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Tomé la manzana roja y pequeña de mi bolso que había guardado para un momento como ese, el estómago me rugía por un hambre atroz, pero aún me faltaba media hora de viaje en el transporte público y dos cuadras a pie para llegar a casa a comer el insípido espagueti rojo que aprendí a hacer el fin de semana anterior, así que me aguanté las ganas con unos mordiscos dulces a mi manzana. Me senté en la segunda fila del camión del lado de la ventana. El azul con motas de colores de los asientos me revolvió el estómago. Comencé a buscar desesperadamente mis audífonos en el fondo de mi mochila, anticipándome a la creciente masa de personas que iban llenando el reducido espacio; sin embargo, en cuanto el camión arrancó recordé que los dejé en casa por falta de batería. Maldije por lo bajo recostándome en el respaldo del incómodo y maloliente asiento con los ojos cerrados tratando de amortiguar con mis pensamientos las conversaciones ajenas sumadas a la estación de radio nadaqueverienta que sonaba en las bocinas. Entonces me llegó un aroma a manzana y recuerdos perdidos, me dije que solo era mi aliento, pero había algo mágico en ese suave aroma. Abrí los ojos, frente a mí había dos chicas jóvenes y bonitas cotilleando y riendo mientras volteaban indiscretamente al asiento a mi lado.
–¿Nos darías tu número? –dijo una de ellas, la más bonita, impulsada por la presión de su amiga.
Justo cuando me decidí a voltear a ver a mi acompañante, escuché una voz melodiosa y grave, demasiado perfecta para existir, y aún así, extrañamente familiar.
–Lo siento, chicas, pero mi corazón ya tiene dueño.
Un escalofrío recorrió mi espalda y mariposas revolotearon a mi alrededor, por curiosidad volteé a verlo de reojo. Un chico casi angelicalmente hermoso me devolvió una mirada fría, con la mandíbula tan afilada capaz de cortarme en pedacitos, los labios finos y rosados, los rizos dorados revueltos en un caos intencionalmente perfecto y unos ojos azules abiertos a la frialdad que denotaban y a la vez fuertemente cerrados al escrutinio. Me dí cuenta que había estado mirando más de lo que debería, así que me volteé a ver la ventana esperando que mis mejillas no estuvieran tan rosadas como se sentían. Mi mente voló a imposibilidades para pedirle su número o una conversación, me mordí el labio, jamás había tenido un crush en el transporte, reprimí una risita ante la idea y me acomodé en el asiento para recargar mi cabeza contra el cristal y dejar que mi imaginación vuele solo un poco a escenarios demasiado inapropiados para alguien que dijo que su corazón estaba ocupado. Al mismo tiempo y casi sin darme cuenta, comencé a tararear esa melodía que siempre está en mi cabeza, otras personas se obsesionan con las canciones de moda y las tenían en su mente todo el día, pero yo siempre tenía la misma nana melodiosa en mi cabeza cada vez que no tenía mis audífonos.
–¿Qué cantas?
Me sobresalté, quizás exageradamente al escuchar de quién provenía esa voz.
–Lo siento –reprimió una risita–, no pretendía asustarte.
Sus labios dibujaban una sonrisa extremadamente encantadora que no iba con la fría mirada pálida con la que me cortó las ganas un momento antes. Reparé entonces en dos hipnotizadores hoyuelos que me dejaron sin respiración. Carraspee para recuperar la compostura.
–Está bien, estoy bien –dije con una voz demasiado aguda– ¿qué decías?
–¿Qué cantas?
Volvió a preguntar, ví sus ojos destellar en oro, pero me dije que sería algún efecto de la luz.
–No lo sé, siempre traigo esa canción en mi cabeza –mi voz volvió a la normalidad–... Quizás sea alguna nana que me cantaban para dormir.
Su boca siguió sonriendo, pero sus ojos ya no, era incapaz de descifrar lo que pensaba mientras me miraba. Tomé ese tiempo para admirarlo un poco más, sus cautivadores facciones me recordaban vagamente a alguien, pero no estaba segura a quién.
–¿Cómo te llamas? –preguntó después de un momento.
–Soy Zora, pero dime Vixen, es mi apellido, me gusta más.
–Zora Vixen –rió suavemente–. No es un nombre muy común.
Su interés me entretuvo, aunque no acababa de comprender por qué en mí y no en aquellas chicas mucho más bonitas que yo. Aún así no dejé que se me escapara.
–Sí, mi madre cambió su apellido al divorciarse, así que yo también lo hice.
–¿Enserio? –me lanzó otra media sonrisa deleitante, pero denotaba cierto aburrimiento.
“Mierda, no soy buena para esto” pensé. Alcancé a notar una extraña emoción fugaz en su rostro antes de volver a la máscara que todos usamos cuando queremos ser amables con alguien que acabamos de conocer.
–Bueno –traté de no sonar nerviosa–, ¿y tu nombre?
El chico adorable titubeó, su expresión se volvió indescifrable. Sentí que incluso se inclinó ligeramente hacia mí.
–Jacks.
El nombre hizo click, era el mismo nombre que había sido partícipe de mis viajes en camión y las solitarias noches de insomnio, el mismo nombre con el que había fantaseado. El antihéroe principal (si se la puede llamar así) de mi trilogía favorita: Érase una vez un corazón roto. Este chico no solo portaba su nombre, era la viva imagen de cómo me imaginé que sería Jacks, el príncipe de corazones, cuyo beso era mortal excepto para la chica que jamás pudiera amarlo y que había dejado una serie de muertes a su espalda en la búsqueda de su amor verdadero. Sólo que se suponía que ese nombre, ese chico, esas facciones perfectas y voz melodiosa, no eran reales. Y aunque lo fuesen, deberían pertenecer a su verdadero amor, Evangeline Fox, su Pequeño Zorrillo.
“Quizás se refiera a eso cuando dijo que su corazón ya tenía dueña”, pensé.
–¿Qué? –preguntó dulcemente sacándome de mi ensimismamiento.
Me percaté de que lo había estado mirando boquiabierta demasiado tiempo. Desvié la mirada con una risita nerviosa.
–Nada –carraspee–, lo siento, es un lindo nombre.
–Oh, vamos –insistió–, ¿qué pasa?
Lo volteé a ver una vez más, sus ojos entornados en una mirada inquisitiva. No pude evitar el mal hábito de morderme el labio.
“Quizás sea un buen tema de conversación”.
Ladeó ligeramente la cabeza entornando aún más los ojos pero manteniendo esa adorable media sonrisa. Carraspeé para recuperar el aliento, en algún punto había dejado de respirar.
–Así que, Jacks –ladeé la cabeza–, ¿cómo el príncipe de corazones?
Su sonrisa desapareció solo un segundo para volver a aparecer aún más amplia que antes. En ese momento pareció como si el que había dejado de respirar era él.
–Es un personaje de una trilogía de libros –proseguí–, Érase una vez un corazón roto, ¿la conoces?
Su mirada se entristeció de repente, desvió los ojos y suspiró. Me sentí confundida porque a pesar de su repentino cambio, su sonrisa no desapareció y parecía que quería continuar con la conversación.
–Sí, conozco la historia.
–¿Te gusta leer?
Su repentina melancolía me tenía intrigada. Me volteó a ver una vez más.
–No en realidad, pero conozco la historia, quizás demasiado bien.
Sonrió, una sonrisa matadora que dejaría a sus pies a cualquiera. Me sonrojé, así que desvié la mirada, estaba en extremo nerviosa y no pude ignorar una extraña sensación de deja vu que crecía en mi interior como enredadera donde se posaban las mariposas que revoloteaban en mi estómago.
–Es mi historia de amor favorita –dije para rellenar el silencio, mis manos jugaban nerviosas con los hilos sueltos de mi sudadera–. Sé que quizás existan mejores parejas literarias, pero no sé por qué esta historia me atrapó y ahí me quedé –reí por lo bajo y mis ojos regresaron a los suyos, los cuales una vez más parecían una puerta cerrada que aparentaba tranquilidad, pero yo sentía que había algo mucho más profundo–. De hecho tú te pareces bastante a cómo me imaginé que sería el dichoso príncipe.
–¿Enserio? –rió ampliando su sonrisa aún más de manera casi seductora.
Sentí como mis mejillas me traicionaron una vez más, así que desvié la mirada a mi regazo y me recogí mi cabello corto detrás de mi oreja mientras tartamudeaba una respuesta.
–E-es un cumplido, claro…
–¿Qué es eso?
Me interrumpió señalando mi brazo que con el movimiento dejó al descubierto mi antebrazo. Justo debajo de mi muñeca, en una esquina casi imperceptible para los distraídos, estaba mi marca de nacimiento. Una pequeña mancha parecida a un corazón roto, demasiado perfecta para haber sido creada por la naturaleza, y aún así jamás le había prestado demasiada atención.
–Oh, es una marca de nacimiento –dije pasando mi dedo por la mancha–, es gracioso porque parece un corazón roto.
Las puertas cerradas que eran sus ojos de pronto se abrieron contagiándome de una oleada de emociones indescifrables que pasaban como un torrente frente a mis ojos. Su rostro reflejaba anhelo, preocupación, nostalgia y esperanza, pero también confusión, inseguridad, tristeza y culpa. No podía despegar los ojos de mi marca y yo no podía despegar mis ojos de él.
–¿Estás bien? –pregunté visiblemente preocupada.
Miró directamente a mis ojos y tuve la sensación de que podía ver más allá de mis pupilas, adentrándose en mis entrañas y desvelando mis secretos. Pero solo fue un instante antes de volver a cerrar las puertas.
–Sí –carraspeó y desvió la mirada–, recordé algo, lo siento.
Me dedicó una sonrisa tranquilizadora e inquietantemente atractiva, la sonrisa que seguro le dedicaba a todas las chicas para hacerles creer que era un libro abierto. Yo sabía la verdad, ese momento fugaz de vulnerabilidad no lo podría olvidar ni aunque me dedicara mil sonrisas falsas más. Escuché el timbre de parada, hasta ese momento me había parecido que el tiempo se detuvo para darnos solo unos segundos más de miradas profundas y silencios ruidosos, miré la ventana y me di cuenta que era mi parada.
–Carajo –maldije por lo bajo, me puse de pie–. Perdón, es mi parada, permiso.
Jacks ladeó sus largas piernas dejándome espacio para salir. No me atreví a mirarlo, pues me daba la sensación de que sus ojos me atraparían y me encerrarían para siempre en su inmensidad, entonces no podría irme.
–Espera –me detuvo justo antes de alejarme demasiado–. Amm –titubeó–, ¿me darías tu número?
Noté las miradas recelosas de las chicas de enfrente y sentí una pequeña mota de victoria. Miré rápido la salida del camión, si no me apresuraba tendría que caminar diez calles hasta mi casa, entonces recordé las pequeñas tarjetas de presentación de mi bolsillo que había hecho como prueba. No estaba muy segura, pero ¿qué otra opción me quedaba?
–Ten –metí la mano en mi bolsillo y saqué una tarjetita blanca con letras decoradas.
En cuanto la tomó salí disparada hacia afuera del camión justo antes de que el conductor cerrara las puertas.
Caminé con el corazón acelerado y las mariposas revoloteando a mi alrededor, tan visibles, que si me hubiera cruzado con alguien las habría visto. Llegué a mi edificio con las mejillas entumecidas de tanto sonreír.
–Vaya, vaya, pero si alguien viene radiante.
Luci, la casera, dueña del edificio era una señora encantadora, estricta con la renta, pero amable y servicial. Yo le hice un gesto de saludo antes de subir a mi piso.
Abrí la puerta, Rayne, mi pequeño gato cálico se bajó de un salto del tercer piso de su casita y se enredó en mis piernas en cuanto entré, desde que lo rescaté siempre ha sido así de cariñoso y ágil a pesar de no tener una patita. Dejé mi bolso sobre el sillón destartalado de la estancia y lo tomé en brazos girando torpemente de un lado a otro, casi chocando con la mesa del improvisado comedor.
–Vixie –la regadera del baño estaba abierta–. ¿Ya llegaste?
Lulú, mi mejor amiga y compañera de departamento aún no se había ido, miré el reloj sobre el televisor empotrado en la pared, apenas eran las seis y media de la tarde. Salió del baño cubierta con una toalla, su figura brillante y perfecta, estaba orgullosa de ella en muchos aspectos, pero el hecho de que siempre se viera como sacada de una revista de moda me ocasionaba cierta envidia.
–¿Y esa cara? –preguntó al ver mi sonrisa que aún no se desvanecía por completo.
De inmediato recordé a Jacks y pude ver de nuevo las mariposas mientras mi sonrisa se volvía a ampliar.
–¿No tienes que irte? –le pregunté desviando la conversación mientras me sacaba mis zapatos.
–Oh, sí –me miró inquisitivamente–, pero averiguaré lo que te pasa… ¿Es un muchacho, verdad?
–Noo –hice una mueca.
Su sonrisa se amplió con triunfo, luego se metió a su habitación. Nuestro departamento no era demasiado grande, una serie de pequeñas construcciones en el condado diseñadas específicamente para gente como nosotras, estudiantes sin mucho dinero o jóvenes recién independizados. La sala y el comedor compartían espacio lado a lado, luego estaba la cocina separada por una barra de desayunos y era tan pequeña que solo cabía una sola persona en el espacio. Del lado izquierdo estaba el baño y del lado derecho dos cuartos pequeños. Me quité mi sudadera y entré en mi habitación. Tenía un pequeño tocador que mi madre me había heredado al morir, una cama individual algo incómoda, una cómoda considerablemente grande con mi ropa que también usaba como escritorio, un perchero y muchos, muchos posters, dibujos y adornos caseros adornando las paredes. Encendí las lucecitas amarillas que adornaban el respaldo de mi cama, la luz tenue me gustaba. Me tiré en mi cama con los brazos extendidos perpetuando un poco más mi sonrisa mientras se desvanecía. Cerré los ojos imaginándome qué estaría haciendo ese misterioso chico de ensueño en este momento.
Notes:
Actualicé este cap para que tenga el mismo formato de los demás :)
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Jacks descansaba sobre el pecho de Evangeline, recostados sobre un mantel de picnic en la hierba afuera de La Madriguera recién reconstruida. El aire olía a pintura fresca, bosque y amor. Evangeline le ponía flores en sus rizos dorados y le proporcionaba suaves caricias en el rostro. Todo era perfecto. Todo sería perfecto desde ahora. Mañanas lentas y con cariñitos. Besitos al atardecer. Y dulces noches de amor y desvelo. Para siempre. Porque se lo había prometido.
Jacks empezó a tararear una melodía, la vibración de su voz hizo estremecer a Evangeline.
–¿Qué cantas? –preguntó dulcemente.
–Es una nana –su voz sonó ronca y mañanera–, cuando era niño mi madre solía cantarla para hacerme dormir.
Evangeline detuvo sus caricias y en cambio rodeó sus hombros de manera reconfortante.
–Nunca hablas de ella.
–No hay mucho que decir, yo era muy joven cuando murió, solo recuerdo esa melodía –suspiró fuertemente–. La canto cuando me siento solo.
Evangeline comenzó a trazar suaves círculos en su hombro y se inclinó para ver su precioso rostro.
–¿Te sientes sólo ahora?
El chico se acomodó, apretando aún más su abrazo.
–No, solo recordé que jamás volveré a sentirme así.
"¿Qué fue eso?, ¿un sueño?, ¿un... recuerdo?” pensé despertando poco a poco "Jacks... de la madriguera", oí decir al fondo de mi cabeza "Mí Jacks", estaba cien porciento segura de que nunca había escuchado esa voz, y aún así se me hizo tan conocida.
El sonido fue reemplazado por un tono de llamada a lo lejos, fuera de mi cabeza.
“¿Qué suena?, ¿un celular?... Mi celular… ¡Me quedé dormida!"
Me levanté sobresaltada con el corazón corriendo al mil por hora y la respiración acelerada, el tono de llamada chillón e insistente me aturdió. Tomé mi celular, número desconocido. Respié pacientemente, mi corazón volvió a la normalidad y el cansancio regresó mientras contestaba.
–¿Hola? –dije en un bostezo sin poder evitarlo.
–¿Vixen?
El corazón me dió un vuelco y sentí como el tiempo se detuvo. No esperaba escuchar esa dulce voz tan pronto.
–¿Jacks? –dije ya completamente despierta, una sutil sonrisa se formó en mis labios. Él rió suavemente.
–Sí, ¿te desperté?, perdón.
–Sí, es decir, no –balbuceé–. Quiero decir, sí me despertaste, pero no debí dormirme en primer lugar, así que, gracias.
Me imaginé su sonrisa gatuna, la imagen mental solo me hizo sonreír aún más y me alegré de que no estuviera cerca para ver cómo me afectaba una simple llamada.
–No está mal una siesta de vez en cuando.
–Lo sé, lo sé, es que tengo clase.
Me levanté de la cama, caminé a mi escritorio y encendí mi vieja laptop llena de stickers.
–¿Clase?, ¿de qué?
–Diseño gráfico, estoy estudiando en línea.
Entré a la página de la universidad, aún no iniciaba la clase.
–Ah, creí que ya te habías graduado, por la tarjetita.
–Ay, no, esas tarjetitas son de prueba.
Me senté en la silla giratoria y subí mis pies, girando compulsivamente por una creciente felicidad en mi interior.
–Dentro de poco abriré mi negocio, eso seguro, pero por ahora trabajo en la librería de la plaza.
–Entonces regresabas de tu trabajo.
–En efecto. ¿Pero qué me dices tú? Creo que nunca te había visto en el autobús.
–Bueno, en realidad tengo auto, solo que se averió, así que no me quedó de otra…
–Ah, chico con dinero, entonces –bromeé.
–Supongo que sí, trabajo en la empresa familiar, es dueña de algunas tiendas de esa plaza, así que… Solo tuve un poco de suerte.
–Chico con suerte entonces –él rió.
–Bueno… ¿y por qué la llamada?, no es que no me guste, pero la mayoría hubiera mandado un mensaje por Instagram.
–No soy muy fan de la tecnología –dijo rápidamente–. Además, quería escuchar tu voz.
Casi me caí de la silla cuando escuché esa declaración, sin nada de pena, sin vergüenza, solo un chiquillo engreído que jugaba con mis sentimientos. Y lo peor es que estaba ganando. Me sonrojé y sonreí simplemente por su atrevimiento.
–¿Te molesta? –preguntó al no escuchar respuesta de mi parte.
–No, me agrada –respondí como si no me hubiera dado un vuelco en el corazón con esas simples palabras, dos podían jugar el mismo juego–. Yo también me preguntaba cuando escucharía de nuevo tu voz.
–Me alegro, aquí me tienes.
Me mordí los labios tratando de contener mi emoción. Un silencio de complicidad se instaló entre nosotros, disfruté un poco de su presencia cargado de palabras no dichas y sentimientos flotantes.
“Eso me pasa por leer demasiado” pensé.
Lamentablemente, como todo lo bueno en mi vida fue interrumpido, por la notificación de mi laptop que avisaba el inicio de la sesión en línea.
–Agh, no siento, me tengo que ir –dije sin ganas–, mi clase ya inició.
–Sí, claro, adelante. ¿Te veré mañana?
–¿Mañana? –mi corazón dió un vuelco con la idea de volver a vernos.
–Sí, me refiero a que si irás a trabajar mañana –soltó una risita.
–Ah, cierto, sí, solo descanso los domingos y los lunes.
–De acuerdo, nos vemos mañana, entonces.
–Sí, hasta mañana.
–Claveles, ¿verdad?
–¿Claveles?
–Si, claveles.
Colgó. Me dejó con la duda y la expectativa inundando mis pensamientos mientras trataba de poner atención a la clase. ¿Claveles? ¿Acaso sabía que esa era mi flor favorita? ¿Cómo? Y ¿por qué lo mencionaría? No me quedó de otra más que ahogar mis ganas en jugo de manzana y notas sobre la teoría del color.
Más tarde, al final de la clase me dí una larga ducha con agua caliente y me dirigí a la cocina para preparar la cena, algo tan sencillo como un pan tostado con mermelada. Entonces la puerta se abrió y por ella entró Lulú.
–Aló, nena, ya llegué –dijo con una sonrisa mientras se quitaba el abrigo y los zapatos.
–Hola –me contagió su sonrisa–, ¿cómo te fue?
–Bien, bien, lo mismo de siempre.
–¿Quieres? –ofrecí, ella echó un vistazo.
–Sí, por favor.
Se acercó y se sentó a la barra de desayunos, puse un par de vasos y el envase medio vacío de leche deslactosada, ella lo sirvió mientras yo untaba mermelada a su pan. Poco después nos encontrábamos cenando, hablando de nuestro día y nuestras clases, cosas banales. Evité mencionar a Jacks, ni siquiera sabía por qué, era nueva en todo esto y aún no descifraba por qué me afectaban tanto sus palabras. Es decir, sí, era lindo, pero no debería ser tan fácil robar mi corazón.
Mi celular vibró por una notificación, lo revisé con desinterés al tiempo que le daba otra mordida a mi tostada. Alguien llamado EL ARQUERO</3 me había empezado a seguir en Instagram y vaya que me había stalkeado, tenía corazón tras corazón en varias de mis publicaciones, incluso las más antiguas con mis primeros dibujos digitales. Abrí el perfil mientras le daba un sorbo a la taza y me atraganté con la leche cuando apareció el rostro sonriente de Jacks viendo al horizonte en una de las últimas publicaciones.
–Wow, ¿qué pasó? –Lulú me dio unas palmaditas en la espalda para aminorar el terrible ataque de tos que me había dado.
Seguí tosiendo un momento, cuanto odiaba que pasara eso, pero no había manera de evitarlo, siempre había sido tan torpe.
–Nada… –dije tosiendo– estoy bien...
Cuando recuperé el aliento Lulú me miró con desconfianza y una media sonrisa inquisitiva en su rostro moreno.
–¿Qué fue?, no por nada te pones así –rió e hizo una mueca de insistencia.
Desvié la mirada y apreté los labios en una línea tratando de reprimir una risita.
–Es el chico, ¿verdad? –me dió un codazo bromista–. Oh, vamos, cuéntame.
–No hay nada que contar, Lulú –dije con una sonrisa.
Volví mi atención al celular justo cuando otra notificación hizo vibrar mi celular. Era un mensaje de él y decía:
EL ARQUERO</3 (9:33pm): "Solo quería desearte buenas noches, princesa
Me encantan tus dibujos"
Me sonrojé y mi sonrisa se amplió inmensa e incontrolable.
–Ajá, nada –dijo mi compañera con sarcasmo y una sonrisa triunfal.
Notes:
Ya sé que fue medio corto este cap, pero les juro que el siguiente estará mejor, quédense conmigo :)
PD: Soy nueva en esta plataforma, den tips para escribir y leer.
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–Buenos días, ¿buscabas algo en específico?
Aquel joven parecía perdido entre portadas ostentosas y títulos sobrepensados. Era uno de nuestros pocos clientes de jueves. Me miró con indecisión, se notaba a kilómetros que era un novato en el mundo de la lectura. Di unos pasos hacia él con una sonrisa amistosa.
–Ah, sí –dijo como con vergüenza–, bueno… es que en realidad no sé qué estoy buscando.
Mi celular vibró en mi bolsillo, pero me resistí a la tentación de echarle un vistazo para comprobar si acaso era… Jacks.
–Es un regalo para mi novia, de hecho. Me dijo que le fascinó una trilogía llamada Caraval que leyó en digital, pero que quisiera tener la edición especial. El problema es que no sé cuál edición especial.
–Entiendo, que detalle –fingí interés–. Acompáñame, tenemos una de las ediciones especiales de esa saga.
Mientras lo dirigía a la sección de ediciones especiales/fantasía, tomé ese pequeño tiempo para revisar el mensaje de hacía un momento. No era él, solo un corazón en otra de mis publicaciones. Me decepcione un poco, Jacks había dicho que nos veríamos en el trabajo, también había dicho que realmente no hacía demasiado en el suyo, así que no tendría que tener excusas ¿verdad? Miré la hora, solo faltaban veinte minutos para mi salida. Guardé mi celular en el bolsillo junto con mi decepción y puse mi mejor sonrisa.
–Aquí están.
Saqué los dichosos libros uno por uno de pasta blanca con letras rojas, una de mis ediciones favoritas. Se las entregué notando con gracia como su rostro iba de un moreno radiante a un pálido aterrado cuando vió los precios. Sonreí sin poder evitarlo cuando le entregué Spectacular.
–Creí que solo eran tres.
–Sí, bueno, Spectacular es más como un complemento de la historia. Un qué pasó después, difícil de conseguir en digital.
–Hmm, sin duda no me ha contado de ese –me miró con ojos culpables–... No puedo comprar los cuatro. Si pudieras aconsejarme, ¿cuál crees que sería mejor regalarle?
–Bueno –desempolve mi lado lector obsesivo profesional–, tener solo un libro de los tres principales no suena como una buena idea. Sin embargo, si dices que no ha leído Spectacular entonces esa sería la mejor opción.
El joven lo meditó un momento analizando una vez más los precios hasta que su sonrisa se amplió.
–Bien, entonces me llevaré ese.
Me entregó los otros tres y los volví a poner cuidadosamente en su estante correspondiente.
–Oye, si dices que es un regalo –agregué–, tenemos un espacio para envolverlo, ¿te gustaría?
–Oh, sí, gracias.
–Bien, sígueme.
Hice un ademán con mi mano y comencé a caminar casi al fondo de la tienda, hacia la barra del mostrador donde envolvíamos los libros. En eso sonó la campanilla de la entrada solo por curiosidad miré de reojo por sobre los estantes un poco más pequeños de altura que yo, un destello de rizos dorados inconfundibles robó mi atención. Me quedé sin palabras cuando vi su figura luminosa entrar por la puerta, llevaba una camisa de cuello de tortuga dentro de unos pantalones negros, botas negras y una chaqueta de cuero del mismo color, así como algunas cadenas en sus pantalones y su cuello, anillos, el cabello rubio despeinado, acompañado de su característica sonrisa arrogante y un clavel blanco envuelto en listón rojo; era la perfecta cantidad de caos intencional, incluso con la vestimenta más básica. Me sonrojé en cuanto cruzó su mirada con la mía, por poco me olvidé que estaba trabajando. Sacudí la cabeza de su encantamiento y me dirigí a mi compañero detrás del mostrador.
Tartamudee un poco tratando de recordar su nombre –Jo–, dije por fin–, necesita envolver su libro como regalo.
Me miró ligeramente confundido, a mí me fascinaba quitarle ese trabajo, doblar el papel meticulosamente y cubrir de manera perfecta los libros era algo sumamente satisfactorio para mí. Jo me miró a mí, luego a Jacks, cuya mirada no la dejaba de sentir en mi nuca y al comprender la situación me sonrió sarcástico apresurándose a atender al cliente.
Tomé una gran bocanada de aire, traté de relajarme mientras caminaba desde el fondo de la tienda a su encuentro, él me imitó y yo reprimí el impulso de salir corriendo, ¿cómo iba a tranquilizarme?, el chico más perfecto había entrado en la tienda donde trabajaba con mi flor favorita, se mostraba confiado, a diferencia de mí que no sabía donde poner las manos.
–Jacks –dije con una enorme sonrisa incontrolable–, ¿qué haces aquí?
Me regañé mentalmente por esas palabras, “qué estúpida, ya sabes por qué está aquí”, su sonrisa se amplió y rió por lo bajo.
–Te dije que vendría, ¿no?
–Bueno, sí, pero estoy a punto de salir, creí que no llegarías.
–Aquí me tienes.
Me ofreció el clavel que había estado tratando de ignorar desde que empezamos a hablar. Solté un pequeño suspiro con nerviosismo.
–¿Es para mí?
–¿Para quién más sería?
Tomé el tallo del hermoso clavel blanco y me percaté de que las puntas de los pétalos eran de color rojo, igual que el hermoso listón que lo envolvía.
–Eres un atrevido –dije después de acercar la flor a mi rostro para aspirar su aroma–, ni siquiera me has preguntado si estoy soltera –bromé.
–¿No lo estás? –frunció ligeramente el ceño.
–Bueno, sí, pero pude no estarlo –repliqué divertida por su molestia.
Su sonrisa seductora regresó, ladeo la cabeza y fingió pesar. Suspiró.
–Es una pena, habría sido una divertida competencia, con lo que me gusta ganar.
Me miró de nuevo directo a los ojos, atrapándome con la mirada y sentí que desnudaba mi alma, que podía leer mis pensamientos.
“Dios, quién lo manda a estar tan lindo” pensé al tiempo que desviaba la mirada al clavel, sus ojos eran demasiado. Escuché que rió por lo bajo, pero sin ocultarlo. Levanté la mirada y él me la devolvió con ternura y la cabeza ladeada, me miró así durante unos instantes que a mí se me hicieron una eternidad.
–¿Te invito a comer? –dijo rompiendo el silencio y el encantamiento.
Las palabras salieron forzosamente de mi garganta.
–Claro –eché un vistazo al reloj sobre la caja de cobro a un lado de la puerta, solo quedaban diez minutos para la hora de mi salida y ya que no había mucha clientela supuse que no sería un problema hacerme la tonta cinco minutos detrás de la tienda y luego irme–. Solo tengo que ir por mis cosas y luego podemos irnos.
–Adelante, te espero aquí.
Di algunos traspiés al llegar a mi casillero, me enderecé aliviada porque Jacks no estuviera ahí para ver mi torpeza. Saqué mi bolso y de este la blusa de repuesto, no iba a comer con Jacks con la insípida playera color crema de la librería, y aunque este crop top negro con mangas largas era sencillo, lo prefería mil veces. Completé mi outfit con un poco de bálsamo labial de un ligero tono rojo y retoqué mi delineado de ojos.
Cuando estaba revisando por enésima vez mi reflejo en mi espejito de mano en busca de algo más que retocar, mi celular vibró de nuevo. Guardé todas mis cosas apresuradamente y revisé la notificación mientras caminaba de nuevo hacia el frente de la librería con bolso en hombro, la flor cuidadosamente agarrada con una mano y mi celular en la otra.
ARES.01: Hola, necesitamos hablar, dame una oportunidad.
Me congelé justo en la puerta de la trastienda en cuanto vi de quién se trataba, creí que lo había bloqueado, pero al parecer no. “¿Por qué ahora, cuando todo está tan bien?” pensé, pero no me permití meditarlo demasiado, así que deslicé el mensaje y me obligué a disfrutar de ese día, ya lidiaría con ese idiota más tarde.
Suspiré antes de acercarme demasiado a Jacks, borrando todo rastro de ese mensaje y el susodicho de mi mente en cuanto vislumbré su preciosa sonrisa encantadora cuando me vió.
–Linda blusa.
–No creerías que iba a comer con la playera del trabajo.
Rió, luego me ofreció su brazo, lo tomé y salimos de la tienda, Jo me lanzó una última mirada socarrona cuando miré sobre mi hombro.
–¿Cómo supiste?
–¿Qué?
–Que me gustan los claveles.
Estábamos sentados en una de las cafeterías de la plaza, ya tenía menos de la mitad de un wrap vegano acompañado de los restos de las papas adobadas que ya había comido y él los sobrantes de un plato de espagueti a la boloñesa con queso. Llevábamos ahí más de cuarenta minutos comiendo y charlando de cualquier cosa que se nos venía a la mente, era tan fácil hablar con él.
–Lo supuse –me miró significativamente–. Es que en otra vida me dijiste que amabas los claveles.
–Pff, claro –me reí de su broma.
–¿No me crees?
–Estás alucinando.
–No estoy alucinando.
Una fuerte sensación de deja-vu invadió mi cuerpo, lade la cabeza pensando de dónde venía, pero solo se disipó después de un momento.
–¿Estás bien? –preguntó con cautela, como si supiera exactamente lo que pasó por mi mente.
–Sí –sacudí la cabeza y le dí un último mordisco a mi wrap.
Me miró un momento más con una mirada indescifrable, quizás con lástima, no, con ¿súplica?
–¿Quieres algo más de comer?, ¿el postre? –encriptó sus intenciones en una bien ensayada sonrisa.
–No, gracias, ya estoy llena.
Desvió la mirada y levantó la mano para llamar la atención del mesero y pedir la cuenta. Yo saqué mi monedero con intenciones de pagar lo mío, en realidad no estaba llena, pero mi presupuesto solo alcanzaba para un wrap y una limonada. Cuando volvió la vista a mí y notó mis intenciones levantó una mano en gesto de rechazo.
–Por favor, guarda eso.
–Pero, pagaré por mi comida –dije sacando un billete.
–Yo te invité a comer –puso su mano sobre la mía para que guardara de nuevo el dinero–, yo pagaré.
Sus fríos dedos me mandaron escalofríos por mi piel, miré su mano deseando que no la quitara, en efecto, deseando tomarla entre mis dedos y quedarnos así. Él, como leyendo mis pensamientos dejó su mano unos instantes más antes de que el mesero llegara a arruinar el momento. Traté de sacudir los ilícitos pensamientos que se empezaban a formar en mi cabeza y guardé mi monedero con brusquedad.
Luego de que pagara nos levantamos de la mesa y él me ofreció su brazo una vez más para empezar a caminar. Me dejé guiar por sus pasos, era tan sencillo dejarse llevar con él, tan sencillo pretender que no había prometido ser precavida con el amor y las citas, sobre todo después del fiasco de mi última relación con ese maldito.
Me di cuenta que me estaba guiando hacia la salida del estacionamiento y no a la parada de autobuses. Titubee un momento y tartamudee para señalar su error, pero no fue necesario abrir la boca.
–Permíteme llevarte a casa –nos detuvimos justo frente a la puerta de cristal eléctrica que daba al estacionamiento.
Sentí de nuevo esas mariposas en el estómago. ¿Llevarme a casa? La sola idea me provocó un leve sonrojo en las mejillas, de nuevo mi mente jugaba trucos y no se controlaba en los pensamientos. Entre ellos llegó de nuevo el mensaje de texto de hace unos momentos y las inseguridades se dispararon como fuegos artificiales de advertencia.
–No creo que sea buena idea.
–¿Por qué no?, llegarás más rápido.
Abrí la boca para replicar, pero ni siquiera sabía bien por qué de pronto sentía la necesidad de alejarme de él.
–No quiero molestar –digo tratando de justificarme.
–¿Qué dices?, no es molestia, quiero hacerlo, dejame llevarte –remató con otra de sus sonrisas quitasueños.
Repasé el día, había sido tan dulce desde el principio, me llamó en la noche, me trajo un clavel, me invitó a comer; lo menos que podía hacer por él era cumplirle ese capricho de llevarme a mi casa y luego, tendría que compensarle ese otro favor con otra cosa.
–Está bien –dije por fin sin poder ignorar esa cara suplicante tan convincente.
Esa noche también me llamó para desearme las buenas noches, yo me emocioné demasiado y la conversación se extendió un poco más de lo debido.
Apagué las luces de mi habitación y me enredé en mi cobija con la emoción a flor de piel, Jacks y sus despeinados rizos, Jacks y su sonrisa seductora, Jacks y su juego de miradas… Juego… Recordé muy a mi pesar el susodicho mensaje que cortó mi creciente felicidad de unos momentos atrás. Ese tonto creía que tenía una oportunidad conmigo, no señor, jamás volvería a caer ante los encantos de el autoproclamado príncipe egoista, Adam segro podía irse al carajo, no arruinaría lo que tenía ahora con Jacks.
Notes:
Lo siento por la tardanza, estaba en semana de exámenes, pero ya actualicé por fin, gracias a mis lectores comprometidos (dos) lol, amo mucho a los que le tienen fé a esto.
Por cierto, creo que también lo subiré a Wattpad, ustedes qué opinan :)
Chapter Text
Evangeline revolvía con una palita a ritmo constante la olla de mermelada de manzana casera, desde que empezaron a reconstruir La Madriguera apenas habían tenido tiempo para ir al pueblo por provisiones. Ese día a ella se le ocurrió usar la abundante colecta de frutos que el manzano les proporcionaba constantemente. La chica pensó que quizás alguna especie de magia mantenía al manzano floreando perpetuamente.
–Mmm, huele delicioso.
El chico de ensueño mostraba otra de sus características sonrisas matadoras mientras entraba con paso seguro en la cocina. Evangeline rodó los ojos y regresó su atención a la mermelada burbujeante, Jacks la rodeó por la espalda con sus brazos y empezó a besar su cuello, hombro y espalda. La chica soltó una risita.
–Amor, basta –dijo sin verdaderas intenciones de dejarlo ir–. Ya casi está listo.
Jacks recargó su barbilla en la curva entre su cuello y hombro. Se quedaron así unos instantes hasta que Evangeline apagó el fuego y sacó la palita, primero probó un poco ella y luego la llevó a los labios de su amado. El chico lo saboreó un instante.
–¿Te gustó?
–Delicioso –su aliento le causó escalofríos a Evangeline–. Pero esto es mejor –enterró su cabeza en el cabello rosa, aspirando su aroma, luego procedió a dejar un nuevo rastro de besitos en su cuello.
La chica ladeó la cabeza para darle un mejor acceso y llevó sus manos a los fuertes brazos que la rodeaban, él apretó aún más su abrazo. Nada podía cortar de tajo toda la magia que se cargaban, todo el amor. Él era suyo y ella era de él. Todo lo que habían pasado había válido la pena para llegar a ese bello momento de calma que el universo les proporcionaba. Ahora vivirían en calma, una vida tranquila y amorosa, nada podría desaparecer su felicidad.
De pronto se escucharon unos fuertes golpes de la puerta de entrada, Jacks gruñó con molestia, Evangeline rió silenciosamente.
–Amor, tenemos que abrir.
–No –hizo un mohín–, quiero quedarme aquí.
Los golpes en la puerta se hicieron aún más fuertes. Evangeline rió de nuevo y le dio un apretón insistente a sus brazos.
–Lo sé, pero tenemos que ir.
Jacks gruñó de nuevo estrujandola suavemente antes de soltarla para ir a abrir la puerta. Evangeline lo vió salir de la cocina, luego suspiró con una sonrisa en los labios, cuanto lo amaba. Tomó un frasco de vidrio vacío del estante, donde guardaría la mermelada.
–¿Jacks Hollow, el príncipe de corazones? –preguntaron desde la puerta de entrada.
¿Jacks Hollow? Se suponía que nadie conocía el nombre del príncipe de corazones excepto ella misma y… Evangeline dejó la olla de mermelada a medio vaciar sobre la barra y se dirigió con cierta urgencia al recibidor, tuvo que contenerse para no echar a correr y luego tuvo que contener un grito cuando vió dos guardias imponentes con el escudo de Valencia entrar por la puerta y tomar a la fuerza a Jacks, sometiéndolo en un instante contra la pared de madera. Recordó que ya no era más el destino fuerte e impenetrable, ya no podía hacer nada contra esos dos guardias experimentados.
–Jacks, estás arrestado por los crímenes cometidos contra la princesa Donatella Dragna, tendrás que venir con nosotros.
Los ojos siempre imperturbables de Jacks se cursaron con los de su pequeño zorrito, Evangeline adivinó por la sutil sombra de su mirada que sentía mucho, mucho miedo.
Las nubes cubrían todo el cielo, un comportamiento climático usual para el otoño en esta parte del país, aunque ese día el frío sí que era un tema. El paisaje, para muchos deprimente, junto con el frío, constituía un perfecto panorama para la inspiración. Salí al descansillo de la escalera de incendios con mi tableta, un té de manzanilla y mis audífonos, dispuesta a disfrutar de ese tranquilo domingo. Aunque… Por milésima vez revisé mi celular, Jacks no me había mandado mensaje de buenos días como acostumbraba desde la primera vez que vino a dejarme a mi departamento, una semana atrás. Sacudí mi cabeza y traté de deshacerme de su estúpida sonrisa mientras me disponía a terminar el boceto de un logo para una marca ficticia que me habían dejado como práctica en la universidad. Pero claro, no pude. Se volvió una costumbre ir con él a comer después del trabajo, todos los días me llevaba claveles, llenando mi habitación de flores, siempre pagaba él, jamás me dejaba darle ni un quinto y siempre me venía a dejar a mi departamento. Lulú se dio cuenta al instante y empezó a molestarme al respecto, yo simplemente la ignoré, ¿qué se supone que le iba a decir? Las ilusiones se me enredaron en mi cabello desaliñado y mi pluma no quiso continuar correctamente la curva de la “a” en mi tableta. Cerré la pestaña del logotipo, ya lo terminaría en algún momento cuando mi mente no pensara en su afilada mandíbula cada que hiciera el pronunciado ángulo de la “T”.
Entonces se me ocurrió una manera de pasar el rato, abrí una página en blanco, sintiéndome ligeramente culpable y vigilada por lo que estaba a punto de hacer. Comencé a dibujar suaves trazos negros, definiendo un boceto de sus brazos, sus rizos dorados, su rostro perfecto… Me dejé llevar por los pocos recuerdos que tenía de él y algunos otros que no me pertenecían, quizás eran ¿sueños?: una manzana negra… su piel brillante… “No mires la jaula”...
En poco más de una hora tenía el boceto terminado de Jacks, el príncipe de corazones, con una camisa mal abotonada, unos pantalones de cazador y unas botas, en una postura relajada mirándome con esos penetrantes ojos desafiantes y una boba sonrisa seductora en sus labios. Ladee la cabeza ligeramente confundida, no había sido mi intención sacar de las páginas al príncipe de corazones, en cambio, quería dibujar al Jacks real, al verdadero chico de ensueño que me arrebataba mi cordura… pero quizás constituían una misma persona, quizás ellos tuvieran más en común de lo que pensaba.
Analicé cuidadosamente esos ojos de puertas cerradas, querían decirme algo, como si yo conociera el paradero de la llave que podía abrir su mirada.
La llave…
Mi sangre…
Su llanto…
“No hay nada de igual valor para mí”
El tono de llamada me regresó a la realidad, tomé mi celular con el corazón acelerado, ¿qué había sido eso? Fue como un destello de otro tiempo, de otra vida.
Sacudí la cabeza, no importaba, contesté sin siquiera mirar el peligroso nombre de quién me llamaba.
–¿Hola?
–Zora…
Mi garganta se cerró cortando mi respiración, apreté mis puños con furia, toda la tranquilidad que había sentido se desvaneció en un instante. Ahora sí que el paisaje denotaba mi estado de humor: nublado, con amenaza de tormenta.
–¡No cuelgues! –dijo Addam con desespero–, por favor, Zora, escuchame.
Me congelé al oírlo gritar, tantas veces había jurado no volver a recordar su voz, olvidarme de su nombre y su ridículo rostro.
–Has ignorado mis mensajes.
–Addam –dije con un hilo de voz–... no quiero hablar contigo.
Colgué la llamada interrumpiendo lo que sea que estuviera a punto de decirme. Envolví mis piernas con mis brazos recordando el sentimiento de ese último día con Addam, el golpe que recibí después de esa pelea fue lo que me hizo querer olvidarlo, quizás yo no merecía un caballero de brillante armadura, pero el que creí sería mi salvador, terminó siendo el príncipe de la egolatría, siempre pensando en sí mismo antes que en nadie más. Y cuando lo confronté… bueno, por eso se merece ese apodo.
El tono de llamada de mi celular sonó una vez más, pero lo ignoré. Me levanté y me metí al departamento, tiré mi celular al sofá de camino a la cocina para servirme un vaso con agua. A lo lejos seguí escuchando el tono de llamada, una y otra vez, a la cuarta llamada la ira recorría mis venas, me abalancé al sillón y contesté de nuevo.
–¡Ya te dije que no quiero hablar contigo, Addam!
Error de principiante no haber revisado quién llamaba.
–¿Vixen? –la melodiosa voz de Jacks me dió un vuelco en el corazón.
–Oh… Jacks –mi voz se fue y mis nervios me hicieron añicos–... yo… lo siento, creí que eras otra persona, no revisé el número.
Se hizo un pequeño silencio, antes de que escuchara su suspiro.
–Que bueno, por un momento creí que no querías verme más.
–No, claro que no, jamás pienses eso –dije en tono de disculpa–, lo siento.
Mientras hablaba caminé de nuevo hacia el descansillo con intenciones de meter todas las cosas que había dejado afuera en mi arranque de ira.
–Ya no te disculpes, seguro se lo merece.
Me recargue en la barandilla y suspiré ruidosamente. Reí por lo bajo.
–Supongo que sí –dije con pesar.
Se hizo un pequeño silencio.
–¿Es un mal momento? -preguntó.
–No, no, para nada, ¿por qué?
–Bueno, es que hace frío, quería saber si querías ir por algo caliente, un té, un café.
La felicidad regresó a mí reemplazando aquel momento desagradable de antes.
–¿Pero no vives lejos? –mi actitud pesimista me atrapó–, recuerda que no tengo auto.
Jacks rió casi con burla.
–Mira hacia abajo.
Hice lo que me pedía, ahí estaba Jacks en la calle, dos pisos abajo, sonriendo, radiante como siempre. Llevaba una camisa rojo vino sobre una camiseta de cuello alto negra, pantalones del mismo color y botas adornadas con cadenas; complementó su outfit con collares, anillos y cinturones que relucían y resaltaban sus rizos dorados.
–¿Qué haces aquí? –dije con una enorme sonrisa incontrolable en mis labios.
–Vine a verte.
Me mordí el labio, conteniendo mi emoción.
–Eres un tonto, Jacks.
–¿Pero sí quieres un café?
Lo contemplé un momento e hice una mueca pensativa. Claro que iba a decir que sí, solo que me gustaba atormentarlo.
–Bien, dame diez minutos.
Me metí al departamento dando trompicones, tropezándome dos veces con mis propios pies. Entré a mi habitación y busqué desesperadamente en mis cajones, indecisa con lo que me pondría, no es que tuviera muchas opciones y tampoco quería dejar a Jacks esperando demasiado tiempo. Al final me decidí por lo sencillo, unos jeans sueltos, una playera lisa, mi suéter rojo de lana favorito, unas botas cafés tipo vaqueras y mi bufanda inspirada en el mapa del merodeador de Harry Potter. Tomé mi bolsa cruzada, adornada con algunos pines y salí disparada del departamento sin siquiera verificar el estado de mi cabello.
–¡Lala, voy a salir! –dije antes de cerrar la puerta.
De inmediato me di cuenta de mi error, mi roomie se llamaba Lulú, no Lala. En fin, no tenía importancia ese desliz.
Bajé casi corriendo las escaleras hacia el vestíbulo, al tiempo que intentaba alisar sin mucho éxito mi cabello enmarañado. Lo primero que vi al llegar al pie de la escalera fue a Jacks con una sonrisa arrogante, inclinado sobre el mostrador, quizás demasiado amigable con Luci, la casera. Me volteó a ver como sintiendo mi presencia, sus ojos se iluminaron. Se enderezó, ignorando por completo lo que estaba haciendo antes y caminó hacia mí. Yo me congelé, permitiéndole acercarse lo que quisiera. Se detuvo a treinta centímetros de mí, no me había dado cuenta que era considerablemente más alto que yo, casi me sacaba una cabeza.
–Hola de nuevo, te ves preciosa.
Mis mejillas se sonrojaron al tiempo que me ofrecía otro clavel, esta vez de color rosa pálido envuelto en su característico listón rojo. Lo tomé.
–Si me sigues dando tantos claveles dejarán de ser mi flor favorita.
Frunció el ceño –Si te dejan de gustar las cosas por verlas tan seguido, entonces tendré que ausentarme un par de días para que me extrañes.
“No hay manera que dejes de gustarme” pensé. Él ensanchó su sonrisa como adivinando lo que pensaba. Llevé la flor a mi nariz para ocultar mis mejillas rojas traicioneras.
–Llenarás toda mi habitación de flores si sigues así.
–No te preocupes, te regalaré otras cosas.
–No tienes que.
–No –relajó su postura y ladeó la cabeza divertido–, pero quiero hacerlo.
Lo miré con ternura, él me devolvió la misma intención. Entonces noté un pin enganchado en el cuello de su camisa, tenía la forma de un zorro plateado atravesado por una flecha, no supe si tomarlo como una referencia, una indirecta o un simple gusto. Cambié de tema antes de que lo notara.
–Bueno… ¿me llevarás por ese café?
–Pero claro.
Me ofreció su brazo, lo tomé con delicadeza. Caminamos hasta la puerta de entrada, se adelantó para abrirla y justo en ese momento mi celular volvió a vibrar. Lo revisé despreocupadamente, casi me había olvidado por completo de Addam, se me revolvió el estómago cuando vi su número llamando.
–¿Qué pasa? ¿Te encuentras bien? –Jacks se acercó cautelosamente, con una cara de sincera preocupación.
Lo miré, sus ojos me sacaron del agujero negro en el que estuve a punto de dejarme caer, la sensación de desesperanza se disipó.
–Sí –sonreí–, todo bien.
–¿Segura?
Si no lo estaba antes, su cuidado y atención me brindaron la seguridad que necesitaba para al fin hacer lo que debí hace mucho tiempo: bloquear a Addam de todas mis redes, bloquearle el acceso a mi vida. Colgué la llamada y eliminé su número.
–Sí, confía en mí.
Tomé de nuevo el brazo de Jacks y lo dejé entrar en el hueco que había sentido durante mucho tiempo en mi corazón. No podía pasar el resto de mi vida alejándome de las personas, permitiendo que otros me dañen. Debía aprender a hacer lo que le pedí a Jacks: confiar. Y quería confiar en Jacks, no podía pasar nada malo por eso, ¿verdad?
Notes:
Lo subo a mitad de semana pq no lo subí el finde, una disculpota, se metieron con la escritora procrastinadora >n<.
También es algo corto pq se viene lo fuerte jsjsjs, amo hacer sufrir a mis personajes, lo siento.
Pero bueno, ya está aquí, voy a procurar que el siguiente cap sea este finde, presiónenme para que suceda <3

bleur (Guest) on Chapter 4 Sun 07 Dec 2025 05:30AM UTC
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