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La tormenta los tomó por sorpresa. Hacía unas semanas había sido Navidad, la peor Navidad de Miles, pero el clima ya estaba empezando a calentar. La nieve ya no cubría todos los caminos, y usar abrigo era más una elección que una obligación. Por eso, no estaban preparados para esto.
Era un patrullaje rutinario. Peter había vuelto de Symkaria hacía unos días y quería tomárselo con calma, pasar tiempo con Miles, ayudar en lo que pudiera... ser el amigable vecino Spider-Man. Y Miles estaba encantado, de verdad. No se había dado cuenta de cuánto extrañaba balancearse por Nueva York con Peter a su lado hasta que volvió, con sus chistes terribles y acrobacias imposibles —que le daban un poco de envidia, si era sincero. No se había sentido tan relajado y feliz en... mucho tiempo.
Miles sacudió la cabeza, estirando el brazo y lanzando una telaraña. Se impulsó entre los edificios siguiendo de cerca a Peter. No quería pensar en eso, no ahora, no quería arruinar el ambiente. Por supuesto, fue entonces cuando su sentido arácnido en la parte posterior de la cabeza empezó a emitir un ligero zumbido.
Miles se detuvo de inmediato, pegándose al costado de un edificio con sus cuatro extremidades, ignorando los jadeos asombrados de las personas que lo veían a través del cristal y el ocasional flash de una cámara. Ladeó la cabeza, estrechando los lentes de su máscara, tratando de entender lo que percibía. Era extraño. Normalmente, cuando su sentido arácnido se activaba, era por un peligro inmediato y le decía la dirección de la que venía. Pero esto era diferente, se sentía diferente como si viniera... de todas partes.
Un golpe frente a Miles lo sacó de sus cavilaciones, abriendo los ojos. ¿En qué momento los había cerrado? Peter estaba frente a él, imitando su misma postura, y aunque Miles no podía ver su expresión, podía notar la tensión en sus músculos, la postura como si fuera a saltar en cualquier momento. Y fue eso, más que su sentido arácnido en aumento, lo que lo asustó.
—Bueno, tenemos buenas y malas noticias —dijo Peter.
Miles podía percibir la rigidez en su tono juguetón. Su sentido arácnido zumbó con más fuerza y la luz del sol se cubrió, haciendo que alzara la mirada. Densas nubes se estaban formando en el cielo con más rapidez de la que jamás había visto, y la temperatura cayó varios grados. Miles volvió a mirar a Peter.
—¿Cuáles son las buenas?
Preguntó. Era mejor oír las buenas noticias primero, ¿no? Peter se removió incómodo, desviando la vista ligeramente antes de volverla a fijar en Miles.
—Eh... dato curioso: tenemos la habilidad de sentir cambios en el ambiente antes de que pasen, lo que nos da tiempo de prepararnos.
Miles parpadeó, un poco estúpidamente. Porque, está bien, eso ya lo sabía. Era lo que siempre hacían cuando estaban en peligro. Aunque... ¿quizá Peter se refería a una escala más grande? Miró a Peter, inseguro.
—¿Y cuál es la mala noticia?
—Tenemos aproximadamente media hora antes de que una tormenta de nieve gigante nos golpee.
Miles lo miró fijamente. Peter le devolvió la mirada.
—Estás bromeando, ¿verdad? Dime que estás bromeando.
—Nop —dijo, haciendo énfasis en la 'p'—. Y debemos movernos ya si queremos que la mayor cantidad de gente esté protegida antes de convertirse en paletas humanas.
Miles lo miró horrorizado antes de saltar, balanceándose y llamando a Ganke. Escuchó el disparador de telaraña de Peter detrás de él.
—Tenemos una emergencia...
Media hora era un tiempo terriblemente corto, y Nueva York una ciudad enorme. Aun así, Peter y Miles hicieron todo lo que pudieron. Tuvieron que separarse para cubrir más terreno y usaron el FNSM para advertir que se avecinaba una tormenta monstruosa. Peter le dijo que el sentido arácnido solo se activaba por eventos climáticos si eran realmente extremos. Él solo lo vivió una vez, y fue por una ola de calor. Fue horrible.
Miles se estremeció. A cada minuto, el ambiente se volvía más y más frío, e incluso con el traje aislante lo estaba empezando a sentir. Los vientos también se volvieron feroces, al punto que tuvo que abandonar las telarañas en favor de saltar, pegarse a las paredes y correr por los techos. El clima cambió tan rápida y abruptamente que incluso las personas más escépticas no duraron mucho. Excepto J. Jonah Jameson, según le dijo Peter por el comunicador. Aunque Miles estaba seguro de que solo lo decía para llevarle la contraria a Spider-Man y no porque realmente no le creyera. Algunas cosas nunca cambian.
Miles acababa de asegurar a las personas en uno de los refugios FEAST cuando la cosa realmente empeoró. Los vientos eran tan fuertes que Miles tenía que usar algo de fuerza arácnida para mantenerse en pie, y podía sentir que el frío le mordía las extremidades. Las nubes habían tapado por completo el sol, dejando todo en penumbra. Su sentido arácnido ahora era una alarma fuerte y estridente en la parte posterior de su cabeza, imposible de ignorar. Y entonces empezó a nevar. Gruesos copos de nieve hicieron que el mundo se volviera blanco, limitando su visión hasta volverse casi nula. Miles dudó. Su sentido arácnido le decía que se moviera, que encontrara un lugar cerrado y cálido y que no saliera de ahí hasta que pasara la tormenta. Pero una notificación a través del FNSM sobre personas atrapadas en el tráfico lo hizo moverse. Ahora no. Tenía que asegurarse de que todos estuvieran a salvo. Era Spider-Man. Había pasado por cosas peores que algo de frío.
Su sentido arácnido decía lo contrario.
Había pasado más de una hora desde que el sentido arácnido de Miles se activara por la tormenta, varios minutos desde que la tormenta cayera de verdad, sumiendo a Nueva York en un páramo helado. Y Miles seguía afuera, aferrado a la cornisa de un edificio, sin ver a más de un metro de distancia. Su mamá estaba en el apartamento. Ganke también estaba en su casa, y Peter le había dicho que MJ se había quedado voluntariamente en el edificio del trabajo con más compañeros. Hacía tiempo que no recibían ninguna solicitud por la aplicación. Miles esperaba que fuera porque nadie lo necesitaba y no porque se hubiera caído la señal. Pero no se movía. Se sentía extrañamente separado de sí mismo, sus sentidos embotados, incapaces de captar nada además del aullido del viento y la nieve que lo golpeaba agresivamente. Su traje estaba empapado con nieve derretida, sus extremidades extrañamente rígidas. Tenía... sueño.
Su sentido arácnido era lo único que le impedía quedarse dormido, vibrando como loco. Entonces una mano se posó en su hombro, y su corazón se aceleró, devolviéndole la claridad suficiente para girarse, sus manos chispeando con Venom para neutralizar cualquier amenaza. Pero al ver el rojo y el azul, la electricidad se extinguió rápidamente.
—¡Pete! Por dios, yo... ¿qué haces aquí?
Dijo Miles, encendiendo su comunicador, ya que a pesar de estar tan cerca, el viento se llevaba sus palabras. Peter se cruzó de brazos, los lentes de su máscara estrechándose de una manera que Miles sabía que era preocupación.
—Podría preguntarte lo mismo. Ya deberías estar en casa, Miles. La tormenta se está volviendo peligrosa, incluso para nosotros.
Miles procesó eso un momento. No sabía por qué, pero se sentía lento. El pico de claridad que le dio la adrenalina se estaba desvaneciendo, y la somnolencia lo invadía.
—Miles, ¿sigues conmigo?
La voz preocupada de Peter volvió a llamar su atención. Miles gimió, descontento.
—Sí, sí, está bien, ya voy...
Pero cuando intentó levantarse, sus extremidades se trabaron, como si no pudieran soportar su peso, y Miles tropezó. Sus reflejos, normalmente rápidos, se demoraron en activarse, pero aun así logró no caer al suelo cubierto de nieve. Lo cual fue un alivio, porque no estaba seguro de que, si caía, pudiera volver a levantarse. Un momento después, la mano de Peter en su brazo lo ayudó a enderezarse, aunque su acción fue extrañamente lenta.
—Está bien. Sí, eso no va a pasar. Vamos a mi apartamento, igualmente está más cerca de aquí, a dos cuadras. Solo quédate conmigo, Miles, ¿me escuchas? Hagas lo que hagas, no te duermas.
Miles asintió lentamente, dejándose arrastrar por Peter y poniéndose en movimiento. Esto pareció ayudar un poco, ya que fue lo suficientemente consciente para saltar y correr sobre los techos hacia el apartamento de Peter sin necesidad de su ayuda. Pero estaba cansado. Quería llegar, acurrucarse en un rincón oscuro y cálido, y dormir. Miles cerró los ojos un momento. Entonces su pie resbaló con un trozo de hielo y casi se cae del techo si no fuera por sus dedos pegajosos que alcanzaron a agarrarse de la cornisa. Peter estaba en la pared de enfrente, arrastrándose hacia su ventana, aunque se detuvo ante la casi caída de Miles.
—¿Estás bien?
Preguntó. Miles asintió ligeramente, con el corazón desbocado.
—Nunca estuve mejor, no sé de qué hablas.
Peter resopló y Miles imaginó cómo sus labios se crisparon en una sonrisa debajo de la máscara. Se soltó de la pared y saltó hacia Peter justo cuando este abría la ventana y se arrojaba por ella. Él no tardó en seguirlo, dejándose caer al suelo sobre la alfombra y cerrando los ojos. La poca energía que le quedaba se agotó completamente, y su sentido arácnido, que había estado activo todo este tiempo, empezó a disminuir hasta hacerse casi silencioso. Eso le bastó a Miles, que dejó que la oscuridad lo llevara.
—¡Miles...! ¡Miles!
Peter obligó a sus piernas temblorosas a moverse para acercarse a su protegido en el suelo, que estaba terriblemente quieto. Sus extremidades se habían acercado a su cuerpo en una posición que Peter llamaría fetal, pero era demasiado flexible para eso, demasiado... antinatural. Le recordó, irónicamente, a una araña encogida. Se arrodilló a su lado, quitándole la máscara. Solo su capacidad de oír la respiración y el corazón de Miles latiendo —aunque demasiado despacio para su gusto— impidió que Peter entrara en pánico.
—Miles, Miles, despierta —dijo, sacudiéndolo, aunque sin demasiada fuerza. Ya no le quedaba mucha. Peter sentía el agotamiento y el sueño sobre él. Nunca había sentido algo así, y eso lo asustaba.
Un vendaval repentino y un montón de nieve sobre sus hombros le recordó a Peter que no había cerrado la ventana, dejando que la nieve se colara. El cansancio de Peter se duplicó, y le costó toda su fuerza de voluntad no dejarse caer al lado de Miles y unirse a él. Alzó un brazo tembloroso —y rígido a la vez, por contradictorio que pareciera— y la cerró. Aunque no ayudó mucho, ya que la calefacción del apartamento no estaba encendida. Hacía el mismo frío que afuera, y sus trajes estaban congelados, pegados a su piel, impidiéndoles retener calor.
Peter se arrancó la máscara, tomando una gran bocanada de aire, tratando de despejar su mente. Necesitaba... necesitaba algo. ¿Qué? Sus ojos vagaron por el apartamento en sombras, sus pensamientos incapaces de concretarse. Miró hacia abajo, donde Miles seguía inconsciente. Calor. Necesitaban entrar en calor. Su visión empezaba a empañarse, su cuerpo, su sentido arácnido —que había enmudecido hasta solo ser una vibración ausente—, todo estaba entumecido.
Peter intentó ponerse de pie. No lo logró. Volvió a intentarlo y, con más esfuerzo del que debería, lo consiguió. Como pudo, agarró a Miles y, sacando fuerza de donde no tenía, lo levantó en brazos. Sus rodillas se doblaron, pero aguantó. No lo dejaría caer. ¿Ahora adónde? Ahí hacía demasiado frío, las paredes parecían sudar escarcha.
Su mente nebulosa intentó recordar cómo se resolvía esto: hervir agua, buscar mantas, encender la calefacción... pero nada se consolidaba en acciones concretas.
Peter dio un paso, luego otro, y otro. Cuando volvió a parpadear, estaba en su habitación, frente a su cama. No recordaba haber llegado ahí. Miles se sentía cada vez más pesado en sus brazos. Peter no podría sostenerlo por mucho tiempo. Su respiración era lenta, profunda. Inquietantemente lenta. Él aún no sabía si solo estaba dormido o inconsciente. Debía estar inconsciente, ¿cierto? O si no, se despertaría.
Otro parpadeo. Miles estaba acurrucado en el centro de su cama, y a su alrededor estaban todas las mantas, sábanas y almohadas que Peter tenía en el apartamento. No eran muchas, pero eran suficientes para cubrir toda la cama. Estaban apiladas sin orden y pegadas por telarañas, creando una especie de capullo. Peter tampoco recordaba haber hecho eso... Eso estaba mal, ¿verdad? Era preocupante que tuviera lagunas.
El agotamiento lo recorría, impidiéndole pensar. Entonces se subió con cuidado, aún con el traje parcialmente congelado, y se acomodó contra la cabecera. Con manos temblorosas, jaló a Miles hasta su pecho, lo acunó entre sus piernas y lo envolvió con sus brazos. Sus piernas se enroscaron por reflejo alrededor del cuerpo más pequeño. Se sentía natural. Casi obligatorio.
Miles hizo un sonido, como un leve zumbido vibrante que Peter sintió a través de su espalda, resonando en su propio pecho. Algo estaba pasando. Algo importante. Pero la mente de Peter ya se estaba apagando.
Se sumió en un sueño profundo.
