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Sin Clases Sociales (URSS x Third Reich)

Summary:

Por beneficio propio, muchos son capaces de hacer lo que sea con tal de tener la mayor riqueza posible, incluso si eso implica quitarle la felicidad o parte de lo que hace feliz a otros, con tal de conseguir un objetivo.
En este mundo, es adaptarse a las normas o resignarse a lo peor, y cuando eres parte de un grupo tan odiado por el resto las cosas claramente no van a mejorar, pero, ¿ya qué más da? Al menos tienes la oportunidad de adaptarte a los desafíos, incluso si la misma gente a tu alrededor lo pone difícil para ti, incluso, aquellos que deberían ser tu sustento emocional.

Notes:

No tomen a este U y R como los generales que uso, ya que U tiene más de una personalidad creada y desarrollada, y este nomás decidí que sea el libro para una de ellas. Sin más que decir, comencemos y gracias por su atención.
Esta historia también está publicada en Wattpad, pero como ya Wattpad anda de sensible no puedo colocar los nombres originales allí, porque ya me borró el libro por eso, en cambio acá estará normal.

Chapter 1: Cap 1

Chapter Text

—¿Es que no te quedó claro de lo que hablamos antes de venir? ¿eh? Es inaceptable que en un día tan importante como hoy llegues con ese semblante tan serio. Debes pararte firme, con la cabeza en alto y con pasos seguros, o de otra manera, seremos el hazmerreír del evento.

—S-sí papá… —respondió nervioso, con la voz algo temblorosa.

La mirada de padre e hijo se juntaban, uno con una mirada de decepción, y la otra con miedo, miedo a no sólo lo que estaba por venir, sino también a aquel hombre que frente a él hacía presencia. Quería escapar del lugar, mas, no podía hacer nada para evitar lo que podría venir y menos tenía a dónde ir. En ese momento era aceptar lo que otros esperaban de él o morir, y, realmente, ¿vale la pena dejar todo lo que amas o ya conocías con tal de obedecer a otros? Era una de las muchas preguntas que rondaban por su cabeza.

“¿Será que si salgo corriendo del vehículo en este momento, papá… sería capaz de arrollarme con tal de que no escape? ...” Se preguntaba, tratando de quitarse rápidamente esa idea de la cabeza.

—Y por favor, no tartamudees. Realmente pareces no entender la magnitud de esto. No se trata de una simple reunión social con lo cual charlar, beber y bailar; menos cuando debemos juntarnos con gente sin refinamiento. —Su voz reflejaba una ira mezclada con aires grandeza, mientras gesticulaba con las manos para enfatizar sus palabras—. Con esto se consolidará la unión entre ambas familias, nuestras riquezas se juntarán; o al menos lo que habría sido MÍ riqueza si cierta persona no hubiera llegado a interferir con mi vida, y no hablo de Weimar, sino de ti, Reich.

El silencio entre ambos era incómodo, y el mencionado sólo se quedó callado ante aquello, ya que, hasta ese punto, se había acostumbrado a escuchar comentarios así o peores por parte de su progenitor, e incluso así, le seguía doliendo su opinión hacia él. En esta ocasión, sólo trató de no responderle nada para defenderse que lo pudiera meter en problemas.

—¿Con qué te manchaste ya la ropa? No mandamos a confeccionar un traje tan caro como para que lo arruines a los pocos minutos de estrenarlo. —Dando un suspiro exagerado, arregló un poco la ostentosa ropa que portaba su hijo, el cual era un traje blanco que aparentaba ser masculino, pero el cual tenía detalles que lo hacían ver femenino, vaya, que hasta un velo poseía, el cual se sostenía del ya crecido y algo largo cabello del joven alemán.

—¿Es necesario todo esto? Digo… conociendo el país y a… URSS… llamaré de más la atención. No es que me moleste la atención de otros; pero es que esto es… demasiado. Y… siento que me veo ridículo…

—¿Ridículo? —Se rio con desdén, ante tal atrevimiento—. Oh, vamos. Eso es sólo porque comparado con el resto del mundo, ese lugar es aburrido y sin vida, personas completamente ajenas a las nociones de lujo y la sofisticación o tan siquiera una vida digna. Piénsalo, somos una familia de alta estirpe, descendientes de las personas más poderosas, no sólo otras representaciones humanas, sino de nuestros países. Esta ceremonia es crucial para el futuro de ti, de mí, y para toda la familia. Nuestro futuro depende de tú sigas un plan, ¿o qué? ¿Estás dispuesto a arruinar el buen nombre de nuestra familia y deshonrarnos a todos por negarte a hacer algo tan simple como casarte.

—Pues… no…

Second, el padre de Reich, viendo el rostro preocupado del contrario, tomó su mano y con la otra movió su cabello de lado, dándole más espacio para mirarlo, con una sonrisa falsa en su rostro, pero que, a percepción del contrario, era tan real como cualquier otra que le habría mostrado a lo largo de su vida.

—¿A qué le temes entonces? En lugar de estar triste y avergonzado, deberías estar feliz de elegir a este como tu prometido y librarte de la muerte, o en todo caso, una vida de mediocridad. ¡Te vas a casar con tu antiguo amigo! ¿Qué acaso eso no te hace feliz? ¿No te hace feliz la idea de ser aplaudido por la gente, de que celebren por ti o ser lo más importante por hoy? El cómo se vista URSS o el resto de la gente en la ceremonia nupcial es irrelevante; que él se vista de forma mediocre y se conforme con un país mediocre no tiene porqué opacar a nuestra sangre noble. Simplemente actúa de acuerdo con cómo lo ensayamos, en lugar de actuar como un ratón asustado, ¿o qué acaso no quieres ver a todos orgullosos de ti —con una mano en el pecho y otra sobre el hombro de su sucesor, hizo mayor énfasis en lo siguiente que iba a decir—, que YO esté orgulloso de ti?

Ya estaba pensando el qué más decir antes de salir del vehículo, pero, se percató del cómo lo que dijo, no hizo más que empeorar la situación del menor. Estaba temblando, notándose el cómo su respiración se aceleraba y llevaba la mano al pecho, como si buscase quitar aquella apretada tela de encima.

“Maldición” pensó, “si se desmaya ahora seremos la burla del resto y perderemos mucho tiempo”. Realmente, no quería tener problemas con su hijo ahora, pero sabía que seguir metiendo presión sobre él en este momento no terminaría tan bien, por lo que, en un intento por ablandar la situación, abrazó a su hijo, con la suficiente presión como para calmar al menos un poco aquel temblor.

—Vamos, todo saldrá bien. —Adoptó un tono más conciliador, en un intento por evitar lo peor, mientras revisaba discretamente por los lados para ver si nadie veía esa “muestra de afecto”—. De todas formas, acortamos significativamente la ceremonia nupcial, te será más fácil no fallar. Relájate, no es necesario que te sientas tan ansioso, y, si todo sale bien… te lo compensaré más adelante. Digo, ¿qué tan mal podría salir todo?

Miraba a su reloj, preocupado del cuánto podría tardar en lo que trataba de calmarlo. No quería alargarse de más, y menos cuando eso implicaba ante otros quedar mal en sobre sus modales ante gente verdaderamente importante, por lo que, en cuanto notó un menor temblor en su sucesor, se alejó repentinamente y sus ropas acomodó, dejando al prometido desconcertado, al parecer que el abrazo le había parecido algo desagradable.

—Muy bien, vámonos. Es de mala educación hacer esperar y más en tu propio compromiso.

Ni siquiera se volteó a ver el rostro de Third Reich a ver si ya se encontraba mejor, simplemente la puerta del carro abrió y se dio pasos firmes al exterior, esperando que el otro hiciese lo mismo.

Por su parte, este sólo se resignó, acomodándose el velo para al menos disimular aquella cara de pesadumbre que traía consigo, tratando de salir del vehículo sin dañar el caro traje por el que lo regañaron hace apenas unos minutos.

No faltó mucho como para que ambos terminen llamando la atención de las personas que circulaban alrededor, sorprendidas de ver a dos alemanes de pieles resaltantes en sus calles, tan tranquilamente paseando como si la guerra en Europa no hubiese sido hace apenas 10 años, y más con ropa que parecía sacada de una obra de teatro. No sabían mucho de las reglas que ellos tenían como RH, pero sí sabían que si ellos estaban allí era por algo, y no debían intervenir.

—Ja… Qué sitio tan deprimente —comentó despectivamente, sin importarle las miradas de repudio de los transeúntes—. Vamos, Reich, entre más pronto estemos presentes, más pronto termina mi estadía acá.

“Realmente que a papá no le importa insultar a un país frente a sus habitantes”, fue algo que se le vino al instante a la mente, acelerándose su corazón al ver a tanta gente mirarlo con desprecio y sorpresa. Muchos allí ya lo conocían, aun guardándole a él y a su padre un profundo rencor por su participación en las dos guerras mundiales, e incluso si, Third no había participado más allá de lo que lo haría cualquier otro soldado manipulado por un régimen totalitario, eso no lo salvaría del rechazo de las personas en general, sudando frío, a sabiendas que este sería su nuevo hogar y que por ende cualquier cosa podría pasar.

No obstante, a Second, ni le importaba la opinión de gente tan “miserable”, sólo acercó una mano a la de su hijo, quien la tomó casi que buscando consuelo ante aquella situación, juntándose de brazo en brazo, tal como un padre y su hija en aquel día especial. Estaba a punto de ofrecer su mano en matrimonio a su futuro esposo, quien en este momento los esperaba, quizás no tan ansioso.

—Está bien, papá… —Quería sólo ignorar las miradas ajenas, mas, le era imposible, a lo cual un suspiro tembloroso escapaba de sus labios, tratando de sentirse al menos un poco mejor o quitarse el estrés de encima, dispuesto a impresionar a su padre.

“Quizás, no sea el único vestido así, ¿verdad? Habrá otras RH importantes, seguro que alguna también quiso lucirse, o, eso espero…”

Caminando juntos, empezaron a dirigirse rumbo hacia un edificio que parecía destacarse sobre los demás, con música leve proveniente desde el interior, tocando melodías clásicas en lo que esperaban la llegada de “la novia”.

Subieron las escaleras con cautela y vieron el lugar, de a poco contemplando la decoración. Era… una boda civil. Demonios… ¿Quién va a una boda civil con un traje así, que poco más e incluía una falda? Toda la gente, por excepción de ellos, vestía de tonos apagados que armonizaban con el ambiente, incluyendo a su futuro esposo. Sólo quería que lo trague la tierra, al estar él vistiendo algo tan llamativo que sería capaz de llamar la atención de hasta un ciego a un kilómetro, escapando de sí el poco de seguridad que creó.

Si bien no era el ambiente más decorado o más encantador, Second buscaba destacar, no únicamente por lo que aquella boda le traería económicamente, sino también socialmente. Todo aquello era una asombrosa combinación entre una boda civil y algo que parecía ser lujo, con sólo un notariado que llevaba a cabo como sacerdote, personas vestidas de gala y una pequeña banda para darle al menos un poco de vida al ambiente. Pero, de todas maneras, todo seguía siendo tan modesto, que se sentía como un bicho raro en el montón, incluso más de lo que ya se percibía debido al simple hecho de ser alemán.

Incluso los invitados de honor que eran otras RH se veían armonizados con el ambiente. Francia, tan elegante como siempre, con un vestido también algo llamativo, pero que a diferencia del suyo se complementaba con el resto del ambiente, al igual que el de su esposo, quien vestía claramente de una tela cara, pero de detalles simples para no llamar de más la atención.

¿Qué acaso todos habían entendido la temática y su padre no?

Y, a todo esto, ¿su prometido que estaba haciendo?

Él se encontraba allí, ya en el altar. URSS se mantenía erguido, con los brazos cruzados y la mirada fija en algún punto distante, evitando el contacto visual directo con los invitados, en lo que esperaba por fin el comienzo de la ceremonia. Hasta que, por unos instantes, lo visualizó, notándose en él una mirada que mezclaba desagrado con confusión, esto último muy probablemente a causa del esponjoso traje que llevaba consigo.

“¿Por qué me mira así? ¿seguirá enojado por lo que pasó entre nosotros? O quizás… sólo sea por el hecho de tener que casarse conmigo a la fuerza, o… eso espero”.

De pronto, la música nupcial comenzó a sonar, y junto a ella la mirada de los invitados se posó fija sobre aquel ario menor, empezando a susurrar cosas que no podía de momento descifrar.

Reich se sentía en aquel momento como si su pecho fuera a explotar, no sólo por la tela que ejercía presión sobre él y que le impedía moverse libremente, sino también por el ambiente tan tenso que se acababa de formar. Podía sentir el cómo su corazón latía al son de la música en un tono más acelerado, aumentando de a poco su aliento, con el velo no haciendo más que empeorar su situación.

Con todo aquello, sus pies casi automáticamente comenzaron a caminar, junto a su padre, quien con pasos firmes mostraba superioridad. Cada paso, cada maldito paso, era como si de a poco empezara a acercarse a un sitio en el cual la gravedad se hiciera más pesada, presionando con fuerza su cuerpo en busca de hacerlo caer, o arrastrarlo con sí a un pozo sin fondo en el cual quizás deje de sentirse así. 

El mirar de los invitados tampoco ayudó de mucho, algunos sólo lo miraban con desdén, y otros parecían sentimientos no tener. Sólo lo observaban, con aquellos ojos juzgantes.

“Míralo, se ve ridículo”, “¿En serio alguien así participó en una guerra y fue tan temido su tiempo? Qué gran decepción”, eran algunas de las pocas cosas que logró escuchar, entre tantas voces leves difíciles de descifrar, pero siendo claro que era la opinión general.

Y al frente, URSS, tan serio como siempre, estando tan… diferente. Ahora que estaba tan cerca se daba cuenta de lo mucho que había cambiado desde hace tantos años. Podía jurar que aquella dulce mirada que antes solía tener, ahora era reemplazada por un semblante que hasta le daba algo de terror. No es que temiera a su prometido, ¿o sí? Pero cada paso que lo acercaba a él le erizaba la piel, tratando de descifrar el qué entre tantas posibilidades que se le veían a la mente.

Inconscientemente, apretó más el agarre con su padre, quizás esperando a nunca soltarlo, con tal de que aquel matrimonio no se dé, pero no importaba cuánto intente sostener su agarre, pues se encontraba cada vez más lejos de Second, quien en algún momento el agarre soltó y a él le tocó seguir solo hasta el frente de todo.

“Cálmate, por favor, cálmate, no te va a morder o a golpear, únicamente nos vamos a casar”, se trataba de tranquilizar a sí mismo, mas, le era imposible en una situación así.

Por su parte, URSS, su prometido, ahora sólo lo miraba con lástima. Se encontraban después de tanto, y lo mínimo que esperaba por su parte es que al entrar llegue con aquella altives que siempre lo caracterizó, o que lo mire con desprecio al ser esa su muestra de afecto; en cambio, ahora sólo lo miraba con terror, temeroso de todo en general. ¿Qué le había pasado? Le costaba reconocer al hombre que había conocido años atrás, aplastado por algo más grande que ambos.

Desvió su mirar por instantes hacia su propio padre, sentado en compañía algunos más de sus familiares al frente de todo, haciéndole señas algo raras, no logrando entender nada.

—Muy bien, queridos invitados, damos por comenzado este evento que muchos ya han estado esperando. —Comenzó a hablar el notario, consecuentemente, haciendo que toda la sala quede en silencio, tan sólo dejando escuchar el respirar nervioso del alemán menor allí. Antes de comenzar a hablar, aclaró un poco su garganta—. Estimados invitados, hoy estamos acá presentes para consolidar la unión entre estas dos almas en matrimonio. Hoy, se marcará el comienzo de la vida de casados, entre Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas y Gran Reich Alemán.

El último mencionado trataba de mantener la calma, más al notar que todos tenían la mirada sobre él. Generalmente, adoraba la atención de otros, ¿por qué este no era el caso?

—El matrimonio, el matrimonio es un compromiso sagrado y de solemnidad, donde se forma un lazo entre dos personas, que, no sólo unen sus cuerpos, sino también su corazón y caminos. En un matrimonio, ambas partes están dispuestas a cuidarse una a la otra; estar presentes tanto en salud como en enfermedad, y ser un apoyo incondicional en las buenas y en las malas.

El notario continuó hablando un poco más, antes de ir a lo verdaderamente importante, mientras que la pareja de prometidos sólo se observaba uno al otro, contemplando el cuánto habían cambiado desde su última interacción.

—Ahora, ¿alguien acá presente se opone a esta unión?

El ambiente se quedó en silencio, mirándose algunos entre sí, sin decir nada. ¿Era algo obvio que nadie levantaría la mano, o no? O bueno, sí hubo alguien que lo hizo, Italia Fascista, pero debido a que sólo levantó la mano y la bajó al segundo siguiente por el golpe dado en su cabeza, no le tomaría demasiada importancia.

—Pues bueno, es hora de la declaración de intenciones. Wilhelm Riether, ¿aceptas a URSS como su esposo, amarlo y respetarlo, en la salud y enfermedad, en la prosperidad y la adversidad, hasta que la muerte los separe?

—Sí, acepto…

—Unión Soviética, ¿acepta usted a Third Reich como su esposo, amarlo y respetarlo, en la salud y enfermedad, en la prosperidad y la adversidad, hasta que la muerte los separe?

—…—realizó una pausa de algunos segundos, casi que atento a cualquier movimiento por parte de su futuro esposo—. Sí, acepto.

Nuevamente, desvió la mirada, confundiendo a los presentes, al no saber si era por los posibles nervios, o si no quería ni mirar a su prometido. URSS… era algo difícil de entender, y su semblante casi siempre serio hacía difícil descifrar en qué estaba pensando.

—Muy bien, ahora, podemos escuchar los votos por parte de ambos. URSS, ¿quisieras comenzar?

—¿Mmh? Claro.

Sacó de sus bolsillos unas pequeñas hojas con lo que debía decir, curiosamente, teniendo escritas dos versiones de los votos, una hecha por él, y otra por su padre, obligado por este último a por lo menos decir su versión al inicio.

Antes de comenzar, tomó aire profundamente, cerrando los ojos para prepararse para lo que iba a decir.

—Yo, Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas, te tomo a ti, Third Reich, como mi legítima pareja en matrimonio este 17 de abril de 1955, para caminar a tu lado en todo lo que el destino nos depare. —Hace una breve pausa, pasando al siguiente papel, ajustando su voz para no sonar tan seco— Prometo estar contigo en las buenas y en las malas, en la salud y en la enfermedad, sin importar los retos que enfrentemos. Prometo proveer, guiar y asegurar nuestro futuro compartido, actuando siempre con honor y fortaleza…

Aquella interrupción en su propio hablar no era por nervios o parecidos, sino por lo que le seguía a eso, dudando de si debía decirlo.

“Juro ante nuestra nación y nuestra historia cumplir con mis deberes como esposo, respetar los términos de este acuerdo y proteger la estabilidad de nuestra unión. Seremos un ejemplo de unidad y perseverancia, enfrentando juntos los desafíos que se nos presenten por el bienestar de nuestra familia y el cumplimiento de nuestras responsabilidades”. No es que quisiera ser un rebelde total en su propio matrimonio. Pero su padre parecía creer que no había nada más en su vida que seguir su ideología o patriotismo, o que alguien afiliado a esta le hubiera obligado a escribir esto. Ni siquiera URSS era tan formal, así que sin más, decidió cambiar ya a lo escrito por él, para al menos terminar con algo más acorde a quien era o sus propios anhelos para su futuro con el alemán.

—Reich, quiero verte feliz, quiero que seas tú mismo y que no cambies por nadie. Sé que no puedo darte todo lo que soñaste, pero te prometo que mi amor será firme, sin importar los problemas. Tal vez no sea perfecto como esposo o padre, pero estaré allí, a tu lado, aprendiendo, intentando. Te prometo que no dejaré que nada nos separe hasta que el último día de nuestras vidas.

De alguna forma, con esos votos, el ario se calmó un poco. Como mínimo sabría que URSS intentaría llevarse un poco bien con él. Ya lo que sería la convivencia en sí o la realidad… pues… al menos esperaba que el cambio en apariencia en URSS no haya influido también en su actitud.

Pero, ahora era el turno del alemán, aún algo nervioso de decir lo que había escrito, en parte más sentimental. Rogando porque no se le caigan los papeles con sus votos o que falle al hablar.

—Yo… —tragó saliva—, el Gran Reich Alemán o Third Reich, me comprometo contigo hoy, URSS, para compartir mi vida a tu lado. Prometo estar contigo en la salud y la enfermedad, en los días felices y en los oscuros, apoyándonos mutuamente y enfrentando juntos lo que venga. Yo… Deseo que construyamos juntos una vida en la que podamos encontrar consuelo en nuestra compañía. Si alguna vez nos lastimamos, prometo sanar las heridas contigo; si alguna vez nos alejamos, esperaré con ansias el momento de volver a ti. Incluso si nuestros cuerpos se debilitan o nuestras mentes se cansan, quiero ser tu refugio, tu compañero, tu hogar. Y sé que, aunque algún día no estemos aquí, el recuerdo de lo que compartimos será nuestro consuelo.

Apenas ligeros murmullos se escucharon en la sala después de eso, además de Italia Fascista otra vez interrumpiendo la ceremonia por el llanto de estar conmovido; dudosos ante la idea de qué podría surgir en aquel ya próximo matrimonio ante esos votos, ya que, claro, una cosa es lo que dices y otra lo que harás, ¿cómo es que podían ambos asegurar que tan siquiera parte de lo que dicen es verdad o que al menos desde el inicio lo intentarán?

—Disculpen —interrumpió el notario a la multitud—, normalmente procederíamos con el intercambio de anillos, pero no veo a ninguna niña de los anillos ni me entregaron los anillos a mi personal.

“¿No hay anillos? Cómo es eso posible, le dije claramente a I.Ruso que consiga los anillos con antelación” Se decía en su mente Second, frustrado al escuchar el cómo el ruido en la sala aumentó ante esa falla en la ceremonia, mirándolo furioso desde su posición, hacia la columna donde se encontraba el otro. I.Ruso, el padre de URSS, tenía el descaro de no tener ni una pizca de culpa en su rostro, como si él se preguntase “¿por qué nadie más trajo los anillos que a mí personalmente se me encargó de traer?”.

Quería ir personalmente ante él y golpearlo, pero estaban en una boda y debía guardar apariencias, así que sólo se levantó y limitó a decir:

—Mis disculpas, mis estimados —hablaba en un tono solemne—, parece que ha habido un ligero inconveniente con el encargado de traer los anillos. Sin embargo, puedo asegurarles que este pequeño contratiempo no deslucirá el evento que estamos aquí para presenciar.

Volvió a tomar asiento con un suspiro contenido, rogando que la vergüenza no recayera directamente sobre él. Todo el esfuerzo, los meses de planificación para una ceremonia impecable… al diablo, por supuesto. Incluso "el inútil de Reich" estaba haciendo mejor de lo esperado, y eso solo incrementaba su frustración.

—En ese caso, procedemos al acto final; por lo que, con la autoridad que me ha sido conferida, los declaro oficialmente en matrimonio, pueden sellar su compromiso con un beso.

Maldición. Justo lo que ambos querían evitar. ¿Pero qué podía hacer? En una ceremonia, civil o religiosa, el beso era inevitable. Aunque, en su caso, cualquier atisbo de amor estaba ausente. Al menos eran amigos… o lo habían sido. Quizás eso lo haga menos incómodo. Quizás.

URSS dio el primer paso, con movimientos medidos y una tensión que parecía llenar el aire. Quitó el velo del rostro de Third, encontrándose, después de tantos años, con aquellos rasgos familiares. ¿Felicidad? ¿Rabia? Era difícil distinguirlo. Una punzada incómoda cruzó su pecho al recordar todo lo que los había separado, pero también lo que una vez los unió.

—Y… ¿usarán una banca o va a arrodillarse? —susurró el notario cerca a URSS, ante la clara diferencia de altura.

Aquel comentario lo sacó de sus pensamientos, pero no contestó, sólo hizo caso a la última petición, de a poco poniéndose de rodillas, hasta que su estatura se redujo a tan sólo unos centímetros más abajo que su casi esposo, sujetándole las manos lo más suave que se le sea posible para animarlo a acercarse más a él, quien, dudoso, fue acortando la distancia entre ambos. Sus labios se unieron en un beso breve, apenas un roce, pero lo suficientemente significativo para cargarlo de emociones difíciles de descifrar. No era amor, no todavía, pero tampoco estaba completamente vacío.

Algunos los observaron de reojo, con miradas cargadas de juicio o curiosidad. En un país como este, un beso entre dos hombres era poco menos que un desafío al orden social. Otros parecían más intrigados que indignados, como si intentaran procesar lo impensable: no rechazo total, pero tampoco aceptación.

Second, casi sin emoción, planificaba desde aquel momento el qué haría pagar ser el más beneficiado con todo esto.

—Second, cariño —una voz dulce lo sacó de su concentración. Su esposa, siempre delicada, se inclina hacia él, susurrando lo más bajo posible.

—Sí, ¿qué pasa amor? —respondió, suavizando el tono mientras regresaba su atención hacia ella, casi como un reflejo automático.

—¿Ya se dieron el beso? No escucho aplausos. —No hacía la mención por nada, su visión era nublosa y en sus ojos se podían apreciar las cataratas. Ya había sido guiada por su esposo para saber cómo se daría la ceremonia.

—Oh, claro, disculpa —Se puso de pie sin titubeos, adoptando una postura impecable, y comenzó a aplaudir con entusiasmo calculado. Cada palmada era precisa, marcando el ritmo que invitaba al resto a seguir su ejemplo.

El sonido de los aplausos rompió el silencio en su mente. Al principio, fue solo ruido, un eco distante, pero poco a poco se convirtió en algo más. No podía evitar sonreír. Era extraño, casi eufórico, como si, por un breve instante, esos aplausos fueron para él. Deseaba escuchar más, deseaba escuchar su nombre animándolo como si de una celebración SÓLO hacia él se tratase, y hasta estaría dispuesto a animar a que toda la celebración se intensifique, si no fuera porque sin previo aviso, URSS lo levantó con facilidad, siguiendo la tradición de cargar a la “novia” hasta el vehículo.

El joven ario, todavía perdido en su euforia momentánea, apenas tuvo tiempo de procesar lo que estaba ocurriendo. Cuando finalmente tomó conciencia, ya estaban frente al auto, con los murmullos del público aún resonando a la distancia. Solo podía esperar… que todo saliera bien.