo? —la voz del más alto llamó la atención de Ranpo, la que solo estaba viendo el paisaje alrededor con más tiempo del que tuvo antes. Al parecer quería una respuesta tácita y no solo la mirada aprobatoria del más bajo.
—Tú siempre tuviste intenciones de aceptar el trato, ¿no es así? ¿Por qué diste una opción que no planeabas dar en primer lugar? —se cuestionó en ese momento el por qué, pero ahora solo le dio vergüenza por preguntar y quizás tocar un punto débil en el fino hilo que era Ranpo. —Claro que si no quieres contestar no tienes que hacerlo.
—Quería conocerlos. —respondió honesto, lo que sorprendió al hombre. —Cualquiera puede ofrecer una parte linda de un trato, ¿sabes? Esa es solo una de las dos caras de la moneda. —seguía caminando sin titubear, tal vez se puso más firme después de sus palabras. —Solo quería presionarlos hasta que les quedaran las opciones más inhumanas. Quería sacar a relucir su verdadero ser. —el más alto lo miró, impresionado por que haya hecho eso en la clase de situación en la que estaba. —¡Sus respuestas me sorprendieron, sin duda!
—Tu respuesta también me sorprendió. —sonrió hacia él, aún con el cuerpo encorvado. O lo más que se puede cuando alguien va caminando.
—Hum, ¿en verdad? —preguntó con orgullo.
—Sí. La parte en la que mentiste sobre tus razones para aceptar el trato. —lo miró de reojo, esperando su reacción.
—Lo notaste. —detuvo su andar, bajando la cabeza. El otro se puso nervioso, no era la clase de reacción que quería lograr, sin embargo fue la que obtuvo de todas formas.
—Ah, ¡lo siento tanto! —se disculpó.
—Está bien. Eres un hombre astuto. —comenzó a avanzar una vez más en silencio. Por esta vez no iba a dar razones del por qué mintió, no a cualquiera mejor dicho. —Es mi turno de preguntarte algo.
Debió imaginarlo viniendo de otro estratega, era obvio que pediría algo a cambio por las preguntas que ha hecho.
—Es justo. —suspira rendido.
—¿Tú fuiste el que planeó mi secuestro en la base? —pregunta boba, Ranpo ya sabe la respuesta. —Pude notar lo orgulloso que estabas de ello cuando lo mencioné.
—Sería avaricia decir que lo planeé todo yo solo. —se rascó la mejilla con la débil fuerza de su pobre dedo índice. —Tuve ayuda de mis compañeros estrategas, aunque sí, esa parte la diseñé yo.
—Debo admitir que me frustra un poco haber sido tomado con la guardia baja. —sonrió con vergüenza, mirándolo desde abajo hasta uno de los ojos que se veía descubierto. —Fuera de eso, me impresiona lo bien que estuvieron las órdenes. Incluso hacer que me dieran más trabajos para agotar a mi mente durante tal cantidad de tiempo. Eso fue un poco rudo, ¿sabes?
¿Supo hasta eso? Ahora estaba sumamente rojo de la vergüenza.
—Eso fue porque no pudimos ganarte cuando tenías todas tus fuerzas. Debíamos hacerte de nuestro nivel para poder trasladarte con un plan seguro. Tanto para nuestros colegas como para ti. —si lo dice así suena a que lo admira mucho, pero él también está frustrado de enterarse que sus planes fracasaban una y otra vez cuando llegaban a la parte de traer a Ranpo hasta Guild.
—Lo siento, no entendí si me estás halagando o me estás queriendo insultar. —el hombre soltó una leve risa algo densa. No iba a responder eso porque no sabe la respuesta ni él mismo. Siempre se sentirá mal cuando descubra que hay alguien más inteligente que él. —De todas formas, ¿cómo te llamas? —eso capta su atención nuevamente. —Me refiero a tu nombre completo.
—Mi nombre es Edgar Allan Poe. —explicó tímido, juntando sus manos por la inseguridad que le causa decirlo, no entiende por qué. Ranpo asintió como agradecimiento por eso. No era necesario que diera el suyo, al parecer todos aquí ya lo sabían. —¿E-entramos?
—Sí. —caminó detrás de él. —Es grande.
—Sí.
Por lo que restó de tiempo, Poe se dedicó a mostrarle la habitación. Desde las dos camas y dos escritorios divididos en una parte para cada quien, los muebles que podría ocupar para guardar cosas (cuando consiga algunas), y el baño. Todo estaba bien respecto al ambiente entre ellos, así que Ranpo no tuvo muchos problemas en dirigirse a la cama que se le asignó y echarse en ella. Lo primero que había querido en tanto tiempo era descansar, y esta era una cama muy cómodo y amplia, se le estaba dando la oportunidad en bandeja de plata y Ranpo no es estúpido para no tomarla.
Sus ojos se fueron cerrando mientras su respiración agitada de siempre se ralentizaba. Al fin podría dormir en un espacio seguro, esto es el comienzo de una nueva vida para Ranpo, lo que lo tiene tanto emocionado como angustiado. Aún quiere ir por Yosano y Dazai, debe convencer a los líderes para que vayan por ellos también.
Su siesta parecía ir bien hasta el comienzo de una pesadilla. Un efecto de hablar sobre sus padres durante el día, tal vez. La pesadilla justa que tiene para sentirse mal consigo mismo. No importa mucho en realidad, sabe que no la recordará cuando despierte, principalmente por lo desconcentrado que está en comparación con la oleada de calor que siente por todo su cuerpo.
Sus ojos se abren con fuerza junto a un jadeo por aire fresco y se asusta por un momento, no reconoce el café ambientado en las paredes de la habitación, no está cerca del blanco en el que ha pasado tantos años. Los recuerdos lo golpean de apoco; ya no está en la base militar, ya no más de eso. Está en Guild, está a salvo, le dijeron.
Esas palabras en su cabeza hicieron por aminorar su estado mental, del físico no se podría decir tanto.
Su camisa blanca estaba bañada en su sudor, su cabeza ardía como nunca y sus músculos estaban rígidos. ¿Está enfermo?
Escucha pasos venir del lado derecho de la habitación, voltea a donde el escritorio está hecho un desastre y Poe viene a su lado para verificar su estado. Lo ha de haber asustado cuando despertó como si le hubieran anunciado el fin del mundo.
Toca su frente y Ranpo persigue el toque frío que alivia su cabeza, y por ende, a su cerebro.
—Permíteme. —suelta su frente con miedo de que Ranpo quiera levantarse, pero comienza a desabotonar su camisa. —Necesito que te enfríes, es probable que tengas temperatura alta.
¿Es probable? Ranpo se está volviendo cenizas por el calor que siente.
Lo deja por unos momentos y escucha cajones abrirse y cerrarse. Escucha sus pasos entrando al baño y Ranpo solo quiere que se dé prisa. Podría estar a punto de desmayarse, o peor aún, convulsionar por la calentura.
—¿Qué hora es? —pregunta Ranpo cuando Poe regresa, mientras le está colocando un termómetro para medir su temperatura.
—Cerca de las cuatro de la madrugada. —responde dudoso. No quiere que le pregunten qué hace despierto a estas horas, incluso si fue bueno que lo estuviera para atender a Ranpo cuanto antes. Él solo asiente por la respuesta, no tiene energías para seguir una conversación coherente.
Después de un rato, Poe puede comprobar que tiene calentura. Su fiebre se ha extendido a los 39 grados. No habla ni dice nada mientras se concentra en mantenerlo consciente y controlar un poco el dolor. No es profesional, solo puede ayudar a estabilizarlo en lo que llega uno de sus compañeros que más conoce sobre el tema.
Está preocupado por este repentino brote cuando se veía bien en el momento en que lo dejaron a su cargo.
Si estuvo así todo el día, es su culpa por no notarlo. Estuvo tan sumergido en sus cosas que no le prestó atención desde que se durmió. Ahora, está angustiado como consecuencia, mientras espera a que la ayuda venga.
Chapter Text
—Poe-kun, ¿puedo hablar contigo un momento?
El mencionado asiente con la cabeza con lentitud. Ha estado sentado en la silla de su escritorio desde que Louisa, su amiga y médico sustituta, llegó para atender y diagnosticar a su nuevo compañero de alcoba. Impaciente, desde luego, solo podía escuchar fragmentos de la conversación que tuvieron mientras Ranpo seguía despierto.
Ahora que se ha dormido, Louisa está en el portón a punto de salir, con botiquín en mano y su capa en los hombros.
—¿Sucede algo? —pregunta una vez que llegó a estar enfrente de ella.
—Es sobre Ranpo-kun... —se acomoda sus lentes, arrastrándolo por el puente de su nariz. —Él dijo que [esto] es a causa de que su cuerpo no está acostumbrado a cambios de temperatura, y que recién sufrió uno. —se veía nerviosa, quizá por el hecho de que esta no es más que su tercera vez sirviendo como médico y diagnosticando de verdad, no es muy segura con los resultados que suelta, incluso si sabe que no se puede equivocar y que los demás confían en ella. —Si me lo preguntas, diría que es un tema más psicológico. No vi los archivos —sacude la cabeza con pena —, solo creo que su cuerpo ha permanecido en estado de alerta por mucho tiempo y, ahora que se puede relajar, debe estar pagando un precio por eso.
—Ya veo. —razona tomándose su tiempo. Uno muy largo que a Louisa, y curiosamente también Poe, le provoca incomodidad.
—¡Solo son suposiciones, desde luego! —se agita, su momento de nervios le roba ademanes innecesarios en su explicación. —Lo digo por si notas que no se ha recuperado en cinco días, es normal. Tal vez esté así por un poco más de una semana.
—¡Lo comprendo! —su reacción fue la misma, se comportan de forma algo tímida porque nunca se sabe si estás dañando a alguien verbalmente y prefieren evitar esa clase de problemas. —No necesitas preocuparte por nada más, ¿sabes? Te agradezco por todos tus cuidados y recomendaciones, me son muy útiles ahora que me asignaron a cuidarlo. —lo señala con discreción, el dedo índice ni siquiera ha salido de su campo de visión, es más, no está en otro lado que no sea frente a su pecho. —Era mi deber y fracasé en las primeras horas, no puedo imaginarme los cuatro meses que vienen.
Da un suspiro tan largo que por un momento su espalda se volvió una columna erguida como debe ser, antes de caer y curvarse hacia el frente de nuevo.
—¡No te preocupes, lo harás bien! —sus gritos seguían siendo un susurro gentil y agitado. A diferencia de su mayor, ella solo se encogía para esconderse entre sus hombros. —Y a propósito —llama la atención del más alto. —, la vacuna y la desparasitación de Karl ya están hechas. Si quieres que te lo traiga de una vez solo tienes que decirlo y vengo.
Escuchar de su mascota siempre lo puso de buen humor, se nota en su sonrisa curvada y tan extendida como casi nunca se ve.
—Solo dile que regrese, él sabe dónde está esta habitación. Es muy inteligente. —asiente feliz de alardear sobre lo bien educado que está su amigo. Aunque no le costó mucho trabajo hacerlo, siempre fue un animal con los deseos suficientes de ayudar a su dueño y facilitarle la vida. —Ya quiero presentarlo con... —y se detiene, pensando muy profundo. Voltea a ver a Ranpo y luego a Louisa, siempre se mantiene inseguro sobre todo y sobre nada. —No le hará daño estar cerca de Karl ahora, ¿verdad?
—No tendría por qué. Karl es un animal muy sano, incluso si pudiera transmitir enfermedades, ninguna de ellas afectaría a un humano. —remueve sus lentes una vez más, fijando su vista en el que yace descansando tan apacible. —Entonces debo irme.
—¡Por supuesto! —regresa a este plano para ser caballeroso y abrir la puerta para ella, recibiendo un agradecimiento antes de perderse por el finito pasillo que la llevará a su siguiente destino.
Cuando la puerta se cierra, Poe suelta un largo suspiro para volver a lo que considera su rutina normal, si no menciona el cuerpo dormido que yace en la cama contigua a la suya. De todos modos no lo nota mucho, no es extraño para él estar en silencio mientras trabaja. Le gusta el silencio, se siente cómodo con él y él se siente cómodo con Poe. Siempre ha sido así, o desde que puede recordar que fue así. Lo único que parece fuera de lugar sobre esto es que su compañero mapache no está a los alrededores, todavía; para ello puede fingir que la respiración de Ranpo es la de Karl, es un buen método para estar al pendiente de él mientras siguen con sus cosas.
No puede precisar el tiempo que pasó escribiendo en su escritorio o dibujando planos (cosas que su puesto en Guild exigían), antes de escuchar resoplidos y sollozos quedos detrás de su espalda.
Se para de puro instinto para ir a verificar que la fiebre no haya subido o que bien, no esté presentando síntomas nuevos provenientes de su enfermedad. Posa una mano en su frente y en la contraria, esto con motivo de cerciorarse que no haya nada grave a su alrededor. Se extrañó cuando verificó que no había algo fuera de lo normal por lo que debiera disculparse y lo que es más, Ranpo ni siquiera daba señales de que fuera a despertarse pronto. Poe se pregunta qué es lo que provocó estas reacciones del menor.
—Lo... siento, yo no... mi culpa. —tan rápido y bajo como dijo esas palabras fue como desaparecieron. Apenas si tuvo la oportunidad de escucharlos, se había acercado lo suficiente al escuchar la primera sílaba, pensando estúpidamente que eran las palabras para él.
Una pesadilla. Lo comprendió de inmediato. Era fácil de hacerlo si pensaba en las palabras de su amiga recalcando que esto debía ser un problema psicológico.
Huh, ¿debería despertarlo?
No quiere interrumpir su momento de descanso, siendo considerado por el hecho de que fue su propio plan el cual lo hizo trasnochar varias veces en el lapso de dos semanas. Tampoco quiere dejarlo a merced de la imaginación entre monstruos imaginarios y demonios de la mente que conoce muy bien, las opciones se vuelven difíciles, no obstante, toma la decisión primordial cuando escucha más sollozos y sus ojos captaron unas leves lágrimas abriéndose paso entre los párpados cerrados, cosa que ni siquiera las pestañas pueden detener.
—Ranpo-san, hey, Ranpo-san. —llama mientras agita su cuerpo con delicadeza y con la fuerza suficiente para traerlo de regreso.
Todavía con todo lo precavido que el miembro de Guild había sido, eso no fue suficiente para no hacer sonar las alarmas de pánico en el azabache. Despegó sus ojos con un temblor palpitante en su rostro, inspeccionando, buscando. Lo que sea, a quien sea, despertando a su cerebro para que fuera el primero en reaccionar.
Otra vez está falto de la luz blanca con la que siempre solía despertar, la habitación no la reconoce, no le es familiar. Considera pararse fuerte a inspeccionar sus alrededores, su cuerpo no se lo permite por el dolor muscular que lo petrifica en la cama. Su cabeza da vueltas por la calentura que incluso si va disminuyendo, todavía carga. Da una respiración profunda para calmarse y recordar todos los sucesos una vez más.
Está enfermo, en Guild, la habitación es de Poe, quien fue el encargado de supervisarlo y está mirándolo fijamente. Y lo que acaba de suceder no fue real, fue un sueño, o mejor dicho una pesadilla.
—Estoy bien. —sonríe a medias y alza el pulgar con lentitud, a una altura a la que su compañero pueda verlo con claridad.
—Eh, no, no lo estás. —baja la mano que aún tiene el ademán allí y se sienta en la silla más próxima. —Tu fiebre bajó, sí, pero estás llorando.
Ranpo borra toda expresión antigua de su rostro, mirándolo ahora con los ojos muy abiertos. No se atreve a comprobar el hecho, no quiere averiguar que es verdad y que estuvo llorando por algo que ya pasó. No quiere verse vulnerable frente a un desconocido. Ni siquiera puede hacerlo frente a sus amigos.
Aferra sus manos a la sábana que descansa a la altura de su pecho. No le agrada esta sensación, le recuerda a la constante de su sueño que vive en su memoria cada vez que es regañado, sin embargo no lo está ahora. Nadie le está gritando ni amenazando con su vida. Solo hay un hombre que parece genuinamente preocupado por su estado. Eso lo aturde, ¿alguien ajeno está preocupándose? Quizás es un sentimiento que las personas fuera de bases militares tienen la libertad de sentir. Sus años fuera de la base no los recuerda mucho pese a todo su grado de inteligencia.
—¿Te quieres sentar? —Poe lamenta haber dicho lo que dijo. Si no hubiera recalcado ese hecho no habría de ver una cara tan perdida en el rostro del más bajo. Como esperando que alguien lo consuele y lo abrace. No va a hacer eso porque no sabe hasta dónde llega la intimidad en guardia de este chico. —Te ves algo incómodo así.
El otro lo mira, luego a sí mismo. Asiente sin perder la mirada cenicienta que tiene.
Posa ambas manos en la espalda del más bajo para ayudarlo a subir con delicadeza, algo que no puede hacer por sí mismo debido a la vulnerabilidad de su cuerpo. A su paso, coloca la almohada en vertical, esto con la intención de que la espalda de Ranpo no se lastime. Es solo un detalle pequeño e insignificante, pero ayuda al azabache a acomodarse mejor.
Su típica camisa blanca se arruga entre tanto movimiento pero como eso no importa, no se detiene mucho para hacerla parecer más presentable.
Deja caer la espalda, apretando la almohada contra la pared con su solo movimiento.
—Estoy mejor así, gracias. —el más alto asiente demostrando lo en verdad preocupado que estaba.
—¿Quieres algo que te pueda prestar para ayudar a distraerte? —le sonríe con gentileza desde donde está sentado. Sus manos juguetean entre ellas sin un motivo tácito, solo lo hacen mecánicamente, como si el movimiento ya estuviera predeterminado. El más joven se da cuenta de esto y, de una forma u otra, le da a entender que lo está pensando.
—¿Qué propones? —suspira, hace un par de segundos que se limpió las lágrimas de su rostro con la sábana que sigue cubriendo su regazo. —No creo que haya algo divertido para pasar el tiempo.
Poe lo piensa un poco más. Por sus palabras, parece ser alguien que no consigue diversión tan fácil como los demás.
—¿Un libro? —es tonto, pero si compartieran el interés en la literatura, haría las cosas así amenas para los dos. Es un sueño que alguien llegue a disfrutar de los libros tanto como él lo hace.
—¿Eh? —ladea la cabeza con ligeros movimientos. —Es mi primer día aquí, ¿y ya piensas ponerme a leer? Te subestimé, sí que eres malo, Poe-san. —suelta una risita por la cara de confusión que hay en el rostro contrario. —No importa de todas formas, no hay libro sobre ciencia o historia que yo no haya leído ya. Y si lo existe, probablemente solo es una edición diferente.
—Dijiste de ciencia e historia, entonces ¿qué te parece uno de fantasía? —se apoya de sus manos para hacer una atribución fascinante y engancharlo más. Cosa que no funciona.
—¿Te refieres a la biblia? —suelta otra risa con burla. —Tiene varias cosas de fantasía, supongo, pero dudo que pueda ser catalogada como una historia así.
La cara de Edgar se ve roja por la mala interpretación, no era su intención referirse a eso y, es más, no tiene ni la más mínima idea de cómo Ranpo relacionó así las cosas. Sin embargo, es bueno saber que este chico puede reír tan natural como todos los demás. Desde luego que ayer se preocupó cuando lo vio en aquélla situación durante la junta, ahora está más tranquilo.
—Me refiero a las novelas. —titubea en decir eso. Es casi como si Ranpo no las conociera o directamente fingiera que no las conoce, descartando la opción como algo normal en lo que todos pensarían. —Porque alguna vez has leído una novela, ¿verdad?
Tantea un terreno lleno de minas. Se le había notificado antes de que Ranpo carece de cierto conocimiento del mundo exterior. Nadie sabe con certeza hasta qué punto conoce y cuál no, las especulaciones solo llegan a tradiciones y cosas cotidianas. Desde el más básico viaje en tren hasta el más irrelevante dato de limpieza de alimentos.
—Creo que me lo mencionaron antes. —si hace memoria podría tratar de recordar a Yosano hablarle de un libro que leyó.
Fue reciente de cuando llegó a la base y sus ojos no se veían tan decaídos, ella hablaba y hablaba tanto de algo que Ranpo no entendía, hasta que Mori llegó y los separó, llevándose a Ranpo a una sala de reuniones con Fukuchi y los altos mandos.
Si su memoria no le miente, era alguna clase de historia sobre un dragón y una princesa. Algo de eso debió parecerle basura porque dejó de prestar atención y el recuerdo ahora no se puede recuperar por completo.
—¿Te gustaría... probar y leer una, a ver qué te parece? —se inclina en su dirección, buscando un ángulo perfecto en el que los mechones de su cabello en la cara no le tapen la expresión del contrario. Se ve vacilante con su pregunta, así que agrega un buen argumento. —Dicen que esas historias ayudan a conciliar el sueño y a distraerte.
Poe recarga el peso de su cabeza sobre una mano y mira cómo el tono esmeralda se ilumina por primera vez desde que está aquí. Es claro que tuvo la idea que Poe sugirió tras bambalinas, asintiendo efusivo al dueño inicial de la habitación.
Poe contuvo una risa que bien pudo rebotar por cada una de las paredes. A pesar de que estuviera enfermo, sus expresiones parecían bastante saludables, como si en su vida solo hubiera felicidad o comenzara a haberla. Tal vez fuera un momento donde estuviera cruzando su sanación, eso sería fantástico.
Entonces, fuera de sus pensamientos, Poe posa una mano en cada rodilla como apoyo para levantarse de la silla. Cuando lo hace, suelta un quejido leve. Su atuendo baila con la gracia de sus movimientos cuando se dirige al estante más cercano para buscar un buen libro. Como es tan probable que sea el primero que vaya a leer Ranpo, debe ser memorable, no se puede equivocar. Con una mano en la barbilla y una a escasos centímetros cerca de los libros, se pone a pensar.
Uno que le haga ver la belleza del mundo a pesar de que estén en guerra, uno que lo haga encontrar un camino, una razón para abrir sus ojos mañana y quizá para descubrir nuevas cosas. Puede parecer que se está sobrepasando con sus metas, sin embargo es sincero en su deseo de ayudar a Ranpo. Nadie cree que un simple libro tenga ese poder.
Incluso pensando de esa forma, todos se equivocan. La salvación puede estar en todas partes, ya que para cada persona viene de diferente forma y diferente tamaño. Se piensa que las metas de vida deben ser sobresalientes y llevarte todas al éxito, eso es demasiado para muchas personas en ocasiones. Lo que las personas que sanan necesitan, es algo que los haga darse valor, la cosa más insignificante puede lograrlo. Una piedra, una foto, una persona, un libro, lo que sea.
Poe lo sabe porque ha pasado por eso.
—Muy bien. —suspira hondo y se arma de valor con el libro fuera del estante ahora en su mano. Regresa a su sitio al lado del chico que lo vio expectante en todo momento y le extiende el libro con fuerza y sin previo aviso. —Realmente espero que te guste. —lo mira con una sonrisa cálida y que brinda seguridad. Ve la duda en Ranpo por alguna razón, quizás un mal recuerdo o algo por el estilo. —Considera el tiempo de lectura, un tiempo para ti.
—¿No tienes otro libro de la misma historia? —se ve temeroso de agarrarlo y puede saber por qué lo está. —Se ve que lo has usado mucho y que es importante para ti. No quiero que algo le pase si lo voy a tener hasta terminarlo.
Lo más probable es que lo diga por lo notorio que es el marrón en las hojas que alguna vez fueron blancas, la cubierta con zonas descarapeladas y lo que alguna vez fue un vivido dorado, ahora está deshidratado y es apenas perceptible.
—No, lo siento. —descansó los hombros que luchaban por mantener sus brazos en el aire mientras el contrario alzó una ceja ante su disculpa, esto provocó que comienzo de su hablar de nuevo antes de que la palabra le sea robada. —A menos que el idioma sea un impedimento para ti, puedes usar este.
Como comenzó hablando con él en japonés, el idioma natal de su contrario, no se detuvo a pensar en que tal vez no podría hablar en inglés. Esta duda se desvaneció, cuando el azabache agarró con delicadeza el libro que ahora estaba en sus piernas.
—Si no es molestia entonces, gracias por tu amabilidad. —lo dice sin mirarlo a los ojos, su atención estaba enfocada en otra cosa. Sus dedos pasaron por la tapa de enfrente, trazando el relieve que la pintura dejó después de estropearse. —¿El principito? ¿Es alguna clase de historia de alguien de la edad media?
Poe sonrió una vez más por lo inocente que parecía eso. Por otro lado, estaba consternado de que no conozca un clásico como ese.
—No. Y dado que no conoces la historia, no te la voy a arruinar diciéndote de qué se trata. —mientras el otro se queja, Poe extiende su mano para volver a tocar la frente. Se avergüenza de decir que por un momento olvidó que está enfermo y debe descansar. —Tu fiebre ha bajado considerablemente, si no te importa iré por el termómetro para decirte con exactitud cuánto tienes.
El otro asiente sin nada más que decir y después, cuando Edgar se va a donde tiene guardadas las cosas, regresa su mirada al libro que tiene sobre la sábana.
—En verdad espero que no sea de historia. —suplica en un susurro.
Se adentra con la primera hoja notando cómo siguen intactas pese a la apariencia que guarda en el exterior. Toma una nota mental de que a este hombre le gusta ser meticuloso con sus cosas, no necesita marcar las partes que le gustaron y cuida bastante bien sus cosas. Lo ha releído unas treinta veces si redondea, pero la antigüedad de esto es mucho más de lo que aparenta. La edición se remonta a los años ochenta, así que puede ser que alguien como su padre o abuelo se lo haya dado. Podría hasta ser una reliquia familiar.
Se desconcentró de lo que estaba haciendo en un principio, es solo su instinto que mantiene su mente trabajando sin descanso, como si fuera una máquina programada para leer el ambiente y deducir cuanto pueda apenas tenga algo enfrente. No está muy alejado de la realidad, si lo piensa un buen rato.
Se salta las páginas poco relevantes, como la vida del autor y las notas detrás de eso. Comienza a leer con mucho cuidado.
—Regresé. —llama el más alto mostrando en la altitud el objeto de medición. En su campo de visión puede ver cómo los ojos verdes se embelesan con las palabras escritas en tinta.
Se sienta a su lado, donde estuvo todo el tiempo pasado, sin decir nada.
—No pensé que este libro tuviera dibujos. Parece un libro infantil. —lo voltea a ver una vez que pasó un número de minutos considerable.
—Oh, bueno, tienes razón. —responde mientras coloca el termómetro en donde es usual para que comience a marcar. —Las personas lo suelen confundir por eso, aunque es una clase de carta para pedir perdón. —le explica con entusiasmo. —El autor quería redimirse por la infidelidad que cometió contra la mujer que más amaba. Así que escribió este libro.
Este dato parece acaparar su atención, porque de inmediato se regresa a la primera página donde comienza la historia.
—Ahora que sé eso, necesito releer esta parte para saber qué datos encuentro.
Poe se ve sorprendido.
—Es como si todo lo que leyeras fuera como una novela de misterio. —en su interior, reconoce el sentimiento de fascinación.
—¿De misterio? —ladea su cabeza en confusión. Poe se queda pensando que tal vez nunca escuchó sobre ese género literario.
Para olvidar el tema y que se pueda concentrar en el libro como debe de ser, sacude la cabeza pidiendo que olvide lo que acaba de decir. Luego pide el termómetro para tomarlo y corroborar su temperatura una vez más.
—Tienes 37.4 —notifica. —No es lo suficientemente estable, pero considerando cómo estuviste en la madrugada, parece que vas progresando mejor de lo estimado.
—¿En la madrugada? —se voltea para mirarlo mejor. —¿Qué hora es?
—No más tarde que las ocho de la mañana, ¿por qué? —pregunta, viendo cómo Ranpo se encoge de hombros para mirar ahora al otro lado, donde solo se encuentra una pared pintada ya hace mucho.
Apenas ayer a esta hora, o un poco antes, estaba peleando por su supervivencia en esa base militar, en contra de Fukuchi, el hombre que más teme por lo despiadado que es. Hoy, en un nuevo día con una nueva oportunidad, está leyendo un libro del que bien pudo haber vivido sin saber de su existencia.
Aunque está enfermo y aún tiene el pendiente de sus amigos, le gusta la sensación de paz y tranquilidad que le transmite el espacio. Es diferente.
La tranquilidad allá era sofocante, como si estuviera viajando en la termosfera, a donde el aire no llega y te roba la lucidez más que el brindarte calma. Rodeado de tanta sobreestimulación a su cerebro que apenas podía pensar una cosa a la vez. Aquí, en cambio, se siente libre. Es un sentimiento que no puede describir, que solo sabe que lo siente cuando llega. Se da cuenta sin necesidad de decirlo. Su mente se une a su cuerpo y es consciente de los movimientos realizados, de su respiración, de los latidos que da el corazón y de mucho más.
Se pregunta en qué cuarto estaría ahora llorando, perdiendo sangre y pidiendo perdón de no haber sido sacado de ahí. Parece poder figurar una idea acertada de los sollozos de Yosano por tener que curarlo una vez más, por tener que verlo en esa condición, como si fuera un muñeco de experimentación. Se pregunta si Dazai estaría viéndolo con preocupación o si se lanzaría a enfrentar por lo menos a Mori.
Se pregunta si él sería el que estuviera llorando por alguno de sus amigos que se vio herido por intentar ser rudos y firmes ante los altos mandos.
Su cabeza da vueltas y más vueltas alrededor de una esfera de negatividad que no tiene fin. No hay escapatoria de ella pues está bien entrelazada con su cerebro y con lo más profundo de su ser.
—Ya veo. —habla Poe, sacándolo de sus pensamientos. Está a punto de preguntar si en verdad se dio cuenta de lo que estaba pensando, no obstante, fue más rápido y comenzó una nueva oración. —Tienes hambre, desde luego. Viniste aquí sin alimentarte, hablaste con los jefes y apenas estuviste aquí te dormiste y luego enfermaste. Claro que tendrías hambre. —sus hombros y su espalda se contrajeron, y por mucho que sus palabras hayan confundido a Ranpo, pudo notarlo. —Te traeré algo que puedas comer. Espero no tardar mucho con eso.
Ranpo parpadea por lo rápido que fue todo eso. Espera hasta que el miembro de Guild haya salido de la puerta para volver a aferrarse a las sábanas que tiene cerca.
Se dio cuenta o estuvo cerca de hacerlo. Poe entendió lo que pasaba por su mente y lo ayudó a cambiar de tema en un tiempo récord. Ni siquiera entiende por qué la sola idea de que lo haya hecho lo pone tan sensible, pero lo hace. En las últimas horas ha sentido como si todo le provocara unas irrevocables ganas de llorar, de hacerse bolita y dejarse llevar por las lágrimas que sus ojos se permitan derramar.
Como si estuviera solo en el mundo y, al mismo tiempo, bien acompañado. Ya no está en la base, y aunque tampoco ha regresado a lo que fue alguna vez su casa, se siente como si lo estuviera.
Mira el libro en sus piernas, sus ojos llorosos le impiden seguir leyendo y retomar desde donde se quedó, de todos modos lo intenta porque, para ser sincero, le va gustando hasta donde va. Ya dedujo mucho de lo que podría pasar a continuación, y no le importa, es tan interesante que sigue por el mero placer de hacerlo. Se limpia las lágrimas de sus ojos, queriendo ampliar el panorama a uno más lleno de vida, más lleno de formas y lejos del color gris anterior en su vida. Sorbe la mucosa de su nariz anhelando concentración, la cual solo puede ser brindada una vez que sus fosas nasales se destapan como es debido.
Se queda pensando en la plática que tuvo con la chica que lo vino a atender por su enfermedad, a quien Edgar presentó como Louisa.
Ella aseguró que este sitio tenía mucha protección para brindarle sin importar nada, su recomendación fue dar pequeños pasos para confiar en las personas aquí y en la misma organización. Es difícil hacerlo cuando al menos de las personas que ha conocido hasta ahora, todos ellos son usuarios de habilidad y él no tiene nada.
La chica que le dijo que confiara tampoco está fuera de esa cifra. No demostró destacarse especialmente en sus habilidades curativas, por lo que su poder no se basaba en eso y, por lo tanto, no la tenían aquí solo porque es bonita. El olor que emanaba era apenas perceptible para los enfermos sentidos de Ranpo, así que llevó sus ojos a sus manos, notando un desgaste similar al de los dedos de Edgar, aunque de cierta forma diferentes. Los dedos del varón son largos y casi huesudos por descuido, los de la dama están trabajados pero con buena humectación y un color natural del mismo tono que el de su cara.
Por lo que sabe, o ha tenido el placer de deducir, Poe es un estratega en esta organización. Podría decir que el segundo o tercer puesto, siendo el primer puesto la persona que recomendó una niñera para Ranpo. Entonces, basándose en las características de ambas manos, puede decir que ella también es estratega aquí.
¿Un poder de inteligencia? No, eso jamás. Los poderes que mejoran la inteligencia abarcan muchas áreas, además de que a lo largo de la historia, solo se han podido contar con tres poderes que aceleran el funcionamiento cerebral. Y son bastante potentes, ella estaría ocupando el primer lugar entre estrategas de esta base, o de alguna organización gubernamental de Estados Unidos, su país natal. La inteligencia se la atribuye a ella misma, por lo que su habilidad debería ayudarla a llegar al siguiente nivel de genialidad.
Rebuscando en su forma de actuar, ella está acostumbrada a pasar más tiempo sola que acompañada, y aún así, parece tener una buena relación con sus colegas de trabajo a pesar de su introversión y timidez. Edgar es la prueba de ello.
Una habilidad que la obliga a estar sola; lo tiene. Y para recalcar que su tiempo afuera no se ve afectado por ello, agrega por una conjetura que se trata de una habilidad de manejo de tiempo. Podría apostar a que es una que ralentiza su entorno.
Como siempre, forma una sonrisa por su brillante deducción, no está equivocado.
Volviendo al punto inicial, no debe bajar la guardia sin importar lo encantadores que sean todos aquí. Hace mucho tiempo que no conoce a alguien nuevo, aún si puede ser capaz de deducir sus intenciones, no quiere bajar la guardia. Muchas personas son buenas fingiendo sus intenciones reales hasta que llega el momento de efectuar su jugada.
Para callar los pensamientos que hay en su cerebro, y tratar de reducir los efectos de su enfermedad actual, su cerebro se apaga y decide dormir. No se da cuenta del momento en que sucedió, por lo que no hizo ningún esfuerzo por reacomodarse y buscar una posición más cómoda; esto da como resultado que el libro quede apenas sujeto entre su mano inmóvil y su pierna, en cualquier momento puede zafarse de ese agarre e irse a reposar con las sábanas, pues quedó de un lado donde no caería al suelo por más que se mueva en la noche.
Su cabeza no puede agradecer de la misma forma que el libro por una postura tan ideal. Su cabello cae al mismo costado al que su cuello curva y redirige su cabeza, es probable que si pasa mucho tiempo dormido así, se despierte con un agónico dolor inundando sus músculos.
Su respiración se mantiene rítmica y precisada como si alguien la hubiera programado para eso y no pudiera cambiar la configuración predeterminada, por más que el ruido foráneo (aunque tampoco es que sea mucho) siga resonando en los interminables pasillos, él no parece dar su brazo a torcer para despertarse. Cuando Poe regresa a la habitación con una bandeja repleta de comida, tampoco parece hacer mucho efecto para combatir la situación.
Poe quisiera dejarlo dormir, para que descanse y reúna fuerzas como es debido, pero sabe que el chico no ha comida nada y eso le preocupa por sobre todo. No puede haber una apropiada y adecuada recuperación si no le da alimento a su cuerpo, necesita nutrientes suficientes para que la medicina no le provoque un efecto reverso en su estómago y lo ataque a él en lugar de a la enfermedad.
Suspira con pena de ser él quien deba repetir la acción, una parte de él la siente porque está enfermo, la otra porque no quiere verlo en el mismo estado que presenció las dos veces anteriores que lo encontró; con sus ojos vidriosos y su respiración agitada por no ubicarse o por haber regresado a la realidad. Qué más da, ambas son igual de pésimas opciones para despertar.
Retira la bandeja de sus manos, optando por dejarla en algún lugar cercano como un banco para que sea más fácil acercarlo después.
—Ranpo-san... —aquí vamos de nuevo.
Si lo piensa bien, fue su culpa por haberse tardado allá en la cafetería. De haberse apurado un poco más y no titubear por tener que hablar con las personas, Ranpo no habría esperado tanto y no habría tenido la oportunidad de quedarse dormido. Podría olvidarse de buscar culpables a esto si se enfocara en que son cosas que suceden y el cansancio solo lo golpeó de repente en su ausencia, o si se ponía a pensar en que el tiempo que lleva descansando es incierto. Pero no, Edgar jamás ha sido bueno en encontrar formas de salir de los problemas si no es echándose la culpa de todo. Un gran defecto que lleva en sus manos desde hace años. Lo mejor sería decir décadas.
No hace falta volver a llamar el nombre de Ranpo para que este se despierte. Se ve incómodo por cómo se rindió ante el cansancio, es suficiente para delatar que pasó algo de tiempo así, aunque no lo suficiente para llegar a un sueño tan profundo que provoque sueños y, en su caso, pesadillas. Entonces su reacción es lenta y natural, sin sobresaltos ni pánico.
Se despierta con un ligero gruñido que es más por haberse dormido así que por el que lo hayan despertado, otra vez.
—Regresaste. —menciona al verlo a la cara, o bueno, lo que su cara deja ver con todo ese arbusto de cabello que tiene en lugar de un rostro normal.
—Sí, y te traje el desayuno. —le sonríe dándose la vuelta a donde había dejado la bandeja, tomándola con delicadeza y pasándola al regazo del contrario. Como si se tratara de un juego de pelota entre un par de niños pequeños.
—Hum. —Ranpo se queda observando el contenido, eso hace que la garganta de Poe pique por la necesidad de explicarse y excusarse ante los demás, siempre.
—Oh, leí los documentos sobre ti y ninguno remarcaba algo que te disgustara para comer, así que traje lo que podría ser más saludable para ti. Espero que te guste. —se escondió entre sus hombros y detrás de sus manos. El detalle de las manos es por si rechaza la comida y tiene ganas de aventarla en su cara.
Es probable que nunca pase, pero es mejor ser precavido.
Mientras tanto, a Ranpo parece importarle más el contenido de la bandeja. Está una sopa, que bien podría ser del día anterior porque ¿quién rayos sirve sopa en el desayuno en su sano juicio? Hay dos huevos extendidos en un plato grande, servidos con un poco de cebolla y cilantro. Y lo demás es un jugo de naranja que se ve natural, no está muy interesado en descubrir si es natural o artificial, mientras esté dulce no importa. También está el detalle de dos rebanadas de pan tostadas y untadas con algo de mermelada de dos tipos diferentes, una roja y otra amarilla.
Oh, hace años que Ranpo no prueba la mermelada. La emoción es palpable en su cara, la ilusión de probarla le produce placer. Naturalmente, es lo primero que agarra para comenzar a comer y llenar su estómago.
El pan cruje, pero no es difícil para él terminar la mordida, de hecho, es bastante suave a pesar del sonido y la apariencia que tiene. Puede sentir el contraste entre el frío de la mermelada y el pan recién tostado. El color rojo de la mermelada es el primero que llega a su mente mientras mastica y mastica, disfrutando la mezcla de la fresa con el azúcar y las migas de levadura procesada. Por ahí siente la corteza que hace un contraste en el sabor.
Cuando el sabor se pierde, y está listo para pasar por su garganta sin contratiempos, Ranpo traga. Nuevamente se llena la boca, no con una, sino con dos mordidas más. El movimiento es apresurado, pero no por eso quiere decir que no lo esté disfrutando como si esa fuera su última comida del mundo.
Suelta sonidos de satisfacción y felicidad, lo está disfrutando tanto que contagia a Edgar de esa buena vibra.
—Se ve que te gustó mucho. —Poe suelta un suspiro de alivio ante eso, el ruido podría parecer un resoplido, pero no lo es.
—¿Mucho? —una vez que ha tragado los bocados que se llevó, lo mira y le habla fingiendo indignación. —Me gusta bastante. ¡Y, ¿cómo no hacerlo?!
Tras eso, fue el turno del jugo de ser absorbido por los labios del sediento Ranpo. Se relamió la comisura pues los restos de mermelada seguían ahí, y se les sumó un poco del ácido de la naranja.
En cuanto a la sopa... En verdad, Ranpo no era fanático de las comidas saladas, estaría mejor asegurar que no le gustan en nada. La razón por la que no hay una especificación en su archivo sobre sus posibles gustos es probablemente porque se vio obligado a comer de todo y fingir que no le importaba. Fukuchi fue el encargado de su cuidado desde que llegó a esa base, y él tiene un paladar demasiado diferente al de Ranpo. Y como era un comandante de alto rango, lo que él pedía para comer, se lo daban, y también a Ranpo; nunca estuvo dispuesto a pedir algo extra para él, ni siquiera preguntarle por sus sabores preferidos.
—Oh, probablemente no te guste la sopa, me doy cuenta. —mencionó Poe un poco dudoso. Ranpo había mantenido la mirada fija en el plato hondo hasta esas palabras, eso era un fuerte indicio de duda sobre comerla. —No quiero obligarte a comer si es que no te gusta, pero te hará sentir mejor. Dejémoslo como una medicina, ¿bien? —suspiró un poco aliviado cuando Ranpo asintió y regresó su mirada a la sopa. —Y puedes dejarla para el final. Siendo honesto no creo que combinar toda esa comida sepa bien. No sé qué estaba pensando, creo que me deje llevar.
—Está bien así. —tomó la cuchara occidental que estaba esperándolo a un lado del plato hondo y la hundió con un choque metálico. —Preferiría dejar lo más rico hasta el final.
Edgar alzó una ceja, cosa que no se podría apreciar ni por mucho que acercaran sus rostros, antes de que su huésped señalara con sutileza lo demás de comida que le hacía falta, específicamente la tostada sobrante con mermelada de piña y el jugo.
—Entendido.
Fuera de todo, lo dejó comer tranquilo mientras él se volvía a su escritorio a continuar con su trabajo, porque a pesar de estar cuidando de Ranpo, Edgar todavía tenía que cubrir sus labores oficiales en Guild. Poco a poco escuchó los sorbos finales que daba a la sopa, escuchó el manejo de los utensilios como lo son el tenedor y el cuchillo (algo torpe, de hecho), los tragos que daba al jugo, y por último, el crujir del pan tostado. Aún si seguía enfocado en su trabajo, no pudo evitar que la imagen mental del recuerdo de Ranpo probando la primera rebanada, lo hiciera sonreír tan fácilmente.
No había visto a nadie tan contento por un simple desayuno.
Iba a ir a ayudar a retirar la bandeja del regazo enfermo, donde la había dejado. Se tomó su tiempo, ya que estaba a punto de terminar con este plano para un nuevo proyecto que estaba trabajando en compañía de los demás arquitectos de su organización.
Por ende, no escuchó el sonido de la cama tronar por el movimiento del peso de Ranpo, y aunque el azabache no se caracteriza por ser sigiloso, al no traer ni calcetines, sus pasos no se escucharon. Ese fue el porqué de un Edgar asustado cuando sintió la presencia de Ranpo sobre su hombro, a tan escasos centímetros de su oído.
Lo único que hizo fue inhalar cerca y tenía a su cuidador paniqueado por la cercanía.
Poe se llevó una mano a la oreja y se alejó lo más que su silla giratoria podría proporcionarle sin levantarse verdaderamente.
—Lo siento. —lo observa Ranpo, viendo cómo está envuelto como un capullo entre una manta que encontró por ahí. Es una de las que Edgar usaba antes de su llegada, por lo que le queda grande. Bastante grande. No se dio cuenta antes de que Ranpo era tan pequeño en comparación con su altura. Culpa al factor inevitable de mantenerlo en cama por casi veinticuatro horas. —No recordé que no te gusta la intromisión en tu espacio personal.
—Está bien, yo de hecho nunca lo mencioné. —se acerca poco a poco, retomando una distancia prudente para su ansiedad social.
—No te preocupes por eso, no tienes por qué. —Ranpo deja de verlo a él y se enfoca en los planos que hace, alza su cabeza mientras más se acerca para ver mejor. —Ya lo deduje de todas formas.
No tiene idea de cómo eso quemó los cables del circuito responsable del cerebro de Poe.
—Oh, entonces ¿también deduces personalidades? ¿No solo estrategias de combate? —lo mira con duda e intriga por la respuesta.
—Bueno sí. —se enrosca más en la manta por una ola de escalofríos. —Para hacer buenas estrategias debes conocer la mente del enemigo. Su forma de ser puede delatar su siguiente movimiento con bastante facilidad. —miró a Poe ante la falta de conversación. —Eso lo aprendí en la base, Mori-san me enseñó sobre psicología y temas relacionados. Mori-san es-
—Oh, lo sé. —lo detuvo después de salir de su mente. —El médico militar que ha sanado a varios de los suyos. Podría batir un récord si no estuviera en medio de una guerra.
—Sí, exacto. —Ranpo se veía sorprendido los primeros diez segundos, después de eso solo se puso feliz. —En verdad tuvieron a buenos espías vigilando.
El canturreo detrás de esas palabras le provocó incertidumbre al más alto de los dos, estuvo a nada de mencionar algo sobre ello, no obstante, un golpeteo suave y repetido llamó a su puerta de madera.
Ambos voltearon a ver, Poe con la intención de levantarse e ir a abrir. Así lo hizo, y cuando abrió la puerta, se encontró con la prominente figura de su superior esperándolo ahí, con las manos dentro de las mangas de su haori oscuro.
—Fukuzawa-dono. —hizo una reverencia ante él por respeto. Si bien, Poe no es del mismo origen que el espadachín, se puede mezclar con sus honoríficos como una forma de mostrarle su lealtad.
Ranpo se quedó quieto detrás de él sin saber qué hacer. Por instinto, más que por un honesto respeto, repitió la misma acción que el más alto, hasta que se les indicó que era suficiente y que se podían detener con el ademán de una sola mano que, después de haberse descubierto, se adentró una vez más por el túnel de la manga.
—Poe, Ranpo. —habló con una calma perpetua en su voz. —Estamos descendiendo para aterrizar a Moby Dick en Francia. Nuestros informantes nos estarán esperando allí.
—Entendido, Fukuzawa-dono. —asintió profesionalmente a sus palabras. —¿Desea que hagamos algo en particular mientras nos encontramos allí?
El hombre, con su típica cara estoica, los miró a ambos detenidamente, a cada uno le dio su propio tiempo bajo la observación de sus ojos; luego inhaló una gran cantidad de aire y cerró sus ojos para volver a hablar.
—Disfruten.
Eso fue suficiente para terminar su conversación con un asentimiento final de respeto mutuo. A pesar de no parecerlo, Fukuzawa es un líder que aprecia mucho a sus subordinados y que haría lo que fuera para hacerlos sentir cómodos. Su pronta despedida seguramente era para informar a los demás integrantes de la organización. Los cuatro líderes nunca fueron mucho de enviar recados; si se lo podían decir ellos mismos a sus discípulos, entonces eso harían.
—Nunca he estado en Francia. —comentó Ranpo. No iba dirigido a ninguna persona en específico, ni siquiera a él mismo, solo lo lanzó al aire como si fuera de gran ayuda para la pesadez en sus hombros. —Sé francés, pero nunca pensé que en verdad podría ir a Francia.
Poe no sabía cómo responder a ello, y a decir verdad, no se iba a esforzar por hacer una oración coherente para verbalizar, Ranpo parecía estar en su propio mundo, como si hubiera terminado una epifanía.
Estuvo a punto de cerrar la puerta de nuevo para volver a sus actividades anteriores, sin embargo, una mancha oscura con pelaje se cruzó por el rabillo de su ojo. Lo reconoció al instante, era inconfundible, y sería una blasfemia si se permitiera olvidarlo.
—¡Karl! —se arrodilló por donde el animalito venía corriendo para darse paso a la habitación. Soltó un chillido de alegría por ver de nuevo a su amo. Corrió y corrió con mayor velocidad para alcanzarlo, yendo a través de los brazos extendidos de Poe. —¿Te portaste bien con Louisa? ¿Fuiste un buen chico?
El grito que Poe pego por el pasillo había regresado a Ranpo a la realidad, más que nada fue por la naturaleza abrupta del sonido; así que cuando observó cómo Poe recibía con bienvenidas a un mapache dentro de la habitación, no dejó de mirarlos con interés.
Las miradas pesan, y cómo no hacerlo si es uno de los únicos animales que ha visto en su vida. Las primeras podrían ser definitivamente las gaviotas, aquéllas bestias con alas que lo atemorizan y lo disgustan por igual.
Poe se volteó a verlo con una sonrisa y su aparente amigo todavía en sus brazos.
—Karl, este es Ranpo. Nuestro nuevo compañero de dormitorio. —lo mantuvo atorado entre sus brazos y su pecho, alzando una de sus patas delanteras para extenderla hacia el mencionado. —Y Ranpo, este es Karl. Mi mejor amigo.
Ranpo no parpadeó por el proceso de entender qué es lo que Poe pretendía al fingir extender una de esas patas cerca de él. Quería que se saludaran, ¿no es así? Pero era algo raro, sin duda.
Qué más da. No es el fin del mundo por un apretón de mano y pata.
—Mucho gusto. —la recibió con apenas tres dedos, pues las proporciones de sus cuerpos eran desiguales.
Las almohadillas eran tan suaves que Ranpo no creyó que eso fuera posible. Las garras rozaban su palma, pero no estaban a la ofensiva para atacarlo, así que solo le hicieron cosquillas leves. Y el golpe final, con el que Karl se ganó el corazón de Ranpo fue cuando le chilló una vez más en respuesta a su saludo, como si intentara hablar con él. Fue tanto el esfuerzo del mapache por corresponder el saludo que incluso cerró sus ojos para un sonido más fuerte.
Gracias a eso, ahora Ranpo está a completa merced de este mapache tan lindo e inteligente.
Notes:
Huh, aún recuerdo un comentario que me hicieron en wttp antes de que me eliminaran la historia.
"Creo que las personas que son lectoras hoy en día, iniciaron leyendo El principito."
Jajaja lo considero cierto en mi caso, fue uno de mis primeros libros :)
Chapter 4: 0;04
Chapter Text
Ranpo está muy inquieto pese a estar sentado en su cama con la espalda en la cabecera de madera que se cierne a su sombra. El cansancio provocado por el resfriado común que agarró parece no hacer efecto para que se vuelva a dormir pues, ahora que su calentura está regulada, ya no tiene muchas preocupaciones. Sí, tiene mareos momentáneos, su nariz sigue vulnerable al más mínimo toque, sus ojos lagrimean sin control y su garganta pica un poco. Aún así, eso no detiene sus movimientos que solo provocan más rechinidos en la cama.
—¿Todo bien, Ranpo-san? —Edgar, quien está sentado contra la cabecera de su propia cama, leyendo un libro, se detiene y alza su cabeza para encontrarlo en el estado más significativo de su hiperactividad.
—Sí, es solo que es la primera vez que me estará permitido ir afuera y, no lo sé —se encoje de hombros rápidamente y le da una suave sonrisa. —, estoy un poco ansioso. Es todo. Nada de lo cual preocuparse mucho, Poe-san.
Quizá sea porque llevan poco de conocerse, pero Poe no puede entender por qué dice que es algo de lo que no se debería preocupar mucho, ¡cuando es algo de lo que claramente se deberían preocupar! O más bien, ocupar.
—Ya veo. —responde en cambio, fingiendo una paz nunca antes vista. —¿Te gustaría hacer algo para entretenerte?
—Eso suena bien. —sonríe en su dirección.
El separador en la mano del más alto tambalea, no sabe en qué lío se ha metido ahora, solo está enterado de que se supone debe de encontrar una forma de matar el tiempo durante las siguientes cuatro horas, antes del descenso total de Moby Dick.
Su mirada vaga por la habitación analizando en busqueda de alguna buena idea, su tarareo indica que se toma su tiempo para que Ranpo no insista.
Sus orbes pasan por todo el lugar. Esto solo se complica; puede que lo lleve a dar un paseo por la nave, sin embargo su condición física aún es algo inestable y, si van a salir, Poe preferiría hacer algo que lo relaje para que se quede dormido y descanse antes de bajar a conocer el país europeo.
—¿Quieres hacer algo en específico? —la pregunta hace dudar a Ranpo. Esperaba que le dijera qué harían, pero si lo dejó elegir, ahora era un problema pensar en algo.
Los ojos almendrados de Ranpo se posaron en una pila de hojas a punto de ser desechadas en un rincón de la habitación.
Un recuerdo cálido se posó en su cabeza.
—¿Origami? —soltó entre las cuatro paredes, de todos modos, solo estaban Ranpo y Poe ahí, no había que ser especialmente formal o algo así.
—Eso es una buena idea. —Poe cerró el libro de una palmada, siendo secundado por un ruido sordo, ese que solo puede provenir de hojas de papel siendo golpeadas entre ellas mismas. —¿Sabes hacer alguna cosa en específico?
—Una vez mi padre me enseñó a hacer cigüeñas. —observó con atención cómo Poe se dirigía para recoger un bonche de hojas y ponerlas en el escritorio a su lado. Es diferente al de Poe, este se ve más nuevo, probablemente adaptado a su llegada. —Me contó que si haces mil de esas, puedes pedir un deseo.
—Eso suena impresionante. —Karl estaba siguiéndolo desde que se levantó de su cama, él estando durmiendo en las mismas sábanas hace no más de unos segundos. —Yo soy malo con esto, lo admito. Lo que mejor me sale es un avión de papel. —el hombre agarra una de las hojas recicladas que acaba de dejar y la extiende hacia abajo. ¿Te gustaría ver?
Ranpo asiente contento.
Ante la luz verde, Poe procede a doblar la primera parte de la hoja. Continúa bajo la atenta mirada de Ranpo, quien no solo ve sus movimientos con deleite, sino que se fija por igual en los pequeños detalles. Como las manos callosas del escritor; puede ver en un dedo la marca más notable de que se la pasa con una pluma en mano durante noches y días interminables. Sus dedos son largos y pálidos, casi le hace falta un poco más de color para que se perceptible un leve tono rosado. Y pese a todo lo descrito antes, sus manos no se ven rasposas, reflejan la luz artificial de la lámpara al lado, lo que podría ser un indicio de humectación y suavidad.
Ranpo se queda tan absorto en esto que no se da cuenta del momento en que Poe lo termina y se lo enseña con entusiasmo. Él no se dio cuenta del peso adicional que obtuvo bajo la mirada del contrario.
—¡Tarán! —canturrea Poe con el avión en una mano y la otra presentándolo.
—¡Se ve genial, Poe-kun! —lo arrebata Ranpo, centrándose específicamente en esto en lugar de lo anterior. El avión se puede percibir como algo pequeño para su gusto, pero era tan detallado que no se podía enojar por eso. —¿Sí vuela? —preguntó Ranpo serio.
—E-eh, ¿sí? —responde con duda. Si se pone a pensarlo, los sabe hacer porque aprendió en un momento dado de su vida, pese a eso nunca probó a ver cuan bien funciona.
—¡Quiero probar! —se levanta de la cama con un salto y se dirige a la puerta.
No se detiene a preguntar más, solo lanza el objeto con fuerza suficiente para impulsarlo y que pueda volar por el largo pasillo. Su flote permanece intacto por unos segundos, unos de los más hermosos que Ranpo ha tenido la dicha de esperar. Después de eso, cayó lentamente.
Poe de primera instancia se encontró a sí mismo preocupado, pudiendo ser que molestara a alguna persona que fuera pasando y que lo regañaran, ahora se da cuenta de que fue inútil hacer eso, solo se preocupó en vano. Las personas a esta hora del día están trabajando en sus asuntos, y unos pocos que descansan, están en la sala común.
Para recuperar su avión de papel, Ranpo sale corriendo del cuarto para alcanzarlo, su guardián lo sigue más despacio desde atrás.
—¡Viste eso? ¡Voló! —sonreía tan enormemente que el gesto llegó a su contrario, contagiando su sonrisa. Es gratificante para él hacer sonreír a esta persona que llegó con un fantasma negativo cargando en sus hombros.
Ranpo lo lanzó varias veces más en el pasillo, siendo visto y atendido de cerca por Poe. Incluso en una ocasión, al intuir que el hombre no había jugado ni una vez con su propia creación, se acercó a él y le tendió el avión en sus manos, dejando que fuera su único tiro para jugar con él. Su pecho se sintió cálido a pesar de que le diera una oportunidad de entre las treinta que el otro tuvo. La sonrisa de Ranpo es bastante bella.
—Poe. —llamó a sus espaldas (un caso extraño pues estaba recargado en el marco de la puerta) una voz de mujer que conoce bien.—-¿Se supone que el muchacho debería de estar fuera del cuarto si se siente mal?
—Margaret. —dijo Poe, moviéndose de su lugar para verla directo a la cara. Sus movimientos fueron algo torpes por la naturaleza feroz de esta mujer que no solo lo asusta a él sino a casi cualquier persona a su paso. —Louisa nos dijo que era mejor para él moverse cuando su temperatura bajara.
Es en parte mentira. Ella no le dio el diagnóstico como tal, no dijo "después de que su temperatura baje" sino "cuando se sienta mejor". Y si Ranpo creía poder mantenerse parado por más de cinco minutos, y hasta corriendo, no vio por qué no debería dejarlo.
Ella alza una ceja por la intriga, observando cómo, a quien llamó muchacho, se le acercaba a zancadas.
—¿Hice algo malo? ¿Por qué estás enojada conmigo? —dada la diferencia de estatura, ya que ella es una mujer alta incluso sin tacones, lo miró desde arriba con amenaza en sus ojos.
—Yo no estoy enojada contigo. —Ranpo se contuvo de rodar los ojos.
—Una obvia mentira. —adeó la cabeza, eso sí. Poe solo los miraba confundido. —Tus brazos están cruzados, es una clara señal de que no es preocupación lo que hay en tu pregunta. —Ranpo tenía el avión aún en sus manos, así que se perdió de ver la delgada y fina capa de debilidad que cubrió su rostro por unos segundos antes de volver a la de superioridad. Ranpo suspiró. —¿Hirió a tu gente?
—¿Disculpa? —parpadeó consecutivamente como acompañamiento a su contra respuesta.
—Pregunto que si estás enojada conmigo porque la guerra hirió a tu gente. —una ruptura en la boca de la mujer le dio a entender que dio justo en el calvo. Ya sabía cómo iba a reaccionar, incluso está el detalle de que, en un arranque de ira, ella lo golpee.
—Desde luego que sí. —su ojo izquierdo tiembla y sus manos, que anteriormente estaban una sobre otra, se separaron. Parece que llevar este vestido hasta sus talones no le impediría darle un buen golpe. —No tienes idea de la cantidad de personas que heriste por tu mera participación en la guerra.
Hasta que un muro se interpuso entre los dos. Uno de un metro ochenta aproximadamente, castaño, con un corte un tanto raro y su espalda erguida por primera vez. El chillido de un mapache dentro de la habitación también los detuvo.
—Margaret, por favor. No hay necesidad de iniciar una pelea aquí. —sus manos frente a él, intentaban contener el avistamiento de una golpiza al más bajo. —No vale la pena.
Esas palabras no solo sirvieron para desalentar a la mujer y detener sus instintos agresivos. También llegaron a Ranpo, acompañadas de la abrupta realidad.
La mujer solo dio un bufido y lo único que dejó fue una brisa fuerte que atravesó a Poe para llegar y revolotear el cabello ya de por sí despeinado de Ranpo. Quizás eran sus mejores deseos de que se vuelva a enfermar pronto.
Así como no la vieron llegar, no le prestaron atención en el momento en que rodó sobre sus pies y caminó en dirección opuesta a la que parecía ir.
—¿No te enfriaste? —preguntó al volverse a verlo después de todo este asunto. Ranpo no dijo nada; con su mirada hacia abajo se adentró a la habitación en silencio. —Lo siento si te dio una mala primera impresión. Es una mujer sensata cuando no está enojada.
—Sí. No es nada, Poe-san. —caminó hacia el escritorio y dejó su avión de papel en la superficie. Su mano cayó sin gracia ni esfuerzo, quedando a un costado de su pierna. —Creo que mejor debería dormir un rato. No me despiertes si no hemos llegado.
Los ojos de Poe no lo abandonaron en su proceso de irse a dormir. Abrió las sábanas y cobijas, se adentró en ellas con un un lento movimiento (pues aún traía una ropa para dormir prestada) y se arropó él solo dándole la espalda.
Esta vez, Poe prefiere fingir demencia que intentar hacer algo. No es ajeno al hecho de que las palabras de Margaret lo hirieron, pues es un recordatorio para Ranpo de que fue cómplice de varios crímenes de guerra que cometió su nación, varios de ellos fueron direccionados por él mismo, y ahí encerrado, no supo cuánto daño le hizo a las familias que fueron víctimas de sus planes sin contramedidas.
Pero Edgar Allan Poe es apenas consciente de una minúscula parte de lo que siente Ranpo en verdad. Sus palabras, junto con las de la mujer, le abren los ojos y le hacen notar que en esta vida él no es nada. Nada bueno al menos. Es la cara que Fukuchi utilizó para mostrar al público y culpar de sus actos, solo eso.
Ranpo seguía órdenes, muchas de ellas lamentó acatarlas. Si alguien supiera y entendiera el miedo que le provoca Fukuchi, ¿podrían culparlo? Él nunca fue capaz de matarlo, porque aún lo necesitaba. Aún lo necesita. Entonces, recurrió al dolor como sanción para él; cortes, golpes, disparos, toda clase de infierno que alguien podría pensar fue dispuesta a Ranpo.
La culpa lo corroe, porque sin importar cuánto de eso haya sido sin el control propio de sus deseos, sin importar cuánto haya querido no hacerlo, lo llevó a cabo. No fue de mala fe, pero fue. Y al mundo en realidad no le importan sus explicaciones, no le importan las razones que impulsaron a que hiciera esas acciones, para ellos, Ranpo es la mala persona. El chivo expiatorio que cargará con la culpa de los cadáveres y la sangre impregnada en sus manos. Nunca lo pensó tan profundamente hasta hoy, cuando la mujer castaña se presentó ante él con una cara conteniendo apenas su ira, y las palabras de Poe, repletas de sentimientos. No se habrá dado cuenta de lo que dijo, y si lo hizo, es probable que no esté arrepentido por decirlo, así es su forma de pensar, ¿y quién es Ranpo para intentar cambiarlo?
Edogawa Ranpo no vale la pena. Al final del día es un trapo sucio que se pasa de organización a organización para ver quién gana primero la guerra. Por más tratos lindos que reciba, por más promesas que escuche, siempre será un arma empuñada para acabar con el otro lado de la guerra.
¿Y por qué no solo muere? Porque pese a todo, está dispuesto a caminar por el fuego y quemarse tanto como quemó a otros por sus estrategias en la base militar. No muere porque aún no ha llegado su momento.
Toma tiempo, pero pasados inagotables minutos, Ranpo se queda dormido con esos pensamientos en su cabeza. Edgar vuelve a su sitio antes de empezar todo eso y extiende la pasta de su libro de cuero, revelando el separador que indica la hoja desde donde debe reanudar su lectura. Da una mirada de soslayo al menor y continúa con la narración.
Tal como la indicación que le dio Ranpo, Poe no intenta despertarlo hasta que Moby Dick aterrizó en una base proporcionada por la Europol, la más cercana a Francia. Son aliados que se ganó Guild con el paso del tiempo, así no aterrizan en propiedades privadas sin autorización.
A diferencia de cómo se fue a dormir, Ranpo ahora es un revoltijo viviente atado con las cobijas. No sabe dónde debe tocar para despertarlo, pero decide hacerlo normal y fácil, zarandeado su hombro derecho con su simple mano. Tiene un libro en la contraria que se niega a soltar, pues de hacerlo se olvidará por completo de llevarlo una vez que bajen a tierra firme.
—Ranpo-san. —susurra como si su intención no fuera despertarlo. —Ranpo-san. —dice una vez más, hablando más fuerte en retrospectiva.
Los ojos de Ranpo de abren de par en par en la brevedad de un segundo, hay un sobresalto en su cuerpo también. A diferencia de las otras ocasiones, esta dura menos, parece que se recompone sin necesidad de vagar por toda la habitación en busca de amenazas. Poe por otro lado, se empieza a acostumbrar a esto.
—Hemos llegado a Francia, Ranpo-san. —tan callado como se fue a dormir, Ranpo solo asiente a sus palabras y sale de la cama paso por paso. No es delicado en lo que hace, dado que parece ser torpe, solo deja la sensación de que no quiere hacerlo,de que le pesa. —Hace un rato parecías más emocionado por salir.
Ranpo da una sonrisa patética acompañada de un bufido imperceptible.
—De repente estar encerrado otros veinte años me podría reconfortar más. —le da la espalda a Poe tras decir eso, yéndose a cambiar la ropa de dormir por la camisa blanca y los pantalones negros que usó cuando llegó y por mucho tiempo antes.
No se dio cuenta de que presionó un botón en la mente del más alto.
Dada su exploración por los documentos recolectados con la información del japonés, Poe sabe cuál es su edad exacta. Aunque es desconcertante, pues al parecer, en ninguna parte de había mencionado el tiempo que pasó en la base militar bajo la tutela del general Fukuchi Ouchi. ¿Estaba redondeando? Poe espera que haya estado haciendo eso, pues considerar que vive en esa base militar desde que tiene seis años le rompe el corazón.
El menor ya está listo para salir, esperando en la entrada de la habitación a Poe, quien parecía haber entrado en trance tras sus palabras más recientes. Carraspea para hacerlo entrar en razón, y a pesar de que tiene éxito con eso, el más alto se mueve a otro lugar que no es la puerta.
—Per-permíteme tomarte la temperatura de nuevo. Creo que debería estar estable como hace rato, pero no quiero tomar esos riesgos. —busca en su escritorio el instrumento que dejó al alcance desde la última vez que lo utilizó para verificar su estado. —Siéntate por favor.
Obedece la indicación con sus pasos recuperados, parece que ha despabilado en esos pocos segundos. Cae en el colchón, siendo rebotado por la fuerza con la que lo hizo, eso lo divirtió.
Coloca el termómetro con ayuda del determinado paciente en este caso, lo cual no es complicado, más cuando esto es una acción que ha repetido incontables veces en su vida, no debería de estar titubeando como lo hace ahora.
—¿Vas a preguntar lo que tienes en la mente? —la voz de Ranpo tan cerca de él, ya que se lo dijo antes de que se despegara de su lado y volviera a pararse en toda su altura, es como un martillo para su corazón. —No soy mucho de guardar secretos sobre mí mismo, así que eres libre de preguntar lo que sea.
Fue expuesto por su propio nerviosismo.
No puede solo preguntar, porque sin importar cuánto Ranpo esté dispuesto a compartirle detalles sobre su vida, sigue sintiéndose como un tema delicado, que debería ser tratado con un algodón en lugar de una lija.
Aún cuando Poe trata con todas su fuerzas de cambia de tema en su cabeza, la curiosidad es mayor, no consigue que se desconecte de lo que surca en su mente.
—¿Desde cuándo vives en esa base militar? —sus ojos, por más que se repita que no pueden ser vistos tan fácil como los de cualquier otra persona, se mueven por la habitación evitando la mirada de Ranpo.
—En esa base específicamente fueron quince años. —se apoyó hacia un lado con uno de sus brazos anclado a la cama. —Hubo un incidente cuando tenía once años, alguien se infiltró en la base. En esa duré solo cinco años, nos cambiamos a una base diferente debido a la paranoia del comandante. —cruzó sus piernas esta vez, debía hacer algo para guardar la calma por estar sentado tanto tiempo. —En total fueron veinte años.
Poe siempre lo supo, el potencial de Fukuchi Ouchi es inconmensurable. Si estamos hablando que, desde que es un niño de seis años hasta ahora que es un adulto de veintiséis, y sigue teniendo miedo de él, no podría hacerse una idea clara de qué es lo que le hizo para dejarlo como un recipiente de conocimientos, que pese a todo lo que sabe, no actúa por su propia cuenta si alguien más no se lo dice.
—¿Cuándo comenzaste a ser estratega? —pregunta, esta vez con menos miedo. Está rebosando en confianza a comparación con su pregunta más reciente.
—Está entre los siete y ocho años. —suspira. Dijo que respondería todo, es porque tiene esa capacidad, la de acordarse de cada uno de los planes que ha mandado a ejecutar. El nombre de cada persona a la que mató, no con sus propias manos, desde luego. —La primer misión que me asignaron fue mandar matar a unas personas, pero fracasé. —un escalofrío lo recorre de la espalda. Si recuerda cada caso, también recuerda cada castigo por los fallidos. —Me hicieron retomar la misma misión cuando cumplí los ocho, entonces fue cuando el comandante vio que estaba listo.
Es ahora capaz de ver que todas las fechas coinciden como si fueran las piezas de un rompecabezas, bueno, tal vez lo sean.
La guerra que inició desde hace menos de dos décadas y el niño que fue secuestrado a la par.
El pitido del termómetro eléctrico lo desconcertó por unos segundos, había olvidado que lo retuvo aquí para tomar su temperatura, y que todavía tenían que salir para que Ranpo pudiera ver el exterior.
Lo retira con permiso del menor, revisando que el número marcado no sean más que buenas noticias y una señal positiva de que pueden ir a su salida. Correción, no es técnicamente su salida, no es ni siquiera una salida de amigos. Mientras Ranpo dormía, Fukuzawa vino a entregarle un pedazo de papel que permanece doblado en su bolsillo del pantalón. Le dijo que era la dirección para un punto de encuentro con los agentes que debían ir a ver. Él y Ranpo.
Aunque dijo que podían tomarse su tiempo, lo mejor sería no hacerlos esperar, en especial cuando han hecho tanto para apoyarlos en este caso del supuesto secuestro a Ranpo. Todavía duda de si es correcto llamarlo una salvación.
—¿Entonces ya nos vamos? —pregunta Ranpo con sus ojos almendrados buscando la respuesta, su cabeza está ladeada, encontrando puntos que le digan porqué se tarda tanto.
—Sí, enseguida. —Poe retoma el libro que tenía en su mano cuando despertó al hombre, que había tenido que soltar para tomar su temperatura. —Vamos, Karl.
Chasquea la lengua dos veces con un leve sonido que figura mucho a los ruiditos que suele hacer el mapache cuando está feliz o satisfecho con algo. Su mascota lo atiende con velocidad y de un momento a otro ya está a su lado, su libro guardado en una bolso a la medida de su abrigo.
Eso le recuerda la fecha por las que están. Voltea a ver a Ranpo con su ligera camisa blanca y desgastada por el uso. Es febrero, si sale así lo más probable es que su resfriado empeore, ya que si su memoria no le falla, son mediados de invierno en Francia. No va a ser impertinente ni dejar que un detalle tan pequeño arruine sus esfuerzos.
Con un suspiro se regresa a su armario en busca de algo que no le quede tan grande a Ranpo y que lo pueda abrigar como es debido. Ya que no tiene ropa de su talla, saca una sudadera café que sabe le queda pequeña, pero lo seguro es que a Ranpo le quede enorme.
Le hubiera gustado combinar su estilo de vestir con un abrigo en lugar de una simple sudadera café con capucha, pero es más seguro de que la arrastre a que le cubra del frío.
—Oye, ¿qué buscas? —se posa detrás de él. A pesar de que dijo que no volvería a a tocar su espacio personal, lo sigue haciendo. Puede que sea inconsciente, no importa en realidad, solo es que a Poe no le gusta ese tipo de cercanía.
—Toma. —le extiende de inmediato la prenda que escogió para él. Ve cómo tarda en tomarla, y eso que se veía tan proactivo hace escasos segundos. —Recuérdame que pasemos a comprarte ropa. —suspira.
Una vez que Ranpo se ha terminado de poner la sudadera es impresionante lo acertado que fue la imagen mental de Poe, solo que se olvidó de encajar las mangas, las cuales le rebasaban las manos por cinco centímetros o algo cercano. Poe toma la tela que Ranpo está empeñado en hacer rebotar en el aire por la gracia de ver cuán grande es su ropa, y la dobla de poco en poco. Hace lo mismo con la siguiente manga hasta que las dos están con una medida similar.
—¿A dónde iremos? —sonríe al preguntar.
—Bueno, necesitas ropa y tal vez algo de comida después. —no sabe hasta qué punto puede mantener como una sorpresa las cosas para Ranpo. Solo sabe que no durará mucho si da demasiados detalles. —¿Pastel de una cafetería está bien?
Es una cubierta, la pastelería es donde tienen planeado ver a los agentes de Guild, pues es un lugar comprado por el señor Francis que también podría llegar a funcionar como base. No es la única, desde luego, pero es la principal de sus paradas en Francia.
—¿Pastel? —Ranpo parpadea más veces de las que podría contar y abre sus ojos esmeraldas. Un brillo se apodera de ellos por la sola mención de eso. Incluso su voz pareció tener una chispa distinguible. Como si se tratara de un niño de cinco años.
Ranpo se forzó durante casi toda su vida a pretender que no tenía preferencias por las cosas dulces. Sus papilas eran meramente unas traicioneras en esencia, hormigueando cuando el azúcar daba su primer vistazo y retorciéndose cuando servían cosas diferentes. Los vegetales fueron su problema la mayor parte del tiempo, el pescado que servían en la cafetería de la base era soportable, a menos que fuera ahumado. Sus días favoritos eran, cuando por una misión especial bien hecha, le servían mochis. Eran uno o dos, dependiendo la situación de ese entonces sobre la guerra y las provisiones, pero las disfrutaba porque eran efímeras y dulces. Sobre todo dulces.
La diversión se acabó cuando, después de tres meses, descubrió que la causa de esas recompensas eran un juego psicológico sugerido por nadie más que Mori.
¡El juego es simple! El niño es recompensado y trabajará más duro y feliz por la siguiente misión. Esperará ansioso que le den otra orden estratega para que arme el rompecabezas, solo tomando en cuenta el delicioso postre que obtendrá si cumple las condiciones. No le importará a quién mate mientras está en ello.
Fácil de lograr, ¿no?
—¿No comes pastel con regularidad? —pregunta Poe mientras abre la puerta para Karl y Ranpo, una sugerencia de que platiquen de ello al mismo tiempo que caminan para salir. Ranpo sacude la cabeza y lo sigue de cerca. —¿Qué hay de los cumpleaños?
—Bueno, no es como que hubiéramos tenido tiempo para celebrar los cumpleaños en la base. Nadie celebraba nada, en especial cumpleaños. Eran solo palabras y nada más. —Ranpo, encariñado con el mapache, lo llevaba tal y como Poe se lo había presentado. Parecía ser que estar rodeado en un abrazo era su forma favorita de pasear. —Y tampoco había forma de conseguir suministros que cargaran con pastel.
—Claro. —Poe se golpea la frente mentalmente por haber dicho algo cercano a la estupidez. Es cierto que le dijo que podía preguntar lo que sea, pero cosas tan obvia a veces resultan dolorosas. Lo serían para Poe, y no duda que también para Ranpo.
—Aunque hubo una vez en la que Dazai y Yosano salieron a una misión antes de mi cumpleaños. —Poe lo voltea a ver, mostrando interés. —Ellos me trajeron un poco de pastel. ¡Me encantó!
Omitió, para que el ambiente no se volviera pesado, que a todos los terminaron regañando enormemente. A sus amigos los regañaron por separado, cortesía de Mori. A él, no fue tan grave el regaño, es más, ni siquiera tocó su integridad física, sorpresivamente.
—¿Cuántos años cumplías? —preguntó esta vez.
—Dieciséis. —las manos de Ranpo tiemblan un poco cuando ve lo cerca que están de la entrada y salida principal. No puede evitarlo, quizás eso molestó a Karl un poco, pues se sacudió, lo soltó y al instante ya estaba subido a los hombros del más alto.
Gracias a su mascota fue que notó el estado de Ranpo. No entiende el sentimiento de salir por primera vez después de estar aislado del mundo en más de una ocasión, no pretende entenderlo de todas formas; no es algo que le incumba. Este proceso es de Ranpo y no se lo va a arrebatar creando falsas ilusiones.
Eso no le impide estar ahí para él por si cae.
No conoce a Ranpo desde hace mucho, tampoco puede decir si sigue molesto con él por su participación en la guerra o no. Solo es consciente de que necesita ayuda para dar el siguiente paso y permitirse cosas que no pudo obtener antes, como un ser humano normal. Por alguna razón, la cual todavía desconoce y no se dará el lujo de pensar en ella ahorita, es vulnerable ante las emociones que muestra Ranpo.
Poe toma su mano con delicadeza, para que recuerde que no está solo y que, al menos por ahora, no va a suceder nada si sale. Nadie lo va a regañar por hacerlo.
La expresión que recorre a Ranpo apenas da un paso afuera es similar a la que obtuvo cuando caminó por el pasillo de Moby Dick antes de reunirse con los líderes. Solo que esta vez fue todavía más sentimental.
—No recordaba que el cielo fuera tan azul. —se cubrió del sol con un brazo, volteando a ver a Poe. Las nubes cubrían mayor parte del cielo, pero había espacios en ellas que dejaban ver el color natural del cielo del mediodía. —Por alguna razón, se siente como si hubiera más colores que antes.
Y aunque hubiera más sol que sombra, el fresco aire de la época movía el momento.
Su contrario no va a arruinar la experiencia especial poniendo de excusa la contaminación de los últimos años hasta ahora. Es probable que Ranpo no recuerde con claridad lo que era el azul del cielo, siempre viendo un blanco techo que pronosticaba lluvia de problemas. Su expresión es impresionante, hipnotizado por los matices que el mundo exterior le ofrece, regodeándose en las sensaciones que creyó perdidas.
Lo mismo sucedió con los árboles, los cuales no eran muchos ya que esta es una zona más urbanizada. Los pájaros que iban y venían volando, o los que se detenían en los postes de luz apagados, dejaban por detrás una brisa apenas perceptible que alcanzó a Ranpo, no de forma física.
Es probable que, por el pasar de los años y el tiempo que se dejaba atorado en sus misiones de interior, Poe haya olvidado mirar al cielo de vez en cuando, de darse un respiro de la vida que ha estado teniendo hasta ahora. Con Ranpo aquí, alza la cabeza para que los rayos lo deslumbren y el aire lo golpee en la cara tan fuerte, que se lleva el cabello de su cara por unos segundos. Tal vez por perderse de esta sensación es que al principio no entendía con claridad las reacciones del menor, que pudieron parecer exageradas y algo más. Por eso, ahora se sentía un idiota total por no haberse detenido un poco a mirar su entorno.
¿Pero cómo lo haría? Están en guerra. Muchos lugares a los que va son eclipsados por los residuos de pólvora y todo tipo de armas. Por suerte, nunca se ha llegado al mismo nivel del atentado de las bombas atómicas.
En alguna parte de su camino se soltaron las manos por los nervios de Poe ante las miradas ajenas, cosa donde el menor quiso intervenir pero el mayor lo impidió, restándole importancia. Después de ello, Ranpo le seguía mostrando a Poe cómo sus emociones salían al ver diferentes tipos de cosas y se preguntó: ¿Cómo es posible que una persona que vivió bajo las profundidades de la maldad humana, puede sonreír así? Así. Feliz.
Ranpo lo ve todo de lejos, porque se siente fuera de lugar de cierto modo, la arquitectura de las ciudades es diferente a las del campo y, sobre todo, a las que hay de por sí en oriente y occidente.
Karl, ahora en la cabeza de Poe, va dormido y ajeno a lo embelesados que van su dueño y su compañero de cuarto, en cosas diferentes sin embargo. Ranpo ve el paisaje, Poe ve a Ranpo sin darse cuenta, está intrigado por cuál será la siguiente emoción que le revelará.
—Eh, hemos llegado. —el más alto se detiene frente a una cafetería con vidrios que abarcan toda la longitud y la altitud de la estructura. Aún con eso, no es clara la vista hacia adentro, ya que el sol y su ubicación impiden que se vea una sombra accesible para la vista. Entonces Ranpo sale corriendo adentro, y como Poe debe despertar a Karl para que entre por detrás, no lo puede seguir tan rápido. —¡Ranpo-san!
Extiende una mano con frustración de que se vaya, después procede a bajar a su mascota de su cabeza e indicarle lo que necesita hacer para que le dejen entrar. Le amarra una nota en una de sus patas para que, al entrar, los empleadores puedan ver que se trata de un empleado de Guild o algo cercano a ello.
Gracias a lo obediente y fiel que es su amigo, es que se puede apresurar para empujar la puerta (también de cristal) y buscar a Ranpo de una vez por todas. El primer pensamiento que tuvo Poe cuando Ranpo corrió hacia adentro, fue que estaba ansiando comer pastel, ¡no que había deducido por completo su plan!
—¡Los extrañé tanto! —gritó, aunque los pechos de sus amigos donde escondió la cara, principalmente por las diferentes alturas, estaban amortiguando su voz. —Pareció una eternidad.
Acariciando su espalda y su cabeza, estaban Dazai y Yosano con una mirada melancólica.
Los tres estaban en una esquina, donde no llamaban la atención, pues muchas personas estaban metidas en sus asuntos, aunque hubo una que otra persona residente que frunció el seño por escuchar el lenguaje japonés. De por sí en europa hay gente que se rehusaba a que los extranjeros no hablaran su determinado idioma, con la guerra, escuchar a alguien hablar japonés o inglés, les provocaban sentimientos cercanos a las náuseas. Esto por representar un mal augurio que otra cosa.
—¿Cómo es que tú...? —se sorprendió Poe mientras se acercaba a ellos.
—No te preocupes, Poe-kun, Ranpo es un experto en arruinar sorpresas. Te recomiendo que te acostumbres de una vez. —dijo Yosano, con el sufijo más informal que encontró, a pesar de que Poe es mayor que ella por casi cuatro años.
—Hum, no es justo. —dramatizó Dazai con sus ojos cerrados fingiendo estar indignado. —Mi plan era perfecto, ¿cómo es que lo lograste deducir?
—No lo descifré a tiempo ni por completo, pero sabiendo que fue difícil, y la forma en la que fue, supe que se trataba de ti. ¡La participación de Yosano fue más fácil! —alabó de forma tan simplona que pudo parecer más como si hablara jactancioso.
—No dirás lo mismo si trabajas con Dostoevsky. —prometió Dazai.
—Como sea, vamos a sentarnos ya. —ordenó, no sugirió, Yosano.
Admitiendo varios detalles, Poe es el que ahora se siente fuera de lugar, porque son amigos, se conocen entre ellos y es posible que si se une a la plática, lo dejen de lado mientras ellos se ponen al día. Incluso si no hacen eso, se van a hartar de él y sus nulas o inexistentes habilidades comunicativas. Le han dicho, sobre todo el señor Herman, que esa es una de las razones por las que Louisa está sobre él en el ranking de estrategas de la organización. Ella es igual de tímida, pero conecta sus ideas con los demás de forma entendible y centrada. En cambio él, solo espera por preguntas o sugerencias, y cuando va a responder lo hace complicado para los demás.
—¿No vienes, Poe-san? —pregunta Ranpo. Fue correcto haber imaginado esta escena en su mente antes, donde, por hospitalidad, ellos lo invitaban, pero se arrepentían de inmediato. —Quiero que me cuenten cómo es trabajar en Guild.
—Ugh, ¿sabes hasta eso? —Yosano interrumpió con una mano sobre su ojo derecho.
—¡Claro! —sonrió con todo lo que tenía. —Hasta ahora solo había conocido a dos estrategas en Guild, y suponiendo que el primero de ellos ayudó son el plan para sacarme de la base pero no estaba en esa reunión donde conocí a Poe-san, supuse que no debía encontrarse en Moby Dick. Así que Dazai se lleva ese puesto. —les sacó la lengua, demostrando que no podía estar equivocado. —Y cuando me enfermé, Louisa-san vino a ayudarme, pero me dijo que solo era la médica sustituto y que había una mucho mejor que ella. Tampo se encontraba a bordo, y la permanencia de Dazai en la ecuación ya te delataba, Yosano.
—¿No había más posibilidades de personas? —se unió Edgar, ya que ellos solo parecían aceptar su deducción sin preguntar una sola cosa.
—Incluso en ciudades muy pobladas, las habilidades de curación son menos que escasas. La de Yosano es una de las mejores habilidades, por no decir que la mejor, de curación del mundo. —ella pareció sentirse satisfecha por la presentación. —Louisa-san es buena en lo que hace aunque no lo crea, y es fácil deducir en qué se basan las habilidades de alguien con un vistazo. Si hubiera alguien mejor que ella, debía ser poseedora de una habilidad de curación. Fue bastante fácil.
—¿Y yo? —preguntó Dazai emocionado por saber lo que diría sobre su participación. —¿Fue más difícil?
—Fue muy simple, de hecho. —Ranpo miró el menú no sabiendo qué debería pedir primero. Nadie más lo hacía, por lo que parecía que sería el único en pedir. —Recuerdo que dijeron que había espías en la base, y como ustedes bien saben, solo pocas personas podían acercarse a mí con la aceptación del comandante. —se ríe por la ironía. —Y, ¿quién además de Dazai, cumple con las características de inteligencia que me rivaliza y cercanía a mí? Nadie. —Se quedó callado durante un rato, nadie habló pues esperaban que él dijera otra cosa. —Y además... —hizo un puchero triste. —sabía que estaban tramando algo desde hace mucho..
La probabilidad de que ellos estuvieran planeando huir de la base y dejarlo solo ahí era una situación que lo mantenía consternado por las noches de insomnio. Siempre confió en ellos, así que no quiso dudar mucho ni cuestionarlos. Sabe que se lo merecían, pero muy en lo profundo de su cabeza, la soledad incrementaba.
Ahora ellos le juran que formarán parte completa de Guild de ahora en adelante, ninguno de ellos regresaría a aquél lugar lleno de penumbras de sus pasados. Nadie se quedará atrás.
Desde el punto de vista de Poe, hubo una calidez entre ellos, que hace mucho no sentía. En palabras no sabe expresarse, pero en su mente repasa el sentimiento que permanecerá en el ambiente por quién sabe cuánto más. Alegría y confianza es lo que prevalece. Ranpo habla más, sonríe más. Con ellos no espera por órdenes para moverse, solo lo hace.
Mientras su conversación continuaba, el pastel que Ranpo ordenó, junto con el chocolate caliente, llegó a la mesa. Como a ninguno de sus otros acompañantes le gustaba un sabor tan dulce por lo empalagados que terminaban, siendo una molestia, fue el único que en realidad pidió algo de comer. Yosano tenía un café expresso entre sus dedos delgados, pero nada más.
—Entonces en esa misión en el Desierto de Arizona fue que conocí a Odasaku. —no se habían presentado, Dazai solo le dio características físicas del hombre a Ranpo, fue suficiente y de sobra para que entendiera que se trataba del hombre participante en su captura en la base. El mayor de los tres. —Estaba en medio de un tiroteo y él se acercó por detrás para volarme la cabeza. Hasta que se dio cuenta de que era un adolescente. —se recargó en su brazo rememorando ese día. —Por cierto, Odasaku tiene solo un año más que tú, Ranpo. Es el subordinado directo de Fukuzawa-san.
—Huh, de cierta forma transmiten el mismo tipo de aura. —comentó Ranpo, los demás le respondieron con un asentimiento.
—Tú también eres subordinado directo de uno de los líderes, verdad, ¿Poe-kun? —preguntó Yosano, y aunque los demás ya tenían sus dudas, no habían recolectado mucha información al respecto porque él no comparte mucho de su vida. Rehuye de eso.
—Sí, del señor Herman. —de pronto, todas las miradas están sobre de él, su indecisión lo hace pensar que ahora sería mejor que no haya entrado en la conversación en primer lugar. —Casi al iniciar la guerra perdí a mis padres, así que él me acogió, ni siquiera se había fundado Guild para empezar.
—Ah, es una historia parecida a la de Odasaku, sí. —suspiró Dazai, el nivel de respeto que le tiene a ese hombre parece monumental. —Pero él se volvió asesino y-
—¿Casi al iniciar la guerra, dijiste? —Ranpo pregunta, frunciendo el seño. —¿Cuántos años, tienes, Poe-san?
De pronto, el ambiente que había, uno tan suelto y ligero, se había convertido en uno pesado. Los ojos de sus amigos viajaban entre ellos, dejando a Edgar con la duda del sentido de su pregunta. A menos que en su respuesta hubiera algo que ellos no querían que dijera.
Poe suspira.
—Tengo veintiocho años. —sus dedos se inyectan en la mesa para ayudarlo a que supere la tensión del momento. Es como un campo minado, donde cualquier cosa que diga, debe ser con cuidado.
—Dazai, Yosano... —los volteó a ver, su mirada al principio era acusadora y aseguraba un secreto que tendría que salir a la luz como diera lugar. Cuando su vista se enfocó en lo que había detrás de los vidrios de la cafetería, sus ojos se abrieron de par en par. —No, es demasiado pronto. No puede ser. —susurró.
Sus palabras, como fueron lejos de algo que esperaban, los alarmaron y voltearon a la misma dirección donde sus ojos seguían intactos.
—Maldita sea. —sentenció Yosano. Un puño se clavó en la mesa e hizo todo revolotear. —¡Ese malnacido no debería estar aquí! —se volteó a ver a Dazai, angustiada. —¿Qué hace él aquí?
Poe no entendía qué o a quién, mejor dicho, fue que vieron. Sus nervios parecían estar reventando por la excesiva revelación que los tomó desprevenidos.
Parece mucha coincidencia que estén en el mismo lugar donde Dazai y Yosano están tomando su primera misión fuera desde que Ranpo desapareció, por lo que, debido a cuestiones de seguridad y lealtad, Mori debió ofrecer que Los Perros de Caza los siguieran.
No es tonto, pero cómo le gustaría que así fuera.
—Nos están buscando. —declara Ranpo, con una mirada cómplice entre Dazai y Ranpo.
—Ranpo, tienes que calmar tus latidos, sino Jouno nos encontrará. —él tomo los hombros del mencionado para que lo mirara a los ojos y eso pudiera, al menos, hacerlo entrar en razón. —Tienes suerte de que no estamos todavía en su rango de alcance.
Poe miró por la ventana, moviendo la silla para atrás para pasar la figura de Yosano y alcanzar la mirada más lejos. Detrás del estante, se podía apreciar la vista de un hombre peliblanco con mechones rojos, en su oreja había un cascabel atado por una cuerda roja pequeña. Sus rasgos delataban que era un japonés. No había falla, Poe ha convivido con tantos japoneses que tiene registrado en su mente un detector automático.
Aunque lleva ropa de ciudadano normal, puede asegurar algo.
—¿Es alguna clase de militar usuario de habilidad? —preguntó escondiendo su cabeza, cosa innecesaria por la mata de cabello que no se despega de su cara.
—Peor que eso. —respondió Ranpo para enfocarse en otra cosa. —Él es parte de Los Perros de Caza. Un grupo que va más allá de los militares cualquiera. No solo sus habilidades son peculiares, sino que sus cuerpos son modificados. Pueden parar una bala de francotirador con la mano desnuda. —Poe había escuchado hablar de ellos, pero no por su nombre común, sino como los Soldados Invictos de Oriente. —¿Lo más importante? Es que el que está allá fuera es uno de los dos integrantes que me odian.
—No creo que tenga que ver con la suerte, Ranpo. —suavizó Yosano. —Sabemos cómo es Jouno. Esto debe ser a propósito.
Lo sabe, los tres chicos lo saben, sin embargo, no pueden evitar que esto se sienta como si el mundo estuviera en su contra. ¿No es suficiente con que su nación los considere traidores cuando se vayan de la base a Guild? Todavía tiene que mandar uno de los peores rivales para que los sigan eternamente, al parece.
—Menos mal no fue ni Teruko ni Tecchō, hubiéramos necesitado a alguien que sepa pelear sí o sí. —suspiró Dazai. —Si no son Perros de combate, entonces todavía tenemos una oportunidad de salir sin que nos perciban.
—Ya veo. —dice Ranpo.
—Eh. Hola, nosotros por acá no entendemos, explíquense. —mencionó Yosano, hdcha una furia por que volvieran a hacer sus cosas de genios.
Se refiere a que ahora Yosano y Poe están parados esperando que les presten atención y recuerden que siguen ahí.
—Poe-kun, sino mal recuerdo tu habilidad era adentrar a los lectores en las historias que escribes, ¿no es así? —pregunta Dazai. El otro asiente. —Y como este lugar es base de Guild, hay un túnel subterráneo, ¿no? —la acción del más alto se repite.
—Entiendo. —piensa Poe en voz alta.
—Sí, sí, entendemos que son genios. Hasta yo entendí el plan, y si quieren darse prisa para que no nos descubra, estaría mejor. —gruñe Yosano por lo lentos que se vuelven estos hombres solo por creerse detectives en un momento tan crucial.
—Pero si dicen que puede escuchar los latidos del corazón, ¿cómo va entrar Dazai al túnel sin que lo escuche?
—Es un truco que aprendí hace un tiempo. —explica Dazai, Ranpo lo secunda con una sonrisa maliciosa. —Voy a reducir los latidos de mi corazón hasta que sean casi inaudibles y se puedan mezclar con los de la multitud acá arriba. Pero como mi habilidad arruinaría todo, tu mascota debe llevar el libro por mí.
—Idiota, ¡eso te deja en clara desventaja! —exclama Yosano con un susurro. Es tan desesperante para ella ver cómo sus amigos se ponen en peligro, y con Dazai es diferente de Ranpo, porque a pesar de que ella esté ahí, por la existencia de la habilidad de Dazai, ella jamás podrá curarlo con la suya.
—La prioridad es ponerlos a salvo primero. Y si lo hago bien, —como siempre. —saldré de esos túneles sin ser detectado.
—¿Reducir los latidos de tu corazón? —Poe por otro lado, seguía sorprendido por el eufemismo que parecía dominar la conversación. —¿Es eso posible?
—Tranquilo, lo he hecho antes. —se jactó. — Una vez incluso lo detuve por completo. —se llevó una mano a la barbilla para darle la atención bien merecida que quería.
Poe se quedó atónito ante eso.
—Bueno, pues más vale que nos demos prisa. —exigió Yosano. —Si nos quedamos más tiempo, tendrán que pensar en cómo pelear contra él.
El resto solo asintió y comenzaron a caminar hasta la cocina, no como personas que traman algo, sino como si fueran meseros. Tal parece, que este chico es ciego, por lo que depende de sus otros sentidos, sobre todo el oído. Es la primera vez que Poe tiene una misión de campo de esta forma, no sabe si será capaz de mantener sus latidos como antes de la noticia de que había personas
No importaba el orden en el que se metieran a la novela de Poe, de cualquier modo Jouno notaría la falta de tres personas, pero entre la multitud que se encontraba hoy reunida, le sería difícil identificar dónde fue que sucedió, con la ayuda de su oído revisaría el perímetro para estar seguro, no contando que ellos ya estarían lejos de su alcance.
Ranpo fue el primero al que hicieron entrar.
—Escucha bien, Ranpo-san, no puedes, bajo ninguna circunstancia, resolver el crimen de la novela. Si lo haces te expulsará de ella y nos encontraran, debemos esperar hasta que la habilidad de Dazai nos saque. ¿Entendido? —Ranpo soltó un quejido por la condición, eso iba a ser un problema. —Lo mismo va para ti, Yosano-sensei.
—No te preocupes, no tengo habilidades para esas cosas. —los dividió entre su mano y él.
—Bien, entonces vayan. —dijo Dazai con las manos en los respectivos bolsillos para evitar agarrar el libro por instinto cuando se hayan metido. Eso es trabajo del mapache. Ranpo entró primero junto a Yosano para vigilarlo, siendo absorbidos por una luz amarilla. Cuando fue el turno de Poe, Dazai lo detuvo. —Poe, espera.
—¿Qué sucede? —se volteó por la omisión de honoríficos. Para él, que no es de Japón, no le va mal; se angustió porque hasta ahora lo estuvo llamando con uno, entonces era natural su preocupación.
—Incluso si Ranpo te pregunta, evita decirle el año en el que la guerra inició. —sus ojos rojos, diferentes al café que lo caracterizaron en toda su charla, lo miraron directamente. Tragó con dificultad, pero asintió cuando entendió lo que le decían. Sus signos vitales no debían ser afectados o los encontrarían.
Repasó en su cabeza los momentos pasados. ¿Por qué no querían que Ranpo supiera que la guerra inició hace dieciocho años? Es de conocimiento común, no puede ver alguna clase de problema ahí.
Chapter 5: 0;05
Chapter Text
Las novelas que escribe Poe son cambiantes, por decir lo menos. A veces parecieran seguir sus indicaciones al transportar a un lector a sus adentros; y otras veces usan una rebeldía escondida para plasmar a las personas que quieran en las situaciones que deseen, podría bien tratarse de una habilidad con mente propia, pero eso es algo en lo que nunca ha querido adentrarse (porque probablemente la respuesta no abandone su mente jamás).
Como ahora, donde puede asegurar que su novela lo escogió como personaje principal sin importar que él haya sido quien entró después. Dado que él escribió este mundo, es difícil mantener la calma por saber lo que va a pasar.
Está en una casa familiar, bien podría llamarse mansión para acortar, sin embargo es un hecho que aquí vive casi toda la familia del protagonista, lo cual siempre fue importante para la trama.
Al ser alarmado por un grito, corrió de inmediato a la cocina para enterarse de lo que pasó. No se escuchó como un grito de hombre, así que descarta a Ranpo como posible espectador de su invención. Yosano parece ser una mujer fuerte, y está bastante seguro de que ella ha visto tantos cadáveres como ha creado, no gritaría por ver uno tan común como acuchillamiento en el pecho.
Cuando va llegando a la cocina, se topa con el otro par de chicos que llegaron desde direcciones distintas. Y esto es malo, ya que Ranpo parece haber sido escogido como un personaje peculiar. En esta obra hay personajes que no mueren, una gran noticia para sus macabras creaciones; Yosano y Poe fueron afortunados de ser personajes esenciales para la trama para no morir. Ruega por que Dazai se apresure y desactive la habilidad antes de que Ranpo tome el lugar del personaje que se le otorgó, y muera en la historia.
Aunque es una muerte temporal, ya que si son capaces de salir de aquí, él saldrá vivo.
Puede ver por el rabillo del ojo el comportamiento inquieto del más bajo, Ranpo se remueve con sus manos unidas entre sí, mirando fijamente el cadáver enfrente de ellos, también muerde su labio bajo la mirada de Poe que no lo suelta, actualmente con dos preocupaciones en la cabeza. Una de ellas es por el caso, porque no es como si lo haya resuelto todo ya y solo se abstenga de mencionar algún detalle, ¿cierto?
La otra razón es tan inquietante, que no desea adentrarse ni profundizar en ella.
—Abran paso, soy médica. —Yosano empujó a todos para adentrarse en la habitación a revisar el cuerpo inerte ensangrentado, olvidando el detalle de que es una profesión que ejerce, pero solo en el mundo exterior.
En ese instante, todos los personajes predeterminados por la novela que escribió, lo voltearon a ver.
—Señor detective, ¿qué deberíamos hacer? —eso también puso la vista de Ranpo en él.
Poe traga duro ante esto, no soporta la atención excesiva, sea una de sus ficciones o en la vida real, él no puede manejar bien todo esto, por lo que inmediatamente ordena que todos salgan para examinar la escena completa, después todos serán interrogados como es debido. Ellos lo aceptan de una forma u otra, algunos siendo más revoltosos al respecto, pero cediendo de todas formas.
—Lo mejor es que yo también salga, ¿verdad? —suspira Ranpo, un poco hastiado por las normas forzadas a su persona para lograr un exitoso escape. —Si me quedo aquí, querré resolverlo de inmediato, no tiene caso enterarme de algo que no me dejan resolver.
La cara triste que pone Ranpo, bajo el manto de su inconsciencia, acongoja el pecho de Edgar. Pareciera desde un principio que el chico estaba emocionado por las herramientas de deducción que tenía frente a él, como si llevaran a un niño pequeño a que escogiera un juguete por sí mismo; esa chispa en él se agotó pronto, víctima de los límites impuestos en el acuerdo.
Poe no quería verlo así. Para empezar, estaba todavía un poco enfermo, después arruinaron su primer viaje al exterior otra vez, y sobre eso, sabe que no pudo terminar ese trozo de pastel que miró con tanta expectativa desde que lo sirvieron en la mesa. Aprieta su puño dentro de su atuendo galante, muy similar a los que la historia marca de la época victoriana, habían logrado un buen avance en tan pocas horas sobre sus estados de ánimo, y ahora esto solo lo empeoraría más.
—Puedes quedarte. —dice Poe, jalando el haori negro que lleva Ranpo encima. Él lo voltea a ver con una ceja arqueada. —De hecho, puedes resolver el crimen. Lo que no puedes hacer por nada del mundo, es decirlo en voz alta. —De pronto el rostro de Ranpo se llenó de color, pasando de una palidez triste a un encanto feliz. —Déjame saber si lo resuelves cuando hayamos salido de aquí.
La nuca le pica de repente a Edgar, es mucha la atención que está recibiendo de Ranpo solo por su buena caridad de dejarlo resolverlo. Está consternado por eso, no está acostumbrado a la atención de personas que no conoce de tiempo atrás, incluso la de Yosano lo pone menos nervioso. Aunque también hay algo entre todo esto que no lo deja en paz, hay cierta satisfacción.
—Entonces... —responde Yosano de brazos cruzados. Su vestimenta es más abrigadora que elegante, después de todo, afuera de esta mansión, está lloviendo. —¿Qué vamos a hacer mientras tanto? ¿Solo esperaremos mientras salimos de aquí?
—Podríamos hacer eso, la historia continuará hasta que llegue al final del libro, se resuelva el misterio —le da una mirada rápida a Ranpo, quien no se da cuenta, eso espera. —o los personajes introducidos, mueran. El último es el más problemático.
—¿De verdad nos metimos a una historia que trata de matarnos? —Yosano se ve reflexiva. Regresa sus ojos al cuerpo del que fue asesinado, es una sensación que no la deja en paz por lo real que se siente todo, incluso si sabe que son palabras llevadas a cabo.
Las habilidades dan miedo. Mucho miedo.
—¿Qué quieres hacer tú, Ranpo? —Edgar se pregunta a sí mismo y al contrario. Quiere saber desde la experiencia propia, como es que Ranpo extrae información que nadie más podría. Quiere presenciar con sus ojos la categoría de su inteligencia y del don que su nación tanto ha presumido en la guerra. —Para que resuelvas el caso, desde luego.
La reacción que recibe por su buena fe, es escalofriante. Es Ranpo parpadeando iluso, sonriendo, y alarmando el cuerpo de Poe al instante. Como si fuera directo a sus nervios y los tomara rehenes sin pensarlo. No cree que sea consciente de cuánto aniquila la mente del más alto cada vez que se comporta diferente al hombre vacío a quien le ordenaron recibir hace solo unas horas. ¡Ni siquiera ha pasado una semana!
—No necesito nada más que ver la escena del crimen. —sus manos se entrelazan detrás de su espalda y se inclina risueño ante Edgar, quien solo aprieta los pulmones. No desea interrumpir sus palabras con su propia respiración, quiere seguir escuchándolo si tiene algo más que compartir. —Y ni siquiera debería llevarme tanto tiempo. ¿Verdad, Yosano?
La atención redirigida ayuda a Poe para componerse de oxígeno y un golpe de escalofríos.
Se repite, mentalmente, que no están en la mejor situación como para que él comience a pensar cosas innecesarias, o más bien, dignas de un estudiante de séptimo grado.
Ahora no. Tal vez cuando la guerra por fin se termine.
—Claro que sí, Ranpo. —asiente la fémina con dulzura y calidez. Ellos en verdad parecen hermanos, ¿debido a su tiempo juntos será?
—¿Sin interrogatorios? —pregunta confundido, pues en esta clase de novelas es normal, por no decir que hasta esencial, que alguien interrogue a los personajes sospechosos. Es un truco bien usado para confundir en la actualidad; al principio, cuando no se conocían tantos trucos en los acertijos de novelas o derivados, era indispensable que el receptor usara su mente y su capacidad de captación para identificar al sospechoso entre los sospechosos.
Ahora que hay un campo más abierto por las nuevas ideas que brotan de los escritores, es una carnada para desviar y retar la atención del receptor. No importa cuan inteligente sea un lector, si no aprende a ver más allá de ella, entonces cualquier intento de deducción será un fracaso previsto.
—Exacto. —salta emocionado del lado de Yosano al suyo. —Quisiera ya salir de este libro para poder explicarte los detalles que he recolectado para llevar la conclusión en la que estoy. —extendió sus manos por la habitación señalando varios accesorios. —¿Creen que Dazai tarde mucho en sacarnos del lío? Quiero que se apure.
—¿Por qué tanta prisa? —Poe ladea la cabeza, él no es quién para decirlo, justamente porque también siente esa impaciencia por que le cuente sus deducciones y lo intente derrocar. —La historia aún falta que llegue a su rumbo, es imposible que ya lo hayas resuelto.
—No es imposible. —le asegura Yosano con la mano señalando a su amigo. —Su cerebro está más que en forma.
Lo sabe, aún así, por su salud mental y por los años que le tomó escribir esta novela, prefiere no creerlo.
Afuera de la habitación, la resonancia de un cuchillo siendo afilado (probablemente uno de cocina), llegó a sus oídos; fue en este instante en que Ranpo perdió la sensibilidad de sus sentidos. De todos menos de uno.
—Detente, detente. —Ranpo pedía susurrando, los demás lo intentaron calmar pero como su misión era amortiguar el sonido que sus tímpanos procesaban, era complicado. Sus ojos cerrados con fuerza proveniente del miedo, tampoco abría una oportunidad para los otros dos de tranquilizarlo. Sus palabras eran un mar de: —Detente, para, basta, por favor. —hablando fuerte para contrarrestar el sonido del cuchillo.
Al ver que nada podría ayudar a Ranpo en esta situación, Yosano tuvo la perspicaz idea de abrir las puertas de un golpe y dirigirse a la fuente del sonido. No tardó ni un segundo en llegar a él.
La razón por la que, en una mansión tan grande como esta, era posible que los sonidos hicieran eco, se debe solo a que la cocina se encuentra a un lado de esta sala común. O bien, muy cercana.
—¡Detén ese sonido! —escupió Yosano con furia. Casi se podría uno imaginar la rudeza de su agarre en las ropas del inocente hombre. —Es molesto y muy ruidoso. Te recomiendo que dejes eso como está o yo les sacaré filo con tus huesos.
—¡No puede amenazarme, señorita! ¡Yo solo soy un hombre cumpliendo con su trabajo!
Edgar recuerda haber narrado algo similar, solo que sin todo el griterío de por medio. Era una parte de la trama, una importante que ayudaría o no al lector a resolver el trabajo más adelante.
—Ranpo-san, ¿hay algo malo? —pregunta Edgar sujetando con delicadeza las manos casi tan pálidas como las suyas. —Ya se detuvo el ruido. Nadie te hará daño ahora.
Es poco probable que sus palabras hayan sido las que resolvieron el tembloroso estado en el que pasó. De todos modos funcionó.
Primero abrió los ojos, lo primero que encontró fue la amable sonrisa de Poe, la cual ni siquiera el propietario sabía que estaba haciendo. Lo siguiente fueron sus oídos, que en cuanto retiró las manos, lo primero que lo allanó fueron los gritos de Yosano y alguien.
—¡No puede interferir con mi trabajo, señorita! —dijo. Hubo un traqueteo en la habitación contigua, pero nada que se escuchara con claridad. —¿Cómo dice? ¡Conozco mis derechos!
La calma que parecía haber inundado a Ranpo por escuchar las travesuras de su amiga, desapareció de inmediato.
—Eh, ¿cómo dijo? —se giró a Poe, quien lo recibió sin entender lo que decía. —¿La insultó?
—¿No? —duda de que estén en la misma página en esta conversación. —¿A qué te refieres?
—¿Derechos? —contesta Ranpo. —Creo haber escuchado esa palabra antes, pero nunca como un insulto. ¿Se usan como insultos?
—Dime que estás bromeando, Edogawa Ranpo. —la sangre que circulaba bien hace unos segundos, se drenó al escuchar y procesar el valor de las preguntas del menor. Rebotó en su mente como un trueno a lo lejos, que mientras más pasa, más se acerca.
—¿Dije algo malo? —lo examinó con su vista.
—¡Yosano! —gritó Poe, extendiendo su garganta de camino hacia la puerta. Perdió el equilibrio, pero pronto se encajó al piso con la ayuda de su mano. —¡Yosano!
—Oye, ¿por qué gritas? —Ranpo miró a todos lados en la habitación. No entendía por qué se alarmó de un momento a otro, si había algo en la habitación (ignorando el cadáver en medio de la sala) que lo hizo reaccionar así debió haberlo previsto. —¿Qué está pasando, Poe?
Corriendo de vuelta hacia ellos, venía Yosano. Llevaba los tacones en su mano izquierda, tal vez en algún momento le cansaron o le dificultaron el correr. O los utilizó para amenazar al cocinero.
—¿Están bien? ¿Qué pasó? —los miró a los dos, Ranpo encogiéndose de hombros y Edgar parándose y caminando en su dirección. Una vez que llegó a su lado, dada la cercanía, fue capaz de tomar su brazo y jalarla afuera. La tomó desprevenida afortunadamente, de no haber sido así, ni siquiera la hubiera movido un centímetro. —¡Oye, no me jales! ¡Explícate con palabras!
Ranpo solo los vio irse y cerrar la puerta. Leyendo entre líneas, eso quería decir que no saliera de la habitación; y a pesar de tener problemas siguiendo indicaciones, procedió a examinar la habitación para ver si encontraba errores en su deducción. Solo para distraerse.
Por el otro lado de la madera Edgar llevó a Yosano, quien ya no se resistía, lejos de la sala común y la cocina, se adentró más en el pasillo tapizado con una fea alfombra roja decorada con dorado, y comenzó a hablar.
—¡Ranpo no conoce los derechos humanos! —quiso gritar, en cambio solo susurró con bastante fuerza al extremo de dejar su garganta roja del dolor. —¿Puedes explicar?
—¿Qué? —si Poe se hubiera visto en un espejo, habría podido decir con seguridad que ambos pusieron la misma expresión ante esta revelación. —Él los conoce. Él los conoce, ¿cierto? Dime que estás bromeando.
—No tendríamos esta conversación en las escaleras si estuviera bromeando. ¡Jamás elaboro bromas tan complejas! —cargó sus palabras con las manos aferrándose al aire cerca de su pecho. —¡Jamás hago bromas!
Yosano se agarró la cabeza como si le estuviera doliendo todo el cráneo, luego la arrastró por su rostro y se frotó los ojos.
—No puedo creerlo. ¡Ese hijo de perra! —golpeó la pared más cercana al son de su maldición.
—Mira, creo que sé por dónde va este asunto. —la tomó de los hombros. —Me di cuenta antes de que no conoce cosas normales, cosas que cualquier otra persona debería. Novelas, aviones de papel, cubiertos occidentales, probablemente ningún tipo de arte. Debiste verlo cómo se sorprendió por mis planos y por la arquitectura de la ciudad, ¿y ahora me llega la noticia de que no conoce los derechos humanos? —la suelta, sujetando sus cabellos en su lugar. —Yosano, también quiero ayudar a Ranpo. Pero aquí hay algo que tú y Dazai saben, y no le están diciendo a Guild.
—Prométeme que no le dirás a nadie más. —los labios usualmente rojos de la fémina carecen de color ahora. Los aprieta esperando su respuesta.
—Yo no...
—Solo promételo, por favor. —Poe tarda en pensarlo, pero asiente a su petición. —Es solo una hipótesis de Dazai y de todos modos no me importa, yo creo que es verdad. —suspira. —Antes de que nosotros llegáramos, Mori era quien se encargaba de su educación académica. Debes saber quién es por los informes que llevamos, lo describimos como potente amenaza. —Poe vuelve a asentir, en silencio. —Creemos que durante ese tiempo, omitieron enseñarle cierto tipo de información que perjudicara a su sumisión a los altos cargos, también con datos innecesarios para la guerra. Información que le diera un libre albedrío para salir de ahí. —aprieta la mandíbula por tener que hablar así de cosas que conciernen a su amigo. —Dazai lleva un tiempo pensando en que esta es la única razón del por qué no fue capaz de escapar con su nivel de inteligencia.
—No lo dejaban pensar en algo que no fuera la guerra... —completó Edgar con su lógica. —Eso en verdad explicaría muchas cosas. —lo piensa a fondo, hasta que una duda reciente lo intercepta antes de la aceptación. —Quisiera preguntar algo. —la mujer le da el beneficio de la duda con un solo gesto. —¿Por qué no quieren que se entere de la fecha en que la guerra inició?
Eso la hace suspirar con la cabeza baja.
—Porque le hicieron creer que la guerra ya había empezado antes de que él naciera. —se apretó los brazos para protegerse del frío inminente que la plática llevaba. Solo se escuchó la respiración de Poe durante unos segundos. —Se debe a que la guerra originalmente inició con la primera misión que le encargaron. Matar a una fiscal y a un policía estadounidenses, ¿te suena la historia?
Dícese, que hace menos de dos décadas, la nación japonesa declaró la guerra de la forma más silenciosa y directa posible. Mandando asesinar a gente importante de Estados Unidos, sin siquiera intentar ocultarlo.
El informe sobre ese caso es de alto secreto nacional, y al público se le contó una cosa totalmente diferente. Si Poe no trabajara en Guild, quizá sería de los citadinos que creen verídico lo que el gobierno les cuenta.
—¿Ranpo inició la guerra? —la mente de Poe estaba trabajando de alguna forma, aunque no lo estaba haciendo bien.
—¡No! —enfureció Yosano, tomando el cuello de su saco y camisa, haciéndolo jadear. —¡Él no fue quien la comenzó! ¡Lo utilizaron! No fue su culpa.
La desesperación corría su cara. Achicó sus ojos y arrugó su expresión de batalla. Es precisamente de esta clase de pensamientos del que lo querían proteger. Si la reacción terminaba por ser la misma que la de Poe, Ranpo solo se sumergiría en un abismo de constante desesperación y culpa.
—¡Él tenía ocho años! ¡No te atrevas a culpar a un niño de lo que ocurrió después! —los gritos ya no eran amortiguados a propósito, porque ella quería, a como diera lugar, que la explicación se quedara bien grabada en la memoria de Poe.
—Si él no hubiera nacido... —a pesar de todos los esfuerzos de Yosano, su trance no se rompió. —Mis padres, los de mis compañeros. Millones de personas y familias. Tantas personas estarían aquí ahora.
Escuchar eso quemó el corazón de Yosano, lo redujo a cenizas; una parte de ella sabía que era verdad, aunque la otra lo contrastara, sabía que la participación de su amigo en la guerra no fue solo como el de un camino por el que cruzar, sino como un guía. Como el mismísimo Moisés que partió el mar en dos para darle paso a sus seguidores.
Con todo eso en mente, empujó a Poe de espaldas contra la pared detrás de él.
Por mucho que los hechos superen el poder que Yosano lleva en sus manos, el amor y cariño que le tiene, la va a hacer protegerlo siempre. De todo daño y peligro.
—Escúchame bien, pon mucha atención a lo que te voy a decir. —encaró. Como resultado, los ojos de ambos se encontraron en un duelo interminable. —Tú no conoces a Ranpo. Llevas solo dos días pegado a él, y la mitad de su tiempo estuvo dormido. No te creas capaz de decidir si él merece vivir o no.
La vista del día que conoció a Ranpo estará siempre guardada en su mente. Él, de todas las personas, no desea herir a otros sin fundamentos, no es el ser despiadado que todos los externos creen que es.
Ese niño en muletas que entró a la habitación justa en el momento justo, pudo solo darse la vuelta e irse, en cambio cruzó el pórtico y golpeó la cabeza de uno de los altos mandos. La cara de Mori Ougai al verse interrumpido de hacer algo contra ella, por un simple niño casi discapacitado, no podría ponerle un precio que sea digno. La consolación que vino después fue un extra, algo que le demostró que el hecho no fue coincidencia, ni obra mágica del destino. Ranpo quiso ayudarla por su propia cuenta. Le ayudó a limpiar las lágrimas y a normalizar su respiración hasta que tuvo la capacidad de hacerlo por sí misma.
—No lo conoces. —hipa por recordar ese momento. Entierra su uña en el pecho de Poe, acusándolo a él. —Ninguno de ustedes sabe de lo que realmente es capaz de hacer.
Quiere comenzar a llorar, porque sabe que si esto sale a la luz, Ranpo le será arrebatado de sus brazos, de la familia que crearon junto con Dazai.
El mayor no puede decir nada, está seguro de que no hay palabras que llenen sus pensamientos infinitos. Hay tanto qué pensar y tan poco que decir.
El sonido de un vidrio quebrándose los interrumpe, buscando con incertidumbre estampada en su rostro la fuente de la que provino aquél sonido. Es hasta que, convenientemente, recuerdan que siguen atrapados en la novela de misterio de Poe. Con asesinatos en ella.
Corren en dirección de la habitación que dejaron cerrada, convirtiendo el ambiente igual a la naturaleza del asesinato predecesor.
—¡Ranpo! —gritó Yosano al abrir la puerta y comenzar a buscarlo, encontrando solo una ventana rota sin refuerzos de metal en el exterior.
La brisa y el agua de la lluvia ondeaba en las cortinas, atrayendo consigo a que la mujer echara un vistazo por ahí.
Lamentablemente, Edgar ya sabía lo que vería allí abajo. Estaban en un décimo piso, ¿qué más habría que decir?
Horrorizada, Yosano se cubrió la boca para no vomitar ante la vista y corrió de nuevo hacia las escaleras con la intención de bajar a ver más de cerca el cuerpo de su amigo. Poe la siguió sin más remedio.
Ella fue la primera en llegar y ver a su amigo tendido en el suelo, con los huesos y el cráneo rotos, la sangre brotando hacia los costados, todo empapando de sangre la vista tierna que su amiga tenía de él cada vez que lo veía. La caída aplastó su cuerpo y lo desfiguró casi por completo. El cerebro de Yosano no procesaba la información, al menos no como debía de ser.
Poe no fue ajeno a esto tampoco, su angustia comenzó a subir por ver semejante imagen de la situación actual de Ranpo. Era su poder, era una novela, esto no es real. Y a pesar de que sabía sobre esto, de que era consciente de lo que tenía en mente, sus sentidos le contaron una historia completamente diferente.
¿En qué podría creer sino en sus sentidos?
Hasta hace unos momentos, Poe soltó la expresión "Si Ranpo no hubiera nacido", que es casi lo mismo que decir "Si estuviera muerto". He aquí las consecuencias de ello; el llanto sensible de Yosano, los ojos verdes de Ranpo sobresaliendo de su rostro ensangrentado, todo eso fue el conjunto de cosas que le hicieron darse cuenta de algo a Poe.
¿Cómo fue capaz de encariñarse con él tan rápido? Solo fueron dos días, la mitad no hubo una charla que los llevara a alguna parte. Todo lo que había visto de Ranpo era su estilo de vida, sus sonrisas, su pálida piel -al igual que la de él-, sus bellos ojos y su voz tan clara, y aunque falta de confianza en sí mismo, firme.
En este momento se arrepiente de la imagen que tiene delante, no puede ni moverse de pensar que, en algún momento, si no tienen cuidado, Ranpo podría acabar así. Sea por causas exteriores como un desastre natural, o causas predecibles como el militar Fukuchi que lo atormenta incluso ahora.
Poe jala su cabello hasta que la cabeza le duele más en las raíces por sus acciones, que por el cadáver delante suyo. Cuando cree que va a ponerse a gritar en desesperación, una luz amarilla, la misma que los trajo, los invade.
—¿Qué es...? —dice Poe al verse secundado por una luz azul celeste. Es la habilidad de Dazai anulando la suya, al fin los está sacando del libro.
Con desesperación, se mantiene quieto hasta que Yosano, Ranpo y Poe están de regreso, fuera del libro. En la brevedad posible, se estabiliza con sus propias dificultades de volver a un mundo diferente y logra mantenerse en pie.
—¡Vaya! —incia Ranpo observándose las manos, los brazos y todo lo posible que le corrobore que está con vida aún. —¡Eso fue bastante realista, Poe! De verdad sentí por un instante que perdía la consciencia.
Por sus palabras, Dazai estaba confundido. Lo estuvo incluso más cuando Yosano y Poe se lanzaron para abrazar a Ranpo.
De Yosano lo entiende en totalidad, pero de Poe fue completamente desprevenido. La idea no era su fascinación, pues a pesar de la edad, ha visto a Ranpo como su hermano menor desde hace tiempo atrás.
—Oigan, oigan —interrumpe. —, ¿qué hay de mí? ¿No me felicitan por completar la misión exitosamente?
Dazai extiende sus brazos esperando el mismo tipo de atención que recibió Ranpo, sin ser bien correspondido por los presentes.
—Bien hecho. —Yosano extiende su pulgar arriba con una sonrisa forzada.
—No sabía que podrías cumplir con una misión tan difícil, Dazai. —bromea Ranpo con confianza.
Desde luego, los tres saben que están orgullosos el uno del otro, solo son dramáticos respecto a la exageración de querer llamar la atención de Dazai. Su bufonería a veces es graciosas, otras es inoportuna y, en su mayoría, sus amigos la siguen de cerca con sus propias bromas.
—Malos. —reclama Dazai, dando la espalda por la indignación que siente por sus respuestas secas y simples que le dieron. —A la próxima ustedes mismos pueden salvar sus traseros.
—Ajá. —susurró Ranpo. —Por cierto, Poe-kun. —se volteó al chico que quedó de lado mientras se metía en su propia cabeza. —Gracias a lo que ocurrió en tu libro, ¡tengo una idea perfecta para derrotar al comandante!
La voz viaja hasta el aludido que se trasladó a su mente en unos segundos, todo para él estaba difuso, es un rezago de la novela por no saber distinguir la fantasía de la realidad.
—¿Qué? ¿En verdad? —era imposible, al menos para su poco entendimiento de simple humano, que Ranpo haya estado planeando el derroque de su antiguo comandante mientras sucedía todo lo de la novela. Él solo sonreía y asentía como si fuera lo más normal del mundo trabajar en dos cosas al mismo tiempo. Y en unas tan complicadas—¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Hiciste eso mientras estábamos en la novela? ¿En qué momento?
—Te ves sorprendido. —se fija con incredulidad. —Los detalles los daré cuando regresemos a la base, tengo que hablar con Dostoyevsky. —algo se siente vacío dentro del ambiente, como si Ranpo quisiera brindar algo más a la plática, siendo incapaz por alguna razón. —Y también resolví el acertijo. Fue bastante elaborado, aunque pudo ser mejor.
Las maravillas que Ranpo tenía por ofrecerle eran mucho más de lo que alguna vez esperó de alguien. A lo largo de su vida, se ha considerado a sí mismo como un genio, con la llegada de Dazai a Guild fue una pérdida, aunque no tan fuerte como la que experimenta en el presente por la genialidad de Ranpo. Espera no estar haciendo una cara tan obvia de su satisfacción por las palabras; no quiere verse raro ante nadie, aun siendo su superior y teniendo autoridad sobre su comportamiento.
—Bueno, estoy sorprendido. —aclara con la vicisitud de una sonrisa. —No todos los días alguien resuelve una de mis novelas tan fácilmente y, al mismo tiempo, crea un plan para frenar la guerra.
Ranpo no sabe cómo reaccionar por ello. Le causa dicha que alguien esté sorprendido por lo que hace, vivió rodeado de personas que le exigieron perfección y que no esperaban menos de él. Ver que Poe no tenía un estándar alto con él, o mejor dicho, no esperaba que su personalidad se basara solo en la inteligencia, es nuevo.
No puede demostrarlo más que con una risita amortiguada por la mueca en su rostro que trata de tapar su sonrojo.
El color en las mejillas le hace bien, lo hace ver como un chico más saludable.
Poe ni siquiera entiende cómo está vivo sin haber visto la luz del sol durante años. Tiene la curiosidad, dado que dicen que la luz natural al cuerpo le hace bien. Además de la absorción de vitamina E.
El color de la vergüenza también combina con el de sus ojos.
—Entonces, cuéntame sobre cómo descubriste al asesino. —insta para que el vaivén entre embelesados termine. Por ahora.
—¡Oh, claro! —alza los índices como si tuviera una epifanía. —El asesino era yo. —la declaración acertada hizo temblar el corazón de Poe. Era extraño no saber si gozaba de que lo haya adivinado a la primera, o si se retorcía de miseria por lo mismo. —Yo tuve que correr a la habitación para ver el cuerpo, lo que quiere decir que estaba lejos, aunque todos los demás estaban relativamente cerca. —golpea su cabeza dos veces, intentando recordar más detalles. —Yo me había alejado para que no sospecharan de mí, bueno, mi personaje. Sé que algo debió pasar en tu redacción que no sucedió en la novela, para que el personaje sintiera remordimiento por sus actos y se suicidara. Por eso caí del décimo piso y morí. —Dazai salta por eso, mirando a Yosano, quien le asiente. —¿El móvil para el asesinato? Dinero. Algo muy simple, aunque poco visible. El familiar que murió dentro de esa mansión era lo más cercano a un millonario. Mi personaje debía dinero, lo sé porque dentro de uno de los bolsillos de la ropa había una orden de embarcación. —Ranpo suspiró. —Si me pongo a pensarlo mejor, puede que hayan estado hablando sobre el tema, y cuando la victima se negó a prestarle una cantidad tan grande, el otro solo tomó su decisión y lo mató. Cuando se descubrió, sintió pena de su vida y saltó por la ventana.
Durante tantos años trabajó en sus escritos, a todos les dedicó un tiempo y una trama diferente, creyó que nunca llegaría alguien que se interesara tanto en una de sus historias que podría deducir el resultado antes de que terminara la narración. Y ahora que esa persona ha llegado, no se siente lleno ni de ira ni tristeza como creyó que sería. Tal vez si fuera otra persona, si no se tratara de Ranpo y su existencia.
¿En qué diablos estaba pensando cuando creyó que la vida de la humanidad sería más fácil sin Edogawa Ranpo?
—Eso es todo correcto. —susurra Poe. El aliento le falta y sus neuronas no están haciendo bien su trabajo, hay tantas cosas por las que estar pensando y tan poco tiempo. —Absolutamente no te creo que hayas resuelto eso con solo estar ahí menos de cinco minutos.
—¿Cómo dices? —intervino Dazai, no por las razones que desearían, eso solo arruinó el ambiente. —Estuvieron ahí por casi cuatro horas. ¿Cómo funciona el tiempo en tus novelas?
—¿Cuatro horas? —Yosano se ve atónita por la noticia.
—Depende del contenido. —contesta Poe, rascándose la nuca. —Más importante, Ranpo-kun, dijiste que "cuando lleguemos a la base". —lo señala recalcando la falta de movilidad de Ranpo. —Si no estamos en Moby Dick, ¿dónde estamos?
Ranpo no dice nada, no se mueve.
—Esa es una muy divertida historia. —responde Dazai detrás de él. Su cuerpo da un brinco inmediato por la voz susurrante que suplica perdón. Ahí, Dazai abre una puerta que da hacia el cielo azul. Uno demasiado amplio. —¡En la cima de la Torre Eiffel!
—¿¡Qué!?
—¿¡Qué!?
El reclamo de Yosano y Poe son al unísono. Ellos no se esperaron un giro como este.
—¿Por qué estamos aquí? —grita Yosano estupefacta. —¡Se suponía que nos llevarías a Moby Dick!
—¡Exacto! —grita Poe, está seguro de que su voz rebotó por el acero. —Ni siquiera estábamos en París. Y en primer, lugar, ¿no se supone que cerraron la Torre Eiffel hace años por estarse oxidando?
—Sí y sí. —Dazai hace un puchero pensativo, sus manos no abandonan los labios rojos que tiene. Él solo busca una forma de excusarse por su idiotez. —Estaba pensando que era una lástima que Ranpo tuviera que abandonar Francia tan pronto solo por lo inesperados que fueron los perros de caza en Lyon. —sonríe y palmea la espalda de su amigo mencionado, a quien no le hace gracia, por lo que se tambalea. —¡Así que tomé un tren a otra ciudad más lejana! Eso nos daría algo de tiempo para que Ranpo conozca otras culturas.
—Bueno, él necesita ropa. —Poe cree en las palabras de Dazai, pero la médica rueda los ojos y Ranpo toma la palabra.
—¡Solo diles que te equivocaste de tren y sácame de aquí! —grita el más bajo, con las piernas apenas sujetadas al suelo y la mirada aterradora dirigida a Dazai.
—Eso no responde cómo nos subiste aquí si estaba cerrada. —Yosano retuerce la ceja por la actitud de su amigo. Siempre es un misterio en todo lo que hace.
Dazai, con mucha frecuencia, se toma en serio las palabras que le dijeron alguna vez.
"Si vas a hacer algo mal, hazlo de tal forma que los demás se pregunten: ¿Cómo?"
Su frase favorita, en efecto.
—Pudo haber puesto en marcha el elevador. —propone Ranpo, no apto para pensar. Su vista evade la puerta abierta, su rostro no quiere ni sentir la fría brisa que empeoró con la altitud. —Dazai, ¡sácanos de aquí ya!
Él no responde a su indicación, parece solo estarse divirtiendo con las reacciones asustadas que le muestra. En su vida creyó ver este lado temeroso de Ranpo.
—Ranpo-san, ¿te dan miedo las alturas? —pregunta Poe después de examinarlo bien. Se veía en buen estado antes de que abrieran la puerta, puede que lo que le hizo mal fue sentir que estaba en la punta de algo. Eso solo podía significar que estaban en el cuarto de Gustav Eiffel. El cual, al igual que todo lo demás, fue cerrado y vaciado hace años, explica las cosas como el vidrio blindado y la falta de accesorios, así como de limpieza.
Es bastante triste si solo las paredes están pintadas y no hay casi nada de a como solía verse.
—¡Claro que me dan miedo! —chilla como un gato asustado, quien en su torpeza, terminó en la cima de un árbol, atorado. Es muy parecida a la situación real, porque incluso en su desesperación, con los ojos de Ranpo apretados a más no poder, es algo tierno de ver. —Más importante, ¿por qué tú no estás asustado?
Poe voltea a los lados, al ver que parece estar hablando con él, resopla divertido. Un poco.
—Vivo en una ballena voladora, Ranpo-san. —se arrastra para estar a su lado y cubrir la presencia de la puerta con toda su estatura. Parece funcionar, no puede ver que siga apretando los ojos. —Y una vez me hicieron saltar con paracaídas de ahí. Bueno, me empujaron. —rio plano por el recuerdo que parece darle risa, pero en realidad no. —Uno de mis compañeros más frecuentes me pateó fuera de Moby Dick. En ese momento estaba muerto de miedo, pero como no me dejó un trauma, pude superarlo.
—Qué valentía. —nota sarcástico. —No has de esperar que yo haga lo mismo, ¿no?
—No, pero podrías, tal vez, mirar la vista. —Poe ladea la cabeza con gentileza, no lo quiere obligar a nada como lo hicieron con él. Si no se le ocasionó un trauma, fue tal vez gracias a la habilidad de Margaret . Frenó su caída, haciéndola más suave y dejando que viera el panorama. —Si miras hacia el frente o arriba, no hay mucho a lo que le puedas tener miedo.
—Es una buena idea, Ranpo. —comenta Yosano al otro costado. Ella lo intenta tocar, pero sacude su cabeza negando el contacto. —Oye, deberías al menos intentarlo. —se cruza de brazos porque el hombre de veintiséis, insiste en comportarse como un niño de seis. —Si no lo intentas, no vas a superar nada.
—Hum, pues perdón por siempre haber pisado tierra firme. —Ranpo se aferraba a un barandal pegado en el interior de la habitación. —No quiero salir, a menos que me bajen de aquí.
Dazai y Yosano se dieron una mirada cómplice. Sabían lo que el otro pensaba, así que con amabilidad se acercaron a Ranpo, fingiendo haber olvidado sus insistencias pasadas para que los recibiera. Por suerte para él, y desgracia para ellos, Ranpo era inteligente y no les creyó ni una pizca de su actuación. Ellos pusieron manos a la obra por la mayor resistencia que ofreció, y jalaron sus piernas del piso para sacarlo a que viera el mundo exterior.
En el otro extremo, Poe se quedó quieto sin saber qué debería hacer. Le podrían causar un infarto a su tan preciado amigo, solo por el susto de tener que afrontar su miedo a las alturas. ¿Eran siquiera conscientes de eso?
—¡No, no! —gritó Ranpo al sentir que sus dedos se resbalaban del acero. El sudor fue un participante relevante en esto, sin él, sus manos no habrían perdido fuerza de soporte. —¡Poe, ayuda! ¡Déjenme!
Ante el llamado, el silencio en la cabeza de Poe, se quebró. Puede notar en su rostro que es parte de la diversión, parece consternado por lo que le podría ocurrir si sale y cae desde la punta al suelo, sí. Por otro lado, también parece confiado de que sus amigos le brindarán seguridad pase lo que pase. No lo dejarían caer ni harían algo para dañar su integridad.
—Ranpo-san, ¿por qué no sueltas tus manos? —preguntó, siendo bien escuchado incluso con la situación revoltosa que se cernía frente a él. —Todos aquí te cuidaremos.
Yosano y Dazai dejaron de jalarlo, pusieron sus pies devuelta en el suelo y se acercaron más a Poe, pues consideraban que estaba a punto de convencerlo. Por estas misma acciones, fue que Ranpo sintió confianza.
—Eso es, Ranpo. Podrás ver una vista con la que solo soñabas en la base. —insistió Yosano.
—Sí, además de que puedes aprovechar a que te dé la luz del sol. —desde luego que Dazai también siguió la charla.
Él, aferrado aún al barandal más cercano, pone una mala cara por la nula participación que le dio Dazai a la plática. Fue más un intento de hacerlo relajarse, funcionó, pero eso no tiene que saberlo.
Edgar le extiende la mano, Ranpo la mira fijamente y con cuidado.
Ranpo ahora piensa que su miedo es algo tonto, aunque normal. No conocer las alturas y sólo sentir el aire pasar a un presión anormal para sus oídos, es nuevo y lo asusta. Al menos a su organismo le hace pensar que lo están atacando, incluso si es una reacción diferente de cualquier otra vez que haya estado con el comandante. Cuando logra comprender que solo es un efecto natural de las cosas, de la distancia a la que están del suelo, es cuando se vuelve capaz de agarrar la mano de Poe, y sentir de nuevo la ligereza de sus dedos.
Por su esfuerzo y lo implicado, Poe le regala una sonrisa sincera. Apenas es visible pues no es de los que sonríen exponiendo sus dientes, sino es más de calmar con una pequeña acción que signifique mucho más.
Sus ojos intentan encontrarse, al menos Ranpo es quien puede ver un ápice de los ojos violetas de Poe, ya que sus mismos ojos rasgados defienden mejor sus irises que el cabello de Poe. El aire extiende sus hebras, queriendo llevarlas lejos, pero ahora que está más lleno de seguridad y determinación, no las dejará ir fácilmente. Lo que hace es intercambiarlas por su cobardía y temor, para que al momento de que el aire corra de nuevo, se lleve lejos sus sentimientos inútiles.
Cuando sale, más cerca del infinito cielo, que del fijo suelo, Ranpo ya no tiembla tanto, la ayuda lo supera todo, con sus dos amigos a sus espaldas y con Poe a su lado.
Por un momento, siente que pertenece al silencio y toda esta paz que solo imaginó y que deseaba vivir a diario.
Ahora ya no es más que un sueño. Es su nueva realidad.
Este cielo es uno diferente al que veía cuando fue niño, antes de entrar a esa base, no apreciaba tanto el color y la brisa, todo lo tenía por sentado y no le significaba algo nuevo o relevante. A partir de ahora, tenía una visión diferente del mundo. Una mucho más hermosa.
Chapter 6: 0;06
Chapter Text
Su viaje a Francia terminó sin más contratiempos, las cosas siguieron su curso natural en cuanto regresaron a Moby-Dick.
Ranpo, justo como había solicitado, se reunió con Fyodor para tratar su plan de derroque al comandante que antiguamente lo lideraba. Poe no conoce muy bien la situación, ni Louisa ni él fueron mandados llamar para intervenir en la estrategia, no es de su conocimiento si Dazai también fue apartado o, por el contrario, él sí fue involucrado. Le dieron más trabajos en contraparte, eso sí.
Tal parece que cuidar de Ranpo no lo exime de sus responsabilidades principales como miembro activo de Guild.
Es por esa misma razón que durante semanas ha estado durmiendo hasta tarde para terminar, avanzar, mejorar o editar partes de sus estrategias, además de planos esenciales que le dejan encargado para modificar bases o a la misma ballena voladora. Parece ser que ahora que Ranpo no está más del lado de Japón cubriendo sus errores, Estados Unidos y sus aliados tienen la ventaja.
No quiere admitirlo, es solo que es inevitable que su corazón lata fuerte y su cerebro se desconcentre cuando, en sus momentos de creatividad madrugadora, escucha a Ranpo moverse en sueños. Los sonidos agudos y apenas audibles que hace, le provocan tanta ternura que en más de una ocasión se ha visto obligado a sacar las manos de sus notas y llevarlas a su cara, esto con el único fin de no gritar o dejarse ver en su momento más vergonzoso; aunque claro, no es como que Ranpo fuera a despertar solo para ver cómo su cara se derretía con el deleite de la imaginación.
Pese a esos dulces momentos, había otros que le recordaban que Ranpo todavía tenía indicios de estrés post-traumático.
Había noches, o mejor dicho madrugadas, en las que se despertaba alarmado, buscando algo en lo alto de las paredes —tal vez por la memoria de la costumbre de tener un reloj en el sitio—, enfocando su cerebro con la ayuda de la luz, que gracias a Poe siempre estaba encendida en esos momentos, antes de preguntarle:
—¿Dónde estoy? —sus ojos cansados por el sueño y su mente nublada de igual forma, lo hacía ver indefenso, cuando en su cabeza y metabolismo podría estar luchando contra tanto.
—En Moby-Dick, Ranpo-san. —Poe arrastró su silla, era un mejor efecto cuando se acercaba a calmarlo y no solo rotaba su cuello para verlo desde su posición en el escritorio. —No pasa nada, ve a dormir, yo estoy aquí.
Acurruca la cabeza en sus manos hasta bajarlo a su almohada, es un toque delicado para no lastimarlo.
—¿No vas a dormir tú también, Poe-kun? —pregunta con la mano en el brazo del mencionado.
—En un rato más. —sonríe cálido para que deje de preocuparse por él. Luego suspira por lo mismo. —Yo esperaré aquí a que duermas.
Tales palabras no son para el completo consuelo de Ranpo quien, preocupado por volver a despertar y encontrarse de nuevo en la base, se aferra a Poe para que no se vaya de su lado. Edgar no es parte de su antigua vida, así que cuando despierta y lo ve, se queda tranquilo, porque es una de las maneras más rápidas para saber que no se encuentra en peligro.
Él acata la orden de contacto físico que le impide moverse, aún hay cosas esperándolo en su escritorio para terminarlas, es solo que se ve incapaz de apartarse y dejar que el asiento se enfríe, entonces solo se ve cediendo, quedándose en el sitio al lado de Ranpo.
Ranpo prontamente se queda dormido, revelando la vista del ser indefenso que es enfrente de Edgar. Por encima de eso, es un acto sincero de respeto y confianza, pues es del saber de sus cercanos que Ranpo no se queda fácilmente dormido si considera que hay amenazas alrededor.
Un halago silencioso para Edgar.
El rostro de Ranpo, que a veces suele ser intimidante por su bien sabido potencial de inteligencia y análisis que carcome a su víctima mientras lo observa como a una posible amenaza, es ahora un conjunto de sus relajadas facciones. Queda ilusionado con la vista angelical que ahora le brinda, es tanto su embelesamiento que no se fija el momento en que la mano de Ranpo se suelta poco a poco.
Hay algo en la presencia de Ranpo que alcanza a Edgar tan fuertemente, y de una forma tan positiva, que se siente débil ante él; sus sonrisas, sus pucheros, sus expresiones de confusión o fascinación por encontrar datos desconocidos, le caen peor que el veneno y lo potencian mejor que una droga.
Estas últimas semanas se ha encontrado a sí mismo persiguiendo los movimientos y todo lo relacionado con el chico a su cargo. Es imposible no mirarlo. Al mismo tiempo, no se ha dado cuenta de que ha sido perseguido por los ojos esmeraldas del mismo chico del que está interesado.
Ahora no hay restricciones que obliguen a Poe a quedarse a su lado mientras duerme, y sabe que se odiará más adelante si no termina su trabajo antes, pero no desea apartarse de su lado. Ni siquiera entiende cuándo agarró apego hacia él, solo sabe que está cayendo muy profundamente por él, y no puede detenerse.
—Poe-kun... —Ranpo llama entre sueños y el mencionado, al creer que se trataba de su yo consiente, despega su atención de un momento a otro con un sobresalto, como si lo hubieran atrapado en un acto ilegal.
Cuando nada más sucede, deja su nerviosismo de lado y se regresa a verlo, preguntándose por qué es que Ranpo lo llamó entre sueños.
En sus deseos egocéntricos más internos y mejor enterrados, Poe desea que su sueño se trate de él, y que aún en sus sueños siga pensando sobre él. Por el momento, no se le ocurre una cosa que lo haría más feliz que ello.
Pero ¿qué caso tiene?
Sabe cuál es su lugar en el mundo y en el corazón de cada una de las personas a las que conoce y aprecia. Lo que quiere decir que nunca ha tenido tal cosa como un lugar asegurado, no como las demás personas. Sea debido a su inexperiencia social o por su falta de comunicación coherente con otras personas, todos siempre llegan a la misma conclusión.
Edgar Allan Poe no vale la pena.
Ranpo se retuerce entre sus sábanas, el contrario por ensimismarse en sus propios pensamientos no se da cuenta de ello, sino hasta que Ranpo ha vuelto a despertarse de golpe, cerniéndose sobre la cama en un instante. Su intención era sentarse, sin embargo, la cercanía que su vigilante mantuvo mientras era capturado por sus pensamientos, provocó una reacción en donde chocaron sus cabezas y se lastimaron.
—¿Ranpo? —dijo el mayor, sobándose el golpe en la cabeza. Eso dolió tan enormemente que podría llegar a dejarle una marca más adelante en el día.
—No es como que haya sido mi culpa, ¿sabes? —dice reflejando la acción de Edgar. —Estabas tan cerca de mí mientras dormía y yo solo reaccioné a mis sueños...
—Claro, no dije que fuera tu culpa. —Poe suspira, de a poco se desprende del dolor y comienza a a bajar sus brazos. —¿Otra pesadilla?
La pregunta toma desprevenido a Ranpo, quien al voltearlo a ver deja a dominio público el estado en que se encuentra.
Su cabello está sudado, casi se pega a su rostro por la cantidad de humedad que parece acorralarlo, su respiración no tiene complicaciones y, aún así, se nota que es pesada y le cuesta mantener un ritmo fijo en ella.
Es extraño; hace semanas que el resfriado de Ranpo había mejorado hasta el punto en que desapareció de la noche a la mañana, su expediente lo marcaba como un hombre sano pese a la falta de ciertas vitaminas y proteínas. Cabe la posibilidad que, ahora que ha salido de la base militar, su cuerpo le está pasando una inmensa factura por todas las veces en que suprimió una enfermedad.
Con curiosidad de comprobar su hipótesis, Edgar mueve su mano a la frente de Ranpo, el cual se sobresalta por el toque en cuanto la piel tocó piel.
Él se alejó rápidamente.
—Lo siento —toma su mano para que evite pensar que no quiere su toque. —, no es nada de lo que estás pensando. Se pasará pronto.
Con la misma prisa de antes, el menor suelta su mano y sale de las sábanas para dirigirse al baño lo más veloz posible, esto saca a relucir ante el cerebro deductivo de Poe que es algo con lo que está familiarizado a que ocurra, que no debería preocuparse por él y solo debe dejarlo arreglar sus propios asuntos consigo mismo.
Lo sabe muy bien y sin embargo, no puede evitar seguir pensando en el pequeño bulto que sus ojos percibieron (y tal vez hasta persiguieron durante la huida al baño), no es que quiera armar un alboroto por ello, ambos son hombres y es bastante común que su cuerpo reaccione de la nada y al momento de despertar, lo hagan con uno de esos recibiéndolo con los buenos días. Por otro lado, su cerebro que trabaja rápido no pudo evitar conectarlo con el llamado que hubo antes de su despertar.
El llamado a su nombre. Entre sueños. Antes de despertar.
La pálida cara de Poe se transforma en una mueca sonrojada, no sabe bien qué pensar de ello, si decir algo, preguntar y zafarse de una de sus inquietudes, o si solo callarse y hacer como si nada de eso hubiera pasado. Por ahora, la mejor manera de continuar las cosas con amenidad es no resaltar nada de lo que haya ocurrido.
Él solo regresa a su sitio sin estar seguro de cómo sentirse ante tal situación, pero solo supo una cosa en el momento en que regresó a su propia silla y se puso a trabajar de nuevo: Sacarse esa imagen de la cabeza y concentrarse en sus deberes no iba a ser tan fácil como tal vez podría parecerlo.
Al segundo siguiente en que Ranpo regresó a su cama para dormir, Dazai entró por la puerta aludiendo su propia llegada como si una celebridad que debe ser adulada acabase de arribar.
—¡Heme aquí! ¡Yo, Dazai! —exclama al unísono en que el azote de la puerta se presenta en la habitación.
—¡Cállate, deja de ser escandaloso! —Yosano llega detrás de él, haciendo el mismo nivel de ruido que su acompañante.
—¡Pero si estás siendo igual de escandalosa que yo! No es justo. —alza una ceja acusatorio.
Poe los capta con una mirada disgustada, él los ve como si quisiera que se fueran lejos de su espacio personal —así como lo es su habitación—.
—Chicos, no griten —reprende Ranpo; aunque una parte de él quiso ponerse a tontear con ellos, el rostro aturdido de su anfitrión le hizo sentir misericordia, por ello decidió aplacar el ritmo ruidoso que penetró el ambiente. —, molestan a Poe-kun.
—Lo sentimos mucho, Poe-kun, olvidamos que era tu habitación. —dice Yosano con todo el afán de disculparse.
Dazai, por otro lado, le saca la lengua de forma sarcástica, entonces se dirige a la cama donde Ranpo se sitúa y le extiende un bote de pastillas, Poe lo nota por el característico sonido que hacen al chocar unas pastillas con otras, ya que ni con la mejor vista hubiera alcanzado a ver la etiqueta de contenido.
—Es momento de tus vitaminas, Ranpo-san. —dice Dazai con una sonrisa.
—¿Vitaminas? —pregunta Poe por inercia, sin siquiera desear que las palabras hayan salido de su boca. Le resulta raro (no tanto si se pone a pensar coherentemente) que Ranpo tenga tal necesidad de adquirir vitaminas externas.
Si lo miras por primera vez, sin conocer su pasado, bien podrías asegurar que Edogawa se ve como un adolescente saludable.
Solo que es un adulto. Y no es precisamente el ser humano más sano en ningún sentido.
—Ranpo-san tiene una condición delicada —intercepta Dazai. —. Él estuvo encerrado mucho tiempo en la base, le falta de luz solar, en varias ocasiones, le debilitó las piernas. Había días en las que no podía ni caminar bien debido a ello. —se encoje de hombros hacia el contrario. —Eso le dejó secuelas, así que desde hace unos años se le añadieron ciertas vitaminas a su dieta.
—Oh, eso... —no lo sabía, quiere decir. —Es interesante.
—Sí, es normal que no lo supieras, no lo pusimos en los documentos. —el aporte de Yosano mitigó la preocupación de Edgar. Un poco. Casi nada.
—No quiero tomarlas. —pide Ranpo con una expresión triste.
Nadie lo sabe, porque Ranpo no está dispuesto para decirlo en voz alta, pero el tomar esas cosas lo hace recordar el lugar donde solía estar y las cosas que sucedieron allí.
Han sido solo unas cuantas semanas desde que salió, no por ello ha ido mejor su recuperación mental, él aún está consternado por sus recuerdos, esos causantes de sus pesadillas y de la bolsa de problemas que se siente cada vez que despierta , interrumpiendo y molestando a Poe con sus horribles manías de sollozar y suplicar ayuda (que ahora no necesita) no a palabras, sino a gritos. Todavía se pregunta si la habitación está insonorizada, pues es consciente de que no son las únicas personas que viven aquí.
Además, aunque lo quiera negar, bien sabe él que una de las razones por las que no ha estado durmiendo bien, además de sus trabajos, es por su culpa. Es en gran parte su responsabilidad, aunque no toda, el hecho de interrumpir el estado pacífico en que trabaja y luego hacer que pierda la concentración para ir a su rescate cada una de las veces.
Ranpo lo agradece, pero eso no le da más ligereza a su pecho.
—Debes tomarlas —dice Yosano severamente. —, por favor.
—No me he sentido mal. —propone Ranpo. —Mis piernas han estado bien y salí cuando fuimos a Francia hace no más de una semana, voy a estar bien por ahora. No las necesito.
—¿Y eso cuánto tiempo perdurará, Ranpo-san? —insiste Dazai en su debate por hacerlo entender. —Viste luz solar por unas cinco horas, ¿crees que eso es suficiente para curar un rezago de años? —lo señala, tampoco es que quiera ser grosero ni comportarse como una figura autoritaria, dado que es algo esencial que siempre han odiado los tres, pero tomaría medidas drásticas si así hace entender a su amigo. —Tómalas por favor.
El azabache hace una mueca de disgusto por el recordatorio. Supuso que se podría salir con la suya al menos esta vez, pero no pudo. Extiende la mano para tomar el frasco de pastillas y leer la etiqueta con cuidado.
Primero que nada, odia la razón por las que las debe tomar. Lejos del sabor que tengan, e incluso si supieran como su postre favorito, evitaría tomarlas a toda costa. Para él, es un recordatorio de que perdió contra Fukuchi, no perdió cuando creció ni antes de irse. Él perdió contra su comandante el día que llegó a la primera base, cuando le prometieron una vivienda a cambio de sus supuestos estudios.
Los últimos veinte años fueron una pérdida total.
Lo privaron de la luz del sol y del aire fresco, entonces lo alimentaron de más pescado y en una época necesitó que le conectaran oxígeno para que sus pulmones no se desintegraran por el olor de químicos, sudor, pólvora y sangre que invadía cada centímetro de esas paredes. Incluso si limpiaban con cloro (lo cual también dañaba sus órganos) él siempre recordará con exactitud los pasillos donde la sangre se arrastró desde los cuerpos al piso, de las esquinas salpicadas y del vómito de los que regresaban más sanos mentalmente.
Sabe que no debe ser egoísta y pensar solo en él. Sabe que sus amigos vivieron cosas similares al ambos ser portadores de habilidades tan increíbles.
Pero no es lo mismo. Nunca lo fue y las heridas de eso nunca van a cambiar.
No pide que vivan lo mismo, no soportaría verlos igual de rotos. Solo pide, desde lo más profundo de su corazón: comprensión y compasión por su tan cansada alma.
—Y, ¿por qué no salimos más a pasear? —pregunta Poe antes de que Ranpo ingiera la pastilla. —Claro que tendrías que seguir tomando las pastillas por un tiempo más, pero con un diagnóstico bien elaborado podrías ir recobrando la vitamina necesaria en tu sistema para no perder la sensibilidad. —todos los presentes lo ven con sorpresa. —B-bueno, nunca he escuchado que se haya hecho con alguna otra persona, y p-puede que requiera de mucha información pero si lo hacemos bien, puede que dé sus propios frutos en algún tiempo.
La presión lo está matando, ya que los tres lo miran sin decir una sola palabra. Eso en definitiva es su debilidad, pares de ojos que atraviesan su flequillo y perforan dentro de su cerebro hasta dejarlo hueco.
Es hasta que ve la enorme sonrisa de Ranpo que invade su rostro sin previo aviso, sus ojos incluso se iluminan, lo cual es nuevo y diferente a los ojos esmeraldas fríos de siempre. Hace que el mismo Poe quiera sonreír, no por su idea, sino por tal gratificante reacción, aunque solo logra mostrar una mueca insegura.
—¡Poe-kun, eres un genio! —eso recibe otra clase de reacciones por parte de sus amigos. Con un poco de dificultad, Ranpo sale de la cama y se dirige con toda su velocidad hacia su amiga, Yosano se impresiona por su agarre, que si bien es más débil que el de ella, es entusiasta y lleno de esperanzas. —¡Yo haré los cálculos y todo lo que se necesite! Yosano, dame ese tratamiento por lo que más quieras. Te lo suplico.
—Después de tantos años, aún no has aprendido a decir por favor, ¿no? —ella sonríe santurrona.
—¡Por favor! —grita Ranpo y Dazai, detrás de él, se echa a reír. —¿Y tú de qué te ríes, si puedo saber? — se acerca a él, tanto como para que sus ojos estén a punto de encontrarse, de una forma de hermandad profunda. Claro que Poe, cerca de ellos, no lo ve igual. Es raro ver que la gente se comporte tan unida, no sabe si es por el entorno frío y descuidado en el que ha vivido o solo la falta de costumbre. —Tú estás obligado a ayudarnos, como uno de mis mejores amigos, yo te obligo.
Dazai se lleva ambas manos al pecho, fingiendo dolor.
—¡Ah, duele, Edogawa Ranpo! ¿Solo uno de tus mejores amigos? —Ranpo rueda los ojos por la exagerada necesidad de pronunciar su nombre completo, mientras que ahora no se aferra a su propio pecho, sino a su cuello también. —¿¡Cómo te atreves!? Creí que dirías hermanos. ¿Es que acaso todos estos años no han significado nada para ti? —Poe observa todo confundido, no sabe si debería tomar las palabras de Dazai en serio, pues Ranpo se ríe como si fuera habitual. —Ay, mi querido hermano menor —la risa de Ranpo desaparece y una cara de indignación la suple. —, ¿qué debería hacer contigo? ¿Estás pasando por tu fase rebelde acaso?
—¿A quién le estás diciendo hermano menor? —grita en una rabieta. —¡Es obvio que yo soy el hermano mayor!
Es así que, lo que parece ser, una interminable pelea sin resentimientos inicia y no parece querer llegar al final. Yosano solo está riéndose de sus tonterías mientras se mantiene a un lado, y Poe lo ve como una oportunidad para no ser el único desplazado de esta charla.
—¿Y tú eres la hermana mayor o la hermana menor de Ranpo? —pregunta Poe con una sonrisa forzada.
Ella suelta un suspiro por la pregunta, luego su mirada se achica y se pierde en algún punto de la habitación; para cualquiera que no sea ella, podría parecer que mira fijamente la discusión entre sus personas preciadas, lo cual es un error. Sus ojos solo pueden ver, pero no captan información del mundo exterior, solo de su propio mundo que se cuela desde su cerebro a cada uno de los músculos existentes en su sistema.
—No importa mucho —responde después de un rato. —. Hay veces en las que Dazai y yo nos concentramos tanto en cuidarlo, que lo consideramos como un hermano pequeño e indefenso, sin recordar en plena consciencia todos los años que él estuvo sufriendo por protegernos a nosotros. —en el mismo instante en que Poe cree entender su pensar, la mirada de Yosano se suaviza con ternura. —Sin poner términos de edad, lazos de sangre ni genética, yo quisiera afirmar que somos como trillizos.
Antes de conocerlos a los tres, Poe ya tenía una ligera noción de lo bien que se llevaban Yosano y Dazai en cuanto se unieron a Guild, ahora que están reunidos en un lugar donde él pudo presenciar su convivencia, puede entender ese lazo que los une más allá de la sangre.
En un lugar tan aterrador como lo es una base de guerra, ellos se cuidaron los unos a los otros del mundo que los quería dañar. Pudo haber sido diferente, como que lucharan para sobrevivir, algo como la regla del más fuerte, pero no fue así. Ellos pasaron días y noches de interminables años cuidando sus integridades, es tal vez una de las razones por la que los tres siguen vivos.
—Creo que puedo entender eso. —sacó de la profundidad una sonrisa pura que ni Yosano ni Ranpo pudieron perderse. Claro que al estar peleando con Dazai, el chico bajo su cuidado perdió. —Puede que antes de conocerlos no lo hubiera entendido bien —no, tal vez incluso antes de conocer a Ranpo. —, tras la muerte de mis padres yo me aislé del mundo, incluso si conocía a Herman, nunca lo he tomado como un padre para mí, ni un familiar ni nada más allá de un tutor que me dejó quedarme a su lado. Viví particularmente solo durante toda mi vida, sin nadie a quien yo pudiera llamar un ser cercano, por eso mismo puedo asegurar una sola cosa: tienen mucha suerte de estar juntos.
Aquello sorprendió a los tres, nadie jamás se había atrevido a decirles que habían sido afortunados en algo. Al estar en aquella base les repetían día y noche lo malditos que habían nacido, la sangre de seres malignos que llevaban en sus venas. Seres impuros que nacieron como un experimento de Dios, seres sin suerte, valor o fortuna.
—Definitivamente tu forma de pensar no es como la de los demás, Poe-kun. —Ranpo suspira rendido, con una ceja alzada por lo irónico que le resulta todo.
—¿Es eso malo? —se encoge por el temor de haber dicho algo incorrecto. Tal vez ellos creían que estaba menospreciando su situación. —Yo no quise ofender a nadie ni-
—No, no, Poe. —Yosano lo toma del hombro para que se calme, incluso comparte una sonrisa con sus hermanos para que él entienda mejor. —Lo que Ranpo quiere decir es gracias. Gracias por no pensar igual que las otras personas.
Y así como él dijo algo nuevo para ellos, ella le dijo algo nuevo para él. Nunca nadie que no fuera Herman le ha dado las gracias por algo tan insignificante, porque lo era, solo estaba dando su opinión con base en su análisis de observación y convivencia.
Uno de sus ojos se convirtió en visible para el resto, saliendo de las enredaderas de su cabellera, esos ojos casi violáceos se conectaron con los esmeraldas de Ranpo, como una comunicación única e irrepetible que no se puede comparar con ninguna que haya tenido ni con ninguna que probablemente nunca tendrá.
Poe fue el primero en apartar la mirada y preguntarse por qué de repente se miraron así. No había un motivo certero, no estaban solo ellos dos en la habitación, pareció ser así por un momento, estaban los otros dos jóvenes y hasta su mapache. Aún así, pese a todo eso, el único que capturó su atención fue Ranpo.
—Entonces, iré a hacer ese seguimiento médico. —la fémina se dio cuenta al instante de lo que sucedía, dándole paso a Dazai para que captara el ambiente y se fueran de ahí.
Él se rehusó a dejarlos solos y no quiso irse.
—Oye, Ranpo, ¿no hay algo de tu plan que debas ir a platicar con Fyodor? —Dazai se interpone entre los dos, y Yosano pone cara de malvada. Ranpo parece acordarse de algo de inmediato y empuja lejos a Dazai cuando se levanta.
—¡Cierto! —dijo. —Prometí que debía llevarle un avance del plan.
—¿Siguen trabajando en el plan? —Poe mira a todos en la habitación, pues a ciencia cierta, es el único que no tiene detalles de lo que se trata. No le han dicho si deberá vigilar más a Ranpo o habrá una modificación en cuanto a quién lo vigila. —¿Para cuándo prometiste llevar el avance?
—Bueno, tal vez era para mañana. —se sobó la barbilla porque no podía pensar claramente el momento en que hizo su promesa. —O tal vez para ayer.
—¿Tú, olvidando algo? —Dazai delante de él bufó. —¿Quién eres y qué hiciste con Edogawa Ranpo?
—No lo olvidé, ¿de acuerdo? —rodó los ojos mientras buscaba algo entre su ropa nueva que pudiera cambiar por su pijama. —Solo estoy confundido, ese día estaba distraído y no puse atención.
—Bien, ahora yo quiero saber qué fue lo que te distrajo. —imploró Dazai. —Muy rara vez algo te desconcentra mientras planeas estrategias.
—Ugh, es que todo estaba bien, hasta que llegó un tipo, muy alto por cierto, que empezó a molestarlo y abrazarlo. —Ranpo se ve enormemente incómodo mientras lo relata. —El ambiente se volvió un poco raro, en algún punto no supe si poner atención a lo que me decía o a cómo se comportaban.
Gracias a sus palabras y su vaga explicación, Dazai comenzó a reír a carcajadas que duraron más de lo que pudieron contar.
—¡Es lo mejor que he oído! —dice, secando una lágrima de su ojo izquierdo. Su estómago igual duele por las risas, lo sostiene para evitar que se le salga por tanto burlarse. —Voy a molestar a esa rata con esto durante mucho, mucho tiempo.
Yosano se puso a su lado y lo calló, o al menos eso intentó, con un golpe en la nuca. Luego agitó la cabeza con lentitud por el cómo se comportaba.
—Ranpo, yo sé que conoces poco del tema, así que luego lo hablamos, ¿sí? —tomó sus hombros con sutileza para dejar mejor parado a su hermano. —Sobre cosas que no se deben hacer enfrente de otras personas.
Yosano se llevaba a Dazai fuera de la habitación mientras se seguía riendo, al parecer eran personas que se conocían de hace tiempo y se tenían un tipo de rivalidad u odio recíproco, cosa que con la personalidad de Dazai, y peor también la de Dostoyevsky, nadie lograba entenderlos por completo.
Ambos se despidieron para dejar que su hermano se cambiara y fuera ver al estratega ruso. Poe no lo entendió de primer instancia, pues se quedó parado en medio del cuarto esperando que algo pasara, hasta que se percató de que el contrario esperaba privacidad para poder cambiar la pijama y mostrarse tal vez algo más presentable.
Avergonzado, se retiró sin siquiera decir nada coherente, lo intentó a base de murmullos y tartamudeos desidiosos.
Poe era un desastre en la mayoría de situaciones, no lo podía evitar. Y últimamente lo era más con Ranpo rondando cerca del radio que puede soportar. Se pregunta por qué será, si es alguna clase de instinto esconderse de su mirada y personalidad deductiva. No es un idiota, sin embargo últimamente lo hace parecer por sus tontas palabras y acciones, no es justo, básicamente porque no sabe la razón, circunstancia o motivo por el que actúa así.
Ha llegado a la conclusión de que se debe al cansancio, es incoherente y encaja perfecto a la vez, tanto así que es difícil descubrirlo.
Por ahora, se mantendrá al margen mientras sigue cumpliendo sus misiones con el gremio; después de todo, para eso está aquí.
—Bueno, Poe-kun, me voy ahora. —dice Ranpo desde la puerta de la habitación que da al pasillo.
El susodicho asoma la cabeza desde una extensión de su dormitorio y se le queda viendo unos momentos. No pensó que la ropa que le habían comprado entre él y Yosano le quedaría tan bien. Y eso que eran cosas superficiales de un mismo color casi todo el conjunto.
—Sí, que te vaya bien. —se lo dijo, y cuando se escuchó a sí mismo se dio vergüenza. Sonó casi como si se fuera a ir al mismísimo campo de batalla. —Eh, bueno, espero que no haya sido para ayer.
—Yo también. —Ranpo actúa natural, mira el manojo de la puerta y se voltea a verlo una vez más. —Espero que acabes todo tu trabajo, te hace falta un descanso.
—Yo también. —suspiró Poe cuando Ranpo ya había salido de la habitación y cerrado la puerta.
Para cuando se dio cuenta de lo estúpido que había sido con eso, era tarde. Se arrastró por la pared más cercana que tenía y se llevó las manos a la cara, queriendo ocultar su ser de la realidad.
Después, su mente colapsó.
No podía ser posible, al menos para él, que un sentimiento como este se mantenga floreciendo dentro de su corazón. Hay un sentimiento por Edogawa Ranpo que yace desde el interior de Poe, no sabe si es desde su corazón o directamente de su alma.
Se siente raro, se siente mal. Jamás se había sentido de esta forma y es algo totalmente nuevo y difícil para una persona como él.
Ante toda esta nueva situación, solo había una forma de distraerse y olvidar el tema lo más que pueda hasta que, de alguna u otra forma, su cerebro, corazón y estómago decidan superarlo: Ponerse a trabajar.
No es algo que no tenga ya adelantado, pero simplemente no se puede detener ahora. Hay demasiadas estructuras por calcular para que la nueva base no se caiga ni sea invadida con facilidad, demasiados materiales que escoger para que cumpla con las restricciones de la localización y, desde luego, tiene que ponerse a verificar la topografía para una cimentación correcta. Después de terminar todo eso, le podrá pasar el problema a otro, por ahora este es su deber. Uno que llegó a buen tiempo para no hacerlo pensar en cosas sinsentido.
—Necesito referencias. —Edgar aplasta sus mejillas con sus propias manos al estar pensando, es un viejo hábito que aprendió mientras Herman se hacía mayor. —¿Debo ir a la biblioteca?
Un quejido de mala gana sale de su boca, odia con todo su ser tener que salir a cualquier lado de esta nave. Sí, hay gente que ya lo conoce, y sí, tal vez la mayoría de ellos no lo odian como él piensa que lo hacen, pero es simplemente incapaz.
Llámese trauma o estrés, Poe desde hace muchos años no puede sentirse seguro fuera de su habitación.
Sus dientes apretados truenan bajo el golpe cronometrado que les da con sus uñas, hay algo que lo inquieta y no sabe de dónde proviene ese sentimiento. Si es por su futura aventura de camino a la biblioteca o por alguna otra cosa que esté por venir.
—Karl, haremos un rápido viaje a la biblioteca. —Poe se coloca su abrigo marrón largo, una de las mejores cosas que tiene para sentirse bien consigo mismo una vez que no está entre esas cuatro paredes. —No nos tardemos.
El incentivo para salir es meramente distraerse, solo se pregunta si es buena idea que sea con miedo en lugar de haber escogido cualquier otra cosa.
No han pasado ni cinco minutos desde que se adentró en los pasillos de Moby Dick, de todos modos él siente que lleva caminando media hora en un recorrido sin fin. Como si a cada paso que da, las paredes se contraen o el espacio se vuelve reducido; esto no es claustrofobia, ya lo han revisado para descartar, es algo más.
Escucha ruidos de otras habitaciones, de otros lugares más lejanos o más cercanos, Karl está en su cabeza intentando mantenerlo a raya para que no sobrepiense las cosas.
Para terminar con esto, Poe acelera su paso por los lugares que ya conoce, pues antes de sentirse de esta forma cada que sale, su lugar favorito para visitar era la biblioteca, cómo amaba ese lugar de principio a fin. Después solo decidió construir su propio lugar en su habitación, poco a poco fue perdiendo la emoción de ver docenas de libros, solo se volvió habitual.
Abrió las grandes puertas y se vio salvaguardado, dentro de ese lugar no se sentía inseguro, no obstante, no se terminaba de sentir en completa calma.
Sin hablar con nadie, se adentró a la zona de libros científicos y tesis de estudios universitarios, en su mayoría había sobre medicina, política, relaciones extranjeras, etc. A su petición, también había sobre ingeniería y arquitectura para futuras referencias.
—Poe-kun. —llamó alguien a su lado mientras él se concentraba en buscar libros, de repente dio un salto y casi grita con horror. —Oh, lo siento. Es solo que no pensé que saldrías de tu habitación. —la mujer con la que había estado hace no más de veinte minutos estaba aquí, con él en la biblioteca.
—Yosano-sensei, solo eres tú. —se permitió relajarse. —¿Qué haces aquí?
—Busco guías para ayudar a Ranpo a que deje las vitaminas. —toma uno de los libros que salva en sus brazos y se lo enseña. —Si hemos de hacerlo, deberé poner todo de mí para que sea correcto. Una mala medicación y le puedo arruinar la vida para siempre.
—Tiene sentido, es un tema delicado. —Poe sigue sin mirarla a los ojos, él busca lo que no puede encontrar y permanece fingiendo demencia.
No hay mucho que decir después de eso, Poe hace su mayor esfuerzo para actuar normal y crear un ambiente cómodo. No lo logra.
En los ojos de Yosano ve una vacilación rara, muy diferente de lo que está acostumbrado a percibir de ella, como si su poderosa aura se atenuara de a ratos.
—¿Todo está en orden? —teme preguntar, pero lo hace de todos modos, tomándola desprevenida.
Sus ojos viajan a sus muslos por un instante, uno tan leve que apenas podría decirse a dónde estaba mirando.
—En realidad no. —sigue flaqueando. Poe intenta apoyarla desde la distancia, intervenir en su soliloquio no parecía lo correcto, tal vez contacto físico podría ayudar. —¡Agh!
Ella se golpeó la cabeza con el estante de libros más cercano, lo hizo temblar y uno que otro cayó cerca, pero ella no se movió después del impacto.
—¡Yosano-sensei, ¿te encuentras bien?! —socorre de inmediato.
—Sí, lo siento. —dice. —Solo es algo muy difícil de lo que hablar. —muerde sus labios con fuerza, como si quisiera sacarse sangre a propósito. Después voltea a ver a Poe y toma aliento para hablar. —¿Te puedo contar algo?
Edgar no está seguro de si es un tema de estado militar o uno meramente personal. Como sea, él acepta, porque dentro de su mente, existe una pequeña posibilidad de que se trate de Ranpo, Dazai y Fyodor, o en especifico sobre el plan para terminar la guerra que los tres estaban ideando. Algo que se muere por saber.
Yosano pregunta sobre moverse de sitio, a lo que él niega de inmediato, puede que haya sido egoísta dada la fina capa de la conversación, pero ella accedió, tal vez alguien le había dicho sobre su condición, o quizá solo era muy comprensible.
Todo lo que hablaron, aquello por lo que la fémina se veía tan angustiada antes, fue un completo despertar para el cerebro de Poe. Cosas que no sabía de Ranpo y que en ningún momento se habían podido aclarar debido a que nunca existió un lugar o situación adecuada para ello. Había innumerables cosas nuevas en esta retroalimentación, la mayoría de ellas eran malas, horrorosas, algunas otras solo cumplían con la clasificación de una advertencia o recomendación. Nada de eso fue algo para lo que lo hayan preparado, ni siquiera en un ambiente tan hostil como en el que vive en la actualidad.
Nunca se habría imaginado que un mero estratega pudiera pasar por tanto, usualmente se piensa que los soldados son quienes más sufren, los encargados de llevar el arma con la que se mata y dispara. No pretende quitarles crédito, es obvio que hay secuelas en cada uno de ellos, pero usualmente es más hablado sobre eso.
Y tenía sentido, la sobreexplotación, la privación de libertad en la que mantuvieron a Ranpo, así como todos los medios posibles que usaron para que él no se entera de nada, era aterrador.
Él tenía seis años cuando todo empezó. Actualmente tiene veinte y un poco más. ¿Él realmente podría llegar a sanar de todo lo que sucedió en las bases militares? Él era un niño.
Yosano, está seguro, no lo dijo con una intención más allá de "ten cuidado" o "para que sepas qué hacer en caso de" pero Edgar ahora entiende. Ahora entiende todo y se siente una terrible persona.
Ranpo no es el único que sufrió en esta guerra, eso es evidente ante los ojos de todo el mundo, sin embargo siempre fue tachado como uno de los principales problemas de las desgracias y, entre las personas de alto rango, la razón por la que había iniciado todo en primer lugar. Nadie nunca se detuvo a pensar en que, para finalizar las cosas no había que matarlo, sino que devían salvarlo.
Él no es mala persona, se nota en el aura que emite a las personas a su alrededor, en todo el esfuerzo que puso en cuidar a sus amigos para que nadie los tratara igual que a él.
Ranpo no es mala persona, solo hizo cosas imperdonables.
—Karl, creo que lo hemos juzgado mal. —el animalito chilla en contra de sus palabras. —Cierto, solo yo lo juzgué mal.
Hubo un momento en la vida de Edgar, en el preciso momento en que lo pusieron a cargo de este caso estratégico, que Poe casi sale de Guild por tal obligación. Hoy día se siente como un bebé berrinchudo.
—¿Será sospechoso si me disculpo por eso? —sería raro solo llegar y pedir perdón por sus actitudes cuando se aseguró muy bien de ser hipócrita cerca de él, tratándolo con flores mientras lo odiaba en secreto.
Desde luego todo terminó siendo contraproducente, dándose cuenta hace tan solo unas horas de lo que la presencia de Ranpo en su vida estaba logrando. Pareciera que su mundo solo podía girar en torno a él.
Poe llegó al pasillo de su habitación, hace mucho que dejó a Yosano en la biblioteca y se dispuso a regresar con sus propios libros para terminar aquellos planos que dejó pegados en su escritorio.
En cuanto entró, no esperó ver a su compañero de cuarto sentado en su propia cama, de espaldas a la puerta y con la cabeza agachada, parecía estar escribiendo en un cuaderno de su regazo.
Es más, no creyó que lo vería tan pronto.
—Ranpo-kun, terminaste rápido. —se quita su abrigo largo y sus botas. Hoy, solo con su camisa blanca y simple tenía para pasar el resto del día. Aunque esperó durante todo su movimiento, no hubo respuesta. —¿Ranpo-kun? ¿Está todo en orden?
Avanzó con cautela, lo último que quiere es provocar una reacción negativa en él.
Tomó su hombro con cuidado, fue bastante cuidadoso en su acción, de lo contrario hubiera respondido con un sobresalto. En cambio, lo volteó a ver con lentitud, un poco asustado.
—Qué bueno que seas tú, Poe-kun. —le dijo con el rostro bañado en angustia. —Creí que, que eras alguien más.
—No, está bien. Soy solo yo. —se sentó a su lado y miró directo al cuaderno. —¿Qué escribes?
—Es la estrategia para finalizar la guerra. —Poe alcanzaba a ver todo lo escrito, sin embargo estaba en una amorfa combinación entre ruso y japonés, había fragmentos de ambos, pero en su mayoría de japonés. Son palabras que le cuesta leer, pero se grabó algunas para buscarlas más tarde en un diccionario.
—Me parece que han avanzado mucho. —Poe sonríe cerrando sus ojos y alzando la cabeza. Mira a su compañero mientras abre los ojos al término de su sonrisa, él no dice ni hace nada, está decaído.
—Sí, eso creo. —Ranpo hace una mueca. En eso, Poe percibe un ligero color rojo volviéndose morado, en la mejilla contraria a la que tiene alcance.
—Ranpo-kun, ¿qué tienes ahí? —dice extendiendo su mano, él lo evita por reflejo. —Déjame verlo. —se extiende más, y él se aleja otra vez. —Edogawa Ranpo, déjame verte.
Es una orden, y vaya que no le gustaba haberlo dicho así, fue tan obediente cuando alguien le ordena las cosas.
Se detuvo de inmediato, dejando que Poe lo tome en sus dos manos, pálidas, un poco callosas y largas manos.
Su protegido por reflejo lo sujeta de la muñeca, quiere evitar que vea lo que sucedió en su mejilla. Quiere evitar que vea la marca reciente de un golpe, posible puñetazo, opacando su blanca piel.
—¿Qué sucedió? —no hay contestación. No está dispuesto a hablar de esto. —¿Por qué no dijiste nada?
—No es necesario. —dice.
—Claro que es necesario. —se levanta y se posa frente a sus ojos, desbloqueando la vista cerrada de su flequillo. —¿Qué sucedió?
—No fue nada.
—Pero sí lo fue. Esto no pasa por nada. —lo examina más de cerca, viendo cómo Ranpo aprieta sus labios, tal cual lo había hecho Yosano antes de su plática en la biblioteca. —Dime, ¿qué sucedió?
Gracias al silencio de unos minutos, Poe puede escuchar cómo algo se quiebra. No está seguro si fue físico, como un hueso o el chasquido de los dientes. Pero si tuviera que apostar, por toda esta situación, podría estar seguro de que fue algo sentimental, o peor aún. El alma de Ranpo, quebrarse.
—¡No fue mi intención! —Ranpo comienza a gritar, llorando, su cabeza también secunda su tristeza y se sacude para evitar un contacto visual fijo. —¡No quería hacerlo, yo no quería! ¡Fukuchi me dijo que tenía que hacerlo o sino me dejaba morir! Yo era un niño, no quería morir. —Poe no puede entender una palabra de lo que está diciendo, mejor dicho, no lo puede conectar con nada. Solo está ahí, usando sus brazos para resguardar a Ranpo del mundo exterior. —No quería morir.
—¿A qué te refieres? —pregunta.
—¡Maté a los padres de Fyodor! —eso fue una bomba en la mente de Edgar. —Habíamos estado hablando y entonces surgió el tema. Me di cuenta de inmediato que fue la primera tarea que me ordenó hacer el comandante. Y me dijo que fue la razón por la que inició la guerra. —lloraba mares, recordando el primer mes, año y cumpleaños que pasó ahí hasta que finalizó dicha misión. —¡Yo no quería! ¡No tuve elección!
Desconsolado por las crueles acciones que él mismo cometió, se encerró entre el cuello y el hombro de Poe, buscando refugio de una vida en el pasado en la que todo lo dicho fue verídico. Se marchó a un mundo donde él no hizo todo aquello, no cometió tales atrocidades.
Edgar no supo qué contestar, no había palabras razonables que pudieran salir de su boca para ayudar, a pesar de lo mucho que se está encariñando con Ranpo, no puede negar lo que hizo. A pesar de que sabe que no tuvo elección, no puede borrar el daño.
Él era un niño, por supuesto, la culpa no era suya, era de Fukuchi Ouchi y Mori Ougau. Aún así, ¿cómo se lo debe explicar, cuando está tan seguro de que fue su culpa?
—Merezco morir igual que a todos los que maté, ¿no es así? —él sigue escondido, evadiendo la mirada triste de Poe. Sus ojos estaban aguados por solo pensarlo, no podría aceptar que Ranpo muera de tal forma. No sin antes haber sido feliz.
—Ranpo-kun, quisiera preguntarte, entre un arma y una persona que sostiene el arma, ¿quién es el que mata a las personas? —Ranpo se recostó de perfil para ver la luz de la habitación, sus ojos rojos se lastimaron por el repentino cambio. —¿Es el arma, que fue diseñada para herir personas? ¿O es la persona, que decidió disparar directo al corazón?
Se tomó su tiempo para pensarlo, era una delicada pregunta que, apenas la hizo, pudo notar con qué intención fue.
—Ambas. —respondió.
Poe sobó su melena azabache mientras se convencía de que lo que fuera a decir no arruinaría más las cosas.
—Mataste personas, pero quiero que sepas que no fue tu culpa que te usaran para matar. —su respiración iba cortante respecto a sus sentimientos encontrados entre el amor y el odio. —Tienes el mismo potencial de salvar personas, así como de matarlas. Pero esa responsabilidad ya está dentro de ti, Ranpo. Ahora eres capaz de elegir lo que quieres hacer por los que seguimos vivos.
Una vez más, las lágrimas salieron de los ojos de Ranpo, se aferró con todo lo que tenía al pecho de Edgar mientras lloraba desgarrando su garganta. Era algo difícil de procesar, Ranpo mató, así como salvó personas. Poe no podía aplaudir todo lo que hizo, sin embargo, podía demostrarle que aún no se terminaban las cosas y que podía hacer más.
Las personas se pueden salvar siempre que haya aunque sea una persona que crea en ellas.
Ranpo aún puede arreglar su vida.
Chapter 7: 0;07
Summary:
Acerca del trauma de Poe, la intimidad y su tensión sexual no resuelta, traumas, traumas y desenlace...
Notes:
Descripciones gráficas de violencia típicas del canon.
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Edgar está solo.
Se encuentra a sí mismo despertando, solo en su habitación, no hay siquiera luz del sol filtrándose por la cortina oscura de la ventana. Sabe que hay algo raro, sabe que algo ha perdido, mas no logra averiguar qué le falta.
Se siente pequeño, no como el hombre de metro noventa que siempre es, sino como un niño o adolescente, incluso sus cosas están hechas a la medida para alguien más pequeño. Lo cual, también es realmente extraño. Incluso si se trata de Edgar más joven, él era muy alto para lo promedio.
Escucha sollozos. No sabe de qué dirección provienen, pues el sonido se opaca por la puerta y las paredes.
Los sollozos parecen de algún conocido, pero no identifica de quién es.
Curioso, se quita las sábanas y sale de su cama. Camina hasta la puerta y la entreabre un poco para oír lo que hay del otro lado y no está seguro de por qué se muestra acceso a otra habitación en vez del pasillo de Moby Dick; mucho menos entiende porqué hay un hombre que solo ha visto en fotos y un pequeño Ranpo.
El hombre lleva una espada en su mano derecha y la otra se mantiene cerrada, su mirada es dura y penetrante, haría llorar a cualquier enemigo que lo tuviera enfrente. Pero el pequeño Ranpo no llora, lo intenta pero por el mismo lado, lo desafía. Su respiración es irregular, lo que demuestra su miedo ante la situación, sin embargo su mirada es de rencor y odio, sus iris están consumidos por flamas verdes de ira que solo respaldan más su punto.
—¿Te crees muy listo? —ante la pregunta del hombre, el pequeño Ranpo retrocede unos pasos arrastrándose con su columna y sus manos. —Te crees muy listo.
Lo siguiente que Poe observa es un corte limpio en medio del pecho del pequeño Ranpo.
Después, todo es blanco. No hay nada más que blanco y un Edgar parado en ese vacío inmenso. Después aparece otra puerta. Desde luego duda en abrirla, pero sin soportar más estar en ese estado puro que lastima la vista, él se acerca y abre la puerta.
En esta sí encuentra el pasillo de la ballena que estaba buscando desde un principio. Para su mala suerte, no es el único, muchos de sus compañeros y amigos están corriendo en dirección a la salida convencional.
—¡Edgar, Edgar! —Herman se acerca con ímpetu y lo toma de las manos, instando a que ande por sí solo y siga a la multitud —Estamos bajo ataque, Edgar, tienes que ayudar a evacuar, sobre todo a los más jóvenes.
Ah, recuerda esto. Sin embargo, ¿por qué lo recuerda? Aún no ha pasado.
Algo inaudible sale de su garganta, mas sigue las indicaciones dadas y se dispone a ayudar.
Él ayudó en la transformación de Moby Dick para equiparla con lo necesario y más para que fuera una base aérea, sabe todas las salidas, rutas de evacuación y conoce cada habitación como la palma de su mano. Se dirige a la zona más cercana que no ha sido evacuada. Toca tres puertas diferentes mientras espera la respuesta de la anterior. Cuando todos salen a la vez, les dice qué hacer, a dónde ir y a quién seguir.
Dos de sus compañeros lo alcanzan desde atrás.
—¡Edgar, estás bien! —se acerca la dulce chica de cabello castaño y atuendo extravagante —Parece ser que Fukuzawa y Francis salieron para una confrontación directa. Herman sigue dentro de la ballena, pero quiere que evacuemos y buscar que Lucy resguarde a los más que pueda.
—Una vez que todos estemos afuera, revocará a Moby Dick y la invocará de nuevo más lejos en unos kilómetros —dice su otro compañero al lado, Hawthorne —. Me parece arriesgado, pero asegura que funcionará.
No importaba si era o no arriesgado, Edgar mantiene su confianza por completo en el hombre y en los otros dos que pelean por su seguridad. Siempre procurando la vida de niños y adolescentes, que por las propias.
Un silbido por la izquierda los petrifica en sus lugares. Para cuando voltean, un misil se asoma por los grandes ventanales frente a ellos, frente a Edgar, Margaret y Hawthorne.
Margaret se para frente a ellos, reaccionando más rápido y, esperando al primer segundo que el misil rompió el cristal, para activar su poder. Lo pudo haber logrado, mas el misil era muy rápido para su poder apenas entrenado. Ella no logró esquivarlo, sin embargo Hawthorne se posó frente a ella para cubrir el daño pese a las quejas y vociferaciones de Edgar.
Moby Dick se destruyó en ese segundo.
Margaret y Edgar no volvieron a ser los mismos después de ver el cadáver de su amigo en las condiciones en las que terminó.
Lo último que Edgar recuerda de lo que vio, era el desmembramiento del brazo cubierto por la sangre carmesí que se coagulaba poco a poco, revelando que Hawthorne usó su poder para cubrirlos, y que aún en ese estado apenas se desactivaba la habilidad.
Edgar perdió el aliento y cayó al piso.
Todo se volvió negro.
—¡Basta! —gritó Poe saltando sobre su cama, con el corazón acelerado y la respiración atorada en su garganta. Sentía que no estaba respirando ¿Por qué no estaba respirando?
Sus manos frías se sacudieron ante la sensación caliente de otro par de manos, bajó la vista y la volvió a subir, aunque la mayor parte de la habitación estaba sumida en la penumbra nocturna, la luz que siempre deja encendida para Ranpo, iluminaba lo suficiente para ver los ojos verde preocupados y asustados de Ranpo.
—Ya estás de vuelta —lo dijo, al ver sus ojos, porque sí, se despeinó tanto entre su pelea con las sábanas y el sudor pegándose en su frente y rostro que dejó visibles sus ojos. Una minúscula parte, pero era más de lo que usualmente deja ver.
—¿De... vuelta? —arquea una ceja y Ranpo abre más sus ojos —¿A dónde..? ¿A dónde me fui?
—Al lugar al que todos regresamos cuando nos duele demasiado algo.
Ranpo ahora se ve más relajado.
—Perdón —Poe se rasca la mejilla por la inquietud de haber sido un escándalo —. ¿Te asusté?
—Sí, un poco —es demasiado notorio como para mentir —. Aunque no te disculpes, no es que sea la primera vez que veo a alguien teniendo una pesadilla.
—Déjame adivinar —Poe finge que piensa un poco las cosas —¿Dazai y Yosano? —Ranpo cruza los brazos y Poe se ríe ante esa actitud —Ya, ya, perdón, pero debes admitir que no es ningún secreto.
—Tal vez sea verdad.
Oh, no, definitivamente es verdad, pero Poe no se atreve a decirlo y Ranpo no vuelve a tocar el tema, solo se quedan mirando esperando a que el contrario empiece un nuevo tema de conversación, de preferencia sobre la razón de que estén así en primer lugar.
No obstante, ninguno dice nada. Las cálidas manos de Ranpo aún tocan las frías de Poe, y aunque ambos están conscientes del toque, ninguno pretende anularlo ni apartarse. Los ojos verdes de Ranpo no están tan abiertos y sorprendidos como hace unos momentos, tampoco están por completo cerrados. Algunos cabellos estorban en su mirada, y cuando quiere hacer algo al respecto, la mano de Poe que sujetaba, ahora aparta su mechón rebelde.
Sus pieles se rozan de nuevo, pero diferente, y Ranpo siente un escalofrío que logra disimular a duras penas. Poe tal vez se dio cuenta, porque curva levemente sus labios hacia arriba. Imperceptible en cualquier otro momento, no ahora que se encuentran tan cerca.
La mano de Poe sigue cerca de su cabello, no sabe a dónde llevarla porque apartarse no es una opción.
Entonces roza la mejilla de Ranpo y la reacción que le otorga es hechizante. Pareciera al principio un leve rechazo ante la duda de ser tocado de nuevo y sin aviso, terminando con un correspondido ladeo de su cabeza para unirlos aún más. Sus mechones danzan entre su frente y sus ojos, desperdiciando el esfuerzo de Poe de mover los obstáculos para apreciarlo. Bufa divertido por ello.
Ejerce una fuerza tierna, que acerca a Ranpo a su posición sin lastimarlo, no puede resistirlo. Hace solo unos días descubre que siente algo por Ranpo, no sabe qué es, no se atreve a averiguarlo, y ahora están así. Están así y Poe sabe lo que malditamente significa.
Debe estar loco, aunque no le importa estar loco. No le importa si está loco, porque entonces la locura lo hace ver esos hermosos ojos verdes como si fueran gemas, ese hermoso cabello azabache bailando con el viento. Entonces la locura lo hace ver estrellas pero también lo hace tocar el cielo.
Y es injusto.
Poe exhala exasperado, muy cerca de Ranpo como para que no lo sienta.
—Ranpo, si yo... —él lo observa esperando a que anule su duda sin tener que soltar su pregunta. De verdad se nota que no entiende lo que está pasando, y que aún así le gusta. Pero sabe que debe preguntar. Sabe que debe estar seguro, que Ranpo debe estar seguro. Al menos de que sabe lo que es esto —Si yo te besara ¿Qué harías, Ranpo?
Porque Yosano le explicó. Yosano le dijo.
—¿Qué debo hacer? —pregunta. Genuinamente. Y Poe siente que lo aplastan.
Edogawa Ranpo no conoce el amor.
Y tiene sentido. Y es jodidamente injusto.
—¿Dije algo malo? —debió estar poniendo una cara pesada pues desde luego Ranpo se iba a dar cuenta del desánimo en su mirada.
—No —tranquiliza, lo intenta tranquilizar a él, porque tranquilizarse a sí mismo es una pérdida de tiempo —. No es nada que sea culpa tuya.
Bajo esos ojos esmeralda que lo examinan de arriba abajo se siente presionado para sacar todos sus sentimientos y obligarlo a decir qué era lo que le preocupaba de toda la situación, mas no sería capaz de decirlo. No quiere preocupar más a Ranpo, no ahora, no cuando recién una semana pasó desde lo de Dostoyevsky.
—¡Dostoyevsky! —se escucha un grito desde fuera de la habitación y Poe se pregunta si sigue dentro de su sueño o está despierto en la realidad y Fyodor solo fue muy oportuno —¡Que ni siquiera se te ocurra!
Esa parecía ser la voz de Dazai sin duda.
Edogawa también se vio consternado por la interrupción desde luego, no todos los días se puede escuchar a Dazai perder la paciencia por algo y, de entre las muchas personas que hay dentro de Moby Dick, Ranpo era quien mejor lo sabe.
Dostoyevsky irrumpió en la habitación, empujando la puerta sin importarle la cosa.
Al entrar, la mirada que le dirigió a Poe no duró ni dos segundos, mas la dirigida a Ranpo fue hecha con resentimiento puro. Le cerró la puerta en la cara a Dazai y le colocó el seguro para evitar que arruine sus planes, aunque fuera por un minuto eso le daría una ventaja sobre la situación que estuviese pasando.
Con furia tomó el brazo de Ranpo y lo estrujó en su rencor. Para Poe, era increíble pensar que la condición débil de Fyodor pudiera ayudar a lastimar a Ranpo, pero al menos uno de los dos tenía permitido ver la luz del sol y no depender de vitaminas, así que hacía un poco de sentido que fuera fácil lastimarlo sin siquiera estar ejerciendo una fuerza fuera de lo común. Y sí, supo que lo estaba lastimando porque Ranpo abrió los ojos por la brusquedad y el miedo (tal vez de recuerdos más que por la situación).
—¿Se puede saber qué diablos haces, Dostoyevsky? —pregunta Edgar al alcanzarlo e interrumpir el movimiento por medio del agarre entre Fyodor y el brazo de Ranpo —No puedes simplemente entrar de esa forma y llevarte a mi compañero de cuarto —romper el agarre fue una tarea simple, afrontar los ojos furiosos del ruso fue mucho más complejo —. Mucho menos tienes permitido lastimarlo así.
—Sí puedo y no necesitas saberlo —simplificó —. No me importa si eres el hijo de Herman, si quiero hacer algo yo lo hago.
Aprovechando el desconcierto en el que dejó a Poe, Fyodor volvió a tomar las mismas medidas bruscas y se llevó a Ranpo al baño junto con él y los encerró al primer instante en que tuvo oportunidad.
—¿Qué mierda le pasa al seguro de tu puerta? —bociferó Dazai desde el pórtico habiendo forzado la cerradura. Enojado. Bastante enojado.
—Son cerraduras de seguridad extrema —contestó Poe y ya no volvió a recibir preguntas de su parte, sino que se enfocó en la puerta del baño exhalando porque al parecer era igual a la que estaba en la entrada de su dormitorio.
Claro, Poe era el único que tenía cerraduras así dentro de Moby Dick, y está seguro que solo una caja fuerte igualaría su seguridad.
—¡Fyodor! —golpeó la puerta con su puño un par de veces, sin rendirse aún con la cerradura. Viendo eso, Poe comenzó a buscar la llave que tiene guardada, creyendo que sería más rápido —¡Ranpo no escuches nada de lo que te diga!
—No te va a oír, la habitación está insonorizada —otorgó Poe sin dejar de buscar la llave que no estaba en su lugar —. El baño no lo está, pero es lo suficientemente amplio como para que el poco sonido que entre y salga se pierda.
Edgar se sintió culpable por alguna razón, ya que nunca pensó que las medidas que había implementado en su habitación para lograr sentirse seguro pudieran causar un conflicto de esta magnitud.
De repente, el silencio en el que estaba absorto el baño se volvió ruido sordo, como de una pelea; y si Dazai ya estaba lo suficientemente angustiado como para atrasarse en abrir la cerradura, ahora lo estaba más. Cada sonido se escuchaba como forcejeo de una pelea, entre los pasos que rechinaban inevitablemente en el piso pulido, hasta el remanente de un grito convertido en murmuro.
No pasó mucho más antes de que Dazai lograra forzar la cerradura, y a Edgar ni siquiera le dolió por inutilizarla, ambos solo entraron y vieron la figura de Ranpo en el suelo, a unos centímetros de tocar la regadera, su cara estaba llena de golpes que comenzaba su transformación a moretones. Fyodor volteó a verlos con golpes repartidos, en menor medida, demostrando quién terminó recibiendo más palizas.
Los ojos en la mirada de Fyodor eran fríos, Edgar sintió un pánico terrible y no tiene ganas de pensar en lo que debió sentir Ranpo, porque él estaba...
Él estaba tirado en el piso con una cara seria e imperturbable.
El rostro de Ranpo no remarcaba ninguna emoción y no supo si eso era bueno o malo porque esto le estaba afectando de alguna forma, ¿o no?
Poe se dirigió a Ranpo para ayudarlo a levantarse, y cuando Fyodor se fue sin siquiera decir nada más, Dazai lo siguió para reclamarle todo lo que quiso decirle desde, probablemente, los gritos por el pasillo.
—Poe-kun —le habla, pero no lo mira. Hay un punto específico al que mira, pero ya no hay nadie allí y Edgar piensa que se está perdiendo de algo —. ¿Crees que alguien me extrañaría si yo faltara?
¿Por qué dice eso? ¿De qué está hablando?
—Claro, Ranpo —guía su mirada hasta su propio rostro —Desde luego que están Yosano, Dazai y —su pausa logra sacar de su desconcierto al hombre —, bueno yo, por supuesto.
Entonces el silencio abunda y se aparta para ir a su cama por su cuenta, Poe solo lo observa, le da una mirada rápida al baño buscando el botiquín, lo toma y se dirige a donde ve a Ranpo sentado con la mirada en blanco.
Se acerca con mucho cuidado a su lado, lo menos que quiere es asustarlo y que rechace su tacto y su cuidado.
—¿Estás pensando en algo? —es obvio que está pensando en algo, pero Edgar solo finge demencia esperando que el contrario tenga la confianza para hablar —¿Quieres hablar de lo que sucedió con Dostoyevsky?
No hay respuesta, ni siquiera un asentimiento de cabeza o algo que le indique si debería seguir hablando o debería guardarse sus preguntas para después. No cree que haya un después adecuado para hablar sobre lo que pasó allí adentro, de todos modos no va a presionar si eso afecta la mente de Ranpo.
Los golpes recibidos en la cara son ahora moretones, algunos se han hinchado a estas alturas, otros llevan más tiempo.
Poe comienza asegurándose de que las heridas no sean tan fuertes, tocando con delicadeza las zonas donde lo golpearon, admirando la belleza en sí misma pese a lo que podría referirse como imperfecciones. Sus ojos conectan nuevamente con lo de Ranpo, descubriendo sus pensamientos a través de un prístino cristal.
—¿No te importan mis heridas? —tal vez aún no lo entienda.
—No —responde Poe —. En lo más mínimo.
¿Cómo importarle? Su rostro puede asemejarse a la belleza personificada aún con toda la carga que lleva en cada expresión y en cada célula de sus ojos. ¿Las heridas mentales? Las procurará todo lo que sea necesario.
Las cejas de Ranpo se levantan ante la sorpresa de una respuesta tan rápida, corta, concisa. Parecía que esperaba que lo pensara un poco más.
Para Edgar, no había necesidad de pensar nada.
Edgar es un ser humano, y a pesar de lo que muchos piensan, le gusta el ser humano. Para Edgar, el ser humano es un cuerpo lleno de cicatrices y defectos que se personifican unos con otros y que todos ellos crean a una persona. Las imperfecciones relatan las vivencias de uno y respaldan la personalidad y el carácter.
—Las imperfecciones no son para tanto.
Pese a la respuesta, Ranpo no se ve muy convencido. Mueve su flequillo a un lado y lo mira directo a los ojos, buscando un ápice de duda.
—Tú me odias.
—No —Yo te amo —. Nunca odié quién fuiste. Sino lo que hiciste.
Los ojos esmeralda de Ranpo se cubrieron por una capa muy fina de cristal acuoso, solo pudo parpadear para evitar que se derritieran.
La mano en la frente de Poe cayó en el colchón y, temblorosa, dobló la parte inferior de la prenda de Ranpo. ¿Qué estaba haciendo el chico ahora?
Los ojos de Poe lo miraban fijamente sin entender sus acciones.
Sin aviso previo, Ranpo se quitó la playera y la tiró a un lado de su almohada. Después se quitó el pantalón de su pijama hasta quedar en boxers frente a la vista avergonzada de Poe.
—¿Me odias ahora? —Ranpo se señaló el pecho, el abdomen, las piernas, la espalda, los antebrazos.
Las cicatrices en su cuerpo eran discretas y hechas a la medida, provenientes de cuchillos, pistolas y una katana, ese corte profesional no podía provenir de ningún otro medio. Poe apretó los labios ante la vista. Una enorme impotencia lo recorrió.
Atravesando su pecho y abdomen, había una cicatriz demasiado grande que no pudo evitar quedarse viendo.
—Me odias —declaró, pero eso no sonó acusatorio. Era más bien como una realidad autoimpuesta que no tenía nada que ver con los verdaderos sentimientos de Poe.
Se acercó, era una distancia peligrosa.
—Nada me hará odiarte —juró. Porque no eran solo palabras, Edgar cada segundo que pasaba cerca de él se volvía más loco y más devoto a su presencia. Su corazón se derretía por cada acción, cada palabra, cada mirada que le dedicaba, aún sabiendo que no transmitía lo mismo que él quería recibir.
—He hecho muchas cosas terribles que merecen ser odiadas —Ranpo lo miraba acercarse pero no se rendía ante la estúpida de que Edgar lo odie.
Si solo lo supiera. Si tan solo entendiera qué es el amor y no la idea vaga que le hayan tenido que contar para mantenerlo a raya en su base, se lo diría. Le diría cuánto lo ama pese a cualquier cosa que haya podido hacer en el pasado.
Porque entonces entendería que no hay una razón lógica por la cual se haya enamorado de él, así como tampoco existe razón alguna para odiarlo como él piensa que hace.
Poe no es muy sutil con la necesidad que tiene de pegarse al cuerpo de Ranpo, porque no es tan fuerte, y porque sabe que al momento de que le ponga un alto o le muestre incomodidad, se detendrá. No recibe ni una mala reacción cuando arrastra su dedo por una de las cicatrices en el antebrazo de Ranpo (no es tan desvergonzado para tocar su pecho o abdomen).
—Dime cada cosa terrible que hayas hecho y... —y déjame amarte de todos modos —permíteme quedarme a tu lado.
Podría jurar que por unos segundos la respiración de Ranpo se detuvo ante sus palabras, y deseó fuertemente que no haya leído su mente.
Ranpo tiene unos pocos años menos que él, los dos son adultos, aún así no puede evitar pensar que se está aprovechando de su vulnerabilidad y que debe parar. Su cuerpo quiere seguir recorriendo la piel cosida y cosida de Ranpo, su mente le dice que pare. Sus ojos quieren memorizar cada parte de él, su nariz quiere olfatear su aroma hasta que memorice cómo huele el aire cuando él está cerca, su boca quiere encerrar los labios del contrario. Pero su mente quiere saber acerca del daño.
Y no lo quiere asustar, así que se aleja poco a poco con tanto dolor. Casi siente que la piel de Ranpo le robó un pedazo de la suya, porque arde profundamente como si hubiera dejado una parte de él ahí.
Le acerca las prendas que tiró anteriormente y lo deja volverse a vestir.
—Yo no estuve siempre en la base —la mirada de Ranpo estaba decaída y eso fue suficiente para romper el círculo vicioso de los pensamientos de Poe —. Tú sabes que mis padres murieron cuando yo tenía seis —Poe asintió —. La policía me recogió pero el comandante nos interceptó de camino a la comisaría. Él mató a los policías para llevarme a su base. Eso no lo hizo frente a mí, pero yo sé que así fue.
Ranpo todavía recuerda la mano extendida hacia su pequeño cuerpo parado en el campo, diciendo que todo estaría bien. También recuerda la otra mano dirigida a la katana en su cintura.
—No intentó mentirme cuando llegamos a la base; el comandante me dijo la situación, me dictó las reglas y me mostró mi habitación —continuó —. Unos días después conocí a Mori.
Esa habitación era blanca y tenía tonalidades distintas de gris, el diseño no se parecía en nada a donde estaba hace unas semanas, pero los colores y la vista nunca cambió.
—Los siguientes seis años aprendí estrategias con Mori y la educación básica para tomar en cuenta en las planificaciones —miró al estante repleto de libros al lado de la cama de Poe —. Supongo que nunca creyeron que sería importante hablarme sobre libros que no sean de historia.
—Y yo asumo que ni siquiera te contaron toda la historia —porque si estaba el hueco de los derechos humanos, temas románticos y de la sexualidad, Poe no quiere imaginarse qué otras cosas omitieron por su beneficio.
—Si yo me equivocaba en alguna planificación, había castigos. Muy severos —por instinto se cubrió el abdomen con los brazos, y los brazos con las manos —. Eran apenas lo suficiente para desmayarme, pero en ese entonces no era tan grave —. Ranpo apretó sus labios como si fuese a llorar. Miró el techo, evitando decir lo que iba a decir —. Hasta que... Hasta que Yosano llegó.
No era culpa de su amiga, lo sabe. Lo que pasó no estuvo en sus manos y jamás la culpará.
—El comandante vio una oportunidad en su poder de curación —unas lágrimas lograron escapar de uno de sus ojos —Después de todo, yo no me pude adaptar rápido pese a los castigos, y él me necesitaba con vida.
Pero a veces no puede evitar pensar que de no haber estado ella, las medidas que tomaba su comandante no hubieran llegado a tal extremo para dejarlo al borde de la muerte varias veces.
De no haber estado Yosano en esa base, ¿Ranpo habría siquiera sabido el peligro que realmente corría estando allí?
Los ojos de Poe rodaron en terror. Conoce muy pocos detalles específicos de la habilidad de Yosano, pero sin duda sabe una cosa que ella se encarga de especificar cada vez que alguien nuevo entra a Guild, antes de que le pidan un tratamiento.
El requisito de estar al borde de la muerte para que su habilidad funcione sin distinción.
—Él nunca usaba su katana contra mí, le gustaba repetirme que solo la usaba con sus enemigos y que yo no era uno de ellos —la voz de Ranpo empezó a temblar. Todo era tan vívido —. Usó cuchillos, agujas, pistolas, sus habilidades de combate —a este paso, su cuerpo se puso rígido y parecía fuera de sí —. Un día lo hice enojar de verdad. Yo tenía quince esa vez.
—Oye, oye, mírame —dijo Poe para distraerlo de su creciente angustia. Ranpo lo alcanzó con la mirada, recordó cómo respirar y continuó —. Está bien. Estás bien.
—Yo siempre tuve mis sospechas sobre la muerte de mis padres, buscaba una respuesta sobre eso a escondidas de Mori y el comandante —eso era el trato que usaron para atraerlo a Guild. Claro que debió notar que algo era extraño sobre eso —. Debí haber estado muy cerca de la verdad, siendo honesto ya no lo recuerdo.
Sus memorias sobre lo que buscaba estaban borrosas, pero lo que pasó ese día jamás podrá salir de su mente.
—Fui descubierto por un descuido y el comandante se enfureció tanto conmigo —su mano se acercaba a su pecho de a poco, donde Edgar recordaba esa marca recién descubierta —. Él me castigó por primera vez con su katana. Me cortó a la mitad del pecho. Y no dejó que Yosano me tratara. Todavía tengo secuelas de la herida.
Mientras más escuchaba, más terror le daba a Poe. Pensar que todo eso vivió Ranpo a una edad temprana, fue horrible.
—Yo tenía quince —repitió para su dolida alma —. Desde entonces empezó a ser más autoritario, más temperamental y nunca dejaba de observarme.
No dudó un segundo en protegerlo con sus brazos y reposar la cabeza de Ranpo en sus hombros mientras permitía un llanto infinito. Los sollozos de Ranpo se amortiguan por la posición, es demasiado difícil controlarlo. Después de los seis años nadie le permitió llorar así, no sabe cómo controlarse. Honestamente tampoco quiere controlarse.
La herida ha cicatrizado, pero todavía duele.
En otra circunstancias, con otra persona, Poe sabría cómo consolarlo, diciendo cosas cargadas de sentimiento igualitario "yo también sufrí por la guerra" pero es incapaz. No porque intente mentir. Considerando de todas las cosas de las que se culpa Ranpo, no puede solo llegar y decir que algo en lo que él fue partícipe (involuntariamente, pero partícipe de todas formas) lo afectó tanto en su vida.
De nuevo, pudo haberlo dicho con cualquier otra persona.
¿Qué quedaba por decir para ayudarlo?
—Ya estás a salvo, Ranpo —sus brazos se enredan todavía más para no dejar que vea la expresión que pone ante la verdad soltada —No vas a volver allí, estás lejos de él. Estás a salvo, porque estás conmigo ahora.
Poe quiso que alguien lo golpeara en la cara por decir algo tan revelador y estúpido al mismo tiempo. ¿Que él era capaz de salvar a Ranpo de todo el daño que Fukuchi Ouchi causó por dos décadas? Una completa locura. Aunque si el mundo se lo permitía, si le daban la oportunidad de permanecer al lado de Ranpo por más tiempo lo ha de intentar. No tienen que estar en una relación romántica para que lo quiera proteger de todos modos.
—¿Vas a quedarte conmigo? —lo dijo con tanta confusión posible, como si pese a todo lo ocurrido durante la charla no pudiera concebir a la idea de que alguien en verdad lo aprecia y que estaría dispuesto a todo por él —. Deberías estar resentido conmigo. La guerra debe haberte quitado mucho.
Si no entiende el amor, mucho menos entenderá la razón del por qué haría algo tan loco.
—Ranpo, son cosas que pasan en cualquier guerra —no por ello quiere decir que estén bien, pero de todos modos —. La guerra es lo que me arrebató gran parte de las cosas que he llegado a disfrutar, no te culpo por ello. Mírame —Poe forma un espacio entre ellos para señalar el desorden en su escritorio —, me he quejado acerca de lo que ocurrió en el pasado. Pero [yo también soy parte de la guerra].
Cualquiera en esta base tiene que entender que todos son parte de la guerra. Incluso si han sido un producto secundario de ella, ninguno tiene más derecho que otro de culpar a Ranpo ni juzgar lo que hizo. Porque para empezar, todos a diferencia de él, están aquí por cuenta propia. Hayan actuado en consecuencia de la parte que les arrebató muchas cosas, no importa nada de eso ahora.
No fue su decisión estar bajo el mando de Fukuchi, incluso lo trajeron a Moby Dick bajo sus términos y sin siquiera preguntar. Lo cual en este punto, es vergonzoso admitir que pudo ser la mejor opción al ver su sufrimiento.
¿Cuántas veces ha de haber implorado salir de ahí? ¿Cuántas veces pensó en salir vivo? O a cualquier costo.
Es impensable que el único no dotado de una habilidad sea el primero al que le tienen miedo. El primero en ser juzgado, señalado y usado como chivo expiatorio para justificar toda la sangre que ha corrido por ambos bandos en esta guerra cruel, sin sentido y aparentemente eterna.
—Nada de esto es tu culpa ni está en tus manos el llevar ese peso.
Hubo un silencio pesado que le dio un vuelco a Poe en el estómago. Algo no iba bien, después de esa plática no podía solo ignorar las pequeñas reacciones que Ranpo hacía cada vez más. Incluso cuando Fukuzawa entró después de unas horas para avisar una vez más que Moby Dick haría una parada en una ciudad costera de Japón pudo apreciar los pequeños y más imperceptibles movimientos del ceño de Ranpo.
Por ejemplo ahora, se le veía perdido, temblando en un mismo sitio sin saber qué hacer o decir.
Era obvio que regresar al país natal de su nacimiento y sus traumas no le caería muy bien; debía ser eso seguro. Hablaría con Herman y Fukuzawa (los hombres más comprensivos) respecto a quién ideó una parada como tal y, sobre todo, avisándole a Ranpo.
Unos golpes se hicieron presentes en el lugar, después de la visita de Fukuzawa, nadie más había venido a ver el estado en el que se encontraban. Eso era muy raro, ni Yosano ni Dazai se hacían presentes por la zona.
Nadie más iba a abrir si no era él así que se dirigió a la puerta observando a Ranpo en todo momento, se le veía bajo presión y no está seguro de por qué. El culpable es en definitiva Fyodor, sin embargo, al no querer hablar de eso no está muy seguro de poder ayudar como debería de hacerlo.
—¡Edgar! —la voz susurrante de Louisa lo tomó desprevenido. De todas las personas en Moby Dick era a la que menos esperaba, claramente.
No es que no hablen mucho, de hecho ha pasado un tiempo extenso desde su última interacción cara a cara, si no lo notó fue por la presencia constante e Ranpo y el revoltijo de emociones en el que se encontraba gracias a él. Verla es un soplo de aire fresco en el rostro.
No por mucho, desde luego. A veces hay momentos tan tranquilos que lo hacen parecer como alguien con una vida cotidiana que pueden hacer que olvide unos segundos el entorno de guerra, batallas y estrategias en el que se ven envueltos.
Ella lo jala hacia afuera de su habitación y cierra la puerta de inmediato.
—Tenemos problemas —sus manos tiemblan del miedo, se le nota preocupada por más que quiera mantener la postura de una miembro digna de Guild, como le dice a veces Fitzgerald —. Dazai y Yosano están desaparecidos. Nadie los ha visto a bordo de Moby Dick y tememos una intrusión confirmada.
Los ojos púrpura de Poe, bañados en todo el cansancio imaginable por no dormir bien a causa del trabajo y cuidado a Ranpo, se encienden por la noticia.
—¿Quién fue el último en verlos? —ella agita la cabeza con suavidad para confirmar lo que ambos temían. Nadie ha dicho nada.
—Ahora mismo están pidiendo que todos los busquen.
Poe ve una duda en su lenguaje corporal, casi tan obvio como cuando está insegura de alguna estrategia y le quiere pedir algún consejo.
—¿Pero...?
—Quien pidió esa orden fue Fyodor —el ceño de Poe se frunce de inmediato, de solo recordar lo que fue a hacer dentro de su habitación para intimidar a Ranpo. Definitivamente algo tiene que ver —. Llámame loca, pero últimamente no confío mucho en los movimientos que hace. Son más agresivos, más arriesgados y dejan muchas bajas, no solo de los enemigos.
¿Qué debería de hacer? ¿Acatar la orden de búsqueda inmediata? ¿Informar a Ranpo? ¿Cuidarlo?
Hay algo reconfortante en tener a las mentes más brillantes del siglo trabajando en el mismo lugar, sin embargo, cuando no eres una de ellas y solo posees un conocimiento seguro y apenas del mismo calibre que ellos, es una desventaja que solo recae en la confiaza.
¿Hicieron mal en confiar en Fyodor?
Él mismo dijo que estaba obteniendo algo a cambio de trabajar con Guild, nunca dijo qué era ni cuál sería el precio. Se decidió un acuerdo con base en la confianza ciega.
—Puedo cubrirte si no quieres ir a patrullar —accede Louisa a sabiendas de su problema con salir de su cuarto.
—Si entro ahora y me ve así de alterado, lo sabrá enseguida —no hay mucho que se le pueda ocultar a Ranpo. Menos cuando ya te conoce lo suficiente —. Tampoco lo quiero dejar solo.
No había tiempo para las dudas en una inminente amenaza, en especial en una guerra, sin embargo aquí estaba Poe, dividido entre el temor y el amor sin saber a dónde debería apuntar su brújula. Ser racional implicaba tomar una decisión sin sentimientos, algo que nunca se la ha dado bien por completo pues es una persona demasiado sentimental.
El trauma generado por ese día que da una advertencia similar a la de hoy lo ha tenido despierto durante noches de interminables destellos de luna llena. Si hubiera actuado más rápido, si hubiera pensando más rápido, si hubiera sabido qué hacer, si hubiera. Varias formas de salir de aquella situación se le han cruzado la mente desde hace años, usando su habilidad, la de Margaret, la de Hawthorne. Eso nunca más va a volver a importar, porque no va a regresar a ese momento.
Lo único que es capaz de hacer [hoy] es hacer lo que debió en aquél momento.
—Iré a buscarlos también —decidió —. Solo debo hablar con Ranpo antes de dejarlo aquí.
—¿Quieres que busque a alguien para que lo cuide mientras no estás? —ofreció la dulce mujer. Poe no dudó en negarle la oferta.
—Una mala fachada solo lo hará comprenderlo más rápido —de sus labios escapó una involuntaria sonrisa, de solo acordarse de las caras que Ranpo hace cuando deduce algo, o sus ojos emocionados cuando sabe que está en lo correcto, lo llenan de alegría.
Louisa, siendo tan perspicaz como es, lo nota de inmediato y no sabe si es mejor entrometerse con una pregunta algo fuera de lugar o callarlo. Pero vaya, no son buenos amigos por nada.
—Perdona si me estoy entrometiendo en algo, pero ¿acaso ha sucedido algo entre ustedes? —sutil, interesada, quizá feliz por su amigo.
La preocupación se revuelve en vergüenza pigmentando el lienzo de su rostro con un tono rojizo que es común apreciar en su amigo cuando algo lo apena, en ella misma de hecho, es lo mismo y diferente a la vez. Nuevo, algo inexplorado. No está mal.
—Hablemos de eso más tarde —ese día lo va a aplazar hasta que se convierta en un jamás.
Poe entra inseguro a la habitación donde Ranpo lo espera en el mismo sitio donde lo dejó antes de salir.
—¿Ranpo? —debe fingir que no le hiere la forma en que no reacciona a su voz. Es frustrante ver cómo todo el progreso que estaban logrando se vio aplastado por la intromisión de una sola persona con la más mínima idea de perdonarlo. Se debe acercar para que sepa que le hablaba a él, pese a que ya ha dicho su nombre —Aún no hemos comido nada, ¿no? Iré por algo para ambos y podríamos comer aquí mientras leemos algo, o si quieres ver una película estaría bien de igual forma.
Ranpo evita verlo, Poe no puede ignorar el dolor en el pecho.
¿Debería quedarse? ¿Ir?
La decisión ya tomado lo deja dudando de nueva cuenta. No puede evitar pensar que está tomando una decisión equivocada una vez más, como todos los días de su vida ha hecho.
Está por recostarse a un lado del cuerpo sentado de Ranpo, indicio de que se quedará a su lado hasta que todo pase y esté cien por ciento seguro de que no hay peligro a la vista. No es que sus habilidades en combate sean mucho mejores que las de él, pero al menos es capaz de defenderlo de algo. Y siendo honesto, entre que le pase algo a Ranpo, o que le pase algo a él mismo, es obvia la respuesta.
Entonces Ranpo deja ver una sonrisa de compasión que estuvo guardando.
—Sí, me gustaría comer contigo otra vez, Poe —sus ojos están abiertos por completo haciendo ese esfuerzo extra, pese a ello no está retando a sus contrarios morados.
Él mira algo a la lejanía, como si no existiera en el momento en el que están ahora, como si hablara de un futuro no tan próximo y, a decir verdad, eso asusta un poco a Edgar.
Lo ama y confía en él, ha pasado por tanto que no sabría decir cuándo miente y cuándo es sincero. Quiere confiar en que no hará nada estúpido, de todos modos no hay algo que lo ponga en una situación real de peligro en este instante así que, ¿debería preocuparle?
—Volveré enseguida —si no encuentra nada en quince minutos volverá a la guarida que ha creado con Ranpo. Es un tiempo tan limitado que no deja lugar a que haga algo significante, es la necesidad de mantenerse cerca la que le grita que no se aleje de él ni lo pierda de vista durante un periodo tan largo.
—Prepararé las cosas para cuando vuelvas.
¿Ranpo? ¿A quien mal acostumbró para que no moviera un solo dedo mientras él estaba aquí?
Había algo sugerente, pero Poe lo resolverá en cuanto regrese.
Al momento de salir de su habitación, no sabe reconocer si el aire se siente más pesado aquí o allá adentro. Los ventanales se ven lejanos, cercanos, como si hubiera brazo y medio de extensión en el pasillo que por cada paso que da se vuelve más estrecho. Hay ventilación igual que siempre, pero no le llega a los pulmones.
Los colores del cielo se difuminan con el reflejo del sol en el vidrio, y aunque podría haber dicho que era un día hermoso hace unos minutos hablando con Louisa no tan lejos de su puerta, no está inequívoco de afirmarlo como verdad ahora que no entiende si es de día o de noche.
Uno lo sabría si voltea la cabeza a los ventanales gigantes. Poe no puede, ni siquiera logra eso. Ha decretado que es mejor vivir en la ignorancia y que, de ser el caso que el peligro se avecine desde el otro lado surcando el basto cielo, no lo quiere saber hasta el momento del impacto.
Un ruido de algún ducto lo hace dar un respingo ahí mismo, mira por todos lados saltándose la bestial cara del cielo que lo presiona a cada instante. Cree que ha sido un pájaro estrellándose en un cristal al no percibir nada en el cambio del ambiente. Otro sonido de nuevo, y luego una voz quejándose.
—¿Yosano? ¿Dazai? —no está seguro de si lo que escuchó era una voz, bien podría estar hablando solo y reafirmando la teoría de volverse loco.
Una vez más, una voz opacada por muros y muros interminables de acero inoxidable y fibra de carbono lo hacen dudar de su sanidad mental. Va caminando más cerca de la voz hasta que dobla en la esquina y busca la fuente de tal desesperante situación.
Un ducto de lavandería.
No es de salir a tirar su ropa a los ductos, los empleados suelen respetar sus problemas y van por ellos para tirarlos en su lugar. Pese a ello, es el arquitecto e ingeniero que mejor conoce las remodelaciones que se le han hecho a Moby Dick, por lo que este ducto no es algo nuevo de lo que no se haya percatado antes.
Con duda de una sorpresa no agradable, abre la puerta que da directo a una tubería prismática para la recolección y lo que ve es algo tanto desconcertante como evidente. Con que esta era la razón por la que no los encontraban.
—¡Poe! —gritó Yosano desde dentro —¡Algo de ayuda, por favor!
Ahí yacía ella, trepando los resbaladizos muros de metal a duras penas con sus manos sin los característicos guantes ni sus hermosos tacones rojos, solo una figura de resistencia que la hacía ver como una mujer diferente por completo de cómo se encontraba en días ajenos.
No tardó en tenderle una mano para que se deshiciera de la incómoda posición y le diera paso a otra que casi sentía le arrancaría extremidad por extremidad. Su fuerza no era equiparable con la de ella, casi los termina tirando a ambos de regreso al interminable ducto que se los tragó una vez. A duras penas y con mucho esfuerzo la pudo sacar.
Cuando ella tocó el piso de losetas en por el que siempre caminaba, un estruendo los colocó y tiró hacia abajo.
—Yo no fui —dijo ella como broma.
Un sonido diferente se extendió por dentro del ducto esta vez, con un quejido adolorido y una irritación cada vez mayor.
—¡Dazai! —ella reaccionó de inmediato —¿Estás bien?
—¡Estoy harto! —se oyó a duras penas, el eco de su voz los alcanzo hasta el final por pura conveniencia —¡Fyodor lo va a pagar caro!
—¿Fue Fyodor? —una alerta se encendió en su cerebro.
—Sí. El desquiciado nos encerró en el cuarto de lavado cuando lo perseguimos después de lo que le hizo a Ranpo —ella se veía exasperada por todo, ni imaginar cómo estará Dazai —. Yo... me siento algo estúpida por no haberlo visto venir.
—Preocuparon a todo Guild, creyeron que estábamos bajo ataque —algo no cuadraba.
Encerrarlos no era nada fácil y hasta carecía de sentido; si tanto quería estar lejos de ellos podría haber solo ido a su habitación y esperar a que se aburrieran de él y se largaran para ver cómo estaba Ranpo. Luego estaba esa orden absurda por buscarlos.
—Una trampa.
La vista periférica de Yosano se enfocó en él, desconcentrada en su (ahora) antigua tarea de ver cómo sacar a Dazai del abismo.
—Qué idiota soy —sus manos pararon en su cabeza apretando su cerebro, una reprimenda personal por cada una de las veces que falló en proteger a alguien.
—Poe. Poe, respira —Yosano le arrebató sus propias armas de la cara para que la mirara fijamente —. ¿Qué es una trampa? Por favor dime.
—Encerrárlos. Pedir que los buscara. Decir que estábamos bajo ataque. Todo era una distracción.
—¿Distracción? —estaba escasa de información pero lo seguía como podía —¿Para qué?
Decirlo en voz alta nunca tiene el mismo efecto que solo pensarlo, es como el llamado para que lo irreal se materialice, para que lo que no querías creer que era verdad tomara forma física y pudiera darte miedo de verdad.
—Ranpo —los dos dijeron al mismo tiempo.
Notes:
UN AÑO. Pero aquí estamos. Estoy trabajando en el capítulo final y un posible epílogo.
Sí, un capítulo más y finaliza la historia. Tal vez vaya a ser el más largo, no sé.

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