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Como todas las mañanas, Beom Tae-ha entra en la floristería para realizar su pedido habitual. Na Hae Soo comienza a preparar las rosas antes incluso de que él ponga un pie en la tienda (le ha visto llegar mucho antes gracias a la puertas transparentes), de manera que para cuando Tae-ha alcanza el mostrador, ya está todo listo. El chico nota que Hae Soo se ha dado más prisa de lo normal en preparar el ramo, por lo que solo le falta pagar. De todas formas, como no hay ningún otro cliente a la vista y desea prolongar su estancia, se toma su tiempo aparentando que intenta encontrar su cartera en el bolsillo derecho del pantalón (pese a que él sabe muy bien que la ha guardado en la chaqueta), mientras casualmente alarga la mano izquierda hasta que queda a breves centímetros de la mano que Hae Soo tiene apoyada en la barra. Cuando sus dedos se tocan, Beom está seguro de no poder soportarlo por más tiempo. Quiere dejar la máscara caer, para que Na Hae Soo vea al fin su verdadero yo.
Pero se contiene. No es el momento ni el lugar idóneo. Puede que no haya más clientes, pero no están solos. En la floristería trabaja también otra persona, Hwajeong, que en esos momentos tiene la mirada fija en sus dedos entrelazados. Una expresión sombría cruza el rostro de la chica y a Tae-ha no le gusta lo que se refleja en sus ojos. Es un cúmulo de rabia y celos. Envidia en su estado más crudo. Beom comprende al instante que la chica puede resultar un contratiempo, así que su mente comienza a enumerar las opciones que tiene para cortar el problema de raíz.
Sin embargo, no tiene que planificar demasiado, pues el problema en cuestión se le acerca por sí misma.
—Disculpa. ¿Puedo hablar contigo? Tan solo serán un par de minutos, nada más.
Él no responde, simplemente se limita a seguirla fuera de la tienda. Sabe muy bien lo que le quiere decir, y aún así, cuando abre la boca y comienza a decir cosas sobre Na Hae Soo, su sangre hierve. ¿Quién se cree es?, ¿Acaso cree que es correcto hablar de la situación personal de otra persona a sus espaldas? Beom consigue aparentar indiferencia la mayor parte del tiempo, hasta que, Hwajeong, casi de pasada, menciona que está segura de que Na Hae Soo miente respecto a su divorcio para así poder acercarse a él. Escuchar tal acusación sobre Hae Soo, SU Hae soo, logra abrir una grieta en su fachada, haciendo que Tae-ha saque a relucir sus verdaderos colores.
—Se que Hae Soo está divorciada, ¿sabes? —Beom se ríe para sus adentros, pues, en realidad, sabe mucho más que eso. Lleva tiempo observando a Na Hae Soo desde las sombras—. Y no me importa. Así que deja de preocuparte por mí.
Ella parece perpleja, no se esperaba esa reacción de su parte.
—¿No te importa que esté divorciada?, ¿Por qué…?
Sabedor de lo que la chica intenta decir, él asiste en seña de compresión, al tiempo que se agacha para estar a su altura.
—¿Por qué hago esto?, ¿Eso es lo que quieres saber? Por razones egoístas y completamente impuras —reconoce, consciente de la sonrisa macabra que se le ha formado en los labios—. Así que, si vas a preocuparte por alguien, preocúpate por Na Hae Soo, porque esto se va a volver peligroso.
Dirigiendole una última sonrisa como advertencia, Beom Tae-ha le da la espalda y empuja las puertas de la floristería. Sus flores siguen ahí, pero no hay ni rastro de Na Hae Soo aunque su delantal está pulcramente doblado en el mostrador, junto a una nota.
Voy a salir un rato. Por favor, Hwajeong, ¿puedes ocuparte tú del chico de las flores? Gracias.
– Na Hae Soo.
Tae-ha frunce el ceño al leer la nota. Le parece extraño que Hae Soo haya salido durante su turno. Le ha visto trabajar incluso durante su horario de descanso, así que debe haber una razón de peso detrás de su partida. No cree que sea una emergencia, ya que de serlo, no se tomaría el tiempo de doblar el delantal y dejar la nota, sino que saldría disparada a donde sea que tuviera que ir. Además, en tal caso, utilizaría la puerta delantera en vez de ir hasta la salida situada en la trastienda.
¿Tal vez quería irse sin ser vista?, ¿Irse sin que él lo notara?, Pero ¿Por qué? Un repentino pensamiento hace que sonría con cierta picardía. Puede que a Hae Soo le haya molestado verlo salir junto a su compañera. Pero si ella supiera…
Con la imposibilidad de saber cuándo regresará Na Hae Soo, Tae-ha toma la decisión de volver por la tarde a la floristería, para hacerle saber que él solo tiene ojos para ella.
Resuelto, toma las flores (dejando el pago encima del mostrador) y vuelve a traspasar las puertas.
Hwajeong sigue allí, petrificada, pero apenas le presta atención cuando pasa por su lado.
Na Hae Soo está hecha un ovillo en el suelo, con la espalda apoyada en el ladrillo frío que compone la fachada de la floristería, preguntandose qué es lo que anda mal con ella. Sabe muy bien que no debe aferrarse a lo que sea que siente por Beom Tae-ha, pues es algo que no tiene futuro. ¿Un joven de veintitrés años intimando con una mujer de treinta y tres? ¿Dónde se ha visto algo así?
Ni siquiera es capaz de definir correctamente lo que son. ¿Conocidos tal vez? ¿Amigos?
Inesperadamente, imágenes del sueño que tuvo la noche anterior inundan su mente, haciéndola sonrojar en exceso. Puede que no sepa lo que son, pero sí sabe lo que le gustaría que fuesen. Hae Soo suspira. Al final, después de semanas de evadir el tema e intentar negarlo, no tiene más remedio que admitir la verdad: desea a Tae-ha.
Quiere llorar por la revelación. No siente alivio, solo repulsión y vergüenza hacia sí misma. El chico apenas sobrepasa la edad adulta y ella es diez años mayor que él. Desde luego, algo anda mal con ella.
Recuerda que, al comienzo de sus visitas a la floristería, pensó que él y Hwajeong harían una bonita pareja. Una parte de ella aún lo cree pero ahora, también hay otro lado suyo, activo desde el momento que los ha visto salir juntos, que se entristece con solo pensar en ellos. Desearía poder deshacerse de ese malestar, pero la parte más racional de su cerebro le dice que es mejor así. Ya es hora de actuar como la adulta que es y olvidarse de Beom Tae-ha. Mañana por la mañana, cuando el chico de las flores entre en la tienda, zanjara el asunto de una vez por todas. Esta vez será ella quien lo lleve a un lado para hablar y le pedirá que se olvide de ella. Hae Soo sabe que le resultará difícil, pero ella también procurará olvidarse de él.
Porque es lo mejor para los dos, ¿cierto?
Son las 16:28. Solo faltan dos minutos para que Hae Soo se tome su descanso. Tae-ha ya está esperándola fuera, con una bolsa que contiene dos sándwiches bien sujeta entre sus piernas, ya que está seguro de que hoy tampoco ha comido suficiente.
El tiempo sigue avanzando. Solo faltan sesenta segundos. Impaciente, coge su teléfono para hacerle saber a Hae Soo que está enfrente de la floristería y abre el chat correspondiente.
Lamentablemente, no llega a escribir nada debido a un repentino empujón que provoca que suelte el móvil y que caiga con la pantalla vuelta hacia el cielo.
—Deberías mirar por dónde vas, imbé- ¿pero qué…? —el improperio que el hombre autor del empujón iba a soltar muere en sus labios cuando sus ojos se fijan en el nombre que aparece en el pequeño dispositivo—. ¡¿Qué haces enviandole mensajes a mi mujer?! ¡¿Quién cojones eres tú?!
Mincheol Kang recoge el teléfono del suelo y lo presiona contra el pecho de Tae-ha, al tiempo que con la otra mano le sujeta por el cuello de la camisa. Sin embargo, el chico más joven no se mueve durante todo el proceso lo que hace enfurecer al hombre mayor, que responde a su indiferencia levantando la voz.
—¡¿Es que no me has escuchado?! ¡Te he preguntado que haces enviandole mensajes a-...!
Beom se zafa de su agarre y recupera el móvil antes de que Mincheol pueda terminar de pronunciar esa frase.
—Hae Soo no es tu mujer. Ya no.
Y tras soltar tal afirmación, recoge la bolsa que ha quedado volcada en el suelo y comienza a alejarse, ajeno al círculo de personas que se ha formado en torno a ellos. Escucha a Mincheol caminar tras él, pero ni se inmuta. Como tampoco lo hace cuando siente que el aire cerca del lado derecho de su cara se mueve y algo impacta contra su mejilla.
Mincheol Kang le ha propinado un buen puñetazo. Está sangrando, pero en su rostro no se aprecia ningún rastro de dolor. Solo una media sonrisa descarada.
Enhorabuna Mincheol Kang. Acabas de cavar tu propia tumba.
Na Hae Soo está dando los últimos retoques a una corona de flores que le han encargado. Todas las flores parecen estar en su lugar, por lo que, satisfecha, se dispone a colocar el detalle final: la cinta roja que sirve como asa y colgador. Cuando termina de dar forma al lazo, se aparta de la mesa de trabajo para observar la obra a cierta distancia. No puede evitar sentir cierto orgullo al admirarla. La corona ha quedado preciosa.
Ese es el último pedido que tienen que entregar hoy, así que puede permitirse parar por un par de minutos. Sabe que, en realidad, dispone de unos quince minutos, pero tras haberse escapado esta mañana (por que, honestamente, eso es lo que ha hecho, huir, con tal de no presenciar la escena protagonizada por Hwajeong y Beom Tae-ha) no se siente merecedora de ese descanso.
Se maldice a sí misma. Se había prometido que no pensaría más en Tae-ha y ahí está ella, volviendo a lo mismo. Como si para Hae Soo solo existiera el chico de las rosas. Y hablando del chico en cuestión, le parece extraño que hoy no le haya mandado un mensaje. ¿Le habrá ocurrido algo?
No. Tiene que parar. No le hace ningún favor a nadie pensando en él a todas horas. Además es un joven independiente que es más que capaz de cuidar de sí mismo, estará bien, seguro-
Sin embargo, tan pronto como alza la mirada y observa el cúmulo de personas que se ha arremolinado fuera de la tienda, sabe que algo malo ocurre. Y no puede explicarlo, pero en su fuero interno algo le dice que Beom Tae-ha está involucrado.
Son las 10:36 cuando Na Hae Soo sale de la floristería.
Beom Tae-ha está en el suelo, inerte. Si no fuera porque tiene los ojos completamente abiertos (grises y delatores), uno pensaría que está muerto. Pero está vivo. Puede ver al igual que puede sentir. Ve a las decenas de personas que lo rodean, gente con la cara petrificada por el horror, y que aún así, no se atreve a mover ningún músculo. También puede ver a Kang Mincheol, suspendido encima de él, con los labios apretados en un rictus de asco y furia, mientras conecta puñetazo tras puñetazo que él siente con total intensidad. Es consciente de que podría devolverle los golpes con facilidad, incluso podría matarlo si quisiera. Pero no es eso lo que quiere. Quiere que Na Hae Soo vea al monstruo que es su ex, y, si para que ella por fin lo comprenda, Tae-ha tiene que recibir algunos golpes, él aguantará el dolor encantado.
No sabe cuánto tiempo pasa hasta que Hae Soo se abre paso entre la multitud. Incluso con el rostro desfigurado por el miedo y lágrimas surcandole por las mejillas, Beom no tiene ninguna duda de que es el ser más hermoso que sus ojos han tenido la suerte de ver jamás. Grita algo que no logra escuchar, aunque el chico postrado en el suelo intuye que ya es hora de terminar el espectáculo. Hae Soo ya ha visto suficiente.
Tae-ha alarga la mano para frenar el próximo ataque de Mincheol, pero alguien resulta ser más rápido que él. Una mano pequeña y delicada se cierra en torno a la muñeca de su atacante, desubicandolo momentáneamente. Kang gira la cabeza para comprobar quien se ha atrevido a interponerse en su pelea y lo que ve lo deja petrificado en su lugar.
—Como le vuelvas a poner un solo dedo encima, te mataré —la voz de Na Hae Soo jamás ha estado tan cargada de veneno—. Ahora, aléjate de él.
Mincheol sigue mudo, y parece reaccionar únicamente movido por el shock. Comienza a alejarse y es entonces cuando Hae Soo le suelta la muñeca, aunque no deja de observarlo con cierta inquietud. Cuando juzga que la distancia entre Beom y Kang es lo suficientemente generosa como para asegurar que Tae-ha no corre peligro, ella deja de vigilar a su ex y dirige su atención al joven herido.
—¡Tae-ha!, ¿Te encuentras bien?, ¿Puedes levantarte?, ¿Dónde te duele? Cuanto lo siento… —toda la frialdad y el control que ha mostrado al enfrentarse a Mincheol parece abandonarla por completo, siendo sustituida por nada más que preocupación por él.
—Estoy bien, solo estoy… —¿aturdido?, ¿sobrepasado?, Quería que Hae Soo presenciara el altercado, pero ni en sus mejores sueños se hubiera imaginado que ella actuaría así. Sus palabras se le han quedado grabadas en la cabeza. Ella estaba dispuesta a matar por él, sin exageración. En sus ojos ha visto que iba en serio. Y eso lo ha encendido —. …algo excitado.
Tae-ha no espera a la reacción que su confesión genera en ella, simplemente coloca una mano detrás de la nuca de Na Hae Soo y la besa. Le da igual que tengan espectadores o que Kang Mincheol este a pocos metros de ellos. Para él, en esos precisos momentos solo existen ellos dos y quiere disfrutarlo.
Hae Soo, desprevenida, ha dejado la boca entreabierta, y Beom no duda. Lame sus labios e introduce su lengua en su boca. Ella deja escapar un pequeño gemido y él tiene que contenerse para no volverse loco. Le muerde el labio inferior y-
El beso se rompe abruptamente.
Es Mincheol. Se ha acercado y ha logrado apartar a Hae Soo sosteniéndola por el hombro.
—Para. Es repugnante. Estás en público, no deberías-
De nuevo, la frase queda incompleta, porque Hae Soo consigue deshacerse de la garra que la sujeta, e incorporándose, lo encara. Por unos breves segundos ex-esposo y ex-esposa se quedan mirandose fijamente, hasta que, Hae Soo, la única de los dos que verdaderamente tiene agallas, le da una sonora bofetada.
—Cállate la puta boca —nunca antes le había hablado así a Mincheol, y ahora que lo ha hecho se siente liberada—. Tu no eres quien para decirme nada. ¿Entiendes?
El rostro de Mincheol se enrojece de furia. No va a tolerar que una débil mujer como ella le hable así ni que lo avergüence. Enloquecido como está, deja que su cuerpo actúe por sí mismo, sin pensar. Solo quiere borrar la mirada de determinación que exhiben los ojos de Hae Soo. Supone que con un golpe contundente en la parte baja del estomago bastará…
De repente, siente que un alambre espinoso le oprime el antebrazo. La presión en esa zona no para de aumentar, y al final se oye un chasquido.
Sin que él se haya percatado, Beom se le ha acercado por detrás, le ha sujetado el brazo con el que planeaba golpear y se lo ha partido.
Al principio no siente nada. Tiene la sensación de que todo transcurre lentamente. Le da tiempo de observar cómo el chico lo rodea y se coloca al lado de Hae Soo, sujetandola por la cintura de manera protectora. Luego el dolor lo golpea.
—¡Me has roto el brazo, cabrón! —solloza entre gritos.
—Y te romperé el otro si no te largas ahora mismo y dejas a Hae Soo en paz.
La amenaza en la voz de Tae-ha es tan clara que Kang no se plantea siquiera plantar batalla. Simplemente se larga con el rabo entre las piernas.
Y la gente, consciente de que el espectáculo se ha terminado, comienza a dispersarse. No pasa mucho tiempo hasta que ellos dos son los únicos transeúntes en la calle.
El brazo de Tae-ha se desenrolla de su cintura y en su lugar, le ofrece la mano para que la sostenga. Hae Soo no vacila antes de entrelazar los dedos con los de él.
Lo que acaba de ocurrir es una locura y está segura de que tendrá que pasar un tiempo antes de que lo procese del todo. Pero por una vez, Hae Soo no está preocupada. La voz que le decía que algo andaba mal con ella se ha esfumado y eso es lo único que importa.
Bueno, eso no es del todo cierto. Tae-ha, el chico que está a su lado, importa más aún. Y la conexión que comparten (deseo, amor… todavía es muy pronto para etiquetarlo de alguna forma) también.
—Vamos Tae-ha. Volvamos adentro, tenemos que atender tus heridas.
Caminan hacia la floristería, y cuando están a punto de cruzar las puertas, Beom la llama por su nombre.
—Oye Hae Soo, lo que has hecho antes, el tortazo que le has asentado a Mincheol… —él se interrumpe y ella le dirige una mirada interrogativa para alentarlo a seguir—. Creo que has estado increíble. Ha sido condenadamente sexy.
Na Hae Soo y Beom Tae-ha entran en la tienda riendose a carcajadas.

roleyendo Sat 18 Jan 2025 01:57PM UTC
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