Actions

Work Header

Feliz y Ardiente Navidad

Summary:

"Te dejaré con esta pregunta. ¿Qué significa ser Santa Claus para Abigail Williams?", las palabras de Nemo tras entregarle el manto de Santa Claus resonaron en su mente, dejándola sumida en un torbellino de confusión y preguntas sin respuesta. Abigail Williams, no obstante, decidió que Ritsuka sería su mejor opción para entender qué tipo de Santa quería ser; como la danza podía también ser un gran regalo para Chaldea en navidad. Lo que ni él ni ella esperaron, era que su pequeño encontronazo terminara lastimando y afectando en demasía a Jeanne Alter, y a Jeanne Alter Lily. ¿Ahora cómo solucionar este problema?

Notes:

Hola a todos.

Esta es una idea que lleva rondando mi cabeza desde Navidad 2024, tras la revelación de la versión Santa de Abigail Williams. Aunque ya no forma parte del canon de "Las Aventuras Cuckquean de Morgan", eso no significa que no quisiera crearla y compartirla con el mundo. Otra idea rescatada del tintero, salvada del olvido, y lo que es más: me hizo muy feliz darle a Jeanne Alter el protagonismo que se merece; después de todo, ella y Ritsuka son una pareja adorable, muy acaramelada y romántica.

Un agradecimiento especial a mis hermanos YinTheGodOfEvil por ayudarme con algunas ideas y a CrimsonAshmedai por ayudarme a terminarlo.

Gracias por acompañarme un año más.

Feliz Navidad y próspero Año Nuevo 2026.

Fetiches presentes en esta historia:

- Vello púbico femenino
- Vello axilar femenino
- Mujer embarazada
- Sexo durante el embarazo
- Lolicon
- Sexo loli
- Axilas peludas
- Coño peludo
- Semen maloliente

Work Text:

Fecha de inicio: Noviembre 2, 2025.

Fecha de término: Diciembre 16, 2025.

Tiempo estimado de producción: 44 días.

Historia hecha por: Miguel16310.

Escrito en colaboración con: CrimsonAshmedai.

Traducción a Inglés hecha por: YinTheGodOfEvil.

 

Fate/Grand Order.

 

One-shot.

 

"Feliz y ardiente navidad"

 

.

 

.

 

.

 

-[Fragmento 1: El camino de la Santa Oscura]-

 

Diciembre 26, 2018.

 

Muerte. Eso es lo que quería ahora mismo, lo que más anhelaba. Jeanne D'Arc Alter, recientemente re-invocada a Chaldea, dejó salir un gruñido de frustración mezclado con su propia vergüenza personal tras su mirada perderse en el techo de su habitación. Las piernas de la Santa Oscura se movieron, yendo arriba abajo contra el colchón repetidamente, en compañía de sus puños; un berrinche bastante parecido al que haría un niño. Su rostro estaba rojo como un tomate, pero por suerte, no había nadie para mirarla en un estado tan humillante.

 

Recordaba todo... la mayor parte.

 

Desde el momento en el que intentó robarle el rol de Santa Claus a esa Reina Perra de Hielo, hasta ella pidiéndole una poción de invisibilidad al Gilgamesh infantil, luego, su Spirit Origin partiéndose en pedazos. Como una parte de su alma se mezcló con sus deseos egoístas, provocando algo que Chaldea jamás había visto hasta esa noche. Una versión infantil de ella, de ella, no de la Santurrona bonachona, tomó su lugar durante una semana completa con Ritsuka, tratando de ser Santa Claus para tantos servants antes de convertirse un espíritu heroico en su totalidad, estable, hecho y derecho, por sus propios méritos.

 

Todo gracias a los esfuerzos combinados suyos y de Amakusa Shirou.

 

"¡POR EL AMOR A LA MIERDA! ¡¿POR QUÉ?!"

 

Gritó llevándose las manos al rostro, cubriéndose los ojos. Jeanne Alter Lily y ella, si bien no eran el mismo ser en su totalidad, la pequeña mocosa había nacido de su existencia, de su alma. No era el mismo caso que Pendragon y sus contrapartes; porque ella no era el "otro lado" del alma de Jeanne D'Arc Ruler. Era una servant artificial, un ser enteramente nuevo, separado de la santa de Orleans. Es por eso que, pese a verse y sonar casi iguales, Avenger y Ruler no eran la misma.

 

Pero Lancer y Avenger sí.

 

Habían sido veinticuatro horas. Veinticuatro horas desde que fue re-invocada y conoció a su pequeña contraparte, y eso había sido más que suficiente para un millón de vidas, y un billón de materializaciones. Jeanne Alter Lily la había avergonzado hasta la muerte, y hasta cierto punto, el hecho de que sus emociones estuvieran conectadas hizo de todo aún peor. No solo estaba siguiendo a esa estúpida Santa a todas partes, llamándola "Onee-chan" mientras la miraba con unos ojos alegres, llenos de esperanza...

 

También fue tan lejos como para regañarla. La criticó en frente de todos; el como se comportaba, como vestía, y diciéndole que supuestamente tenía una "boca sucia" simplemente porque maldecía un montón. Está de más decir, que si esa hubiera sido cualquier otra persona, Jeanne no le habría prestado mayor importancia. Le habría mandado directo al trono con su fantasma noble, y ya está...

 

¿Pero esa niña? ¿que se veía exactamente como ella, solo que más joven? todo lo que podía hacer era devolverle la mirada con la boca abierta, temblando como una hoja. Cada crítica siendo como una bala de cañón o una cubeta de agua helada, que la hizo sentir más derrotada y humillada. Su propio rostro, su propio cuerpo; todo eso era suyo, era ella: Jeanne Alter, rechazándose a si misma.

 

"¡Eres tan mala! ¡Mala, mala, mala mala mala y muy cruel con todos! ¡Quizás si fueras más amable, tendrías más amigos y Tonakai-san se daría cuenta de lo mucho que lo amas!"

 

"¡¿HUH?!"

 

"¡¿Disculpa?!"

 

Una nube de vapor emergió de Avenger, sudor cayendo por su piel al recordar la escena por completo. Como Ritsuka escupió el chocolate recién bebido de su taza mientras ella sentía que estaba al borde de sufrir un ataque cardíaco precisamente porque Master estaba ahí. Ruler, Mashu, Ritsuka, todos ellos se quedaron en silencio, mirando a la joven albina mientras su yo más joven soltaba un molesto "¡HUMPH!", brazos cruzados debajo de sus pequeños, e inexistentes senos cual juez que acababa de dictar su sentencia.

 

¿La única cosa razonable que hacer en una situación así?... irse en silencio, sin mediar palabra, tan pálida que parecía un fantasma. Esa maldita niña había desenterrado todo lo que había escondido por tanto tiempo desde que fue invocada para luchar por Chaldea, ¿y ahora? su conexión emocional, más fuerte que nunca, enviaba sentimientos que desconocía por completo. Jeanne Alter todavía era una adición relativamente nueva a las fuerzas de Chaldea, no tenía amigos ni ninguna otra conexión significativa más allá del propio Ritsuka, y la contraparte Caster de Gilles.

 

Es por eso que... sentir la felicidad de esa niña, su alegría y emoción mientras jugaba y se divertía con Nursery Rhyme y Jack The Ripper, comportándose como una niña, como una chica normal no ahogada en ira, odio, dolor y auto desprecio constantes... era tan vergonzoso. Tan extraño. Tan mundano, al punto en el que no sabía qué hacer.

 

Evocaba temor en ella. La hacía sentir que hacía algo que no debía de ser posible, no para una Avenger como ella. Todo lo que había sido hasta ese punto se desmoronaba, gracias a una niñita que tenía su rostro, su voz, y compartía una conexión con la parte más sagrada e importante de su ser; su alma ardiente y llena de odio.

 

Las cosas no podían empeorar, ¿cierto?

 

Knock knock knock~

 

Error.

 

"¿Jeanne? Soy yo."

 

Las cosas siempre podían empeorar. La bruja dragón alzó su cabeza de la almohada, incrédula ante el hecho de que de todos los que podían atreverse a venir a su habitación, hubiera sido él. ¿Ritsuka? ¿en serio? luego de la escena que Lily causó, el humano de ojos azules era la última persona en toda Chaldea a la que quería ver. Todos, cualquiera excepto él. Detrás de la puerta, el pelinegro rascaba su cabeza ligeramente, no podía oír nada, y lo que era más; su corazón latía a gran velocidad por los nervios.

 

¿Había sido realmente una buena idea el molestar a Jeanne tras el fiasco que fue su primer encuentro entre ella y Lily?

 

No es que no quisiera darle tiempo para pensar, la conocía lo suficiente como para darse cuenta de que Alter requería tiempo a solas para... bueno, pensar, pero al mismo tiempo... lo que Lancer había dicho también le había dejado acorralado. Parte suya no quería creerlo, mayoritariamente porque solo se conocían formalmente desde hacía siete meses, no más ni menos. Había llevado a Jeanne Alter incontables veces a muchas misiones, lo más lejos que llegó fue a invitarla a comer con el resto del grupo en la hoguera, para que no estuviera sola, pero no más que eso.

 

La había tratado con amabilidad como hacía con todos sus amigos y servants, lo que es más... Mashu era su prometida.

 

Shielder ya había tomado una decisión; quería estar con él y ser más que solo amantes. Un día, más allá del cielo azul, deseaba explorar el mundo y vivir a su lado, solo ser su "Novia" no era suficiente para la rosada, por lo que formalmente le pidió a su Senpai el convertirse en su futuro esposo, algo que Ritsuka aceptó de inmediato, emocionado ante la idea de que, algún día, caminarían descalzos, en la arena, con Mashu a su lado, y las olas estrellándose contra la playa. Lo que le preocupaba era el hecho de que ni siquiera dicha posición fue capaz de mantener a las demás a raya.

 

No.

 

Las otras mujeres que parecían tener un crush con él se volvieron más activas; más asertivas y competitivas. Es por eso que, para intentar ganar algo de control y saber como debería de tratarla de ahora en adelante, ya sea si se volvieran amantes o no, Cuarenta y ocho necesitaba saber la verdad. Ahora, si tan solo le abriera la puerta...

 

"... Puedes entrar, o no lo hagas. Me importa una mierda."

 

Sonaba cansada. Ritsuka miró hacia el piso, enfocándose en sus pantalones y el panel numérico; no estaba bloqueado, pero necesitaba mantener sus modales. Internamente, debatió consigo mismo, ¿hacía lo correcto al intentar sacarle las respuestas?... había sido un acierto el venir preparado, aunque lo hizo con buenas intenciones, cabe decir. Presionando el botón verde para abrir su puerta; se encontró con que el cuarto no era tan ostentoso como esperaba. Conociendo a Jeanne, siempre creyó que las paredes y el techo estarían pintados de negro, personalizados para encajar con su personalidad pero... ¿más allá de una pequeña maceta con flores moradas en su mesita de noche... ?

 

Era idéntico a un cuarto estándar de Chaldea, exceptuando a la hermosa chica oscura con la cabeza enterrada en la almohada.

 

"Hey"

 

Saludó el joven, caminando hacia la única mesa del cuarto. Jeanne escuchó algo sonar, ¿acaso había sido un plato?... su nariz se movió; sniff sniff... El aire se había llenado rápidamente con un dulce olor. Fujimaru había traído un platito con un pequeño pedazo de pastel que él mismo había horneado aquella mañana, una pieza había sido dada a Da Vinci, a la misma Mashu, y algunos de sus amigos más cercanos: hasta pudo ofrecerle un poco a Jack, Nursery y Jeanne Lily antes de venir.

 

Este era el último trozo que quedaba.

 

Luego de ver toda esa felicidad en la carita de Lancer, se percató de que quizás, solo quizás Jeanne podría tener un diente dulce; por lo que decidió apostar. El Magus se sentó en la mesa, luego de haber presionado el botón del hervidor eléctrico para empezar a hacer algo de té. El Ahoge de Jeanne se movió como un radar, sin mediar palabra; el aire era pesado. Incómodo. La contraparte oscura de Ruler esperaba, ojos cerrados, enrojecida.

 

Vamos, ¿dónde estaba? ¿había venido para reírse de ella? ¿para burlarse mientras comía, como si fuera su payasa?

 

¿Se estaba comiendo esa mierda que trajo o es que— ?

 

"¿Podemos... conversar?"

 

Claro... Por supuesto. Ni de coña sería capaz de evadir esta conversación. Los sentimientos importaban; tenían peso, las relaciones eran importantes, y toda esa mierda. Jeanne bufó mientras se incorporaba lentamente, su armadura se desvaneció en partículas mágicas, reemplazada por un suéter negro y unos shorts azules, de su cuello colgaba una cruz de plata con el símbolo de Chaldea. Ritsuka alzó las cejas, sorprendido por su cambio de apariencia tan repentino mientras que la Avenger se levantó lentamente de su cama, caminando hacia él.

 

Era su primera vez viéndola vestir de forma casual.

 

La bruja de ojos amarillos, por el otro lado, estaba enfocada en el delicioso pastelito que ese tarado había traído. No solo tenía un olor maravilloso, también se veía exquisito, por mucho que quisiera negarlo, aunque fuera un espíritu heroico que no podía sentir hambre, el comer le traía un sentimiento de normalidad a su no-tan-muerta vida. Hasta alguien como ella que jamás había existido ni debía de, en primer lugar, podía apreciar la comida.

 

"¿Tú cocinaste esto?"

 

Preguntó la Francesa, sentándose tras notar que el plato no estaba en frente de Ritsuka, sino al otro lado de la mesa. Era un regalo para ella. El repostero asintió una vez, rápidamente quitando sus ojos de la hermosa apariencia de Jeanne, antes de sonreírle cariñosamente, un destello de orgullo e ilusión apareciendo en sus pupilas al verla agarrar el tenedor, hundiéndolo en el pastel tan rápido como pudo. El hervidor todavía estaba calentando el agua, pasaría un rato antes de que pudieran beber algo.

 

"S-sí. Hubiera horneado más, Voy a hornear más, pero por ahora solo hice uno pequeño. Lo suficiente como para al menos diez personas, puede que parezca mucho, pero Chaldea es un lugar enorme."

 

"Lo sé. Lo que me sorprende es que la reina perra de hielo no te lo haya robado"

 

Le tomó unos momentos para darse cuenta de que hablaba de Arturia Alter. Claro... jamás se habían llevado bien. Era un rasgo similar que compartían todos los servants Alter, por lo que sabía. Ni Jeanne ni Cú Chulainn o las versiones Saber y Lancer de Arturia se llevaban bien entre sí, todos trataban de ignorarse en su mayoría... en su mayoría. Ritsuka se tomó su tiempo, observando a la versión maligna de D'Arc, captivado por su apariencia. Su cabello blanco como la nieve, su piel de porcelana, y esos ojos amarillos, similares a un trozo de oro...

 

Chaldea estaba llena de mujeres hermosas, muchísimas... pero Jeanne era especial. Su aura le recordaba un poco a Nobbu, pero al contrario que la Daimyo, Avenger no era tan ignorante, descuidada o estúpida, pero tampoco tan intimidante o aterradora como las versiones Lancer y Saber de Arturia Pendragon Alter.

 

Jeanne solo era... Jeanne.

 

"¿Qué mierda estás mirando? me pones nerviosa"

 

Una obvia mentira. No la estaba poniendo nerviosa, más bien la hacía sentir vergüenza. Ritsuka se dio cuenta de que mentía, porque las mejillas de Alter estaban enrojeciendo muy lentamente. Se sonrojó, pero había algo más. La pequeña antenita de su cabello, su "Ahoge", empezó a moverse por si solo, como un cachorrito moviendo la cola, aumentando su ternura. El pelinegro tragó saliv, recordando por qué vino aquí en primer lugar.

 

Sí. Había algo de lo que debían hablar.

 

"Jeanne yo... tú... Sobre lo que Lily dijo ayer... "

 

Ritsuka intentó empezar, pero la duda en su voz era más que evidente. ¿Cómo trataba con esto? hablar de amor no era fácil. Al menos, no en la mayoría de los casos, las emociones y el amor eran temas complejos de por si, lo que es más: no quería lastimar a Jeanne, o arruinar el muy frágil lazo que creía compartían. Su carencia de iniciativa pareció enfurecer a la Santa oscura, cuya expresión fue cambiada a una de ira, pues frunció su ceño mientras le daba otra mordida al pastel en su boca, dejando salir un leve "¿Si?"

 

No estaba siendo amable, ni preguntaba de forma amorosa. No. Si vino por respuestas, lo mínimo que podía hacer era hacerse hombre y hablar fuerte y claro. Fujimaru apretó los puños, encontrando la fuerza para decir lo que pensaba.

 

"Quiero escuchar la verdad directamente de ti. ¿Te gusto, o no?"

 

...

 

Sus ojos y boca se abrieron de golpe, el tenedor deteniéndose a medio camino junto a su mano, mientras que sus mejillas brillaban con un rojo más intenso, esparciéndose por toda su cara a la vez que el ahoge en su cabeza se erguía, todo mientras su corazón latía con mayor rapidez. Sí, sabía que vino aquí con la intención de hablar sobre lo que dijo esa mocosa de mierda. Sabía que quería escuchar sobre sus sentimientos y todo eso, pero carajo...

 

¿Tenía que preguntarlo de esa forma? ¿era necesario que la mirase con un rostro tan serio, como si esto fuera algo de vida o muerte?

 

Bump bump bump bump~

 

Los latidos tenían tal fuerza que bien podría convertirse en una servant "Clase conejo" o alguna mierda así. Amor. Amor. ¿Amor?.... amor. ¡Amor!... ¿estaba realmente enamorada de este idiota? ¿quería estar con este imbécil?... ¿sería correcto llamarlo amor? lo que sentía era extraño. Para un ser hecho de odio, venganza y un deseo insaciable de causarle sufrimiento a otros, el enamorarse y experimentar emociones positivas sería impensable... antes de Chaldea. Antes de Ritsuka. Demonios, hasta podía culpar a esa niña estúpida por esto.

 

¿Estaba enamorada de Ritsuka?

 

"Oui, tu l'es, idiot!"

 

La voz de Jeanne D'Arc Alter Lily gritó en su cabecita, y sintió que quería llorar, esconderse en el infierno. Porque era vergonzoso. ¿Como debía de comportarse? ¿qué debía hacer? no sabía nada sobre ser romántica, y la experiencia de Ritsuka la asustaba. El positivismo, la amabilidad, el romance. El querer; el amar. Asustaba a Jeanne Alter, porque significaba que tendría que dejar ir las barreras de su corazón, y su personalidad. Significaba invertir y gastar tiempo, debilidad y confianza en alguien mientras que ofrecía paz, en un acuerdo mutuo.

 

El amor no era un "50/50" más bien un "100/100". Fidelidad, pasión, romanticismo, confianza, debilidad, cariño, abrazar, aceptar, culpas, errores, derrotas y victorias, todo se compartía cuando dos personas se enamoraban e iniciaban una relación. Y para alguien como ella, que solo había conocido odio, destrucción y aniquilación...

 

Era tan... tan aterrador.

 

"Yo... yo..."

 

Y sentía que estaba luchando con una gigante. Una gigante dentro de su corazón que estaba desesperadamente tratando de impedirle decir "sí" y, bajo circunstancias normales, dicha gigante habría ganado y no habría dicho nada. Le habría dicho que era un idiota, uno pretencioso, y le hubiera sacado a patadas de su cuarto, pero su mirada... esa expresión tan seria suya, el sabor de ese pastelito aún presente en su lengua, y el hecho de que estuvieran completamente solos. No había excusa que pudiera darle, ni nadie que la interrumpiera.

 

Por mucho que odiara admitirlo, hasta podía imaginarse a esa niñata irritante devolviéndole la mirada, con los brazos cruzados. "¿Y bien? sé honesta con Tonakai-san.", así que decidió escuchar, por una vez... y ser sincera.

 

"Me gustas. Me gustas y... mucho."

 

La Albina logró susurrar, apenas audible, pero de algún modo, lo suficientemente fuerte como para que Ritsuka pudiese oírla claramente. Había dicho que le gustaba. ¿Sería un flechazo? ¿o amor real?... la forma en la que sus ojos brillaban mientras le miraba, buscando alguna señal de rechazo o aceptación parecieron indicarle que ella, en efecto, se sentía como una jovencita. Esta era su primera vez enamorándose de alguien, y era cierto. Nunca creyó que tendría un harem, ¿aunque pensándolo mejor? jamás pensó que sus hombros estarían cargando con el destino del mundo.

 

Muchas mujeres estaban interesadas en él, casi nunca sabía como lidiar con ello, pero había tiempo de sobra para aprender y crecer. Es por eso que... lo correcto sería...

 

El tomar la responsabilidad. Una parte de él también quería conocerla mejor; esperaba que se volvieran más cercanos, después de todo, no solo era ella una de los Aces más importantes de Chaldea, siempre tuvo la intención de hacerla saber que Chaldea podía ser una especie de hogar o familia para ella. Como su Master, era su deber asegurarse de que sus servants, sus amigos, estuvieran felices.

 

Este era el primer paso en saber quién era Jeanne Alter como persona. Algo por lo que debía de agradecerle a Lily.

 

"¿Jeanne?... ¿te gustaría salir mañana?"

 

.


.

 

Diciembre 7, 2026.

 

El tiempo podía hacer maravillas con los sentimientos de las personas, y muchas cosas podían cambiar en tan solo unos momentos.

 

PLAF PLAF PLAF PLAF PLAF PLAF PLAF~

 

"¡AHHHH! ¡AHHHHH! ¡HAAAAAAAAAH! ¡JODER! ¡JODER! ¡JODEEEEEEER!~"

 

Pero ocho años no eran "solo unos momentos", todo lo contrario. Era mucho tiempo. Suficiente tiempo para que Fujimaru Ritsuka creciera en muchos aspectos, emocionalmente, físicamente, mentalmente, junto a aquellos que luchaban a su lado. Chaldea había caído, también la humanidad, Goetia no era la última amenaza que la tierra tuvo que afrontar, con la amenaza de los siete Lostbelts vino la mismísima Alien God, U-Olga Marie, muchas tragedias... y otras cosas.

 

Jeanne Alter dejó salir un grito de gusto mientras la cama empezaba a crujir bajo su peso. El rostro de la santa oscura, uno de desdén, disgusto, que usualmente invitaba a cualquiera que se le acercara a irse al infierno, ahora tenía una expresión de placer puro y animal. El colchón estaba húmedo, debido a los múltiples orgasmos que había sufrido durante la mañana, no solo sus mejillas estaban teñidas del color escarlata gracias al sonrojo; también su culo. Sus enormes, gordas y carnosas nalgas estaban abiertas.

 

Habían empezado alrededor de las seis de la mañana, pronto serían las diez, y seguía sin tener suficiente. Más bien, el pene de Ritsuka, metido hasta el fondo de su recto, al punto en el que lo sentía en sus tripas, parecía aumentar su ira cada vez que se corría dentro de ella, como la bestia insaciable que era. Después de tantos años, su garganta, su vagina y su ano habían sido amoldados para tener la forma perfecta para su pene, junto al resto de su cuerpo. Las manos de cuarenta y ocho fueron hasta los pechos de Avenger, apretándolos desde atrás.

 

"¡E-EEEK! ¡M-MIERDA! ¡ESTÁ CRECIENDO! ¡ESTÁ CRECIENDO DENTRO DE MÍ!"

 

Bramó, sintiéndole como le jalaba gentilmente de regreso a él, aburrido de seguir teniendo sexo cariñoso y amoroso en la posición del perrito, en lugar de eso, lo que anhelaba era la cercanía. La lengua de Jeanne salió de su boca mientras sentía el miembro de su Master abriéndose camino dentro de su culo, su mente se derretía, estaba entumecida, y sus pezones le dolían. Marcas de mordida cubrían todo su cuerpo, empezando desde su cuello, a sus pechos, su culo, su estómago, muslos, e inclusive sus piernas y pies.

 

No había lugar alguno que Ritsuka no hubiera mordido, lamido o chupado esa mañana, como hacía cada día.

 

El Master de cabello negro se acercó más al cuello de Avenger, dejando salir un suspiro de alivio al sentir su hombría ser apretada fuertemente por su trasero. No importaba cuantos años pasaran, Jeanne seguía tan apretada como una virgen, no es que sus amantes se aflojaran al paso del tiempo, solo que Jeanne era diferente.

 

Claro que era diferente. Era su esposa.

 

"Jeanne... bésame. Bésame ahora."

 

"S... Shi... ~"

 

Replicó, su tono uno de sumisión antes de girar su cabeza para mirar a su amor verdadero. Ritsuka admiró aquellos labios negros un momento, antes de estrellar su boca contra la suya con claro apetito. Cuando Alter se volvió su novia hacía muchos años durante su aventura en Shinjuku, cuando estaba cuidándola tras su batalla con Hessian Lobo, decidió intentar ser más femenina, fallando miserablemente... al principio, pero perseveró. Cuando el espacio entre sus lenguas se desvaneció, se encontraron, iniciando una pequeña batalla mientras sus caderas retrocedían.

 

La bruja dragón soltó un gemido, sintiendo su pene salir de su culo, deslizándose mientras lágrimas empezaban a caer por su rostro, sus ojos rodaron hacia atrás. Los dedos de Ritsuka se clavaron profundamente en sus pechos, apretándolos mientras sus uñas abusaban de sus pezones. Cuando Jeanne Alter aceptó ser su amante, supo que necesitaba mejorar sus tácticas, porque esa Reina perra de hielo aparentemente lo detectó.

 

Arturia Saber Alter supo instantáneamente que algo había cambiado entre su Master y la Perra rabiosa de Francia.

 

Sluuuurp~ sluuurp~ sluuuuuuuurp~

 

"¡H-hmmmgnh!~ HMMMNGH~"

 

Sintió un escalofrío corriéndole por la espina dorsal cuando su amado esposo empujó su lengua contra su boca, apenas luchando de vuelta. Desde esa noche en adelante, Jeanne Alter empezó a ponerse maquillaje, pero no exageraba. Todo lo que hizo fue aprender a usar algo de lápiz labial, y pintarse las pestañas, ¿más allá de eso? Era la misma mujer que siempre había sido. Dos simples detalles que la ayudaron a aumentar su propia belleza natural, miles de veces.

 

Cuando el pene de Ritsuka estaba casi enteramente fuera de su culo, exceptuando la punta, empujó hacia arriba, forzándolo a entrar de nuevo. El Chaldeano se deleitó con la boca de su segunda esposa, Mashu solo duró una hora antes de que decidiera vestirse y empezar su rutina diaria, con el corazón roto ante la idea de dejar a su Senpai solo, insatisfecho, porque ella si quería pasar más tiempo con él. El movimiento de las nalgas de Jeanne Alter mientras recibía su pene, el como apretaban su carne de ambos lados, le hizo enrojecer.

 

Le daba una sensación como de que estaba resistiéndose, de impedirle entrar a sus intestinos, y mientras más pene recibía, mejor la hacía sentir.

 

Mi... mana... ¡está robando... mi mana... !

 

Todo mientras la llenaba con su propia esperma sucia, apestosa y rica en mana. Se vino dentro de su coño alrededor de cuatro veces, y dentro de su culo alrededor de unas quince, pero seguía queriendo más. Las fuerzas de Jeanne y Ritsuka estaban enfrascadas en un bucle constante; cada vez que su semen recargaba su mana, él lo drenaba de nuevo, y de nuevo, y de nuevo, hasta que estuviera listo para correrse y recargarla con la esperma dentro de sus bolas, cubiertas de venas, golpeando y abofeteando sus muslos mientras más la apuñalaba con sus embestidas.

 

Si bien había estado desnuda al inicio para que pudiera morderla y disfrutar de cada rincón de su cuerpo cuanto quisiera, ahora mismo, en las etapas más avanzadas de su sesión amorosa, Jeanne había invocado su ropa interior de bodas con un simple hechizo desde el closet, para emular la noche en la que se casaron hacía tantos años. Su clítoris expuesto, gracias a la apertura en la pervertida braga que se compró esa noche, palpitaba mientras sentía la boca de su marido chupándole la suya durante el beso, tratándola como una cajita de jugo.

 

"H-HMMMMGNHHH~"

 

Entonces dejó ir sus pechos, mientras que enfundaba una vez más su miembro en su recto, todo para que pudiera, en su lugar, viajar hacia abajo, a su pancita. Esa hermosa, hermosísima barriga redonda suya. La lujuria de Ritsuka incrementó únicamente por tocarla; el embarazo había hecho maravillas por el cuerpo de Jeanne Alter y su humor romántico, no solo se comportaba de una manera más tierna, su deseo por sexo y afecto habían aumentado en demasía, deseando tanto el dar y recibir amor más que antes.

 

PLAF PLAF PLAF PLAF PLAF PLAF PLAF~

 

El ritmo de sus caderas chocando mientras sus manos enguantadas acariciaban las suyas la estaba volviendo loca, el sonido. El maldito sonido proveniente de sus monstruosas bolas golpeando sus muslos, desde su punta golpeando su culo y sus nalgas aplaudiendo tras cada embestida, hasta el placer que viajaba por todo su recto, todo su cursando por su cuerpo, estaba friendo su cerebro, su misma alma, mientras Ritsuka solo disfrutaba del sentimiento, la conexión de estar con la mujer que amaba.

 

Su hermoso rostro era un desastre gracias a las lágrimas y al sudor, pues el maquillaje se le había caído, vista que solo lo excitó aún más. Sus hechizos de comando, marcados no solo en su mano, también el coño de Jeanne, brillaron. Habían aparecido hacía años, en los vientres suyo y de Mashu, un misterio que jamás encontró respuesta, porque Ritsuka no tuvo nada que ver. La lengua de Alter lamía y degustaba la de él, que repetía su actuar. Si la piel de Jeanne se había arruinado gracias a que se le corrió el maquillaje…

 

Entonces ella había sido la que arruinó el rostro de Ritsuka primero, porque le había cubierto casi por completo de besos negros, especialmente su pene por supuesto. El sexo no estaba completo ni podía empezar sin una buena chupada.

 

"HMMMMNGH~ BUAH~ ¡MONSTRUO! ¡PEDAZO DE MIERDA! ¡MI CULO! ¡MI MALDITO CULO! ¡ME ESTÁS ROMPIENDO EL PUTO CULOOOOOOO!~"

 

Gritó la puta Francesa, directamente al rostro de su esposo, pese a la Dureza de sus palabras, su tono era uno de puro amor y cariño. Ambos se acariciaban mutuamente; mientras los dedos de Ritsuka acariciaban y mimaban su pancita, Jeanne hacía lo mismo con sus las manos de él, asegurándose de que no se alejara de ella o de su bebé hasta que terminaran. Lo que selló todo fue el que sus ojos dorados tuvieran dos corazones brillantes, que le reflejaban perfectamente. Su mente había sido quebrada por su cariño y afecto hacía mucho tiempo, obviamente.

 

Era de esperarse que fuera su mundo entero a estas alturas.

 

"Jeanne... ¡Jeanne... estás tan apretada... es increíble... !"

 

Fue lo único que pudo decirle, antes de que su cabeza se hundiera en su larga y hermosa cabellera blanca, para poder disfrutar de su olor. Ritsuka inhaló, llenándose los pulmones con el olor de su esposa. Rosa Gallica. Rosa Gallica. Una flor exclusiva de Francia, que tal como la propia Jeanne Alter, algunas veces tenía un olor frutal picante, agrio pero dulce. La lengua de la mujer casada salió de su boca, mientras sentía su vagina y vientre arder; los tres hechizos de comando tatuados en su piel brillaron con mayor intensidad, friendo su cerebro, su misma alma.

 

Los labios de Ritsuka besaban su cuello, mientras sentía como el recto de su esposa le arrastraba dentro de ella, apretándole aún más que antes. Su polla recibía un buen masaje por parte del culo de su amada, parte de él esperaba que su cuerpo ya hubiera absorbido la esperma que dejó en su coño, porque tenía ganas de practicarle cunnilingus para mostrarle su aprecio y gratitud. Las caderas del Master empezaron a ir en círculos, frotándose contra sus nalgas para sentir su piel, su carne. La textura suave, sudada y tersa de su gigante culo abrazándole le hacía sentirse amado.

 

"Mi Jeanne... mi Jeanne... Te amo... Te amo tanto"

 

Chu~

 

Ronroneó el Chaldeano justo a su oreja, sus palabras de infatuación apenas eran un susurro, pero cargadas de emoción y honestidad. Honestidad. Amor puro, salvaje, sin intenciones ocultas de por medio, salvo el querer tenerla. A ella, un error nacido del santo grial. Jeanne sintió su corazón latiendo dentro de su pecho, con una fuerza tal, que golpeaba su caja torácica, mientras sus piernas temblaban violentamente. Pese a que su mente estaba totalmente frita, seguía consciente. Seguía despierta, seguía aquí.

 

Estaba enamorada, eso si lo sabía, porque la boca de Ritsuka hizo contacto con su cuello nuevamente. Los dientes de su marido se hundieron profundamente en su hermosa piel, buscando probarla, dejar un chupetón, y una marca de mordidas todo en uno. Poco a poco, sus labios empezaron a moverse, cambiando de una cara idiota de placer puro, a una de felicidad. Una sonrisa alegre, de gozo al sentir a su tontito mordiéndola, succionando su piel, arrastrándola dentro de su boca.

 

Su esposa era tan hermosa, tan sexy y tierna... no podía resistir sus deseos de devorarla y tener sexo con ella y Mashu. No es que no disfrutara de tener sexo con todas sus novias, pero maldita sea… Jeanne era adorable.

 

"¡O-OHHHGHHHHH! ¡ME CORRO! ¡ME CORRO! ¡MI COÑO SE ESTÁ CORRIENDO OTRA VESH!~"

 

D'Arc gritó, moviendo su cabeza de lado a lado, provocando que Ritsuka retomara sus embestidas, aún aferrándose a su cuello, lamiendo la zona enrojecida en la que trabajaba constantemente, buscando marcar su territorio. Jeanne siempre había tenido un ano carnoso, apretado y exquisito, pero su embarazo solo aumentó todos sus parámetros cuando se trataba de actividades maritales. Ritsuka apenas pudo contener un gemido mientras sus caderas retrocedían, gozando del ano carnoso, peludo y estrecho de Jeanne, que trataba de mantenerle dentro de ella, rogándole porque se quedase.

 

No me… no me deja ir

 

Pensó el de ojos azules, percatándose de como no solo su culo intentaba devorar su pene nuevamente, sino de como la Servant artificial estaba empujando sus caderas hacia atrás, buscando empalarse en su verga. Todo mientras los tres hechizos de comando en el coño de Jeanne brillaron todavía más, pulsando, alimentándose de su energía, amor y devoción, porque quería ser amada y amar. Quería que se quedara a su lado, seguir sintiendo ese calor tan embriagador que traía el sentimiento de ser adorada y adorar a alguien.

 

SQUISHHHHHHHHH~

 

"OHHHHHHHHHHHHHHHHHGGGG~"

 

Jeanne Alter se corrió por trigésima vez esa mañana, mientras la lengua de su esposo subía, yendo desde su cuello, hasta su mejilla, terminando en su oreja. Mientras más se corría, más se enamoraba de él. Mientras más la acariciaba, mientras más la miraba con esos ojos tan amorosos y comprensivos suyos, más se daba cuenta de que ya no era capaz de vivir sin él. Jeanne Alter estaba verdaderamente rota más allá de la reparación, había sido reconstruida con el mayor cuidado y atención posibles en una mujer enferma de amor.

 

Y Ritsuka tenía mucho amor que dar.

 

Conforme sus jugos salían con tal violencia que uno bien podía llamarla un aspersor, el Master se aburrió de la posición actual. Hacer un perrito nuevamente no sería sabio considerando que estaba embarazada de varios meses, y una cucharita sería demasiado simple para él. El joven hombre frotó su nariz contra el cabello de su mujer, llenándose los pulmones con su olor natural mientras seguía moviéndose de adelante hacia atrás, adentro y afuera. Su pene siendo atacado por el interior de ella, por todas partes, mientras que él acariciaba aquél estómago tan redondo donde nueva vida se formaba.

 

Ahí fue cuando se dio cuenta de cuan simple era la respuesta.

 

No es como si tuvieran mucho tiempo de todos modos, considerando que estaban en temporada de fiesta, Chaldea debía de prepararse para el nuevo Santa Claus de este año, decorar, y como uno de los reposteros más habilidosos, Ritsuka también tendría que ayudar a Santa Marta a preparar los pasteles, pavos y platos que comerían la noche de Diciembre 25. Por mucho que quisiera continuar haciéndole el amor a Jeanne, no podía ser… al menos, no ahora.

 

Además, tenía un poco de hambre...

 

"Jeanne."

 

Habló el hijo menor del matrimonio entre Shirou Emiya y Rin Tohsaka, no recibiendo una respuesta inmediata, salvo el constante jadeo de la bruja de Orleans, que trataba desesperadamente de agarrar las piezas de su sanidad destrozada luego de experimentar su orgasmo número treinta, pero sabía que le escuchaba, porque sus dedos se cerraron sobre su mano. Jeanne entrelazó su mano con la suya, apretándole por un breve momento, antes de dejarle ir, pidiéndole silenciosamente que dijera lo que quería.

 

Cualquier cosa que quisiera decir, siempre estaba dispuesta a escucharle.

 

"Móntame... esta será la última por ahora."

 

Susurró el pelinegro, sus brazos rodeando a su amada esposa con mayor cariño que antes, las palmas de Ritsuka lentamente empezaron a viajar por la barriga de Avenger, sintiendo la vida, el  poder y el calor emanando no solo de su entero cuerpo, también del interior. El fruto de su amor, su amado niño. Tras temblar con las palabras de su esposo, sintiendo como si su mente sufriera constantes choques de electricidad, encendiéndose y apagándose, encendiéndose y apagándose, mientras que Master seguía frotando su cadera contra la suya.

 

Golpeando su culo mientras se aseguraba de que se sentara sobre él, sacando su pene y empujando aquel tronco largo, grueso y ardiente profundamente en su coño, drenando su fuerza pero empoderándola también, en un bucle de romance y amor eterno. Ritsuka comenzó a frotar su nariz contra su cuello, oliendo su pelo, su piel. Jeanne podía sentir su aliento, inhalando y exhalando, el aire caliente le hacía cosquillas constantemente, mientras sus dedos jugaban con su ombligo.

 

¿Montarlo?... ¿como un caballo?

 

Oh... quería que le hiciera la vaquera invertida, similar a lo que estaban haciendo recién ahora, pero siendo él quien descansara en la cama en lugar de ella.

 

La expresión de Jeanne Alter lentamente cambió de una de placer y adormecimiento, a una de felicidad. De alegría, mientras los labios de su estúpido y tonto esposo seguían jugando y tonteando con su piel, tratándola como si fuera una de las delicias más exquisitas del mundo, pese a ya haber mordido y chupado cada lugar de su cuerpo. Su ojo izquierdo tembló, sintiendo como si todo su mundo había sido completado… iluminado.

 

"S-Shí... por... por supuesto~... Amo a mi tontito~"

 

Replicó, antes de que la nariz de Ritsuka se hundiera profundamente en su cabello, “También te amo Jeanne”, fue su respuesta, lentamente acomodándose para que su amada novia de ojos amarillos siguiera encima suyo. Ritsuka se sentía relajado mientras su almohada, su cama era lo suficientemente grande como para tres personas; Mashu, la propia Jeanne, y él en el medio, un balance perfecto para una relación perfecta. La mirada de Fujimaru fue hacia arriba, analizando, disfrutando y admirando la bella espalda de su otra mitad, aquel largo cabello suyo, y su piel que brillaba como la nieve.

 

Todo terminaba en ese hermoso, redondo, gordo, sudoroso y maravillosamente enorme culo suyo que parecía brillar con la luz proveniente de la ampolleta del techo. Una parte de él quería agarrar esas gordas nalgas en frente suyo, todavía sorprendido por su forma. Lo perfectamente redondos y blancos que eran, como dos perlas gigantes nacidas de una almeja, cientos de veces había hundido su cara en lo más profundo de su culo, buscando devorar, succionar y drenar el mana de su peludo ano con forma de dona, a cambio de darle placer...

 

Y, cabe decir, Jeanne jamás se quejó pese a la severidad de sus palabras al llamarle “pedazo de mierda”, “bastardo”, “imbécil”, “cabrón”, y “hijo de puta”, junto a sus variaciones. Nunca dejó de mirarle con esas pupilas con forma de corazón, llenas de amor mientras se corría una y otra vez por su culpa. La misma cara romántica de una mujer consumida por sus sentimientos, que le estaba dando ahora mismo. Con todo eso en mente, decidió agarrarle su estómago, como había estado haciendo hasta ese entonces. La albina arqueó la espalda, cuidadosamente asegurándose de que sus manos descansaran en los pectorales de su master.

 

El sentir sus dedos nuevamente en su piel: con su pene se mantenía enterrado en lo más profundo de su cuerpo, golpeando su vientre con su glande, mientras que su culo descansaba en su pelvis… le hizo sentirse en el cielo.

 

Al carajo dios y toda esa mierda. Su devoción y fidelidad eran para con Ritsuka, y solo para Ritsuka.

 

"Empe..."

 

Dijo a medio camino. "¿Hmm?", preguntó él, notando como se dio la Vuelta para mirarle por un momento, los hechizos de comando en la mano de Ritsuka y la vagina de Jeanne ahora tenían un brillo más tenue, pero solo un poquito. Pese a la posición tan depravada en la que estaba, dándole el aire de una vil puta chupa vergas, Jeanne se mantenía fiel a sus sentimientos. El maquillaje negro escurriéndose por sus mejillas aumentaba el aire depravado de la situación, porque la hacía verse aún más como una puta barata, la parte más candente era que, si bien se veía como una jodida prostituta adicta al sexo… vestía algo tan sagrado como lo era su lencería de bodas.

 

"Empezaré... a moverme ahora... ¿ok?~"

 

Dicho y hecho, sus caderas empezaron a subir. Ritsuka sintió su miembro deslizándose fuera de Jeanne, mientras que su coño, aún aferrándose y estrangulando su hombría, comenzó a apretarlo al sacarlo. Alter sonrió al sentir los dedos de él, aún acariciándole y tocando su barriguita, frotándola mientras que sus índices presionaban su ombligo. Para cuando acabó, la única parte de su pene que seguía dentro de ella era su glande: pronto, Avenger se dejó caer, empleando todo el peso de su cuerpo.

 

De su gordo, jugoso y maravilloso culo para acorralar a Ritsuka contra la cama, mientras se empalaba en su masculinidad.

 

PLAF~ CREACK~

 

"¡H-HMMMGNH! ¡JEANNE!"

 

La llamó, cerrando los ojos mientras placer le invadía súbitamente. El mago humano fue enviado al cielo de inmediato gracias al peso y la suavidad del trasero encima suyo. Cuando el pene de su esposo apuñaló su vagina, golpeando la entrada a su cuarto de bebés, los pechos de la Bruja Dragón latieron; sus pezones reaccionaron, produciendo más leche mientras su entrada parecía estar viva al apretarle y succionarle dentro de ella, solo un poquito.

 

El oír a su gran amor decir su nombre mientras tenía una cara tan llena de placer, la hizo sentirse como una diosa. Hizo a Jeanne más fuerte, pese al hecho de que su mana estaba siendo drenado por el aparato de su otra mitad; era su corazón el que se fortalecía. Encendía la llama de su amor y deseo; por eso empezó a moverse en círculos en esta ocasión, arrastrándole con ella.

 

Primero se movió a la izquierda, provocando que el miembro del moreno golpeara sus paredes y se moviera junto a ella, antes de ir hacia la derecha, asegurándose de que en todo momento sus nalgas no se separasen de la piel masculine, para que siguieran masajeando y frotándose contra la piel de Fujimaru al seguir.

 

Clap~ clap~ clap~

 

Sus nalgas aplaudían con el mínimo de los movimientos. Gotas de sudor caían lentamente por la frente de Ritsuka, obligándole a cerrar el ojo izquierdo mientras Jeanne empezaba a ir hacia arriba, antes de deslizarse hacia abajo nuevamente. Los resortes en su cama rechinaron mientras las manos de la Francesa hacían su mejor esfuerzo para soportar su peso, de no estar embarazada, el miembro de su esposo habría aparecido en su estómago como un bulto ahora mismo. Intentando recuperar su sanidad, Alter cerró los párpados y apretó los labios.

 

Mordiéndoselos.

 

Tratando de reunir todo el mana que aún le quedaba, antes de darle otra mirada a su tontuelo. Cuarenta y ocho seguía con ese rostro lleno de placer, aunque ahora también parecía estar en paz. La hacía sentirse amada; sus esfuerzos valían la pena, porque en efecto, si le estaba haciendo sentir bien. Claro que le hacía sentirse bien, carajo, era su maldita esposa. Aunque fuera la segunda, había sido escogida por él mismo. Esa polla que la había preñado había entrenado su garganta, su coño y su culo para su uso exclusivo, para complacerle y amarlo, a él y solamente a él.

 

"¡Tú... idiota... !~"

 

La novia dijo a su hombre, antes de que sus dedos acariciaran sus músculos con gentileza, alzando las caderas nuevamente, bajándolas nuevamente, y otra vez, y otra vez, tres: cuatro, cinco veces consecutivas.  "Plaf, plaf, plaf, plaf", "clap, clap, clap, clap", el sonido de carne chocando contra carne hizo eco en la habitación, causando que las caricias de Ritsuka incrementaran. Sus testículos, cubiertos de venas por su ira al producir más y más esperma, usando no solo su magia y metabolismo, también la magia que había robado de Jeanne.

 

Cielos santo, era como una diosa pese a no ser una como Kama, Ishtar, Euryale, y tantas otras.

 

CLAP~ CLAP~ CLAP~

 

"¡Hmmmngh! ¡haaaah! ¡haaah! ¡Toma esto... y... eso!"

 

Ahora hablaba con una voz más desafiante; rápidamente llevó su mano derecha a su rostro para quitarse el resto del sudor, no importándole el hecho de que ensuciara aún más su guante. La lengua de Ritsuka salió junto a todo el aire de sus pulmones, tras que Jeanne se Sentara sobre él. Sus nalgas eran tan pesadas que cubrían toda su cadera, no había nada que pudiera hacer al respecto. Nada que pudiera hacer para escapar de esa vagina con fuerza rango A, que había estado cogiendo desde que despertó.

 

Y Jeanne sabía que le tenía bajo su control, Ritsuka lo supo por la forma en la que le miraba.

 

Esos preciosos labios negros que había tomado en tantas ocasiones, que habían marcado su rostro, cuello y cuerpo con besos… y esos ojos, que, pese a tener corazones en los mismos, le miraban con esa mirada orgullosa, egocéntrica pero amorosa que solamente ella, Avenger, tenía en toda Chaldea. Ritsuka sentía su pene palpitar tras Jeanne hacer algo inesperado. Poco a poco, llevó sus manos a su culo, podía verla perfectamente, ¿no es así?

 

Si había algo que amaba, y bastante... era su "dona".

 

Por eso no tuvo problemas en separarlas para él, permitiéndole admirar con lujo de detalles no solo cuan profundo su pene estaba metido en su coño de mujer embarazada y casada: también su culo. Ritsuka abrió la boca, sus mejillas enrojecieron en su totalidad por la incredulidad ante las acciones de su esposa: su carne y trasero estaban tan rojos como una manzana, las había separado para revelar el círculo carnoso y perfecto que era su ano. El mismo ano que había estado devorando casi todos los días desde que se volvió su novia en Abril 2019, un año tras su llegada a Chaldea.

 

Habían pasado ocho años desde entonces.

 

"¿Te gusta lo que ves?~ ¿Idiota pervertido, depravado y adicto al sexo?~"

 

SMASH~

 

"¡H-HAAAAH! ¡J-JEANNE! ¡CARAJO!"

 

La piromante rio feliz, alegre, casi como una maniática mientras dejaba caer su cadera con todo su peso, y una fuerza tal que Ritsuka casi sintió que se le rompían los huesos y que la cama le tragaba. "HAHAHAHAHAH~", sus latidos volvieron a aumentar, ahora sentía mariposas en su estómago, ¿o quizás era su amado niño? No, no, esas no eran pataditas. Eso era su amor y sentimientos haciéndola feliz, dándole más fuerza para seguir cumpliendo su nuevo rol: el de una amada esposa.

 

Si bien sabía que perdería en el momento en que su semen apestoso volviera a llenar su vientre, al menos ahora: ella era la ganadora.

 

Idiota... no me subestimes... ¡no soy solo otra de tus chupa vergas en Chaldea con la que puedes jugar como te plazca... !

 

Un fuego iluminó sus ojos mientras sus brazos iban hacia sus piernas, usándolas como soporte en lugar de su pecho, esto le dio a Jeanne un area más amplia con la que trabajar, era una mejor posición con la que trabajar, era una posición mejor para cabalgar a su amante: claro, no tenía la habilidad de “montura”, pero era irrelevante. La ganaría un día, eventualmente, tras acumular la experiencia suficiente al montar ese gigantesco tronco de carne que tenía entre sus piernas.

 

Esa.

 

Era una promesa.

 

Ritsuka sintió un subidón de adrenalina y emoción golpeándole cuando Jeanne le apretó y agarró las piernas fuertemente, antes de mirar sorprendido como empezaba a subir su culo poco a poco, todo mientras mantenía esa sonrisa suya. Que tierno… oh~ cuan tierno era su tonto esposo~ ¿Temía de su poder? ¿de lo que iba a hacer? ¿de lo mucho que pesaba su culo?

 

¿O es que estaba excitado?

 

Solo había un modo de averiguarlo. Le había pedido que lo montara para que disparase su última descarga, ¿cierto? Si esta iba a ser su última dosis de semen hasta la noche, pues le ayudaría a soltar tanta como fuera posible. Una carga grande, pegajosa, potente y maloliente que la llenara de mana hasta el máximo, que pudiera disfrutar.

 

"¡JEANNE! ¡E-ESPERA! NO—"

 

"¡YO. SOY. TU ESPOSA!"

 

PLAF~ PLAF~ PLAF PLAF PLAF PLAF PLAF~

 

No escuchó su súplica. En su lugar, le mostró el lado que solía tener. Cuando Jeanne descubrió su naturaleza pervertida y adicta al sexo la noche en que Ritsuka se volvió su novio, cambió para mejor. Su naturaleza romántica, sumisa y extremadamente cariñosa floreció de una forma incontrolable, pero era única y exclusivamente para sus ojos. Casi todo, sino es que todo su “verdadero yo” estaba oculto, hasta de los ojos de Mashu, con quien tenía que compartir cama y sexo hoy en día al ser ambas esposas del mismo hombre.

 

Pero cada vez que estaban solos… le cumplía todos sus caprichos. Le trataba con cuidado y suavidad, acariciándole, mimándole, mirándole como si fuera el centro de su universo, el rey de su corazón, el único capaz de hacerla ser mejor.

 

El único que de hecho la hacía ser mejor.

 

Esta vez… esta única vez, Jeanne Alter quería comportarse como su “antigua yo”, y mostrarle a este imbécil cual era su lugar. Los hechizos de comando de Ritsuka brillaron como si tuvieran vida, con un aura de fuego, que quemaba y ardía no solo en su mano: también en el vientre de Jeanne Alter, renovando el placer que experimentaba el matrimonio: en respuesta, el master arqueó su cabeza hacia atrás, perdiendo su vista en el techo blanco de su habitación, creyendo estúpidamente que le ayudaría a soportar mejor la insana cabalgata que su esposa le daba, pero Alter no se lo permitiría. Cada vez que se dejaba caer encima de él, se movía de lado a lado nuevamente.

 

Como un péndulo, todo para que su culo no dejase de aplaudir, buscaba torturar su mente, antes de subir otra vez.

 

SCHLLLICK~ SCHHHLIICK~

 

"¡G-GAAAGH!"

El sonido depravado emergente de su vagina al ser penetrada la hizo sentirse eufórica. "Bump, bump, bump, bump~", su corazón sonaba, resonando en sus oídos entremezclado con los gritos placenteros de Ritsuka. Esa polla de caballo suya era tan grande que su vagina apenas podía pelear contra esta sin perder la cordura, aunque ya había perdido todo rastro de sanidad y normalidad hacía muchos años. Jamás podría tener suficiente de él, de su ternura, de su bondad, de su cariño, ah~

 

¡Master!

 

CLAP~

 

El primer sentón. Ritsuka apretó sus labios con los dientes: el vientre de su pareja le recibió de lleno dentro suyo, antes de Volver a subir, y repetir, y repetir. Otro senton, esta vez con más fuerza. Fujimaru intentaba luchar como mejor podía, no solamente buscando más placer, sino porque no quería rendirse ante Jeanne, no porque no estuviera disfrutando el dejarla hacer con él lo que quisiera, sino porque era su deber: como su esposo, era su deber de hacerle el amor y estar a su lado en el bien y el mal, salud y enfermedad, darle protección, romance, deseo y afectos infinito.

 

Especialmente en algo tan importante y sagrado como lo era el hacer el amor como una pareja.

 

Pero, nuevamente… ella no se lo permitió.

 

¡Mi Master!

 

SMASH~ CLAP~ CLAP~ PLAF~

 

El segundo sentón.

 

El olor frutal a Rosa Gallica taladraba sus sesos; el último maestro de la humanidad sentía en su totalidad la vagina Francesa de Jeanne envolviéndole desde la punta hasta su base, hasta que su pene volvió a chocar contra la entrada a su vientre. "HMMMMNGHHHH~", esta vez fue la puta de ojos dorados la que mordió sus labios, intentando contener su felicidad dentro de su corazón, de si misma. Su sangre ardía, su sudor, su piel, su cuerpo, su coño, el que Ritsuka hubiera estado aferrándose con tanto amor a su estómago hasta que cambió a la posición actual… aún podía sentir sus manos y dedos.

 

Ese toque tan cálido y gentil...

 

La forma en la que la abrazaba cada vez que descansaba en sus piernas, al darle una almohada de muslos junto a leche de pecho para restaurar su fuerza y motivación. Dadas las circunstancias, ¿Cómo podía no enamorarse de su rostro cuando le sonreía de esa forma? Acariciando su torso, tratándola como un tesoro, amándola con su ser y misma alma...

 

Simplemente no había manera alguna…

 

MI TONTO ESPOSO~

 

De que pudiera seguir resistiendo sus sentimientos y mantener esa fachada dominante~

 

Especialmente considerando el hecho de que su pene golpeaba y raspaba todos los lugares correctos.

 

Ritsuka, viendo su oportunidad, alzó sus caderas, empujando hacia arriba lo suficiente como para que su polla volviera a entrar en su amante, causando que la puta preñada gritara, mientras las grietas en su mente fracturada y rota parecieron aumentar una vez más; el sentir su vagina y su cuarto de bebés estallar en llamas combinados con el placer, que cursaron por sus huesos. Apareció una sensación extra.

 

"AHHHHHHH~ ¡MIERDA! ¡NOH! ¡MI PUNTO G! ¡MI PUTO PUNTO G! ¡NOH MI PUNTO G! ¡SABESH CUANTOH ME GUSHTAAAH!"

 

Llamó el espíritu de la venganza, con la lengua saliendo de su boca al Ritsuka abusar de su debilidad, le empujó de regreso al colchón. Su voz se distorsionaba en placer puro y duro al su vagina estar siendo invadida por su amante, enviando más y más placer electrizante por su cuerpo y caderas conforme seguía moviéndose dentro de ella. Se sentía bien, el que su hombre amado estuviera reacomodándole las entrañas. Que su persona favorita literalmente la llenara con todo lo que él era.

 

El que su cuerpo fuera deseado, mimado, amado, y anhelado por él, y solo por él.

 

Jamás podría tener suficiente de esto, algo que Ritsuka sabía por la forma en la que Jeanne empezó a moverse, con más rapidez, con más fuerza. No quería darle la satisfacción de arruinarla hasta el final, si su destino era ser arruinada, tomada, besada, querida y transformada en una puta por su hombre: por su esposo, entonces se condenaría a si misma con sus propias manos. El Master intentó respirar, llenar sus pulmones con aire para aguantar. Las manos de Ritsuka se aferraron a las sábanas debajo de él, mientras que Jeanne continuaba asaltándole.

 

PLAFPLAFPLAFPLAFPLAFPLAFPLAF~

 

CLAPCLAPCLAPCLAPCLAPCLAPCLAP~

 

La cama sufría su mismo destino. No le daba chance alguna de empujar hacia arriba para penetrarla él mismo, no no no. El coño de Jeanne le apretaba con la intensidad de un guante. La cama crujía bajo el peso de sus nalgas, aunque se suponía que fuera él quien drenase su mana y la pusiera en su lugar, no tenía libertad de escoger hacia donde moverse o como tener sexo ahora mismo. La Bruja dragón le había acorralado, al igual que hizo su grupito de Berserkers hacía tantos años en la primer singularidad.

 

"¡JEANNE! ¡J-JEANNE!"

 

Sí. Jeanne estaba aquí. Siempre estaría a su lado, como una Buena esposa. Ritsuka era su destino, siempre lo había sido, siempre lo sería. Conforme las lágrimas continuaron cayendo por su rostro, mientras su corazón chocaba con sus costillas y el placer se acumulaba, Jeanne D'Arc Alter también empezó a perder el aire, tenía sus ojos neblinosos y llorosos y el cerebro entumecido, no podía pensar ni ver nada más allá de su propia imaginación: para ella lo que ahora veía, conforme el orgasmo se acercaba más y más, era su actual realidad.

 

Ritsuka, vistiendo un delantal, un poco de masa ensuciando su mejilla mientras usaba un rodillo para hacer más pastelillos: el horno todavía estaba encendido, hacienda más pan con la ayuda de Mashu que había ido al cuarto trasero a buscar más harina, dejando sola a la pareja. Su idiota se detendría para mirarla, con aquella sonrisa suya, antes de que sus brazos rodearan su estómago nuevamente, apegándola a su cuerpo.

 

"Hmngh... ¿que te pasó ahora, Tontito?"

 

"Nada, es solo que..."

 

Tartamudeó, evitando ver su cuerpo pese a haberla reclamado como su esposa, simplemente era así. El color rojo se esparcía por las mejillas, hasta el puente nasal del antiguo Master, ahora Repostero. Tenía vergüenza, e infectó con ella a la piel perlada de Jeanne Alter al sentir como acariciaba y mimaba su redonda pancita. En su fantasía, ya había dado a luz a un par de gemelas, ahora estaba embarazada por segunda vez con un niño, cuyo nombre no habían decidido aún.

 

"¡OHHHHH!~ ¡OHHHHHH!~ ¡JODER! ¡JODEEEEEEER! ¡ME VENGO! ¡ME VENGOOOOOOOO!"

 

Gritó en el mundo real, mientras el Ritsuka de sus sueños empezaba a sonreírle, poco a poco reuniendo el coraje suficiente para bañarla con su afecto. Su cara empezó a acercarse más a la suya, atraído no solo por su belleza natural o el aura materna que había desarrollado con los años, también por el lazo que compartían como pareja. Ahí estaba él, viviendo su sueño de tener una pastelería con las mujeres que amaba, ahora padre, su principal problema ya no era salvar el mundo… solo pagar las cuentas, y un día, educar a sus hijos.

 

Su lucha había terminado: ahora todo lo que tenía que hacer era disfrutar su premio.

 

Una vida de felicidad inagotable al lado de Mashu Kyrielight y Jeanne D'Arc Alter.

 

"Te amo... tanto... "

 

"¡J-JEAAAANNE!"

 

Dijo, totalmente enamorado antes de besarla, trayéndola de regreso al mundo real mientras que Avenger soltaba un último grito junto al hombre que la desposó. Un aura morada estalló de su cuerpo mientras se corría, sintiendo sus reservas de mana casi vacías llenándose a tope con ese pútrido semen podrido, sucio, apestoso y mugroso.

 

SPLUUUUURT SPLUUUUUURT SPLUUUUUUUUURT~

 

Ritsuka no se vino una vez, ni dos, sino tres de golpe por lo rica que estaba su mujer. La vagina de Jeanne, aunque era atacada, follada y violada sin piedad por él, no dejó de apretarle.

 

No, todo lo contrario.

 

El orgasmo solo la hizo apretarlo muchísimo más fuerte, como una granjera intentando deslechar a una vaca: drenaba sus bolas hasta la última gota.

 

"¡A-AHHHHHHGHHH!"

 

"OHHHHHHHHHHHHHHHH~ ¡SHEMEN! ¡SHEMEN! ¡EL SEMEN DE MI TONTO! ESTÁ— ESTÁ—"

 

Yendo dentro de mí, es lo que quería decir, mientras arqueaba la espalda. Leche salió a chorros de sus pezones por el placer, rociando todo el cuarto, ensuciando no solo las piernas de Ritsuka, también la cama e incluso el piso. El Master, que había abierto los ojos tras correrse finalmente, no pudo aguantar sus ganas de quedarse tan cerca de su amada como fuera posible, aunque estuvieran corriéndose tras follar como monos. La mano de Ritsuka fue al estómago de Jeanne, arrastrándola hacia atrás con sumo cuidado para que usara sus pectorales como almohadas.

 

Su cercanía al parecer solo la hizo sentirse mucho mejor, porque la luz morada que representaba su magia llegó a cegarlo. Las piernas de Jeanne se extendieron: sus globos oculares se salieron de órbita por séptima vez esa mañana, la esperma ahora invadía el lugar más sagrado de su cuerpo, logrando calmar y extinguir por completo el fuego de su cuerpo, superando la eterna hambre causada por esas tres marcas impresas en su piel. Esta vez, fue Ritsuka el que quedó totalmente exhausto, drenado como una cajita de jugo.

 

Su erección por fin desapareció, como había predicho, fue su última descarga por ahora. Las manos del Master junto a sus brazos cayeron a los lados, incapaz de seguir sosteniendo a Jeanne encima suyo, un deseo de dormir y nunca despertar se hizo presente: la almohada se veía más atractiva y tentadora que antes, mucho más tentadora que pilotar a Mecha Eli MK-II.

 

Lo que le mantuvo despierto, no obstante, no solo fue el cuerpo de su amor descansando encima de él, o el abrumador apetito, también fue...

 

DING~

 

Una campana.

 

El ahoge de Jeanne Alter se movió ligeramente, golpeando su naricita, antes de que la Santa Oscura parpadeara un par de veces, estaba tratando de reconstruir su mente, agarrando los pedazos suficientes para intentar regresar a un estado “mayoritariamente” sano, normal.

 

"O-ohhhh~... las galletas están listas... justo a tiempoh~"

 

¿Galletas?

 

Pensó el master, alzando una ceja, su brazo izquierdo intentando flojamente alcanzar el cuerpo de Jeanne para mantenerla a su lado y abrazarla, una petición que hizo de forma silenciosa, pero fue demasiado lento, y estaba demasiado cansado. Alter, pese a la exhaustiva, bruta y monstruosa follada que había recibido hacía prácticamente nada, terminó llena de energía, contrario a su marido que la observó ponerse de pie. Sus piernas temblaron por un breve instante, y la contraparte oscura de Jeanne D'Arc llevó un brazo a su barriga de forma preventiva, el otro la sujetó del colchón.

 

Solo entonces cuando sus piernas dejaron de temblarle, es que decidió volver a caminar a paso lento. Pesado, bajo la atenta, preocupada y curiosa mirada del hombre que la había desposado. ¿Que pretendía acercándose a la cocina?, era una Servant todavía, no reencarnada, más aún; el fuego era su elemento. Quemar a Jeanne Alter era casi imposible, por lo que, el que se agachara frente al horno para abrirle y sacar una bandeja sin siquiera molestarse en ponerse los guantes, no le sorprendió.

 

Lo que si lo hizo, fue el olor extremadamente dulce y exquisito que le golpeó cual si fuera un tren, proveniente de la mismísima bandeja entre las bellas manos de Avenger. Sí, eran galletas de chispas de chocolate, espolvoreadas con algo de azúcar. El espíritu heroico vació unas siete de las veinte en un pequeño tazón, perfecto para que no se salieran de los bordes, ni ensuciara la cama del todo con migajas. El tono rojizo en sus mejillas se hizo aún más brillante cuando se dio la vuelta para verle.

 

"Yo... hice esto mientras estabas teniendo sexo con Mashu en la ducha"

 

Comentó, sorprendiéndole. Lo primero que hicieron los tres al despertar, aparte de un beso y mimos matutinos, fue darle un paizuri doble antes de que Shielder le llevase a la ducha: Jeanne no se unió al instante. Entonces eso era lo que había hecho, le había preparado una sorpresa, sabiendo que tendría hambre cuando fuera hora de terminar. Había sido un golpe de suerte que el horno terminara de preparar todo justo ahora que acabaron su sesión de forma definitiva. Ritsuka sintió sus mejillas arder conforme su amor volvía a la cama, observando aquel hermoso rostro cargado de amor infinito.

 

Esos dos corazones rosados latían por él, pidiéndole constantemente tanto dar como recibir afecto, nada tenía que ver con la mujer que había sido el primer día que llegó a Chaldea: que buscó quemar Orleans hasta las cenizas, o como se comportaba en público con los demás. Esta faceta tan romántica, amorosa y pasional era única y exclusivamente para él. La mano izquierda de Jeanne fue hasta su mejilla, tocándole de forma lenta con el pulgar, para luego hacerlo con el dorso de la mano.

 

Pudo sentir la forma inconfundible de su sortija de matrimonio, protegida por la blanca tela, trayéndole paz.

 

"Levanta la cabeza... quiero darte de comer, ¿sí?"

 

Todavía estaba recuperándose, por ello hablaba de forma tan entrecortada. Ritsuka aceptó, gustoso, la muestra de amor de Jeanne Alter, quien aprovechó para pasar sus muslos por detrás de su cabeza, dándole una almohada de regazo. Aunque sus piernas estuviesen cubiertas por esas medias blancas tan malditamente sexis, sujetadas por un liguero del mismo tono, seguían sintiéndose igual de blandas, como mochi. Aunque Ritsuka no pudiese ver el rostro de Jeanne por lo gigantesco de sus pechos, ni ella el suyo, daba igual.

 

Las gotas de sudor femenino que le manchaban la cara, y el como su mano libre masajeaba su cuero cabelludo, le decían todo lo que tenía que decir. Alter tomó una de las galletas, aún calientes, acercándola lentamente a su rostro. Ahora el olor a azúcar y chocolate eran más fuertes que nunca, provocándole un rugido a su barriga, que se le hizo extremadamente adorable. ¿Así es como se sentían los Emperadores Romanos al ser servidos? en múltiples ocasiones Nero le había exigido a su "Pretor" que le diera de comer cuando veían una película juntos, y según Cleopatra, Brynhildr, Shuten y Kriemhild, era uno de los mayores placeres de una mujer enamorada.

 

Por eso, a veces se preguntaba, avergonzado, que sentirían Jeanne y Mashu la mimarle de esta forma tan infantilmente tierna, bochornosa y romántica.

 

"Abre la boca, tontito... no me dejes esperando"

 

Usando un tono de voz tan abiertamente dulce y cargado de amor, ¿cómo podía ser capaz de siquiera pensar en negársele?, Ritsuka abrió la boca, cerrando los ojos mientras Jeanne acercaba la galleta a sus labios. Su boca se cerró sobre la misma, mordiéndola con firmeza, y luego otra, y una última. En solo tres mordidas se la había acabado, y ella, al ver sus dedos libres, descendió su mano por sus músculos, acariciándole el torso, escuchándole masticar lentamente. Ritsuka se sintió aún más adormilado que antes, ya era normal que, al menos en Chaldea, al pasar tiempo con las mujeres que le querían, tuviera las defensas bajas.

 

Pero con Jeanne y Mashu era diferente.

 

Crunch... crunch... crunch~

 

Con cada mordida que daba, su cabello negro recibía otra caricia, como si fuera un perrito. Con la vista fija en sus tetas, si bien le gustaba mucho que Ritsuka la encontrara enormemente atractiva y que la devorase con la mirada, o que sintiera tantas ganas de lamerla, besarla y morderla todos los días, eran un poco molestas en situaciones como aquella... pero los pros eran miles de veces mejores que los contras. Avenger volvió a acercar otra galleta a su pareja, quien volvió a comérsela.

 

"¿Están ricas? no les puse mucha azúcar."

 

Sus cejas se arquearon con la pregunta. Si bien había pulido bastante sus habilidades culinarias al paso de los años, porque quería compartir ese sueño de envejecer al lado suyo trabajando en su repostería horneando panecillos y pastelitos, jamás dejaría de existir aquella duda persistente de si era lo suficientemente buena. Era una pequeña rivalidad que tenía con Mashu Kyrielight, después de todo, cada 14 de Febrero la rosada se esmeraba en superar todas su creación anterior, motivada únicamente por el amor que sentía por su Senpai.

 

"Deliciosas"

 

El Master número 48 sonrió, sacándole una sonrisa a su mujer. Había recibido otro golpe crítico de puro amor y confianza por parte de él, así que mejor sería darle una recompensa a su amado tontito favorito. La mano que tenía acariciándole el cabello empezó a descender, yendo hasta su nuca, y luego empezó a empujarle arriba. Ritsuka había esperado otra galleta, pero en lugar de eso, la bruja dragón le acercaba más y más a su pecho, a ese enorme, gigante, carnoso pezón rosado lleno de marcas de mordidas, cuyas gotas de leche caían libremente producto de la brutal, casi animal cogida que le había dado.

 

El botón le golpeó la mejilla, manchándole con el dulce líquido maternal, finalmente estaban cara a cara, tratándole como si fuera su bebé, en lugar de su amado esposo.

 

"Bebe... debes tener sed, ¿cierto?~"

 

Su ahoge empezó a moverse de lado a lado a gran velocidad, impulsado por lo excitante y emocionante de la situación. Habían muchas cosas que Jeanne Alter adoraba de su vida y posición actual de mujer casada: desde mimar a Ritsuka de todas las maneras posibles, besarle, ser ella misma mimada en soledad, sus cumplidos, cocinar juntos, o algo tan sencillo como ver una película o dibujar Mangas, los cuales, hoy en día, mayormente eran historias románticas con pequeños toques de acción.

 

Pero una de sus mayores alegrías, era darle de su leche. Era una conexión tan íntima y pura...

 

"Jeanne..."

 

Susurró, antes de cerrar los ojos por completo, y acercarse al pecho de su amor, capturándolo con los labios, los cuales se abrieron un poco más, queriendo tragarse la aureola por completo. La gigantesca, caliente y exquisita teta de la vengadora ahora era suya nuevamente, y no perdió tiempo en saborearla. Su lengua empezó a moverse en círculos, y su boca a succionar, provocando que el precioso, dulce y exquisito líquido de la vida empezara a descender por su garganta, como un manjar para su lengua y su estómago.

 

Amamantar a su esposo era una sensación única, porque sentía que dentro de él estaba una parte de ella, igual que, dentro de su vientre, se gestaba la culminación de toda su relación. Jeanne Alter sonrió como lo haría la Jeanne D'Arc real, exactamente la misma mueca de felicidad que la Santa de Francia, solo por estar viendo el rostro tranquilo y satisfecho del chico que amaba. Su corazón latía, y su alma estaba llena de vida, ya no por la venganza, sino por el sentimiento más bello del mundo.

 

Amor.

 

"Te amo Ritsuka..."

 

Habló, antes de retomar sus caricias, a sabiendas de que su última interacción juntos antes de iniciar su agenda diaria sería una ducha, y luego irían por sus caminos separados. Él tenía que ir a ver sus tareas semanales, y revisar a qué equipo iba a entrenar el día de hoy, y ella debía de ir a le enfermería a hacerse un chequeo con Da Vinci, Nemo Enfermero y Sion para ver el estado de su bebé. La temporada navideña iniciaría pronto, por lo que estaría muy ocupado una vez el Santa de este año fuera elegido.

 

Ritsuka, lleno no solo de leche, sino de felicidad, soltó su pezón para devolverle la mirada a su querida, frotando su cabeza contra su enorme pecho como muestra de afecto.

 

"También te amo Jeanne"

 

Estos momentos donde podían estar juntos a solas eran los más importantes de su rutina diaria.

 

.


.

 

-[Fragmento 2: Este año es... ]-

 

"Hmmngh... "

 

Abigail Williams bufó dentro de su cuarto mientras admiraba su nueva apariencia, hacía no menos de cuarenta minutos Nemo había visitado su habitación. El capitán del Nautilus había sido escogido el año pasado para llevar la autoridad de San Nicolas, otorgada a él de manos de la versión más joven de Martha, ahora él se la había legado a ella. Su corazón, o su propia visión de lo que significaba ser Santa Claus, la había revestido con un precioso vestido de color blanco como la misma nieve, junto a una capa carmesí atada a su cuello.

 

Ni rastro alguno había en su ser del poder de su clase Foreigner, contrario a lo que pasaba en su clase normal, o cuando estaba en su modo veraniego. Sus ojos azules admiraron su figura, delgada, espléndida, hermosa y perfecta con visible curiosidad, pero sintiéndose extraña. ¿Qué era lo que su corazón había manifestado exactamente? Nemo no pareció prestarle mucha atención a su versión de lo que significaba ser Santa Claus, porque he allí el problema. El problema que todos tenían.

 

"Te dejaré con esta pregunta. ¿Qué significa ser Santa Claus para Abigail Williams?"

 

Fue lo único que Rider le dijo, antes de partir de regreso al puente de mando, y hela allí. Contemplándose como si fuera la octava maravilla del mundo. Si Lavinia estuviera aquí, sabría que hacer o que decirle, había vuelto a sentirse como una niña tonta e indefensa. Santa Claus, la navidad misma, tenían miles de significados, variaba de persona a persona. Karna lo tomó como un entrenamiento, optando por un estilo de Santa Boxeador, su mentalidad era seria, como en su época más joven.

 

Para Martha, había pensado en la versión religiosa; la última Cena. Pensó en sus hermanitos, en que estómagos felices podían unir y hacer felices a las personas, porque para ella, alimentar las barrigas y corazones de los demás la noche del veinticinco de diciembre era el mejor regalo, el más hermoso y bello que podía dársele a la familia gigante que era Novum Chaldea.

 

Quetzalcóatl... simplemente cometió un error enorme cuando Altera le dio su rol, pensando en la Lucha Libre y en la "Samba" en lugar de la navidad, pero aún así, mantuvo el manto con orgullo. ¿Qué había que decir respecto a Nightingale? ¿qué había pensado ella aquella navidad donde repartía inyecciones y salud en lugar de regalos, juguetes y dulces? nunca se lo preguntó, ni la enfermera de hierro tuvo intención alguna de revelar lo que estaba dentro de su corazón aquella noche, ni qué significó para ella toda esa travesía.

 

Preguntarle a sus Senpais no serviría de nada, porque la respuesta estaba dentro suyo.

 

"¿Qué es lo que quiero ser?"

 

La recientemente bautizada como Pretender giró sobre si misma con las mejillas rojas, enfocándose en la preciosa corona sobre su cabecita. Me gustaría bailar, fue lo primero que pensó, ¿pero como podría expresar o representar la navidad de esa forma? era ridículo, ¿no?... bailar. Una danza. ¿Sería un baile la mejor forma de representar el espíritu navideño? ¿sería correcto?... Ritsuka había estado involucrado en cada una de las ocasiones en las que un Servant tomó la batuta.

 

No había una forma correcta de hacer las cosas, simplemente tenía que ser ella misma, por más vergonzoso que fuera... y, dentro de su corazón, extrañaba mucho a su Master.

 

Quizás él podría... no, estaba segura de que él lograría ayudarla a encontrar la respuesta a qué tipo de Santa quería ser, qué significaba la navidad para su alma, mientras pasaban algo de tiempo juntos. No le molestaría en absoluto, ¿verdad? después de todo, su corazón tan abiertamente servicial era una de sus mejores características.

 

Sin lugar a dudas, Master era su mejor solución.

 

.


.

 

"¡GRAAAAARGH!"

 

Los rugidos de Heracles al activar "Nine Lives" llenaron el simulador, seguido de los gruñidos ininteligibles de Lu Bu. Tanto el Héroe griego como el señor de la guerra desataron sus fantasmas nobles en objetivos diferentes, en distintas partes del terreno en el que estaban. Ritsuka, observando todo desde atrás con la mayor de las cautelas, como si fuera un chiste mal contado, el castaño había estado peleando hasta ese momento con una Hydra, aunque no tuviera su arco en esta clase, no importaba.

 

Su espada de piedra, convirtiéndose en su hacha, empezó a agitarse con tal velocidad que su figura parecía estar dejando imágenes residuales. La explosión soltada por el rayo que soltó Lu Bu al disparar su fantasma noble; God Force. Dos horas de simulación de entrenamiento con un equipo conformado únicamente por Berserkers; Heracles, Lu Bu, Kintoki, Frankenstein, Ibaraki y Paul Bunyan, su actual situación era la de un "amo atrapado en un castillo", en el cual tenía que comandar a sus seis servants respectivamente en seis frentes de batalla distintos.

 

En el momento en el que alguien pusiera un pie en su castillo, estaría muerto.

 

"Buen trabajo, Fujimaru-kun."

 

La voz satisfecha de Goredolf habló desde su comunicador, aunque físicamente no había tenido que hacer mucho, mentalmente estaba frito. Era similar pero no igual a los "Grail Front", porque en este caso había tenido que lidiar con un ejército que le atacaba desde seis puntos distintos y sus bestias en cuestión. El apoyo aéreo de Lancelot había sido más útil de lo esperado, no es que le subestimara... todo lo contrario, estaba alabándolo. El moreno caminó hasta la ventana de su fortaleza, observando al Jet oscuro volar en el aire: "¡AAAAAAAAAAAAAARTHUUUUUUUUUUR!" rugió, victorioso, trayéndole una sonrisa al rostro.

 

Esta era la mejor parte de ser un Master. Las victorias en conjunto. La confianza en sus sirvientes; o más bien, sus amigos. Las pisadas de Paul Bunyan, que estaba en su forma gigante, resonaban por todo el campo de batalla conforme se acercaba hasta el castillo del hombre de ojos azules, soltando unas leves risitas. Ritsuka se percató de que tenía la mejilla algo sucia, después de todo, uno de los esqueletos había empleado una catapulta para atacarla en repetidas ocasiones.

 

"¡MASTER! ¡Lo logramos, lo logramos! ¿Lo viste? ¿viste, viste?~"

 

Viéndose reflejado en los ojos color ámbar de la niña de cabello dorado, que brincó mientras regresaba a un tamaño "Medianamente normal"; lo suficiente para aterrizar justo frente a él, cuarenta y ocho extendió su mano hasta la muchacha, con un asentimiento. Los brazos de la pequeña espíritu heroico le estrujaron fuertemente, de manera posesiva, apegando su pequeña cabecita a su estómago, y Mashu, que acompañaba a Goredolf y Muniere en la sala de comando, sonrió al ver la interacción.

 

Ritsuka asintió en repetidas ocasiones, dándole unas palmaditas en la espalda que, para Bunyan, eran todo su mundo.

 

"Sí, sí. Lo hice. Buen trabajo, Bunyan, ahora..."

 

"Hmmmngh..."

 

El que se agachara para empezar a limpiarle la tierra de su herida con la manga de la camisa no la hizo sentirse apreciada del todo, más bien, subestimada. Aunque era un gesto que haría con cualquiera, este no era un trato exclusivo con las mujeres, Ritsuka era conocido por este tipo de gestos. Por algo había traído una bolsa con botellas de agua como regalo de victoria para todos ellos, botella de agua que, luego de haberle limpiado el rostro, no tardó en entregarle a la jovencita.

 

Otras tres palmadas en la cabecita, como forma de despedida, mientras ella apretaba fuertemente la botella. Si, le había gustado el cariño, pero hubiese preferido un beso, al menos, uno en la mejilla. Pero incluso esta versión de Bunyan entendía que eso no era lo correcto, Mashu estaba viendo después de todo.

 

"Gracias por todo tu esfuerzo hoy, Bun. Ven conmigo, vamos a entregarle sus dulces a Ibaraki."

 

Los gritos furiosos de la protegida de Shuten Douji no tardaron en llegar. Algo por lo que estarle eternamente agradecido a Robin Hood, era el haber descubierto su debilidad por el azúcar. Si, Ritsuka sabía bien luego de todos estos años el motivo de la molestia de Bunyan, pero siempre había otro momento para darle una recompensa. Respetaba su matrimonio con Mashu, también con Jeanne, y las amaba con toda el alma como para besar a otra mujer frente a ellas en momentos donde no debía.

 

El terreno empezó a cambiar; Lancelot bajó de su Jet, Ibaraki corrió en dirección a él, Frankenstein brincó, al igual que el hijo de Zeus, y poco a poco, todos se reunieron cuando la puerta se abrió. Los dulces calmaron a la pequeña Oni, su mano estrechó de forma amistosa el gigantesco puño del griego, "¡Uhhhh!", sonriente, feliz, Frankie se frotó contra su pecho. Lu Bu solo asintió, y como era de esperarse de Kintoki, le estrujó fuertemente antes de partir. Estando solo, una vez más, Ritsuka por fin se encontró con los ojos amorosos de Mashu, quien le esperaba con una barra de chocolate y un café en las manos.

 

"Senpai, buen trabajo"

 

Dijera la pelirrosa, antes de darle un rápido beso en los labios al hombre que amaba, tan veloz que no le dio tiempo de corresponder. Mostrar afecto en público seguía siendo una de sus debilidades más grandes, prefería comportarse como una esposa en privado, detrás de las cuatro paredes de su habitación, donde podía vestirse, tocar, mimar y besarle abiertamente sin temor de que otros la vieran. No le molestaba compartir a su esposo en la cama con otras; nunca le había importado...

 

Pero una cosa era la privacidad, algo que en estos momentos de trabajo, no tenían. Goredolf, que ya se había acabado su taza, miró al par de muchachos con una expresión alegre, al igual que Munniere y los demás que habían estado monitoreando la sesión. El día de mañana iba a ser muy ocupado, porque Chaldea iba a empezar formalmente a decorar todo el Storm Border y hacer los preparativos para la cena navideña del Veinticinco de Diciembre.

 

¿Lo que más le preocupaba? era el Santa de este año.

 

"Gracias, Mashu. Director Goredolf, ¿podemos... ?"

 

"Lo siento, no. Debo planear los preparativos con Kyrielight, Fujimaru-kun."

 

Y de verdad lo sentía. Le gustaba verlos juntos, comportándose como un par de tórtolos luego de todo lo que habían pasado estos últimos años. Lo cierto era que lidiar con la "Ordeal Call" inmediatamente tras los siete Lostbelts, esperando regresar a Chaldea y ser dignos de formar parte de la historia humana, había sido demasiado duro para todos ellos, especialmente para el muchacho ahí presente, que aunque ya fuera un hombre hecho y derecho de casi veintidos años, seguía siendo un niño a sus ojos.

 

Uno que jamás debió meterse a este mundo, pero que había sobrevivido precisamente a eso: a tener el destino de toda la raza humana y la misma tierra sobre sus hombros. Mashu miró entristecida a su marido, no sin antes darle un beso en la mejilla. Sí, era triste, pero solo serían un par de horas. La expresión de Ritsuka, enternecida ante la muestra de afecto de su amada, frotó su nariz contra la de ella en un besito esquimal como forma de despedida, aceptándole la taza junto al chocolate.

 

Chocolate que partió en tres pedazos, dándole uno a su mujer, a Munniere, y obviamente, a Goredolf.

 

"Entiendo. Te veré luego, Mashu. Te amo."

 

"No me extrañes mucho, Senpai. ¡También te amo!"

 

Se despidieron uno del otro, antes de partir. La escudera de ojos violeta se llevó el chocolate a la boca con una sonrisa, las mejillas rojas como una frutilla, sentándose una vez más en su puesto junto a los demás. Una lista de categorías de distintas comidas para postres, la cena, el plato principal y las ensaladas fue desplegada en la zona izquierda de la gran pantalla, y el rostro de Nemo apareció justo en medio.

 

Cada decoración tenía que ser aprobada previamente por él, por supuesto. Está de más decir que tanto él como el resto de los Marines habían prohibido terminantemente cualquier tipo de confeti por lo horrible que era limpiarlo y barrerlo una vez terminado todo. Nunca había sido, ni nunca sería un problema. Había muchas formas de celebrar la navidad, después de todo.

 

"Bien Capitán Nemo. Respecto a las decoraciones, este año estaba pensando... "

 

Cerrando los ojos, con su clásica sonrisa de victoria, Musik acarició su bigote con su mano enguantada de forma extravagante, ganándose una mirada de intriga por parte de los demás. En su boca, la pieza de chocolate que Ritsuka le había obsequiado se derretía, estaba absolutamente deliciosa.

 

.


.

 

"Hmmm~ hmmm hmm~"

 

Los canturreos provenientes del Master en cuestión eran una señal clara de su buen humor. Ritsuka, con las manos metidas en los bolsillos, tarareaba de manera inconsciente "Jingle Bells", ¿tal vez porque su mente ya sabía que estaba en temporada navideña? probablemente sí. Aunque las navidades en Chaldea nunca habían sido particularmente tranquilas, casi ningún día lo era... pero ese era el encanto de formar parte de. Las aventuras eran, literalmente, infinitas e inacabables.

 

Ya que era temporada navideña, su primer pensamiento había sido el ayudar en la cocina. ¿Quizás empezar por su cuenta a hornear pastelitos o hombres de jengibre? animalitos y renos también funcionarían para alegrar a los servants infantiles, el repostero y cocinero que tenía dentro de si se ilusionaba, despertándose más y más conforme se acercaba a su habitación.

 

Solo porque Mashu y Jeanne no pudieran pasar tiempo a solas con él de momento, no significaba que se aburriría.

 

Aunque alguien ya había decidido por él esa tarde, porque, lo primero que vio luego de teclear la combinación de su cuarto, fue una cabellera dorada larga y unos ojos azules claros como un pedazo de cielo, pero en esta ocasión, todo su cabello había sido recogido en dos esferas de pelo gigantes; el derecho cubierto de listones rosados y blancos, mientras que el izquierdo tenía una corona.

 

El vestido blanco y elegante de Abigail Williams le dio la bienvenida, pues se inclinó en frente de su amado invocador, con los nervios a flor de piel. Había dejado una enorme ventana para permitirle ver su escote, y que sus gigantescas tetas pudiesen moverse libremente con tal de llamar más su atención. Decir que se quedó mudo y estupefacto sería quedarse corto.

 

"¿A... Abigail?"

 

"Merry Christmas~"

 

Pretender saludó al instante, mientras la puerta se deslizaba detrás del humano y las luces se prendían. Dando una ligera voltereta en su pierna izquierda para mostrarle el resto de su ropa junto a su capa, un tentáculo invisible se enrolló en la muñeca del pelinegro con delicadeza, arrastrándole hacia ella, reduciendo la cercanía. El aura de misterio y pesadez que usualmente emanaba de Abigail por la clase Foreigner no estaba en ninguna parte, más bien, ahora parecía brillante como una estrella en el firmamento.

 

Y ella lo sabía, porque, entre risas, la Servant proveniente de Salem le llevó hasta su cama, sentándose a un lado de él, antes de aferrarse a su brazo como si su vida dependiera de ello. Si, obviamente ya habían hecho el amor en múltiples ocasiones, hacía años, por iniciativa de ella misma, cuyo amor solo se acrecentó con el pasar del tiempo hasta explotar.

 

Pero... verla vestir así... con aquellas tetas tan enormes siendo cubiertas por ese vestido que, supuestamente, debía de representar la pureza de las festividades navideñas y de Santa Claus... era incluso más pervertido que su Bikini en su forma maldita o su traje de bruja. Sin saber muy bien como lidiar con sus nervios o incomodidad, tragó saliva, en un burdo intento por calmarse.

 

"Entonces... ¿Nemo te entregó el manto de Santa a ti este año?"

 

"¡Uhum! He estado tratando de pensar en qué significa la navidad para mí y qué significa ser Santa Claus... no lo sé muy bien del todo, pero..."

 

Abigail se detuvo en ese momento, soltando el brazo del Chaldeano. Su mirada se enfocó en sus piernas, luego en el piso, admirando las medias blancas que cubrían sus muslos, y los hermosos zapatos de ballet cubriendo sus piececitos. Los ojos azules de Ritsuka también fueron al lugar en cuestión, dándose cuenta de no solo lo elegantemente bella que era, también de que, hasta cierto punto, el "borde" del vestido de Abigail no era algo hecho para la gala o elegancia, más bien...

 

Parecía un tutú.

 

Su mente hizo click cuando, feliz y risueña, Foreigner llevó sus manos hasta las de él, apretándolas fuertemente, obligándole a verla directo a sus ojos tan claros y hermosos como el cielo.

 

"¡Lo único que sé es que quiero bailar! ¡Master! ¿Podrías ser mi profesor?"

 

"¿Eh? ¿Yo?"

 

Las veces en las que había bailado con Mashu, Jeanne y Arturia Alters le llegaron a la mente. Antes de llegar a Chaldea, la pista de baile jamás había sido su fuerte, pero las cosas cambiaban. La primera vez que danzó con alguien de forma tan pegadiza y hasta cierto punto, romántica, fue en aquella fiesta en la cual además, tuvo que ir vestido de mujer, algo que seguía trayéndole escalofríos a día de hoy, porque en aquel entonces si bien su cuerpo no estaba tan tonificado como ahora, tener que ponerse un vestido ajustado, relleno para aparentar senos y una peluca seguía persiguiéndolo por las noches.

 

Más aún considerando cuan popular fue esa noche y cuantos hombres le invitaron a bailar, solo para que las miradas asesinas de las dos muchachas les alejaran corriendo si es que tenían aprecio por sus vidas.

 

Tenía sentido que Abigail quisiera que él fuera su maestro, del mismo modo en que Chaldea tenía un cine, cafetería, sala comedor y muchas otras salas recreativas, por obvios motivos Nemo también fue obligado a incluir una pista de baile gigantesca. Pista de baile que sí, reconocía haber tomado prestada a altas horas de la noche para revivir aquellos momentos tan mágicos con sus dos esposas, y una que otra de sus muchas novias. Pero nunca antes había invitado a bailar a una de las lolis.

 

Ni una sola, con el perdón de Nursery Rhyme y Beni-Enma.

 

Aunque, ¿era correcto seguir llamando "Loli" a Abigail? sus pechos y su culo no eran los únicos que habían crecido, también su cuerpo. Ahora le llegaba un poco más abajo del pecho, así que sus encantos femeninos, incluido su bello rostro, ya empezaba a desarrollar facciones más hermosas y atrayentes. El muchacho tragó largamente, sintiendo los ojos de la jovencita mirándole directamente, como si quisiera ver su alma.

 

Hasta podía imaginársela viéndole con el ojo de la cerradura de su frente, brillando con un tono púrpura, obligándole a responder. Sus manos se cerraron en las de la joven, apretándoselas con cariño. Sí.

 

Sí.

 

"Me encantaría."

 

"¡Hurra!~ ¡Te amo mucho, Master!~"

 

Festejó al instante con un brinco, estrellándole sus senos contra el torso, empujándole contra la cama. Entre risas y caricias desmedidas, la jovencita de mechones rubios se frotaba de forma insistente contra el cuerpo de Ritsuka, quien aunque quisiera, no podía detenerla. Era una servant, después de todo. Rojo cual manzana pero alegre de verla tan feliz, solo se atinó a reír con ella, acariciándole la espalda.

 

Ignorante del destello morado que escapó por unos segundos de los ojos azules de la chica, propiciado por su malicia interior junto a sus deseos egoístas.

 

No desaprovecharía esta oportunidad de oro que Nemo le dio.

 

.


.

 

La música que Abigail puso es bastante... particular

 

También lo era el ambiente. Toda la habitación estaba a oscuras, exceptuando dos reflectores de luz programados para seguir a quien sea de manera automática, en este caso, al propio Ritsuka y a Abigail, cuya capa reposaba en una de las múltiples sillas dispersas en todo el salón. La servant de Salem había puesto un brazo en su cintura, asegurándose de que estuvieran tan apegados como fuera posible, para bien y para mal. Habían muchos estilos de baile en los que Ritsuka podía instruirla con su conocimiento básico pero...

 

¿Precisamente quería este?... ¿el baile de parejas?

 

"Ritsuka... "

 

Murmuró ella, sacándole de sus pensamientos mientras daba un paso hacia atrás, y él también. Williams acariciaba de forma cariñosa la cadera de su amado, el sonrojo en sus mejillas se había acrecentado, pero no era tan evidente como el del propio Fujimaru. La diferencia de alturas no era tanta como lo fue en su momento, no solo por su cuerpo o por todas las veces que habían intimado, sino por la música tan lenta y la forma en la que ella le abrazaba... el como su mano, suave, delgada, usualmente acostumbrada a sostener su llave y su flotador le apretaba con tanta fuerza...

 

Le dificultaba verla como una niña.

 

"¿S-sí?"

 

Una gota de sudor le cayó por la mejilla derecha cuando la servant presionó más de la cuenta sus gigantescos y exquisitos pechos contra su torso. Abigail se inclinó contra Ritsuka, disfrutando del calor que emanaba de este, de los pasos lentos de baile y de la música evidentemente romántica que les rodeaba. El que todo estuviera tan oscuro, con la luz bañándoles únicamente a ellos dos, le daba la sensación de que la oscuridad se había comido todo el universo, dejándolos existir solo a ellos dos.

 

Los hechizos de comando en su mano brillaron de forma intensa, ardiendo, sintiendo no solo el mana y la conexión espiritual con aquella bella chica, también su cercanía. El olor a dulces y girasoles de su cabello le adormecía un poco. Pisaba con cuidado, pero firmeza, para evitar lastimarle los pies o de que se tropezaran, aunque esta era su primera vez bailando con Abigail, no era tan complicado como lo fue su primer baile con Mashu, ni tan vergonzoso como lo fue con Jeanne.

 

"¿Crees que soy una chica mala?"

 

"¿Una chica mala... ?"

 

Vale, eso no se lo había esperado. Ritsuka alzó una ceja ante la pregunta de Abigail, cuyo mentón se presionaba de forma insistente contra él. Abigail, pese a la perfecta oportunidad que se le había presentado, no frotaba sus pechos ni tocaba a Ritsuka en ningún lugar que pudiera causar lujuria. Porque sí, quería e iba a aprovechar la situación para intimar y profundizar su relación con él... pero, ya fuera su moral diciéndole que se aprovechaba de la bondad de su master, ahora un hombre casado... o la culpa...

 

Ahora tenía dudas.

 

Una chica mala...

 

La mano del moreno continuaba tocando y acariciando la de Abigail. Los dos sujetaban la cadera del otro, pero el agarre de la Pretender se aflojó ligeramente, con los latidos de su corazón acrecentándose. Aunque, en esta ocasión, había un sentimiento extra aparte de la vergüenza: la culpa. Como una aguja, como una espinilla, que se incrustaba más profundamente con cada latido.

 

Porque... ¿era lo correcto? ¿era lo correcto seguir amándole aunque estuviera casado? ¿la hacía mala el querer ser amada por él, que siempre la miró con cariño, comió pancakes y reía o lloraba con ella cuando veían películas en el cine de Chaldea? Fujimaru detuvo su baile, negándole con la cabeza, antes de soltar una risilla, con esa maldita sonrisa tan normal pero única que solo él sabía hacer.

 

"Abby... si tú eres mala, ¿qué dice eso de mí que he purgado siete Lostbelts?... no seas tonta, no seas tonta... no eres mala... solo eres humana, igual que todos nosotros."

 

...

 

El baile se detuvo, por cuenta de Abigail. La sorpresa que plagó su rostro no fue vista por Ritsuka al tener los ojos cerrados, esperando que su mueca pudiera traerle algo de seguridad y comfort, efectivamente, lo hizo, porque la pose cambió un poco. Abigail dejó ir la mano de Ritsuka, convirtiendo su baile en un abrazo fuerte, estrecho, que este le correspondió sin dudar. La cabeza de Pretender giró levemente, para que su oreja tuviera libre acceso a los latidos del ojiazul.

 

Eran fuertes. Llenos de vida, de afecto... reales. Como este cuerpo, y esta vida que había vivido y seguía viviendo... al igual que sus sentimientos. Las caricias no tardaron en llegar, tocándole su larga y linda melena dorada como si fuese una muñequita, o todavía fuera una niña pequeña. Humana, ¿huh?... aunque fuera una servant, sí, en eso no se equivocaba.

 

Su corazón seguía siendo humano, el de ella y todos los demás... pero no tenía la razón en todo.

 

No... Master... Abby es una chica mala...

 

Y una muy mala. La expresión alegre junto al momento emotivo fueron desvaneciéndose lentamente cuando sintió un agarre invisible en su muñeca. Como un regaderazo de agua fría, ambas manos fueron jaladas contra su voluntad, bajando por toda la suave espalda de la bailarina hasta llegar a su vestido. "¡¿A-A-Abigail?!", inquirió estupefacto, hasta que los tentáculos invisibles le soltaron únicamente luego de obligar a sus manos a llegar a su culo. Aunque traía ropa interior puesta, solo le hizo falta un pequeño hechizo para desmaterializarla.

 

Sus suaves, gigantes, gordas y exquisitas nalgas que ni siquiera cabían en sus manos ahora estaban siendo agarradas por sus dedos. Y si bien los tentáculos le habían soltado, Ritsuka podía sentir que aún estaban ahí, listos para volver a forzarle de intentar resistirse. Si bien no había entrado en su tercer ascensión, sus irises ya habían perdido totalmente el color azul puro de su lado humano, siendo reemplazados por un morado brillante e intimidante, incluida el aura navideña.

 

Sentir la tienda de campaña entre sus muslos, irguiéndose gracias a la excitación de estarla tocando, la hizo sacar su lengua. En vivo y en directo, recorrió sus labios lentamente, como si estuviera a punto de probar un manjar recién cocinado. Su cadera fue de lado a lado, cargándose contra sus palmas abiertas, asegurándose de que la sintiera en su totalidad. Todo el peso de su trasero, lo suave de su carne, lo tersa de su piel, las gotas de sudor que empezaron a escurrírsele de entre los dedos...

 

Y sus pezones, rígidos, pegándole contra el pecho como si estuviera tratando de apuñalarle con sus enormes tetas.

 

"Master... ¿tan feliz estás de verme?~ porque yo estoy muy... muy feliz~"

 

Ronroneó, como si se tratara de una gatita. Abigail no esperó a que Ritsuka le respondiera, todo lo contrario. Su lengua salió una vez más, no para lamer sus propios labios, sino para hacer algo aún más osado. Ritsuka sintió como un escalofrío le recorría la espalda tras los dientes de Abigail conectar con su cuello, lamiéndoselo de forma insistente, como si fuera un trozo de carne recién hecho. Sus colmillos se clavaron delicada pero firmemente en su piel, y la lengua de la joven empezó a ir en círculos a gran velocidad.

 

Los labios de la bailarina, impacientes por marcar su territorio en un deseo egoísta de imponerse ante Mashu y Jeanne, le succionaron un trozo de piel dentro de la boca, la cual, con solo probarle un poco, sumado a la colonia y champú que usó esa mañana, hizo que se le hiciera agua.

 

"H-hmmph~... sluuurp~"

 

Escucharla gemir tan pervertidamente por estarle mordiendo y haciéndole un chupetón en el cuello solo provocó que la tienda en sus pantalones creciera aún más. Cuando Abigail por fin estuvo suficientemente satisfecha como para dejarle ir, aún había muchos hilos de saliva conectándole a él, que se deshicieron conforme se acrecentaba la distancia entre los dos. Fujimaru, aún intentando aferrarse a la moral, negó con la cabeza. No debían, no aquí al menos, ¿qué pasaría con las clases?

 

¿Con eso de aprender a ser su propio Santa?

 

"Abby... "

 

Le suplicó, pero ella lo malinterpretó de otra manera, correspondiendo a sus negaciones con asentimientos. Su hermosa y bella piel rosada empezaba a cambiar, leves parches, como charcos, se extendían en distintas zonas; sus hombros, su espalda, sus nalgas, muslos, pies, pechos. Zonas grises que venían acompañadas de un aura pesada, oscura, y mechones blancos que poco a poco se tragaban sus rizos de oro y actitud de niña obediente, buena, cariñosa e inofensiva, dándole un aire más intimidante...

 

Pero también sensual.

 

"Ritsuka~"

 

Dijo ella, por fin posicionándose frente a su miembro. Sus dientes capturaron sin esfuerzo la cremallera de los pantalones negros del uniforme estándar de Chaldea, antes de empezar a bajar la cabeza lentamente. El "ziiip~" de su cierre siendo abierto a paso de caracol, la anticipación, la ansiedad y sus crecientes nervios estresaron aún más a Ritsuka. Las gotitas de sudor ahora eran más gruesas, más pesadas, como su respiración, prácticamente estaba jadeando y ni siquiera habían empezado.

 

Cierto era que, ahora que Abigail parecía de todo menos una niña, se había vuelto mucho más bella, sexy, tetona y culona, nada tenía que envidiarle a las mujeres adultas de Chaldea, y ella lo sabía. Sabía cuanto le deseaba, porque cuando por fin le bajó el cierre, permitiendo que su miembro, cubierto por los calzoncillos saliera disparado cual flecha contra su rostro, fue golpeada con un olor poderoso y repulsivo, proveniente del semen que guardaban sus testículos, produciéndolo a gran velocidad.

 

"Ahhh~... aquí está~... mi caramelo~"

 

Ronroneó, el metal dorado de la corona de su cabello empezando a volverse de un negro oscuro. Su vestido antes blanco, hermoso y perfecto para una bailarina también estaba cambiando de forma; sus pechos empezaban a revelarse al aparecer una ventana que les liberase, y el tutú integrado parecía reducir su tamaño para dejar más expuestas sus nalgas gordas y apetitosas. A su vez, la muchachita abrió la boca, fiel a su promesa, palabras y deseos mundanos, para apegarla al mástil de carne de cuarenta y ocho.

 

Ritsuka arqueó la cabeza, mirando hacia el techo a su vez que su mano izquierda iba al hombro de Abigail, apretándolo con fuerza en un burdo intento por pedirle que se detuviera. No lo hizo. Es más, le pareció adorable. Como si fuera una cicatriz similar a la de Francis Drake, una zona gris se extendía desde su frente, acabando en su mentón en una línea descendiente perfecta. La prisión de tela, tan delgada pero aún presente, no hizo sino enfurecer y excitar más al pelinegro, porque podía sentir los labios, saliva y el maldito aliento de Abigail en su pene.

 

"¡G-ghhhk... !"

 

No pudo evitar reír al verle hacer una expresión tan pobre para contener su placer. No era la primera vez que le practicaba sexo oral, tampoco sería la última: ella estaría dispuesta como todas las demás a atenderlo cuando quisiera. Abigail empezó a mover la lengua en círculos por sobre los bóxers de Fujimaru, ayudándose de lo húmeda y necesitada que estaba su boca para hacer de la tortura algo más placentero. Sus manos se aferraron a su cadera por los lados, buscando simular el efecto de una felación.

 

Sluuurp~... sluuurp~... sluuurp~

 

Tal como ella sentía el calor de su entrepierna en su boca, quería que él sintiera lo cálida de su lengua, sus labios, y lo húmeda que estaba. Y vaya que lo hacía, vaya que lo hacía. El esposo de Mashu y Jeanne sintió cada milímetro de la lengua de Abigail recorriendo la forma de su pene, no escatimaba en silencio ni siquiera por su sanidad mental. La cabeza de Abigail aumentaba lentamente su cercanía con la cadera de su amado, metiéndose más y más de su miembro dentro de su boca, todo mientras seguía lamiéndole.

 

Parte del líquido pre-seminal se filtraba, entrando como gotas de néctar preciado a la boca de la perra clase Foreigner. Su clítoris, aún rosado pero con ligeros tonos grises más oscuros que su piel, palpitó de gusto. Sus muslos se frotaban, insistentes, tratando de calmar el ardor en su feminidad, siendo totalmente en vano. De haber sido su yo más joven de hace unos años habría tratado de masturbarse con una mano y con la otra atender a Ritsuka, pero ya no era así.

 

Había aprendido que mientras mayor fuera la frustración sexual de su cuerpo, el sexo con la persona que amaba sería más bueno.

 

"Hmmmph~... hmmmph~... hmmmph~"

 

Cada vez que su nariz tocaba su cadera, ella retrocedía, sacándoselo y volviéndole a meterle dentro suyo. Se sentía bien, aunque estuviera lejos de ser suficiente como para contentar a su sexo, parte de su naturaleza sádica de niña malcriada y malvada se filtraba en su actuar. Muchas eran las veces en las que Abigail había soñado con una primera vez distinta. Una menos pasional y romántica de lo que terminó siendo la noche en la que su Master la hizo una mujer; su mujer. Había soñado con servirle sexualmente en Salem, como una maldita perra de barrio rojo.

 

Había soñado con él agarrándole de las piernas, usando su fuerza y altura superiores para meter de un solo golpe su pene en su pequeño coño estrecho y apretado, haciéndola chillar y gritar a los cuatro vientos, tanto para "derrotarla" en nombre de Chaldea, como para convertirla en su servant, su novia, y su esposa. No se habría negado, de haber sido el caso, por pervertido que sonara, era su lado malo el que hablaba.

 

Era una chica mala. Una muy...

 

SLUUUURP... SLUUURP... SLUUUURP~

 

Muy, muy mala~

 

"¡H-Hnnngh!... ¡Abigail... ya basta!"

 

Demandó, pero ¿a qué se refería realmente? ¿le estaba pidiendo que se detuviera y olvidaran todo, incluida las clases de baile? ¿o es que acaso... su paciencia ya había alcanzado el punto de quiebre ante tanto juego?, no le hizo caso. No, claro que no; en su lugar, metió más adentro el falo de Ritsuka, esta vez, llegando en su totalidad. No estaba duro del todo, pero si lo suficientemente erecto como para que darle una mamada fuera placentero y delicioso para la rubia.

 

Era su ropa interior, su maldito bóxer el que no le permitía disfrutar del todo de la garganta de Abigail, ni de la maravillosa sensación de su lengua rodeándole la lengua y las paredes carnosas de su garganta. Todo por esa maldita prenda que, más que ayudarle, parecía fungir como una cárcel. Sus bolas, furiosas, molestas, producían más de su semen cargado de mana y deseo, tanto así que podía escucharlos. Podía oír claramente sus espermatozoides moviéndose de forma violenta en su escroto.

 

Queriendo salir... sentir a Abigail.

 

Con el rostro empapado en sudor, como si sus bolas fueran a explotar, Ritsuka por fin se dignó a mirar hacia abajo. Jadeó, dejando salir parte de su frustración con aquel suspiro. Ella había sentido la mirada inquisidora de su master desde arriba, llegando hasta tener el atrevimiento de devolvérsela. Él, con el ceño fruncido, frustrado, enojado... maldita sea, hasta se sentía traicionado y humillado, porque se sentía como si estuviera tratándolo como un juguete, como un dulce, un "caramelo" como había dicho.

 

¿Y la pequeña perra?... le sonreía, con la mitad de su rostro ahora color gris, al igual que las puntas de su pelo ahora albino.

 

Simplemente... no podía perdonarla.

 

"¡MALDITA SEA ABIGAIL!"

 

Rugió, haciendo algo que ella no había esperado; llevó ambas manos hasta su rostro, dejando ir sus hombros, agarrándole el mentón para jalarla hacia atrás para liberar su pene de su agarre oral. "BUAH~", llegó a decir, sin ni un ápice de pudor ni vergüenza, apretándole la barbilla firmemente para asegurarse de que no pudiera escapar.

 

Con la otra mano, no solo se desabotonó el pantalón por completo: vio que su Master se deshizo de su prenda inferior, liberando su miembro por fin, completamente cubierto tanto de la saliva de Abigail producto de su felación por encima del bóxer, como del sudor que le había hecho soltar. El potente olor de su esperma le golpeó la nariz y el cerebro cual puñetazo. Los tres hechizos de comando ardían, palpitaban, como si estuvieran vivos. ¿Quería comportarse así?

 

¿Entonces era una chica mala? ¿eso es lo que quería ser?

 

Bien.

 

"Necesitas aprender una lección, ¡malcriada!"

 

Ya no era una mocosa a la que pudiera perdonársele sus errores. Tenía el cuerpo de una mujer de dieciséis años, que pronto cumpliría diecisiete. Era la única de los servants infantiles que había tenido la oportunidad de crecer y madurar precisamente por su situación única como una Foreigner. Y ella, que por fin entró de lleno en su tercer ascensión, le dejó hacer con ella lo que quiso. Abrió la boca, revelando su dentadura filosa, no humana, antes de sacar la lengua cual alfombra para darle la bienvenida a una estrella hollywoodense.

 

GULGH~

 

No dudó en empujar sus caderas hacia adentro. Ritsuka arqueó levemente la espalda, cerrando la boca en una expresión de molestia para ocultar su placer al por fin, por fin poder experimentar el sexo oral de la muchachita en todo su esplendor. Williams no se resistió a que su garganta, boca y estómago estuvieran siendo usados como juguete sexual en ese momento.

 

Había forzado la totalidad de su falo dentro de ella, evidenciado por el enorme y creciente bulto que estaba apareciendo en su cuello. Las venas en la piel de la ahora albina se marcaron, Ritsuka vio una oportunidad perfecta para dominarla en las esferas de cabello que tenía, serían las agarraderas perfectas para controlar el movimiento de Abigail. No tenía que preocuparse de lastimarla, después de todo, era una Servant. Una de las más fuertes bajo el estandarte de Novum Chaldea, después de todo.

 

Ella tenía más fuerza que él en su meñique. Ni en un millón de años sería capaz de siquiera hacerla sangrar. Abigail se estaba dejando tratar de esa manera conscientemente. Aunque eso, lejos de enojar a Ritsuka, le excitaba más, maldita sea su suerte y maldita sea Abigail, con todas las letras, carajo. La cadera del ojiazul retrocedió de golpe, antes de ir hacia adelante, forzándose y enfundándose en ella por completo, con fuerza. Bruscamente. El cuerpo grisáceo de la albina tembló levemente.

 

SLUUUURP~ SLAP~

 

Un sonido húmedo emergió, proveniente de su lengua. De su misma boca, al sentir el pene de su master meterse en ella con tal rapidez, que no le dio tiempo a reaccionar. Ritsuka no pensó en ella, no. Simplemente la jaló hacia adelante, gozando de sentir su lengua, su paladar, el interior de sus mejillas; y especialmente el como su pene golpeó la parte trasera de su garganta mientras se deslizaba hacia atrás. Los ojos morados de la nueva Santa Claus brillaron, junto al tercer ojo de su frente.

 

"COUGH... COUGH~"

 

No se le achicó el corazón al escucharla toser. Abigail se retorció en el piso, sintiendo como su clítoris le dolía, al igual que sus pezones, su cuerpo deseaba ser atendido. Deseaba ser chupado, tocado, manoseado, lamido, mimado por el chico que amaba. Sus labios, antes rosados, hermosos, ahora grises, golpearon junto a su nariz la pelvis de Ritsuka cuando este la jaló hacia adelante. Sus ojos vidriosos fueron hacia arriba, mirándole de forma patética, en un intento de pedir sus súplicas.

 

Hicieron contacto, él y ella... pero al Master no se le achicó el corazón. Le devolvió la mirada con el ceño fruncido, solo bastaron tres segundos para que Abigail comprendiera, con una sonrisa en el rostro, que fingir que le dolía y que era una niña indefensa no iba a servirle. Ella misma se había buscado esa situación, por lo que, como recompensa por ver a través de su fachada...

 

Sluuurp sluuurp sluuuurp~ chuuup~

 

Decidió mover su lengua en círculos, antes de succionar más fuertemente su pene con ambas mejillas. Un suspiro escapó de la boca del esposo de Jeanne Alter y Mashu, producto del placer. Escuchar la voz ahogada de Abigail, que gemía, que le acariciaba los muslos con las manos, subiendo y bajando sus dedos constantemente como forma de comunicarle que lo estaba haciendo bien. Que no se contuviera, le hizo sentirse maravillado. Sus hechizos de comando ardían, recibiendo y otorgando mana en un ciclo interminable.

 

Hasta su líquido pre-seminal era más que suficiente para estimular el coño pervertido de la muchacha, y además, de restaurar parte de sus reservas.

 

"¡H-hngh! ¡¿era esto lo que querías?! ¡¿HUH?!"

 

Cuestionó, jalándole la boca hacia atrás. "¡BUAH!~", con un sonoro pop, Foreigner fue desprendida del pene del muchacho, obviamente aún con saliva conectando sus hermosos y bellos labios a la punta de su miembro. Ya le habían aparecido unas cuantas gotas de sudor en el rostro, pero de resto, no parecía que se hubiera arrepentido en absoluto, no aún. Wiliams no contestó a la pregunta de su invocador con palabras, sino con acciones: su lengua salió, dándole una lamida rápida a su glande, antes de sonreírle ampliamente. Era una sonrisa socarrona. Maliciosa.

 

Arrogante.

 

Le estaba retando a que usara su cabeza como quisiera, y maldita sea, eso iba a hacer. Iba a darle un castigo ejemplar si eso es lo que tanto buscaba. Ritsuka agarró fuertemente las dos esferas de cabello blanco de su servant, clavando sus dedos en la misma, antes de forzarse de lleno en esta. Abigail sintió aquel tronco de carne grueso, ardiente, lleno de vida, lujuria y dicha metiéndose en los rincones más oscuros de su garganta. Él, por su parte, sintió como las paredes se estrujaban a su alrededor, no como una boca, sino como si fuera una vagina.

 

Gulg~ schhhlop~

 

La saliva pegajosa que cubría absolutamente toda la garganta de Abigail se adhería a su pene, y seguía lamiéndole. Seguía retándole. Tal cual hacían sus sellos de comando, los ojos de Abby, incluido el de su frente, brillaban en ilusión, percatándose de como su Master había empezado a moverle la cabeza por su cuenta. Sus dedos, antes aferrados a sus muslos, terminaron yendo al trasero del hombre en esta ocasión, apretándoselo. Por suerte, ella no tenía las uñas largas, por lo que no se le clavaron en la carne.

 

GHACK GHACK GHACK GHACK GHACK~

 

"¡HMMMMM!~"

 

Lágrimas empezaron a caerle por las mejillas, pero no de dolor. No. Estaba feliz. Estaba contenta. El que Ritsuka estuviera jalándole la cabeza a placer, usándola como si fuera un onahole, un juguete sexual, recién comprado para su deleite, era lo que esta parte de su ser más deseaba. Cualquier tipo de atención: si su lado bueno, la dulce, tierna, adorable e inocente chica rubia de ojos azules quería afecto, amor, cariño y que la mirase con esos ojos tan cálidos, de un azul tan profundo que la hacían enloquecer y desear abrazarle cual si fuera un peluche...

 

Este lado suyo, la chica mala, deseaba que la tratase como una bestia. Deseaba que la follase con todas las fuerzas de su cuerpo, jalándole los brazos o del pelo mientras le decía lo irrespetuosa que era. Lo mal que se había portado. Que usara esa enorme verga suya para dominarla y marcarse a fuego no solo en su cuerpo, sino también en su alma. Nadie más merecía el amor y devoción de Abigail Williams, salvo Fujimaru Ritsuka,

 

Escucharla disfrutar solo hizo que sus movimientos se hicieran más fuertes. El chapoteo proveniente de la felación de Abby se entremezclaba con las bofetadas que sus testículos le daban al mentón de la misma y a su cuello al llegar hasta su cadera. Los gritos ahogados, el sudor que ahora Ritsuka también tenía, provocando que el uniforme de Chaldea se pegara a su torso; el ritmo acelerado de su corazón. Otro gemido, uno más fuerte, antes de arquear la cabeza. Cuando forzó nuevamente su verga de lleno en la boca de su Servant, arqueó un poco la cabeza, y empujó más fuerte.

 

El bulto gigantesco en su cuello palpitó con poderío, cual si fuera un corazón.

 

Sí... así... Master... ~

 

Las pupilas de la pequeña perra de grandes tetas fueron hacia atrás. Estaba por correrse, podía sentirlo, y quería empezar a tocarse. No. Debía empezar a tocarse en preparación para él y aquella gigantesca herramienta. Dejando ir su nalga izquierda, viendo que él estaba decidido a hacer todo el trabajo, entonces ella se encargaría de prepararse para él, dándole un show que, con suerte, le motivaría aún más a darle una lección que jamás podría olvidar. La dulce fragancia que cargaban las feromonas de Abigail así como su sudor, piel y jugos vaginales fue lo que sacó a Ritsuka de su transe.

 

El techo ya no le pareció tan interesante cuando tras bajar la mirada, observó que aún si estaba totalmente enfocada en chupársela, aquella perra había empezado a masturbarse. Él, que le movía la cabeza de adelante hacia atrás, deleitándose no solo con su estrecha y exquisita garganta, también con su lengua, saliva y voz... y ella, la maldita perra que había dejado de estar sobre sus rodillas para ponerse de pie, separando sus piernas con tal de darle una vista completa de su vagina, y de como estaba usando una mano para empezar a tocarse.

 

Si, había terminado cambiando de opinión. Tal vez reduciría su frustración sexual y con ello el placer de la penetración, pero estaba segura que Master disfrutaría del show... y el correrse junto a él era una experiencia que no tenía precio

 

Sus dedos índice y pulgar recorrían con evidente ilusión sus labios mayores, abriéndolos y cerrándolos al separarlos, para estimularse. Sus labios menores, antes de un lindo tono rosado, habían tomado un color gris oscuro que iba de acorde a su piel, junto a sus pezones. Se sentía un poco mareada, eso era cierto, pero también añadía a su excitación. Los ojos del muchacho, posados fijamente sobre ella mientras seguía usándola de una manera tan brusca...

 

GHACK GHACK GHACK GHACK GHACK~

 

"¡A... ABIGAIL! ¡CARAJO! ¡¿TÚ NO ENTIENDES, VERDAD?!"

 

El como sus bolas le abofeteaban la cara, embistiéndola y cogiéndosela, sumiéndola en oscuridad cuando su nariz tocaba su pelvis, la hacían sentirse aún mejor. Maldita sea, maldita sea, ¡maldita sea!, Ritsuka apretó más los dientes, escuchando los chapoteos viscosos y excitantes que hacían los dedos de su querida al estarse tocando. Los dedos de Williams se hundieron codiciosamente en sus pliegues, intentando penetrarse a si misma cuando sintió otra vez al Master raspar su garganta con su verga como si nada, antes de volver a subir, bajar nuevamente, y volver a subir.

 

No, por supuesto que no entendía. Una mamada no era suficiente para castigarla. No lo era. Sus bolas, adoloridas, pesadas, empezaron a subir. El índice y dedo medio de Abigail se separaron, antes de juntarse y separarse nuevamente, eran buenos, pero no podían compararse al sexo real. La polla de Master estaba llegando casi a su estómago, preparándose cada vez más. Aunque ya llevaba usándola cerca de quince malditos minutos, no se quejaba. Hubiera preferido un paizuri, pero la idea era castigarla, enseñarle una lección.

 

Y no estaba funcionando.

 

Era él el que iba perdiendo, pero tenía un truco bajo la manga todavía... o más bien, en el dorso de su mano.

 

Sentir como su pene palpitaba cada vez más y más fuerte, junto al ardor en su vientre, creciendo con mayor entusiasmo al pasar de los segundos, acompañado del dolor de sus pezones sin atender, la hicieron llegar al nirvana. Era como si sus tres ojos se hubieran vuelto en tres linternas, a este lado de su personalidad le gustaba muchísimo más el sexo que el romance, claro, tratándose de él. Era mucho mejor ser follada, gritada y castigada por su osadía que el que le diera dulces, le acariciara la cabecita y le dijera que era una niña buena.

 

Y, hablando de delicias... prefería mucho más una buena descarga de semen putrefacto, espeso y cargado de mana antes que un algodón de azúcar recién comprado junto a un peluche de oso. Ya no era una niña, era una adolescente en todas las de la ley, una que debía de ser castigada no como una chiquilla irrespetuosa, sino como una adulta irresponsable, que sabía lo que hacía.

 

"¡HAAAAH! ¡HAAAH! ¡ABIGAIL! ¡ABIGAIL!"

 

Gritó por última vez, antes de forzarse de lleno en la garganta de esta. Williams sintió su cabeza doler cuando Ritsuka por fin dio una última embestida, jalándole de los dos moños mientras la corona en uno de estos caía al piso con un sonido metálico, seguido después de unos gruñidos provenientes de las furiosas pelotas del hombre que más amaba en todo el planeta. El Chaldeano y su Sirvienta llegaron al orgasmo al mismo tiempo, precisamente gracias a que, en el caso de ella, había masajeado su clítoris lo suficiente empleando su pulgar, abusando de este al moverlo de lado a lado como si no hubiera un mañana, haciendo de todo para mimarse.

 

Carajo...

 

Hasta llegó a usar uno de sus tentáculos para masturbar una de sus tetas, sus ventosas tenían muchas ventajas, ¿una de ellas? era que su succión tan bestial era más que buena cuando necesitaba algo de atención.

 

SPLUUUUUUUUUUUUURT~

 

SQUISHHHHHHHHHHHHH~

 

Pero nada de lo que hiciera, ni sus dedos, ni sus tentáculos, se comparaba a la dicha que venía al tragar, succionar y beber el semen apestoso y mugroso de su Master. Ritsuka no gritó en esta ocasión al correrse, más bien cerró la boca. Apretó los dientes, sintiendo como si su maldita ropa fuera una camisa de fuerza, intentando estrujarle vivo al igual que lo hacía la boca de Abigail Williams, ahí presente. El oírla gritar, gemir, ahogarse mientras chorro tras chorro de semen salía violentamente de su miembro, disparado hacia su garganta hasta llegar a su estómago, empoderándola, dándole más fuerza, más energías, más vitalidad y magia, era una sensación única.

 

"¡HMMMMMMMMMHHPH!~"

 

Nunca podría olvidarlo.

 

Aunque ya no fuera una niña, siempre era igual. Sus sesos estaban siendo violados sin piedad por aquella polla tan enorme, descargándose en ella sin titubeos ni contemplaciones. El semen, que ardía, recién producido, había salido con bastante espesor. Era difícil de tragar, pero no por ello menos disfrutable. El que Ritsuka estuviera acariciándole la cabeza de forma inconsciente, masajeándole su cabello luego de haberlo usado tan bruscamente durante la felación, fue un toque extra que su lado más benigno gozó. Sus pies descalzos estaban húmedos por el charco generado por sus propios jugos, mientras sentía aquella leche apegarse a su garganta.

 

Era un engrudo único.

 

Tenía un sabor fuerte, desagradable, que su lengua y estómago rechazaban pero adictivo para su cuerpo, mente y alma. Entre jadeos, entre suspiros mientras otro disparo de semen era liberado, y sus bolas que antes colgaban subían, chocando contra el suave y maravilloso mentón de su querida, Ritsuka empezó a bajar sus manos, queriendo acariciarle el cuello, la espalda y los hombros. Era libre de separarse de su polla cuando quisiera ahora, pero no tomaría su nueva oportunidad.

 

Quería sentirlo así, que estuviera enteramente metido en su garganta mientras se descargaba toda su frustración e ira, y que la oyera... que sintiera sus músculos al tragar de forma tan obscena y sonora.

 

Glup~ GLUP~ Glup~

 

El aura y brillo morados que empezaron a emanar de su cuerpo no pasó desapercibido para Ritsuka, aún si tenía los ojos cerrados. El Abigail se separó del pene de su Maestro únicamente cuando sintió que ya había terminado de eyacular en ella. No había más nada que tragar o que drenarle de momento; los párpados de Ritsuka, que habían estado cerrados hasta ese momento, empezaron a abrirse lentamente al sentir como la retrocedía su cabeza, arrastrando sus labios y lengua por su carne para seguir suministrándole placer. Seguía duro, obviamente, esto estaba lejos de terminar... pero parte de él esperaba, sinceramente, que al menos le pidiera disculpas por mentirle.

 

Otro "pop~" al separarse... otro beso...

 

Y luego regresó esa maldita sonrisa. Esa maldita sonrisa de malicia, mientras alzaba sus cejas, con ambas manos sobre sus rodillas, y sus piernas abiertas. Separadas. Mostrándole una vista que muchos envidiarían; aquel cuerpo gris tan precioso y único, que solo rivalizaba con la belleza élfica de Baobhan Sith, nadie más, estaba brillando gracias al sudor, que todavía caía obscenamente por su piel. Varias gotas recorrían esos pechos tan gigantes y exquisitos, junto a su culo, y piernas... pero el detalle más candente de todo, era que su cuerpo brillaba gracias al reflector de luz, acentuando más su belleza y el tono erótico que poseía.

 

Era absolutamente hermosa... hermosamente linda...

 

Y no se arrepentía de nada la maldita niña.

 

"Master~ ¿eso es todo lo que tienes?... ¿No que ibas a darle una lección a Abby?~"

 

...

 

Había colmado su paciencia. Ritsuka apretó los puños por un breve momento, antes de que su mano izquierda fuera a su puente nasal. Su suspiro se mezcló con la carcajada retadora de Abigail, recordándole demasiado a Baobhan cuando ella aún le odiaba y se burlaba de él cuando tenían sexo, aunque actualmente era muchísimo más cooperativa, dulce, amorosa, caritativa y fetichista con eso de llamarle "papi" antes, durante y después del sexo, ese era otro tema. Abigail no era como Baobhan, ella no había tenido que aprender a amarlo, siempre había sentido un afecto por él, en sus propias palabras...

 

Pero eso no la excusaba ni era carta blanca de ser tan puta como quisiera, con un demonio.

 

He allí que, dispuesto a hacer que se tragara sus palabras, alzó su mano derecha, donde estaban sus hechizos de comando, la flama carmesí de la misma había desaparecido por completo acabado el intercambio de mana, pero no el brillo en sus tatuajes, como muestra de todo el mana que ahora mismo circulaba por sus venas. Darle una lección... darle una lección... si.

 

Claro que si.

 

Haría que se tragara sus palabras a cualquier costo.

 

"¡Eeek!~ ¡Ritsuka!~"

 

En lugar de quejarse o de que la tirase al suelo, lo que hizo fue agarrarla de la muñeca y jalarla en dirección a él. Para su buena suerte, aún si había crecido considerablemente y ya se veía como toda una mujer, Abigail seguía siendo lo suficientemente liviana como para que pudiera levantarle. Sentir sus dedos, esas manos fuertes y cálidas apretarle los muslos mientras la alzaba le trajo un sentimiento de nerviosismo y placer que no tenía comparación alguna con nada.

 

Era básicamente, la excitación e ilusión de que por fin se le cumpliría su fantasía.

 

Ritsuka agarró firmemente los enormes, suaves y gordos muslos de la nueva Santa Claus mientras la alzaba en el aire; los pechos de la albina rebotaron dos veces antes de estrellarse contra el torso de la misma. El cálido aliento dulce de la muchacha golpeó el rostro del Master número 48, quien a su vez, se acomodaba para meterse por completo en ella.

 

Gracias a lo húmeda, cachonda y sensible que estaba luego del Orgasmo que recién había tenido, algo tan sencillo como el que el glande de Master chocara contra sus labios vaginales, preparándola para una inminente penetración, le hizo sentir cosquilleos tanto en su útero como en su piel. Ritsuka, juguetón, mantenía sus ojos fijos en su servant mientras su miembro seguía frotándose en su coño, pero no entrando, no del todo.

 

Quería verla desesperarse.

 

Y lo estaba consiguiendo.

 

"Hmmmnngh~... Master... vamos~"

 

Tanto así que empezó afrontarse contra él. Los brazos de Abigail rodearon su cuello, buscando apegarse más a él. Ritsuka no le negó aquel gesto, porque él mismo lo aprovechó para empujarse dentro de ella, aunque lo hizo con mayor fiereza. Si, le cumpliría su capricho, tanto para satisfacerla como para castigarla. Sus caderas fueron hacia adelante, forzando su miembro en su intimidad; partiendo la carne con evidente facilidad. Poco a poco, conforme le sentía meterse en ella, Williams arqueó levemente la cabeza hacia atrás.

 

Aunque estaba siendo suave, su tamaño siempre le había sorprendido. Cada vez que se metía en ella, aquel bulto enorme empezaba a pronunciarse más en su barriguita pervertida. Las paredes vaginales de la albina no perdieron el tiempo, comenzando a estrujarle sin contemplación alguna. Ritsuka se aguantó la respiración al sentir su alma conectarse con el Spirit Origin de Abigail, producto tanto de su relación Master/Servant, como del lazo emocional que compartían los dos.

 

Suspiró; los pezones rígidos y duros de la chica frotándose de manera insistente contra sus pectorales, mientras que el abrazo alrededor de su cuello se hacía más evidente.

 

"¡Ohhhhhh!~ ¡Master!~"

 

Gimió, directamente en su cara, con las uñas clavándose en su espalda. Ritsuka entreabrió uno de sus ojos, enfocándose en el rostro de su actual pareja mientras seguía metiéndose en ella, al menos ya había enfundado la mitad de su verga en su coño, pero aún faltaba otro poco más. Cogérsela mientras estaba de pie le daría una ventana de oportunidad más alta para castigarla y follársela con mayor brusquedad, porque tendría menos movimientos y libertad de hacer lo que quisiera.

 

Claro que, en otras circunstancias, Abigail tampoco la habría tomado. No en esta forma, al menos.

 

Se veía absolutamente hermosa. Como sus labios, anteriormente rosas, tenían un color gris oscuro natural pero precioso, o el como sus ojos, incluido el de la ranura en su frente le seguían, mirándole con toda su atención mientras hacía un rostro de placer puro al ser violada, le hacían tener un aura todavía más sexy, porque mezclaba su lujuria y sensualidad con su ternura natural, unos de los pocos vestigios de cuando aún era una niña pequeña al recién llegar a Chaldea, y de su lado benigno, obviamente.

 

Y esos pechos... carajo.

 

Esos pechos tan malditamente enormes, grandes y deliciosos... varias gotas de sudor estaban esparcidas alrededor de todo su busto, aumentando más su sensualidad. Una de ellas caía deslizándose de lado a lado por su pecho izquierdo, mientras que habían unas cuantas perdidas en su pecho derecho, que se mantenían quietas, moviéndose solo cuando ella jadeaba.

 

Se veía tan... tan apetecible.

 

Lo suficientemente apetecible como para hundir su cabeza en el escote de la misma, y meterse de lleno en ella con una única embestida, decidiendo saltarse el proceso de hacerlo lentamente.

 

PLAF~

 

"¡OHHHHHHHH!~"

 

Logró meterse completamente en ella, sacándole un grito de placer puro. Abigail arqueó la cabeza hacia atrás, mientras que sus dedos dejaban las caricias, optando por clavarse en en su piel. Ritsuka gimió, su voz chocando insistentemente contra la piel del escote de Abigail, cuyos pechos como no había de otra, apretaron su cabeza por ambos lados. Inhaló, fuertemente para llenar sus pulmones con el delicioso olor proveniente de su piel, a la vez que sentía su pene ser abrazado por ambos lados.

 

Si.

 

Esto era justo... justo lo que ella tanto había querido.

 

"¡MUÉVETE! ¡HAZLO YA!"

 

Aunque tenía que ser un castigo, iba a complacerla en esta ocasión. Los dedos de Ritsuka se aferraron fuertemente a los muslos de la albina, antes de retroceder, sus caderas yendo hacia atrás mientras que dos tentáculos emergían de la espalda de la joven, con los que se apoyó en el cuerpo de este, empujándose a si misma hacia arriba con tal de facilitarle las embestidas. Conforme la distancia entre ambos aumentaba, más de él sentía salir de su cuerpo. Abigail se retorcía con la lengua afuera.

 

Sus pliegues vaginales, apretados como un guante, le traían placer a ambos. A él, porque parecía como si estuvieran intentando succionarle hacia adentro, y a ella, porque podía sentirle hasta en cada centímetro de su cuerpo. Luego, cuando gran parte de su verga había terminado fuera, causando que unos cuantos fluidos cayeran al piso, ensuciándolo todavía más...

 

Prácticamente la empaló.

 

SCHHHLICK~ PLAF~ PLAF~

 

"¡G-GHAAAAAGH! ¡MASTER!~"

 

Sus intestinos se revolvieron al sentirle subir a gran velocidad por su cuerpo, abriéndose paso en su coño hasta llegar a su útero, y golpear su cérvix. Su glande destrozó sin esfuerzo su entrada, metiéndose en su zona de bebés como si fuera su casa. Lágrimas empezaron a caerle por las mejillas, como uno esperaría. El golpe de placer era abrumador, pero aún ni siquiera había empezado a moverse del todo. Ritsuka suspiró, aún atrapado entre las enormes tetas grises  de Abigail, moviendo los labios lentamente para llenarse la boca con parte de su piel.

 

Deseaba dejarle unos cuantos chupetones, aunque no estarían a la vista de casi nadie, no sería mayor problema, ¿verdad?

 

Los tentáculos que sostenían a Abigail volvieron a erguirse, mientras que Ritsuka retrocedía, sacando su verga de su coño tan rápido como se la metió. Las nalgas de la nueva Santa Claus temblaron, aplaudiendo, antes de que este volviera a meterse en ella de una única embestida. Si bien lloraba por los ojos de su rostro, el tercer ojo de su frente se mantenía brillando, expectante, eternamente enfocado en el cabello negro que estaba ahora entre sus senos. La lengua de Ritsuka empezó a girar en círculos, recolectando sudor.

 

Probando piel.

 

Marcando su territorio.

 

PLAF... PLAF... PLAF... PLAF~

 

Y también sus caderas, obviamente. El ritmo se aceleró un poco más. Gracias a los tentáculos de Abigail, la penetración era muchísimo más sencilla. Más duradera. Más fuerte, constante. Ritsuka frotaba su mejilla y rostro de manera insistente contra la suave piel de Williams, quien no dejaba de gemir. Hilos de saliva empezaron a escurrírsele por el mentón, una vez más, sintiendo como su enorme miembro se enfundaba en ella, golpeándole las nalgas con sus testículos, antes de volver a apretárselas con mayor firmeza.

 

"¡G-GGHKKKKK!~"

 

Su voz salió ahogadamente, pues apretó los dientes para intentar callarse, para intentar contener sus gritos. Era algo ridículo de su parte, lo único que tenían que hacer era abrir la puerta, y lo primero que verían sería sus cuerpos bañados en la luz de los reflectores, mientras cogían como si fueran las estrellas de una obra de teatro. Ensuciando no solo el piso con sus fluidos corporales, sexuales, también llenando toda la maldita habitación con el olor a sexo.

 

Cada vez que salía de ella, sentía un cosquilleo esparciéndose por toda su cadera, que empezaba, que surgía de su vagina atormentada y atacada por aquel mástil de carne, hasta ir por todo su cuerpo como si fuera electricidad. Los jadeos y respiraciones de Williams cada vez se entrecortaban más, al sentir como Ritsuka seguía aumentando la velocidad.

 

Seguía siendo más bruto. Más brusco. Usaba el peso de su cuerpo en su contra, motivado ya no solo por el deseo de castigarla, sino por lo sensual de su ser, lo pesado de sus pechos sobre sus hombros, y la voz. Lo maravillosamente apretada y estrecha que estaba, le traía una sensación de dicha y placer que ya había olvidado. Había descuidado mucho a Abigail, pero no podía culparlo, porque solo había uno de él, y su prioridad principal eran Mashu y Jeanne Alter, al ser sus esposas.

 

PLAF~ PLAF PLAF PLAF~ SLAP SLAP SLAP~

 

"¡EEEEK! ¡NO ME PEGUES!~ ¡NO ME PEGUES!~"

 

Claro que iba a seguir pegándole. Sus manos aprovecharon cada vez que los tentáculos la hacían descender y él subía, enfundando su pene dentro de ella, para nalguearla. No solo su vientre era aplastado y perforado por su miembro, también sus manos nalgueaban y golpeaban constantemente su trasero. Los dedos se cerraban, se aferraban a ella, ¿y Ritsuka? poco a poco empezaba a mover su cabeza de lado a lado.

 

Con cada nalgada que daba, aquellas nalgas gordas, gruesas, suaves como gelatina. Cada vez que las agarraba, se filtraba entre sus dedos, acomodándose a la forma de sus manos, la capa de sudor que tenían solo hacía que tocarlas fuera más resbaladizo, pero tentador. Sentía como si su cuerpo estuviera derritiéndose al estar cerca de Abigail, devorándosela mientras las piernas de ella intentaban cerrarse alrededor de sus caderas.

 

No quería dejarle ir.

 

La boca de Ritsuka terminó por aferrarse a uno de sus pechos, como si fuera su madre. Aunque no lactaba como Mashu y Jeanne Alter, no se quejaba. Sentir los dientes de Fujimaru clavarse en su pezón mientras que su glande volvía a golpearle el vientre hizo que arqueara la espalda, soltando un grito estridente que mezclaba dolor, placer, dicha y algo más.

 

"¡AHHHHHHH!~ ¡NO! ¡NO ME MUERDAAAAAAAAAAAAS!~"

 

CHUUUUP~

 

Claro que iba a morderla. Claro que iba a saciarse con ella. Los movimientos de cadera volvieron, pero ahora acompañados de algo más. Abigail se cargó no sobre sus tentáculos, sino sobre el propio Ritsuka, aunque este no llegó a caerse de espalda contra el piso, únicamente porque ella lo evitó. Los tentáculos de su espalda se inclinaron, impidiendo que su invocador pudiese caer, pero no por ello cambiando la pose. Era como estar inclinados, apoyados, ella contra él, pero no dudaba.

 

Los suspiros de la albina se hicieron más fuertes, sintiendo el mana de su maestro, cuyas manos volvieron a pegarle nuevamente. "SLAP. SLAP. SLAP~", ¿era un regalo, o un premio? porque para este punto, el que sus palmadas estuvieran combinadas con las cachetadas de sus bolas al chocar contra su culo tras cada embestida, ya había dejado su piel levemente enrojecida. Si, ya estaba empezando a dolerle, pero era un cóctel de sensaciones.

 

Su embestidas...

 

PLAF PLAF PLAF PLAF PLAF~

 

Sus mordidas, y el dolor de su culo... no se comparaban en nada a la abrumadora pero atrayente sensación que recibía cada vez que su pene golpeaba su útero. La lengua del moreno empezó a moverse en círculos, siguiendo la areola gris de Foreigner, antes de que sus labios succionaran hacia adentro, probando tanto la carne como el sudor que la remojaba, cual si fuera una salsa, un condimento. La expresión depravada y pervertida en el rostro de la usuaria de Yog-Sothoth apretó más fuertemente sus dedos.

 

No clavándole las uñas en los hombros el cuello como antes, sino aferrándose a esos mechones negros, tan oscuros como la noche, para forzarlo a tragar más de su pecho.

 

Quería que volviera a morderla. Quería que siguiera pegándole en el culo mientras se la comía. Porque era en momentos como este... en momentos donde todo su ser estaba ardiendo por dentro y por fuera, que se sentía más cerca de su Master.

 

El mundo... ¡el mundo... !

 

La brillante luz que les bañaba, y la oscuridad que les rodeaba hizo que su mente fracturada y a medio derretir por el placer imaginase su escenario más preciado. No había una Chaldea. No había Lostbelts, Singularidades, o las Order Calls; no había que salvar a la tierra, ni la humanidad, ni a nadie salvo ellos dos, en un vacío infinito. Los reflectores cegaban levemente a la muchacha, quien sentía una vez más como Ritsuka retrocedía sus caderas, pero esta vez lo hizo por completo.

 

Su pene salió de su vagina en su totalidad, antes de volver a meterse de un solo golpe.

 

"¡OHHHHHHHHHHHH! ¡OHHHHHHHH! ¡ME VOY A CORRER... ME VOY A CORRER! ¡MÁS RÁPIDO! ¡MÁS!"

 

Su lengua salió, en compañía de otros dos tentáculos más. Ritsuka no se quejó cuando sintió su torso ser rodeado, apretado y apegado por las extremidades extras de la Foreigner, quien le estrujó con tanta fuerza que separarse de ella sería imposible; le trataba como una serpiente, intentando devorar a su presa. Sus manos decidieron dejar ir su culo, impulsado por lo pasional de la situación; por lo mucho que quería Abigail, y cuanto había cambiado... cuanto había crecido desde que aceptó unirse a Chaldea en Salem.

 

El mundo los reconocía como una pareja, eso fue lo que pensó la joven mientras sentía y oía un gruñido proveniente de sus bolas. Con sus caderas juntas, decidió ir en círculos leves, moviéndose dentro de ella. El cuello uterino de Abigail intentaba apretar más su falo, cerrándose para impedirle el paso cuando volvió a chocar contra su cérvix, no dispuesto a dejarle escapar, no hasta que su orgasmo se completara. Con los ojos entreabiertos, el Magus apretó más sus labios alrededor del pezón, antes de que su cabeza fuera hacia atrás, jalando todo su pecho.

 

Estirándolo.

 

Maldición, por muy mal que sonara, estaba tan feliz que Abigail hubiera crecido para tener unas tetas y culo enormes, no tenía nada que envidiarle a las servants más adultas de Chaldea como Arturia Lancer, Kama, Mata Hari y las demás. Dejó ir su pecho solo cuando la oyó chillar como la perra calienta que era, antes de acercarse a su cuello.

 

Si se iba a correr en ella, lo haría con toda intención tanto de marcarla, como de humillarla. Se aseguraría de dejarle un chupetón donde todos pudieran verlo, y que supieran lo que había hecho. No le importaba si pasaba vergüenza por su culpa, era una malcriada, una chica mala, una mentirosa... una aprovechada.

 

CHOMP~

 

"¡AHHHHHHHHH!"

 

Clavó sus dientes sin piedad en ella. Abigail no solo sintió los colmillos y la dentadura de su amado Master hundirse en su piel, se sincronizó con sus caderas, ascendiendo, metiéndose en su coño por completo una última vez. Su pene, ahora un bulto enorme, apareció en el estómago de Williams, quien arqueó su espalda hacia atrás; sus uñas se deslizaron hacia abajo, rasguñando levemente la espalda del moreno, antes de detenerse en la misma al ya no poder acariciarle la cabeza.

 

PLAF PLAF PLAF PLAF PLAF PLAF PLAF~

 

No tenía que preocuparse de caerse. No tenía que temer ni sentirse abrumado. No cuando las manos de Abigail acariciaban constantemente su cuello, su espalda, y mientras le gemía con tanta fuerza directamente en el rostro. Ritsuka sacó la lengua, pegándose a la gris piel sudada como si su vida dependiera de ello, como si fuera un postre, mientras que las ventosas en los tentáculos de Williams se apegaban a su camisa. "HNNNNGHHHH~", el corrientazo de electricidad que la recorrió una vez empezó a estrellarse constantemente contra su coño no podía describirse.

 

Porque era como si, con cada martillazo que le daba a su vientre, no solo la acercaba más al orgasmo. Más sentía que la hacía suya. Sus pechos rebotaban, golpeándole tanto el torso como el mentón al pelinegro, y las manos de este continuaban tocándola. Amaba esta sensación; sentir que la tocaba y la deseaba con tanto cariño.

 

Que se la follara con tanta fuerza... tanta que parecía como si estuvieran fundiéndose... ¿así era cada noche con Mashu y Jeanne D'Arc Alter? ¿así es como se sentían las dos cuando hacían el amor con él como si fueran conejos? ¿Como se sentía la Bruja Dragón cargando aquel bebé en su vientre todos los días, esperando paciente a que Ritsuka cruzara su puerta para fundir sus bocas en un beso?

 

Quiero... quiero eso...

 

El miembro de su amado empezó a palpitar. Los sonidos producidos por el sexo, sus mordidas en su cuello, sus lamidas, y las nalgadas que recibía se hacían más veloces. El bulto en su barriga que representaba su miembro entraba y salía, desaparecía y volvía sin piedad por su integridad física. Estaba feliz de ser una servant, porque podía soportar todo esto y más. Los mordiscos de Ritsuka no podían lastimarla, solo hacerla sentir que se iba más al infierno, y ella quería que se sintiera bien.

 

Sus paredes le apretaron con mayor fuerza.

 

"¡HNNNGH! ¡HNNNNNGH! ¡MÁS! ¡MÁS! ¡MÁS! ¡YA CASI, MASTER! ¡SOY UNA CHICA MALA! ¡SOY UNA CHICA MALA!"

 

Resonaba su voz en su cabeza cual eco, y si, tuvo el efecto deseado. Le había puesto más caliente. Le había excitado aún más. Ritsuka capturó parte de la piel del cuello de Abigail entre sus dientes, antes de jalar hacia atrás muy, muy suavemente y luego dejarla ir, para después darle una mordida y volver a usar la lengua en ella. Maldita sea, maldita sea le estaba volviendo loco. En otras circunstancias, hubiera preferido que estuvieran haciendo la posición del perrito, porque si así fuera, podría jalarle el cabello hacia atrás...

 

Y empujarla contra el maldito suelo, para que hundiera su rostro en sus pechos y cerrara la bocaza la muy cerda.

 

Pero si era tan mala... si tanto quería que la castigara, entonces lo iba a hacer. Sus ojos se cerraron con fuerza. Sus caderas se movieron a todo lo que daba, y Abigail Williams de igual modo continuó cabalgándole a plena potencia, apretándole con los brazos, con los tentáculos inferiores de su espalda, mientras que sus piernas se enrollaban alrededor de su cadera.

 

"¡HAAAAAH! ¡HAAAAAH! ¡AAHHHH!"

 

La voz ahogada del último Master de Chaldea resonaba al mismo tiempo que la de ella. Los tentáculos superiores que impedían su caída temblaron, debilitándose, pero aún erguidos. Una luz brillante emergía del cuerpo de la chiquilla; como si estuviera siendo víctima de una des-invocación, pero no se trataba de eso. Su Saint Graph, su alma, su misma existencia resonaba con el mana que estaba por recibir, y el cariño que él le profesaba. Ahora que estaba a punto de correrse, su cuerpo estaba perdiendo su forma alternativa.

 

De haber Ritsuka tenido los ojos abiertos, habría visto como cada vez que sus bolas golpeaban el culo de Abigail y cada vez que su pene se metía en su útero, preparándolo para su corrida, como su cabello se hacía más rubio y su piel recuperaba su tono natural. Su amor y deseo de ser suya se habían sobrepuesto en su totalidad a su naturaleza masoquista y maliciosa, dejando nada más que el cuerpo de una mujer en la cúspide de su felicidad. Su clítoris ardía, su coño, su vientre, y su culo le dolían.

 

Pero estaba aquí.

 

Estaba con él.

 

"¡MASTER! ¡MASTER! ¡RITSUKA!"

 

No le llamó por su título aquella última vez que terminó por salirse de ella. Con una embestida definitiva, Fujimaru dio punto final a su pequeño baile con Williams, enfundándose de lleno en ella mientras le daba un último mordisco, succionando su piel conforme sentía que se descargaba en ella, y ella se corría junto a él. El semen salió de su miembro de manera incontrolable, pesado; pegajoso, ardiente como si fuera lava o agua hirviendo. Abigail se corrió una segunda vez, soltando otro grito aún más fuerte que el primero, porque habían sido dos orgasmos consecutivos.

 

Y esos dientes clavándose en su piel, como si intentara perforársela en un intento inútil pero tan malditamente sexy...

 

"¡AHHHHHHHHHHHHHHHHH!"

 

Había sido no solo su primera experiencia intentando aprender a bailar, sino su mejor experiencia sexual hasta el momento. Su vientre empezó a agrandarse e hincharse a paso rápido, su ser actuaba de igual modo a la carrera para intentar absorber todo el mana que estaba recibiendo, ¿y Ritsuka? la adrenalina comenzó a abandonar su cuerpo rápidamente, con cada disparo de semen que soltaba. Sus testículos se movían, subiendo y bajando tras cada corrida, los tentáculos que Abigail había usado para abrazarlo se habían desvanecido, pero no los que empleaba para mantenerlos suspendidos en el piso.

 

Estos se doblaron, lentamente, hasta que su espalda tocó el suelo con sumo cuidado.

 

Ahí estaba, en el salón de baile de Novum Chaldea, descansando en un charco de sudor, y fluidos sexuales tanto suyos, como los de la mujer que ahora mismo estaba jadeando encima suyo, la luz cegadora del reflector forzándole a cerrar una vez más los ojos, separándose lentamente del cuello de la chica de ojos azules.

 

"Hafff... hafff... hafff..."

 

Se sentía como si hubiera recorrido una maratón. Pero así era el sexo con los Foreigner. Ya fuera por su clase o por ser portadores de entidades más allá de su comprensión, el sexo con Abigail, Oei, Koyanskaya, Kulucan, Knoc Na Riabh, Molay y Clytie siempre le dejaban más exhaustos que con sus otras parejas. Pero sorprendentemente, lejos de molestarle, hacía de todo aún más placentero. Más... satisfactorio. Había querido lastimarla, sí...

 

Le había mentido para aprovecharse de él, por supuesto...

 

Pero ahora que ni la lujuria ni el fastidio o adrenalina del momento estaban dictando sus acciones, Ritsuka no pudo evitar abrazarla, y empezar a acariciarle la espalda. El único defecto de que tuviera esta nueva apariencia, era que su cabello ya no estaba suelto, como a él tanto le gustaba... Williams ronroneó cual gatita mañosa cuando sintió una vez más esas manos que tanto le gustaban tocarle su cuerpo. Siempre había adorado las caricias, mimos y palmaditas tan suaves que le daba tras cada misión.

 

Aunque ahora ella era un poquito más baja que él.

 

"Hehehehe~... Master~"

 

Sus cejas se curvaron al oírla y ver esa sonrisa suya. Ahora que tenía tan de cerca a Abigail, Ritsuka una vez más se daba cuenta de cuánto tiempo había pasado desde Salem. Abigail Williams y la Epic of Remnant de Salem habían transcurrido en 2019, y ahora era toda una mujer, adulta aún no, pero no le faltaba mucho para serlo. Habían sido siete largos años desde aquel entonces, y el tiempo solo había acentuado más su belleza. Cumpliría los dieciocho años en ¿cuanto? ¿un par de meses? Julio 12, si su memoria no le fallaba.

 

La rubia, al sentir las dudas y preocupación de su Master, no tardó en frotar su nariz contra la de él, como solía hacer cuando tenía 10 años y era una recién llegada. Una de las tantas cosas que aprendió al participar en la "Noche de películas" de Chaldea, cuando veían novelas o historias de romance. El llamado "Besito esquimal". Él sintió sus mejillas arder cuando la suave piel de su naricita se encontró con la suya, pero respondió sin dudarlo.

 

"Abby..."

 

"¡Master!~"

 

Repitió una vez más, con un tono todavía más alegre, ignorando por completo todo el semen que llenaba su ser, siendo convertido en más reservas mágicas. Ritsuka sonrió, dejándose llevar mientras seguía masajeando y estimulando la piel de la jovencita de cabello dorado, decidiendo dejar sus preocupaciones por el paso del tiempo, eran cosas sin importancia. Ser parte de Chaldea le había traído mucho mal, muchas pesadillas y arrepentimientos, pero no había nadie más...

 

Y mentiría si dijera que no era una persona feliz. Estaba rodeado de gente que le quería, y tenía dos esposas hermosas por las cuales estaba dispuesto a morir. El beso esquimal, como no podía ser de otra manera, pronto evolucionó a uno francés. Abigail gimoteó, moviéndose encima suyo antes de abrir la boca, obligándole a oler su dulce aliento, había comido unos cuantos dulces antes de buscarle precisamente porque quería besarle.

 

Sus labios se fundieron, al igual que sus lenguas, mientras seguía moviéndose contra él, su pene aún seguía duro... y ya no solo se trataba de que su apetito sexual estaba volviendo mientras más mana tomaba de su boca. También estaba el hecho de que no había mentido... del todo; realmente quería aprender a ser una buena "Santa Claus" como todos los demás.

 

Simplemente aprovechó la oportunidad para coquetearle y tener sexo.

 

Chu... chu... chuuu~

 

"Hmmmph... hmmmph~ Master... Master..."

 

Ahora lo que más deseaba era que se la follara por el culo, pero no podía decírselo en voz alta, aunque no es como si lo necesitara, al estar haciendo aplaudir su trasero, él supo instantáneamente lo que quería... y joder, aunque no fuera una buena idea seguir cogiendo en la pista de baile, no negaría que, tal como Abigail, tenía su encanto.

 

Unas dos... o tres corridas más antes de seguir enseñándole a bailar no iría mal, ¿verdad? La boca de Williams se separó de la suya en busca de aire, con varios hilos de saliva aún uniéndoles. El rostro de placer casi insano, digno de una puta que tenía, solo reactivó todavía más sus ganas que tenía por copular con ella...

 

Pero fueron esos corazones, y esa sonrisa en sus ojos azules, lo que le hizo perder todo atisbo de duda.

 

"Master... te amo~"

 

"También te amo... Abigail... "

 

Fue lo último que le dijo, usando un tono de molestia antes de volver a besarla, algo que ella correspondió, creyendo que iba a ser romántico con ella luego de todo... pero se equivocaba; llevó una mano a una de sus enormes y gordas tetas, apretándola con fuerza mientras que con la otra, le agarraba del mentón. Williams gimió; gritó de gusto al sentir la lengua de su pareja removiéndose en su garganta, empujando su lengua hacia atrás, con sonidos de saliva que dejaban en claro lo mucho que estaba drenándole su mana.

 

Oírla chillar no hizo que se le encogiera el corazón. Con el ceño fruncido, continuó aplastando su lengua contra la de la joven rubia, para luego estirar su pezón, aunque estuviera en su forma "buena", no iba a perdonarla tan fácilmente. Ella misma lo dijo; era una chica mala, y las chicas malas...

 

Necesitaban ser castigadas.

 

Pero no por eso voy a perdonarte...

 

 

Pensó para sus adentros, antes de cambiar de posición a una donde tuviera mayor libertad para hacer con ella lo que quisiera. La nueva Santa Claus dejó ir otro grito, entremezclando su sorpresa y anticipación pues el pelinegro había terminado empujándola al lado, estando ahora ella contra el suelo y él encima suyo, para evitarle todo tipo de escape. El beso no tardó en romperse, por obra del propio Ritsuka, que, sin dudar, clavó sus dientes fuertemente en el otro pecho de la bailarina.

 

"¡AHHHHHHHH!~"

 

Ninguno de los dos se dio cuenta de que, atraída por la música, la pequeña figura de una niña de cabello blanco como la nieve se había inmiscuido en secreto para espiarles, llevada de la mano de la inocente curiosidad infantil. No todos los servants "niños" habían tenido la oportunidad de crecer desde su llegada a Chaldea, no como Abigail, que ya estaba por convertirse en toda una mujer.

 

Oculta tras una de las múltiples paredes del escenario, Jeanne Alter Santa Lily se mordió la mano con todas sus fuerzas, tratando de callarse mientras era víctima de su tercer orgasmo aquella noche, pero no estaba feliz. No mientras las lágrimas caían por su hermoso rostro puro y dulce, incontrolables mientras un sentimiento de dolor, tristeza, celos, excitación y envidia terminaban por germinar en su estómago, aflorando en cada rincón de su ser, hasta contaminarla por completo.

 

Su otra mano, con sus dedos hundidos hasta el fondo de su pequeño coño, había sido la culpable de masturbarla y hacer un segundo desastre lejos de la vista de la pareja. El sonido de sus labios chocando al igual que sus lenguas; de Abigail pidiéndole a Ritsuka que no le mordiera tan fuerte los pezones ni metiera sus dedos en su trasero de forma tan brusca, le impidió moverse. No saldría de ahí hasta que terminaran.

 

Y fue por eso... por esa envidia, por ese dolor y tristeza que la llenaban, que no solo su corazón, también el de Jeanne D'Arc Alter se destrozaba.

 

.


.

 

-[Fragmento 3: Amor infernal, amor invernal]-

 

Diciembre 12, 2026.

 

Todo se había ido al carajo de la noche a la mañana... bueno, no. No realmente, no habían sido solo un par de horas, al menos, no para Ritsuka. Había sido, como si fuera un pastel, algo que se había estado preparando a fuego lento en el horno. Desde aquella vez en la que Abigail y él tuvieron relaciones y empezó a enseñarle a bailar todas las tardes en secreto, algo había cambiado en su vida matrimonial, pero no para mejor, no. Había sido todo lo contrario.

 

Las cosas entre él, Mashu y Jeanne Alter, que siempre habían estado en términos buenos, sanos, se habían ido al diablo en un abrir y cerrar de ojos.

 

"Jeanne, te hicimos—"

 

"Hmph..."

 

La joven de ojos dorados, contrario a como había sido hacía menos de dos semanas, no reaccionó como haría usualmente tras su esposo ofrecerle alguna maravilla azucarada. La primera reacción de Jeanne Alter nada más verle no había sido su habitual reacción cariñosa, amorosa, dulzona y romántica como acostumbraba desde hacía un par de años, todo lo contrario. Avenger había tenido un retroceso bestial, como si hubiera vuelto a sus primeros días en Chaldea. En aquel entonces, Alter si bien no estaba enamorada de él aún, y era algo hostil, en su mayoría era eso.

 

Distante.

 

No estaba feliz. No estaba enojada. Solo contempló por unos breves momentos la bandeja, estaba llena de muffins recién preparados, por el olor, probablemente estaban llenos de chispas de chocolate y crema de naranja, una de sus combinaciones favoritas, de lo que más disfrutaba comer cuando su esposo la mimaba... pero no ahora.

 

Desde hacía varios días estaba irritable, fría y cortante sin motivo aparente, o al menos, no uno que pudiera identificar a simple vista.

 

Porque hasta donde sabía, jamás en su vida había discutido con ella o le había alzado la voz de manera despectiva, solo peleaban por tonterías y estupideces tanto dentro como fuera del campo de batalla, pero eso era todo.

 

Ella era, sin lugar a dudas, de las personas que más amaba, con las que mejor se llevaba, y Jeanne sin duda alguna podía decir que Ritsuka era el amor de su vida, sin que le temblara la voz como antaño.

 

Era por eso que, verla con un aura y rostro tan carente de interés, terminaba siendo tan descorazonador. Porque mentalmente, Ritsuka recordaba como le abrazaba y le sonreía de esa forma tan... hermosa que había aprendido, con la boca cerrada, sin abrir los dientes, acariciándole el rostro, lo primero en lo que pensaría, sería en hacerles algo de té si es que él no se adelantó, sugiriendo que comieran con una película.

 

¿Actualmente?

 

Solo se dio la vuelta, con su expediente médico en mano, antes de salir de la habitación, con dirección hacia la enfermería para su chequeo diario respecto a su embarazo, dejándole solo, con la comida entre las manos. Ritsuka suspiró, antes de encaminarse hacia la cocina arrastrando las piernas, había preparado un postre para su "Flamita" específicamente porque quería animarla.

 

Ya no dormían abrazados como antes desde hacía varios días, aunque había tratado de aferrarse a ella por detrás, Jeanne se apartaba de él o le decía que la soltara, algo que le desconcertaba tanto a él como a Mashu. Claramente el origen de su comportamiento iba más allá de su embarazo, no tenía nada que ver con cambios emocionales.

 

Algo de esta magnitud... no podía simplemente ser por estar embarazada.

 

"Jeanne-san..."

 

Desde la cocina, la figura de Kyrielight apareció, vistiendo un delantal sobre su ropa habitual junto a una bandana en su cabello para evitar que este le estorbase. Ver a Senpai encaminarse de regreso a la cocina con un aura tan pesada y la cabeza gacha destrozó el corazón de Mashu, cuyo dolor y pesar aumentaron con cada paso. Ritsuka soltó un suspiro largo, pesado, desanimado, dejando la bandeja con golosinas de regreso en el horno para que estas se enfriaran, estaban en un estado óptimo para comerlas... Jeanne no se habría quemado en absoluto.

 

Pero ahora, todas las ganas que tenía de salir a repartirlas con los demás habían desvanecido por completo.

 

"Senpai"

 

Shielder llamó por segunda vez, pero fue inútil. Ritsuka se dio la vuelta, sacándose los guantes y tirando su propio delantal cubierto de harina y crema en algún mueble, dirigiéndose hasta el sofá, hasta dejarse caer pesadamente sobre el mismo. La rosada imitó el actuar de su marido, quitándose sus implementos de cocina a paso veloz. Parte de sus instintos de esposa, ya bien desarrollados, le pedían a gritos que le diera el confort que merecía. Porque le entendía. Tal vez no tuviera sentimientos por Jeanne Alter ni nada parecido...

 

Pero luego de todos estos años, había llegado a considerarla una amiga muy cercana. Muy querida. Coexistían, sin problemas; era un entendimiento secreto, pero mutuo de que no solo eran hombros y oídos amigos para Ritsuka, también para la otra. Los párpados del Master de cabello negro se cerraron, enterrando su rostro contra una de las almohadas del sillón, buscando que la oscuridad se le tragase. Tal vez así pudiera pensar y reflexionar mejor.

 

"Tal vez", siendo la palabra clave, porque eventualmente sintió el tacto cariñoso de su primera servant recorriéndole la espalda, hasta llegar a su cabello. Las cejas rosadas de su mujer se arquearon en preocupación, arrodillándose en frente de él. Senpai no estaba estresado, este año la temporada navideña, hasta el momento, había sido una muchísimo más calmada que la anterior. Al menos físicamente hablando... ¿porque mental y emocionalmente? lidiar con la frialdad de Alter si drenaba todo de si.

 

No en el mal sentido.

 

"Senpai..."

 

Preguntó una vez más, a lo que cuarenta y ocho no pudo evitar apretar los puños. La incertidumbre de saber qué carajos estaba haciendo mal o qué había hecho en primer lugar para que Jeanne estuviese tan enojada con él, se lo estaba comiendo vivo, mental y físicamente. No quería hablarle ni contarle nada, que era la peor parte. Las muestras de afecto mutuo, por más mínimas que fueran seguían estando ahí, por lo que el amor no se había acabado, simplemente estaba molesta con él, pero era más que suficiente para quitarle el sueño...

 

Y la paz.

 

"Mashu... ¿qué estoy haciendo mal?"

 

No esperaba una respuesta, y de todos modos, tampoco sabía si sería capaz de darle alguna. Incluso si ella misma era una mujer, todos los seres humanos eran entidades diferentes. Los sentimientos y pensamientos de Jeanne eran suyos, únicamente suyos. ¿Pero a su opinión personal?, no había hecho nada malo. Todo lo contrario. Solo estaba siendo la persona que siempre había sido; un hombre afectuoso, cariñoso, atento, que daba todo de si las 24 horas del día en cualquier ámbito.

 

Siempre daba lo mejor de si, y eso era admirable.

 

"Senpai... no estás haciendo nada mal. Todo lo contrario... "

 

Sus manos se extendieron hasta su cuerpo, metiéndose entre los cojines del sillón y el pelinegro, Ritsuka se dejó querer por ella, porque lo necesitaba. Ahora que Jeanne se había ido, tras haber rechazado sus esfuerzos tan abiertamente, el cansancio había terminado por apoderarse de él en su totalidad. Ritsuka realmente se sentía cansado, exhausto en todos los sentidos, tanto así que desearía tomar una siesta. Desearía volver a dormir, aún si eran solo las diez de la mañana, nada servía.

 

Nada servía, nada servía; nada encajaba ni era como debía de ser. La rutina de una vida alegre no era monotonía, no para él. En Chaldea no existía algo tan estúpido y frívolo como la "monotonía", era imposible. Lo que a Ritsuka se le había sido arrebatado de la noche a la mañana había sido la paz. La tranquilidad de saber que sus seres queridos estaban bien; si Jeanne no estaba bien, entonces él tampoco estaba bien, y era como un efecto dominó, porque también afectaba a Mashu.

 

Pronto ella también se unió a él, convirtiendo todo en un abrazo cariñoso. Alzó su cuerpo levemente, buscando meterse ella debajo para abrazarle, para mimarle, si quería acostarse en el sillón, era mejor que la usara a ella como cojín, así no solo tendría un lugar más pacífico, también lograría que no se sintiera tan solo. Los sentimientos amorosos, el afecto y cariño inagotables de Shielder reconfortaron a su master, acomodando la cabeza de este entre sus enormes pechos. El perfume entremezclado con su dulce olor a violetas y el champú que usó aquella mañana golpearon a Ritsuka con la fuerza de un camión, mientras sentía como parte de su tristeza desaparecía.

 

La sortija metálica de Mashu que rodeaba su dedo, cada vez que se frotaba contra su cabello al subir y bajar su mano para darle palmaditas, jugando con su pelo, le recordaba constantemente su situación. Todo lo que había pasado. He allí, Mashu era su esposa. Jeanne D'Arc Alter esa su esposa. Había sobrevivido, pero aún no se había ganado su "mañana", seguía buscándolo, Chaldea seguía peleando. Pero era en momentos como estos, las "semanas muertas" donde todo parecía recobrar sentido.

 

Donde entendía que todo valía la pena.

 

"Mi senpai... estás tan cansado... ¿cierto?... el año ha sido muy duro... "

 

"Uhum... "

 

Su voz salió ahogada por su pecho, pero el tono era desganado. No es que menospreciara el amor y la compañía de Mashu, todo lo contrario, pero la mañana hubiera sido muchísimo mejor si, en lugar de estar ellos dos solos, Jeanne estuviera ahí con ellos. Había pensado en ver algunas temporadas de uno de los nuevos animes que Chaldea tenía en su repertorio, o en su defecto, preguntarle a Jeanne si tenía alguna película o serie interesante que le gustaría ver, mientras comían.

 

Al final solo fue una fantasía suya.

 

Sniif sniiiif sniiiif~

 

El que oliera su escote no la molestó en absoluto, la hizo sentirse halagada. Toda su vida había tenido ese deseo de ayudar a los demás, pero solo con Ritsuka es que Mashu había descubierto, gracias a viajar con él por las singularidades durante la Grand Order, y con los Losbelts, qué era lo que significaba ser feliz. Qué era lo que significaba ser "humana", y que era lo que significaba amar a alguien, con sus defectos y virtudes. Sin duda alguna, tener ahí a Fujimaru reposando sobre su cuerpo, acariciándole la cabeza mientras luchaba contra la inconciencia, llenaba su ser de formas que jamás creyó posibles antes de la incineración de la humanidad.

 

Le amaba.

 

Amaba ser su esposa.

 

Amaba ser parte de su vida, y desesperadamente deseaba verle feliz.

 

"Senpai. ¿Te gustan mucho mis tetas?"

 

"Me gustas tú, Mashu. Siempre me has gustado."

 

Respondió sin rechistar, no le importaba el tamaño de sus senos, o que tan voluptuoso fuera su cuerpo. Nunca lo había hecho. Lo primero que recordaba al llegar a Chaldea, tras su simulación, eran esos hermosos ojos morados tan inusuales, mágicos que parecían ventanas a otra galaxia, a otro mundo. No había ningún par de ojos que fuera igual, pero los de Mashu siempre habían sido especiales. Ese hermoso cabello rosado, que ahora le llegaba hasta la mitad de su espalda, esos anteojos tan hermosos que resaltaban su inteligencia, pero que conllevaban un aire de inocencia...

 

Y, dios santísimo, sus benditos ojos que no dejaban su mente en ningún momento incluso cuando dormía... era ese rostro tan perfecto y bello junto a su forma de ser lo que le hizo darse cuenta lo mucho que la amaba. Lo mucho que la quería. Lo mucho que se preocupaba por ella, y cuanto quería que estuvieran juntos. No vino a Chaldea buscando tener un harem o algo parecido, simplemente pasó. Era el rol que el destino le tenía asignado, pero estaba eternamente agradecido de no caminar solo.

 

Enrojecida, enternecida y encantada, la escudera de la mesa redonda tomó el mentón de su Master con el pulgar y el índice, forzando a que mirase hacia arriba. Ella estaba roja como un tomatito, él cansado y desanimado, pero volver a ver su rostro reaccionando de manera tan pura provocó que los latidos de su corazón regresaran, en compañía de un poco de adrenalina.

 

Chuuu~

 

Inevitablemente terminaron besándose. Aunque él era más alto que ella, no quitaba el hecho de que ella fuera la peleadora. Ella era la Servant, él su Master. Él era su apoyo, ella era su escudo, siempre lista para proteger. Para cuidar. Para amar, y ser amada. El sabor a uvas de los labios de Mashu, junto al lápiz labial del mismo color que sus ojos, le relajó aún más. Le inspiró la confianza que tanto necesitaba, mientras sus caricias continuaban, más suaves y delicadas, más lentas.

 

No había atisbo de lujuria alguno en los movimientos de ninguno. Ritsuka se aferró a su amada, y la escudera le apretó contra su cuerpo mientras le dejaba lamer su boca cuanto quisiera. Sus lenguas se entrelazaban con fiereza, los colores y el calor subiéndosele al rostro de la demi-servant, hasta que sus labios finalmente partieron, buscando saciar sus pulmones con algo de aire. Casi al instante, Ritsuka ocultó su rostro en el cuello de Mashu, inhalando por la nariz al igual que la rosada.

 

"Jeanne-san te ama, siempre lo hará. Solo dale tiempo... estoy segura que todo se arreglará."

 

Respondió, logrando traerle la paz que buscaba, pero también algo más. Ahí acostado con la cabeza contra el cuello de su primer amada, una idea empezaba a nacer en su cabeza. Jeanne había "retrocedido" a un estado similar a sus primeros días en Chaldea, similar pero no igual. Y en aquella época, la clave en empezar su relación no fue la honestidad de Avenger respecto a sus sentimientos. Por estas fechas, quien habría por terminar de revelar lo que Jeanne guardaba en su alma no fue otra...

 

Sino la misma alma de esta.

 

Lily-chan...

 

.


.

 

"Lily-chan—"

 

"¡HMPH!"

 

Su primer intento aquel día no había ido muy diferente con Avenger en un principio. Su primera prioridad fue repartir los pastelillos que él y Mashu habían preparado juntos por toda la instalación, los últimos que faltaba por repartir, precisamente, se los había dejado a los servants clase Lancer, no porque quisiera hacer que Jeanne Lily se sintiera despechada o algo parecido, la había dejado al último precisamente porque quería intentar charlar con ella, pensaba, estúpidamente, que tratar con la segunda Santa Claus de Chaldea sería más sencillo que con Avenger.

 

Grande fue su sorpresa cuando fue todo lo contrario. Al verle acercársele con el último muffin en mano, aún calentito gracias a una runa de parte de Skadi, Lancer optó por cruzarse de brazos, dándole la espalda. Hacía un par de años que había actualizado su guardarropa, su traje navideño ahora solo lo vestía a la hora de pelear, pero dentro de Chaldea, optaba por un enfoque más casual.

 

Traía puesto una chaqueta pequeña de color blanco, con una capucha de orejas de conejo, cortesía de Arturia Alter la navidad de 2021. Un collar de plata con una cruz de oro regalada de Ruler, y una falda roja que llegaba un poco más abajo de sus rodillas. Aunque el olor a naranja y chispas estuviera irradiando fuertemente del pastel que Tonakai-san le había traído...

 

No se dio la vuelta, más bien, siguió caminando. Hoy tenía que ayudar a decorar el árbol de navidad del pasillo oeste del Storm Border, no había tiempo que perder; a ella siempre le tocaba colocar la estrella, era su parte favorita. Aunque no le molestaría si Jack, Nursery o Bunyan querían hacerlo, le daban ese pequeño capricho. Ritsuka, que era perspicaz y ya conocía bastante a la pequeña Lancer, alzó una ceja.

 

Aún con la conexión emocional entre ambas, la intensidad era distinta.

 

"¿Jeannie?, Jeannie, vamos... te hice un pastel"

 

"¡No quiero nada, Tonakai-san!"

 

Respondió a todo dar, dando pasos más pesados, más rápidos, más fuertes. ¿Como no podía seguir enojada con él?, todos estos días había estado viéndolo, a escondidas, yendo con Abigail Williams al salón de Chaldea para bailar. Si, ya no tenían sexo, al menos no en un lugar tan riesgoso como aquel, había sido algo de una única vez, pero era más que suficiente para evitar que las flamas de su ira se apagaran al paso de los días. Lo que más la enfurecía, era que ahora Ritsuka había empezado a practicar vistiendo el código místico de "Realeza de Halloween", el baile que Abigail y Ritsuka practicaban no podía ser más romántico.

 

Movimientos lentos, cariñosos, suaves, dulces, sincronizados con la música, en los que Abigail giraba o se aferraba al pecho de su reno como si su vida dependiera de ello. La forma en la que ella le miraba con tanta pasión y cariño, ese tono rojo en sus mejillas, no le prestaban atención porque, en el momento en que sus manos se tocaban tras una reverencia y empezaban a bailar con la luz encima de sus cabezas, la música a todo volumen, no prestaban atención a nada más.

 

A nada más.

 

Y quién sabe que otras cosas hacían cuando nadie los estaba mirando, en la soledad del cuarto de la propia Williams. Por eso no podía calmarse. Por eso no podía dejar de apretar los dientes todas las noches antes de irse a dormir, ni deshacerse del dolor casi insoportable que plagaba su pecho, sentimientos a los que la pequeña existencia pura, dulce, amorosa y tierna que era "Jeanne D'Arc Alter Santa Lily" no estaba acostumbrada. Estaba furiosa, enojada, celosa, y triste porque le amaba.

 

Porque, tal como su contraparte adulta, sentía un amor inmenso por él. No se había casado "con ella", pero le amaba como si fuera su esposo. Cosas tan simples como reír juntos o que se preocupara por ella cuando era parte del escuadrón derretían su alma, y su pequeño corazón. Le había limpiado sus heridas, sus lágrimas y la había curado con los hechizos integrados de sus Códigos místicos. ¡Maldita sea... ! ¡Hasta le hacía de comer! ¡Ese pastelillo se veía tan rico, y moría de ganas por devorárselo!

 

Pero estaba tan... tan... tan furiosa.

 

"Jeanne, háblame por favor, solo quiero saber—"

 

"¡Vete con Abigail y déjame sola!"

 

Refunfuñó una vez más, antes de seguir hacia adelante, perdiéndose en el pasillo a paso apresurado, dejando a su Master con la mano alzada tal cual Alter esa mañana, pero no podía hacerle caso. Lily-chan claramente no estaba bien emocionalmente, su intuición había estado en lo correcto. ¿Abigail?... entonces, como si un regaderazo de agua fría le hubiera golpeado, las piezas comenzaron a encajar poco a poco. Sus clases de baile con Abigail habían empezado hacía diez días, la tarde del 7 de Diciembre.

 

Abigail y él no solo habían practicado sus primeros pasos y definido que estilo quería la rubia en cuestión, ella le había coqueteado. Se le había insinuado, le había excitado; y terminaron acostándose ahí mismo en plena pista de baile, usando el piso como una cama improvisada antes de seguir. Jeanne había pasado la mayor parte de la mañana y de la tarde en la enfermería, evaluando su estado físico.

 

Entonces... el problema no era Jeanne Alter en si, sino la pequeña Jeannie.

 

¿Acaso... acaso estaba ahí... ?

 

La vergüenza y el nerviosismo de tan solo imaginarse a la pequeña chiquilla de ojos dorados observándole tratar tan bruscamente a la Santa actual, hicieron que sus mejillas se tornaran de un color rojo. Todo empezó a encajar, porque esa noche, fue la primera en la que Jeanne Alter le pidió que no la abrazara antes de irse a dormir. Esto planteaba más preguntas mientras respondía otras, si Lily-chan los vio tener sexo y bailar, ¿cuántas otras veces se habría escabullido sin que lo notaran?

 

Siempre practicaban a la misma hora, alrededor de las cuatro de la tarde hasta las siete y media. Con el paso de los días, la distancia y frialdad de Avenger para con él solo se acrecentó, poco a poco, Ritsuka empezó a entenderlo todo, solo ahora que estaba solo. El origen de la ira de Alter era Lily, y el origen de la tristeza y distancia de la propia Jeanne Alter Lily era sus celos.

 

Ritsuka suspiró, llevándose una mano a la cabeza, sosteniendo la bolsa de papel con la otra, había cometido un error, y uno muy grande.

 

¿Abigail todavía necesitaría asistencia en sus clases de baile?... no, probablemente no. Ya no faltaba mucho para navidad; solamente una semana, en siete días sería Diciembre 24. Quizás esto enojara o pusiera en aprietos su relación con ella, pero necesitaba hacerla entender desde ya que sus esfuerzos y energías no podían ser suyos por más tiempo, ya dominaba demasiado bien su coreografía, estaba dispuesto a bailar con ella esa noche frente a toda Chaldea, o cualquier otra cosa que quisiera...

 

Pero ahora, siendo sincero, lo único en lo que podía pensar eran Jeanne Alter, y Jeanne Alter Lily, desde hacía días además. Abigail merecía algo mejor que unas clases de baile en las que estuviera dándole la mitad de su atención, no era tan desgraciado como para hacerle eso.

 

Ya había descubierto el problema; el enojo provenía de la pequeña Lily, celosa y molesta por la falta de respeto que había cometido. Por haberla dejado de lado, por no haber sido sincero, por haberle cumplido su capricho a Abigail de tener sexo en un lugar donde, claramente, podía haber alguien, sin haber revisado antes.

 

Tenía que arreglar las cosas, con las dos. Pero primero necesitaba pensar.

 

.


.

 

Diciembre 14, 2026.

 

"Estúpido Tonakai-san... baka pervertido"

 

Dos días después, Jeanne Alter Santa Lily, Lily-chan o "Jeannie" para otros, se encontraba caminando por los pasillos de Novum Chaldea una vez más, en su mano derecha, un hombre de jengibre a medio comer con una sonrisa en el rostro, regalado por parte de Boudica cuyos preparativos para la cena de navidad ya habían alcanzado su punto cúlmine, prácticamente estaba todo listo para la noche de Diciembre 24. Lo que es más, en la cafetería de Novum Chaldea ya se había instalado el escenario donde Abigail Williams bailaría esa misma noche como forma de apertura de navidad.

 

Iba a ser un musical; interpretando el cascanueces, lo cual iba más o menos de acuerdo a lo que había visto practicar entre ella y su Reno, aunque no había investigado del todo, daba igual. Ver aquella plataforma en el fondo siendo trabajada por los Nemo Series había reavivado las flamas de sus celos, tristeza e ira, aunque en esta ocasión, cuando había asomado su cabeza en el salón de baile, no había visto a Abigail practicar con Ritsuka.

 

Estaba sola, ensayando sus piruetas por su cuenta, lo cual la hizo perder el interés por completo. Si su Reno no estaba con ella, entonces no era de su interés. Pero eso planteaba otra pregunta: ¿donde estaba Ritsuka a estas horas?, sus intenciones de buscarlo se vieron truncadas cuando encontró una carta debajo de su puerta al regresar a su habitación, escrita con su misma letra.

 

En toda Chaldea, solo habían dos personas que podían imitar su caligrafía, y una de ellas era su contraparte adulta... la otra...

 

"Ruler Onee-chan"

 

Sus pequeños dientes destrozaron y devoraron los últimos restos de la galleta que había estado comiéndose los últimos diez minutos, con bocados pequeños para disfrutarla, no iban a darle otra hasta la noche de mañana, porque Chaldea tenía muchas bocas que alimentar de por si. Jeanne D'Arc Ruler la había citado sin previo aviso, eso era lo que más la había intrigado de todo. Usualmente apenas y charlaban pese a lo mucho que Lancer la quería, era su hermana mayor y ejemplo a seguir después de todo...

 

Pero, sí. Estos últimos años, desde el matrimonio entre su yo adulta y Ritsuka, Avenger se había convertido en una buena influencia, mucho más querida, respetada y amable en toda Chaldea, una a la que Jeanne Lily poco a poco había llegado a admirar. Detalles. Ahora mismo su prioridad era la Santa de Francia. Sus dedos tocaron el teclado sin preguntar, la combinación personal de la muchacha de cabello dorado era el año de su nacimiento, 1412. En cuanto al de la propia Jeanne Alter Lily, había decidido que el suyo fuera 2018, el año que ella misma había llegado a Chaldea y había sido traída a la existencia... aunque poniéndose técnica, Gilles había forjado el alma de su yo adulta en 2017 pero sería solo quebrarse la cabeza en tonterías.

 

Lily hizo su mejor esfuerzo para poner una cara de felicidad al ver como la puerta ascendía, entrando a zancadillas al cuarto de su hermana mayor, quizás algo de ocio con otra de sus seres queridos serviría para ponerla de buen humor... pero el destino le tenía preparada otra cosa.

 

"¿Huh? ¿Pero qué carajos estás haciendo tú aquí?"

 

El ahoge en su cabecita se irguió al instante al escuchar la voz no de su contraparte ruler, sino de su versión adulta. Jeanne Alter Avenger encaró a Lily, sentada en la mesa de Jeanne D'Arc Ruler con un pocky entre sus labios a medio comer, como si fuera un cigarrillo. Sus labios, carentes de lápiz labial, tenían leves restos de chocolate y migajas de la galleta en cuestión; una de sus dos manos reposaba protectoramente sobre su barriga, acariciándola insistentemente mientras que con la otra descansaba en la mesa.

 

En frente de la albina estaba la santa de cabello dorado, sonriéndoles a sus dos hermanas menores con amor absoluto y desinteresado, algo que, para evitar bochornos, Avenger decidió ignorar activamente.

 

"Alter Onee-chan..."

 

El primer instinto que tuvo la pequeña Santa Claus fue encaminarse hasta la esposa de su Reno, y abrazar su barriga. Instintos y sentimientos compartidos gracias a su conexión emocional con la propia Alter, quien enrojeció al darse cuenta de lo que la pequeña Lily quería, pero desistió. No buscaba incomodar o faltarle el respeto a una futura madre, especialmente porque dentro de su corazón, Lily esperaba que una vez esa criatura llegase al mundo, ella pudiese ser parte importante de la vida de este.

 

Le adoraba, incluso antes de nacer.

 

Ruler dio unos cuantos toquecitos en la tercer silla en su mesa, invitándola a sentarse. Avenger soltó un suspiro de molestia, no iba a quejarse de que Lily estuviera aquí, pero ya se había dado cuenta de que esta iba a ser otra de sus "reuniones fraternales" donde la sacaría de quicio, pero daría lo mejor de si para tolerarla. Lily, buscando despejar su mente de los celos y tristeza que la habían plagado los últimos siete días, enfocó toda su atención en la santa de ojos azules.

 

"Jeanne Onee-chan. ¿Por qué nos reuniste? hace mucho tiempo que no charlamos, desde lo que pasó en verano"

 

Ni me lo recuerdes

 

Pensó, sin mediar palabra, rememorar aquella época siempre le causaba escalofríos. Siempre había respetado y sentido envidia de Ruler, no estaba avergonzada de decirlo, pero... maldita sea, el que utilizara su poder como Servant y como Santa para crear algo tan ridículo como ese "Big Sister Beam" o lo que sea, era insultante. Insultante, y humillante. Su nariz arrugada junto al giro de sus ojos bastó para comunicar su disconformidad y pena ajena.

 

El tonto jueguito de ser "hermanas" nunca le había gustado, pero de entre todas las cosas que hacía la original, su intensidad e insistencia siempre la abrumaron. La cansaban, más que cualquier otra cosa, pero era un cansancio general. Drenaba su paciencia, su espíritu, y su mente. Suspiró, descartando todo lo relacionado al verano junto al juego ridículo de las hermanas, acomodándose para encarar a la rubia, cuya sonrisa no había disminuido en ningún momento.

 

"¿Qué quieres?'

 

No fue su intención sonar brusca ni hostil, pero la pregunta salió con un tono mucho más grosero del deseado. Ruler no perdió su sonrisa, en su lugar, se hizo más grande, cerrando los ojos mientras su cabeza se ladeaba hacia un lado. El aura cálida que la caracterizaba, brillante como el sol, cálida como el mismo, solo se intensificó.

 

"¿No deberías ser un poco más respetuosa con tu hermana mayor, Alter-chan?"

 

Esa pregunta fue hecha con un tono particularmente... inocente. Dulce, pero era extraño. Casi parecía como si estuviera demandándole que fuera más cariñosa, y dada su situación emocional, fría e irritable los últimos días, se molestó más de lo usual. Sus manos se apretaron, cargando los codos sobre la mesa, su ceño se frunció.

 

No iba a tolerar esa estupidez.

 

"Mira, no me interesa tu juego de mierda. No estoy de humor para—"

 

"Jeanne"

 

El aire y el ambiente cambiaron en menos de dos segundos, con una única frase. La sonrisa de La Pucelle se desvaneció, antes de abrir sus ojos; su mirada ahora tan fría como el hielo. No tenía nada que envidiarle a la Reina Alta en sus peores momentos. Un escalofrío recorrió su nuca, dándole toda su atención a la joven de cabello dorado, estupefacta ante la vista.

 

Ante lo... aterradora y fría que se veía. Claramente, ella tampoco tenía ganas de jugar.

 

"Cállate y escucha"

 

No fue una petición. No. Fue una orden, y, aunque hubiera sentido que le faltó el respeto, optó por hacerle caso. Alter arrugó levemente la nariz una vez más, acompañándola con un ceño fruncido, antes de sentarse justo en frente de la santa de ojos azules.

 

Casi nunca actuaba de forma seria, por eso la había tomado por sorpresa, más que nada. Porque así era Jeanne D'Arc. Una santurrona estúpida y despreocupada pero bien intencionada, cuyos consejos, por mucho que odiara admitir, funcionaban el 90% de las veces. Si, no estaba para juegos. No luego de que tras casi siete días, en las vísperas de navidad, la situación emocional entre su "hermanito" y las dos albinas ahí presentes solo hubiera ido cuesta abajo.

 

Porque lo que afectaba a Ritsuka, afectaba a todos.

 

"Onee-chan..."

 

Murmuró Lily desde su silla, ligeramente asustada y perdiendo un poco su propia molestia para con el moreno, Ruler entrecerró los ojos, antes de dirigirle su mirada por unos breves instantes a la más pequeña, luego regresó a mirar a la futura madre.

 

La tensión subió varios niveles de golpe, pero no se dejaría intimidar así como así.

 

"... ¿No te da vergüenza?"

 

"¿Eh?"

 

La pregunta la tomó por sorpresa, tanto a Avenger como a Lancer. El que fuera lo suficientemente ciega como para no darse cuenta de lo que le preguntaba, solo molestó un poco más a Ruler, pero no lo demostró.

 

Aunque no lo pareciera, había estado en una maldita guerra. Estaba acostumbrada a ver morir a las personas, y a hombres llorando mientras se desangraban, porque jamás volverían a ver a sus esposas, madres, padres e hijos.

 

Es por eso que... el que ambas estuvieran enojadas por algo tan estúpido le hacía hervir la sangre.

 

"Vas a ser madre. Ignoras y te enfureces con el padre de tu hijo, lo dejas solo, sin siquiera darle una explicación o intentar solucionar las cosas cuando se supone que eres una adulta, ¿no te da vergüenza? ¿comportarte de manera tan infantil?"

 

El sonrojo y la pena que atacaron a Avenger, provenientes de Lily, le dijo todo lo que tenía que saber; se sintió aludida. Se sintió atacada; pero, conforme su versión adulta lentamente empezaba a girar la cabeza en dirección a ella, con una mirada de entendimiento, de reconocimiento, poco a poco el temor y el cosquilleo de verse descubierta empezaron a plagar su ser.

 

Fue ahí que Alter lo entendió todo, luego, fue Ruler quien lo hizo. Su yo pequeña era el origen de todo su descontento y frialdad para con Ritsuka la última semana.

 

Ahora que ambas lo sabían, Jeanne Alter no tuvo reparos en desquitarse con ella.

 

"¡Entonces fuiste tú! ¡ES TU CULPA QUE—!"

 

"¡QUE TE CALLES!"

 

Gritó, con su voz resonando cual relámpago, enmudeciendo totalmente a su yo Avenger; quien iba a recriminar su estupidez y corregir según fuera necesario aquí, sería ella. Alter retrocedió en su silla, cerrando la boca por el susto y el shock, pero también algo más. Iba a quejarse. Iba a gritarle, a exigirle respeto, pero no podía. Sus labios estaban sellados, y supo inmediatamente por qué.

 

Por su personalidad. Por la imagen que tenía de Jeanne D'Arc Ruler. La típica chica de campo amorosa, cariñosa, malditamente fastidiosa que veía el bien en casi todas las personas y casi nunca, casi nunca se tomaba nada en serio. Pero he allí la palabra clave, casi. La situación lo ameritaba, de que sacara aquella faceta de si misma que la hizo tan temida y respetada en la guerra de los cien años.

 

Ahí fue cuando se dio cuenta de que si ya estaba acostumbrada a lidiar con hombres que de seguro le faltaron el respeto, minimizaron sus acciones, órdenes y opiniones en incontables ocasiones, ella no tenía nada que hacer. La había callado no porque su opinión fuera irrelevante, sino porque se lo merecía. Porque quería, e iba a ser oída tras que en estas últimas días, viese la situación tan precaria en la que Ritsuka y estas dos estaban metidas la tenía de los nervios. Había llegado a su límite, y no iba a seguir tolerándolo más tiempo.

 

"No soy de meterme en sus relaciones. La verdad, estoy muy feliz de que seas madre. Me estas haciendo tía, pero me molesta, me hierve la sangre ver que estés peleada con tu marido y ni siquiera estés intentando solucionar las cosas, ¡es estúpido!"

 

¿Era una estupidez que sus sentimientos hayan sido lastimados?. No, no lo era... aún si tenía un harem, y Jeanne estaba consciente de que Ritsuka ya tenía a Mashu y varias otras mujeres para el momento en que ella llegó a Chaldea, no era lo mismo. Ella no era cualquier mujer, ella era su maldita pareja. Su novia. Se había convertido en su segunda esposa, con un demonio. Su relación no era la misma que con cualquier otra. ¿No era lógico que le doliera el corazón?

 

¿No era lógico que Lily se hubiera roto de celos al verlo con Abigail? sus labios temblaron levemente, su pequeño corazón que lidiaba con menor eficacia con las emociones y la complejidad de estas. Parte de la culpa que la había estado carcomiendo esas últimas dos noches en las que Ritsuka había hecho de todo para acercarse a ella apoderándose de su psique.

 

Porque, maldita sea, aunque estuviera molesta, en el fondo le dolía. Le dolía a ella, le dolía a su yo adulta, y no podía dejar de preguntarse, ¿cuanto?

 

¿Cuánto le dolería a su Reno estar siendo ignorado por la mujer que había dicho "acepto" mientras le juraba amor y fidelidad eternas? preguntas que, secretamente, Alter también se hacía. Seguía sin quitarse de la cabeza la forma tan dulce y cariñosa en la que le había ofrecido aquellos pastelillos; su mente estaba llena de cada ocasión en la que negó su abrazo o caricias antes de irse a dormir y al despertar.

 

Al igual que Ritsuka, no estaba tranquila. No era feliz.

 

"Onee-chan, yo—"

 

"Lily."

 

Recriminó, ahora enfocándose en la pequeña Lancer, que sintió deseos terribles por ocultarse detrás de su silla, buscando protegerse de la mirada fría y juzgadora de la Extra Class. Era una niña, sí, pero no por ello bajaría la intensidad de su regaño, lo que si haría sería encontrar palabras más suaves para tratar con ella.

 

Seguía siendo pequeña, no había tenido el lujo de Abigail de crecer y madurar, pero eso no la excusaba de sentirse celosa de algo tan ridículo como unas malditas clases de baile.

 

"Déjame preguntarte algo. ¿Cuándo fue la última vez que Ritsuka te negó alguno de tus caprichos o te dijo que no?"

 

Usualmente, ahora vendría uno de sus berrinches; inflaría las mejillas, patearía el suelo, alzaría los brazos y gritaría que "¡hace mucho!" entre 1 de sus interminables caprichos, Ritsuka le habría dicho que yo, ya sea por tiempo o porque era inverosímil, se reirían y luego le cumplirían su capricho actual.

 

Pero ante la mirada tan seria y aterradora de su "hermana mayor", como que no le daban muchas ganas de mentir.

 

"... N-No recuerdo"

 

Tartamudeó la verdad, sin lágrimas en el rostro pero con unas ligeras ganas de llorar, porque realmente no lo hacía. Ritsuka siempre les daba tiempo a todas, al inicio era complicado, pero al ya no tener tanto papeleo, siempre hallaba la forma de pasarla con la mayoría de ellas, momentos simples. Momentos cariñosos, momentos cotidianos, como aquellas festividades donde les recordaba que alguna vez, fueron seres humanos que disfrutaron de la simpleza de la vida, y que luego fueron guerreros, o héroes.

 

Eso la incluía también a ella, por supuesto.

 

Sin embargo...

 

"Y todas las Navidades es lo mismo, pero en esta es peor, ¿por qué?"

 

Ah, por eso. ¿Por qué? Era sencillo. Entre los pequeños, la más grande siempre había sido Abigail. Todos lo sabían.

 

Tanto mental como físicamente, los 12 años de Abigail le daba una ventaja aterradora. Y cuando vio que se volvió una mujer adulta, no por sus ascensiones, sino por el paso del tiempo, ¿cómo no iba a picarle el mosquito de la envidia? ¿como no iba a sentirse celosa de verla crecer en cuerpo, mente y alma mientras que todos los demás, mientras que ella estaba eternamente atrapada como una niña?

 

¿Cómo se supone que compitiera con su belleza natural y su madurez?

 

"Yo... yo no... "

 

Las lágrimas por fin comenzaron a asomarse. Porque no sabía que contestarle. ¿Decirle abiertamente que sentía envidia? ¿que en realidad no la destrozó el hecho de verlos acostarse frente a sus narices aquel día, sino porque cada vez que Williams bailaba con Fujimaru o se besaba con este, recordaba las historias de su yo adulta sobre lo que ocurrió en Shinjuku?

 

¿De verdad tenía que decirle cuanto había soñado con ser ella la que tuviera el cuerpo y la mente de una adulta, y no la de una niña? ¿de lo mucho que deseaba compartir una pista de baile juntos por primera vez? ¿de ponerse un precioso vestido blanco, adornarse el pelo y descansar su cabeza contra su pecho mientras le decía cuanto le amaba?

 

Había experimentado aquel calor tan hermoso y singular procedente del romance cuando Avenger hablaba y rememoraba aquella danza privada que tuvieron en Shinjuku, acabadas todas sus batallas contra James Moriarty.

 

Sentimientos que Jeanne Lily también deseaba hacer suyos, pero con una memoria propia, no con las de Avenger. ¿Era ser egoísta, infantil o caprichosa?

 

Tal vez. Tal vez. No lo sabía. No era la más inteligente, demonios, era obvio...

 

Pero...

 

"Yo... yo siempre—"

 

Murmuró, antes de apretar sus pequeños puños, arrugando la nariz, atragantándose con sus propias palabras. Su pequeño corazoncito se estrujó dentro de su pecho, los recuerdos de Ritsuka vistiendo su Código Místico elegante mientras se abrazaba a Abigail, frotando su nariz contra la de ella, ayudándola a girar con gracia o dándole consejos sobre como moverse mientras intentaban copiar los movimientos del vídeo del cascanueces volviendo a su mente.

 

Torturándola.

 

Destrozándola.

 

"Siempre he querido... que baile conmigo... ¡conmigo!"

 

Fue incapaz de seguir conteniendo su sufrimiento. Jeanne Alter Santa Lily finalmente estalló, cerrando los ojos, sus lágrimas por fin empezaron a caer por sus mejillas; también por las de Jeanne Alter, totalmente sorprendida. La ira y los celos de Lily que la habían estado consumiendo estos últimos días casi se esfumaron por completo con ese llanto, casi.

 

Ahora estaban siendo reemplazados por una tristeza abrumadora, con la que no supo como lidiar, sumado al shock de ver a la más "tierna" de las tres, estrellando sus pequeñas manos contra la mesa, haciéndola temblar.

 

"¡¿Por qué tenía que ser Abigail-san la que bailara con él primero?! ¡¿POR QUÉ, ONEE-CHAN?!"

 

Tal vez para la pequeña Lily esta fuera la confesión más importante del año, o un momento crítico en su estabilidad emocional, física, mental, y espiritual. Un momento donde revelaba todas sus frustraciones, sus deseos, su sueño más anhelado... pero para Jeanne no era más que una rabieta infantil, porque la solución era más sencilla de lo que la propia muchachita creía.

 

La miró fijamente. Sus ojos azules, si bien más cálidos que antes, no dejaron su firmeza.

 

"Porque este es su año, Lily. Así como fue tú año y Ritsuka se tomó la molestia de diseñar toda una trama para que tu pudieras ser Santa esa navidad, para darte un sueño y ayudarte a ser real... "

 

Si, fue algo que se conversó con la más joven un par de años atrás a espaldas de Ritsuka. Toda la navidad del 2018 fue ideada en post de volverla una Santa Claus hecha y derecha, para ayudarla a ser una espíritu heroico independiente, que pudiera existir. Fue algo cruel el decirle que pudo haberse desvanecido en la nada, hasta traumatizante... pero también fue hermoso.

 

Saber la verdad de toda esa noche no le molesto. En realidad, solo acrecentó su cariño y amor por él.

 

He allí que esa verdad, le cayó como un balde de agua fría.

 

"Esta Navidad, según tengo entendido, Williams quiere hacer una obra de teatro. El Cascanueces para ser exactos, donde Ritsuka es el príncipe y Ella la princesa, tienen y deben de bailar."

 

No era la primera vez que oían del Cascanueces y tampoco era la primera obra que veían. Shakespeare les entretenía usando su Noble Phantasm para mostrarles obras que seguían siendo clásicos a día de hoy, a todos ellos, la noche de películas de Chaldea no era su única fuente de entretenimiento. Lily sabía muy bien a porqué bailo con Abigail primero que con ella.

 

Simplemente no quería aceptarlo.

 

"Lily, no solo estas siendo mala sin propósito alguno. Sino, que estas enojándote porque Ritsuka bailará con Abigail. Cualquiera de las otras se habría enojado porque se acostó con ella, pero tu te enojas porque bailó con ella, cuando simplemente podrías haberle pedido un baile después del de Abigail, porque Ritsuka no se habría negado."

 

Porque él nunca le negaba nada

 

Nunca lo había hecho, y nunca lo haría. Porque, tal como Emiya había dicho aquella madrugada del veinticinco de diciembre del 2018, Jeanne Alter, ya fuera la pequeña Lily, o Avenger, confiaba en Ritsuka más que en cualquier otra persona.

 

Lo amaba desde el fondo de su corazón, ella misma se lo había dicho; quería estar con él en cualquier estación del año, para siempre. Y luego de casi 9 largos años, sus sentimientos no se habían destruido ni marchitado ni un poco.

 

Se habían fortalecido.

 

Leves quejidos salieron de la boca de la albina, antes de que las lágrimas brotasen con aún mayor intensidad, pero ahora no de la ira. De la resignación. Del temor. Porque ahora se preguntaba, con miedo dentro de si, ¿qué hubiera pasado de su ira no desistir? ¿qué habría pasado entre su versión adulta y Master de ella seguir molesta, celosa y furiosa con él? ¿Que tanto habría afectado su relación?

 

La pregunta la asustaba.

 

A las dos versiones de ella.

 

Snif... snif... hic...

 

"Lo... lo siento... lo siento mucho... Onee-chan... "

 

Murmuró, apenas entendible, llevando ambos puños a sus mejillas para intentar interrumpir el flujo constante, sin éxito. Por su parte, la doncella Francesa negó, levemente enternecida por la muestra de debilidad de su yo infantil, pero aún así, no cedería. No ahora que estaba progresando y la había hecho darse cuenta de sus errores.

 

"No es conmigo con quien tienes que disculparte."

 

Dijo, aún seria, su mirada enfocándose en Alter, que limpiaba sus propias lágrimas con la muñeca, antes de darle su completa atención a su yo original. La hija de Isabelle Romée suspiró, acostando su mentón contra una de sus manos.

 

Bien, al menos ya había reconocido que estaba cometiendo un fallo terrible, y también lo estúpido que era el motivo de su ira. Ahora... venía la parte más complicada.

 

"Necesitan arreglarlo. ¿Qué tan fría has sido con él estos últimos días?"

 

El desvío de su mirada al no querer contarle su actuar, no pasó desapercibido para la original. Al final, no podía eludir la pregunta por siempre.

 

"Yo... eh... Lo he estado ignorando..."

 

Ruler alzó una ceja, su mirada inquisitiva enfocándose aún más en la espíritu heroico artificial. No le estaba diciendo todo, eso era obvio. Lo que le hacía gracia y la hacía sentirse algo insultada, era que creía que podía engañarla o ocultarle la verdad. Si se la había sacado a Lily, Alter no sería diferente. Esto era, además, en pro de mejorar su relación de pareja para con número cuarenta y ocho.

 

Decidió indagar más, volviendo a usar ese tono amenazante del inicio.

 

"¿No le has dicho nada?

 

"No vi la necesidad... casi tuve ganas de gritarle, pero me contuve. Me sentía tan molesta... me hervía la sangre, yo... solo me fui"

 

Explicó, hace mucho no sentía tantos deseos de explotar y gritar. Desde antes de su embarazo no caía tan fácil en su temperamento volátil, había "madurado", como les gustaba decir a sus compañeros Alter. Y en honor a la verdad, la única con comportamiento volátil era ella. Saber Alter podía tener su ira, pero la suya era más fría, más cruel. Toda la personalidad de Arturia Alter era realmente tranquila, y condescendiente, solamente le gustaba exaltarla.

 

Tras su boda y posterior embarazo, decidió que era mejor calmarse. Los cambios de humor serían graves, y podían dañar a su bebé, cosa que no quería hacer. Las manos de Ruler se frotaron ahora no contra su mentón, sino contra sus sienes, buscando relajarse tras escucharla. Su mente, analítica y crítica, ya había pensado en el peor de los casos.

 

De esto continuar así...

 

"Podrías haber perdido al bebé"

 

Los colores se le fueron del rostro a las dos en el instante en que dijo aquella maldita frase. Aquella maldita frase, que todas las mujeres que anhelaban la maternidad temían y las aterrorizaba en sus peores pesadillas, desde el primer mes, hasta el último. "Perder al bebé"... un aborto espontáneo, a eso se refería, uno causado por su ira.

 

Por su estrés; por una alta presión de sangre. Sentimientos que, aún si había prometido aprender a controlar más, especialmente teniendo en cuenta su actual estado, corrían el riesgo de descontrolarse precisamente gracias a la pequeña muchachita a su costado infectándola con sus emociones y sentimientos.

 

"Per... ¿perderlo... ?"

 

Lily dijo por lo bajo, deteniendo sus lágrimas, presa del temor; de la idea de lo que habría pasado en tal caso. ¿Como sería? ¿como sería despertar una mañana para encontrar un vacío en su pequeño pecho, inexplicable, e insoportable? toda Chaldea estaba ilusionada de saber que su Master sería padre, por eso, la idea de que Nightingale, Asclepio, Ritsuka o su yo adulta, cualquiera de ellos... dijera una mañana que Alter había perdido al bebé... ¿qué pasaría?

 

¿Que pasaría con ella, que sería la principal culpable, todo por sus celos?

 

La mano de la bruja dragón estrujó su temblorosa manita debajo de la mesa, con fuerza, deseando transmitirle algo de valor. Un gesto silencioso, comunicándole tanto con este como con su mirada, implorándole que se calmara por el bien de las dos.

 

Por el bien de los tres.

 

La interacción, por obvias razones, hizo sonreír levemente a Jeanne D'Arc Ruler, restaurando un poco de su fe y buen humor al ver algo de mejoría, aún si el problema persistía.

 

"Así que ignorándolo... el contrario absoluto del amor es la indiferencia. No es de extrañar que esté tan desganado, distraído y triste estos últimos días."

 

Ahora fue turno de Alter de entristecer, porque ella también tenía la culpa. Al igual que Lily, que le había dolido rechazar las muestras de cariño e intentos de acercamiento del ojiazul estos últimos días, la mayor también había contribuido a su actual estado.

 

Esa aura deprimente, cansina, espesa y pesada... no había sido solo la pequeña Lily quien le había dado la espalda.

 

Ella también le había dado la espalda; ella. Su esposa.

 

"Para alguien como Ritsuka, que te ama lo suficiente como para haberte pedido ser su segunda mujer luego de Mashu, lo peor que puede hacer una esposa con su marido es ignorarlo. El amor es algo recíproco, Alter— y tú lo estás matando."

 

Y si bien estaba exagerando, no dudaba en que verdaderamente estaba afectando a Ritsuka. Era de los servants que más le conocían; de las más veteranas de Chaldea. Una de las piedras angulares de su estabilidad emocional, quien le ayudaba a seguir adelante y ser mejor como persona, junto a Mashu y esa criatura que crecía en su vientre, lo que más le motivaba a seguir luchando por vivir.

 

¿Cómo pudo dejarse afectar tanto?

 

"Yo... yo pensé—"

 

Ruler negó con la cabeza, interrumpiéndola mientras se inclinaba hacia adelante. Avenger vio su rostro reflejado en aquellos ojos color océano, pero más fríos que el hielo.

 

"Entre el pensamiento y la realidad hay miles de mundos de diferencia, Alter. Quizás puedas culpar a Lily, pero existencialmente eres un año mayor a ella, eres una adulta."

 

Lo sabía, por amor a todo lo sagrado, lo sabía.

 

Y eso solo la avergonzaba más.

 

Sus mejillas ardían, sintiéndose como una completa idiota al haberse dejado influenciar en demasía por la pequeña que estaba a su lado, pero ¿qué más podía hacer? la línea entre cuales eran sus propias emociones y sentimientos, y cuales eran los de Lily siempre había sido confusa para ambas partes. Si tan solo hubiera pensado con la cabeza fría... debió haberla confrontado en el momento en que amaneció molesta con él sin motivo aparente, en lugar de darle la espalda y aceptarlo así como así.

 

"¿Qué vas a hacer?"

 

Inquirió la primera; la futura madre meditó la pregunta por unos segundos. Ya habían pasado muchos años desde que habían dejado de ser "dos" para convertirse en uno solo, una pareja. Un conjunto. No era un "Yo y tú", ya no más. Era un "nosotros", uno al que había hecho demasiado daño ya, tenía que recuperar su verdadera naturaleza romántica como mujer casada.

 

"Le pediré disculpas. Le demostraré lo mucho que lo amo, cuanto lo siento... y que es todo para mi"

 

Ruler escuchó atentamente el "plan", muy entre comillas, de su hermana menor, luego hizo algo inesperado. Agarró la muñeca de la santa oscura; aquella en donde estaba su sortija de matrimonio, para obligarla tanto a Lily como a ella a verla. Todo lo que representaba aquel pequeño anillo estaba en juego. No era momento de titubear o quejarse, ni de dejarse consumir por sus nervios.

 

"Recuerda; eres Esposa, actúa como tal. El día de mañana esa criatura va a pedirte consejos sobre lo que es y como es el amor, y vas a tener que compartir tu experiencia, tanto lo bueno como lo malo. Hazte un favor a ti misma, a mí, y a toda Chaldea, y haz que los momentos dulces sean más cuantiosos que los malos"

 

Porque los malos abundaban últimamente. Ritsuka no compartía mucho de si, poco de hecho, y a ciencia cierta, si le preguntabas a alguien sobre su pasado... Te diría que sabían poco o nada del muchacho, salvo unos pocos. Dichos pocos, siendo Arturia Caster, su hermanita ahí presente, y quizás Mashu. ¿El resto... ?

 

Llevaban casi 10 años conviviendo con él, y si Mashu sabía sobre el pasado del último Master de la Humanidad, no quería decirlo en voz alta; desde el punto de vista de Shielder, para que su Master no dijera nada de si a los demás era porque no quería preocuparlos. Casi todos sus servants solo sabían del ahora; de quien era Ritsuka luego de llegar a Chaldea, lastimosamente, dicho ahora estaba plagado de momentos más malos que buenos. Y sinceramente, no sabía si su presencia allí se debía a su embarazo, puesto que por el segundo Orden Call, debería haber desaparecido como sus compañeros de clase.

 

Pero allí estaba ella, sorteando el destino...

 

Y enojándose con su marido.

 

"Jaaa... Cometí un error terrible, ¿verdad?"

 

"Cometieron en plural, hermanita. Y uno enorme."

 

Recriminó la santa de cabello dorado, Alter y Lily se miraron la una a la otra por breves segundos, la antenita en la cabecita de la pequeña Lancer se irguió, y luego la de Jeanne Alter, llamando la atención de Ruler.

 

Habían tenido una idea.

 

Una que, poco a poco, empezó a ilusionar y provocar una sonrisita feliz en la carita de Jeannie.

 

"Creo que tengo una idea. Voy a pedirle a Kyrielight que nos de un momento a solas."

 

El orgullo que la llenó en meros instantes se percibía en toda su actitud, hasta su postura. El mal humor que D'Arc había tenido hasta ese momento abandonó su ser, considerando que su labor estaba hecha, asintió.

 

No iba a cuestionar ni invadir la privacidad de la albina, lo que sea que ambas estuvieran planeando, era asunto suyo. Estaba orgullosa de haberlas ayudado, pero...

 

Principalmente, lo que más la hacía feliz, era su iniciativa de poner manos a la obra.

 

"¡Que bien!~ Onee-chan está bastante feliz~ Esperemos que todo se solucione para la víspera de navidad, Martha y los demás han hecho una cena maravillosa, y odiaría que se desperdiciara."

 

"¡No lo hará, Onee-chan! ¡Todos seremos felices el 24 de Diciembre!"

 

Bramó, alzando sus bracitos, antes de ponerse de pie y jalarle de la mano insistentemente a su versión adulta, su ahoge moviéndose con brutal insistencia cual colita animal, eventualmente Alter se puso de pie, despidiéndose con un mero gesto de mano de su contraparte, quien miró mucho más tranquila a ambas partir, una apresurada, la otra lentamente por barriguita.

 

Esperemos que las cosas si mejoren...

 

Fue lo último que pensó, antes de reclinarse contra la silla un vez estuvo sola. El cansancio físico y mental golpeándola con una fuerza abrumadora. Aún siendo una Servant se sentía exhausta, sus preocupaciones se la habían estado comiendo viva últimamente.

 

Necesitaba una siesta, luego volver a ayudar con las decoraciones.

 

.


.

 

Los últimos días no habían sido amables con el joven Ritsuka, sin embargo, eso no mermó el espíritu navideño que prácticamente ya estaba consolidado en toda Novucm Chaldea. Desde hacía mucho que se había convertido en algo fundamental para todos los miembros, ya fueran humanos o Servants; era así desde que eran simplemente "Chaldea"; gracias a Arturia Saber Alter, y todos los Santas que la sucedieron, Navidad se volvió la festividad más importante del año, por todo lo que esta representaba.

 

¿Tal vez porque significaba un año más vivos o tal vez porque podría ser la última fiesta que todos compartirían juntos?, habían pasado por tanto, que era un regalo con todas las letras. Cada servant y cada humano vistiendo ese uniforme tenía su propia respuesta a esa pregunta, pero en lo que a Fujimaru respecta, simplemente la dejaba ser; ¿había otro santa que ayudar? bien. ¿Más aventuras que tener? bien. ¿O no había nada que hacer y podía dedicarse a cocinar? también estaba bien.

 

Diciembre, la misma navidad, siempre era la misma fecha hermosa y relajante que le recordaba por qué debía seguir adelante. No podía simplemente parar sus actividades y deberes para con Abigail y los demás simplemente porque tuviera problemas con las Jeanne Alters... pero eso no significaba que fuera fácil.

 

"¿Seguro que no quieres más de mi ayuda, Emiya?"

 

Cuestionó al albino, quien tenía unos guantes puestos, observando el set de galletas en proceso. Faltaban aproximadamente unas dos bandejas más para terminar y tener suficientes para todos los servants para la noche de hoy, ¿de resto? El festín navideño de la noche del 24 estaba prácticamente listo. El servant en cuestión giró la cabeza levemente, antes de negarle con suavidad al muchacho.

 

"No hay por qué preocuparse, Master. Solo quedan unos días y ya es de noche; casi diciembre 14, prácticamente solo queda una semana. Casi todo está listo. ¿Y tú? ¿Vas a bailar?"

 

Preguntó, intrigado, antes de alzar una ceja y señalar con la mirada al escenario en el que Abigail, él y otros cuantos más iban a interpretar el cascanueces: gracias al esfuerzo de los Nemo Series, ya estaba construido en su totalidad, la coreografía junto a los ensayos continuarían por unos cuatro días más antes de dar todo por terminado. No había nada más que hacer, por mucho que Ritsuka quisiera ocuparse física y mentalmente.

 

Su rostro enrojeció, rascándose la nuca con un poco de nerviosismo, antes de soltar una risilla.

 

"Hehehehe... sí, supongo que sí..."

 

Verle avergonzarse llamó la atención del usuario de Unlimited Blade Works; luego de lo ocurrido en Salem hacía unos cuantos años, donde Chaldea fingió ser una compañía de teatro ambulante, interpretar y actuar no debería de ser algo tan difícil para él, lo que es más: este Diciembre había sido muchísimo más tranquilo y menos estresante que las temporadas navideñas de los años anteriores.

 

Nadie había detectado una micro singularidad ni habían invadido la bóveda de los Griales para crear una, Abigail no había mentido cuando dijo que, como Santa Claus, su principal deseo era bailar y regalarles una noche de entretenimiento pacífica a sus compañeros servants.

 

"¿Nervioso?"

 

"Solo un poco... hace tiempo que no actúo, quizás tengo pánico escénico."

 

La tierna risita que salió de Beni-Enma desde atrás, que tuvo la orejita parada, escuchando toda la conversación sin pedir permiso, les tomó por sorpresa. ¿El chico había salvado al mundo incontables veces, se agarró a golpes con Goetia y luchó contra la muerte por su derecho a vivir, ahora le tenía miedo a la actuación?

 

"Cielos santo-dechi. Creía que luego de ORT nada podía asustarte, Master."

 

"B-Bueno, una cosa es el fin de la existencia y otra bailar frente a varias personas, ¿sabes?"

 

Replicó, ya no rascándose la nuca, sino metiéndose las manos en los bolsillos, no sabía muy bien como reaccionar. ¿Comandar ejércitos, darle órdenes a héroes legendarios que podían matarlo con un dedo, luchar guerras del grial simuladas, entrenar como Espartano? pan comido, ya no era un novato y había desarrollado bastante bien su coraje, sus agallas y su determinación... ¿pero bailar frente a TODO el mundo, para las mismas personas y amigos a los que debía de hacerse respetar como su Master?

 

Por dios... Ritsuka agregó algo más;

 

"A mi padre no le gusta dar discursos por ejemplo y a mamá no le gusta interactuar con la gente más de lo necesario"

 

Beni-enma agarró una bandeja vacía; uno de sus pichones siendo invocado de la nada le traía la figura de un árbol, ya tenían más que suficientes hombres de jengibre, el detalle estaba en la variedad, así que empezó a hacer arbolitos sin pedir la opinión de nadie, antes de meterse de lleno en la conversación.

 

"¿Y tú como saliste tan parlanchín?"

 

"Como no había nadie en casa por las tardes, me ocupaba en clubes. Repostería era mi favorito, aunque también estuve en el de Fotografía. Interactuar con la gente fue más un deber que una necesidad."

 

"Huh... no te conocía esa parte, nadie que te conozca pensaría que eres introvertido... "

 

Secundo Boudica, "Solo un poco", volvió a decir Ritsuka, mirando a la Rider pelirroja que estaba limpiándose algo de masa para hornear de la mejilla con un paño, el último Master de la humanidad soltó otra risa, antes de suspirar. La verdad es que había estado evadiendo un poco su habitación; no quería irse a dormir precisamente por el tema de su complicado estado con Jeanne Alter, y Jeanne Lily.

 

No estaba tranquilo y, si bien tenía una experiencia abrumadora como Master, además de recordar como alguna vez el albino le dijo que él era quien mejor entendía a los servants, esta era la primera vez desde su matrimonio con Shielder y Avenger que atravesaba una situación tan complicada emocionalmente hablando. Cocinar y hornear, aunque fueran una de sus actividades favoritas, no le habían ayudado del todo a despejar su mente, eso era lo que más le preocupaba.

 

No encontrar una solución cuando la navidad estaba a la vuelta de la esquina; era diciembre catorce, maldita sea. Ya había pasado una semana, y las cosas no mejoraron. Sentir la mano de Rider acariciándole la cabeza le terminó por sacar de sus pensamientos.

 

Los cuatro; Emiya, ella, Tamamo Cat y Beni-Enma le devolvían la mirada, alegres, cada uno reconfortándole a su manera, buscando transmitirle paz. Para unos héroes que ya habían vivido su vida y entendían bastante de la naturaleza humana, ver a Ritsuka pasar por todo tipo de dilemas desde que era un adolescente hasta ahora donde era todo un hombre, no era tan distinto de ver a un niño queriendo comprender como hacer su tarea.

 

La naturaleza humana no era un juego, si. Las relaciones, el amor, la fidelidad y el matrimonio tampoco... pero es que Master era simplemente adorable.

 

"Ve a intentar dormir, Master. Sea lo que sea que te preocupe, todo tiene solución. Solo tranquilízate, y piensa con la cabeza fría."

 

Ritsuka la miró unos segundos, antes de sonreír alegremente y asentir. Era una respuesta falsa, pero sus problemas eran sus problemas. No era Boudica quien estaba casada con Jeanne Alter y Mashu; su vida era su vida, la vida de Boudica era la suya. Estaban ahí para luchar juntos, para ser una familia, pero no creía que fuera correcto forzar a que alguien más cargara sus problemas o estuviera obligado a escucharla. ¿Qué clase de persona sería de hacerlo? tenía que aprender a lidiar con sus errores.

 

"Si, tienes razón, Boudica. Iré a pegar el ojo un rato."

 

Dijo, tomando un paño para limpiarse las manos, el que ella le guiñara un ojo le extrañó, porque le hizo preguntarse si de verdad había creído su mentira de que todo estaba bien. En cuanto dejó su mandil de lado y se encaminaba hacia la puerta para regresar a la cafetería e irse a acostar, la voz de Archer le detuvo en seco.

 

"Te acompaño, Master."

 

"Oh, no hay necesidad, Emiya."

 

"Insisto."

 

Fujimaru alzó sus hombros, una silenciosa señal de que no protestaría más, y ambos hombres partieron de la cocina, bajo la atenta mirada del trío de chicas. Al caminar, Ritsuka se tomó la libertad de observar atentamente los pasillos de Chaldea conforme avanzaban, se veían hermosos. Las decoraciones le daban un aire navideño, fiestero y muy... hogareño a todo el sitio, realmente lo apreciaba.

 

Hasta los entrenamientos en el simulador habían sido cancelados, al menos hasta Diciembre 27.

 

Estaba hecho así para que nadie pudiera enfocarse en su naturaleza como guerreros, como servants, técnicos o espíritus heroicos. Estaba hecho de tal forma, para que su única preocupación fueran sus regalos, y la cena navideña.

 

Para recordarles a todos que alguna vez fueron humanos.

 

"Nunca me acostumbro a ver a tantos guerreros tan diferentes compartiendo techo, comida y risas como quien no quiere la cosa..."

 

Habló en voz alta, aunque no fue su intención. Por ejemplo, ver a Karna y Arjuna tratándose de forma decente en lugar de seguir con su eterno conflicto, o al Rey de los héroes compartir mesa con alguien más que no fuera Enkidu, riendo lado a lado con Iskandar... Hasta las competencias de comida entre los Berserkers; Jason agitando un banderín con la cabeza de Heracles dibujada mientras gritaba su nombre a todo dar, para motivarlo y que le diera una paliza a Lu Bu y Leonidas en quien comía más.

 

Su corazón palpitó, feliz.

 

"Hasta Yu-Senpai es más feliz que nunca desde que está aquí con su esposo. Chaldea siempre ha sido..."

 

"Especial, Master. Gracias al esfuerzo de todos nosotros, Chaldea ahora es mucho más que solo la obra magna de Marisbury."

 

Completó Emiya con una pequeña sonrisa, asintiendo. Estaba de acuerdo con el chiquillo; su corazón era más cálido desde aquella primera vez que vio un grupo particular juntarse en una mesa, ya no como enemigos, sino como aliados. No quedaba rastro alguno de los recuerdos de Matou Sakura, Tohsaka Rin y Fujimura Taiga en los cuerpos de Parvati, Ishtar y Jaguar Warrior, pero el que estas tres compartieran mesa con Sitonai, Emiya Kiritsugu, Chloe e Irisviel fue simplemente... algo instintivo.

 

Algo que le hizo sentirse, por horrible que sonara, como Emiya Shirou una vez más.

 

Pero pese a todo lo bueno... era observador; no tenía nada que ver con su clase eso si. Conocía mucho a ese niño; había intentado matarlo en Fuyuki, y ahora le seguiría fielmente al infierno sin dudar, como harían tantos otros.

 

"¿Problemas en el paraíso, Ritsuka?"

 

Soltó sin más, atrapándolo entre la espada y la pared. Una risa nerviosa salió del pelinegro, que rascó levemente su mejilla, soltando otro suspiro. Si estos realmente sacaran pedazos de su alma, ya no tendría la suya. La mirada y la pregunta le dijeron todo lo que necesitaba saber: buscaba una charla, de la cual no huiría. Terminó apoyándose contra la pared para un pequeño descanso.

 

"¿Tanto se nota?"

 

Emiya asintió, alzando el índice para señalarse a si mismo.

 

"Le hablas al diablo con temas respecto a las mujeres. Tengo una mala y buena suerte con ellas, así que me tienes para darte consejos."

 

El Magus no respondió al instante, no es como si lo esperase tampoco. Estaba dubitativo. Si, Archer quizás fuera uno de los primeros servants que había conocido; uno de los más antiguos, más leales, más confiables. Pero el amor, las relaciones, no era un tema que pudiera hablarse tan a la ligera. ¿Podía hablarse con quienes más confiabas? ¿discutirlo amenamente con quienes más querías? seguro.

 

Pero... el matrimonio era... complicado. El amar era complicado, porque cualquier paso en falso podía arruinar o, sino, perjudicar devastadoramente cualquier tipo de relación, por mucha historia que esta tuviera. Ese temor era lo que hacía a Ritsuka dudar.

 

"¿Me prometes que será uno bueno?"

 

Su compañero sonrió levemente. No una sonrisa completa; como Boudica, guiñó uno de sus ojos, una forma de decirle "no prometo nada", porque no podía hacerlo. No era un dios del amor, pero ahora mismo Ritsuka no necesitaba de una poción o algo que eliminara sus problemas con un chasquido de dedos. Ese gesto lo fue todo para él, porque le daba a entender que era como él. Que alguna vez también fue adolescente. Que alguna vez también fue humano, que también había amado.

 

Y que quizás, también había estado en un problema amoroso que quizás no pudiera arreglarse tan fácilmente... como decían por ahí "Más sabe el diablo por viejo, que por diablo." El aura tan familiar, despreocupada y cálida que rodeaba a ese hombre le traía muchos recuerdos al ojiazul. Recuerdos que evocaban la confianza que Emiya buscaba.

 

"Te pareces mucho a mi papá, Emiya"

 

"Lo tomaré como un cumplido, Master"

 

Ahora si, su mirada y expresión cambiaron levemente, buscando las palabras adecuadas. El arquero agitó la mano un poco en círculos, incitándole a hablar. Las pocas dudas que había tenido sobre hablar tan abiertamente sobre su matrimonio se desvanecieron un poco, sería vergonzoso pero... lo haría. Lo diría.

 

"Yo uh... el día en que Abigail me mostró su forma de Santa Claus y que quería aprender a bailar... me dispuse a enseñarle, aprendí un poco luego de Shinjuku, pero... aprovechó para coquetearme."

 

No solo sus mejillas enrojecieron en esta ocasión. El tono carmesí de su piel se esparció por casi todo su rostro: hasta el puente de su nariz, hasta sus orejas. Entendió todo perfectamente; alzó una mano, indicándole que no diera más explicaciones. Era muy fácil saber que había pasado luego entre su Master, y la pequeña Foreigner.

 

"Y terminaron teniendo sexo."

 

"¿Cómo lo supiste?"

 

Pregunta estúpida. Ya tenía casi 26 años de vida, pero no podía compararse en nada a alguien que ya había vivido dios sepa cuanto; alguien que seguía existiendo gracias a su pacto con el mundo. Archer se cruzó de brazos. ¿En serio? pareció preguntar sin hablar. Si, definitivamente había sido una pregunta estúpida. Y bastante.

 

Mejor lo olvidaba.

 

"Jeanne estaba ahí. Lily-chan. Y ya sabes que ella y Jeanne Alter están conectadas emocionalmente hablando, por su situación única. Ha estado molesta conmigo varios días, y... nada de lo que hago funciona"

 

Su mente unió las piezas al recordar lo ocurrido en navidad del año 2018. El nacimiento de Jeanne D'Arc Alter Santa Lily. Un pedazo del alma de Alter que se hizo consciente, que se hizo servant, pero no del todo independiente. Lo que una sentía, la otra también, como ecos que resonaban en una cueva. Una conexión que traía más problemas que virtudes, porque las cosas serían más fáciles de arreglar si también tuvieran una conexión psíquica.

 

De tener ese lujo, habrían podido saber el motivo de su enojo más pronto que tarde.

 

"Y Jalter estuvo enojada todos estos días, sin saber por qué, y ninguna quiere escucharte ¿verdad?"

 

Fujimaru asintió, optando por mirar la sortija de matrimonio en su dedo anular. Tenía grabado en una parte el escudo de Mashu. ¿En la otra? la diadema de Alter, una forma de representar que estaba atado a las dos. Jeanne no se quejó en absoluto al ver que Ritsuka no usaba otro anillo en sus dedos, le pareció bonito; era una forma de decir que aceptaba estar con él y compartirlo con Mashu. De que reconocía la fortaleza y el amor entre la rosada, y su tontito.

 

Ahora ese vínculo estaba peligrando. Sus ojos, desesperados por encontrar algo de esperanza y consuelo, encararon al arquero escarlata de Fuyuki.

 

"No sé como arreglarlo... ninguna quiere escucharme."

 

Era una situación complicada, bastante. A ojos de Emiya, una donde todo escalo muy, muy rápido y para mal. El Counter Guardian se apretó el puente de la nariz, pensativo. Si bien no había tenido una situación parecida, porque uno si tiene sexo en las afueras o lugar público, mínimo tiene cuidado de que no haya nadie cerca, podía darle algo que puede servir.

 

"¿Sabes, Master? Bajo mi punto de vista, deberías esperar que ellas se acerquen"

 

"¿Enserio?"

 

"Si, mira, las has buscado y no te han querido aceptar nada. ¿Hace cuanto no duermes con Jeanne Alter?"

 

"Una semana. Desde que no quiere oírme; tampoco me deja abrazarla antes de dormir, ni me toma la mano cuando comemos juntos."

 

"Si, capaz estoy pecando de "obviedad", pero Jeanne Alter siempre te busca cuando están mucho tiempo separado, y a Lily siempre le da el bichito de querer algo por las fechas navideñas. Te buscarán, créeme, además...No es como que seas el único que se ha dado cuenta que algo malo te pasa"

 

"¿Tan obvio soy?"

 

"Pues, si no te has dado cuenta, metiste la masa de galletas en el congelador y el pavo lo dejaste bajo la llave de agua. Así que si, eres un poco demasiado obvio"

 

El silencio que vino a continuación solo duró unos breves segundos, pero que para él, fue casi una eternidad. Solo fueron dos ejemplos; para alguien que le gustaba la cocina, la repostería y la fotografía... fueron como dos bofetadas de realidad. Dos cañonazos de cientos de kilos a miles de kilómetros por hora. El tono carmesí de su rostro se atenuó, sacándole una carcajada leve al Counter Guardian de ojos grises.

 

El muchacho realmente era adorable.

 

"Entonces, solo debo... esperar"

 

"Uhum. Confía en ti mismo, y confía en esas dos. Con que una de ellas se disculpe contigo, la otra también lo hará. Me imagino lo complicado que debe de ser el lidiar con dos personas que comparten emociones, pero también más fácil. Más predecible."

 

Ritsuka sonrió levemente ante el consejo de Archer, antes de asentir. Inevitablemente, ya fuera Alter o Lily, terminaría cediendo, presa de sus sentimientos. Lily seguía siendo una niña caprichosa y algo malcriada que podía contentarse con algo de amabilidad, por más pequeño que fuera el gesto en cuestión. Por parte de Alter, ella siempre había tenido un lado dulzón, amoroso, posesivo y empalagoso que le mostraba cuando estaban a solas.

 

Puede que estuviera molesta, pero eran felices juntos, genuinamente felices.

 

La amaba. A ella y Mashu. Simplemente tenía que esperar el momento indicado.

 

"Gracias, Emiya."

 

El hombre sonrió un poco, llevando una mano a la cabeza del joven adulto, revolviendole el cabello como si fuera un niño pequeño.

 

"Nada que agradecer, muchacho. Anda, descansa un poco, te lo has ganado. ¿A no ser que quieras que Abby también se moleste contigo por pisarla durante la actuación?"

 

Un pequeño escalofrío recorrió su cuerpo, si, no necesitaba una tercera enojada con él. Dos eran suficientes, y ambos habían entrenado mucho tiempo como para que él lo arruinará por un desliz.

 

"No. Tienes razón. Hasta mañana, Emiya"

 

"Hasta mañana, Master. Descansa."

 

Se despidió el albino, regresándose a la cocina. Ritsuka, que sintió los estragos del cansancio del día pegándole a plenitud, pero con sus emociones y espíritu completamente renovados, decidió por fin dejar de pensar e irse a acostar. Si Jeanne no quería o estaba dispuesta a perdonarlo todavía, no insistiría. Le daría su espacio, tanto a ella como a Lily. Su dedo tecleó la contraseña de su puerta, entrando sin problemas.

 

"¿Mashu? ¿Jeanne?"

 

Todo estaba a oscuras. La luz se encendió, pero, sorpresivamente, no encontró a nadie. Ninguna de sus dos esposas estaba, aunque para este punto, Kyrielight ya debía de estarle esperando, y en el caso de Alter, que estaba algo molesta, estaría o acostada o tomando una ducha, pero nada.

 

Estaba solo ahí en su habitación matrimonial, con un pastel, unas tostadas y un jugo de naranja recién preparados, en compañía de una pequeña nota marcada con lápiz labial color morado.

 

"Senpai. Me quedaré un poco tarde ayudando a Sion y Da Vinci-san a ordenar los informes de nuestras misiones de este año en orden alfabético. No me esperes despierto. Disfruta tu cena. Con amor, tu esposa; Mashu Fujimaru"

 

Oh

 

Bien... eso era deprimente. Si Mashu estaba ocupada en el centro de mando con Sion y Da Vinci, entonces ¿dónde estaba Jeanne?, Ritsuka miró a su alrededor, la habitación estaba impecable.

 

La puerta del baño estaba cerrada, como siempre. Su primer instinto fue sentarse a comer su cena y su postre, las tostadas tenían algo de huevo, todavía calientes, cortesía del limitado conocimiento de runas que Scathach y Cú le habían dado a la rosada.

 

¿En cuanto al pastel?, se derritió en su boca. Mashu y Jeanne eran dignas rivales y compañeras en lo que a la cocina se trataba, no podía estar más complacido... y determinado a no perder.

 

"Lavaré esto mañana..."

 

Murmuró, dejando los dos platos y su tenedor en el lavaplatos, antes de encaminarse al baño. Quería primero darse una ducha y lavarse los dientes antes de irse a dormir.

 

Click~

 

Lo que le detuvo justo luego de agarrar su cepillo, fue el sonido de algo encendiéndose. Ritsuka observó la puerta en frente suyo, antes de fruncir el ceño una vez más.

 

¿Acaso Serenity, Raikou y Kiyohime se colaron en mi habitación otra vez?

 

Pensó, listo para salir a recriminarle a quien sea que hubiera puesto un pie en su habitación. La puerta se deslizó, tal vez un cepillo no fuera a hacer mucho contra una servant, pero un escarmiento verbal y un hechizo de comando si que—

 

Clack~

 

Lo dejó caer al instante, junto toda la seriedad del momento cuando su mirada se posó sobre su cama. Acostada, ahí como quien no quiere la cosa, totalmente desnuda exceptuando un camisón negro transparente, con su mano sobre su estómago y la cabeza apoyada en la otra, Jeanne D'Arc Alter le devolvía la mirada.

 

No estaba sola.

 

"¿H-huh...?"

 

"Tonakai-saaan~ Bonsoir~"

 

Si, estaba casi seguro que la erección totalmente involuntaria que tenía era casi como para ir preso por un par de crímenes, felizmente no había policía en la tierra blanqueada, así que podía disfrutar sin remordimiento alguno que la joven Alter tenía un atuendo similar a juego con el de la Avenger, salvo porque el encaje del mismo camisón era de un tono blanco que simulaba un poco el patrón de su vestido navideño. En efecto, la pequeña Jeanne Alter Lily fue la primera en saludar a su amado, sonriéndole antes de cerrar sus ojitos.  

 

Tenía hasta "pompones" blancos qué simulaban los botones del mismo abrigo blanco qué siempre llevaba. Absolutamente hermosa, absolutamente tierna, absolutamente bella, pero joder... la sorpresa no tenía cabida en él. Debería estar feliz, ¿lo estaba? por supuesto, pero... carajo, de todas las formas en las que esperaba que Jeanne Alter intentara reconciliarse con él...

 

Esta no era una de ellas. Más aún... ¿con Lily?

 

"U-Ustedes... ¡¿Q-Qué hacen aquí?!"

 

La Santa oscura sonrió con travesura, disfrutando de su reacción. Oh, si que se había visto bastante lindo. Bastante, bastante lindo. Muy pocas cosas podían sorprender a Ritsuka hoy en día luego de todo por lo que había pasado, tomarle por sorpresa siempre terminaba siendo una ocasión especial. Añadía algo de sabor extra a su ya de por sí picante noche. Bien, estaba lista para responderle.

 

"Yo también duermo aquí, tontito. Scathach nos dio algo de ayuda."

 

Señaló, antes de que su mirada apuntase a la lámpara recién encendida; una runa brillando con intensidad, y entonces lo entendió. Probablemente tenía que ver con invisibilidad; puesta específicamente para ocultarlas a las dos si la luz se apagaba, así fue como evitaron que las viera nada más entrar a su habitación. Un buen truco para darle un susto rápido...

 

Y una sorpresa que le agarró con los pantalones abajo, no literalmente claro.

 

"Ehe~ Tonakai-san~ Eres un tontito~"

 

Ronroneó la pequeña Lancer, poniéndose de pie para salir de la cama, tomándole la mano a Ritsuka, encaminándolo hasta el colchón. Este, dubitativo, nervioso pero ilusionado, se dejó ser.

 

Jeanne Alter se acomodó para darle el espacio suficiente, justo a tiempo para que su yo infante le rodeara con ambos brazos, acostándolo en medio como solía estar; ella en su hombro izquierdo, Mashu en el derecho. La servant artificial no perdió tiempo, llevando un brazo por atrás de sus hombros, el otro partiendo desde su barriga hasta su torso.

 

Lily, por su parte, le apretó fuertemente, con una carita llena de ilusión y unos poquitos rastros de lujuria. Hacía mucho tiempo que ella y su Reno no hacían cosas de adultos, estaba verdaderamente emocionada.

 

Pero en lo que a Ritsuka respectaba, tenía muchas dudas. ¿No es que acaso estaban enojadas con él? ¿cómo es que no las había visto? Alter, que le miró con amor y dulzura inagotables, como siempre lo hacía antes de todo su enojo, sonrió, adivinando lo que pensaba.

 

"Hoy charlé con esa Santurrona. Nos dijo unas cuantas cosas... y tuvimos tiempo para pensar."

 

La segunda Santa asintió, sus pequeñas manos empezando a deshacer los botones de la camisa del esposo de su contraparte; la antenita de pelo en su cabecita agitándose con alegría, cual cola de un cachorrito. Se le había acelerado el pulso de su corazón, porque sabía lo que iban a hacer esta noche. ¿Y la verdad? no podía esperar para empezar.

 

"¡Uhum, uhum!~ Onee-chan es muy buena; ya no quiero estar enojada contigo Tonakai-san. Lo siento mucho, mucho mucho. De verdad, no quería lastimarte a ti, o a Alter Onee-chan."

 

Dijo, arqueando sus cejitas en una mueca de preocupación y tristeza, dejando a Ritsuka completamente estupefacto. Porque la verdad, no pensó que el consejo de Emiya tendría efecto inmediato. ¿Era acaso esta la famosa "mala suerte" de la que él habló más de una vez?, si estar a punto de tener un trío con las dos versiones de una de sus esposas era mala suerte... ¿cómo sería su buena suerte?

 

No quería saberlo. Al menos no por el momento; simplemente negó la cabeza, buscando quitarle esa preocupación de su cabecita. No había hecho nada malo, a grandes rasgos, simplemente había actuado como una persona normal: con celos. Todo lo que vino a continuación puede que fuera en parte su culpa, pero no fue algo que Jeanne Lily hiciera con malicia. Ahora tenia otra cosa... o más bien cosas, a las cuales debía de ponerles atención.

 

Ver que no estaba molesto con ella le trajo una paz que no sabía cuanto necesitaba. Sus hombros perdieron un gran peso, sus labios esbozaron una sonrisa nerviosa, aliviada. En realidad no sabía como sentirse ahora mismo; feliz de que su Reno no estuviera molesto. Nerviosa porque iba a hacer algo para adultos con su yo mayor y con él, triste porque sus acciones pudieron causar un gran daño, culpable... ¿Un poco de todo sería el término correcto?

 

Sí, sonaba adecuado.

 

"Entonces, le agradeceré a Jeanne-san en cuanto la vea"

 

Lily y Alter rieron casi al mismo tiempo, con el mismo tono tras escucharle: el alivio que Jeanne Lily había sentido se esparció hasta su otra yo al ver que Ritsuka no estaba molesto, herido ni mucho menos. En verdad, en su mutua angustia, esperaban un grito o una reprimenda, porque de hacerlo estaría totalmente justificado, pero no fue así. Todo rastro de miedo o nervios que las carcomió vivas aquella tarde se fue simultáneamente de sus cuerpos y en su lugar, vino el inicio del placer y la complacencia.

 

Chuuuu~

 

La primera en actuar, sorpresivamente, fue la pequeña. Jeanne no se quejó ni protestó al observar a su contraparte infantil ir hasta el cuello de su marido, apegando sus labiecitos contra la piel del hombre de ojos azules; Ritsuka se atragantó con aire, sorprendido el actuar repentino de Jeanne Lily. Su iniciativa había sido... inesperada.

 

"Hngh—"

 

"Hmmm~... Munch munch~"

 

Lancer tomó ventaja de sus dientes, clavándolos en la piel del pelinegro conforme sus manitas empezaban a recorrer su torso cuando la camisa del uniforme fue abierta. Alter fue la que la removió por completo, revelando los músculos marcados por el régimen de entrenamiento que tenía desde hacía años.

 

"¡L-Lily... !"

 

Ritsuka dijo, antes de que su mirada se desviara a su esposa: pues Jeanne Alter acercó su cabeza a él, bloqueándole la vista con el ceño fruncido pero dos corazones claramente en el fondo de sus ojos, le miraba con amor pese a su expresión de enojo.

 

No le pidió permiso. Le agarró la otra mano, jalándola hasta colocarla en su barriga, y luego comenzó a lamerle una de sus mejillas, con extrema lentitud. En conjunto, a su vez, ambas albinas habían dirigido sus manos a la tienda de campaña en los pantalones de su Master, aprovechando que le tenían atrapado entre sus cuerpos.

 

Él cerró sus ojos con fuerza al sentir como Avenger estrujaba su hombría con fuerza, y Lily hacía lo propio con sus pequeños dedos, como tanteando la idea de bajarle la bragueta, pero no del todo.

 

Hasta que ella también empezó a lamerle el cuello, feliz, ilusionada, y en parte contenta. Había olvidado la última vez que ella y su reno habían hecho cosas para adultos, porque su apetito sexual era mucho menor que el de su otra yo, pero seguía estando ahí.

 

Le deseaba, porque le amaba después de todo.

 

"Sluurp sluuurp sluuuup~ Tonakai-san. Tu cosa está muy caliente~ ¿estás contento?~"

 

Ronroneó, antes de frotar su naricita contra la zona que acababa de llenar de su saliva; había dejado un chupetón, bastante marcado, Alter apretó su mano con mayor fuerza, sacándole un quejido que mezclaba gusto, dolor y placer a partes iguales.

 

Le gustaba sentir la mano de Ritsuka acariciándole su barriga desde que había quedado embarazada. Era uno de sus mayores gustos, proveniente tanto de sus instintos de esposa, como de madre. Que su marido, que si tontito idiota bobito le mostrara amor a su cuerpo.

 

Lily tenía razón. Se le notaba más caliente que de costumbre. Era imposible que perdiera la oportunidad de molestarlo, por lo que, fiel a su naturaleza, la esposa sonrió a su marido, alzando sus cejas en un gesto coqueto, como si intentara decir que le atrapó con las manos en la masa.

 

"¿Hmmm?~ no miente... ¿que pasó, tontito de porquería? ¿acaso tener a una pequeña e inocente niña en tu cama esta noche te puso más cachondo de lo normal?~"

 

Indagó, ya fuera si decía que si o que no, no esperaba una respuesta y tampoco la recibiría, porque ni el mismo Ritsuka sabía a ciencia cierta si es que la presencia de Jeanne Lily estaba sumando a su calentura. Pero si tenía una leve idea que tal vez podría explicar su actual estado. Desde que Jeanne se había enojado con él...

 

Ni siquiera había pensado en tocar a Mashu, a la propia Jeanne Alter, o a nadie más de su extenso harem.

 

"Yo... Estaba tan preocupado que me abstuve de tener sexo..."

 

Respondió, levemente avergonzado, ¿masturbación? tampoco. ¿Como podría pensar en ello? su libido se había apagado por completo esos últimos días gracias a su estrés y tristeza. Estar entre los pechos de Mashu y haberla besado con la lengua no fue un acto de lujuria buscando placer o algo parecido, sino consuelo. No tenía motivo alguno para estar feliz o querer tener sexo si Jeanne y él no estaban en buenos términos. Su única fuente de estímulo sexual esos últimos siete días había sido sus sueños...

 

Y los pensamientos que nunca abandonaron su cabeza.

 

Ni siquiera había intentado tener relaciones con Abigail luego de esa tarde; por eso mismo, ahora estaba mucho más duro y excitado de lo normal.

 

"¿Hooooh?~ ¿Estabas tan preocupado por lo nuestro que no le pusiste un dedo encima a Mashu?~"

 

Inquirió, sus hermosos labios cubiertos de lápiz labial negro curvándose en una hermosa sonrisa, una seductora al sus párpados entrecerrarse levemente, el tono de voz que usó entremezclaba dulzura, pero también un poco de burla.

 

Ritsuka jadeó fuertemente, su mano moviéndose en círculos alrededor del estómago de su amada esposa, Jeanne soltó un leve ronroneo de gusto, empezando a abrir la boca, en busca de un beso; su índice y dedo pulgar agarrándose de la cremallera mientras que Lily iba a por el botón.

 

Su miembro fue liberado en todo su esplendor, aunque estuviera cubierto por su ropa interior, seguía siendo impresionante. El calor se sentía incluso por la tela de su bóxer: los ojitos amarillos de la segunda Santa Claus estaban absortos en la figura tan obscena que tenía la hombría de su amado Reno.

 

Había olvidado casi todo referente a hacer el amor por lo mucho que había pasado desde su último encuentro. Alter desvió levemente su mirada, interrumpiendo su comida; su pulgar e índice sujetando fuertemente el mentón de Ritsuka, para evitar que se moviera o evitara su beso.

 

"¿Hm?~ ¿nerviosa?~ si quieres echarte para atrás, solo dilo."

 

Volvió a burlarse, pero no de su esposo; ahora quiso irritar un poquito a su compañera, a si misma, antes de estrellar sus labios contra los de Ritsuka con todas sus fuerzas, sacándole un gemido. Jeanne Alter se derritió de alegría, alegría ardiente que Lily sintió en su corazoncito, mirando la interacción con la boca semi-abierta.

 

La experiencia en besar y su maestría con la pasión gracias a su estatus como mujer adulta, era algo que envidiaba muchísimo de la bruja dragón. Pero estaba hablando de ella misma.

 

Pequeña o no, Jeanne Alter seguía teniendo un orgullo grande, y no dejaría que nadie, ni siquiera ella misma, lo pisoteara.

 

"¡Nunca! ¡Tonakai-san es mi futuro esposo! ¡Cuando crezca y nos casemos, haremos hijos todos los días!"

 

Chilló, llevando ambas manos a la última prenda del Chaldeano, quitándosela de golpe, conforme las lenguas de la pareja empezaban a pelear en la unión de bocas, la mano de Ritsuka viajaba desde la barriga de Jeanne Alter hasta su espalda, yendo y viniendo; con algo de sus fluidos vaginales ya empezando a caer por su feminidad, manchando sus muslos.

 

Eso se lo había tomado como un reto. Después de todo, sus mentalidades y deseos diferían, aunque sus sentimientos y corazones fueran parecidos... por eso, si esa niña lograba crecer...

 

Sluuurp sluuurp sluuurp~

 

Sería una rival temible.

 

Los labios de la albina mayor se enrollaban con hambre contra los labios del muchacho de cabellos negros, manchándolos con su saliva y lápiz labial. Quedaría todo arruinado, pero no le importaba, solo importaba recuperar el tiempo que habían perdido.

 

Mientras Alter y Ritsuka compartían un beso de lo más obsceno, Lily estaba frotando su rostro contrea el bulto de su pareja. Olía fuerte, no mal, fuerte. Combinación del sudor del día y el estar encerrado bajo dos piezas de tela.

 

Olía potente... pero olía tan bien...

 

Chu~

 

Pego sus suaves labios al bulto, justo donde sabía que estaba en la punta. Sintió como el líquido pre seminal se filtraba por la tela, bañando sus labios y dándole el sabor que había extrañado.

 

Un toque salado, lo justo para darle el sabor delicioso que tenía para su paladar.

 

Chu~ chu~ chu~

 

Plantó más besos. Era una tortura, lo sentía palpitar, como si fuera un ser vivo entre sus manos y labios. Se sentía un poco mal, claro, notaba el rostro de Ritsuka contrayéndose, pero lo bueno se hacía esperar.

 

Hehehe~ esta es una buena forma de castigarte... Tonakai-san~ eres un esposo muy malo~

 

Pensó deteniendo sus besos por un momento para frotar su mejilla contra su masculinidad insistentemente: Ritsuka entreabrió sus ojos para mirar a Lily, que le devolvía la mirada con una sonrisa juguetona, maliciosa, pero juguetona.

 

No iba a acelerar las cosas, por mucha penita que le diera ver esa cara suplicante por misericordia. Un escalofrío de gustito y alegría recorrió la espalda de Alter, que entreabrió la boca para sorber más de la saliva de su esposo y soltar otro gemido.

 

"Hmmmm~"

 

Porque sintió claramente como Ritsuka concentraba las caricias de sus dedos en su ombligo salido, tocándolo y mimándolo con el pulgar, antes de ir hacia atrás, bajando su mano por su culo.

 

Subía y bajaba en su nalga izquierda, masajeándola, tratándola como si fuera masa para pasteles. Jeanne le presionó contra la almohada con mayor insistencia, buscando dominancia, pero también que siguiera.

 

Y seguir es lo que iba a hacer.

 

Chuuu~ chuuuu~ sluuuuuuurp~

 

Extrañaba esto...

 

La muchacha artificial pensó, apenas aguantándose las lágrimas de dicha al la lengua de su pareja danzar dentro de su boca, presionándose contra su paladar. Su Saint Graph y su Spirit Origin estaban rebosantes de alegría al igual que su corazón.

 

SLAP~

 

"¡HMMMMM!~"

 

Tanto que hasta esa nalgada que acababa de recibir hizo que se le erizara la piel, con el ardor que ya casi había olvidado. Su clítoris palpitaba, e inevitablemente, empezó a frotar sus muslos en un pobre intento por calmar el ardor de su coño.

 

No podía más. Quería gritar su amor.

 

"Te... sluuurp sluuurp~ chuuuuuu~ extrañé... Chuuuuuu~ tanto... ~"

 

Y aunque Ritsuka también queria gritarlo, no podía. El placer que sentía después de tanto superaba mucho su capacidad de raciocinio completa.

 

En su mente, solo estaba el besar, mimar y acariciar a sus amadas.

 

"Hmnhh~"

 

No respondió verbalmente, sino con caricias. Una mano en el culo, otra en el vientre, dándole un suave masaje a Jeanne Alter qué simplemente la derritió.

 

Estaba sensible, ansiosa de afecto, y simplemente quería más de él dentro de sus posibilidades.

 

Chu... chu... chuuuuuu~

 

Los besos de ambos se sincronizaron con los besitos que Lily le daba a su falo. Mientras que esta subía y bajaba su cabecita, empleando ambas manos para sujetar el miembro de Ritsuka con ayuda de la mano de su yo adulta, la cual acariciaba sus testículos de vez en cuando...

 

Ritsuka y Jeanne por su parte se divertían devorándose mutuamente, tocándose y mimándose el uno a la otra. El tener las dos manos de su esposo masajeando su pancita redonda y su trasero provocaban que la naturaleza romántica, amorosa y empalagosa que Jeanne Alter cultivó cuidadosamente con los años aflorase.

 

Con fuerza. Con cariño. Sus gigantescos pechos se presionaron contra el torso de su esposo, sintiendo su calor. Sintiendo su piel, cubierta de unas cuantas cicatrices, trofeos de todas las veces que había sobrevivido, que le marcaban como digno de ser el master de Chaldea.

 

Digno de cargar con el destino del mundo, y de que ellos ayudaran a suavizar su carga.

 

Chuuuuuu~... chuuu... chuuuu... sluuuuuurp~ buah~

 

El beso no se quebró por voluntad propia. Lo hizo por falta de aire. Apenas tuvo tiempo de mirar a su mujer antes de que esta estrellase, tal cual hizo Lily, su rostro contra el cuello del hombre, empezando a dejar un camino de besos color negro en su piel.

 

Seguía oliendo unos cuantos rastros de la colonia que se puso al ducharse la mañana de aquel día. Cual cachorrito reconociendo territorio, su nariz empezó a olerle constantemente, tras cada beso que le daba.

 

Besos que no eran como las de una mariposa. Más bien, Alter le besaba como si fuera una sanguijuela drenándole la sangre, arrastrando trozos de piel dentro de su boca, para darle chupetones más fuertes y marcados que los que Lily había dejado.

 

"¡J... Jeanne... !"

 

Chuuuuuu~

 

El beso que recibió como respuesta vino acompañado de los dedos de esta, subiendo y bajando por su tienda de campaña, junto a los besitos constantes de la muchachita clase Lancer. Estuvieron unos largos minutos de esa manera, con Ritsuka siendo atacado de ambos flancos de tal manera que no podía responder de manera correcta.

 

Solo se podía dejar tratar, disfrutando de los besos y caricias de ambas Alter. Con tanto tiempo, y combinando un poco los sentimientos que compartían por su retroalimentación, sabían como atacarle.

 

Chuuu~

 

"Creo que ya te he dado suficiente castigo, Tonakai...Vamos a liberarte~"

 

Ronroneo Lily con un tono de voz que salió super similar al de su yo adulta. Aunque Ritsuka no estaba prestándole particular atención por lo ido que estaba, a Lily no le importo.

 

Simplemente coloco sus manitas en la liga de su bóxer, empezando a bajarlo con tortuosa lentitud, y en el momento en el que sintió su miembro ser liberado, Jeanne Alter se sincronizó con su contraparte más joven, rompiendo el beso de una vez. Ritsuka, aún con la adrenalina y la lujuria recorriéndole las venas, se sentía un poco debilitado.

 

Jeanne no había tenido reparos en drenar cuanto mana había podido de su boca con aquel beso; las múltiples marcas negras de besos en su rostro, y sus labios pintados ahora gracias a su labial, le daban un toque más sexy.

 

"Oh... vaya... "

 

Estrellas llenaron los ojos iluminados de la pequeña Santa Claus; tanto ella como su contraparte observaron atentamente el falo del pelinegro. Estaba duro; ardía como una viga, y palpitaba como un corazón.

 

Jeanne no mentiría si tuviera que decir lo enormemente apetecible que se veía: su cuerpo y su vagina reaccionaron por la costumbre de estar frente a la entrepierna del hombre al que se dedicaba en cuerpo, mente y alma a servir y amar de manera incondicional.

 

Tanto así que no perdió tiempo, acercándose y acostándose en la cama una vez más; tanto ella como Lily tenían a su miembro en frente de sus rostros, dejando sus culos para que Ritsuka tuviera una muy buena vista de los mismos.

 

"Es... enorme... "

 

Arqueó la cabeza hacia atrás de puro gusto al sentir las manitos de Lancer agarrándoselo, seguida de Avenger, que tenía una sonrisa en el rostro. Los recuerdos de todos sus encuentros sexuales juntos llenaban su cabeza, motivando más su corazón.

 

No había ni rastro de ira o celos en ninguna de las dos. Abigail y el motivo de su molestia habían sido desechados por completo para este punto.

 

"Es perfecto"

 

Corrigió la mayor a su contraparte, llevando ambas una mano hasta sus bolas, empezando a acariciárselas con sumo cariño, mientras que la otra, sostenía su miembro con firmeza, comenzando a subir y a bajar lentamente, masturbándole, Lily no pudo negar ni contradecir a su contraparte, optando por asentir, igual de feliz y enamorada que ella.

 

A cuatro manos era el trabajo que estaban realizando, haciendo que el joven apretara los dientes, salivando. Su polla palpitaba constantemente ante su toque, el más mínimo movimiento dándole placer; no el suficiente para llevarlo al orgasmo, al borde de la locura; pero si el suficiente para hacerle saber que estaba siendo atendido.

 

No era el cuidado suficiente; las venas se marcaban a lo largo de su falo, como si fuera un ser vivo, un brazo. Quería más, pero no lo recibiría. Ritsuka rechinó sus dientes, moviendo la cabeza de un lado a otro.

 

"¡Haaa... ! ¡Haaa... !"

 

Respiraba de manera agitada. No podía ver nada, salvo aquellos dos enormes moviéndose rítmicamente al compas de sus caderas: si él subía, ellas movían sus traseros hacia arriba. Si él bajaba, ellas también. Esas cuatro nalgas tan idénticas, tan enormes, tan bellas, eran como dos pedazos de pastel o de jalea con un olor tan dulce, tan fuerte, tan atrapante...

 

La vista, junto a todo lo demás, fue suficiente para romper la poca cordura que aún le quedaba: estaba necesitado, quería liberarse, debía soltarse.

 

Grab~

 

"¡Hnnh!~"

 

"Ah-ah~, Ritsuka, aun no te correrás~"

 

Canturreó la futura madre, habiendo apretando fuertemente el falo de su pareja con una mano, para interrumpir la circulación de semen e impedirle que tuviera un orgasmo tan pronto. Había estado deseando demasiado esto, y aunque Lily no tuviera un apetito sexual tan activo como el suyo... estaba segura de que su anhelo por copular ya la habría infectado.

 

No se equivocaba. Ritsuka entreabrió uno de sus ojos, con un rostro suplicante, inhalando por la nariz. Jeanne Alter le devolvía la mirada, mientras dejaba ir sus testículos. Lily observó con curiosidad como su yo adulta agarraba sus pechos con ambas manos, antes de rodear su miembro con estos, en un abrazo que le hizo gemir una vez más.

 

"¡A-ahhhhh! ¡J-JEANNE!"

 

"Ehehehe~ ¿que te parece, hmmm?~"

 

Era una pregunta tanto para Lancer como para el Master; una para molestarla, para demostrar su superioridad física y en conocimiento, y la otra para ponerlo más caliente al ver que ahora recibiría más. Una de las múltiples desventajas de seguir siendo una niña era su cuerpecito. Las mejillas de Lily poco a poco empezaron a llenarse de aire, mirando como su otra yo hacía presión, capturando aquel enorme miembro entre sus pechos con todas sus fuerzas.

 

Ritsuka empujó sus caderas hacia arriba, levantando las enormes tetas de su esposa, penetrando aquel coño improvisado hecho de puro pecho. No le iba a dejar correrse así como así, primero tenía que ganárselo, por mientras iba a castigarlo y después a darle su merecida recompensa.

 

Y ella sabía bastante bien como—

 

"¡No me subestimes!"

 

Sus pensamientos fueron interrumpidos por la voz de Lily, que terminó alzando los puños, antes de abrir su boquita. Tal vez no tuviera un cuerpo tan desarrollado y perfecto como el de su contraparte, pero no perdería ante ella. No perdería contra si misma; por eso decidió aprovechar su oportunidad. Gran parte del pene de Ritsuka había sido cubierto por las deliciosas, sudorosas y hermosas tetas de la vengadora de Orleans, pero había dejado expuesto lo suficiente como para que pudiera atragantarse con el mismo.

 

"¿Qué cara—?"

 

SLUUUUUUURP CHUUUUUP~

 

Lily no perdió tiempo. Se concentró en su hambre, en su deseo, en su apetito para usarlos como combustible; empezó a chupar con el ritmo de una desquiciada obsesiva, subiendo y bajando su cabeza como si la polla de Ritsuka fuese una paleta, una comparación bastante acertada teniendo en cuenta su actual comportamiento. Todo el sobrante entraba en su boca y garganta a la perfección, felizmente, lo que quedó por fuera era lo que podía manejar.

 

SLUUUUURP~ CHUUUP~ SLUUUUUURP~ SLUUUUURP~

 

Lo estaba dejando reluciente con su saliva tras cada lamida. La combinación entre su líquido pre-seminal junto a esta caía hacia las tetas de su versión adulta, fungiendo de lubricante natural para que aquel estrecho de carne fuera más rápido en su pene al subir y bajar. Los sonidos que hacían no tardaron en inundar la habitación.

 

Plaft~ Plaft~ Plaft~

 

Maldita niña...

 

Por parte de Jeanne, esta arrugó la nariz, frunciendo el ceño mientras movía sus pechos a gran velocidad; por lo menos parecía tener la experiencia suficiente para subir y bajar la cabeza, dejándole espacio suficiente para que pudiera seguir con su masturbación.

 

Cada vez que ella subía, su piel se arrastraba por el tronco de carne que tenía su esposo, sacándole otro de esos jadeos tan pesados, fuertes y calientes que solo la mojaban aún más: a ella y a la pequeña, pero si bien lo estaba disfrutando bastante, seguía algo molesta... le había quitado su comida.

 

Tuvo la misma idea, pero la niñata había sido más rápida. Daba igual. Cuando se corriera, dudaba de que tuviera la fortaleza necesaria para tragarse todo su semen sin abrumarse. Lo escupiría, tarde o temprano, y ahí aprovecharía.

 

"¡G-gkh... !"

 

En cambio, el de ojos azules, agitó su cabeza de izquierda a derecha, respirando hondo para tratar de contenerse. Quería correrse, pero aguantaba por pura fuerza de voluntad, y porque el abrazo de las tetas de Jeanne Alter era tan apretado, que no permitía a su semen fluir libremente. Lo sentía, nadando y acumulándose en sus pelotas mientras seguía moviéndose.

 

La saliva, la lengua y la boquita de Jeanne Lily, sus labios arrastrándose y concentrándose en su glande eran un añadido extra a su maravillosa tortura. No era su primera vez recibiendo una felación y un paizuri en conjunto, pero... maldición.

 

Pese a que era una niña... esa seguía siendo la boca y la lengua de Jeanne Alter. Los aplausos provenientes de sus culos al moverse de arriba abajo para intentar saciarse al no poder masturbarse, llegaban a sus oídos, hipnotizándole.

 

Los veía, subiendo y bajando. La luz tenue de la lámpara acentuaba los eróticos y perfectos cuerpos blancos de las dos Santas alteradas, que junto a sus sombras, le daba a toda la habitación un aire mucho más sexy.

 

No iba a quedarse de brazos cruzados, mientras le exprimían como si fuera un limón. Por eso fue que estiró ambas manos; uno de sus dedos yendo a por Lily, el otro a por Jeanne Alter, metiéndose sin reparo alguno en el ano de su esposa, y buscando tocar el clítoris de la loli.

 

No pasó desapercibido para Jeanne, que detuvo sus pechos, soltando un gemido en conjunto con la voz ahogada de su otra yo.

 

"¡A-Ahhhh!... ¡H-hey!~"

 

Se quejó la mayor, sintiendo como su dedo se metía insistente en su recto. No era fanática del anal, lo habían hecho, si, pero no era precisamente su parte favorita... no porque no le gustara, cielos no... era porque ella era en extremo sensible. La volvía loca cada vez que metía su verga, su lengua o sus dedos en su trasero.

 

Squish~

 

Por eso era inevitable que su cuerpo reaccionara; involuntariamente, un pequeño chorro de sus jugos salieron contra el pecho de su marido, mojándolo con su dulce esencia.

 

"¡E-Eso es trampa!~"

 

"¡Hmnhg!~"

 

Estuvo de acuerdo la segunda, Lily arqueó la espalda; para ella, fue como si un relámpago le hubiera golpeado en todo su cuerpecito. Su culo era su debilidad, más lo notó porque el abrazo de sus pechos se debilitó ligeramente. Esta era la oportunidad perfecta para efectuar un contraataque. El pelinegro sonrió, contento.

 

No iba a desaprovecharla.

 

"Haaah~... ¿no que todo se vale... en el amor y en la guerra?"

 

El índice de Ritsuka se presionaba insistentemente contra el pequeño clítoris de Jeanne Alter Lily. Por otra parte, el dedo que había metido en el trasero de Alter empezó a girar en círculos, golpeando sus paredes, sacándole otro gemido a su amada.

 

"¡O-ohhhhh!~"

 

No quería hacer una expresión tan pervertida frente a si misma. Con dificultad, presa del placer, Jeannie empezó a subir y bajar su cabeza nuevamente, su pequeña lengua luchando por apalizar y mimar la polla de su reno, sus manitas se aferraron a su pierna.

 

CHUUUP CHUUUUUP SLUUUUURP~

 

Tenía que hacerlo mejor que Abigail. Debía hacerlo mejor que Abigail. Puede que ella no fuera su esposa aún, pero seguía siendo Jeanne Alter. Jeanne Alter Santa Lily.

 

Y el deber de Santa Claus era hacer felices a grandes y chicos... y si alguien le preguntara Jeanne Lily quién era la primer persona en la que más pensaba al levantarse cada día...

 

Era Ritsuka Fujimaru. Su Reno. Su Master. Su futuro esposo.

 

CHUUUUP SLUUUURP SLUUUUURP~

 

"¡A-ahhhhh!"

 

El gemido de Ritsuka salió con fuerza, arqueó la espalda, enfundando su polla entera en el busto de la albina. Su glande y parte del tronco terminando de entrar en la boca de Jeannie, haciendo una combinación exacta para darle más placer.

 

Se estaba volviendo loco. Su sinapsis lentamente hacía cortocircuito, no podía juntar dos pensamientos coherentes sin casi caer en el placer y simplemente volverse una bolsa de carne que gemía constantemente.

 

SLUUUUUUUURRRPP SLUUUUUUURP~

 

Lily le estaba poniendo empeño. Jeanne no estaba atrás. Y pese a que tenia sus dedos jugueteando con ellas, no podía seguirles bien el ritmo. Era un dos contra uno bastante injusto. Su cuerpo se estaba resintiendo, y con la inflamación de su polla, estaba acercándose lentamente hacía una corrida intensa y cuantiosa.

 

Ghock~ ghock~ ghock~ ghock~

 

La habitación ahora no solo estaba siendo llenada con los olores a sexo, y los sonidos que hacía la lengua de la pequeña Francesa al subir y bajar la cabecita. También su voz, ahogada conforme iba y venía.

 

Cada vez que bajaba, cada vez que le golpeaba la garganta, su polla volvía a palpitar. Su glande se frotaba con la pared de su garganta, y la mano de Ritsuka, lenta pero segura, retrocedía, empezando a meterse en su pequeño apretado coño.

 

Solo dos dedos; el índice y el anular bastaron para volverla loca. Su mandíbula se cerró con fuerza; los pechos de su yo adulta le taparon el rostro, enviándola a la oscuridad, haciéndola oler todo su sudor y su piel.

 

"¡H-HMMMM!~"

 

Ella también se estaba acercando. No podía rendirse. No podía. No cuando de su mente no salía la imágen de Abigail haciéndole una garganta profunda como si su vida dependiera de ello. Estaba celosa, estaba cachonda, estaba feliz.

 

Estaba motivada.

 

SLUUUUURP CHUP CHUP CHUUUUUUP~

 

"¡Hnngh!~ ¡Toma esto! ¡traidor! ¡tramposo! ¡idiota!"

 

Chilló la tetona francesa, apretando más sus pechos; sus uñas clavándose en sus pezones de los cuales, gracias a las caricias que recibía su ano, empezó a salir leche, pero no tanta. Eran únicamente dos pequeños riachuelos blancos, calientes, con un olor dulce y atrayente que afectó no solo a Ritsuka, también a su yo chiquilla.

 

Jeanne empezó a clavarse a si misma en la mano de su amante, suspirando y jadeando al sentir su coño arder de anticipación, deseando también algo de atención.

 

PLAF PLAF PLAF PLAF~

 

Sus pechos apretaban más su verga, obligándolo a frotarse entre los mismos. El masaje de su busto se hacía más rápido, no estaba cansada. Simplemente se aguantaba las ganas de correrse, igual que él. Pero era feliz.

 

Era feliz, carajo. Era feliz.

 

Por eso fue que le miró con una sonrisa, dos corazones en ese mar dorado que tenía como pupilas, ardientes de deseo, pasión, entrega y devoción.

 

"¡¿Que te parece esto, eh?! ¡Tontito!"

 

No eran palabras que ella usaría. Era un poco de su emoción y excitación combinadas con los de Lily simplemente estaban haciendo estragos en su mente. La dejaría ser por el momento. Ella estaba tan emocionada como su yo joven, así que no podía culparla.

 

La polla de Ritsuka pegó un pálpito fuerte que sintió entre sus tetas, así que simplemente las apretó con fuerza y gritó:

 

"¡Córrete, maldito idiota!~"

 

Exclamó la albina mayor, mientras ella y su yo joven llegaban al orgasmo, finalmente Ritsuka fue capaz de liberarse.

 

SPLUUUUUUUUURRT~

 

"¡A-AHHHHHHHHHH!"

 

Su voz salió al mismo tiempo que lo hizo su semen; un disparo, uno único... pero fue uno fuerte. Con tal fuerza que Lily, tal cual su homólogo había predicho, no pudo contenerlo en su boquita. Sus mejillas se llenaron como las de una ardilla, y trató, de verdad trató de monopolizar hasta la última gota.

 

Pero cuando le salió de su nariz, supo que ya no podía seguir conteniéndolo más tiempo.

 

"PWWWWAGH~ COUGH COUGH COUGH"

 

El torrente de semen de su Reno mancilló su rostro, ensuciándola. Ritsuka empujó sus caderas hacia arriba, chocando contra el rostro de Lily, haciéndola cerrar uno de sus ojos al aquella sustancia tan espesa, caliente y con un olor tan fuerte le golpeaba la cara.

 

Jeanne Alter, al contrario, abrió la boca para recibir cuanto podía. Una gran parte aterrizó en su boca, si, la otra le manchó el rostro, sus senos, e incluso su cabello.

 

Pero no se quejó. Su orgasmo junto al de Jeannie mancillaron la cama, empapando las manos de Ritsuka y los cobertores. El de Lily en particular había sido más potente pues no estaba acostumbrada a masturbarse ni tocarse, pero Alter no se quedó atrás.

 

No había tenido sexo en varios días después de todo. Así que, sentir el dedo caliente de su amado cónyuge explorar sus entrañas la hizo venirse en demasía.

 

Hasta que por fin terminaron los tres, Ritsuka aún estaba duro, Jeanne notó, jadeante, mientras frotaba su cara contra su hombría.

 

"Haff... hafff... ahhh~... extrañaba tanto esto... "

 

Murmuró, con sus pechos aún envolviendo su masculinidad, manteniendo las caderas del Magus quietas. Se había excitado más, producto del olor de su semen invadiéndole la nariz, de como su calor le quemaba placenteramente la piel.

 

Estimulando su cerebro, haciéndola sentirse más cariñosa y amorosa pese a Lily estar ahí presente. Sus ojos le miraron con amor, empezando a besar su miembro suavemente, empezando desde la punta.

 

Chu... chu... chuuu~

 

Algo que Ritsuka apreció, porque volvió a gemir. Parte de su cerebro ya estaba frito, pero su cuerpo aún quería un poco más.

 

No era el único. El cuerpo pervertido de esposa embarazada de Jeanne Alter también deseaba ser complacido con las maravillas del sexo matrimonial entre un marido y su mujer.

 

"N-neee... ¿quién... chu... chu de nosotras... será tu cena?~"

 

Canturreó, antes de sacar su lengua, buscando lamer los restos de la esencia masculina que caían por su carne; a su vez, Jeanne Lily se pasaba las manitos por las mejillas, sorbiendo sus dedos como si fuera a morirse de sed.

 

Su pecho le ardía, y el corazón le palpitaba con la intensidad y velocidad de un conejo.

 

"Tonakai-san... elígeme a mi~"

 

"No, elígeme a mi... Chuuuu~ ¿No soy tu esposa tetona y culona... ?~"

 

Ritsuka no podía pensar, estaba al límite de su raciocinio.

 

Ansiaba más, ansiaba tener más del cuerpo de sus amadas. Así que, para poder conseguir ese alivio, simplemente tomo una rápida decisión...

 

"Lily..."

 

Hablo con voz baja y sin aliento, pero perfectamente escuchadas por las dos.

 

Y si bien Alter frunció el ceño, no renegó para nada. Simplemente se separo mientras la pequeña Lily, con su ahoge moviéndose como la colita de un perro, se echaba boca arriba sobre una almohada, abriendo sus hermosas piernas, mostrando al aire su delicado coño.

 

"¡Ven, Tonakai-san!~"

 

Dijo, feliz y alegre, con aquel tono infantil que tanto la caracterizaba, algo de lo que carecían su versión adulta, Mashu, e incluso Abigail. Esa era su ventaja, por muy mal que sonara decirlo.

 

Su ternura infantil.

 

Sus brazos, extendidos, pidiéndole un abrazo, junto a aquella sonrisita tan hermosa. Ritsuka finalmente se dejó ser, acomodándose sobre ella, con su miembro chocando directamente contra los labios carnosos del coño de la muchachita.

 

No había ni rastro de pelo, lo cual le daba un aire aún más depravado. Entonces, decidió empujar. Lily arqueó la espalda, gritando al instante mientras que sus bracitos se cerraban alrededor del cuello de su amado.

 

"¡H-HYAAAAAH!~ ¡T-TONAKAI-SAN!~"

 

Exclamó, antes de apretar los dientes, estrechando todavía más su abrazo. Ritsuka se aguantó la respiración, no recordaba la última vez que había hecho el amor con Lily, pero su maravilloso coño era exactamente igual a Jeanne.

 

Simplemente, era más apretado.

 

"J-jaaah... jaaah... ~"

 

Realmente estaba esforzándose para meterse en ella. Por lo pequeño de su vientre, pero también por lo maravilloso que se sentía. Ritsuka cerró los ojos, acunando a la pequeña Santa Claus contra su pecho, acariciándola con cariño, mimándola.

 

Frotando su mentón contra la cabecita de esta, mientras seguía entrando... hasta que por fin. Por fin logró meterse por completo; viéndose un bulto enorme en su panza como consecuencia.

 

"¡O-OHHHHHHHHHHHH!~"

 

El grito que pego al cielo fue monumental, abrazando del cuello a su futuro esposo porque sentía que podía desfallecer en cualquier momento. Su conciencia fue como una luz a medio decomponer en ese momento, parpadeando entre la conciencia y la inconciencia, luchando desesperadamente por mantenerse en funcionamiento, por mantenerse cuerda, por mantenerse despierta.

 

Si bien en circunstancias normales Ritsuka la dejaría acostumbrarse, no estaban en esas mencionadas circunstancias.

 

Soltando un gruñido de esfuerzo desde lo más profundo de su ser, levantó perezosamente sus caderas. No saco mucho de su polla, ya que apenas se levantó unos centímetros, se dejó caer pesadamente sobre Lily.

 

PLAFT~

 

Sus bolas chocaron contra su carne regordeta y su polla se metió hasta el fondo, estirando su pequeño vientre. Esto provocó que la jovencita escupiera un poco de saliva debido al empuje.

 

"¡AGHHHHHHH!~"

 

Su quejido no fue de dolor en absoluto. Por supuesto que no, no era virgen desde hacía mucho tiempo, pero su cuerpo ya había olvidado lo que era el reproducirse amorosamente con su maestro. Olvidó absolutamente todo... pero pronto lo recordaría. Ritsuka masajeó la espalda de Lily, antes de volver a subir sus caderas, Jeanne Alter observó con envidia como las bolas de su marido colgaban sobre el gordo culo de su contraparte.

 

Mientras que una mano se ocupaba de masajear su barriga, con la otra hundía sus uñas en uno de sus pezones, aumentando el flujo de leche.

 

Suertuda...

 

Pensó, con el ceño fruncido, enojada. Los ojitos de Lily rodaron hacia atrás, su novio había llegado hasta la entrada de su vientre, golpeándola con extrema fuerza, y ahora estar sintiendo como retrocedía... era como si estuvieran quitándole un pedazo de su ser, lenta, muy lentamente, dejando nada más que un vacío horrible.

 

No.

 

No, no quería que la abandonara otra vez.

 

"Toh... nakai... ~"

 

Dijo apenas, con la voz distorsionada del puro gusto, porque si: estaba totalmente frita, intentó rodear la cadera de su invocador con sus piernas, pero no alcanzó. Ritsuka volvió a empujar hacia adelante, empotrándola contra el colchón, sacándole otro grito, aún más fuerte.

 

"¡OHHHHHHH!~ ¡MI PANSHITAH!~"

 

Sentía cosquillitas. Cosquillitas; y él sentía que le asfixiaban. Su miembro, enterrado en lo más profundo de su pequeño vientre, estaba siendo aplastado por las paredes vaginales de la Lancer navideña, excitándolo más aún.

 

Dios...

 

Era una maravilla.

 

Las manos de Ritsuka bajaron a su cadera baja; llegando hasta aquel maravilloso trasero que no debería de tener con su actual edad. No era el trasero de una niña pequeña, era el enorme y pesado culo de una mujer adulta. Lo apretó, lo estrujó tal como haría con la vengadora a su lado, apretando más su pequeño cuerpo contra él, degustado por completo su pequeña figura.

 

No iba rápido. Iba tortuosamente lento, golpeteando su interior con golpes firmes, pero fuertes qué enloquecían a la pequeñuela.

 

No puegho... ¡Ño puegho~!

 

Pensó: su puente nasal, su rostro, toda su cara estaba teñida de un color rojo profundo, la vergüenza se la comía junto al placer. No se creía capaz de resistirlo, porque era demasiado. Era demasiado grande, era demasiado grueso, estaba moviéndose con una lentitud que rosaba la locura, con cada milímetro de carne que entraba en ella, sentía que perdía otro pedazo de su sanidad. No creía que fuera capaz de soportarlo más tiempo, no que siguiera follándosela de esa manera...

 

Pero si podía. Y le gustara o no, lo iba a recibir.

 

PLAFT PLAFT PLAFT~

 

Con un golpeo de tres compases; tres embestidas bien dadas, igual de fuerte y de profundas que siempre, Ritsuka movía sus caderas, abrazándola con fuerza, dejando que su esbelto y pequeño cuerpo se apegara al de él. Ya no se estaba conteniendo, ya no tenía que hacerlo. Lily era una servant, ¿cierto? entonces... podía ir tan bruscamente como quisiera, ¿cierto?

 

¿No era maravilloso?

 

PLAFT PLAFT~

 

El culmen de la especie humana, o de cualquier especie en general, el objetivo de cualquier ser vivo; buscar reproducirse. Pero había un detalle extra; lo maravillosa que era la humanidad, era de las únicas que buscaban darle un significado extra al acto de procrear. La única especie en toda la tierra que era capaz de darle un significado tan bello al acto sexual como lo era el "hacer el amor", siendo tanto una forma de crear vida nueva, como también para conectar dos almas, dos corazones de manera intrínseca.

 

De hacerse uno, en cuerpo, mente, emoción y alma.

 

"¡HAAAAH! ¡AHHHHH! ¡AHHHHHHHH! ¡R-RITSUKA! ¡RITSUKA!"

 

Ya no se refería a él como su reno. Ya no era santa Claus. Al su cuerpo estar siendo subido y bajado, pues Ritsuka había cambiado la pose para tener a Lily encima suyo, tenía control completo y absoluto del cuerpo de la pequeña Jeanne, así como de sus caderas.

 

Ese culo gigante, gordo y pesado que no era normal en una niña de su edad, cada vez que descendía, aplastaba su pelvis deliciosamente, la gravedad hacía lo propio, haciendo de la penetración mucho más placentera todavía.

 

Las rodillas de Lily no pudieron sostener más su peso; tal como en su yo adulta, dos corazones habían aparecido en sus ojos, su rostro, antes inocente, dulce y amoroso, ahora era un desastre.

 

Era la expresión de una mujer, adicta al sexo, pero también a algo más. A su calor. A su cercanía. A su cariño.

 

WHAM~

 

"OUI! COMME ÇA!"

 

Chilló, sacando la lengua de puro gusto, disfrutando de la siguiente apuñalada que su vientre había recibido. La entrada a su útero estaba siendo abierta, poco a poco, mientras recibía más y más mana. Sus pequeñas manos se aferraban a él, apretándole su torso, frotándose contra sus músculos.

 

Ritsuka, con su limitado conocimiento del francés, entendió que le estaba gustando. Estaba gozando, estaba llena, estaba feliz.

 

Esa alegría que invadía el cuerpo de Lily, mientras su cerebro se hacía puré con cada embestida recibida: tras cada apuñalada que recibía de esa monstruosa polla, más se reforzaba su amor por ese hombre cuya existencia la había convertido a ella y a su yo adulta en su mejor versión.

 

Definitivamente... definitivamente...

 

PLAF PLAF PLAF PLAF PLAF~

 

"JE T'AIME! JE T'AIME! JE T'AIME!"

 

Le amaba, con todo su cuerpo, mente y alma. Era suya, no importaba si no tenían el mismo cuerpo. No importaba si no tenían los mismos sueños; ni la misma forma de ver la vida. Entre gritos, entre juramentos de amor y fidelidad eternas, Jeanne Alter Lily se desnudaba por completo en espíritu; seguía siendo parte del alma, del corazón de la vengadora original, que amaba a Ritsuka con una locura y pasión más allá de lo sano, lo amaba, lo amaba, lo amaba, lo amaba tanto... era todo para ella; para ambas versiones.

 

Lo hacían con todo su corazón... y él también. Ritsuka siempre había sido alguien que se expresaba mejor mediante hechos que con palabras.

 

PLAFT PLAFT PLAFT PLAFT PLAFT PLAFT PLAFT~

 

¿Y que mejor que hacerle el amor y correrse en lo más profundo de su pervertido, apretado, exquisito y maravilloso coño de Servant para demostrarle que él también estaba totalmente entregado a ella?

 

"¡Hmmgh!~ ¡E-Estoy a nada!~"

 

Gruñó el de cabellos negros, apretando los dientes y derramando saliva casi como un animal rabioso, no bajando el ritmo y la intensidad por un solo instante. Su cuerpo pegándose más al de Lily, uniéndose hasta que simplemente no hubo más donde meterse.

 

Y con un último empujón, se metió hasta lo más profundo.

 

Plop~

 

Su útero.

 

GUEEEEEEGHHHHHH~

 

El rostro de la jovencita se deformó en una expresión de placer que nada tenía que ver con una muchacha de su edad. La lengua de la pequeña salió disparada de su boca, el placer, la alegría y la maldita euforia que empezaron a devorarla poco a poco se multiplicaron por dos, pues también sentía la felicidad de estar unida a quien se supone que debía estar.

 

Su alma, su saint graph, su spirit origin y todo lo que ella era danzaba de arriba hacia abajo, las últimas fuerzas que tenía su pequeño ser fueron gastadas en unir su boca con él.

 

Con su esposo.

 

CHU~

 

La voz de Jeanne Alter Lily fue callada cuando por fin pudo unirse en cuerpo, mente y alma a Ritsuka Fujimaru. Su cadera fue bajada con todo el peso de su enorme trasero. El glande del último master de la humanidad chocó contra el cérvix de Lily, ajustándola una vez más a su forma, que parecía haber olvidado.

 

Pero no era así. Nunca podría olvidar la forma de la verga de su esposo. No alcanzaron el límite los dos, sino los tres.

 

"¡AHHHHHHHHHHH!~"

 

Jeanne Alter también logró llegar al orgasmo por su propia cuenta, al haberse masturbado lo suficiente. Si bien no sentía el placer de Lily, si sentía su alegría. Su felicidad de estar siendo tomada por quien amaba. Su cuerpo se descargó junto al par, corriéndose como si la vida se le fuera en ello.

 

SPLUUUUUUUUURT~

 

SQUISHHHHHHHHHH~

 

Los testículos del muchacho de ojos azules golpearon insistentemente las nalgas de su amada servant navideña, subiendo y bajando con cada disparo que le daba. Uno, dos, tres seguidos, mientras su barriguita aumentaba de tamaño, almacenando su mana, dándole un aspecto similar al de su contraparte.

 

El de una mujer embarazada.

 

"¡HMMMMMMMPH!~ SLUUUUUUURP~"

 

Inevitablemente, alcanzó su límite. Sus reservas de poder mágico estaban llenas, pero su mente y su resistencia por fin se habían agotado. Lily cayó dormida, incapaz de seguir moviéndose, entre los brazos de su amado.

 

Ritsuka rompió el beso no mucho después, admirando el rostro congelado en placer de la preciosa mujercita que tenía sobre su ser. Su respiración era agitada, entrecortada, pero se veía adorable.

 

Adorable y bella.

 

"Hafff... hafff... haff... ~"

 

En cuanto a él, tras perder gran parte de sus energías, de que los niveles de adrenalina descendieran en demasía; la respiración de Ritsuka era digna de un hombre que corría una maratón: pesada, jadeante y sin aliento, sin embargo, estaba feliz. Contento. ¿Por qué no lo estaría? Más allá de la liberación tras una semana de abstinencia, su corazón palpitaba de la emoción de saber que todo estaba bien entre él y Lily, entre él y Jeanne Alter.

 

Habían sido unos días tortuosos, pero lo habían superado. Lo habían logrado; ese era el motivo principal de su felicidad.

 

Ahora, solo quedaba alguien...

 

"Ven aquí, tontito~"

 

Su amada segunda esposa~

 

Jeanne había imitado a su contraparte Lancer, pues extendió ambos brazos para recibirle; estaba sensible luego de haberse corrido tras tocarse con tanta insistencia, pero eso solo haría del sexo aún mejor, apenas podía aguantarse; la envidia que la carcomía junto a su anhelo por estrujarle entre sus brazos mientras era tomada, tras ver a Lily experimentar lo que ella quería, era inconmensurable.

 

"Jeanne..."

 

Ritsuka la llamó, y ella respondió: dejó con cuidado a su primer compañera a un lado de la cama, donde Mashu solía dormir, antes de por fin acercarse hasta la vengadora francesa. Su boca se abrió, recibiéndole tanto sus labios como su lengua con un apetito casi insano.

 

Al borde de la locura.

 

SLUUUUUURP Chuuuuu~ CHUUUUU~

 

"¡Hmmmmmm!~"

 

Sentía como se derretía al ser tocada por él. Su cuerpo sudado, preñado, necesitado y enamorado fue apretado; primero estrujó sus nalgas con sus dos manos, mientras ella se acomodaba para estar encima suyo, no le dejaría hacer con ella lo que quisiera, al menos no al principio.

 

Primero quería entregarse por su propia cuenta, si quedaba insatisfecho, con mucho gusto dejaría que se la follara cuanto quisiera. Alter se alzó, aterrizando sus labios vaginales justo por encima del miembro de Ritsuka, no sin antes tomar sus manos, entrelazando sus dedos y apretándoselas para impedir que escapara.

 

Su leche materna había manchado tanto su cuerpo como el de él cuando se unieron, estaba hecha un desastre, al igual que él, pero solo acentuaba más su belleza y lo hermoso del momento.

 

"Voy a meterlo... está bien, ¿sí? ¿sí? ¿No te molesta?~"

 

Su torso se inclinó levemente para verle directamente, él negó con la cabeza, sonriéndole. "Haaaah~", cuanto había cambiado. Esa forma de ser tan empalagosa, dulzona, cariñosa y tierna que había adoptado con los años era mil veces más bella que su antigua personalidad tsundere de cuando era incapaz de ser sincera.

 

Sin motivos para contenerse más, finalmente pudo unirse nuevamente con su media naranja, completándose al empalarse a si misma en el pene de su esposo.

 

"N-nnngh~ ¡Mi Tontito... ! Ahhhh~"

 

"J-Jeanne... ¡Joder... !"

 

Su maldición, que salió más como un gruñido, habría sido respondida usualmente con socarronería. Burlándose de sus reacciones de que su esposa estuviera dominándole o abrumándole con su cuerpo, pero luego de todos esos días de frialdad casi inacabable, no estaban para esos trotes. En su lugar, la albina inclinó la cabeza hacia atrás, sacando la lengua mientras sentía las pataditas en su vientre. Su hijo pataleaba constante en su pancita, haciéndola jadear.

 

Con sus manos aún unidas, la llevó hacia allí, mirando con los dos enormes corazones en sus ojos a su marido con ardiente intensidad.

 

"¿Lo sientes... ? Nuestro hijo siente nuestro amor y responde... Ámame... ¡Ámame más!~"

 

Le dijo y le ordenó al mismo tiempo, empezando a mover sus caderas casi con desespero, pero yendo lento, tanto para acostumbrarse como para evitar cualquier tragedia. Después de todo, no quería lastimar a su retoño~

 

PLAFT~ PLAFT~ PLAFT~

 

"Haaah... haah... ¡Jeanne... !"

 

Ronroneó, absorto en su felicidad, sus ojos yendo hacia el enorme vientre de cinco meses de su pareja, los labios ennegrecidos de la servant artificial se curvaron en una sonrisa alegre, llena de gozo cuando volvió a sentarse sobre él.

 

Su pene golpeaba la entrada a su útero, reforzada con magia para impedirle entrar; saliva empezó a escurrirse por su mentón, al igual que el maquillaje de sus pestañas, dándole un aire todavía más sexy.

 

"¡Ohhhhh! ¡Puta madre!~"

 

Como le encantaba estar enamorada. Como le encantaba estar casada, como adoraba pertenecer a alguien. Lo que tanto había anhelado; el no sentirse como un error de la existencia, se había cumplido hacía años.

 

Cada vez que volvía a sentarse sobre él, que su miembro chocaba contra su zona más profunda, retumbaba contra todo su cuerpo, haciéndole arquear la espalda. Sus manos se movían juntas, yendo en círculos.

 

Lo siguiente que hizo, fue empezar a mover sus caderas en círculos. Tal vez las dos tuvieran un culo enormemente grande y gordo, pero Jeanne era una adulta. El suyo era mucho más pesado, más grande, más blando.

 

Más suave.

 

Clinch~ clinch~

 

"Jaaaa~ ahhhh~ me encanta... me encanta cuando me tocas..."

 

Susurró, soltando un suspiro; su verga se movía con sus caderas, golpeando sus paredes vaginales y estas apretándole en respuesta, como siempre había hecho.

 

Ritsuka no sabía a donde mirar, si concentrarse en la gigantesca barriga tan sexy y linda de su esposa, en su rostro enamorado tan perfecto y lleno de cariño, o en aquellos pechos enormes, redondos y hermosos que ensuciaban a ambos con la leche materna de la Francesa oscura.

 

En lugar de eso, su pulgar presionó cariñosamente su ombligo, deteniéndola y excitándola todavía más junto a las pataletas del fruto de su amor.

 

"¡AHHHHH!~ ¡ME ENCANTAS, MIERDA!~"

 

Gritó la francesa, arqueando la espalda mientras se sacudía. Sus paredes vaginales le apretaban con fuerza, como un guante húmedo y caliente totalmente sellado, impidiendo y dificultando los movimientos del hombre, más no los suyos. Su gordo culo se golpeaba con sus bolas. El sonido de carne chocando contra carne los ponía tan cachondos como dos animales; como dos conejos, junto a los gemidos del otro.

 

PLAFT PLAFT PLAFT PLAFT PLAFT PLAFT PLAFT~

 

"¡OHHH!~ ¡MIERDA!~ ¡ESTAS TAN ADENTRO!~"

 

Y en algún punto, los gemidos dejaron de ser entendibles; fueron reemplazados por alaridos, producidos por el placer tan intenso que experimentaba la albina. Estaba eufórica. Sí, sí, sí. Cada vez que entraba, cada vez que salía, cada vez que golpeaba su interior, volvía a disfrutar aún más, volvía a experimentar esas descargas eléctricas.

 

Esos truenos de absoluta exquisitez que recorrían cada célula de su ser.

 

Esos latidos tan potentes que casi parecían indicar que su corazón se le saldría, o explotaría. Jeanne miró hacia abajo, inhalando, exhalando, chillando, antes de volver a arquear la espalda. Quería más, más, más, más. Quería más de su semen, quería más de su enorme y monstruosa polla, quería más de esa sensación que llevaba el ser una mujer casada reproduciéndose con el mismo hombre al que le había jurado amor, lealtad y fidelidad eternas.

 

No era suficiente. No era suficiente.

 

"¡PARTEME EN DOS, RITSUKA!~"

 

Exclamó, incapaz de pensar en nada más que no fuera en él; en su esposo, en su media naranja. Oh, cuan estúpida había sido al haberse enojado con él, quizás Lily tuviera parte de la culpa, pero ella también. Debió haber pensado, debió haber racionalizado, pero ya no importaba, nada importaba. ¡Nada! Por fin había vuelto a donde debía estar.

 

PLAF PLAF PLAF PLAF PLAF PLAF~

 

Con él, a su lado, entre sus brazos. Alter inclinó su cuerpo hacia adelante, aplastando el rostro de su marido con sus enormes y deliciosas tetas de vaca lechera: las manos del Master dejaron su barriga, para pasar a su culo.

 

"¡CHÚPAMELAS! ¡CHÚPAMELAS, POR FAVOR!"

 

Rogó, y obedeció al instante. Fujimaru cerró su boca alrededor de los dos pezones de la Santa oscura, capturándolos mientras que sus dedos hacían lo propio con aquel enorme y gigante culo; cada vez que ella subía, él la seguía, enfundándose por completo en su delicioso coño, antes de que ella descendiera, empujándole de nuevo contra el colchón.

 

Sluurp~ glup~ glup~ glup~

 

La nostálgica pero maravillosa y sabrosa leche materna de su amor era el mejor bocadillo que podía pedir antes de dormir. Sí, justo así. Así es como quería sentirse; como quería que Jeanne se sintiera.

 

Quería demostrarle que la amaba. Que la quería. Que le perdonaba su frialdad, y que a su vez, ella le perdonara a él por ser tan descuidado. Sus pezones, duros, carnosos y maravillosos se metían hasta el fondo de su boca, él los apretaba con sus labios.

 

¿De resto? sus enormes tetas aplastaban por completo su cara, impidiéndole ver algo que no fuera el prominente busto de su amada.

 

CLAP CLAP CLAP CLAP CLAP CLAP~

 

"¡AHHHHH! ¡AHHHHHHHH! ¡JODER!~ ¡ME ENCANTA! ¡ME ENCANTA! ¡MI ESPOSO! ¡MÍO! ¡MÍO CARAJO!"

 

Chilló; los tres hechizos de comando de Ritsuka que tenía su vientre empezaron a arder, incrementando más su placer. Las lágrimas negras de su maquillaje caían ardientes por su rostro, antes de perder todo el aire en la siguiente embestida.

 

Había vuelto a golpear la entrada a su vientre, trayéndole un mini orgasmo a su ya muy torturada vagina.

 

"AGH~"

 

Un hilo de saliva se deslizó por la comisura de sus labios, brillando bajo la luz tenue de la habitación. El aire se escapaba de sus pulmones en jadeos cortos y violentos, cada exhalación arrancada por el impacto certero y despiadado que aterrizaba en su útero. . Cada golpe era una nota perfecta en una sinfonía de brutalidad y sumisión, y su cuerpo respondía con una rendición que la inundaba de un calor profundo y visceral.

 

Disfrutaba de la precisión casi quirúrgica de cada movimiento, nacida de la experiencia que ya tenía con ella, la forma en que la fuerza se dosificaba para llevarla al límite sin romperla del todo. Aquella no era una simple unión de cuerpos; era el lenguaje que habían perfeccionado a lo largo de incontables batallas y noches de pasión.

 

Una compatibilidad que iba más allá de lo que alguien podría concebir, que con los años solo había crecido, volviéndose más instintiva y más profunda. Se leía en la forma en que sus músculos se tensaban anticipándose al siguiente contacto, en la forma en que su piel anhelaba la marca que le dejaba. ¿Qué otra prueba de amor necesitaba? ¿Qué otro signo para saber que he encontrado a la otra mitad de mi alma, al único capaz de entender y dominar esta bestia que llevo dentro?

 

Sabía que Ritsuka tenía a otras, que su corazón era un campo de batalla donde muchas heroínas luchaban por un lugar. Pero eso no le importaba. Ni siquiera le importaba que Mashu también ostentara una posición de privilegio, forjada en una devoción pura y protectora. Jeanne Alter sabía, con una certeza que hacía temblar cada nervio receptivo en su cuerpo, que ella ocupaba un espacio diferente.

 

El lugar de la que desafía, de la que se deleita en el filo, de la que le ofrece una oscuridad que nadie más se atrevería a compartir. Y esa certeza, ese conocimiento de ser su ancla en la tormenta y su pecado favorito, la extasiaba más que cualquier acto físico. La elevaba a un plano de placer casi sagrado.

 

PLAFT~

 

Cada embestida hacía eco en la habitación; era un sonido agudo y húmedo, producido por sus labios vaginales siendo movidos, por su penetración, entrando y saliendo a una velocidad casi obscena, ya no era simplemente hacer el amor. No, no estaban haciendo el amor como una pareja casada; estaban follando como dos animales.

 

Como si Ritsuka estuviera intentando preñar a Jeanne Alter una vez más, quien había llegado a un punto donde estaba tan débil, que tras cada embestida, terminaba haciendo temblar sus piernas.

 

PLAFT~

 

Un segundo golpe, en el mismo lugar, intensificando la sensación hasta convertirla en una pulsación cegadora. Su mente se blanqueó, eliminando cualquier otro pensamiento que hubiera tenido. ¿Sus preocupaciones? fuera. ¿Sus temores? fuera. ¿Abigail? fuera. ¿La presencia de Lily durmiendo a un lado? fuera. ¿Chaldea? fuera. ¿La tierra blanqueada?... pffft... la humanidad no podía importarle menos, ya no más.

 

Solo existía el aquí y ahora, el ritmo, la dominación, de él a ella. Su sumisión hacia él; su deseo de ser amada y de amar.

 

PLAFT~

 

El tercero la empujó al borde. Un grito ronco y ahogado se escapó de su garganta, mezclando placer y rendición, mientras el mundo se disolvía en un estallido de luz blanca y la certeza absoluta de que pertenecía a él, por completo y para siempre.

 

Me vengo...

 

Fue la única idea coherente que su mente pudo articular, si pudiera verse en un espejo ahora mismo, no se reconocería. No quedaba rastro alguno de la Avenger depresiva y hambrienta de destrucción y sufrimiento ajeno que el deseo de Gilles de Rais había forjado cuando Goetia, fingiendo ser Solomon, le regaló el Santo Grial.

 

Uno de sus ojos estaba mirando hacia arriba, el otro, estaba cerrado. El fuego que la estaba consumiendo no pertenecía a su clase, ni su alma; provenía de su corazón. Provenía de su vagina, que apretaba, estrujaba, succionaba y chupaba aquel tronco de carne hacia adentro, porque la había estado matando de hambre durante días.

 

Luego de tantas noches juntos, su entero ser y existir se había acostumbrado a ser usada y amada por él. Usada como lo que era: su media mitad. Su media naranja. La había tomado, la había salvado, le había enseñado lo que era amar.

 

Lo que era el deseo de pertenecer y querer tomar a alguien de una forma casi insana. Por eso siempre le cumplía el capricho de volver a vestirse con su traje de novia como si fuera la noche de su matrimonio una vez más. Noche que no dejaba su cabeza en ningún momento.

 

Casi todas las noches volvía a ese cuarto de su hotel en Luluhawa, donde habían pasado de ser un "Tú y yo" a "Nosotros". En la salud y la enfermedad...

 

En el bien o en el mal; en la luz o en la oscuridad, el infierno o el cielo, a donde sea que el alma de Ritsuka terminase por ir luego de que diera su último suspiro en la tierra, ella y tantos otros le iban a seguir sin rechistar, pero era distinto.

 

Ella sería la primera en agarrarle de la mano, en estrellar sus labios contra los suyos, y fundirse con él, porque jamás le dejaría ir. Jamás.

 

¡Me vengo... !

 

PLAF PLAF PLAF PLAF PLAF PLAF PLAF~

 

Sus caderas se movieron más fuerte. Más rápido; esta vez, el movimiento era enteramente suyo, sus piernas, sus atributos de servant, de espíritu heroico la hacían ir más veloz de lo que sería capaz de hacer una mujer humana. Ritsuka apretó sus párpados, desesperado, aferrándose a las tetas y la leche de Jeanne Alter, quien le ordeñaba como si fuera una granjera.

 

Era como si cada vez que su glande llegaba hasta el fondo, chocando contra la entrada de su útero, esta le diera un beso.

 

Si, sería la primera en seguirle al infierno si hacía falta. ¿Cómo podía siquiera pensar en romper sus votos matrimoniales? ¿en separarse de la única cosa que verdaderamente la hacía feliz? jamás podría, jamás podría, jamás.

 

Adoraba esta nueva vida. Adoraba ser una mujer casada. Adoraba la idea de que pronto sería madre, de que verdaderamente no estaba sola y la vida era más que solo su eterno odio por Francia y la trágica vida de Juana de Arco.

 

¡ME VENGO CARAJO!

 

Los hechizos de comando en su coño quemaban su piel. Sus uñas se clavaron, hundiéndose en la carne del Master número cuarenta y ocho, que gritó con la boca llena por la carne de sus pechos, y la leche de estos. Jeanne jadeó. Gritó.

 

Su vista se nubló, y sintió como si estuviera siendo reducida a cenizas, por el fuego más candente, caliente, excitante y envolvente que había conocido, porque otra vez...

 

Otra vez... se había vuelto a casar con Ritsuka.

 

Había regresado a Luluhawa.

 

"¡ME VENGOOOOOOOOOOOOOOOOHHHHHHHHHHHHHH!~"

 

SQUISHHHHHHHHHHHHHHHH~

 

SPLUUUUUUUUUUUUUURT~

 

En ese instante, donde un solo segundo fue convertido en una extensión de placer, Jeanne Alter no fue ni una Avenger, ni una Santa, ni siquiera un espíritu heroico. Fue solo sensación cruda y despojada. Cada fibra de su ser, cada célula forjada por el Santo Grial y reivindicada con su individualidad alejada de la Santa de Orleans, vibró con la fuerza de un sol naciente.

 

Su cuerpo, liberado de la tensión que lo había arqueado, se desplomó sobre el de Ritsuka con un peso plácido y satisfecho. El jadeo de ambos era el único sonido en la habitación, una respiración única y compartida que hablaba de una rendición mutua. Las uñas que habían desgarrado su piel ahora solo lo acariciaban, trazando perezosos círculos sobre su espalda, mientras sus piernas, todavía temblando, se enroscaban en torno a su cintura en un gesto instintivo de posesión. No quería que se moviera. No quería que el momento terminara por nada del mundo.

 

El fin podría estar a sus puertas, y ellos dos estarían simplemente entrelazados allí como un ser único de carne y fluidos que no tenía fin alguno.

 

Bajó la cabeza hasta apoyar la frente en su pecho, escuchando el latido frenético de su corazón que poco a poco volvía a un ritmo normal. El olor de su sudor, el de su propia piel y el del sexo intenso y sin rodeos se mezclaban en un perfume que era para si misma el mejor olor del mundo.

 

Ritsuka, con la respiración aún agitada, pasó una mano por su espalda sudorosa. No dijo nada. No necesitaba siquiera decir una palabra.

 

Jeanne sintió cómo algo se rompía en su interior, pero no era algo doloroso. Era la última cadena, el último vestigio de aquella muchacha llena de odio y soledad que Gilles había soñado. Se disolvía en la quietud posterior al amor, reemplazada por esta mujer que ahora suspiraba feliz en los brazos de su marido. Una mujer que había encontrado su propósito no en la destrucción, sino en la devoción. En la protección de este único, preciado, amoroso y tonto hombre.

 

"Te amo"

 

Susurró contra su piel, las palabras saliendo roncas y rotas por el orgasmo, pero cargadas de una verdad tan absoluta como decir que el cielo es azul y que el agua mojaba.

 

"Yo... también te amo, Jeanne..."

 

Fue lo único que pudo decir, tan cansado como ella. Era extraño, pero satisfactorio, porque usualmente necesitaba más de solo tres orgasmos para estar satisfecho, pero ahora con un oral y dos creampies sentía que estaba listo para dormir.

 

Mashu si que iba a encontrarse con una escena bastante peculiar cuando viniera a acostarse... quizás había sido porque su cuerpo realmente había extrañado mucho a su amada esposa, o por el cansancio emocional. Daba igual.

 

Emiya había tenido razón. Todo el estrés acumulado, sus preocupaciones, su temor, sus miedos, se los había llevado su orgasmo que había soltado ahora en lo más profundo de las entrañas de Jeanne Alter, y Jeanne Alter Lily. En cuanto a la pequeña, aún estando dormida, se había aferrado insistentemente al brazo izquierdo de su master, forzando a Alter a tomar el derecho.

 

Había vuelto a ser la chica amorosa, romántica y tierna en la que se había convertido al paso de los años. No estaba enojada, tal vez casi ni lo recordaba, pero... pedirle disculpas no estaba mal. Tenía que hacerlo. Ritsuka suspiró, antes de mirar directo al mar dorado que eran los ojos de su esposa.

 

"Lo siento, Jeanne... por lo ocurrido con Abigail... no quería--"

 

"¿Abigail... ? oh... sí, seguro... lo que sea~"

 

Respondió, con una sonrisa en su rostro, tomándole por sorpresa. Quedaba muy poco lápiz labial en sus labios luego de la enorme cantidad de besos que había dejado en su cuello, boca y rostro, pero quedaba el suficiente para volver a besarle. La albina se acomodó, gimiendo directo en la boca de su cónyuge antes de romper el beso ella misma.

 

No podía importarle menos lo que hubiera pasado los últimos días. Fue una estupidez, su tontito era su tontito, y aún si estaba dormida, estaba más que segura que Lily se sentía igual.

 

La nariz de la vengadora comenzó a frotarse de arriba abajo contra su cuello, aspirando su olor. Su colonia, su sudor. Los tres sellos de comando en su coño seguían ardiendo, gracias al semen que ahora la llenaba por completo.

 

Ritsuka decidió dejar el tema hasta ahí. Si a Jeanne ya no le importaba más, entonces era mejor solo disfrutar el momento.

 

"Mañana."

 

Comenzó ella, antes de darle un leve beso en el mentón, una de sus manos acariciando su cabellera negra, la otra aún entretenida con el patrón sin detallar que plasmaba en su piel.

 

"Voy a prepararte un pastel... quiero mimarte... quiero malcriarte y hacerte feliz... "

 

Insistió, reposando su frente en su pecho. Las mejillas del Magus ardieron de vergüenza, de ilusión. Pasaban los años, y jamás dejaría de sorprenderse de lo mucho que el amor había cambiado el alma y la forma de ser de Jeanne Alter cuando nadie la veía, una faceta que pertenecía a él, y solo a él.

 

Para el resto de Chaldea, no había diferencia alguna entre la muchacha arisca y grosera que puso un pie en sus instalaciones en Abril del año 2018. Era una de las miles de cosas que solo Ritsuka tenía permitido ver.

 

Su lado débil. Su lado romántico. Su lado pasional. Su lado cariñoso. Su lado... feliz.

 

Los dos corazones en sus ojos brillaron con intensidad. Varias gotas de sudor caían por su rostro perfecto, blanco como la porcelana, dejando ir su pelo para tomarle la otra mano, y dirigirla a su rostro, para reposar.

 

"¿Te gustaría?~"

 

Volvió a repetir, insistiendo por segunda vez, pero su tono no era de fastidio. No era amenazante, era... una invitación. Estaba ofreciéndose, una vez más, a darle todo su cariño con aquellos gestos tan hogareños que la caracterizaban en momentos como esos, cuando sus sentimientos eran su principal prioridad. La expresión de Jeanne reflejaba eso; sus cejas estaban arqueadas, su rostro tenía una sonrisa pequeña, pero brillante como el mismo sol.

 

Esa aura... esa luz, esa alegría tan... humanas... jamás podría llegar a cansarse de ellas.

 

"Yo... Nada me encantaría más"

 

Respondió, contagiándose con la felicidad de su esposa, sonriéndole con tranquilidad, antes de asentir, por supuesto que le gustaría volver a verla cocinarle algo, probar sus delicias, cargadas de amor y afecto, haciendo reír a Jeanne Alter por la ilusión, internamente ya estaba pensando en mover sus caderas de lado a lado para que su culo sonase mientras cocinaba a la mañana siguiente, si.

 

Sería una buena forma de darle un pequeño "espectáculo" mientras le mostraba sus dotes como repostera. Con todo dicho y hecho, y el sueño ya empezando a manifestarse, bostezó, acomodándose sobre su pecho, escuchando su corazón como una canción de cuna improvisada. Estuvieron unos minutos en silencio, antes de que el pelinegro hablase de nuevo.

 

"Tendré que limpiar esto luego"

 

Murmuró, un poco desanimado. Mashu aún no había llegado, la habitación había quedado a oscuras, por suerte: la runa que Scathach había puesto ya se había desvanecido por completo, así que los vería a los tres durmiendo para cuando llegase. Pero sería algo vergonzoso, es decir... llegaría, abriría la puerta y lo primero que vería sería a su amado esposo, a su Senpai, durmiendo con las dos versiones de Jeanne a su lado...

 

Con la cama hecha un desastre, el cuarto apestando a leche, sudor, sexo, semen y dios sepa que más. La "hermana" de Jeanne D'Arc Ruler no se quejó. No bufó. Seguía sonriendo, frotando su carita contra los músculos de su esposo. Parte de su mente quería seguir imaginando que estaban en Luluhawa, celebrando la noche de su matrimonio.

 

"Tontito, que lo hagan ellas... ellas se encargan de limpiar, y yo me encargaré de ti~"

 

Dijo, creyendo que sería más que suficiente para convencerlo. Pero no fue así. Fujimaru acarició con insistencia el hombro de su pareja; la mano de Jeanne dirigió su mano hasta su barriga. Si quería tocarla, la verdad, es que prefería que fuera su barriguita. Estar embarazada era un acontecimiento y etapa especial de su vida.

 

Era mejor aprovecharlo todo lo que pudiera.

 

"¿Y qué levanten tus bragas llenas de semen?"

 

Así de simple y rápido perdió todo su buen humor. El Ahoge en su cabecita, que había tenido la forma de un corazón hasta ese momento, decayó mientras perdía su tono amoroso y pasional, volviendo a su seriedad desganada. Aunque el abrazo no se rompió, si. Ya le había matado todas las ganas de continuar siendo melosa por esa noche.

 

De todos modos, no iban a durar despiertos mucho más tiempo.

 

"... Te ayudo luego"

 

"Hehe~"

 

.


.

 

-[Epílogo: Alegría en el mañana]-

 

Diciembre 25, 2026.

 

"¡Bravo, bravo!"

 

Los aplausos inundaban la cafetería luego de casi dos horas; más específicamente, una hora con cuarenta minutos. Abigail Williams, Fujimaru Ritsuka, Sion, Mashu Kyrielight, Leonardo Da Vinci Rider, Munniere y varios otros miembros del Staff de Chaldea, el musical "El Cascanueces" había culminado, y la cena navideña, oficialmente, podía empezar. Ritsuka dejó salir un suspiro, parte de su rostro aún estaba colorado por la vergüenza, el cansancio, el sudor y la emoción. Las luces del techo se encendieron: a donde fuera que viera, solo había más y más Servants riendo, comiendo, aplaudiéndole a él y sus compañeros.

 

A su lado, Williams estrechó fuertemente su mano, antes de sonreírle, igual de feliz. No le había besado únicamente para no faltarle el respeto a las demás, pero dios... si que tenía ganas.

 

"Lo hicimos, Master... "

 

Dijo por lo bajo, asintiéndole. Poco a poco, cada uno de los actores empezó a bajarse; el regalo de la Foreigner de cabello dorado había concluido en su totalidad. Con una mirada discreta, Sion y Da Vinci hicieron un pequeño gesto al actual director. Goredolf dejó ir la taza de chocolate caliente que estuvo bebiendo toda la obra, agarrando la pequeña campanilla. Un gesto simple, no tan elegante como golpear una copa con una cuchara, pero igual de útil.

 

RING RING RING RING RING~

 

"¡Su atención por favor, su atención por favor!"

 

Los aplausos se detuvieron súbitamente. Musik se ajustó un poco su corbata, el que ahora él fuera el foco de atención le dio la oportunidad al resto de trabajadores de Novum Chaldea de elegir sus asientos, de Abigail de despedirse de Ritsuka con un beso en los nudillos, uniéndose al resto de sus compañeros de clase: Ritsuka y Mashu en cambio, se dirigían juntos hacia la mesa en la que Jeanne Alter y Jeanne Lily aguardaban. Como siempre, la mano derecha de la Bruja dragón acariciaba en un movimiento circular su barriguita.

 

El Rubio tosió un poco, antes de apuntar con su palma abierta a la mesa llena de manjares preparados con extremo cariño y cuidado por el joven Fujimaru, Martha Santa Claus, Emiya, Boudica, Beni-Enma y Tamamo Cat. La verdad es que todos se morían de hambre, pero hacer hambre con el espectáculo era la muestra de respeto mínima que podían otorgarle a todos aquellos que tanto tiempo invirtieron practicando, ensayando y esforzándose por ellos. ¿La verdad sea dicha?

 

Abigail había tenido una idea brillante.

 

"Dado que todos hemos disfrutado del espectáculo de la señorita Williams... y de que ya han dado las doce de la noche. Creo que no hay mejor momento para decir... ¡Que comience el festín!"

 

"¡KANPAI!"

 

"¡KANPAI!"

 

Cada uno brindó a su manera. Fue la sucesora de Nemo quien tuvo el honor de ser la primera en alzar su copa, rellena de un rico jugo de frutas sin ni un poco de Alcohol, siendo seguida por prácticamente todos los demás miembros de Novum Chaldea. Había pavos y pastelillos más que suficientes, perfectamente conservados con las runas mágicas de Skadi, Scathach y ayuda de los otros Casters. Eran casi 500 personas después de todo. Ritsuka se dejó caer en la silla, mirando de vez en cuando a su alrededor. No pasó mucho tiempo para que empezaran a escucharse las risas estridentes de más de uno de sus amigos: Spartacus hablaba de la opresión que era la gula.

 

Argumento que fue rápidamente desmontado por Leonidas que usó el hambre como contramedida.

 

Gilgamesh Caster intentaba controlar a Ishtar, una vez más presumiendo de su belleza y de cualquier otra estupidez; su versión Archer no estaba de tan mal humor ni presumía de si mismo como acostumbraba. ¿Tal vez era porque de nuevo estaba bebiendo con Iskandar? ¿o porque Enkidu estaba al lado suyo?; Arturia Caster y Cnoc Na Riabh junto al resto de las hadas del sexto Lostbelt ya se habían puesto a comer, el aura pesada y espesa que rodeaba a Morgan las 24 horas del día no estaba presente. Jason, una vez más, agitaba un banderín con la cara de Heracles.

 

Se había puesto a tener una competencia de comida pero no con Lu Bu. Ahora mismo, estaba compitiendo con Asterios.

 

"¡Tonakai-san! ¡Prueba un pastelito! están deliciosos"

 

La voz de Jeanne Alter Lily le trajo de regreso a la realidad cuando sus ojos se encontraron con los de Emiya: le había alzado el pulgar en aprobación al verlo estar sentado con las dos albinas y la escudera. Mashu ya estaba sirviéndole algo del chocolate a su marido, pero sin malvaviscos. Tenían delicias más que suficientes como para comer, y el deber de una esposa era cuidar y regular la salud de su amado. Era un pastel de frutas hecho a mano, receta sugerida por la versión más joven de la mujer de cabello morado en su época.

 

"Gracias, Mashu."

 

"No hay de qué, Senpai. ¿Te gustaría algo de filete?"

 

"No, quiero empezar con platos ligeros."

 

Por debajo de la mesa, la vengadora de Orleans había agarrado la mano de su marido, la izquierda, guiándola con la suya de regreso a su vientre. El tiempo pasaba rápidamente. La tierra seguía blanqueada; pero las cosas mejoraban, a paso lento, pero lo hacían. Cada nuevo día, Ritsuka sentía que estaban un paso más cerca de recuperar su derecho a existir y tener una vida pacífica. Una vida alegre. Todo lo que habían perdido, lo recuperarían.

 

No era solo una promesa para si mismo. Para sus familias, y para todos los humanos. También lo era para Jeanne. Para Mashu. Para Lily. Para todos los miembros humanos y servants que vivían, día con día, peleando a favor de Novum Chaldea.

 

Y con una última mirada hacia Jeanne Alter; supo también que ella pensaba lo mismo.

 

Era una promesa de los dos, para su bebé.

 

Fin.