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In another life…

Summary:

Después de la caída.

(AKA - After Falling)

Notes:

Este One Shot es un poco como iba a ir al principio la historia o la rama que quería seguir yo, al menos.
Pero no quería más pérdida para Dany… No quería que muriese como en la serie: sin un legado de paz.
Como ya estamos cerca del final quería hacer un pequeño AU de cómo hubiesen ido las cosas.

Credit of the image: https://pin.it/4liPmTueb.

Chapter 1: Rhaenyra II

Chapter Text

Habiendo vengado a sus madres, Rhaenyra II se sienta en el Trono de Hierro, victoriosa contra la última guerra contra los Starks, dándola por finalizada de una vez por todas. 

Los reinos nuevamente unificados bajo su mandato, sus hermanas apoyándola sobre todas las cosas, recuperando todo aquello por lo que Daenerys había luchado, todo lo que había logrado para sus hijas. 

Su figura la viva imagen de una reina Targaryen donde las haya, igual a su madre. Una hechicera Valyria sin lugar a dudas, igual a quien la llevó en su vientre.

Su piel pálida y quemada por la nieve, perdiendo el color bronceado y veraniego que la teñía, perdiendo parte de su identidad, la parte de ella que más la relacionaba con su hechicera madre. 

Su cabello manchado, teñido, enrojecido por la sangre de sus difuntas primas y enemigas, rostro endurecido por la traición y la pérdida.

La imagen un paralelismo directo al cabello de Laena al principio de todo, una señal de que la hechicera empezaba a ser quien debía ser y, en Rhaenyra, representando exactamente lo mismo.

Nyra II

Chapter 2: Laena II

Summary:

Laena tenía claro que su matrimonio era estrictamente político… O, ¿Lo era?

Notes:

Aquí hay un poquito de nsfw (muy sutil, de verdad)

Iré dejando por aquí, pequeños One Shots de escenas que he ido desechando porque ya no cuadraban en la historia principal.

Chapter Text

-Todos fuera.- ordenó a la sala, voz tajante, sin apartar la mirada de la hechicera. -¡Ahora!- La ira emanaba de ella en oleadas, la hechicera podía sentirlas chocar contra ella, casi tambaleando su resolución.

-Dudar de mí ahora no te llevará a ninguna parte.

Laena alzó su mirada finalmente, firme y desafiante.

-¿Hasta donde me ha traído lo contrario, Daenerys Targaryen?

Daenerys alzó una ceja, retándola a continuar con lo que fuera que tenía que decirle. La media sonrisa tensa en su rostro le decía a Laena que la reina presentía lo que la hechicera deseaba reprocharle.

Pero Laena no traía reproches, esa noche no.

-Mis hijas…- quiso empezar, el resoplo de Daenerys interrumpiéndola.

-Nuestras hijas.- corrigió, tono no menos tajante.

-Mis hijas,- hizo caso omiso al sonido de advertencia escapándose de Daenerys, caminando hacia la figura tensa de la reina.
-Deseo saber dónde se encuentran. Inmediatamente.- mordió su lengua para no terminar la frase con una patética súplica.

Ya no recordaba sus rostros, ni su suave olor, ni siquiera recordaba el suave tintineo de la magia de las niñas respondiendo a la suya propia.

-Me pediste herederas y te las di.- quiso continuar, su voz forzada mientras continuaba su camino hasta el trono donde se sentaba la reina.

-Ahora vuelven a ser mis hijas, al parecer.- anotó, la indiferencia en su voz rozaba la crueldad.

La hechicera se obligó a dar los últimos pasos, los ojos de Daenerys sin separarse de su figura ni siquiera para pestañear. Si no fuera por el tono de la conversación que mantenían, Laena juraría que la reina deseaba devorarla allí mismo.

-Con la condición de que no me separaras de ellas, y la has incumplido.- finalizó, casi sin aliento.

Laena se había detenido frente a ella, su figura alzándose firmemente sobre la de la reina. Aunque a meros centímetros de distancia, sus mentes parecían estar completamente desconectadas la una de la otra.

No podía evitar sentirse como la presa indefensa cayendo en la trampa de su cazador, la sonrisa de Daenerys acentuando el sentimiento.

-Acabas de retarme frente a un consejo de guerra. De extraños.- acusó, casi mordiendo cada palabra que salía de su boca. -¿Realmente crees que mereces una respuesta?

Laena se obligó, una vez más, a no caer de rodillas frente a la reina y llorarle un mar de súplicas.

-Eres una insolente.

La hechicera aceptó el regaño, sin apartar la mirada de la de su reina, concentrada en cómo alzaba una ceja al ver que Laena no respondía, en como mordía su labio para contener todo lo que realmente deseaba decirle a la hechicera, en como sus ojos se habían llenado de un sentimiento que Laena no acostumbraba a ver.

Cerrando los ojos lentamente, sin duda llenándose de paciencia para volver a encarar a Laena, soltó tensamente el aire que respiraba.

-No puedo entender…- musitó, rostro casi relajándose antes de abrir los ojos nuevamente.

-Por favor, mi reina.

Daenerys tomó la mano de Laena, su tacto suave y delicado, para dirigirla a sus labios dejando en ella un beso tierno, desorientando a la hechicera con tal afección.

Laena no retiró su mano.

Los labios de Daenerys parecían susurrar disculpas sobre su piel, girando delicadamente su mano para reposar su palma en la mejilla de la reina.

La hechicera recordó que debía seguir respirando, sintiéndose extraña al disfrutar del tacto de la cálida piel de su reina.

-Por favor.- se arriesgó a repetir.

Daenerys dirigió la palma de su mano hasta sus labios nuevamente, dejando otro beso en lo que parecía una despedida para luego soltarla con cierto lamento.

La estudió un rato más, sin decir palabra.

Sus respiraciones, ahora igual de agitadas, era lo único que llenaba la silenciosa sala.

Laena no se atrevía a moverse, la piel que Daenerys había besado ahora ardía deseosa de más.

-Ven. - ordenó.

Como si estuviera bajo un hechizo, Laena se sintió obligada a obedecer, pero su cuerpo no pudo moverse.

Daenerys suspiró, la poca paciencia que parecía quedarle al borde de agotarse.

-Dioses…- susurró, a la vez que sostuvo con firmeza la cintura de Laena, sus dedos apretando con tanta insistencia que la hechicera se preguntaba si dejarían marca. 

Pero la reina solo la sostenía, como si no se atreviera a continuar para no espantar a Laena.

Ella, por su parte, ya no podía pensar en nada más, la anticipación apoderándose de ella, deseosa de ver hasta dónde llegarían esta vez.

-Ven.- ordenó nuevamente, moviendo el cuerpo de Laena a su merced, obligándola a sentarse sobre sus piernas para no perder el equilibrio.

Ahora a horcajadas sobre la reina, la falda de su vestido cayendo a cada lado de su postura, Laena respiraba agitada, su corazón fuera de control.

Los dedos de la reina acariciaban, apretaban y pellizcaban la piel que quedaba expuesta provocando sonidos cada vez más fuertes de la hechicera.

-Eres mi consorte.

Su respiración también estaba agitada pero su susurro era acusatorio, sin duda. Su cálido aliento acariciaba tan tiernamente la piel de la hechicera que solo pudo soltar un patético gemido, cerrando los ojos mientras se agarraba con fuerza de los hombros de su reina, abriendo sus piernas solo un poco más.

-Tienes responsabilidades.

Laena podía escuchar la sonrisa en esas palabras, pero si abría los ojos para ver la situación en la que se encontraban, sabía que lloraría de la vergüenza.

-¿Las recuerdas?- insistió, mordiendo cruelmente el cuello de la hechicera, tratando de devolverla a la conversación.

Laena negó con la cabeza, concentrada en el placer que sentía, en los movimientos bruscos pero expertos de la reina.

-Debes obedecer a tu reina ¿recuerdas?

Las palabras ya no registraban en la cabeza de Laena, moviendo su cintura para ayudar los movimientos de Dany.

Estaba tan cerca.

Era demasiado pero, a su vez, no era suficiente.

-Mírame.- ordenó.

Estaba tan cerca.

-Mírame.- repitió con menos tacto, sujetando la barbilla de la hechicera con la mano que le quedaba libre para obligarla a mirarla de una vez por todas.

-Eres mía.

Laena asintió, su cuerpo tensándose, ojos cerrándose para no ver la cara de satisfacción de Daenerys, viendo estrellas mientras la lengua de la reina saboreaba el sudor que resbalaba por su cuello.

Agotada, reposó su frente del hombro de Daenerys mientras recuperaba el aliento.

La reina, impaciente como cada vez que compartían esos momentos de intimidad, separó el rostro de la hechicera para estudiarlo detalladamente.

Laena se obligó a mantener el contacto visual, ojos todavía llorosos por la intensidad de su clímax.

Una sonrisa satisfecha adornaba el rostro de su reina.

Daenerys besó los temblorosos labios de Laena inocentemente, como si no fuese ella la única causa de que la hechicera siguiera temblando.

Chapter 3: Daenerys I

Summary:

Ambas necesitaban algo más.

Chapter Text

-Mi dulce Laena…- un suspiro tan tierno, las palabras que se escapaban de la boca de su reina acariciaban su cuello con dulzura, un contraste claro entre su voz y la situación en la que ambas se encontraban. - ¿Acaso has desobedecido a tu reina?- Las manos de Dany apretaban con fuerza su cintura, sus dedos sin duda dejando una marca rabiosa en su piel.

Laena, por su parte, no se atrevía si quiera a contestar a aquella pregunta. ¿Había traicionado a su reina al escaparse a ver a sus hijas una vez más? Sin duda, ofreció su mente. ¿Era justa la reacción de su reina? Probablemente. Laena ya no se cuestionaba las reacciones irascibles de la mujer que la sostenía con insistente fuerza, como si pensara que la hechicera se desvanecería al dejar de tocarla.

-No…- trató de volver a la conversación, de contestar sinceramente, su voz apenas un murmullo en comparación con el tono de la reina.

La sala seguía llena de guardias, de nobles y personas que la hechicera no reconocía, todos sus ojos posados en el intercambio entre las dos mujeres, la indiscreción de aquellos extraños casi vomitiva.

Pero, incluso si lo intentaba con todas sus fuerzas, Laena no lograba distraerse del hecho de que la cálida piel de Dany demandaba la suya con insistencia, la corta chispa de pasión momentánea que lograba ver en sus ojos cada vez que la desafiaba empezaba a ser suficiente para tratar de desafiarla una vez más, para cruzar un límite más, para querer ver a su reina perder todo el control que era obvio que trataba de mantener tan desesperadamente.

“Juegas con fuego” recordó la advertencia que escuchaba cada vez más a menudo.

-¿Acaso no has huido de entre estos muros? ¿Me han engañado mis ojos al ver tu cabello rojizo desaparecer entre las sombras en busca de nuestras preciosas hijas?

Dany ya sabía todo lo que quería saber, entonces ¿porqué seguía torturándola de aquella manera? ¿porqué parecía desear oírlo todo de los labios de su consorte?

Políticamente, nunca habían logrado llegar a un acuerdo, ni siquiera a un semblante de entendimiento. Emocionalmente, sus lazos no podían ser más fuertes, era casi imposible, pero era obvio que algo más les impedía llegar a la complicidad que ambas tanto ansiaban.

Tras el nacimiento de su segunda hija, Dany había empezado a pasar más tiempo con la hechicera y Laena sospechaba que pretendía convencerla e incluso seducirla para tener a su ansiada tercera y última heredera.

-Mi reina…- trató de poner distancia entre ellas, el agarre de Daenerys asfixiándola. Aquello era lo más parecido a una admisión que saldría de su boca.

Laena nunca se había considerado débil, nunca se había considerado frágil y nunca se había considerado sumisa, pero algo en la presencia de la reina hacía que la hechicera pusiera todo eso en duda, tratando de recuperar un semblante de control desafiando a Dany con cada vez más frecuencia.

-Sigues siendo la misma insolente,¿no es así?- su tono seguía siendo tan dulce, su mirada helada puesta en algún punto sobre los hombros de la hechicera.

Una orden, eso era aquella mirada.

Laena sintió el movimiento a su alrededor, la sala empezaba a vaciarse rápidamente y la anticipación comenzaba a acumularse en su vientre.

Respiró lentamente, cerrando lo ojos al ver que su reina se alejaba despacio de ella, poniendo más distancia para observar atentamente la figura de Laena, recostando su cuerpo de la mesa que sostenía el mapa sobre el que planeaban antes de la interrupción de la hechicera.

Laena empezaba a sentirse desnuda.

-Dime, Laena, ¿disfrutas de nuestros  furtivos encuentros?- su voz resonaba en la vacía sala, no era un reproche sino todo lo contrario, parecía divertirse con aquella revelación. -Nunca pretendí castigarte pero esto es mucho mejor de lo que me esperaba.- Admitió, regocijándose, viendo a través del silencio de la hechicera.

Laena se atrevió a mirarla, desafiante, para tratar de engañarse a si misma durante un  simple segundo más, detestando la sonrisa triunfante que ahora adornaba el perfecto rostro de su reina.

Reconocía esa cara.

-Mi vida…- por un segundo, sintió en su piel la condescendencia que se ocultaba tras esas palabras -Eres mi consorte, no te hacen falta elaboradas tretas para reclamar mi atención.

Si Laena no estuviera al borde de caer de rodillas, o si se hubiese tratado de cualquier otra persona,  hubiese vomitado las entrañas allí mismo. Pero era Dany quien jugaba con ella, como un gato que juega con un ratón antes de devorarlo, saboreando cada momento.

-Ven. - ordenó.

Laena no dudó, caminando inmediatamente hasta la figura impasible y despreocupada de su reina. La hechicera había encontrado algo de control en aquella dinámica y no lo soltaría tan fácilmente.

Daenerys exhaló una risa victoriosa al tenerla cara a cara una vez más, estudiando el rostro de su consorte antes de atreverse si quiera a rozar su sonrosada piel.

En cualquier otro momento, Laena lo hubiese interpretado como precaución, la forma en la que estudiaba sus labios antes de inclinarse y tratar de juntarlos, su respiración entrecortada delatando inseguridad a la vez que se alejaba sin siquiera haber rozado la ardiente piel de su hechicera.

Dany suspiró para sí misma, agachando la cabeza.

-Laena…- su tono de repente solemne. -Yo… quiero más…- pausó. -Necesito más.- una confesión, una súplica, descolocando completamente a la hechicera.

Dany levantó la mirada al no escuchar respuesta, la hechicera observándola con detenimiento por primera vez en mucho tiempo.

Sintiéndose extrañamente ligera, tal vez por ver que finalmente atormentaba a su reina, Laena asintió despacio.

-¿Sí?- Dany preguntó, acercando su rostro de nuevo al de Laena, sus labios casi tocándose una vez más, su autocontrol obligándola a esperar por cualquier respuesta de su hechicera.

Laena se obligó a no ceder al beso, dejando que la corta distancia entre ellas alimentara la desesperación de su reina, separando sus labios y humedeciéndolos lentamente con su lengua.

Pero la resolución de Dany era demasiado fuerte, verdaderamente necesitaba algo más.

Ninguna de las dos se atrevería a dar el primer paso, a reconocer que aquel encuentro cambiaría todos los posteriores.

Laena sintió que ya no entraba aire en su pecho, sintió su propio autocontrol desvanecerse por segundos. Acortó, dolorosamente, la distancia entre sus labios, atreviéndose a cerrar los ojos mientras disfrutaba del sabor de su reina, mientras sentía el cuerpo de Dany casi fundirse en éxtasis por aquel simple y dulce beso.

Las manos de Daenerys habían encontrado refugio en su cintura una vez más, mientras que Laena la sostenía contra la mesa de la que se apoyaban, buscando en su boca el mismo éxtasis que su reina parecía sentir.

Laena sabía que debían separarse para respirar en algún momento, pero las caricias de su reina la instigaban a profundizar aquel beso, a saborear su lengua, sintiendo retumbar en su cuerpo todos y cada uno de los ruidos que salían de la boca de su reina, las vibraciones de sus gemidos, o, tal vez, eran los suyos propios, ya no estaba segura.

Cuando quiso volver en sí, su espalda ya había chocado contra la mesa, sus piernas abiertas para acomodar el cuerpo dominante de Dany sobre el suyo, su pecho al descubierto mientras su reina la devoraba con calma, su rostro sereno.

Ya habían hecho esto antes, con rabia e indignación, con pasión e incertidumbre, pero esta vez parecía ser diferente, las expertas manos de Daenerys no buscaban complacer sino memorizar el cuerpo de su hechicera, los labios de Laena no buscaban devorar sino saborear a su reina.

Dany susurraba promesas difíciles de mantener, Laena creía todas y cada una de ellas, aferrándose al cuerpo de la reina como si su vida dependiera de ello y tal vez así era.

En ese instante en el que eran solo ellas, una impasible reina y su dulce consorte fundiéndose en una, Laena creía amar por primera vez.

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