Chapter 1: Caso
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“El destino me ha preparado para encontrarte, para juntar las piezas del rompecabezas y descubrir la verdad.
Encontrarte era parte de mi camino.”
" En otras noticias... El Banco Sabadell, en la plaza de Catalunya en Barcelona fue asaltado ayer a la noche.
El único collar de diamante guardado en la caja fuerte fue robado junto a otras joyas valiosas. La mujer que estaba vigilando el banco durante el turno de la noche no fue golpeada y afirma no haber visto nada hasta que fue demasiado tarde.
La identidad del asaltante es desconocida, pero fue encontrada en el local una Dalia negra, una flor que fue vista en otros asaltos ocurridos estos últimos meses.
¿Será el Príncipe de las Dalias otra vez? "
Con su vaso de cartón con café caliente en la mano, Pedro González López, un detective de 22 años, caminaba a paso moderado hacia su despacho como hacía todas las mañanas. A unos pocos pasos se encontró el invierno y con él venían los días de lluvia, es por esa razón que estaba fresco, entrando el frío por el primer piso de la comisaría. El fino y negro cabello que le cubría la frente se movió ligeramente cuando se frenó de golpe al oír la autoritaria voz de su jefe al llamarlo.
—Detective González, a la sala de reuniones, ahora— ordenó su jefe de forma fría y directa.
Sin querer perder el tiempo y sin saber aún exactamente de qué se trataba, caminó detrás de su jefe. La noche anterior había terminado su última y pesada investigación que le había encargado su jefe, dejándolo con ojeras que, aunque intentara, no podía disfrazar. Detrás de la puerta se encontraba el pequeño interior de la sala donde algunos policías leían unas fichas de información con una bolsa transparente en el medio de la mesa donde se presentaba a una Dalia negra.
La curiosidad invadió hasta la parte más profunda de su cuerpo, acercándose así a pasos lentos, pero largos hacia las fichas de información, sorprendiéndose con la poca información que había sobre el caso.
—Una vez más, el Príncipe de las Dalias se muestra. Ha robado un collar de diamantes y joyas valiosas sin dejar ni una sola pista sobre quién es o dónde se encuentra—su jefe habló en voz alta para cada uno de los integrantes. La irritación en su voz por no poder resolver el caso era notoria—. Hace años que estamos buscando a este peligroso criminal de Europa sin éxito, así que esta vez el caso será entregado al nuevo detective, González.
El joven de 22 años parpadeó rápidamente con las palabras de su jefe, impactado. Tan solo llevaba un año con ese trabajo y ya tenía casos de gran valor, y aunque eso era algo bueno, también le causaba estrés pensando que no sería capaz de resolverlos.
Desde joven, las personas percibían que tenía una capacidad y una inteligencia poco común, que era capaz de ver cosas que las otras personas no, de ver significados donde otras personas solo veían líneas, de detectar cualquier movimiento a su alrededor sin necesidad de ver a su lado. Pero en este caso, si ni siquiera los más grandes detectives, sin importar la cantidad que fueran, eran capaces de resolverlo, ¿qué tantas posibilidades había de que alguien con tan poca experiencia pudiera resolver un caso de tal magnitud?
Los demás policías salieron de la sala de reuniones, quedando él solo junto a su jefe, quien susspiró profundamente, soltando el peso de los años que venía trabajando en ese caso y le entregó una ficha informativa.
—Estamos seguros de que debe ser un hombre. La mujer que estaba vigilando en la noche solo lo vio salir.
—¿Hay alguna cosa que haya dejado? ¿Alguna pista?
—Solamente esta Dalia, pero es su firma. Las deja en cada asalto que comete—le acercó la bolsa plástica donde estaba la flor y lo miró—. ¿Quieres ir a ver la escena? Después de le envío toda la información que conseguimos obtener sobre él.
El detective González caminó por el interior del banco, sorprendido al ver que todo estaba en su lugar. Un lugar que imponía riqueza, objetos de valor de hombres ricos, un lugar pequeño, pero complejo, completamente rodeado de seguridad, con cámaras, códigos. Paredes altas, blancas, frías, con un suelo que al pisarlo se podía oír el sonido del zapato golpearse contra él, pero la gran sorpresa para él era el hecho de que todo estuviera en su sitio durante y después de un asalto. En su largo recorrido desde la entrada hasta el sitio más profundo, caminó con su libreta en la mano, anotando todo lo que podía serle útil.
—Debe ser una persona muy tranquila. La mayoría de los asaltantes se ponen nerviosos y se aseguran de llevar hasta lo que no necesitan y en el proceso destruyen todo—le dijo a su jefe, parando sus pasos frente a la caja fuerte.
A la distancia, parecía estar en perfectas condiciones, pero mirándolo más de cerca, se podía observar el material quebrado. La caja fuerte tenía el candado de seguridad roto, la única cosa que estaba en mal estado.
—Él hace eso hace años, debe sentir la confianza de que nunca será capturado.
—Es tan extraño...— murmuró caminando hasta donde las otras joyas debían estar guardadas, notando que los cajones estaban cerrados—. ¿Dejó esto así?
—Sí, detective, todo está como lo dejó por última vez— Pedri chasqueó con la lengua, inconforme. Sus manos se plantaron en los costados de su cintura.
— ¿Cómo es posible que parezca que nadie estuvo aquí? ¿No hay cámaras de seguridad?
—Durante el asalto, las cámaras dejaron de funcionar. Está claro que él fue quien las manipuló sin que nadie se diera cuenta.
Pedri giró hacia su jefe, anotando algo más antes de levantar la cabeza. No había rastros de que alguien hubiera estado ahí, al menos una simple vista.
—Hable con los peritos para que investiguen más a fondo, quiero que cada esquina de esta escena sea examinada minuciosamente— su jefe avanzando con la cabeza y se retiró del lugar, dejándolo junto al silencio, aprovechando la soledad para observar todo desde su lugar por última vez.
Su mirada inexpresiva, casi fina, lista para capturar cualquier movimiento, se clavó en una ventana que daba al exterior al ver de reojo una presencia en ella. Aunque no había querido admitirlo, desde que había entrado se había sentido observado, sintiendo el aire frío entrar por debajo de su ropa. Intentó evitar pensar en aquella sensación y regresó a su despacho una vez que recorrió todo el lugar, sentándose delante de su ordenador con las hojas sobre la mesa, abriendo una nueva carpeta donde guardaría toda la información que tenía a la vista.
" Individuo de género desconocido, probablemente un hombre de acuerdo con los relatos de las víctimas.
Hombre alto, con facciones desconocidas, voz desconocida, edad desconocida, nacionalidad desconocida, lengua natal desconocida... "
Apoyó la mejilla en la mano sin poder creer lo que estaba viendo. ¿Por dónde iba a comenzar si el caso no tenía sentido? Si no tenía ni pies ni cabeza. Qué debía buscar primero si frente a sus ojos estaba uno de los asaltos más perfectos que había visto, de un asaltante que no comía ni un solo error.
Observó a la Dalia que estaba en la bolsa de plástico transparente, cogiéndola cuidadosamente para verla de cerca. Era una flor que no era común en España, mucho menos de color negro. Tal vez debía ser su punto de partida. Sus dedos se apoyaron en el teclado y buscó información sobre la flor en el buscador de su computadora, leyendo atentamente la descripción.
" La tonalidad oscura y profunda de las Dalias negras está asociada a la belleza, al misterio, a la melancolía y también a la muerte. Representa la capacidad de florecer en medio del caos y la dualidad entre la fuerza y la fragilidad ".
Cada pequeño detalle de lo que estaba leyendo anotaba en su libreta, teniendo la seguridad de que la flor tenía algún significado y por esa razón la usaba como firma.
" ¿Oscuridad? ¿Misterio? Eran cosas que marcaban un patrón en el asaltante. Leyendo los demás casos en los que se encontraban su firma y habían sido investigados por la policía, sus asaltos ocurrían generalmente en la noche, cuando las personas no pueden ver bien debido al sueño. Su identidad es un misterio y utiliza la oscuridad de la noche a su favor.
¿Muerte? ¿Melancolía? Tal vez es una persona resentida con el mundo, con las personas, tal vez un familiar cercano falleció y la vida lo llevó hasta ese punto.
Además de todo eso, el hecho de haber apagado todas las cámaras indicaba que tiene un buen conocimiento de la tecnología y por los saltos que dió para entrar, por su agilidad para hacer todo en completo silencio y por su habilidad con la tecnología, podía asegurar que era una persona joven y con experiencia en el mundo del robo. "
Aún sabiendo eso, exhaló frustrado. Todo lo que había visto y anotado era exactamente lo mismo que ya se sabía, algo que podía ser coherente, pero que no habían pruebas que lo respaldaran, regresando nuevamente al inicio lleno de dudas. Pensó que tal vez debía esperar por un próximo asalto o volver a ver sus movimientos, con que frecuencia lo hacía o cuánto tiempo tardaba.
Y aunque no estaba seguro todavía, algo le decía que él sería el que iba a poner un punto final al caso. Debía hacerlo.
" Voy a atraparte, Príncipe de las Dalias. "
(Reeditado) 1590 palabras
30/10/25
23:40 horas.
Ladymal122
Chapter 2: Carta.
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El día era frío y oscuro cuando el detective González entró a la comisaría acomodándose el abrigo azul noche que le llegaba hasta la parte superior de su rodilla. Eran altas horas de la mañana y él ya se encontraba camino a su despacho para continuar su nueva y misteriosa investigación, sabiendo que si quería encontrar las respuestas, no debía perder el tiempo. Su atención se dirigió al grupo de policías que murmuraban, escuchando entre ellos la voz ronca de su jefe.
—¿Qué está pasando aquí?— llamó la atención y se detuvo cuando los policías se apartaron hacia los lados, dejando a la vista una carta sobre la mesa.
Pedri se paró a su lado, sorprendido al ver su nombre escrito con una caligrafía perfecta y bonita, una cursiva. Se colocó unos guantes de látex fino y se aproximó junto a su jefe, agarrándolo y abriéndolo lentamente para no romperlo, mucho menos quería aumentarles el trabajo a los peritos.
"Finalmente la policía se dignó a traer algo interesante. Ser joven no le impide ser un buen detective, González.
No me hagas perder el tiempo."
No podía creer lo que estaba leyendo. Una carta sin firma, con una caligrafía desconocida, pero que esa persona sabía exactamente que él iba a tomar el caso, hasta sabiendo su apellido. No iba a demostrarlo frente a todos sus compañeros, quienes estaban expectantes a cada uno de sus movimientos, pero su sangre se heló y una energía negativa recorrió todo su cuerpo, con su mirada vacía puesta sobre el papel sin ninguna mancha, ni una sola arruga.
Tomó aire, levantó la cabeza y le entregó el papel a uno de los peritos forenses que estaba cerca de él, sin poder verlo a la cara.
—Examina el papel, revisa si hay huellas dactilares o restos de ADN— el hombre tomó la carta y salió hacia su zona de trabajo. Por otro lado, el detective se quedó en su lugar, aún procesando lo que había leído.
—Revisen las cámaras, si la carta estuvo aquí, las cámaras debieron captarlo— habló el jefe y todos regresaron a sus lugares, comenzando con el trabajo del día.
González caminó hacia su despacho y entró cerrando la puerta detrás de él, sacando en un suspiro lo que estaba sintiendo. En el proceso se quitó el abrigo y los guantes, sentándose en la silla y cerrando los ojos por unos instantes. No pensaba que desde su segundo día de investigación iban a ocurrir cosas tan extrañas, cosas que le deberían causar miedo. Si eso había sido enviado por el criminal, significaba que ya lo tenía en la mira. Dejó de pensar y al abrirlos, se quedó boquiabierto al ver otra carta sobre la mesa, con un "González" escrito con la misma letra cursiva.
Ante la tensión que había comenzado a escalar por su cuerpo y la confusión que se impregnó en cada parte de las paredes, se peinó el cabello con los dedos, aún con los ojos sobre la carta. ¿Cómo había entrado? ¿Cómo sabía su nombre? No podía entender cómo había sucedido, como eso había llegado hasta ahí, teniendo el tiempo suficiente para acomodarlo sin ser visto. Luego de pensarlo durante varios minutos, cogió la carta y la abrió, leyendo lo que decía adentro:
"Sé que la carta anterior la encontrarán todos antes que tú lo hagas, así que no iba a arriesgar tu trabajo poniendo algo indebido. ¿Vas a enviar a examinar esta carta también o prefieres responder? Deberías responderla, tal vez puedas sacar información de aquí.
Responde del otro lado. Sé buen chico, detective González."
—Pero qué...— murmuró para sí mismo y giró el papel sobre la mesa. Estaba vacío, solo tenía su nombre.
Lo pensó durante unos instantes, sin estar seguro de lo que estaba por hacer, pero la curiosidad ganaba. Tal vez si intentaba contactarse iba a llegar más rápido a él.
"¿Quién eres? Sabes que vas a ir a la cárcel, ¿cierto?"
Cerró la carta con duda, le parecía imposible la idea de que el asaltante realmente respondiera un mensaje, ¿qué ganaría haciéndolo? Aún así la dejó en el mismo lugar que la encontró, continuando con su trabajo hasta la hora de la salida.
A la mañana siguiente regresó a la comisaria, esta vez vistiendo su abrigo negro, saludando a sus compañeros sin ninguna palabra, solo para encerrarse en su despacho. Sus manos se quedaron apoyadas en la puerta, girando lentamente su torso hacia su ordenador, viendo un nuevo papel sobre la mesa. Sus lentos pasos se acercaron y sin siquiera sentarse la abrió.
"¿No crees que es muy pronto para hacer ese tipo de preguntas, detective González? ¿Qué clase de hombre con clase (por la forma en la que te vistes) trata de esa manera a sus invitados?
De cualquier manera... sé que jamás pisaré la cárcel. Por otro lado... ¿Sabes que dormir solo cinco horas como lo hiciste anoche baja tu rendimiento mental? ¿Cómo vas a descifrar mis pistas si no duermes lo necesario?
Vale, haz otra pregunta, pero házla bien. ¿O quieres saber qué más sé de tí?"
Pedri dejó caer la carta sobre la mesa, frunciendo el ceño mientras se sentaba en la mesa y comenzaba a escribir.
"¿Quieres que lleve estas pruebas a la policía? Habla ahora o lo haré.
¿Quién eres?"
Dejó la carta sobre la mesa y salió de su despacho. Sus pasos incómodos, pero firmes y con la cabeza aún procesando lo que había leído, se acercó hasta donde estaba el guardia de seguridad, se paró a un lado de su jefe.
—Increíble, las cámaras dejaron de funcionar a la hora que entró— habló su jefe, el detective frunció el ceño mientras observaba la escena.
—¿A qué hora fue?— apoyó su mano sobre la mesa, inclinando su cuerpo hacia adelante para observar bien.
—Entre las tres y cuatro de la mañana, detective— respondió el guardia de seguridad.
—Coloquen un guardia nocturno, que vigile todas las zonas de esta noche. Él sabe que abrimos su caso otra vez.
Una mañana más caminó por aquellos pasillos que conocía de memoria, esta vez fue directo hacia donde estaban los guardias. El sol aún no había salido del todo, pero él quería quitarle ese peso de encima a los guardias para que pudieran ir a dormir. Además, tampoco podía dormir bien teniendo una pregunta sin respuesta.
—¿Vieron algo?— los miró, pero ni siquiera fue necesario una respuesta, en sus rostros se podía ver que el plan había fracasado.
—No, detective, todo vacío.
—¿Y las cámaras?
—Las apagaron a la misma hora de siempre— Pedri bufó frustrado, pasando una de sus manos por su rostro para finalmente agradecerles e irse a su despacho donde vió la carta sobre la mesa, tomándola una vez más.
"Te dije que no dijeras nada, ¿creíste que los guardias son un problema para mí? Pensé que habíamos comenzado a tener confianza.
¿Llevar las pruebas? No sé si recuerdas que cada respuesta que me das me la llevo, así que pruebas no tienes. Por eso te he dicho que duermas más. ¿Quieres llevar esta carta? Puedo escribir algo vergonzoso para que dudes un poco más en entregarla.
¿Tus compañeros saben qué es lo que ves en tu teléfono?"
Pedri se quedó observando la hoja en completo silencio, sin saber qué hacer con lo que tenía en mano. La persona que escribía esas cartas estaba completamente loca y, como su jefe le había advertido, era un peligro para cualquier persona.
Arrugó la hoja haciéndola una bolita y la guardó en uno de los cajones. Claramente no iba a volver a responderle, sabía que solo estaba jugando y que ese camino no lo llevaría a ningún lado. Regresó a su ordenador y comenzó a escribir todo lo que sabía, continuando su investigación con elementos de los casos pasados.
No podía concentrarse, no podía dejar de pensar en lo que había leído, ¿era verdad? ¿Había conseguido entrar a su teléfono? ¿Cómo era eso posible? Exhaló poniéndose de pie y salió de su despacho.
Necesitaba dormir un poco.
El mismo patrón se repetía una vez más en la semana, entrando a su despacho apenas llegaba a la comisaría, notando que sobre la mesa había una carta. Extrañado al estar seguro de que no había respondido, la cogió y la abrió, tomando aire antes de leer.
"¿Estás enojado conmigo? ¿O te dió miedo saber que conozco algo íntimo sobre tí? No te preocupes, no voy a usarlo en tu contra, es un secreto entre tú y yo.
¿Ahora vas a responderme?"
Una vez que terminó de leer hizo bola el papel y lo lanzó junto a la otra en el cajón, saliendo del despacho para tomar un café.
Se paró frente a la máquina y mientras veía caer el café dentro del vaso de cartón, su mano temblaba ligeramente, llevándola rápidamente hasta su labio inferior y apretarlo con sus dedos. Apenas terminó de servir lo cogió y mientras le daba un sorbo se sentó y pensó en la situación, intentaba mantenerlo con calma, pero ¿acaso era una broma de un colega? ¿De verdad estaba hablando con el mismísimo asaltante? ¿Con ese que la policía estaba buscando contactar hace años?
Tiró el vaso a la basura y regresó a su despacho, notando que había una nueva carta. Alzó una ceja y comenzó a caminar por toda la habitación revisando cada una de las esquinas asegurándose de que estuviera solo, y al abrir la carta se sorprendió al leer lo que decía:
"Me gusta la ropa que llevas puesta hoy, pero odio que me ignoren, detective González."
(Reeditado) 1590 palabras
12:34p.m.
07/11/25
Ladymal122
Chapter 3: Responder.
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Había pasado días ignorando las cartas que llegaban, para ese momento ya ni siquiera se molestaba en abrirlas, sin importar la cantidad o la forma en la que venían, simplemente las guardaba y fingía que no las veía, continuando así con su trabajo del día a día, y hasta ese momento todo había transcurrido con normalidad, pero esta mañana fue diferente.
Al abrir la puerta pudo ver un cuchillo clavado en su escritorio, con una carta a su lado. En un primer momento su corazón se paralizó al ver la escena, pero mantuvo la calma mientras se acercaba lentamente y la tomaba para abrirla.
"Responde o el próximo cuchillo irá a tu cuello."
Un texto corto y directo, con una tinta que casi atravesaba la hoja hizo que Pedri se sentara en su escritorio, tapándose el rostro mientras recostaba la espalda en el respaldo de la silla. El frío silencio de su despacho no lo molestaba, pero saber que posiblemente el delincuente que estaba buscando estaba entrando todas las noches a ese mismo lugar, lo atormentaba. ¿Qué le aseguraba que no hubiera puesto cámaras dentro para vigilarlo?
Una vez más miró cada parte de la habitación, asegurándose de que no hubiera nada fuera de su lugar y se acomodó para responder a su mensaje.
"¿De verdad eres el delincuente que estamos buscando?"
Fue lo único que pudo escribir, acto seguido dobló el papel y lo dejó a la vista, quitando con mucho esfuerzo el cuchillo que casi había atravesado la mesa. Lo metió dentro de una bolsa y lo guardó junto al resto de información en el cajón que tenía a su lado. Encendió el ordenador y entró al archivo, notando que lo habían cambiado.
"Nombre: Pedro González López.
Edad: 22 años.
Género: másculino.
Trabajo: detective de la policía.
Estado civil: soltero (y sin novio, aún)
Descripción general: detective joven, pero con grandes resultados en casos complejos. ¿Cuántos has resuelto ya? Tienes un hermano, parece ser muy amable. ¿Tus padres? Parece que apoyaron mucho a que te dedicaras a esta carrera, no dejaron de creer en tí ni un solo instante. Al parecer eres el favorito de tu madre, buen chico."
Apoyó los codos sobre la mesa, exhalando rudamente una vez que se cubrió el rostro con las manos, sin poder creer lo que estaba viendo. ¿Cómo era posible que en una semana le había sacado tanta información? Si bien eran datos comunes, sabía que eso solo podía ser el inicio de investigaciones más profundas y peligrosas, con datos más privados.
Sabía que lo estaba haciendo para amenazarlo y hacerle sentir miedo, pero no podía dejar de sentir el hormigueo en toda su piel, ¿tanto le había enfadado el hecho de que le dejara de hablar? ¿Era por esa razón que algunos detectives abandonaban el caso sin razón alguna?
Negó con la cabeza en un intento de esfumar aquellos pensamientos. Pensó en escribirle algo más, pero no tenía intenciones de hacerlo enfurecer más de lo que ya estaba. Se puso de pie y tomó su abrigo para poder salir de la comisaría rumbo a su casa.
Y al abrir la puerta pudo oír el silencio que afirmaba que no había nadie en la casa, dejando sus cosas en la entrada junto a sus zapatillas y caminando hacia su habitación para tomar ropa limpia y una toalla, finalizando su camino en el baño para darse una ducha caliente.
El vapor rapidamente se esparció por el baño, su mano con el jabón se deslizaba por su otro brazo, dejando que el agua caliente cayera sobre su cuello. Dejó salir el aire una vez que agachó la cabeza, su cabello se mojaba, pasaba su mano por su cuello hasta que levantó la cabeza de golpe, girando la atención hacia la puerta al oír un ruido. Mantuvo el silencio para poder notar cualquier otro ruido, pero nada más se escuchó. Cerró el agua y se puso la toalla en la cintura antes de abrir la puerta para mirar a su alrededor, no había nadie, eso lo obligaba a caminar hacia la sala.
—Llegaste temprano— escuchó a la lejanía y no pudo evitar gritar del susto, sujetando con una mano su toalla y la otra apoyando su mano en su pecho, como si buscara tranquilizarlo a la vez que giraba su cabeza de donde provenía el ruido. Su hermano, observando la escena con calma, dejó las compras sobre la mesa—. Perdón, ¿te asusté?
—Casi se me escapa el alma— exclamó y regresó al baño para cambiarse en un segundo, saliendo de allí mientras se secaba el cabello.
—Veo que tu día fue misterioso, ¿encontraste algo?— Pedri exhaló caminando hacia él.
—Ya sabes... mi jefe me ha dejado a cargo de un caso tan... raro— frunció el ceño al decir la última palabra y se apoyó en la mesada.
—¿Por qué?— Pedri giró a verlo y observó sus ojos, pensando si debía decirle todo lo que sabía.
—Ah... es un... ¿has visto el último asalto al Banco Sabadell?— Fernando asintió con la cabeza—. Fue causado por un asaltante prófugo de hace años que nunca fue atrapado y ahora el caso está a mi cargo, pero... no hay imágenes, no hay datos de su vida, no... no hay nada sobre él. Es como si estuviera persiguiendo un fantasma.
—Tal vez sí lo sea...— rió mientras guardaba las cosas en la nevera—. ¿No hay nada? ¿De verdad? ¿Cómo alguien puede hacer un asalto sin dejar rastro?
—Es lo mismo que me he preguntado— le devolvió la sonrisa, aunque la quitó pronto para seguir hablando—. Llevo días en la nada misma y todo lo que siento saber, ya otros detectives lo pusieron en su reporte. No creí que fuera fácil, pero tampoco pensé que fuera imposible.
—Tal vez no sea imposible— respondió apoyando una de sus manos sobre la mesada de la cocina y Pedri lo miró confundido—. Tal vez sea el tiempo. Tal vez nadie lo atrapó antes porque no era el momento, ni el detective correcto. Sabes muchas cosas, por lo que escuché de él en el televisor, es un asaltante que revela muchas cosas sin nombrarlas y tú siempre fuiste bueno con los acertijos.
—¿Tú crees?— Fernando asintió—. Espero que estés en lo correcto.
—Sabes... Tengo mucha curiosidad por saber quien es el asaltante. Se ha vuelto tan famoso que me sorprende que, entre tanta gente, nadie lo haya visto, ni nadie haya entendido sus pistas. ¿Te imaginas? Ese tío en este momento debe estar en su casa burlándose de la policía y durmiendo con mucha tranquilidad— Pedri chistó y negó con la cabeza.
—No sé si duerme tan tranquilo.
—Tal vez... pero el que debería dormir y dejar de trabajar durante la noche eres tú— el menor de los González exhaló, rodando los ojos y dejándose caer sobre la silla, escuchando aún el regaño—. ¿Cuántas veces te he dicho que dejes de trabajar en la noche? Me despierto por la mañana y estás tirado sobre tu escritorio.
—Lo sé, lo sé, pero no puedo dormir, no... así, con este caso— se explicó mientras veía a su hermano cortar las verduras—. Yo también siento la curiosidad de saber quien es el que está detrás de todo esto.
A diferencia de otros días, Pedri entró a la comisaría con la curiosidad de saber la respuesta. Odiaba que fuera tanto tiempo de espera, sintiendo que debía haber alguna manera de hacerlo más rápido, pero iba a esperar, era lo que necesitaba para avanzar con el caso. Detuvo sus pasos una vez que estuvo dentro, viendo en el suelo varios petalos negros que llevaban su mirada hasta la mesa, donde habían algunas Dálias sobre la carta. La tomó y la abrió sin pensarlo, leyendo su interior.
"¿Necesitas más pruebas para saber que soy yo? Creo que esto es suficiente para que empieces a creer en mí y que hablemos de forma natural, ¿no crees, detective González?
¿O quieres saber más sobre tí?"
González tragó saliva y se sentó sobre su silla, su corazón saltaba con cada palabra. Sin más le dió la vuelta a la carta, notando que había algo más escrito.
"Elegí las mejores flores para tí, no las metas en el cajón como las demás cartas."
Su corazón se detuvo por un segundo, rápidamente llevó su mano al cajón y al abrirlo pudo ver que todas las cartas que había guardado junto al cuchillo, habían desaparecido.
Cubrió su boca con su mano mientras intentaba entender lo que acababa de suceder. Todo lo que había guardado para usarlo en su contra había desaparecido aunque el cajón tenía llave. Lo observó, notando que solo tenía unas pequeñas rayas por el intento de abrirlo, regresando la mirada a las flores que estaban juntas sobre la mesa, para finalmente ver la carta nuevamente.
"¿Haces esto solo o tienes acompañantes? ¿Ya hiciste esto con otros detectives? ¿A todos los amenazas con información íntima?"
Dejó la carta sobre la mesa y se levantó, metiendo todos los pétalos en una bolsa para guardaros en el cajón. Tomó las flores y pensó un momento antes si debía tirarlas, finalmente guardarlas en su bolso.
Cuando regresó a la mañana siguiente, vio que todo estaba en orden, tal como lo había dejado, lo que la hizo suspirar silenciosamente, recogiendo la carta y abriéndola.
"No necesito ayuda, pero ¿qué? ¿Tienes celos de que haya investigado a otros detectives? No te preocupes, las cartas son solo para tí, detective González."
(Reeditado) 1571 palabras
10/11/25
11:19p.m.
Ladymal122
Chapter 4: Preguntas.
Chapter Text
"Me alegra saber que te llevaste a casa las flores que te di...
Como apreciaste mi regalo, puedo darte algo interesante: el viernes por la noche, cuando las calles no tienen ruido, en el Museo principal de Barcelona. Será mejor que lleves a toda tu policía."
Pedri vió la carta sin comprender a qué se refería, encendiendo su móvil para darse cuenta que era jueves por la mañana. "¿Estará allí?" Fue una de las primeras preguntas que se hizo, pero era imposible que alguien que huyó de la policía durante tantos años se entregara tan fácilmente de un día para el otro. "¿Me hará quedar mal con mi jefe? ¿Es una broma?" Eso es lo único que llegó a su cabeza, respondiendo como siempre lo hacía.
"¿Es un caso real? ¿Hay un robo?"
Recostó la espalda en su silla, mirando la carta sobre la mesa, pensando en las palabras que había escrito y, sin perder el tiempo, se acercó al ordenador, escribiendo en el motor de búsqueda el Museo principal de Barcelona, dándose cuenta de que sonó una notificación de su correo. Al revisar, se dió cuenta de que el mensaje provenía de un correo desconocido sin un nombre claro. Abrió y leyó lo que había recibido:
"Esta vez te facilitaré las cosas, pero solo porque es la primera investigación, no porque no creo que puedas hacerlo, detective. Utiliza bien esta información."
Y debajo del mensaje vió un enlace que, al abrir, mostró todo el camino hacia el museo. Sin dudarlo, tomó su cuaderno y anotó todo lo que estaba leyendo, anotando la zona, la hora y el día.
Y como todos los días salió de su trabajo una vez que su jornada terminó, esta vez con la sensación de saber algo clave, algo que iba a servir el día de mañana y por causa de su interés por saber la respuesta, le fue difícil quedarse dormido, haciéndolo llegar temprano al día siguiente, tomando la carta tan pronto como la vió.
"Un robo real."
Fue lo único que decía la carta, haciéndolo que se cubra la boca con la mano.
La noche llegó y él dió aviso a su jefe de un posible asalto, preparando a todos los policías en la zona, manteniéndose ocultos en vehículos comunes y en las sombras de la ciudad, fingiendo que no lo sabían aún y cuando las calles entraron en silencio como lo indicaba la carta, vieron un coche estacionado y a dos hombres merodeando la zona, que, cuando intentaron entrar, fueron atrapados por la policía y llevados en las patrullas.
En ese proceso, Pedri observaba la escena con las manos en los bolsillos de su abrigo negro, buscando el calor en el interior.
—¿Cómo sabías que iba a suceder?— preguntó su jefe una vez que se paró a su lado y González tomó aire, pensándolo un momento.
—Estaba investigando el caso del Principe de las Dálias y algunos vecinos me avisaron que un vehículo pasó varias veces por la misma zona, pensé que podría ser él— su jefe asintió con la cabeza.
—¿Sabes algo sobre el Principe de las Dálias?— esta vez, el pelinegro se quedó en silencio por unos instantes, sabiendo perfectamente que él había sido el que le había enviado toda la información por las cartas.
—No... aún no tengo información de él— respondió disfrazando su inseguridad con calma, viendo como su jefe le palmeaba el hombro.
—Sigue trabajando en ello mañana, hoy ya has servido mucho— le habló firme y caminó hacia donde estaba el resto, quedando él solo en la calle.
Dejó ir el aire frío por su boca, sintiendo como una brisa golpeó su rostro de repente, sintiéndose observado. Giró su rostro hacia atrás, notando que a la distancia había una persona observando todo atrás de una pared. Entrecerró los ojos y rápidamente comenzó a caminar en su dirección, viendo como se escondía y para cuando llegó, ya no había nadie.
Su cabello se movió por causa del viento, viendo el callejón sin salida vacío, frío, oscuro. Encendió el flash de su móvil y caminó lentamente, mirando cada rincón, pero a pesar de que no había nadie, podía sentir una presencia con su atención completa puesta en él, causándole que el corazón le latiera con fuerza, con miedo. Sentía que el viento le susurraba al oído.
¿Estaba enloqueciendo? ¿Cómo había podido escapar de ahí? Exahló y regresó hacia donde estaba el resto de sus compañeros, subiéndose a uno de los vehículos.
No perdió el tiempo, sacó de su bolsillo la carta que había guardado del criminal, escribiendo atrás de la hoja.
"¿Cómo sabías que iba a suceder? ¿Eras tú el del callejón?"
Se dió la vuelta mientras guardaba la carta, acercándose hasta a uno de sus compañeros de trabajo con el que solía hablar.
—¿Podrías llevarme al edificio? Olvidé algo en mi despacho y necesito ir a buscarlo— le habló a su compañero de trabajo, el cual asintió sin decir nada, llevándolo.
Entró rápidamente al lugar y abrió la puerta de su despacho, el cual ahora se encontraba a oscuras, caminando lentamente hasta su mesa para poder dejarlo, sintiendo que algo más estaba ahí dentro. Esta vez no revisó, confió en que iba a tener respuesta, saliendo del lugar sin más.
"Personas que buscan lo mismo que yo. No es bueno cuando hay muchas personas en la busqueda de lo mismo, hay que quitárselas de encima.
Te veías muy lindo buscando en cada rincón."
Leyó la carta de pie, aún con su abrigo y su bolso en mano, sintiendo las manos sudar de los nervios. Dió vuelta la hoja y sin sentarse en la silla, comenzó a escribir.
"¿Eres algún tipo de hacker? ¿Por qué haces esto?"
La dejó sobre la mesa y se sentó sobre la silla, mirando su ordenador. Recordó el mensaje por mail que le había enviado, entrando y respondiendo allí:
"Necesito que me respondas más rápido, no puedo esperar un día entero para saber tu respuesta."
Y tan pronto como lo envió, le llegó una respuesta.
"Sabía que te gusta hablar conmigo, pero no esperaba que dijeras que no puedes esperar un día. En todo caso... puedo enviarte una dirección para que la dejes y puedas buscarla en una hora."
Exhaló enfadado y respondió en ese mismo instante.
"¿Por qué no puedes responder por aquí? Sería mucho más fácil y rápido que enviar cartas."
"No quiero."
Fue lo único que escribió seguido de un link, cosa que lo hizo rodar los ojos y escribir nuevamente.
"No puedo ir y volver en hora de trabajo, mi jefe va a preguntar que es lo que estoy haciendo."
Escribió y apoyó los codos sobre la mesa, viendo como llegaba una respuesta corta que lo hizo golpear la mesa con el puño.
"Miente."
"¿Al menos puedes decirme si eres algún tipo de hacker? ¿Eres joven?"
Escribió con la esperanza de recibir alguna respuesta que pudiera ayudarlo con el caso.
"No preguntes lo que ya sabes."
Volvió a soltar el aire frustrado, buscando apretar un poco más para poder sacarle un poco de información.
"Pero no estoy seguro, necesito respuestas más claras."
Esta vez la respuesta tardó un poco más en llegar, como si lo hubiera pensado antes de responder, pensando en si debería ser directo o seguir desviando el tema.
"No me considero hacker, pero si tú crees que lo soy...
Soy mayor que tú."
Su corazón se detuvo un instante al leer el mensaje. Su mano movió la punta del bolígrafo en círculos, con una leve satisfacción y agachó la cabeza para anotar lo que había respondido y continuó preguntando.
"¿Eres hombre? ¿Eres de España?"
La respuesta nuevamente volvió a tardar, pero llegó siendo corta y clara:
"Sí, soy hombre español."
Bajó nuevamente la cabeza para seguir escribiendo, escuchando que le llegaba otro mensaje, levantando la cabeza para leer lo que decía.
"¿Eres virgen?"
Esa única pregunta lo sacó de su calma, sintiéndose nervioso y sin entender por qué le había preguntado eso.
"¿Por qué haces esa pregunta?"
"Porque tú me hiciste preguntas a mí."
Movió sus dedos sobre el teclado, sin saber que responder ni cómo hacerlo. ¿De qué iba a servirle esa información?
"Ya debes saberlo. Conoces todo de mí."
Escribió y recibió la respuesta al instante:
"Quiero leerla de tí."
Golpeó la mesa con la punta de su dedo índice, moviendo una de sus piernas por debajo de la mesa, inquieto. Por más que no quisiera responder, sabía que no podía perder su contacto. Finalizó respondiendo con dificultad.
"Yo soy... sí, lo soy."
(Reeditado) 1419 palabras.
16/11/25
1:22a.m.
Ladymal122
Chapter 5: Foto.
Chapter Text
La noche estaba plena, con el cielo despejado permitiendo así ver las estrellas y la luna llena, brillante, grande. Las amplias ventanas de su habitación estaban cerradas evitando así que el frío pasara a molestar. A pesar de las insistencias de su hermano, no podía evitar perder la consciencia del tiempo, quedándose hasta altas horas de la noche despierto.
La necesidad de descubrir lo que estaba más allá lo llamaba, susurraba en su oído, maquinaba en su cabeza y lo arrastraba hacia su ordenador. Las luces apagadas para no molestar a su hermano que dormía en la otra habitación, se encontraba sentado frente a su laptop escribiendo sin parar en su informe, tan concentrado en ello que lo único que lo sacó del eje fue el mensaje que le llegó a su correo. Aquel nombre que ya había memorizado aunque no tenía sentido.
"¿Qué habíamos dicho de quedarte despierto hasta tarde?"
Entrecerró los ojos, pero desvió su atención del trabajo por unos instantes para poder responderle. No pensaba demorarse mucho, además aprovecharía el momento por si salía alguna información valiosa.
"No estoy en hora de trabajo."
Escribió sin dar mucha explicación y antes de poder salir del correo para volver a su archivo, una respuesta llegó:
"Pero estás trabajando. ¿Necesitas ayuda?"
Se detuvo a pensar un momento en el escenario que se le estaba presentando en ese instante. Detrás de la pantalla, hablando con él, había un posible hacker, ¿acaso él no podría solucionar los problemas más fácil? Negó con la cabeza, sabiendo que eso estaba mal.
Sabía que podía hacerlo por cuenta propia, sin necesidad de un extraño.
"No. Puedo hacerlo solo."
Salió y continuó escribiendo, pero sin mucho éxito puesto que pronto llegó otro mensaje. Esta vez, al abrirlo, pudo ver que era un archivo con la información que estaba buscando. Al principio frunció el ceño, sin creerlo, pensando que tal vez podía ser un virus, pero la curiosidad lo estaba matando, no podía no abrirlo. Cuando lo hizo, se dió cuenta que todo lo que necesitaba estaba ahí.
Enderezó su espalda mientras miraba cada parte del archivo, bajando lentamente y aún estando en shock, recibió otro mensaje.
"Antes de irte a dormir... necesito hacerte una pregunta."
Rápidamente cayó nuevamente a la realidad, entrecerrando los ojos con amargura. Sabía que no podía ser algo bueno sin estar acompañado de algo.
"No hagas preguntas raras otra vez."
Escribió aceptando su propuesta de mala gana, pero poniendo un límite que claramente el criminal ignoró.
"Cuando estás cachondo, ¿te imaginas que te están penetrando o tú prefieres meterla?"
Claramente no pudo evitar hacer una expresión de sorpresa mezclada con una sensación de vergüenza. ¿Con qué derecho se sentía de preguntar algo tan íntimo?
"No creo que necesites saber eso."
Respondió intentando mantener su imagen limpia, pero rápidamente llegó una respuesta que volvió a revolverle el estómago.
"Sí necesito saberlo."
Recostó la espalda en la silla, releyendo una y otra vez el mensaje corto y directo del criminal, suspirando y acercándose nuevamente a la mesa.
"Prefiero que me follen."
Rápidamente salió del mensaje y continuó con su trabajo, pero sin poder concentrarse, mirando cada segundo si había respondido y cuando lo hizo, su corazón brincó del susto, entrando a leer.
"¿Cómo es posible que tuviste ex pareja y nunca te la metió?"
Pasó la mano por su rostro, sin poder creer que había preguntado eso.
"Aunque estés en pareja, no es obligación hacerlo."
Y sin poder salir, recibió una respuesta al instante, evitando que pudiera quitar su atención de él.
"¿Eso significa que es cierto? ¿Tuviste pareja?
Es un idiota."
"Cuando sucedió era más joven, nada más. No era algo serio."
"Es un maldito idiota."
Observó extrañado el último mensaje, no podía entender la furia repentina. Le había dicho que no había sido nada serio. Movió los dedos sobre el teclado, respondiendo el mensaje:
"¿Te enteraste algo de él?"
Y aunque pasaron los minutos, ya no obtuvo respuesta, haciéndolo suspirar y cerrar la laptop. Recostó la espalda en su asiento, mirando la conversación que habían tenido, repitiendo una y otra vez la lectura como si fuera el mejor diálogo del mundo. Finalmente se levantó de su asiento para estirarse e irse a dormir.
La noche había sido larga, sin poder dormir muy bien así que apenas salió el sol se levantó y pronto salió de camino al trabajo. Y una vez que llegó con sus cosas en mano, notó que el ambiente dentro estaba extraño, sus compañeros miraban unas imágenes que estaban sobre la mesa, murmurando. Al acercarse se quedó helado al ver que el que estaba en la imagen era su ex novio.
—En la mañana de hoy se ha reportado el desaparecimiento de esta persona. La última vez que ha sido visto fue ayer en la salida de su trabajo— habló su jefe y mientras le daba el caso a uno de sus trabajadores, el detective se dió la vuelta y entró a su despacho, cerrando la puerta detrás de él.
Sus manos se quedaron apoyadas sobre la puerta, su mirada se clavó en el vacío de la mesa, justo donde solía dejar la carta. Rápidamente se sentó delante de su ordenador, escribiéndole:
"¿Por qué lo hiciste?"
Preguntó sin rodeos, pero por esta vez no recibió ninguna respuesta y a pesar de insistir varias veces, no tuvo éxito. Escribió varias veces hasta que salió del trabajo, comiendo sin poder dejar de sentirse nervioso al creer que le pudo haber pasado algo. Y una vez que su hermano se fue a dormir, él se dió una ducha. El agua caliente recorría su cuerpo, sus manos masajeaban su nuca, saliendo a los pocos minutos para escribir una vez más en su laptop:
"¿No vas a responderme? Al menos dime que está bien."
Una vez que lo envió se sentó a esperar mientras se secaba el cabello con la toalla, recibiendo un mensaje.
"Yo no lo hice."
Exhaló molesto, acercándose a responderle de la misma manera en la que lo había hecho él.
"Yo sé que sí fuiste tú."
"¿Aún lo amas?"
Esa pregunta lo dejó confundido, sin entender por qué quería saber de eso. Negó con la cabeza y respondió a la pregunta.
"No, claro que no."
Nuevamente no recibió respuesta, escribiendo una vez más:
"Por favor, es solo un ser humano inocente. No necesitas tener de rehén a nadie cercano a mí, sabes que yo respondo las preguntas que haces."
"Envíame una foto tuya."
González ladeó la cabeza hacia un lado, extrañado al leer su mensaje.
"¿Qué? ¿Para qué quieres eso?"
"Envía la foto y luego responderé a tu pregunta."
Dudó un momento antes de responder, suspirando y enviándole una que ya tenía que se había sacado hace un tiempo. Era una foto simple de su rostro, una foto que se había sacado en su habitación que lo hacía de vez en cuando, cuando estaba aburrido.
"No. Envíame una foto en ropa interior."
Frunció el ceño, negando con la cabeza y escribiendo un mensaje.
"No haré eso."
Fue lo único que puso, sin obtener ninguna respuesta. Se mordió la uña de su dedo índice mientras veía pasar el tiempo hasta que soltó el aire y dejó su teléfono sobre la cama para quitarse la ropa. Sabía que no iba a responder si no obedecía su pedido. Se sentó sobre la cama y apuntó su cámara hacia sus piernas, mostrando su ropa interior azul oscuro.
Acomodó sus caderas, sus muslos se veían en la foto y se marcaba ligeramente su miembro.
Sin pensarlo demasiado envió la foto y dejó su móvil sobre la cama, vistiéndose para acostarse y una vez que lo hizo, notó que no tenía respuesta. Pasaron varios minutos hasta que tuvo una corta respuesta que lo hizo sonrojarse.
"Detective sexy."
"¿Por qué pediste eso? ¿Vas a amenazarme con esa foto luego?"
Pensó que tal vez se había equivocado al enviar la foto con tanta facilidad, pensando en lo peligroso que se había convertido eso.
"No."
Fue lo único que recibió seguido de una imagen que, al abrirla, se cubrió la boca con asombro. Aunque no mostraba nada claro, sí podía ver una mano cubierta con un guante negro con un fluido que se deslizaba por encima de sus dedos. Rió nervioso, pensando que tal vez estaba malinterpretando la imagen, pero ¿qué más podía verse así?
"¿Qué es eso?"
"Lo primero que has pensado, pero me gusta tu intento de inocencia."
Pensó unos instantes, sin poder evitar sonreír, sintiendo una mezcla entre un ligero sabor y una sensación extraña.
"No lo sé... ¿esa foto es sexy?"
Nuevamente la respuesta tardó en llegar, pero siempre le causaba nervios.
"¿Quieres ver algo más?"
Seguido a ello recibió otra foto también borrosa, pero que podía verse unas piernas con un pantalón negro y una mano cubierta con el guante, sujetando lo que se marcaba en su pantalón. Tragó en seco, abriendo los ojos con sorpresa, sentándose sobre la cama.
¿El mismo asaltante estaba enviándole fotos de ese tono?
"¿Está mejor así?"
Pedri buscó las palabras adecuadas, aún sin saber cómo sentirse ante lo que había recibido.
"¿Sabes que puedo usar estas fotos en tu contra?"
"Lo sé, pero no las usarás. Al menos no con esa intención."
(Reeditado) 1539 palabras.
23/11/25
12:00a.m.
Ladymal122
Chapter Text
Se cubrió el rostro frente a su ordenador, desde la noche anterior no podía sentirse tranquilo sabiendo lo que había hecho. Estaba mal, demasiado mal y no podía ocultarlo. Esta mañana tampoco había recibido una carta y eso alteraba mucho más sus emociones, sin poder contenerse más.
"No debí hacer lo de anoche, debo ser profesional en mi trabajo."
Envió y dió por finalizada la conversación entre ellos. No podía volver a hacerlo, se supone que tenía que capturar a ese hombre, no hablar con él como si fueran simples amigos, pero la curiosidad por saber más de él lo estaba matando. Sabía que por más que buscara en internet, no encontraría nada sobre él, ya le habían dicho, ya lo había intentado. Sabía que sí seguía hablando e investigando de esa manera, sabía que él podría verlo y usarlo en su contra.
Giró la punta de su bolígrafo sobre la hoja, dejando la tinta mientras pensaba en lo que debía hacer, recibiendo una respuesta.
"Yo te dije que lo hicieras."
"Aún así, no debí hacerlo."
"Me gustó."
"No es si te gustó o no, es que no es parte de mi trabajo."
"¿Qué quieres saber de mí entonces?"
Arqueó la ceja, confundido por su repuesta que llegó en modo de pregunta, soltando el aire luego para poder escribir.
"¿Quién eres?" fue lo único que escribió y cruzó sus brazos por debajo de su pecho, observando la pantalla del ordenador.
"Sabes que no voy a decirte eso. ¿Crees que soy un maldito idiota que va a regalar su nombre a la policia? Vete al carajo."
Clavó sus manos sobre la mesa, sin poder creer la respuesta que había recibido tan repentinamente. ¿Cuál era su razón para sentirse molesto esta vez?
"Pregunté porque me dijiste que te preguntara. Es mi trabajo investigar quién eres."
Y durante el resto de la mañana no recibió ningún tipo de mensaje, siendo eso mismo los próximos días en los que no tuvo ninguna pista ni respuesta, dejándolo con una sensación de molestia. Era claro que estaban jugando un juego en el que el Príncipe ponía las reglas, pero eso no le molestaba del todo, le molestaba que lo dejara sin respuesta por tanto tiempo.
"Hay una manera para hacer que me sientas."
Pedri miró el mensaje en su teléfono, pensando un momento si debía responder o dejarlo pasar, pero la curiosidad podía mucho más con él, abriéndolo tan solo unas horas después en su hogar, cayendo el atardecer.
"¿Sentirte?"
"Así dejarás de creer que soy un fantasma."
"Dilo entonces."
"Ve ahora a la dirección que voy a enviarte.
Ve solo y sin nada que te proteja."
Abajo notó la dirección con el recorrido que debía hacer para llegar, poniéndose de pie. Estaba anocheciendo y su hermano aún no había llegado, dudando un poco si ir o negarse, pero no podía quedarse con la duda. Necesitaba respuestas.
Algo le decía que debía intentarlo, no perdía nada echándole un vistazo al lugar.
Tomó su abrigo y condujo hacia la dirección que le había enviado. Las luces se fueron quedando atrás a medida que iba avanzando por el camino, poniéndose todo oscuro hasta llegar a un lugar abandonado. Estacionó donde pudo y bajó del vehículo, notando que comenzaba a llover. Se acomodó el abrigo y dió pasos hasta una de las entradas del lugar. Se paró delante de una de ellas, su mano se apoyó cuidadosamente y cuando la abrió, notó que había una completa oscuridad sin fin que provocó que su piel se erice. Era claro: hablarle de noche y llevarlo a un lugar oscuro era algo que podía venir del Príncipe.
Era un sitio donde podía olerse el peligro extremo, el no poder ver nada, el no saber que hay adentro.
A pesar de su miedo, dió unos pasos firmes hacia el interior, sintiendo por alguna extraña razón que allí dentro estaba más frío que afuera, tensándose cuando percibió una mirada sobre él. Giró en un instante cuando sintió que algo se le arrebataba de encima, tocándose los bolsillos al instante y dándose cuenta que ya no tenía su teléfono. De pronto su mano tembló al sentir como era tomaba por una mano con un guante frío, con textura plástica.
No podía mover su cuerpo, este estaba procesando lo que sucedía mientras sentía como el calor de su respiración chocaba contra el dorso de su mano. Su pulgar debajo del látex se movía por su mano de una forma extraña, como si intentara hacerle caricias.
Podía oír el latido de su propio corazón, tan fuerte que sentía que podía oírse su retumbe por todo el interior del lugar, con cosquillas en el estómago mientras recibía un largo beso en la mano, luego otro aún más lento y, poco a poco, fue llenando de besos su mano, cada vez más seguidos. A diferencia de su respiración, sus labios estaban fríos.
Los besos se metieron por la palma de su mano, esa mezcla entre el frío y el calor tenían sus piernas temblando.
—Nhg...— gimió cuando sus dedos comenzaron a ser mordidos, parecía tener unos colmillos afilados.
La otra mano del hombre se apoyó en su muñeca, ayudando a sostener su mano mientras la olía disimuladamente. A pesar de no verlo, su intensidad se hizo notar cuando intentaba sentir su olor y besar su mano al mismo tiempo, se oía su exhalación agitada, como si con cada segundo perdiera más y más el control. Finalmente le dejó un papel en la palma de su mano, haciéndole cerrar los dedos.
No pudo oír sus pasos, ni su voz, ni siquiera pudo verlo, pero sabía que se había ido y que había dejado sus piernas como gelatinas, con sus mejillas ardiendo como si hubiera corrido una maratón y su corazón saltando sobre su pecho. Tocó lentamente el bolsillo de su abrigo, notando que le había devuelto el móvil.
Cuando pudo tranquilizar su cuerpo, salió por donde entró y subió a su coche, quedándose allí dentro para poder abrir el papel que tenía en su mano.
"Si quieres conocer más de mí, debes poner tu parte también.
¿Quién sabe? Esto y muchas cosas mejores podrían ocurrir si confías en mí."
¿Cosas... mejores?
Aún estaba en su cama, con las manos levantadas leyendo una y otra vez el mensaje que estaba escrito en el papel. Su mano aún sentía cosquillas de los roces que había sentido, sin creer aún lo que había sucedido.
Jamás había recibido un beso en la mano, mucho menos miles de besos, pero no era algo que le desagradaba pensar, aunque su primera vez haya sido con el criminal que estaba persiguiendo.
Pensó en que esa había sido la oportunidad de arrestarlo, pero su sorpresa al ver que realmente estaba ahí lo hizo incapaz de hacer algo, ni siquiera de detenerlo.
Y aunque era su día libre, no podía dejar de pensar en el caso en el que estaba a mando, el que estaba investigando. Quería saber más, no tanto para llenar el informe, solo por saciar la curiosidad de saber quién estaba detrás de los robos más inteligentes.
Y la verdad, ¿quién no lo estaría? Su sola inteligencia sonaba llamativa. ¿Acaso era un estilo de nerd? ¿Usaría gafas durante el día para ver? Hasta podría asegurar que debió ser bueno en los estudios. ¿Eso significaba que podía ser un hombre rico o con algún título universitario?
Se puso de pie aún con el pijama puesto y se sentó delante de su laptop, buscando las imágenes que le había enviado. Abrió la que estaba su mano en primer plano y le aumentó la iluminación con una aplicación, notando que el piso era de cemento, pero la imagen continuaba siendo borrosa. Le hizo zoom para verla de cerca y en eso le llegó un mensaje.
"¿Te gusta esa foto?"
"¿Cómo sabes lo que estoy viendo?"
"Estoy en cada uno de tus dispositivos electrónicos."
Pedri presionó la mandíbula, cambiando el tema para ver si podía sacarle más información.
"Dijiste que eras mayor que yo, pero ¿cuántos años mayor que yo?"
Mientras esperaba la respuesta se fue a lavar el rostro y al salir pudo ver que ya tenía una respuesta.
"¿Te gustan los hombres mayores que tú?"
"Hm... no había pensado en eso antes, pero ¿eres dos años mayor que yo?"
"Un poco más."
"¿Cuatro?"
"Más."
"¿Eres tan mayor?"
"No paso los treinta aún."
Pedri no pudo evitar reírse al leer el mensaje, aunque en parte también estaba muy sorprendido al ver que estaba respondiendo a ese tipo de preguntas y con lo que parecía ser una gran calma.
"Ahora estaba pensando en que debías ser muy bueno cuando estudiabas, ¿no?"
"Me siento afortunado al saber que estuve en tu cabeza desde que te levantaste.
Respondiendo a tu pregunta... era bueno, pero no en todas las materias."
"No es que piense todo el tiempo en tí, es que eres el caso en el que estoy trabajando."
“¿Solo eso? ¿Estás seguro?"
(Reeditado) 1493 palabras.
24/11/25
11:39p.m.
Ladymal122
Notes:
Holiiissss! Si este capítulo llega a los cinco (5) comentarios, mañana se publicarán dos capítulos!
Espero os esté gustando. Gracias por vuestro apoyo <3
Chapter Text
La expresión de su rostro era inexplicable. No podía entender cómo demonios se había metido en esa clase de conversación con un criminal. Llevaba allí cinco minutos, su mirada perdida en el computador, en completo silencio, sin saber si responder o irse del país. No podía entender en qué momento los límites se habían borrado entre ellos, mucho menos por qué seguía preguntando ese tipo de cosas.
"Detective, ¿le gustan las pollas grandes o pequeñas?"
Arqueó una ceja. Ni siquiera sabía por qué estaba pensando en la respuesta. ¿Por qué demonios alguien le haría semejante pregunta a un desconocido?
"¿Qué clase de pregunta es esa?" fue lo único que pudo escribir sin sentirse incómodo. Era su segundo día libre, pero no se sentía tan libre. Estaba en su habitación pasando sus notas del cuaderno al portátil, y en medio de su descanso para relajar las manos, pensó en la apariencia del príncipe. ¿Por qué lo llamaban Príncipe? Además de la razón más obvia, ¿era por que tenía el pelo rubio como un príncipe de película? ¿Era alto? ¿Delgado? ¿Qué aspecto tenía? Miró el mensaje y leyó lo que decía.
"Quiero saber lo que te gusta."
"No sé. Ya te dije que nunca he hecho eso."
"Entonces... ¿ni siquiera le has visto la polla a tu ex? ¿No la chupaste?"
Al menos sabía que no era por su fino vocabulario.
"¿Por qué hablas tanto de él? Y no. No lo hice. ¿Podemos hablar de otra cosa?"
"Entonces no era un buen hombre para ti."
"Entonces, ¿cuál crees que sería un buen hombre para mí? Porque al parecer, me conoces mejor que yo mismo."
La respuesta tardó en llegar, pero cuando llegó, lo sorprendió.
"Necesitas un hombre de verdad, un hombre que cumpla todas tus fantasías y te ayude a alcanzar tus sueños, no un niño que grita como una zorra durante horas.
Si no fuera por ti, le habría volado la cabeza con un rifle.
Además... entiendo por qué nunca te folló, tiene una polla muy pequeña."
El español frunció el ceño, sin saber si estaba molesto o avergonzado por lo que leía. Giró los dedos sobre el teclado, haciendo círculos antes de poder responder.
"¿Cómo... lo sabes?"
Una vez más, se tomó su tiempo para responder, pero cada respuesta que recibía le revolvía el estómago.
"Quería saber qué te excitaba en alguien. Quería saber qué veías en un pedazo de mierda como él. ¿Lo dejaste porque te diste cuenta de la mierda que era?"
"¿Cómo sabes que rompí con él?"
"Porque era imposible que él pensara en romper contigo. Eres demasiado sexy, detective. No hay nadie que pueda decir lo contrario."
"No rompí con él por eso. Simplemente no estábamos de acuerdo en muchas cosas. No buscábamos las mismas cosas."
"Y... ¿estás buscando novio ahora?"
Otra pregunta que lo confundió. ¿Por qué las preguntas iban dirigidas a él?
"No. Estoy centrado en mi trabajo ahora mismo."
"En otras palabras... estás centrado en mí."
Pensó antes de responder. Aunque tenía razón, no quería que su respuesta se malinterpretara.
"Sí, eres el caso en el que estoy trabajando."
"¿Y lo estás disfrutando?"
"Preferiría tener más información sobre ti para poder avanzar. ¿Podrías ayudarme?
¿Tienes 27 años?"
"Sí, estás en lo correcto. Casi 28."
Abrió los ojos, sorprendido por su edad, y anotó en su cuaderno.
"¿Eres rubio?"
"¿No te cansas de hacer preguntas?"
Se mordió el labio inferior. No debía perderlo de vista, así que decidió escribir rápidamente algo que pudiera llamar su atención.
"Es solo esta pregunta, y después podemos hablar de lo que quieras, o haré lo que quieras."
"¿Sí? ¿Lo que yo quiera?"
"Sí, lo que tú quieras."
"No soy rubio."
Nuevamente bajó la cabeza para continuar escribiendo, escuchando cómo recibía un mensaje.
"¿No es tu día de descanso?"
"Sí, lo es."
"Envíame un vídeo masturbándote."
Pedri se congeló en ese mismo instante, sus dedos se quedaron duros sobre la mesa y su mandíbula se presionó, nervioso. Su mirada caminó sobre el mensaje una y otra vez.
"No puedo enviarte eso."
"Me dijiste que ibas a hacer lo que yo quiera si te respondía."
"¡Sabes a lo que iba! Era para algo más... tranquilo..."
"Quiero ver tu rostro mientras te masturbas."
"No puedo hacer esto."
"Déjalo salir delante de la cámara..."
"Mi hermano está en casa."
"Sí, más peligroso, quiero ver su cuerpo temblar."
El español se levantó de golpe, con sus manos sobre el escritorio y la cabeza agachada, saliendo sin más de la habitación y viendo a su hermano coger las llaves.
—Por fin sales de tu habitación. ¿No se suponía que era tu día libre? Te oí escribir— dijo su hermano, de pie frente a él.
—Ah... Estaba pasando algo que había anotado en mi cuaderno a la carpeta de información en mi portátil, no es trabajo.
—Vale... voy de compras. ¿Necesitas algo?—Pedri negó con la cabeza, viéndolo abrir la puerta—. Nos vemos luego entonces.
Pedri levantó la mano y guardó silencio durante varios minutos antes de volver a su habitación. Su espalda estaba pegada contra la puerta, sus manos cubrieron su rostro y exhaló, ignorando el retumbe de su corazón. Sus piernas vibraban, necesitaba recomponerse.
Necesitaba más información y no podía perder la confianza que estaba ganando. Caminó en silencio, no tenía mucho tiempo como para seguir perdiéndolo, así que sin pensarlo suspiró antes de bajarse los pantalones.
Intentó hundir su vergüenza poniendo su teléfono delante suyo, sentándose sobre la cama. Jamás le habían pedido algo así, jamás se había grabado, ni siquiera para su ex novio.
Sus dedos se deslizaron por su polla, necesitaba levantarla y los nervios le jugaban en contra. Intentó no mirar mucho hacia la cámara que lo observaba en silencio.
La mano que estaba apoyada en la cama lentamente subió y bajó por la tela, moviéndose por sus muslos, apretándolos. El calor subió por su nuca, su mano se metió por debajo de la camiseta para tocar sus pezones, los cuales ya se encontraban duros por la mezcla del frío y el ligero gusto que estaba sintiendo.
Se subió el boxer, dejando a la vista un poco de su nalga, acto seguido meter su mano por debajo de la tela y tocar su miembro. Aunque aún se encontraba algo blando, no tardó mucho tiempo en endurecerse, aprovechando ese momento para quitarse la ropa interior y dejarla tirada en el suelo, abriendo sus piernas.
Era un momento tan extraño, pero por alguna razón, saber que iba para aquel criminal lo hacía sentirse a gusto. Separó un poco más sus piernas, subiendo su mano para darle una lamida y volver a su ritmo de arriba hacia abajo, jadeando mientras su otra mano se aferraba a las sábanas, sintiendo como todo se humedece poco a poco. Se hundió en sus hombros, sin poder cerrar la boca, mucho menos tragar la saliva que se desbordaba de sus labios.
Los dedos de sus pies se torcieron hacia adentro, sintiendo como sus piernas comenzaban a temblar. Tiró su cabeza hacia atrás momentáneamente, sintiendo cosquillas por todo el cuerpo. ¿Cómo se sentiría tener a ese criminal delante suyo?
Nunca había fantaseado con su trabajo, pero en ese momento solo podía pensar en aquel hombre que vería ese vídeo minutos después, lo enloquecía pensar en ello. Apretó sus piernas, mirando hacia abajo mientras gemía sin poder contenerlo, viendo como salía todo de su interior. soltó el aire, sintiéndose más liviano.
Luego de limpiar todo simplemente envió sin mirarlo demasiado. Sentía demasiada vergüenza de solo recordarlo, saliendo de su habitación para comer algo. No podía evitarlo, tenía su teléfono a su lado, revisando cada dos segundos para ver si ya había respondido. Al pasar varios minutos se dió cuenta que ya había respondido.
"No hay ningún vídeo porno que tenga a un chico tan sexy como tú. No hay detectives así, no hay ninguno como tú. Las piernas que tienes son muy hermosas, ¿alguna vez te lo han dicho? Son delgadas, pero no les quita lo ricas que se ven."
Sus mejillas se sonrojaron fuertemente, tapándose el rostro con sus dos manos, escuchando el sonido de otro mensaje.
"Jamás había visto expresiones de placer tan sexys como las tuyas. ¿En qué estabas pensando? Voy a usar esto para masturbarme contigo, detective."
"No pensaba en nada", fue lo único que pudo responder, avergonzado por lo que había leído.
"Mientes. Se podía ver en tu cara lo tanto que estabas disfrutándolo. Estabas rogando porque alguien llegara a follarte, ¿verdad? Se podía ver en tu piernas, temblaban como si quisieran sostenerse de alguien."
Pedri se tiró de cara sobre su cama, hundiendo su rostro en la almohada, sintiendo el aire caliente salir de su cuerpo. Necesitaba saber quien era el Príncipe de las Dalias lo más pronto posible, no podía continuar así.
(reeditado) 1464 palabras.
25/11/25
11:11p.m.
ladymal122
Notes:
Ustedes ganan ;))))
Chapter 8: Chocolate.
Chapter Text
El tener que mantener la cabeza centrada en su trabajo se había vuelto más complejo luego de todo lo que había sucedido las últimas semanas. Su trabajo era encontrar a uno de los criminales más astutos del mundo, pero no podía despejar su mente, no podía sabiendo que, mientras otras personas lo admiraban por su habilidad para huir de la policía, él sabía lo que hacía cuando estaba solo. Sabía que era real y recibía mensajes que nadie más iba a leer.
Algunos podrían pensar que está loco de la cabeza y aunque lo está, no quitaba que parecía ser una persona amable a su manera.
¿Lo estaba manipulando? ¿En realidad esa solo era su fachada de niño bueno para obtener lo que quería? Sí, podía ser eso cierto, pero eso no le quitaba de la cabeza que conocerlo no solo le venía bien para su trabajo, sino que también podía servirle para algo más.
¿Cuánto tiempo llevaba con el caso? ¿Un mes? Y solo un mes había sido suficiente para desarmar sus pensamientos. Cada vez que llegaba la idea a su cabeza, intentaba ignorarlo o simplemente responderse a sí mismo con un "es mi trabajo hablar con él", pero en el fondo, su pecho vibraba cada vez que le llegaba un mensaje de él, esperando todos los días llegar a su trabajo para ver si le había llegado una carta suya.
No podía decirlo en voz alta, no podía contárselo a nadie. ¿Qué le diría su jefe?, ¿sus compañeros?, ¿qué diría su hermano si se enterara de que le gustaba un criminal que ni siquiera conocía?
Y ahora que el Príncipe llevaba una semana sin escribir ni enviar nada, podía sentir ese peso con mucha más fuerza.
Su ausencia lo desconcertaba, no era algo esencial en su vida, ni siquiera necesitaba verlo para sentirse bien, pero sí necesitaba saber que aún estaba ahí y que podía hablar con él. Odiaba no poder dejar de pensarlo, imaginarlo, odiaba no poder hacer su día a día sin tener que estar pausando su trabajo para mirar de reojo el móvil para saber si ya le había respondido.
Intentó todo para aplazar ese sentimiento, pero no podía dejar de caer al vacío, cada vez más profundo. Le gustaba, no podía negarlo, las últimas hojas de su libreta de investigación se habían llenado con toda la información de él, con su nombre escrito mil veces y con un dibujo de cómo creía que se veía con la poca descripción física que tenía de él.
Perdía las horas de su trabajo mirando su libreta sin dejar de imaginarlo, distrayéndose en las conversaciones, en las charlas de su jefe y ni siquiera podía dormir tranquilo. ¿Acaso el Príncipe era una droga? ¿en qué momento había llegado a sentirse de esa manera?
Después de un largo día de trabajo, entró a su departamento pensando en ducharse antes de cenar y se dirigió a su habitación para dejar sus cosas. Para cuando cruzó la puerta, se detuvo al ver un ramo de rosas color borgoña sobre la cama, junto a una pequeña caja de bombones negra y dorada y una carta sin abrir. Miró hacia afuera y cerró la puerta tras él antes de dejar sus cosas sobre la cama, tomar la carta y abrirla.
"Quiero disculparme por estar ausente. He estado ocupado fuera de la ciudad y disfruto más cuando puedo entregarte las cartas en persona.
Te veías hermoso hoy, como siempre."
No pudo evitar suspirar con la comisura de sus labios elevándose ligeramente. Cogió el ramo de flores para olerlo un momento antes de volver a colocarlo sobre la cama. Después de ducharse las pondría en un jarrón y miraría dentro de la caja. No demoró demasiado tiempo, tenía curiosidad por saber qué era lo que contenía la caja negra y antes de ir a la mesa, se sentó sobre la cama para abrir la caja y encontrarse con seis chocolates que con ellos traían una pequeña carta donde indicaba los sabores de cada uno. Para su sorpresa, todos los sabores eran de sus favoritos.
Se levantó de golpe al oír el ruido de los platos sobre la mesa, dejando todo donde estaba para comer. Intentó mantener un ritmo calmo, sin dejar a la vista que estaba ansioso por escribirle por mensaje. Su hermano, por otro lado, ni siquiera pudo oler su estado ya que se encontraba mirando su móvil y escribiendo en él. Cuando terminó de lavar los platos, se encerró en su habitación y sin poder contenerse más le escribió con la esperanza de que respondiera pronto:
"Gracias por los regalos. ¿Los chocolates no traen algo, verdad?"
Dejó el móvil y se acostó en la cama una vez que apagó las luces, mirando que le llegaba una respuesta.
"¿Por qué le pondría algo? Solo tienen chocolate."
"No lo sé... ¿no eres uno de los criminales más buscados? Tal vez sé mucho y quieres callarme."
"Si quisiera callarte, lo haría de otra manera."
Se quedó mirando el mensaje, respondiendo con algo de duda a lo que había leído.
"¿Cómo?"
"Follándote, así no vas a pensar en nada más que en mí y no vas a hablar porque esa boca hermosa que tienes va a estar ocupada conmigo."
Su cuerpo tembló de nervios, moviendo sus dedos antes de escribir algo que lo hizo tragar con dificultad.
"¿De verdad quieres hacer eso conmigo?"
"Si tú me das el permiso, voy a hacerlo y, tengo la seguridad de que no lo vas a olvidar nunca y que querrás que vuelva a hacerlo."
"¿Cómo vas a hacerlo?"
"¿Quieres que te lo detalle en texto? Voy a comerte todo tu cuerpo, no voy a dejar ninguna parte tuya sin lamer. No tengo miedo como el idiota de tu ex porque yo sí tengo con que darte.
No hay ninguna parte de mí que te vaya a decepcionar, pero deja de ver esos vídeos. Detesto que veas a otros. Ninguno merece tu placer, ninguno merece verte sin ropa, ninguno merece tu atención. Detesto cuando pierdes el tiempo en otros y no en mí."
"¿Por qué sigues mirando lo que hago? Si no lo miras, no te enojas, es simple... Además desapareciste, pensé que no volverías."
Esta vez el mensaje llegó tarde y con ese enfado que podía sentirse en el aire. Podía sentir como ese tema lo irritaba.
"Puedo ver todo lo que haces y con más razón lo haré si sigues haciendo eso. Si quieres un vídeo porno, tú y yo podemos hacerlo. De todas formas... si te agarro, vas a quedarte seco por mucho tiempo."
"¿Por qué te molesta que vea a otras personas? No siento nada por ellas..."
"No quiero que las veas y si lo haces, voy a matarlos."
"No necesitas matarlas... no voy a volver a hacerlo."
"Eres un detective sexy, eres bonito e inteligente, no necesitas ver eso, necesitas que te atienda."
"No deberías preocuparte por eso, soy una persona adulta."
"No mires."
"Está bien, está bien, no miro... Por otro lado, ¿qué tipo de “ocupación” tuviste? ¿Fuiste a robar?"
"No fuí a robar, pero tampoco te va a gustar si te digo la razón."
"¿Fuiste muy lejos?"
"No. Al centro."
Sentado frente a su ordenador escribía la información que tenía sobre otro de los casos que tenía bajo su cargo, dando por finalizada las hojas luego de varias horas. Le dió un trago a su café y revisó una vez más antes de enviar el archivo para su jefe y se estiró sobre su silla, notando que le había llegado un mensaje que no había visto.
"¿Pensaste en lo que hablamos anoche? ¿Te atreves a dejar que te folle?"
Su cuerpo se cerró una vez que terminó de leer el mensaje mezclado con una sensación de cosquilleo que lo recorría entero. Y aunque sus manos se aferraron a su mesada, lo pensó varias veces en su mente, escribiendo finalmente la respuesta.
"¿Dónde... dónde quieres hacerlo?"
"En tu cama. Cuando menos lo esperes. Dime qué quieres hacerlo y yo lo haré."
Nuevamente se detuvo a pensar en lo que iba a responder. ¿Realmente iba a suceder si le decía que "sí"? ¿Iba a verlo por primera vez? Su piel se erizaba, sintiendo como su estómago se revolvía de solo pensarlo. Le gustaba la idea, no iba a negar que lo emocionaba y que se estaba dejando llevar por la curiosidad.
"Sí... está bien."
(Reeditado) 1401 palabras.
26/11/25
5:53p.m.
Ladymal122
Chapter Text
Su mirada estaba perdida en la pantalla de su ordenador sin poder escribir. No podía concentrarse sabiendo lo que podía suceder esa noche, con todo lo que habían hablado. ¿De verdad iba a suceder? Sus piernas juntas debajo de la mesa y sus dedos sobre el teclado. El día estaba frío, ya era de tarde y tan solo faltaba una hora para salir de su trabajo.
No pudo concluir nada, no cuando esa idea giraba sobre su cabeza y lo peor es que no había recibido ninguna señal de él. Negó con la cabeza y se puso de pie una vez que cerró todo, saliendo así de su despacho como lo hacía todos los días.
Pasó por una tienda a comprar lo que necesitaban para la cena antes de llegar a su casa e hizo lo que solía hacer siempre. Dejó sus cosas sobre la cama de su habitación y se dió una ducha completa.
Sus manos recorrieron todo su cuerpo con el jabón. Sus dedos tocaban su nuca, cerrando los ojos bajando poco a poco su mano hasta su entrepierna, tocando todo su cuerpo. Inconscientemente mordió suavemente la piel de su dedo índice, tocando sus testículos.
Salió del baño para echarse crema por todo el cuerpo, quería que el perfume se impregnara en su piel. Salió para echarse un poco de perfume y sentarse en la mesa a cenar antes de irse a dormir.
La cena pasó sin mucha importancia y una vez que pegó su cabeza a la almohada, sus ojos se mantuvieron abiertos durante largos minutos en los que giraba de un lado al otro, buscando una posición cómoda.
No podía dormir, era como si el sueño no existiera en su cabeza, pero sin darse cuenta, sus ojos se cerraron y se quedó dormido. El sueño no era muy pesado, con facilidad abrió los ojos del susto cuando sintió un peso sobre la cama. En un principio sintió la extrañeza de no poder ver nada, pero pronto se dió cuenta que llevaba puesta una venda que cubría sus ojos y que al intentar mover sus manos, estas estaban presas por unas esposas que estaban enganchadas a la cama.
Su respiración se agitó al instante junto al miedo que crecía en su pecho, deslizándose con sus piernas por la cama hasta chocar la cabeza con la cabecera. Lo único que sintió sobre su cuerpo fue una mano fría, áspera y grande que se deslizaba por su muslo.
Sus rodillas se juntaron al instante, escuchando como respuesta un suspiro con un tono burlesco que fue acompañado de su acercamiento. Sus labios estaban separados tratando de buscar el aire que estaba perdiendo, ardiendo, secándose sus labios. Su mandíbula se tensó cuando una lengua húmeda se deslizó por la zona, desde su mentón hasta el final de su rostro.
Su corazón corría a toda velocidad por su pecho, las manos frías aún tocaban sus muslos de arriba hacia abajo, apretándolos y palmeándolos.
Gracias a que estaba cerca de su oreja, pudo oír como lo olía, rozando sus labios contra la piel de su cuello y finalmente exhalar con rabia sobre su piel y besarla. El detective cerró sus ojos, jadeando por lo bajo mientras las manos ajenas subían hasta su camiseta para levantarla.
Se tensó cuando los dedos se movieron bruscamente sobre sus pezones, arqueando su espalda. Los besos aumentan su intensidad sobre su cuello, bajando hasta su pecho, succionando uno de sus pezones al mismo tiempo que el otro pezón era apretado por sus dedos, moviéndose en sentidos contrarios.
Su mano se apretó y se acomodó sobre su cuerpo para chupar su pezón. Sus dientes mordían la piel, clavando sus uñas.
-¡Ay! Me duele...— gimió moviéndose, sintiendo que lo mordía para que se quedara quieto. Las manos bajaron con desespero hasta su short y se lo arrancó junto a su ropa interior casi como si quisiera romperlo, dejando caer todo al suelo. Regresó sus manos a su torso y continuó llenándolo de chupones por cada parte de su piel, bajando una de sus manos para masturbarlo.
No pude evitar gemir de placer, intentando contenerse con todo lo que sentía. Inevitablemente su pezón se endureció, quedando rojo por la brusquedad de su boca.
El hombre deslizaba su lengua mojada y caliente por todo su cuerpo como si fuera su postre favorito. Su boca tocó cada parte, olfateaba hasta el olor de su axila, jadeando.
Pedro se movió inquieto una vez más y levantó la cabeza cuando una vibración recorrió todo su cuerpo, su respiración se agitó fuerte, apretando rápidamente sus piernas antes de correr sobre la mano ajena, dejando caer su espalda sobre la cama. Respiraba como si el aire le faltara, sintiendo como los dedos húmedos bajaban y luego ingresaba uno lentamente.
Su cuerpo tembló, podía sentir cada movimiento suyo, como metía un segundo dedo para abrirlo con movimiento de tijeras. Pedri gimió apretando sus piernas, sintiendo que la mano libre del hombre las separaba con una fuerza inimaginable. Los dedos poco a poco fueron entrando por completo, apretando su punto más débil.
Sus piernas temblaron, escuchando únicamente el excitante ruido de sus dedos entrar y salir de su cuerpo. Y luego de unos minutos, al sacarlos, González tomó grandes cantidades de aire, sintiendo que ya había finalizado hasta que lo tomó de las caderas y lo giró sobre la cama. Sus codos y rodillas separadas sobre la cama, teniendo vergüenza de estar en aquella posición hasta que las manos ajenas se apoyan sobre su trasero.
Se tensó de golpe al sentir como algo húmedo y blando entraba dentro de suyo, sintiendo su corazón latir con fuerza.
—¿¡Qué estás haciendo!?— preguntó nervioso mientras lo sentía moverse por dentro, pegando su frente contra la almohada.
Su erección palpitaba amenazándolo con venirse otra vez. Ni siquiera podía controlarse sintiendo que lo tocaba por todas partes, haciendo lo que le había dicho que haría. Gimió sobre la almohada al correrse, sintiendo como deslizaba su lengua por la zona.
Una vez más estuvo boca arriba, no había ninguna parte de su cuerpo que no estuviera palpitando y temblando, notando que se levantaba de la cama. De pronto escuchó a un lado de su rostro el sonido de un cierre bajarse para luego algo duro y caliente caer sobre su boca.
Se sorprendió cuando lo hizo separar sus labios, deslizando su erección entre ellos, golpeándolo suavemente con su miembro en la mejilla. Finalmente lo escuchó caminar y subir nuevamente a la cama. Todo su cuerpo estaba húmedo y sensible, dándose cuenta que las manos del Príncipe tomaron sus muslos para separarlos. Una presión entre el medio de sus piernas detuvo el latido de su corazón, para finalmente gemir una vez que lo metió entero en su cuerpo, respirando con dificultad, sintiéndose tan lleno que no podía más.
No mentía cuando le dijo que no iba a tener más hambre.
Sus piernas cayeron sobre la cadera ajena, seguido a ello gemir una vez más cuando se inclinó hacia él y apretarse aún más dentro de suyo. Soltó el aire poco a poco, dejando que entrara y saliera lentamente, como si buscara que se fuera acostumbrando. No podía verlo, pero podía sentir lo enorme que era su cuerpo en comparación al suyo, como sus piernas parecían ser grandes. Regresó a la escena cuando las manos apretaron sus muslos para embestir con más fuerza, haciendo gemir más fuerte.
Tiró su cabeza contra la almohada, sin poder dejar de jadear, notando que el pesado pecho ajeno se pegaba al suyo, aún vestido, pero caliente.
—¿No te vas a quitar la ropa?— gimió en su oído, notando que se movía más rápido.
Era grande, todo su interior estaba lleno, una sensación que jamás había sentido y un calor que nunca nada le había provocado. Podía ver las estrellas cada vez que lo golpeaba por dentro, sin piedad y con una desesperación como si hubiera aguantado esas ganas durante mucho tiempo o como si fuera la primera vez tocando un cuerpo luego de mucho tiempo. No podía soportarlo mucho más, su cuerpo estaba demasiado sensible como para seguir siendo penetrado en aquella zona que lo hacía sentirse tan débil.
Inconscientemente sus piernas se apretaron en el cuerpo ajeno, temblando mientras su propio semen salpicaba nuevamente sobre su pecho desnudo.
Sus manos se movieron, aún atadas, con el ardor que había quedado en la palma de su mano luego de clavar sus propias uñas. Pensando que todo había terminado, se sorprendió cuando le dio vuelta una vez más, con sus rodillas clavadas sobre el colchón. Esta vez su cuerpo no podía sostenerse a sí mismo, amenazando con derrumbarse sobre la cama. Su entrada palpitaba caliente, escuchando como sacaba el cinturón de su pantalón.
De pronto su cabeza se echó para atrás, volteando sus ojos y ahogando su quejido cuando el cuero azotó su trasero, dejando la zona adolorida con el pasar de los segundos, temblando mucho más sus piernas antes de ser penetrado por completo una vez más.
—¿Vas… a seguir?— cuestionó ya con la saliva cayendo de su boca, sin poder hablar correctamente al ser embestido con fuerza.
Su mente estaba completamente nublada, el crujido de la cama cada vez que sus cuerpos chocaban, casi con la sensación de que podría romperla lo excitaba mucho más.
Su cuerpo completo estaba ardiendo, con sus muslos mojados y el dolor de sus muñecas en una postura incómoda. Se quejó sin fuerza cuando lo hizo apoyar la cabeza en la almohada, para luego tener pegado todo el cuerpo contra su espalda, oyendo sus jadeos desesperados. Pedri dejó que se apretara contra él solo para sentirlo mejor, notando que sus suspiros eran roncos, casi saliendo como si no tuviera voz. Su pecho se golpeaba contra su espalda y una barba corta que se parecía haber afeitado unos días antes le rozaba el hombro.
De repente, notó que sus embestidas eran más pronunciadas, disminuyendo la intensidad hasta que lo hizo escapar un gemido al morderlo entre el cuello y el hombro, penetrándolo por completo.
En cuanto lo sintió salir, se recostó boca abajo en la cama y sus manos fueron desatadas. En ese momento, por su cabeza pasó la idea de que podría haberle quitado la venda él mismo para poder verlo, pero ni siquiera podía abrir los ojos del cansancio.
Llenó sus pulmones de aire, aún siendo consciente de la forma en la se movía lento, como si no quisiera molestar. Lentamente se fue acomodando arriba de su espalda, parecía revisar si se movía o si le decía algo antes de seguir apoyándose hasta acomodarse sobre su espalda.
Su piel se erizó, con los cuerpos sudorosos, suspiró y poco a poco se quedó dormido sin ninguna dificultad, perdiendo la conciencia de todo a su alrededor.
(reeditado) 1790 palabras.
27/11/25
18:05
Ladymal122
Notes:
Holaaaa, os debía esta doble actualización, así que espero que la disfrutéis.
Podéis decirme que os ha parecido en los comentarios. Muuuaaaaak 💋
Chapter 10: Marca de Dientes.
Chapter Text
La cegante luz que ingresaba a la habitación a través de las livianas cortinas blancas lo obligó a abrir los ojos, sin poder mantenerlos abiertos por mucho tiempo, sus párpados pesaban. Sin darse cuenta, había amanecido, aún acostado boca abajo y al intentar levantarse sobre sus brazos, estos temblaron tanto que lo hicieron acostarse nuevamente. Aún podía sentir el peso en su espalda y cansado, cerró nuevamente los ojos mientras intentaba volver a dormirse.
Aunque su cuerpo dolía, no podía creer que había sucedido, ¿había sido cierto? Los recuerdos cayeron sobre su cabeza como agua helada que lo llevaron a abrir los ojos una vez más, llevando una de sus manos cerca de su boca al pensar que su hermano pudo haber escuchado todo lo que había pasado. Se dió la vuelta y se sentó sobre la cama, notando que, a diferencia de lo que había creído, todo estaba en orden como si nada hubiera pasado.
Aunque todo había pasado.
Su mano pasó de su boca a su frente, girando a la mesita de luz, para darse cuenta que arriba de ella había un vaso de agua, una pastilla y una carta, la cual tomó primero para leerla.
"Espero que lo hayas disfrutado, detective. Aunque con todo lo que has gemido anoche, seguro que te ha gustado.
Tómate esa pastilla, no es nada malo, aliviará tu dolor corporal en minutos.
Eres una delicia."
Su mirada bajó lentamente de la carta a sus muñecas, derrumbando su sonrisa al notar que las tenía moradas y, bajando su mirada por sus brazos, fue descubriendo más marcas profundas, que de solo verlas le causaban dolor. Tomó la pastilla y miró la hora en su móvil, ya era tarde.
Saltó de su cama y corrió a asearse al baño, notando allí mientras se cambiaba de ropa todos los chupones que tenía en el cuerpo. Se giró y suspiró, casi no se sorprendía al ver que toda la parte de sus muslos estaba roja. Entre el cuello y el hombro, tenía una marca de dientes, especialmente unos colmillos que parecía que habían atravesado su piel, dejando la piel morada y roja. Con la yema de los dedos de su otra mano se tocó la zona, gimiendo del dolor al sentirla hinchada y con fiebre, pasándose una crema para aliviarla.
Terminó de vestirse con un sueter negro con cuello de tortuga y salió hacia la cocina, sintiendo los nervios de que su hermano dijera algo, pero para su sorpresa, Fernando también acababa de levantarse, así que estaba preparando el desayuno con las noticias de fondo.
—Buenos días, Pedri. Parece que anoche fue una noche muy agotadora— Pedro se sentó en la mesa y comenzó a comer el desayuno, escuchando cómo su estómago gruñía del hambre.
—Buenos días, Fer— respondió con un tono ronco, lo cual llamó la atención de su hermano, quien se sentó delante suyo a comer—. Sí... ¿escuchaste algo anoche?
Fernando negó con la cabeza mientras comía una tostada con huevo revuelto.
—No, siento que dormí por horas, no recuerdo nada— explicó—. ¿Tú escuchaste algo?
—Hm, no, yo tampoco— respondió con duda, sintiendo la vergüenza recorrer su espina dorsal.
—Tal vez sea por el invierno, aunque nunca había tenido este sentimiento antes— miró a Pedri, quien ya estaba terminando su comida, tomándose el resto del zumo que le quedaba en el vaso de un solo trago—. Veo que despertaste con hambre, siempre comes poco y te vas.
—Sí, es que necesitaba recuperar las energías que perdí estos últimos días— se puso de pie lentamente y tomó sus cosas—. Gracias por el desayuno, tengo que ir al trabajo.
Y sin decir nada más salió de la casa. Sabía que su hermano comenzaría a sospechar si seguían hablando, además de que tenía que llegar a su trabajo antes de que sea más tarde. Y una vez que se sentó en el escritorio, escribió un mensaje antes de comenzar a trabajar.
"¿Qué le diste a mi hermano? No le va a pasar nada malo, ¿cierto?"
Escribió y continuó con los archivos que tenía que entregar hasta que le llegó una respuesta.
"Buenos días.
¿Querías que tu hermano entrara a la habitación para saber por qué gemías tanto y la cama rechinaba como la estuvieras montando? Lo hice para poder darte como debe ser, sacarte todo el semen como te lo mereces.
Y no, no le va a suceder nada."
Soltó el aire, tranquilo al saber que no era nada peligroso, pero ahora tenía una sensación de vergüenza al haberle escrito de esa manera tan directa, sin siquiera saludarlo.
"Perdóname, buenos días. Es que mi hermano dice que no sabe nada de lo que pasó en la noche, pensé que eso podría empeorar..."
"No empeora."
Fue lo único que obtuvo como respuesta, sintiéndose peor que antes y escribiéndole algo más.
"Pensé que vería tu rostro."
"Aún no."
"Ni siquiera te quitaste la ropa, pude sentir que estabas hasta calzado."
"¿Qué querías? ¿Querías que me quitara toda la ropa? ¿Querías que estuviera desnudo contigo mientras te follaba? En la mañana te dejé una carta, parece que no la has leído."
"No, sí lo he hecho, pero es que acabo de llegar al trabajo y estaba preocupado por mi hermano."
"Entiendo."
Pedro se quedó con un sabor amargo en la boca, respondiendo casi al instante:
"¿Estás enfadado?"
"No."
Tragó un poco de saliva, pensando un poco en su corta respuesta.
"Me gustó. Nunca lo había hecho con alguien. Se siente cuando la metes, ¿a tí te gustó?"
Golpeó la mesa con su dedo índice al no tener una respuesta, continuando su trabajo. A los minutos notó que respondió, leyendo su mensaje:
"Me estoy masturbando mientras te recuerdo en cuatro, maldita sea, eres una delicia, ¿te gustó sentir una polla tan grande dentro de tí?"
Se sonrojó al instante, tapándose el rostro sin poder entender por qué preguntaba esas cosas e intentó responder lo más rápido posible.
"Sí, se sintió bien."
"No parece."
Suspiró e intentó responderle un poco distinto.
"Me gustó, en serio, nunca había sentido algo así antes. Me gustó que fueras así conmigo."
A pesar de su nueva respuesta, no recibió otro mensaje en el resto del día, dejándolo con esa duda, con ese sentimiento de que hizo algo mal. Llegó a la casa como siempre y se fue a la cama, mirando su móvil aún sin respuesta.
"¿No vas a responderme más? Perdón, no estaba pensando bien y olvidé responderte tu carta."
A la mañana siguiente despertó. Por unos instantes mantuvo la calma y lo primero que hizo fue girar su torso hacia la mesita de luz, cogiendo su móvil para revisar si había recibido algún mensaje, pero no tenía nada que le importara. Suspiró y continuó su día como si no estuviera pasando nada, aunque pasaba.
Al llegar a su trabajo se dió cuenta de que los murmullos de sus compañeros habían regresado, acercándose lentamente hasta ver que en las manos de uno de los peritos forense había uno de los collares que se habían robado del Banco Sabadell hace unos pocos meses.
Se sorprendió al ver que estaba en perfectas condiciones. Ni siquiera su jefe entendía cómo había llegado hasta ahí. No esperaron más y el elemento se llevó a examinar mientras se investigaba si había algún rastro de quién pudo ser el responsable. Aunque se sabía que no era posible porque el príncipe nunca dejaba rastro de él, no perdían nada intentándolo.
En la tarde aprovechó para sentarse a escribir en su ordenador sin poder evitar revisar si había recibido alguna respuesta, pero aún había un vacío. Su mente se fue momentáneamente, con su mirada perdida en el silencio hasta que escuchó que golpeaban la puerta, girando la cabeza y viendo a su jefe entrar.
—¿Encontraste algo de él?— Pedri exhaló y entrelazó sus dedos sobre la mesa, mirándolo.
—Es un hombre español. Los rastros que hay de él, en su mayoría, son aquí. No estoy seguro de qué ciudad es. Además muy pocos casos de él hay afuera y no es porque la seguridad en España sea mala, sino porque moverse dentro del país es más fácil para él— se puso de pie y le mostró las anotaciones que tenía—. Además, hay un caso en Francia que sabemos que fue él porque dejó la Dalia en la escena y en ese banco hay muy buena seguridad. Pienso que debe tener algún centro en el que tiene tecnología que es capaz de desbloquear cualquier seguridad.
Su jefe asintió con la cabeza con una sonrisa, palmeando su hombro mientras veía lo que tenía escrito.
—Vaya... Esto es interesante— habló para luego mirarle a la cara—. Debe estar ocultándose en algún sitio abandonado. Hablaré con el centro de Madrid e iremos a las zonas menos vistas.
Pedri asintió lentamente, cerrando la libreta.
—Sigue investigando, si encuentras algún sitio sospechoso en el que podría encontrarse o si sabes cómo se ve, avísame y enviamos el aviso al resto de las ciudades.
Lo vió salir de la habitación y él se sentó sobre su silla tapándose el rostro con sus manos. No quería exponerlo, pero no podía arriesgarse a perder su trabajo, tampoco quería dejarle el caso a nadie más. Miró el ordenador y comenzó a escribir.
"No vayas a Madrid. La policía irá a buscarte a las zonas abandonadas o menos recurridas."
(Reeditado) 1559 palabras.
06/12/25
11:49p.m.
Ladymal122
Chapter 11: Almohada.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Apoyó su codo sobre la mesa, leyendo el último mensaje que había enviado y que no había obtenido respuesta. Habían pasado semanas desde la última vez que le había enviado aquel mensaje. ¿Por qué se había enfurecido tanto? ¿Por qué lo ignoraba de esa manera? Simplemente no sabía si era porque no tenía amigos o si tenía problemas para entender a las personas, pero simplemente no comprendía lo que sucedía. ¿Era problema suyo o simplemente el delincuente era muy cambiante?
Tantas eran las dudas que cruzaban por su mente, que pensó que tal vez solo se había acercado para acostarse con él. No sería una sorpresa, no supo en qué momento cayó, pero lo hizo, se envolvió donde no debía y ahora su propia mente lo torturaba en forma de castigo.
Suspiró nuevamente con la idea taladrando su cabeza, apoyando su frente sobre sus manos, las cuales estaban sobre la mesa. Se sentía estúpido al esperar impaciente el mensaje de un hombre peligroso, pero no iba a negar que se había acostumbrado a su presencia aunque con ella llegaran preguntas extrañas.
Le había gustado, tampoco iba a negarlo, había sentido la adrenalina y el miedo, había sentido los besos en todo su cuerpo y sensaciones que nunca había sentido antes. La sensación del peligro cortar su piel, la sensación de ser descubiertos, pero al mismo tiempo la incapacidad de callar cuando el fuego se esparció por toda la cama. El peso de un cuerpo desconocido, de una persona que pudo matarlo, pero que solo se enfocó en llenarlo de placer.
Una sensación que nada, ni nadie podrá darle nunca.
El viento golpeó su rostro cuando salió de la comisaría, sus pensamientos se esfumaron. La Navidad estaba a unas pocas semanas, sus padres irían a su casa y él entraría en vacaciones donde podría descansar, aunque no quería hacerlo. Sabía que iba a buscar algo más de él en esos días.
Con sus propios pies, pisándose el talón, se quitó los zapatos en la entrada de su departamento antes de entrar. Una vez que hizo todo lo que tenía que hacer, finalmente pudo sentarse en el sofá. Su hermano se había acostado a dormir temprano y él se quedó viendo una serie al no poder dormir.
Mientras veía la serie, su cabeza giró al oír un ruido proveniente de su habitación, poniéndose de pie lentamente y caminando hacia la puerta para abrirla en un segundo.
Las luces apagadas, la ventana abierta, dió pasos lentos por toda la habitación, mirando el interior de su baño.
—Sé que estás aquí— le hizo saber antes de continuar hablando—. Al menos me hubieras dicho que solo me querías para eso.
Pegó sus brazos a los costados de su cuerpo al no obtener respuesta, dándose la vuelta antes de salir de la habitación, pero rápidamente fue agarrado de la cintura y dado vuelta. Sin tener tiempo para reprochar, fue levantado como si fuera un saco de patatas con tanta facilidad que en un principio se sorprendió. Sus manos se apoyaron en la espalda cubierta por una camiseta negra, sus músculos se sentían fuertes y su olor a menta con olor a bosque lo hizo sentirse mareado, cayendo con facilidad sobre la cama. Cerró sus ojos y en un instante sintió ser vendado sus ojos, sin reclamar.
Unos dedos apretaron sus dos mejillas, para luego sentir pasar la lengua por su rostro, dejando un camino de saliva. Tomó la muñeca y sin éxito intentó apartarla de su cuerpo.
—¿Y ahora vienes así?— se apartó y se dió la vuelta sobre la cama, gateando hasta que fue agarrado de los tobillos y jalado hacia atrás—. Suéltame.
Pataleó intentando hacer que lo suelte.
—¿Ni siquiera vas a hablarme?— se quejó mientras lo ponía boca arriba una vez más, lo hacía con mucha facilidad. Su respiración agitada, sintió cuando se acercó a su oreja.
—No— habló con una voz fría, en un tono bajo y ronco que le hizo erizar la piel, quedándose mudo de los nervios.
—Tu...— antes de poder continuar fue levantado de la cama y llevado al sofá—. Espera, ¿no estás pensando en...?
Le cubrió la boca antes de poder hablar más. La mano era grande, a diferencia de su respiración, estaba helada, tanto que parecía un hielo a pesar de llevar guantes. Se sorprendió una vez más cuando se recostó sobre su pecho. Se heló, su respiración se mantuvo baja para no molestarlo. Sus manos se movieron sobre los brazos que rodeaban su cuerpo, sintiendo sus músculos tensos sobre la camiseta. Podía oír la serie sonar de fondo, sintiendo la respiración relajada del Principe como si estuviera viendo la serie.
Poco a poco sintió la cercanía del hombre, el cual comenzó a besar su cuello, haciéndolo suspirar. Sus manos subieron a la nuca ajena, dándose cuenta que llevaba una máscara puesta. Sus piernas a los costados del cuerpo ajeno, apretando su cuerpo contra el suyo.
Gimió mientras sus cuerpos se frotaban, sus entrepiernas se rozaban de arriba hacia abajo, provocando que comenzara a palpitar, escuchando suspiros que se mezclaban en el aire. De pronto se separaron al oír un crujido proveniente de la habitación de Fernando. Lo escuchó levantarse mientras él se quitaba la venda, dejándola en su espalda mientras se sentaba sobre el sofá.
—¿Estás despierto aún?— preguntó Fernando una vez que abrió la puerta, frotándose los ojos con sus puños.
—Ah, sí. No podía dormir— explicó con calma.
—¿Estabas hablando?— Pedro negó con la cabeza—, pensé que hablabas con alguien, como oí tu voz.
—No, no, creo que te confundiste con la voz de los personajes, estaban discutiendo.
—Entiendo. Ve a dormir, ya es tarde— Pedri asintió con la cabeza, viéndolo entrar nuevamente a su habitación y cerrar la puerta.
Pasaron unos minutos en silencio hasta que suspiró y apagó el televisor, poniéndose de pie antes de ponerse la venda en los ojos y ser levantado nuevamente, llevándolo hasta la cama.
Terminó sentado en el borde, sintiendo como sus manos se movían con desespero sobre sus muslos, besando su cuello como si fuera un postre.
—¿Así eres? Te enfadas conmigo, no me hablas y luego vuelves así— murmuró en su oído con una voz frágil—. Eres cruel.
Un pequeño ronroneó cruzó su oreja, sintiendo la presión de las manos en sus muslos, haciéndole saber que se levantó. Él se dió la vuelta, pero rápidamente fue abrazado por la espalda y jalado hacia atrás, obligándolo a ponerse de pie. Sus manos arrugaron la camiseta en un intento de sostenerse, pero eso solo causó que se aferrara a su cuerpo con más fuerza. Sus largos brazos rodeaban su cintura, clavándose tanto en él que parecía que deseaba fusionarse.
Parecían haberse quedado parados en el medio de la habitación, podía sentirlo inhalar su nuca, como sus manos temblaban, la forma en la que los muslos ajenos se pegaron a los costados de sus piernas.
Lo escuchó, escuchó cómo su respiración se alteró, como respiraba más seguido y fuerte contra sus espalda, mientras una de sus manos tocaba su pecho y la otra se mantenía en su abdomen bajo. Sus pies fueron tanto hacia atrás que terminó por chocar la espalda contra el armario.
El detective mantuvo la calma, aunque pronto notó la forma en la que rozaba su rostro como un animal, un gato en busca de mimos.
—Quédate— gimió Pedri, tirando su cabeza hacia atrás—. Por favor. No veré tu rostro.
Sentía el brinco del pecho ajeno, soltándolo lentamente. El detective caminó lentamente hasta que sus piernas chocaron contra la cama. Desarmó la cama y se acostó a un lado de la cama, palmeando la otra con su mano, para luego escuchar el ruido de unas zapatillas y un cierre bajarse. Pronto sintió el peso sobre la cama, recibiendo un beso en el cuello. Se giró hacia el sentido contrario y se quitó la venda con el corazón saltando sin poder creer que había aceptado quedarse.
Su pecho brincó al sentir sus manos tomar sus caderas y jalarlo hacia atrás, pegando sus cuerpos. Gimió temblando cuando sus besos se marcaron sobre su espalda y se tensó cuando la grande mano apretó su trasero, apoyando su mano encima de la suya.
—No hagas eso— lo regañó nervioso, recibiendo una nalgada que lo hizo gemir.
La mano del Principe se deslizó por su muslo, erizando su piel mientras arrugaba las sábanas. Los besos pasaron por la parte superior de su espalda, haciéndolo hundir su rostro en la almohada.
Abrió lentamente los ojos cuando sintió el frío sobre su cuerpo, notando que el Sol aún no había salido. Se mantuvo en su posición, escuchando el ruido del cierre de un pantalón y luego el ruido de unas botas andar cuidadosamente por la habitación. Cerró los ojos cuando sintió que se acercó para besarle el cuello.
Lo escuchó acercarse a la ventana, pensando si debía abrir los ojos para poder verlo un poco y decidió entreabrirlos, viendo de forma borrosa una fígura sobre el borde de la ventana, completamente vestida de negro con algo que no identificaba cubriéndole el rostro, viéndolo cerrar y saltar al vacío.
Se sentó de golpe sobre la cama, abriendo bien los ojos sin poder creer lo que había visto. Se cubrió la boca y al intentar ponerse de pie, se enredó en las sábanas, pero eso no lo detuvo a caminar hacia la ventana para abrirla y mirar hacia afuera, notando que ya no había nadie. Aunque el piso en el que vivían no era tan alto, sí le sorprendía que pudiera saltar tanto sin caerse ni lastimarse. Se dió la vuelta para regresar a la cama y vió una carta sobre la mesa de luz, haciendo que gatee sobre la cama hasta llegar a ella, sentándose y abriéndola para leerla.
"Nunca había sentido el calor de alguien en la cama.
Perdóname por dejarte sin respuesta, trabajo, otra vez. Intentaré no dejarte sin responder, detective. Gracias por avisarme de la búsqueda de la policía en Madrid. Ten un buen día, detective."
No pudo evitar sonreír mientras leía la carta, pegándola a su pecho mientras suspiraba y cerraba los ojos.
Al menos te ha servido mi ayuda, Principe.
(Reeditado) 1695 palabras.
14/12/25
12:37a.m.
Ladymal122
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Finalmente actualizo, jajajajajaa

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