Chapter 1: 1. Llamada del destino
Chapter Text
Will Byers tenía tres reglas básicas para sobrevivir a su primer día en la universidad:
1. No mirar directamente los hilos que conectaban a las personas (demasiado perturbador).
2. No hablar con fantasmas, ni aunque fueran amables.
3. Fingir que era perfectamente normal.
El problema era que, ese lunes a las ocho de la mañana, ya había roto las tres.
Los hilos, las auras y las energías de sus compañeros eran demasiadas.
Demasiadas voces, demasiada luz, demasiadas vidas latiendo a su alrededor.
Después de años estudiando en casa, volver al ruido del mundo era como intentar respirar bajo el agua.
Y para empeorar todo, había confundido a un ente con un estudiante. Le sonrió, le habló, y solo cuando el “chico” atravesó una pared comprendió su error. Los demás lo miraron como si apestara, y Will se había bañado. Dos veces. Esa misma mañana.
Así que, lógicamente, huyó.
Corrió hasta el baño más cercano, se encerró en un cubículo y apoyó una mano en su pecho.
El aire no entraba del todo.
Todo giraba.
—Vamos, niño. —dijo una voz suave, cerca—. Como practicaste. Respira. Tú controlas tu mente. Puedes apagarlo cuando quieras.
Will parpadeó. Esa voz…
Cerró los ojos y exhaló lentamente.
—Es la primera vez que me hablas —murmuró, entre sorprendido y aliviado.
—Sí —respondió la voz—. Creo que me necesitas ahora.
Cuando alzó la vista, el aire frente a él se onduló. Una silueta translúcida emergió con la calma del amanecer: cabello recogido, ropa antigua, una sonrisa que parecía haber aprendido la paciencia a través de los siglos.
El borde de su figura brillaba con un resplandor azulado, como si la luz del sol pasara a través del agua.
Will conocía esa presencia. La había sentido desde el… *accidente*, años atrás.
A veces, antes de cruzar la calle, una fuerza invisible lo detenía justo a tiempo. O una ráfaga de frío lo empujaba hacia atrás cuando un auto se acercaba demasiado.
Siempre pensó que era su imaginación.
Hasta ahora.
—Tú… —susurró Will, incrédulo—. Siempre has estado ahí.
El fantasma asintió con una media sonrisa.
—Puedes llamarme Mack.
El nombre resonó como una nota antigua dentro de él.
Will apoyó la frente contra la puerta.
—No sé si estoy más asustado o agradecido.
—Ambas cosas son válidas —respondió Mack—. Ahora, concéntrate.
Will cerró los ojos. Uno… dos… tres segundos.
El murmullo de las voces y los colores se apagó poco a poco, hasta que solo quedó el eco de su respiración.
Cuando volvió a abrir los ojos, Mack ya se desvanecía.
—Gracias —susurró Will.
—No lo digas en voz alta —bromeó Mack antes de desaparecer del todo.
Fuera, el campus se extendía luminoso y extraño.
Will se sentó a la sombra de un árbol, a varios metros de la fuente central. El murmullo del agua llegaba como una canción lejana, entremezclada con risas y pasos. Por primera vez en la mañana, tuvo un instante de paz.
Hasta que lo sintió.
Un tirón en el pecho, ligero pero firme. Como si un imán invisible lo llamara desde algún punto frente a él.
Miró su mano. Un hilo rojo salía de su meñique y se extendía, vibrante, hacia la fuente.
El corazón de Will dio un salto.
—No… no puede ser… —murmuró.
Siguió el hilo con la mirada.
Y ahí estaba: un chico alto, de mechones oscuros que rozaban sus orejas, las manos metidas en los bolsillos, riéndose de algo que una chica castaña le decía.
El mundo se contrajo.
Will se tambaleó, apoyándose contra el tronco detrás de él.
Solo Mack apareció a su lado, tranquilo como siempre.
—Respira, niño.
—No —susurró Will, temblando—. No, no, no…
El hilo rojo unía su meñique con el del chico.
—¿Un chico? —dijo en voz baja— ¡¿MI ALMA GEMELA ES UN CHICO?!
Varias cabezas se giraron hacia él.
Will se tapó la boca, horrorizado, y fingió revisar su celular.
—Genial, ahora también parezco esquizofrénico.
Mack se cruzó de brazos, flotando a su lado.
—Te sorprendería saber cuántos hilos se cruzan así.
—No, no, no. Tiene que haber un error. El sistema se equivocó.
—No hay sistema, Will.
—Exacto. Por eso se equivocó.
Mack soltó una risa breve.
Will no podía dejar de mirar al chico.
Nunca se había detenido a pensar por qué las chicas no le interesaban tanto. O por qué sus pósters de *Star Wars* eran de Luke y no de Leia.
Y antes de que pudiera ordenar su mente, el destino decidió empeorarlo todo.
El chico de la fuente se inclinó para besar a la chica castaña.
Una escena dulce. Perfecta. Dolorosa.
—Mi alma gemela tiene novia… —murmuró Will, sintiendo cómo se le apretaba el estómago—. ¿Ves? No puede ser él.
Mack lo observó con una paciencia que dolía.
—Los hilos no se equivocan. Solo significa que aún no les corresponde estar juntos.
Will suspiró, cruzándose de brazos.
—¿Y si el hilo está borroso? A lo mejor ella es mi alma gemela.
—Mira su conexión —dijo Mack.
Will entrecerró los ojos. Otro hilo, dorado, surgía de la susodicha hacia Will.
—¿Qué es eso?
—Amistad —respondió Mack, satisfecho— Tu alma gemela en amistad.
Will se cubrió la cara con ambas manos.
—¿Ella destinada a ser mi mejor amiga y yo voy a bajarle el novio? Debes estar jodiéndome.
—Por Dios, hijo. En mi época te castigaban por decir “demonios”. Has avanzado mucho.
Will soltó una risa temblorosa.
—No puedo con esto.
—Claro que puedes —dijo Mack, difuminándose—. Y pronto lo harás.
El timbre del campus anunció la siguiente clase.
Will revisó su horario: *Introducción a los Sistemas Mecatrónicos, Aula 204.*
Intentó no pensar en la ironía de estudiar ciencias cuando su propia vida desafiaba toda ley natural.
Abrió la puerta del aula.
Y ahí estaban.
El chico del hilo rojo y la chica del hilo dorado.
Mike y Jane.
Will tragó saliva.
—Perfecto —murmuró—. El universo tiene sentido del humor.
Se sentó al fondo, lo más lejos posible.
Mientras la clase transcurría, los ojos de Will no podían dejar de encontrar a Mike. Se perdían en sus manos, las suaves ondas de su cabello negro y el como nunca perdía la oportunidad de participar en clase.
Pero volvía a la realidad cuando su novia le daba alguna muestra de cariño.
— Deja de torturarte. — Lo regañó Mack, sentado en el asiento vacío a su lado. — Tierra llamando a Will, presta atención a clase.
El castaño rodó los ojos, pero obedeció.
El profesor Clark comenzó a hablar con entusiasmo, y por un momento, Will pensó que podría relajarse. La pasión con la que explicaba hacía que todo sonara fascinante, incluso los cálculos más tediosos.
Hasta que una voz interrumpió:
—Tal vez el sensor no responde porque no lo hemos programado para hablar, señor.
El aula estalló en risas.
Will alzó la vista.
Mike Wheeler sonreía desde su asiento, la luz del proyector tiñéndole el cabello de azul.
El profesor negó con la cabeza, divertido.
—Muy gracioso, Wheeler. No puedo programarte el humor, pero puedes limpiar el pizarrón después de clase.
Más risas.
Will sintió que el corazón se le encogía solo de oírlo hablar.
Al final de la clase, el docente fue el primero en salir, el salón quedó vacío a excepción de Mike, quién se quedó a realizar su tarea recién asignada, aunque nadie lo obligó realmente.
Will tardó más que sus compañeros por haber elegido el asiento más alejado de todos, intentó salir sin llamar la atención, pero cuando estaba en el penúltimo escalón, su mochila se enganchó en una silla y los libros cayeron con un golpe seco.
—¿Estás bien? —preguntó una voz cercana.
Will levantó la vista.
Mike lo observaba, inclinando un poco la cabeza, con una expresión amable. Se acercó rápidamente para ayudarlo.
—Te conozco de algún lado —dijo.
El tiempo se dobló.
Will sintió un eco dentro del pecho. Había leído que las almas se reconocían.
—No. No creo —balbuceó—. Soy nuevo en la ciudad.
Mike sonrió apenas.
—Entonces… bienvenido. —Colocó uno de sus libros en las manos de Will.
Un leve cosquilleo subió por su brazo, como electricidad contenida.
El hilo, invisible a los ojos de todos, se tensó.
—Gracias —susurró Will, casi sin voz.
Y antes de que Mike pudiera decir algo más, Will recogió sus cosas y salió apresurado, con el corazón a punto de explotar.
Mack apareció flotando a su lado mientras cruzaba el pasillo.
—Así que ese es él.
Will lo fulminó con la mirada.
—Ni una palabra.
—Tranquilo —respondió el fantasma, sonriendo— El destino ya dijo suficiente.
Chapter 2: robin
Summary:
Después de una noche sin dormir y demasiadas preguntas sin respuesta, Will encuentra en Robin una aliada, y sin quererlo, en Mike, una señal.
El hilo rojo no se apaga, y Mack tiene razón: el destino ya empezó a moverse.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
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Will no había dormido.
El hilo seguía allí.
Intentó todo: cerrar los ojos, respirar, repetir los mantras que Mack solía murmurarle cuando las energías lo abrumaban. Funcionaba con los fantasmas, con las luces errantes, con las presencias del más allá. Pero no con eso. El hilo rojo seguía allí, obstinado, estirándose desde su meñique como una herida encendida.
El amanecer se filtraba por las persianas, pintando la habitación con líneas doradas. Olía a pintura nueva, a polvo, a madera. Eligió un cuarto individual para “poder concentrarse”, aunque en el fondo era por otra razón: nadie debía verlo hablar con el aire o mirar fijamente hacia lugares vacíos.
En el escritorio, los cuadernos estaban abiertos en blanco. Y sobre ellos, invisible para todos menos para él, el hilo rojo latía. Tenía un pulso propio. Una calma casi humana.
Will frotó sus ojos.
—Debe ser un error —murmuró.
Pero la palabra “error” no tenía sentido frente a algo tan vivo.
Apoyó la frente contra sus rodillas, buscando que el silencio lo apretara. Y por primera vez, dejó que el pensamiento se formara entero, sin huirle:
¿Y si me gustan los chicos?
Sintió que el mundo se reducía a un punto de luz. No miedo, exactamente. Era más bien vértigo. Como si toda su vida hubiera estado corriendo sin mirar atrás, y por fin se atreviera a voltear.
Rió sin humor.
—Genial, Byers. Ni veinticuatro horas y ya entras en crisis existencial. Debe ser un récord.
Abrió la ventana. El aire fresco del campus lo golpeó con una claridad dolorosa. Estudiantes cruzaban el césped, cargando libros y charlando, riendo, viviendo. Todo tan sencillo. Tan normal.
Y él ahí, atrapado entre dos mundos: uno del que no se sentóa parte aunque y otro que nadie más podía sentir.
El hilo titiló apenas, como burlándose.
—Apágate —susurró—. Solo por un día.
No lo hizo.
El destino, pensó, tenía un sentido del humor terrible.
Así que se vistió sin pensarlo mucho. Tenía que moverse, distraerse, pretender que era como todos los demás.
La cafetería estaba abarrotada. Olor a pan tostado, risas, el ruido metálico de las bandejas. Un caos amable que lo mantenía anclado al presente. Pidió un té que no planeaba terminar y buscó una mesa vacía.
No había.
Avanzó entre los grupos, y fue entonces cuando algo llamó su atención: una mochila colgada del respaldo de una silla, cubierta de pines.
Uno de ellos: una bandera de seis colores. Otro: una chapita con letras rosadas que decía “*Too gay to function.”*
Will se detuvo.
El corazón le dio un salto involuntario. Y antes de que pudiera pensarlo demasiado, la dueña de la mochila —una chica rubia, cabello corto, chaqueta de mezclilla llena de parches— se giró hacia él.
Llevaba auriculares colgando del cuello, una sonrisa irónica y una energía tan segura que Will casi retrocedió.
Pero no lo hizo. Porque si no hablaba ahora, no lo haría nunca.
—Hola —dijo, torpe—. ¿Podría hacerte una pregunta… bastante privada, sin parecer un acosador?
Robin levantó una ceja, divertida.
—Eso suena intrigante. Sí.
—Perdón, es raro, lo sé. Solo… —Su voz tembló—. Quería preguntarte, tus pines, ¿tú… eres…?
Ella lo observó por un segundo. Luego sonrió con esa calma que desarma.
—Wow. Directo al punto. Ni siquiera sé tu nombre.
—Will —balbuceó—. Podemos hablar en privado...
Robin se echó a reír. No una risa cruel, sino honesta, contagiosa.
—Tranquilo, chico misterioso. No estás pidiéndome vender órganos. Nadie aquí va a escandalizarse.
Will miró alrededor, nervioso. Varios estudiantes los miraban distraídamente, y él bajó la voz.
—Solo quería saber cómo… cómo lo supiste.
—Ah —dijo Robin, cruzándose de brazos—. Eso explica tu cara de cachorrito asustado. —Tendió la mano, amable, con un brillo en los ojos.— Soy Robin. Y sí, soy lesbiana.
Will sintió una mezcla de alivio y desconcierto. Ella lo decía tan fácil. Sin peso. Sin miedo. Como si las palabras no tuvieran filo.
Robin sonrió.
—Vamos, acompáñame. Me cuentas por qué pareces al borde del colapso y yo te cuento cómo descubrí que me gustaban las chicas.
Y mientras caminaban por el pasillo, entre el ruido y la luz del campus, Will sintió que algo se abría dentro de él. No certeza, no todavía. Pero sí algo más valioso: esperanza.
Robin lo llevó hasta las gradas del campo de fútbol americano. Arriba, el sol se reflejaba en el metal frío, y el aire olía a papas fritas del puesto cercano.
Se sentaron con un espacio entre ellos. Will no sabía si mirarla o mirar el cielo.
—Entonces —empezó Robin, con tono ligero—, ¿qué te tiene tan confundido?
Will apretó las manos entre las rodillas.
—Es que… no lo entiendo. Nunca me gustó nadie. Y pensé que era porque estuve en casa tanto tiempo, pero…
—¿Y alguna chica tampoco? —preguntó Robin, apoyando el mentón en la mano.
Will negó.
—Ninguna. Ni siquiera crushes tontos de secundaria. Nada.
Ella asintió despacio.
—Sabes, está bien. Hay gente que lo descubre a los treinta, a los cuarenta. Mi novia lo supo en la universidad. No todos ven la luz arcoíris al mismo tiempo.
Will sonrió apenas, sin humor.
—Yo ni siquiera sé si soy.
—¿Entonces por qué me preguntaste? —replicó ella con una media sonrisa—. Esas preguntas no aparecen solas.
Will dudó. Bajó la vista.
—No puedo decírtelo.
—Ay, no. —Robin alzó las manos teatralmente—. Y yo que pensé que estábamos teniendo una conexión y ahora retrocedemos mil pasos.
Él soltó una risa nerviosa.
—No es eso. Es que no me vas a creer.
Robin se encogió de hombros.
—¿Por qué no lo intentas?
Will respiró hondo, mirando hacia el campo vacío. La voz le tembló apenas.
—Digamos que… tengo un don. Puedo ver más allá.
—¿Más allá de qué?
—De todo. Estamos solos aquí, ¿cierto? —Ella asintió.— Pues… no exactamente. Hay dos niñas jugando en las gradas del otro lado. No son de esta época.
Robin abrió mucho los ojos.
—¿Me lo juras? Eso suena fantástico.
Will la miró, confundido.
—¿Fantástico?
—Absolutamente —respondió con total seriedad—. Sospecho que mi abuela es la que mueve las cosas en mi casa, podrías venir a comprobarlo.
Will parpadeó.
—¿Hablas en serio?
—Sí, cien por ciento. —Rió.— Suena increíble.
—No tanto. Es abrumador. A veces desearía no ver nada.
Ella lo miró de lado, con suavidad.
—Tal vez no sea una maldición, Will. Quizá es solo… una manera distinta de mirar el mundo.
Él sonrió apenas.
—¿Te lo parece? Porque me hace sentir raro.
—Yo diría especial —contestó ella, con total convicción.
Hubo un silencio.
Luego Robin arqueó una ceja.
—Entonces, ¿un fantasma te dijo que eras gay?
Will se rió de golpe, sorprendido por el alivio que sintió al hacerlo.
—¡No!
—¿Entonces qué?
—Puedo ver los hilos del destino —dijo, bajito, casi como si le diera vergüenza—. Los lazos que unen a las almas gemelas.
—¿En serio? —Robin se inclinó hacia adelante, fascinada—. ¿Lo del hilo rojo es real? ¡¿Puedes decirme si mi novia y yo…?!
—Robin. —Will la miró, divertido.
—Vale, vale. Perdón. Continúa.
Él tragó saliva.
—Mi hilo está conectado a un chico.
El aire pareció detenerse un instante. Robin bajó la voz.
—Y por eso estás aquí.
Will asintió.
—Porque no creo que él sea gay. Y… yo no sé.
Robin lo observó un momento, sin decir nada, solo dejando que el silencio los envolviera.
—William —dijo al fin—, quizá él aún no lo sabe. A veces el destino toma su tiempo, ¿sabes?
Él se encogió de hombros.
—No sé. Mientras más trato de alejarme, más parece acercarse. Ahora lo veo en todos lados.
—Entonces no corras —Robin sonrió—. Empieza por conocerte a ti. Haz nuevos amigos. Habla con más gente queer, te va a cambiar la vida. No todos lo supieron desde niños, y eso está bien. Ten muchas citas, conócete.
Will la miró, pensativo.
—¿Citas? ¿Crees que debería salir con alguien más?
—Claro. Conocer gente no es traicionar al destino. A lo mejor solo necesitas descubrir qué te gusta de verdad.
—Eso suena… difícil.
—Lo es. Pero te lo juro, vale la pena.
Will soltó una risa breve.
—Sí, bueno, dudo que alguien quiera salir conmigo. Soy raro.
Robin lo miró fingiendo indignación.
—Aquí vamos otra vez. Mira, yo también soy rara, y llevo dos años de relación. Tal vez “raro” solo significa auténtico.
Will bajó la cabeza, sonriendo.
—No sé si eso me consuela.
—Debería. —Le dio un golpecito en el brazo.— Además, eres lindo. Soy lesbiana, no ciega. Y con esa vibra femenina, las chicas van a derretirse. Solo recuerda usar protección.
Will hizo una mueca de disgusto.
—Está bien, mamá. —Rodó los ojos con una sonrisa.
—¡No me hables en ese tono, jovencito! —respondió Robin, en un tono cómicamente maternal.
Ambos rieron. Y por primera vez en días, Will sintió que el aire no pesaba tanto.
Allí, bajo la luz suave del mediodía, Robin se convirtió en algo más que una compañera con una mochila llena de pines. Se convirtió en su primer refugio.
Will bajó las gradas con el sol empezando a caer sobre el campus.
Robin se había despedido con un abrazo rápido y un “no te encierres, rarito”, y él todavía sonreía ante lo fácil que le resultaba todo a ella: decir lo que sentía, nombrarse sin miedo, existir sin esconderse.
Ojalá pudiera hacer lo mismo.
A su alrededor, grupos de estudiantes reían, compartían latas de gaseosa, se pasaban apuntes, hablaban de fiestas.
Will los observaba como quien mira un idioma que aún no sabe hablar.
Le gustaría formar parte de esa normalidad.
Alzó la mano y miró su meñique.
El hilo rojo seguía ahí, apenas visible bajo la luz del atardecer.
No brillaba fuerte, solo latía.
Suave. Constante.
Como un recordatorio.
—No pienso prestarte atención hoy —murmuró.
Pero el hilo no necesitaba brillar para hacerlo sentir. Bastaba con que existiera.
Suspiró, acomodó su mochila al hombro y tomó el sendero de piedra que llevaba de vuelta al edificio de Humanidades.
Tenía que recoger unos apuntes y, de paso, distraerse antes de que cayera la noche.
No esperaba que el destino lo estuviera esperando en forma de una voz familiar.
—¡Byers!
Will se detuvo.
Su corazón dio un salto; nadie lo había llamado así desde que llegó al campus.
Giró, y lo vio.
Mike Wheeler estaba a unos metros, con la mochila cruzada en el hombro, el cabello un poco revuelto por el viento y un libro en la mano.
Will parpadeó. Mike se acercó, sonriendo con una mezcla de alivio y timidez.
—Creo que es tuyo —dijo, levantando el ejemplar.
—¿Qué?
—Supongo que se te cayó ayer, cuando saliste corriendo.
Will bajó la mirada al libro. "El Principito".
El hilo rojo brilló apenas, como si reconociera el objeto también.
—Gracias —dijo, intentando sonar normal—. No me di cuenta de que lo había perdido.
—Te estuve buscando todo el día. —Mike sonrió, pasando una mano por su nuca, como si no supiera por qué lo admitía.
Will sintió que el pecho se le apretaba.
Te estuve buscando todo el día.
No “te encontré de casualidad”. Lo buscó.
—No tenías por qué…
—Quería hacerlo. —Mike lo interrumpió con naturalidad, y luego se encogió de hombros, restándole importancia.— Es un buen libro. No se merece perderse así.
Will soltó una risa nerviosa.
—¿Lo conoces?
—Sí. Mi hermana me hizo leerlo cuando tenía doce. No entendí nada, pero hace poco lo volví a abrir y… no sé, me gustó. Supongo que hay cosas que uno solo entiende cuando crece.
Will asintió, sosteniendo el libro con cuidado, como si ahora pesara más.
—“…Lo esencial es invisible a los ojos.” —continuó Mike, sonriendo.
El silencio que siguió fue suave, casi cómodo.
Unos segundos suspendidos, donde el ruido del campus parecía desvanecerse.
—Bueno —dijo Mike, rompiendo la tensión—, me alegra habértelo devuelto, Byers.
Will se quedó quieto.
—¿Cómo sabes mi apellido?
—Está en el libro. —Mike levantó el ejemplar, riendo apenas.— Prometo no ser un acosador, solo un tipo curioso que… presta atención.
—Ya veo. —Will sonrió, débilmente, avergonzado.
Mike giró, a punto de irse, pero se detuvo. Se rascó la nuca, inseguro, y lo miró de nuevo.
—Oye, quería decirte que… si necesitas ayuda con algo, o si todavía estás ajustándote al campus, puedes venir a buscarme. No soy tan idiota como parezco.
Will alzó una ceja.
—No pareces un idiota.
—Gracias. —Mike bajó la mirada, casi avergonzado.— Mi novia no estaría tan de acuerdo, pero igual lo aprecio.
Will tragó saliva. Jane. Claro.
Aun así, asintió.
—Gracias, Mike.
—Nos vemos.
Y cuando se alejó, Will pensó que esa debería haber sido la última palabra.
Pero antes de doblar la esquina, Mike giró sobre su eje y dijo, con una media sonrisa extraña, casi teatral:
—Que el universo no te consuma, Byers.
Will lo miró, confundido y divertido a la vez.
—¿Qué?
—Mi abuela solía decirlo. Significa… no te pierdas en tus pensamientos. —Mike se encogió de hombros.— Sonaba mejor en su cabeza, supongo.
Will sonrió, más amplio esta vez.
Por primera vez en días no dolía ver el hilo.
Y se fue.
Will se quedó ahí, solo en el pasillo, sosteniendo el libro contra el pecho.
El hilo rojo brilló, tibio, latiendo entre sus dedos.
Por un instante, el aire cambió.
Una corriente fría recorrió el lugar, y supo —antes de verlo— que no estaba solo.
—Mack… —susurró.
No hubo figura del todo, apenas una silueta leve, una vibración en el aire.
—El destino empezó a moverse —dijo la voz, suave, casi un eco.
Y desapareció.
Will parpadeó.
El hilo volvió a brillar, más intenso.
Y esta vez, no trató de apagarlo.
Notes:
Le pongo mucho amor a cada cap, por davor déjenme saber sus opiniones.
con amor,
tatsu.
Chapter 3: dos veces en un día
Summary:
Will da su primer paso real en la vida universitaria cuando Robin lo presenta a su pequeño “comité de bienvenida”: Vickie y Ethan, dos últimos años que lo adoptan con una naturalidad que él no había sentido nunca. Su mundo empieza a sentirse un poco menos solo.
Pero todo se desordena cuando se cruza —otra vez— con Mike Wheeler, cuya sonrisa fácil y preguntas insistentes despiertan algo que Will no puede controlar… ni explicar.
Un abrigo enredado y un roce accidental bastan para que el hilo rojo vuelva a latir.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Will se dejó guiar por Robin hacia la cafetería, intentando que su chocolate caliente no se derramara por la velocidad con la que ella tiraba de su antebrazo.
—Más despacio —pidió, tropezando con sus propios pasos.
—Prepárate —dijo ella, empujando la puerta con el hombro—. Te voy a presentar al comité de bienvenida más disfuncional del estado.
El olor a pasta y fruta fresca los envolvió mientras avanzaban.
En una mesa del fondo los esperaban dos personas: una pelirroja de sonrisa cálida, con hoyuelos que aparecían incluso antes que su voz, y un chico alto, asiático, de piel suave y cabello oscuro que caía hacia adelante en mechones desordenadamente perfectos.
El contraste entre los tres era tan caótico que, de algún modo, funcionaba. Como una banda que jamás debería haber sonado bien, pero lo hacía.
—Will, ellos son Vickie, mi novia, y Ethan, el tipo que nos salva de reprobar semestre —anunció Robin.
—Exageras —dijo Ethan, levantando su vaso de café con solemnidad—. Solo soy quien recuerda los plazos mientras ustedes dos practican la negación profesional.
Will rió, sintiéndose, por primera vez ese día, genuinamente cómodo.
La conversación fluyó como si lo conocieran desde hace tiempo.
Hablaron de profesores con ego desproporcionado, de series que todos odiaban pero igual veían, de cómo el café del comedor parecía hecho con resentimiento y agua de tubo.
Will los escuchaba y sentía algo extraño: seguridad. Como si aquel ruido blanco constante dentro de él se apagara poco a poco.
—Entonces, Will —dijo Vickie, inclinándose sobre la mesa, sus pecas encendiéndose bajo la luz amarilla—, queremos hacer esto oficial: te adoptamos.
—¿Qué? —rió él, sorprendido.
Robin alzó una papa frita como si fuera un cetro medieval.
—Los de último año adoptamos a un pobre estudiante confundido y lo guiamos hacia la iluminación universitaria. Tradición sagrada. Pero con cláusulas: antes de terminar el año tienes que hacer amigos por tu cuenta. Y algún día, joven padawan, tú adoptarás a alguien más.
—Es una cadena universitaria del afecto —añadió Ethan, empujándose las gafas con elegancia dramática—. Sin beneficios fiscales, lamentablemente.
Will sonrió, sintiendo cómo algo tibio se instalaba en su pecho.
—Acepto —dijo.
—Bienvenido al club, polluelo —dijo Vickie, brindando con su refresco. Su cabello lucía suave y recién cortado, enmarcando sus facciones delicadas perfectamente.
Salir de la cafetería con ellos fue como caminar dentro de un pequeño escudo humano contra el caos del campus. Robin y Vickie entrelazaban las manos sin preocuparse por las miradas ajenas, dándose besos cortos y riendo.
Ethan caminaba a su lado con pasos largos y tranquilos, sorbiendo café como si fuese aire.
Y Will… Will los miraba con algo parecido a admiración.
Anhelo también.
Avanzaban por el pasillo cuando se encontraron con Mike Wheeler.
Will sintió que el suelo le cambiaba la gravedad.
Mike venía solo, maletín en un hombro, el cabello despeinado como si hubiera corrido hasta allí. En cuanto lo vio, sonrió.
Una sonrisa genuina.
—Hey, Byers —dijo con un tono suave, casi familiar. Ignoró a los demás—. ¿Por qué faltaste ayer?
Will se quedó congelado.
Había faltado porque había estado con Robin, sí… pero no quería parecer irresponsable.
—Eh… tuve una urgencia. Ya está resuelta —improvisó.
—Ah. —Mike asintió—. Bueno, me alegra que estés vivo. Te veo luego.
Y se fue. Así. Como si no fuera nada.
Pero fue algo.
Vickie alzó las cejas.
—¿Ese era el chico del libro?
Will se aclaró la garganta, inútilmente.
Robin ya lo estaba mirando con esa sonrisa que significaba voy a molestarte hasta el fin de los tiempos.
—Ohhh… ése chico —canturreó—. Will piensa que es lindo.
—¡No lo dije así! —se defendió él, sintiendo cómo el calor subía a sus mejillas.
—Y una pena —añadió Ethan, apoyando la barbilla en su mano—. Yo pensaba invitarte a salir. Pero bueno, si te gustan los tipos serios con vibra de “escribo cartas a mano”… no puedo competir.
Vickie soltó una risita delatora.
Will abrió los ojos, sorprendido y un poco desarmado.
—¡Necesita salir con alguien, Robin! —protestó Vickie, empujando a su novia—. Mira su carita.
—No voy a salir con un nene de primer año —dijo Ethan, señalándolo—. Además, se ve más lindo con Mike.
El corazón de Will se cayó, se levantó, dio una vuelta y se volvió a caer.
—Tiene novia —dijo con rapidez.
—Su novia —bufó Robin—. El otro día Mike me habló y Jane me miró como si le estuviera quitando el novio. Y soy lesbiana con L mayúscula. ¡Por favor!
Las risas estallaron entre los tres.
Will rió también, aunque el nombre de Jane le atravesó un poco más profundo de lo necesario.
Robin lo notó y bajó el tono.
—No te preocupes. Mike no parece de esos a quienes les dicen con quién pueden o no hablar.
Will no estaba seguro de si eso lo calmaba o lo hundía más.
El gran salón de “Principios de Algoritmos” estaba casi vacío cuando terminó la última clase.
Will recogió sus cosas, exhalando con el alivio de quien ha sobrevivido un día entero… pero al girar para irse, sintió un tirón en la cadera.
Su abrigo amarillo se había quedado atrapado en la esquina del respaldo de la silla.
—¿En serio? —murmuró, tirando sin éxito.
—Déjame intentarlo.
La voz detrás de él era inconfundible.
Mike.
Se inclinó apenas, sus manos moviéndose con naturalidad, liberando la tela atrapada.
Su mano rozó apenas la cintura de Will en un movimiento tan pequeño que cualquiera habría ignorado.
Will no.
Su respiración se interrumpió.
El aire se volvió más denso.
Más íntimo.
Mike se irguió, sonriendo.
—Te juro que tienes un don para meterte en líos, Byers.
Will soltó una risa nerviosa.
—Es parte de mi personalidad. Gracias.
El silencio que siguió fue suave, tibio, cargado.
Mike bajó la mirada, metiendo las manos en los bolsillos.
—¿Seguro que no nos hemos visto antes? Siento que ya te conozco.
Oh no. No, no, no.
Las almas se reconocían. Siempre.
Y Mike no dejaba de insistir.
Will tragó.
—Te recordaría —respondió, suave.
Mike caminaba a su lado hacia la salida.
—Voy a pensarlo. Cuando recuerde, te aviso.
Will abrió la boca para responder, pero Mike habló primero, casi un susurro.
—Apúrate, Byers. No estás listo para lo que viene.
Will parpadeó.
—¿Qué viene?
Mike lo miró con una media sonrisa que no debería haber sido tan encantadora.
—El resto del semestre. O la vida. A veces es lo mismo.
Y se fue, desapareciendo entre los árboles del campus.
Will lo observó hasta que se perdió de vista.
El hilo rojo brilló.
Suave.
Persistente.
Latiendo como si tuviera pulso propio.
Y esta vez, Will no intentó entenderlo.
Solo dejó que latiera.
Will caminaba de regreso a su residencia, todavía medio suspendido entre la confusión y el eco del “¿seguro que no nos conocemos?” de Mike.
El aire estaba tibio, cargado de olor a tierra mojada, y la luz anaranjada del atardecer se estiraba sobre el camino de mármol.
Su teléfono vibró.
ㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤEthan:
ㅤㅤㅤㅤAcabo de encontrar al hombre de tus sueños.
ㅤㅤㅤㅤ
Will casi se tropieza.
ㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤWill:
ㅤㅤㅤㅤ¿Qué??
ㅤㅤㅤㅤ
Tres segundos eternos después:
ㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤEthan:
ㅤㅤㅤㅤEl departamento publicó la lista de voluntarios
ㅤㅤㅤㅤdel semestre…
ㅤㅤㅤㅤY adivina quién se metió a tres comités.
ㅤㅤㅤㅤ
Llegó un screenshot.
"Wheeler, Michael A. — Comité de Actividades Académicas"
ㅤㅤㅤㅤ
El hilo rojo latió leve, como si también hubiera leído la pantalla.
ㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤWill:
ㅤㅤㅤㅤ¿Por qué me mandas esto? Tienes que dejar de
ㅤㅤㅤㅤhacer que suene como si estuviera enamorado.
ㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤEthan:
ㅤㅤㅤㅤAmigo.
ㅤㅤㅤㅤEl chico te buscó dos veces en un día.
ㅤㅤㅤㅤY ahora resulta que está en un comité que
ㅤㅤㅤㅤcasualmente…
ㅤㅤㅤㅤcasualísimamente…
ㅤㅤㅤㅤpasa por tu edificio TODAS LAS SEMANAS.
ㅤㅤㅤㅤ
Will sintió las manos calientes alrededor del teléfono.
ㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤWill:
ㅤㅤㅤㅤEso no significa nada.
ㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤEthan:
ㅤㅤㅤㅤAjá. Claro. Totalmente.
ㅤㅤㅤㅤIgual te aviso porque Robin apuesta a que van a
ㅤㅤㅤㅤcruzarse otra vez antes del viernes.
ㅤㅤㅤㅤVickie dice que tú te vas a desmayar.
ㅤㅤㅤㅤYo digo que él te va a pedir el número.
ㅤㅤㅤㅤ
Will se cubrió la cara con la mano, riendo solo.
ㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤWill:
ㅤㅤㅤㅤNo estoy listo para nada de eso.
ㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤEthan:
ㅤㅤㅤㅤPues prepárate, polluelo.
ㅤㅤㅤㅤPorque según Vickie… mientras más evitas algo,
ㅤㅤㅤㅤmás rápido te alcanza.
ㅤㅤㅤㅤ
Will guardó el teléfono, el corazón acelerado y una sonrisa que no pudo contener.
El campus seguía igual: edificios, árboles, voces lejanas.
Pero algo en el aire había cambiado.
O quizá era él.
Notes:
ya casi es 26!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Chapter 4: jane
Summary:
Will asiste a un taller de acuarelas y, sin esperarlo, conecta con Jane. Entre colores, hilos dorados y verdades silenciosas, ambos descubren lo que duele no ser vistos. Mike llega tarde a esa verdad.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
El taller extracurricular de "Acuarela para principiantes" ocupaba un salón luminoso, con mesas largas manchadas de pintura seca y un olor tibio a papel húmedo. Will llegó temprano, feliz de tener por fin una clase donde no tendría que memorizar fórmulas ni analizar diagramas. Aquí podía respirar.
Dejó su estuche de pinceles sobre la mesa junto a la ventana y abrió su cuaderno de dibujo. El arte era lo único que siempre lo había hecho sentir completo.
El maestro Brown se parecía tanto a Jonathan, el hermano mayor de Will, que por un segundo sintió la necesidad de tomarle una foto para molestarlo. El mismo corte de cabello, los mismos ojos ligeramente cansados. Solo cambiaban los lentes y un par de años más en el rostro. Hasta hablaba igual.
Pero Will no se arriesgó: con su suerte, seguro sonaría el obturador o —peor— se activaría el flash.
Una voz suave lo sacó de sus pensamientos.
—¿Está libre este asiento?
Will levantó la mirada.
Jane.
Jane Hopper.
Y por primera vez, sin Mike.
Sin esa tensión rara que parecía rodearla cuando estaban juntos.
—Sí, claro —respondió, moviendo su mochila a un lado.
Recordó fugazmente las palabras de Robin —“me miró como si le estuviera quitando al novio”—, pero decidió dejarlas flotar lejos. Lo intentaría. Quería conocer a Jane por sí mismo. Y además, su novio ni siquiera estaba cerca.
Ella sonrió con una timidez honesta, como si su sonrisa fuera algo que aún aprendía a usar. Su cabello ondulado caía sobre sus hombros y olía a algo cálido, como shampoo de coco.
—Gracias —dijo mientras se sentaba—. Es… mi primera clase donde no conozco a nadie.
Will parpadeó. Algo en su pecho se suavizó.
—¿En serio?
Jane asintió, sacando un estuche nuevo que todavía tenía la etiqueta del precio.
—Sí. Mi papá dijo que sería bueno empezar a hacer cosas sola —admitió—. Así que… aquí estoy. Pintando. O intentándolo.
Will sonrió por pura empatía.
Y entonces apareció.
El hilo dorado.
Suave, cálido, brillando entre ellos como una cuerda fina hecha de luz solar. No era rojo, no era destino romántico. Este era distinto: más ancho, más estable.
El tipo de hilo que unía a personas destinadas a marcarse la vida.
El tipo de hilo que prometía una amistad grande, real… y por lo mismo, dolorosa algún día.
Will lo sintió vibrar. Jane no lo percibió. Ella solo mojaba su pincel como si fuera radiactivo.
—No sé qué estoy haciendo —dijo con una risa diminuta.
Will se inclinó hacia su hoja.
—Puedo ayudarte, si quieres.
—¿En serio? —sus ojos brillaron, sorprendidos—. Claro.
Él le mostró cómo mezclar azul con un toque mínimo de gris para crear sombras. Sus manos casi se rozaron y Jane soltó un pequeño sonido de triunfo cuando el color salió perfecto.
—¡Wow! Eres muy bueno en esto.
—Llevo años practicando —murmuró Will, un poco sonrojado.
—¿Desde niño?
Él asintió.
—Mi mamá decía que el arte me ayudaba. Con… mi mente.
No necesitó decir más. Jane lo entendió de una forma tranquila. Sin curiosidad morbosa. Sin incomodidad.
El hilo dorado vibró otra vez.
La clase avanzó entre risas suaves, manchas de pintura y confesiones pequeñas. Will admitió que le costaba hacer amigos. Jane admitió que a ella también.
Will sintió algo cálido, algo que no había sentido en años. Esa sensación de que alguien lo veía sin esperar nada a cambio.
Y recordó lo que Robin había dicho:
“Jane es insegura, y no entiendo por qué.”
Ahora sí lo entendía.
Robin había visto a Jane… pero solo cuando Mike estaba cerca.
Había visto la versión herida: la que dudaba, la que tensaba los hombros, la que parecía asfixiada por no ser suficiente para alguien que no estaba mirando.
Pero esta Jane, la de las acuarelas y los pinceles nuevos…
Era dulce.
Era amable.
Era cálida.
El problema no era ella.
Era lo que esa relación sacaba de ella.
Era lo que la vida le había dejado antes de llegar a este salón.
Jane no era mala.
Cuando la clase terminó, Jane guardó sus cosas y soltó un suspiro casi tímido.
—Me alegra haberme sentado contigo —dijo—. Gracias por… hacer esto menos aterrador.
Will sonrió.
—Yo también estoy aprendiendo.
Jane dudó un instante, luego extendió su celular.
—¿Quieres… mi número? Por si quieres practicar algún día. O… si quieres una amiga.
La palabra amiga le salió suave, como si fuera algo frágil.
Will sintió el corazón apretarse. No de tristeza. De afecto.
—Me encantaría —respondió, anotándolo.
El hilo dorado brilló más fuerte.
Futuro. Afecto. Lealtad.
Y sí… un poco de dolor esperando su turno.
Un golpe leve en la puerta los hizo girar.
Mike Wheeler estaba ahí.
Y el aire se partió en dos.
Entró buscando a Jane, pero en cuanto vio a Will, su rostro se iluminó.
De forma obvia.
De forma imposible de disimular.
—Oh, hey —dijo, casi con alivio.
Jane se tensó.
No por Will.
Sino porque Mike aún no la había visto.
Él se acercó y la saludó con un beso rápido… pero los ojos de Mike no se cerraron.
Will sintió un vuelco en el estómago.
Mike no estaba presente.
Solo estaba interpretando un papel.
—¿Tu clase terminó? —preguntó él, distraído—. ¿De qué era? ¿Matemáticas?
Jane apretó los labios.
—Taller de acuarelas —respondió con paciencia rota—. Te lo dije por mensaje.
Mike parpadeó.
Y Will vio el instante en que entendió que no había leído nada.
El instante en que también entendió que Jane ya lo sabía.
—Se me pasó —murmuró.
Jane bajó la mirada. No con enojo.
Con resignación.
Mike respiró hondo, tratando de recomponerse.
Volvió sus ojos a Will.
—Cuídate, Byers —dijo con una suavidad que nunca usaba con Jane.
Jane lo notó.
No entendió el porqué… pero notó la diferencia.
Mike se corrigió rápido.
—Digo… nos vemos.
Jane lo tomó del brazo con una tristeza vieja.
—Mike. Vámonos.
Él asintió. Pero mientras se alejaban, Mike volvió la cabeza una última vez.
Un instante.
Solo para mirar a Will.
El hilo rojo brilló.
Brilló fuerte.
Brilló profundo.
Brilló como algo que no debería existir.
Jane no lo vio.
Will sí.
Y sintió su pecho encogerse.
De repente, un suspiro apareció a su lado.
Mack, brazos cruzados, flotaba como un crítico de teatro aburrido.
—Ese chico —dijo con calma eterna— parece asustado de sí mismo.
Will tragó saliva.
—Lo sé…
Mack lo miró con una ceja levantada.
—Y tú también, chiquillo. Pero por razones muy distintas.
Will no respondió.
Solo observó el asiento donde Jane había estado, el pasillo por donde Mike se había ido, y el espacio entre ambos.
El dorado y el rojo latían dentro de él como dos melodías incompatibles…
y aun así, igual de hermosas.
Y igual de dolorosas.
Notes:
actualizo como una máquina, dejen su kudo
o cómo es aquí?? soy new en ao3.
comenten comenten
Chapter 5: el azar
Summary:
Will llega a su segunda clase de Mecatrónica sin esperar nada… y el azar lo sienta junto a Mike, Dustin y Lucas. Entre bocetos, bromas y silencios cálidos, Will descubre que puede hacer amigos —y que Mike, sin querer, hace que todo en él tiemble.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Will llevaba puesta su camisa favorita hoy. Con el único motivo especial de que asistiría a su segunda clase de Introducción a los Sistemas Mecatrónicos. Por ninguna otra razón.
Y definitivamente no porque fuese a ver a Mike allí.
Claro que no.
Se sentó en una de las gradas más altas del salón, como siempre. Un asiento escondido, perfecto para respirar y no llamar la atención. También, aunque no quisiera admitirlo, era el lugar ideal para hablar con Mack sin parecer completamente loco.
El fantasma apareció flotando a su lado, cruzando la pierna como si la gravedad fuese un rumor inventado.
—La próxima clase te sientas más adelante, niño —lo regañó, señalándole todos los asientos vacíos más abajo.
—Pero entonces, ¿cómo podría hablarte? —susurró Will—. Escucharía tus comentarios… pero no podría responderte.
No era una broma. Le daba miedo que alguien lo viera hablando solo.
Mack no sonrió. Su expresión se suavizó.
—Will —dijo con una seriedad extraña en él—. Podemos hablar después de tus clases. Me gustaría verte socializando.
Will suspiró, derrotado.
—Okay…
Más abajo, Mike y Jane estaban sentados juntos otra vez. Lado a lado. Silenciosos. Lejanos.
El profesor Clark entró saludando con su energía habitual. Era, sin duda, el maestro favorito de Will: amable, brillante, y con ese entusiasmo nerd que le recordaba un poco a sí mismo.
—Jóvenes —anunció—, el proyecto de medio semestre se entrega en seis semanas, y será grupal.
Un coro de quejas llenó el salón.
La mandíbula de Will cayó.
—Oh no… —murmuró. Solo Mack lo escuchó.
El fantasma elevó una ceja, divertido.
—Ojalá sí.
—Dijiste que no era el momento —reclamó Will.
Mack sonrió como alguien que ya leyó el final del libro.
—No es momento de que estén juntos, Will. Pero sí de que se conozcan. Si el azar pone un nombre junto al tuyo… no será coincidencia.
Will no tuvo tiempo de responder.
—Silencio, por favor —dijo Clark—. Empezaré a llamar grupos de cuatro para que comiencen a planear su prototipo.
El cursor del profesor se movió por la lista proyectada. Cada movimiento era un latido en el pecho de Will. Apellidos: A… F… J…
Entonces:
—Will Byers… —Clark lo buscó con la mirada. Will levantó tímidamente la mano—. Dustin Henderson, Lucas Sinclair… bien, falta uno… Ah, Mike Wheeler.
Will inhaló bruscamente.
Mierda.
Mack carcajeó.
—Nada es coincidencia.
—Mack —susurró Will con desesperación.
Sus nuevos compañeros comenzaron a acercarse.
Lucas llegó primero: alto, seguro, con la sonrisa cálida de alguien que siempre fue amable sin esfuerzo. Le ofreció el puño, y Will tardó medio segundo en reaccionar, pero lo chocó.
Dustin llegó detrás, casi rebotando. Pelo rizado, gorra al revés, ojos brillantes. Su energía era tan radiante que iluminaba cualquier lugar donde estuviera.
—¡Hola! —chocó su puño con el de Will.
Luego Mike. Un saludo pequeño, con la mano levantada. Tímido. Cálido. Suficiente para que el estómago de Will girara como si hubiese bajado cinco pisos en un ascensor.
—Siéntense —murmuró Will, apartando su mochila.
Lucas pasó primero y se sentó a su derecha; Will quedó en medio. Mike se acomodó inmediatamente a su izquierda, tan cerca que Will sintió el calor de su hombro. Dustin tomó el asiento del extremo, junto a Mike.
—¿Todo bien hoy? —preguntó Lucas, iniciando la conversación con esa naturalidad que hacía imposible no relajarse.
Will logró sonreírle.
—Sí. Me gusta esta clase.
—A mí también —dijo Dustin—. Ya quiero construir robots.
Mike rió.
—Siempre fue mi sueño estudiar esto.
Dustin empezó a lanzar ideas absurdas, Lucas trataba de corregirlo, Mike comentaba entre risas, y Will… escuchaba. Sintiendo que Mike le hablaba más a él que a los demás. Incluyéndolo. Mirándolo de reojo como si quisiera asegurarse de no perderlo de vista.
Mack, desde una esquina alta del salón, murmuró:
—¿Ves que sí podías?
El profesor Clark retomó el control:
—El proyecto será diseñar un prototipo automatizado doméstico. Nada de construirlo, nada de programarlo. Solo diseño conceptual: boceto, función y mecanismo.
Dustin levantó la mano:
—¿Podemos hacer un robot que detecte tristeza y reparta chocolate?
—Dustin —susurró Lucas, rindiéndose—. Eso no es viable.
—¡Podría serlo!
Will se rió. De verdad.
Y cuando giró hacia Dustin, sus ojos chocaron con los de Mike.
Mike no apartó la mirada.
Will sí.
El calor le subió por la nuca.
—¿Y tú, Will? —preguntó Dustin—. ¿De dónde eres?
Will bajó la vista.
—De New Castle. Indiana. Es pequeño. Me mudé para estudiar aquí.
—¡Genial! —respondió Dustin—. Eso te hace automáticamente el más interesante del grupo.
Mike añadió, suave:
—A mí me habría gustado crecer en un lugar así. Las ciudades son demasiado ruidosas.
Will no supo qué hacer con la forma en que Mike lo miraba.
Pasaron a proponer ideas. Dustin insistió con chocolates. Lucas trataba de mantenerlo realista. Mike sugirió un organizador automatizado. Y Will, sin pensar demasiado, empezó a dibujar.
Su mano se movió como si supiera exactamente lo que hacía. Líneas rápidas, seguras, sombras suaves. Como si el boceto ya existiera y él solo tuviera que sacarlo a la luz.
Cuando lo mostró, los tres quedaron en silencio.
—Wow… —susurró Mike—. Dibujas increíble.
—Bro, esto es profesional —añadió Dustin.
Lucas sonrió.
—No sabía que eras bueno en esto.
Will sintió que algo tibio se encendía en su pecho.
Mack sonrió desde el aire.
—Te dije.
Como terminaron antes que los demás, quedaron libres unos minutos. Dustin salió al baño; Lucas empezó a responder sus miles de mensajes pendientes.
Y entonces quedaron Will y Mike. Solo ellos.
En un aula silenciosa, como si el mundo hubiese bajado el volumen un poco.
Se miraron, tanteando palabras.
—¿Entonces…? —dijeron a la vez. Rieron por la coincidencia.
—Primero tú —dijo Will negando suave con la cabeza.
Mike respiró hondo.
—¿Dibujas desde hace mucho?
El corazón de Will dio un pequeño salto.
—Sí… desde que tengo memoria. Es lo único en lo que soy bueno.
—No digas eso —replicó Mike—. Apuesto a que eres bueno en más cosas. Pero dibujando… eres excelente.
Will bajó la mirada.
—¿Lo crees?
—Lo sé —respondió Mike, firme.
Will sonrió, tímido.
—Gracias. Es lindo escuchar eso.
Mack murmuró, satisfecho:
—Te dije que era buen chico.
Will recordó la rigidez de Mike con Jane. La indiferencia. Había pensado que era mejor mantenerse lejos. Pero… así, hablando de arte, riendo, mirándolo con luz en los ojos… parecía alguien diferente. Como si con amigos fuera una versión más verdadera de sí mismo.
La campana sonó. Intercambiaron números. Mike se despidió con un gesto pequeño y caminó a buscar a Jane.
Will sintió una punzada sin nombre al verlo alejarse.
Lucas apareció.
—¿Almorzamos? —preguntó—. He estado comiendo solo.
—Yo también —agregó Dustin—. Ven, Will.
—Claro —asintió, distraído, aún viendo a Mike y Jane detenerse junto a los casilleros.
Mike la besó.
Otra vez con los ojos abiertos.
¿Es que no sabe besar?
Will apartó la mirada.
—Entonces, ¿cómo es New Castle? —preguntó Lucas con curiosidad honesta mientras iban de camino a la cafetería. —Mi mamá dice que los pueblos pequeños son tranquilos.
—Es… silencioso —explicó Will—. Pero bonito. Hay bosques donde puedes caminar sin ver gente por horas. Es raro estar en una ciudad grande ahora.
—A mí me encanta la ciudad —dijo Dustin—. Puedes pedir comida a la una de la mañana. ¿Dónde más pasa eso? Ni en mis sueños pasa eso.
Will se rió.
Se sintió… parte de algo.
Al entrar, vio a Robin buscando mesa. Cuando sus ojos se encontraron, levantó ambos pulgares con exageración cómica, con el orgullo de ver a un pollito dando sus primeros pasos.
Will sonrió.
De regreso al dormitorio, la tarde era tibia. Como si el mundo también celebrara algo.
Tal vez no era tan raro como pensó siempre.
Tal vez solo necesitaba encontrar gente rara como él.
Mack flotaba junto a la ventana.
—Estoy orgulloso de ti, niño.
Su celular vibró.
ㅤㅤMike Wheeler:
ㅤㅤMe alegra que estemos en el mismo equipo.
ㅤㅤSacaremos la calificación más alta con tus dibujos.
Will sintió el corazón latir fuerte, pero en silencio.
Como si intentara no romper nada.
Guardó el teléfono contra su pecho.
Como si tuviera luz propia.
Y por un instante, muy breve, algo en su interior brilló como un hilo rojo recién tensado.
Notes:
10 DÍAS PARA LA TEMPORADA 5, AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH.
Chapter 6: tarot
Summary:
Will intenta convencerse de que puede ser solo un amigo más para Mike… pero los mensajes, las miradas y la suavidad en la voz de Mike complican todo. Entre nuevas amistades, advertencias cariñosas y un Ethan demasiado coqueto, Will descubre que tal vez esconder su corazón será más difícil de lo que pensó.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Lunes, seis de la mañana.
La luz azul del amanecer entraba débil por la ventana, extendiéndose por la habitación como si también estuviera despertando a regañadientes.
Lo primero que hace Will al abrir los ojos es revisar su teléfono para asegurarse de que sigue siendo real.
Sí, lo era.
El mensaje de Mike: “Sacaremos la calificación más alta con tus dibujos.”
El corazón de Will dio un salto tan fuerte que tuvo que incorporarse.
— Llevas sin responderle desde el viernes, va a pensar que lo odias —dice Mack, sentado en el borde de la cama como si siempre hubiese estado allí.
Will se lleva una mano al pecho.
— Dios santo, Mack. Tienes que dejar de aparecer así.
Pero era cierto: lo había dejado en “visto”.
Dos días enteros pensando qué responder.
“Gracias” sonaba cortante.
“Lo aprecio” parecía cursi.
Nada funcionaba.
— Es demasiado difícil —murmura cubriéndose la cara.
— Will, cuando yo tenía tu edad debía esperar un mes entero por una carta. Las respuestas tenían el ritmo de las estaciones. Ahora dejaron de escribir y el romance murió —dice el fantasma con dramatismo.
— Está bien, está bien… ya le responderé.
Finalmente escribe un:
“Muchas gracias, Mike, qué amable eres.”
— ¿Será muy cursi? —susurra.
— ¿Muy raro? Mejor lo borro—
Pero el teléfono vibra.
— Acaba de verlo. Oh no. —Lo deja caer en la almohada.— Me baño. No quiero saber qué dice.
— Yo te digo qué dijo —bromea Mack extendiendo la mano hacia el celular aunque no puede tocarlo.
— ¿Puedes leer mis mensajes sin que me dé cuenta?
— Lo hago todo el tiempo. Ventajas de fantasma. Solo ábrelo.
Will suspira y desbloquea la pantalla.
ㅤㅤ
ㅤㅤMike Wheeler:
ㅤㅤ¿Respondes cada dos días hábiles? ¿No atiendes ㅤㅤㅤfines de semana?
ㅤㅤBromeo.
ㅤㅤHola, Byers.
ㅤㅤ
El pecho de Will se calienta entero.
No físicamente; algo más suave, más hondo.
— No sé qué decirle…
— William —lo regaña Mack—. Sé tú mismo. Si piensas cada mensaje, vas a responder en un mes.
— No sé si pueda ser yo mismo.
— Es tu alma gemela. Claro que puedes.
ㅤㅤWill:
ㅤㅤSoy malo respondiendo mensajes.
ㅤㅤTe agradecí en mi mente y olvidé responder.
ㅤㅤ
ㅤㅤMike Wheeler:
ㅤㅤJajaja, entiendo.
ㅤㅤTe veo en clase, Byers.
ㅤㅤ
— ¿Ves? No era para tanto —ríe Mack mientras Will relee los mensajes con una sonrisa tonta, una y otra vez.
ㅤㅤㅤㅤ—— ✦ ——
Will llega temprano y se sienta con Lucas y Dustin, justo detrás de Mike… y Jane.
Los chicos le enseñan el famoso “saludo masculino”, como si fuese un ritual sagrado.
Jane los observa divertida.
— ¿En serio no te lo habían enseñado? —pregunta Dustin.
Will niega, apenado.
— Fui instruido en casa…
Lucas le da una palmadita.
— No te preocupes, bro. Practicaremos.
— ¡Sí! ¡Y te llamaremos “bro”! —añade Mike desde adelante.
La palabra golpea el estómago de Will como un rayo cálido y peligroso.
Mike está girado en su silla, piernas alrededor del respaldo, ignorando por completo el pizarrón solo para mirarlos.
— Hay ciencia detrás de esto —dice Lucas, serio—. Siempre empiezas chocando palmas. Después depende.
— Cambia según la configuración del hombre —agrega Dustin con solemnidad científica.
Will observa atento.
— ¿Y cómo sé cuál usar?
— Lo sientes, pequeño padawan —dice Dustin poniéndole su gorra—. Estás listo.
Mike ríe, y Will siente podría oírlo toda su vida.
La maestra entra y todos guardan silencio.
Will intenta concentrarse. No puede.
El ejercicio está frente a él como una pared.
— ¿Necesitas ayuda? —pregunta Lucas.
— Por favor.
El chico le explica en voz baja.
Will asiente mientras sus hombros se relajan.
Pero cuando levanta la mirada, encuentra a Mike observándolos de reojo, muy atento.
Demasiado.
Will finge no haberlo visto.
Mike también finge no haber estado mirando.
Y eso deja a Will más confundido que antes.
ㅤㅤㅤㅤ—— ✦ ——
Will tiene un gran espacio antes de su siguiente clase. Demasiado temprano para comer.
Llama a Robin.
Ella lo cita en lo más alto de las gradas.
Agradece el toldo que los protege del sol.
— Oh, Romeo, Romeo —canta Robin mientras él sube los escalones—. ¿Por qué tan feliz? ¿Hubo avances con Julieto?
Will frunce el ceño.
— Hola, Robin. Yo bien, gracias por preguntar.
Vickie sonríe, oliendo a acetona mientras se quita un esmalte azul turquesa.
Ethan levanta la vista y lo saluda con una sonrisa tranquila.
— ¿Ya te robaron el corazón, Will? —lo molesta.
Will abraza su botella al pecho, como si necesitara sostenerse antes de hablar.
— Conocí a Jane.
Robin pone cara de “ugh”.
— ¿Ah, sí?
— Sí. Tenías razón. Pero… —respira— creo que solo es así porque Mike no le presta atención. Yo pensé que él era un idiota, pero… creo que es mejor amigo que pareja. Y eso me asusta.
— Bueno —dice Ethan—, tal vez sea una señal para no meterte allí, ¿no?
Robin lo mira con súplica, queriendo revelar el secreto.
Vickie nota la tensión.
— ¿Qué pasa? —pregunta.
— Nada —dice Will rápido.
— Digamos que Will no tiene opción —canturrea Robin—. Mike es su destino.
Los dos mayores abren los ojos.
— ¿Eh? —dice Ethan.
— Robin está jugando —dice Will—. Juro que no es nada.
— Está bien si no quieres contarnos —dice Vickie, tocándole el hombro para reconfortarlo—. Pero quizá sea mejor no ilusionarte. Tiene novia.
Will traga hondo.
— Fue el tarot —mintió—. Me dijeron que mi alma gemela era Mike.
Silencio.
Tres caras de shock.
— ¿Qué? —dicen al mismo tiempo.
— Sí. Y Mike dice que me conoce de algún lado. Y sigue buscándome. Lo han visto. No estoy loco… ¿cierto?
Vickie suspira.
— Amo el tarot, te creo. Pero no sé cómo piensas voltear a Mike.
— No estoy intentando hacerlo.
— Ay, Vi —dice Robin—. ¿Ya olvidaste tu segundo año y la bienvenida a Ciudad Tijeras?
— ¡ROBIN! —la pelirroja se pone como un tomate. Ethan se ríe.
Ethan le toma el mentón a Will, suave.
— Yo no creo en esas cosas del destino —dice—. Pero si Mike no te hace caso, siempre puedes llamarme.
Will abre los ojos como plato.
Se pone rojo también.
Robin le pega a Ethan, con cariño.
— Es muy pequeño para ti.
Will solo hunde la cabeza.
Aunque… no se siente mal. Es extraño estar halagado por alguien.
— Solo ten cuidado —dice Robin—. Yo tengo fe de que algo pasará. Pero si no, te conseguimos un novio. Nada de entregar tu corazón sin estar seguro.
— Un novio, hola —dice Ethan levantando la mano.
Will casi cae muerto de vergüenza.
Vickie le da un codazo a Ethan.
ㅤㅤㅤㅤ—— ✦ ——
De camino a clase, un cartel gigante de “ASESORÍA VOCACIONAL” llama su atención.
En medio del grande patio, una mesa decorada con globos, varias sillas, folletos, estudiantes guiando.
Y entre ellos… Jane.
Escuchando a una chica de scrub azul.
El hilo dorado entre ambos pulsa suave, como si respirara.
Will siente la garganta cerrarse.
Sabe lo que es sentirse perdido.
ㅤㅤㅤㅤ—— ✦ ——
El atardecer tiñe el salón de rosa.
Jane ha faltado.
Will intenta no mirar a Mike.
No debería ilusionarse.
Pero el hilo en su pecho tira, suave, constante, inevitable.
La clase acaba.
Will guarda sus cosas.
Mike se acerca.
— Oye… ¿viste el estado del prototipo? ¿Lo estuviste pensando?
— Sí… hice unos bocetos nuevos.
Los ojos de Mike se iluminan.
— ¿Puedo verlos?
Y esta vez Will sí quiere mostrárselos.
El aula se vacía.
Las risas se pierden por el corredor.
Mike pasa las hojas con cuidado, como si fueran importantes.
— Son geniales —dice finalmente.
Su teléfono vibra.
Mike suspira.
— Debo irme ya. Cuídate, Byers.
Da un paso… y vuelve.
— Me gusta trabajar contigo.
Will se queda inmóvil.
Esa frase queda suspendida entre ellos, flotando, como si tuviera peso propio.
ㅤㅤㅤㅤ—— ✦ ——
Mack está dibujando una caricatura exagerada de Will sobre el escritorio, mover objetos grandes le cuesta mucha energía, por ello, pintar es una de sus actividades favoritas.
El silencio es cómodo.
El teléfono vibra.
ㅤㅤ
ㅤㅤMike Wheeler:
ㅤㅤ¿Mañana tienes tiempo? Hay algo que quieroㅤㅤㅤㅤpreguntarte.
ㅤㅤ
Will siente que el aire se encoge.
En la oscuridad,
el hilo rojo se ilumina,
suave, como una vena encendida bajo la piel del destino.
ㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤlove xo, tatsu 龙 𖹭
Notes:
1. ¡HOLA! YA LE ENTIENDO MEJOR AL AO3, ya puse decoraciones, sentía que mis partes donde habían mensajes de texto estaban desordenadas, ya puedo respirar.
2. No puedo adjuntar imágenes, ¿verdad? Pero vi un tiktok y pensé en ustedes (mis lectores) y yo.https://www.tiktok.com/t/ZTMoFfAx7/
Si no pueden abrirlo o necesitan traducción: "Autores de AO3 entrenando para escribir más de 50000 palabras para 6 lectores" realmente dije soy ese.
BUENO, GRACIAS POR LEER, LOS APRECIO.
love xo, tatsu.
Chapter 7: el agua
Summary:
Una mañana de otoño, un simple puente y el reflejo del riachuelo despiertan en Will recuerdos rotos que no logra entender.
Más tarde, entre bocetos, roces torpes y la luz cálida del atardecer, él y Mike avanzan su proyecto mientras una cercanía silenciosa crece entre los dos.
Pero al volver a cruzar el puente de noche, la memoria vuelve a morderlo…
y Mack insinúa que el pasado que Will bloqueó está listo para salir a la superficie.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
El cielo de la mañana tenía un brillo dorado que sólo podía pertenecer al inicio del otoño.
Un frío amable rozaba la piel de Will mientras caminaba hacia el campus con la mochila colgando floja de un hombro, las hojas naranjas crujían bajo sus zapatillas. La música en los audífonos de Will decoraba aún más el paisaje, haciéndole creer que tendría un buen día.
Hasta que llegó al puente que unía el sendero principal con el edificio de Mecatrónica y se detuvo.
El puente era ancho, de madera clara recién barnizada, con barandales metálicos pintados de verde oscuro. Las uniones brillaban donde la luz se colaba entre las hojas altas de los árboles.
Debajo, el riachuelo artificial corría lento. El agua reflejaba el cielo como un espejo tembloroso.
Y entonces, algo lo atravesó.
Will apoyó una mano en el barandal. El aire se le escapó por la boca.
No fue un recuerdo entero.
Fue una punzada.
Un vértigo seco.
Una sensación de caída, aun con los pies firmes sobre la madera.
La luz reflejada en el agua le arrancó imágenes que no reconocía, pero que lo estremecieron igual:
Un chapoteo.
Un grito.
Luz rompiéndose en la superficie.
Una sombra hundiéndose.
Frío. Mucho frío. Por todo su cuerpo.
Silencio.
Will retrocedió como si el puente hubiera inclinado su cuerpo hacia adelante.
“¿Por qué siento que ya estuve aquí?”
No había respuesta.
Respiró hondo, apretó los puños y siguió caminando. No volvió a mirar el agua.
ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ—— ✦ ——
La tarde de ese viernes encontró a Mike, Lucas y Dustin rodeados de libretas, bocetos y una laptop que agonizaba con 5% de batería.
Will deslizó su cuaderno al centro.
—Si añadimos un segundo actuador aquí —dijo, señalando el dibujo del brazo robótico— el movimiento sería más estable. Mira… —pasó la página— así.
Mike se inclinó sobre el cuaderno.
Sus codos casi rozaron los de Will.
Sus ojos brillaron como si estuviera viendo magia y no ingeniería.
—Sí —dijo, sonriendo—. Justo eso pensé. Y podríamos usar esta base para que no vibre tanto cua—
—Chicos —cortó Lucas, cruzado de brazos—. El profesor dijo concepto básico. Concepto básico. No proyecto final de Pixar.
Dustin levantó una mano.
—Yo sólo vine a hacer un brazo robótico que tiemble un poquito. No para crear a WALL-E.
Will bajó la mirada.
Mike también, aunque disimuló tensando la sonrisa.
Se miraron un segundo.
Esa mezcla idiota de vergüenza y emoción.
Como dos alumnos que quieren hacer más de lo que se les pidió.
—Bueno… —Mike carraspeó—. Igual quedaría bien.
—Ajá, pero es viernes en la tarde —recordó Dustin—. Lucas tiene planes. Yo también. Ustedes… claramente no.
—¡Sí tengo! —saltó Mike. Demasiado rápido.
Se acomodó, incómodo.
—Con Jane. Mi novia. Está en clase… ¿no la han visto?
Lucas lo miró con las cejas levantadas.
—Bro, pensé que era tu amiga. Te lo juro.
Mike se tensó entero.
Su mandíbula, sus hombros, incluso la forma en que respiró.
Como si esa frase le hubiera presionado un nervio profundo.
—Es mi novia —repitió, esta vez como quien intenta convencerse a sí mismo—. Sólo… les hice tiempo hoy.
Lucas sonrió, sin mala intención.
—Relájate, Wheeler. Ya casi terminamos. Faltan semanas. Es viernes, hombre.
Dustin recogió su mochila.
—Y por favor, no hagan más del proyecto sin nosotros. El lunes no quiero encontrar un robot que salude.
Mike frunció el ceño, medio ofendido.
—No exageres…
Lucas y Dustin chocaron los puños con ellos antes de irse.
—En serio —advirtió Dustin sin girarse—. No se queden toda la tarde siendo nerds.
El campus quedó envuelto en una luz dorada.
Los árboles parecían sostener el cielo.
Un guardia colocaba conos a lo lejos.
Will guardó sus lápices.
Mike también.
Sus brazos se rozaron sin querer.
Un segundo.
Un cosquilleo pequeño.
Mike se tensó.
No se apartó.
Pero tampoco se acercó.
Ese era su equilibrio roto.
—Oye… —dijo, metiendo las manos en los bolsillos— lo que quería preguntarte…
Will levantó la mirada.
El aire pareció esperar.
—¿Me puedes enseñar a dibujar sombras? —murmuró Mike, mirando el cuaderno— Nunca me salen bien.
Su voz era suave.
Más de lo que pretendía.
Como si quisiera pedir algo más sin decirlo.
Will sonrió, tímido.
—¿De verdad quieres aprender?
Mike asintió.
Y por un momento, el mundo guardó silencio.
ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ—— ✦ ——
—Estoy tratando de copiar tu técnica —se quejó Mike más tarde, apoyado sobre la mesa— y no me sale nada.
—Es que tensas la mano —explicó Will—. Hazlo más suave.
Pero cuando quiso demostrarlo, la mano le tembló.
Mike lo notó al instante.
—¿Te sientes bien?
Will bajó la vista.
No sabía por qué, pero algo de la luz, del día, del cansancio, lo hacía sentir raro.
—Sólo un poco mareado.
Mike se preocupó de verdad.
—¿Comiste bien hoy?
Will vaciló.
—Debe ser eso.
—Eso explica todo. —Mike sonrió—. Ven. Vamos. Te invito algo.
—No tienes que…
—Arriba, arriba, arriba —insistió Mike con esa energía torpe que sólo él tenía.
ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ—— ✦ ——
Mientras el carrito nocturno preparaba el sándwich, Mike tarareó suavemente, intentando llenar un silencio que en realidad no necesitaba llenarse. A Will le daba un poco de vergüenza recibir ese gesto.
—Mike… —susurró.
El pelinegro giró. Aunque la distancia entre ellos era corta. Ninguno retrocedió.
—Te pagaré a fin de mes, ¿sí? No me gusta deber nada.
Mike negó, firme.
—¿Quién dijo que me debes algo? Sólo no has comido bien. Somos amigos, ¿no? No voy a dejarte así.
Will no pudo evitar sonreír.
Una sonrisa pequeña.
Cálida.
—Gracias.
El sándwich pasó de la mano de Mike a la de Will. Y caminaron.
—No vuelvas a saltarte comidas —murmuró Mike.
¿Por qué era tan suave?
¿Siempre hablaba así con todos?
El celular de Mike vibró. Una llamada.
—Rayos. Lo olvidé —murmuró, pero no contestó. —Byers, tengo que irme. Cuídate.
Y entonces lo hizo:
El gesto.
Mike se acercó un paso y, casi sin pensarlo, rozó el hombro de Will con los nudillos.
Un toque mínimo.
Torpe.
Instintivo.
Antes de que Will procesara la calidez de ese contacto tan pequeño, Mike ya corría hacia el edificio.
Will se quedó quieto un momento, con el corazón tibio.
Como si lo hubieran abrazado sin tocarlo.
ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ—— ✦ ——
El puente lo esperaba otra vez.
La luna lo partía en dos reflejos.
Will sujetó el sándwich contra el pecho mientras avanzaba.
Entonces, la sensación volvió. Más clara. Más nítida.
Escalofríos.
Agua.
Su cuerpo hundiéndose.
Luces cegadoras.
Gritos.
Manos sumergiéndose.
Un nombre distorsionado.
Lo bloqueó.
Lo empujó lejos.
Como siempre.
Caminó.
Y entonces lo escuchó:
—Tal vez sea momento de recordar, Will.
Mack estaba detrás de él.
Will se quedó helado.
—¿Recordar qué?
Mack no respondió.
Y el agua del riachuelo pareció oscurecerse un tono más.
Notes:
me encantaría añadir canciones pero no quiero interrumpir la lectura, ¿me comentan fics que tengan canciones y que se vea lindo sin interrumpir?
ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤlove xo, tatsu 龙 𖹭
Chapter 8: ethan
Summary:
Will comparte el taller de Acuarela con Jane, nota que está triste por Mike y trata de apoyarla. Robin, Vickie y Ethan se unen al almuerzo; Jane se integra.
Jane confiesa que siente a Mike distante. Mike aparece tarde, amable solo con Will, y Will huye abrumado.En su dormitorio, Will no quiere estar en medio… así que huye, termina llamando a Ethan para salir.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Will llega más temprano que nunca. El taller de Acuarelas es el único lugar del campus donde su mente se siente… silenciosa. Donde el aire huele a papel húmedo, y la luz rebota en las mesas como si hubiese sido diseñada para que él no se sintiera roto.
Hoy están practicando veladuras: capas finas de color, una encima de otra hasta construir profundidad. El profesor dice que la paciencia es parte de la técnica.
Will no lo dice en voz alta, pero le gusta eso. Le gusta que algo funcione lento, sin prisa.
Lo que no se espera es ver a Jane sola, en la mesa del fondo, con los pinceles preparados y los codos juntos como si quisieran protegerla.
Ella levanta la vista apenas él cruza la puerta.
Su sonrisa es cálida. Sus ojos no.
Will siente un pequeño tirón en el pecho. Algo parecido a un impulso. Así que respira hondo y, sin darse tiempo de arrepentirse, se sienta a su lado. Como en su primera clase.
— Hola — dice, suave, y le da un beso en la mejilla que le sale torpe. Él no suele hacer eso. Pero Jane huele a menta y confianza, y todo se siente menos incómodo.
Ella le sonríe más fuerte.
El lápiz de Jane tiembla entre sus dedos.
— ¿Sucede algo? — pregunta Will, bajito, porque la música ambiental del salón hace que todo suene íntimo.
— Oh, no… estoy bien. — Su sonrisa se expande demasiado rápido. — Mi papá está bien, mi gato está bien, Mike está bien…
Pero la voz se le rompe en el nombre.
Como una veladura mal puesta: fina, transparente, pero incapaz de ocultar lo de debajo.
Will solo asiente. No quiere empujarla. No quiere hacerla sentir que tiene que hablar si no quiere.
— Cuentas conmigo — dice, y le toca el hombro como Robin hace con él. Una presión breve, pero sincera.
Jane parpadea despacio. Como si ese gesto la sorprendiera.
El profesor pide silencio y todos bajan la voz. Jane vuelve a concentrarse en su hoja. Will también.
— Tengo que mostrarte una foto de mi hermano — murmura Will mientras mezcla azul cerúleo con agua. La imagen aparece en su celular: Jonathan con esa expresión seria que todos dicen que es intimidante, pero que para Will es solo… Jonathan siendo Jonathan.
Jane se tapa la boca para no reír.
— ¡Shh! — regaña el profesor sin levantar la mirada.Will aprieta los labios, tratando de no sonreír tan fuerte.
La clase fluye como acuarela fresca. Capa tras capa.
Hasta que el taller termina.
Mike no aparece.
Y Jane mira su teléfono como si esperara que vibre. No lo hace.
Will no dice nada, pero lo siente. Esa punzada ajena que reconoce mejor que sus propias emociones.
Robin y Vickie lo llaman desde la puerta.
— ¡Will! — saluda Robin. — Ven, pequeño patito.
— ¿No era polluelo? — responde él, riendo un poco.
— Eres todas las aves, cariño. ¿Vienes?
Robin mira a Jane. Vickie la mira también. Y por un segundo, parece que las dos están conversando sin palabras. Luego, Robin se endereza y dice:
— Jane, ¿quieres almorzar con nosotras?
La sorpresa de Jane es casi física. Como si alguien hubiera tirado de una cuerda invisible.
— Eh… sí. Claro.
Caminan juntos a la cafetería. Will nota cómo la mano de Jane tiembla. La inseguridad se siente como electricidad en su aura.
Will conoce esa sensación demasiado bien.
La cafetería está llena. Ruido, bandejas, voces. Pero la mesa que encuentran se siente segura.
Entonces aparece Ethan.
Relajado. Sonrisa suave. Golpecito de puños para todos, incluido Jane.
Will se ablanda un poco. No por Ethan… sino por lo fácil que es para él incluir a cualquiera.
La mesa vibra.
Ethan hace dos cosas al mismo tiempo:
1. Es amable con Jane. Y ella sonríe de verdad por primera vez ese día.
2. Le coquetea a Will. No descarado. No invasivo. Solo… esa manera suya de mirar un poco más de lo normal, de decir cosas que suenan a chiste pero no del todo.
— Ese suéter amarillo… te queda increíble — dice Ethan, como quien menciona el clima, pero en un tono que electrifica la piel de Will.
Will se convierte en tomate instantáneo.
Robin lo ve todo. Vickie también. Jane se relaja, incluso bromea una vez, y Robin le choca el puño con una sonrisa sincera.
Es un momento bonito.
Y entonces Jane habla. Se aclara la garganta, nerviosa.
— Robin… perdón si fui grosera contigo. Estoy… trabajando en eso.
Robin parpadea.
Vickie sonríe enorme.
— Disculpas aceptadas — dice Robin. Y lo dice de verdad.
El almuerzo termina suave.
Robin y Vickie se despiden. Ethan también… pero regresa corriendo diez segundos después.
— ¡Will! — llega sin aire, con la mano en el estómago. — Olvidé decirte… si quieres hacer algo. Caminar, una película, no sé. Llámame. Cuando quieras.
Will se queda congelado. Jane lo mira con una sonrisa como diciendo: lo vi desde el primer minuto, cariño.
— ¿Qué fue eso? — susurra ella cuando Ethan se va.
— No tengo idea…
Y entonces…
Mike llega.
La forma en que abraza a Jane por los hombros es automática. Un gesto rutinario. Pero no la mira a ella.
Mira a Will.
— ¿Te sientes mejor? — pregunta en un tono suave que no usa con nadie más. — El otro día te veías muy pálido.
Jane lo observa con una mueca que grita ¿ves lo que te decía?
Will siente su estómago apretarse como si la acuarela se hubiera corrido demasiado en el papel.
— Sí, sí. Gracias. Los… dejo solos. Nos vemos, Jane.
Se va rápido.
Demasiado rápido.
…
Su cama lo recibe como un abrazo que no quiere sentir.
— No quiero estar en medio — dice contra la almohada. — No quiero sentir esto. Mack… ¿y si llamo a Ethan?
El fantasma aparece sin necesidad de que él lo mire.Es una presencia. Una sombra familiar en el borde del colchón.
— Él no es tu destino — dice Mack. Su tono no es cruel. Solo… firme. — Eso traerá dolor. Para él o para ti.
Will gira la cara, aplastando la mejilla contra la sábana.
— Pero solo sería pasar el rato. Ethan probablemente coquetea con todos. Nada serio.
Mack hace ese sonido entre un suspiro y un “estás siendo tonto”.
— Estás metiéndote en una película donde ya conoces el final, Will. Pero insistes en cambiar el guion.
— Mike nunca me miraría — responde él. — No así.
— Aún — corrige Mack.
Will cierra los ojos.
Silencio.
Luego toca la pantalla del celular.
— ¿Ethan? ¿Estás ocupado?…¿Quieres salir a caminar?
Mack suspira con toda la resignación de un fantasma centenario.
Notes:
N/A
Perdón por tardar, estoy fuera del país así que probablemente no actualice en mucho tiempo.BROMAAAA. Estoy escribiendo desde el avión. No importa donde, así sea en un barco, yo actualizaré.
Chapter 9: frío
Summary:
Después de pasar una noche con Ethan, la semana de Will se llena de pequeños gestos, caricias suaves y café antes de clase. Hasta que Mike los ve. La tensión que despierta en él-seca, inexplicable, innegable-rompe algo en Will. En el aula, los flashbacks regresan con fuerza y Mike es el primero en notar que algo va horriblemente mal.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
La noche en el campus es mucho más ruidosa de lo que Will imaginó. A las diez aún hay risas, ruido de patinetas, voces mezcladas con el viento. Ethan camina a su lado como si hubieran compartido muchas vidas y no apenas unas semanas; con esa tranquilidad suya que hace que Will no tropiece con sus propias palabras.
A Ethan le gusta escucharlo.
A Ethan le gusta recordar lo que escucha.
Y Will no está acostumbrado a eso.
Terminan sentados en el pasto, a cierta distancia de otras parejas, bajo luces naranjas del alumbrado que tiñen todo de un dorado suave.
Ethan pide permiso antes de revisar su teléfono, aclarándole que solo pondrá una canción. Esos detalles—pequeños, atentos, casi reverentes—le calientan el pecho a Will de una manera nueva.
—¿Te gustan The Beatles? —pregunta Will mientras se tumba boca arriba.
—¿Por qué? ¿Soy cliché? —Ethan sonríe y se recuesta a su lado.
Las puntas de sus narices quedan más cerca de lo que Will esperaba. Ethan no invade, solo espera.
—¿Te han dicho que eres atractivo? —susurra Ethan, rozándole la muñeca.
Will se pone rojo al instante y gira la cara hacia el otro lado.
Ethan ríe, bajito, y para recuperarlo, le acaricia el dorso de la mano con un pulgar cálido.
«Burbujas.
Un sonido sordo.
Una mano pequeña hundiéndose. “Déjenme… por favor…”»
Will parpadea. Ethan le roza la mejilla.
—Hey, estás pálido. ¿Estás bien?
Will asiente, miente, respira. Hace lo que sea necesario para meter los recuerdos de nuevo en el cajón. Para quedarse aquí, con Ethan, donde todo es seguro.
La noche avanza sin que lo noten. Hablan de tonterías, de clases, de miedos. Ethan se ríe cuando Will le cuenta pequeños detalles de su infancia y Will se sorprende diciéndolos.
Will se ríe hasta sentir los ojos húmedos.
Something suena de fondo cuando Ethan lo mira con una ternura que no parece pertenecerle, no si uno escucha los rumores que tiene detrás.
—Will… ¿puedo besar tu mano?
No es una pregunta para la que Will tenga preparación alguna. Pero asiente igual, despacio, sin aire.
Ethan toma su mano como si fuese frágil y besa los nudillos con una suavidad que le sube por los brazos, por el pecho, hasta los ojos cerrados. Es lento. Es gentil. Es la primera vez que alguien lo toca así.
A las tres de la mañana, Ethan lo acompaña a su dormitorio.
—La pasé bien. —Su voz es un secreto en el pasillo vacío.— Llámame si quieres repetirlo.
Will asiente.
Ethan se acerca, lo suficiente para detenerle el corazón, pero no lo besa en la boca. Los labios se desvían a su mejilla, un roce tibio que lo deja inmóvil.
—Buenas noches, Will.
Y se va. Will se queda quieto, con la sangre caliente en la cara.
La semana siguiente es… distinta.
No son citas. No hay etiquetas. Pero Ethan está ahí: antes de clase, en los pasillos, en los descansos. Comparte café con él, le sostiene la mochila cuando Will está cansado, entrelazan los dedos sin darse cuenta.
No sabe qué es esto. Solo que se siente bien. Se siente visto.
Mack observa desde lejos, con ojos de fantasma y preocupación antigua, pero no interviene.
Will intenta no pensar en Mike. Lo intenta de verdad.
No pensar en Mike.
No pensar en Mike.
No pensar en—
Una sola mirada de Mike lo derrumba por dentro.
Ethan no provoca eso ni besándole la mejilla. Y admitirlo le duele un poco.
Pero no debería importar. No puede importar.
Ese jueves, Ethan le escribe: “¿Nos vemos antes de tu clase? Quiero verte.”
Will dice que sí.
Lo encuentra sentado en una banca frente al edificio de Mecatrónica. Will aún tiene manchas de pintura en las manos. Ethan sonríe, como si ese simple detalle fuera suficiente para iluminar el día.
—Mírate —dice, tomándole ambas manos—. Todo un artista.
Acercan sus palmas. La diferencia de tamaño es evidente.
—Tus manos son pequeñas. —Ethan ríe, entrelaza sus dedos con los de él.
Will abre la boca para protestar, pero Ethan ya ha llevado su mano a los labios. Un beso lento. Preciso. El tipo de gesto que empuja todo su cuerpo a calentarse.
Pero algo en el aire cambia. El mundo alrededor deja de sonar.
Will siente la mirada antes de buscarla.
Mike.
A unos metros. Jane a su lado. Dustin y Lucas detrás.
Mike tiene la mandíbula tensa, por una incomodidad que no sabe dónde acomodar. Una sombra cruza su mirada- una mezcla de alerta, irritación y algo más que él mismo no logra descifrar.
Dustin y Lucas se miran con los ojos muy abiertos, porque esa expresión no la habían visto nunca. No en Mike. No por un amigo.
El aire alrededor se vuelve pesado, como si la tensión de Mike fuera un campo magnético que distorsiona el ambiente a su alrededor. Algo está mal.
Jane mira a Mike como si acabara de descubrir una grieta nueva en él. Lo jala suavemente, intentando no incomodar.
Ethan nota la distracción de Will.
—¿Todo bien?
Will respira un poco demasiado rápido.
—Sí… solo recordé que no hice la tarea.
Ethan ríe, le roza la mejilla con cariño.
—Seguro te la perdonan porque eres adorable.
Will sonríe a medias. Se inclina y besa la mejilla de Ethan, rápido, con torpeza.
Se despiden.Y Will entra al edificio intentando no volverse a girar.
Pero Mike está ahí. Justo frente al baño. Como si lo hubiese estado esperando, aunque no se atreve a mirar demasiado.
—Casi llegas tarde, Will. —Su voz es seca, impersonal, quebrada en los bordes.
Entra al salón antes de que Will pueda abrir la boca.
Dustin y Lucas caminan detrás, viendo cómo Mike, malhumorado o algo peor, le guarda el asiento de siempre. Cómo Will se sienta sin levantar la mirada. Cómo Mike lo observa de reojo cuando cree que nadie lo nota.
Nadie dice nada. Pero todos lo sienten.
---
La clase avanza, pero Will no. El mundo parece moverse demasiado rápido, como si todo estuviera un poco fuera de foco.
Mike sigue en su papel de “enojado”, con el ceño fruncido, mirando hacia adelante como si Will fuera invisible. Pero cada tanto—muy sutil, casi imperceptible—le lanza una mirada de reojo.
Will intenta concentrarse. Respira. Se dice que está bien.
Pero su mano tiembla cuando intenta tomar su lapicero. Lo derriba. Rueda hacia el borde del pupitre.
Mike, sin pensarlo, estira la mano para atraparlo antes de que caiga al suelo. Es un reflejo.
Su piel roza la de Will.
Y Mike se queda quieto. Inmóvil.
Porque Will está helado.
No “tengo frío”. Sino helado. Como si no hubiera sangre circulando bajo la piel.
Mike mira su mano, luego a Will. El lapicero queda olvidado.
—…Will —murmura, y ya no suena enojado. Su voz está rota en los bordes—. ¿Estás bien?
Will fuerza una sonrisa torpe, demasiado amplia.
—Sí. Sí, solo… voy al baño.
Y se levanta demasiado rápido.
La sangre le abandona el rostro en un segundo. Los labios se le ponen blancos. El aula gira.
Tiene que aferrarse al respaldar de la silla para no caerse hacia atrás.
La furia de hace minutos desaparece del rostro de Mike. Es puro pánico ahora. Puro miedo.
—Will —dice, ya levantándose, como si hubiera olvidado que estaban en clase—. Will, espera.
Pero Will intenta dar un paso y las piernas simplemente no responden. El aire se le vuelve una aguja en el pecho. El corazón late demasiado rápido, como si intentara escapar.
«Agua helada.
Frío que quema.
Gritos ahogados.
“¡No puedo… no puedo…!”»
—No puedo… respirar… —musita, sin mirar a nadie.
Su cuerpo se inclina hacia atrás.
Mike lo atrapa antes de que toque el suelo. Con ambos brazos. Firme, desesperado.
Como si fuera lo más natural del mundo sostenerlo así. Como si lo hubiera hecho antes.
—Will. Will. —La voz de Mike tiembla. Nadie lo ha escuchado hablar así jamás—. Tranquilo, ¿sí? Estoy aquí.
Will no logra enfocar. El mundo se vuelve una mezcla de luces y sombras.
Jane ya está de pie; el profesor se acerca. Pero Mike no lo suelta. Lo sostiene contra su pecho como si Will fuese algo que podría romperse. Como si se rompiera él también si lo dejara caer.
Will intenta inhalar una última vez. No puede. La oscuridad llega rápido.
—Will— susurra Mike, aterrorizado.
Y el mundo se apaga.
Notes:
Un día para la season 5.
Chapter 10: "yo lo cuido"
Summary:
Will revive fragmentos de un recuerdo que lleva más de diez años reprimiendo: el día en que casi se ahogó. Entre imágenes borrosas de agua helada y risas infantiles, su cuerpo reacciona y termina desmayándose en plena clase.
Al despertar en la enfermería, encuentra a Mike, Jane, Lucas y Dustin a su lado, todos visiblemente asustados. La enfermera confirma que tuvo un episodio por estrés y baja presión, y le ordena descansar. Jane debe irse a una reunión académica y Mike promete cuidarlo, mientras Dustin y Lucas salen a buscarle comida.
A solas, Mike se derrumba emocionalmente. Le exige (con desesperación apenas contenida) que no vuelva a asustarlo así, y Will termina contándole que cree que de niño fue empujado al agua por otros chicos.
Notes:
Advertencia de alusiones a violencia, bullying y ahogamiento.
Chapter Text
«No lo recuerdo muy bien.
Mamá dice que me ahogué en un lago.
Y supongo que es cierto, pero cada vez que intento pensarlo… siento como si mi cuerpo volviera a ese día.»
La memoria se abre como un golpe de agua helada.
Frío.
Frío que arde.
Frío que muerde.
Pulmones en llamas.
Vómito contenido.
Manos—manos sobre su cabeza, empujándolo hacia abajo.
Risas infantiles.
Distorsionadas.
Crueles.
El agua tragándose sus gritos.
No quiero morir hoy.
Mamá, por favor…
—¡Will!
La voz lo arranca de golpe.
Luz blanca.
Techo desconocido.
Olor a desinfectante.
Will parpadea, tratando de distinguir formas. Y entonces ve la más importante:
Mike.
Sentado al borde de la silla como si llevara horas sin moverse. El rostro completamente descompuesto, los labios tensos, los nudillos blancos.
A su izquierda está Jane, inclinada hacia él, tocándole el hombro con cariño y alivio.
Dustin y Lucas al fondo, como dos sombras preocupadas.
Mike reacciona primero:
—Ya despertó.
Will se da cuenta entonces: está en la enfermería.
La enfermera se acerca con calma profesional.
—Presión baja —informa mientras revisa su pulso—. No es grave, pero necesitas comer mejor. Y descansar. La combinación de estrés y mala alimentación puede causar hiperventilación. Nada de clases por hoy, ¿entendido?
Will asiente, sintiéndose pequeño, culpable, y ridículo por haber alarmado a todos.
Mike sigue sin moverse.
Ni un parpadeo.
Como si temiera que Will se desvaneciera si aparta la mirada un segundo.
Jane rompe el silencio:
—Nos diste un susto, Will. —Mira su reloj—. Mierda… tengo reunión con el asesor vocacional.
Will intenta incorporarse.
—Está bien, ve. Gracias por quedarte.
—Yo lo cuido. —dice Mike, suave pero firme.
A Jane le parece tierno.
Cree que Mike lo hace por ella.
Y por Will, claro.
Una amistad dulce, eso piensa.
Le acaricia el brazo a Will y se va.
Dustin se acerca con dramatismo contenido.
—Te traeremos agua. Y galletas. Algo de azúcar. Algo que no te mate.
—Sí, sí. —Lucas ya está de pie, decidido—. Tú quédate ahí. No te mueras. Eso sería… incómodo.
Will ríe débilmente mientras se retiran como si estuvieran en una misión vital.
---
En la cafetería…
Ninguno quiere decirlo, pero el silencio los obliga.
—Lucas… —susurra Dustin—. ¿No crees que Mike trata diferente a Will?
Lucas gira lentamente, botella de agua en mano.
—¿Qué?
Dustin baja la voz.
—Es buen amigo con todos, sí, pero con Will… es otra cosa. Y cuando vio a Ethan… yo pensé que lo iba a matar.
Lucas medita un segundo.
—Sí. Eso fue raro. Muy raro.
Quizá es… no sé, una amistad diferente.
Dustin arquea las cejas.
—¿Más… sentimental?
Lucas se queda en silencio.
La respuesta no es sí.
Pero tampoco es no.
No lo dicen en voz alta.
No aún.
---
De vuelta en la enfermería…
Mike y Will están solos.
Will intenta bromear:
—Tal vez tengo anemia.
Mike lo ignora.
—No vuelvas a hacerme eso. —Su voz suena rota, como si le costara mantenerla firme—. Tienes que comer bien, Will.
Eso… desarma a Will por completo.
Mike lo mira entonces, directo.
No exigente.
No molesto.
Solo preocupado.
—¿Qué pasó? Dijiste que no podías respirar. Estabas pálido.
Will traga saliva.
Siente la garganta apretada.
Pero Mike no se aleja.
No parpadea.
No se mueve.
Solo espera.
Will respira hondo.
—Mi mamá dice que me ahogué cuando era niño… Y no lo recordaba. Pero últimamente… vienen de golpe. —Aprieta las manos en la sábana—. Creo que me empujaron.
Mike se inclina hacia adelante sin pensarlo.
—¿Quién?
Hay rabia en su voz.
Rápida. Instintiva.
Defensiva.
Como si quisiera golpear al pasado por haber tocado a Will.
—No recuerdo bien —susurra Will—. Otros niños.
Y entonces ocurre.
Mike pone una mano sobre la de él.
No suave.
No indecisa.
Sino… segura.
La temperatura de Will cambia de inmediato.
El corazón le golpea las costillas.
La respiración le tiembla.
Porque Mike no es alguien que toque así.
A nadie.
Nunca.
Y sentir esa mano—
grande, firme, cálida—
sobre la suya hace que Will se sienta visto.
Sostenido.
Elegido.
Mike baja un poco la cabeza, como si las palabras fueran difíciles.
—Lo lamento. Debe ser horrible recordar eso.
Will asiente, tragando su vulnerabilidad.
—Pero—continúa Mike—no vas a descuidarte. ¿Entendido? Estoy aquí. Para lo que necesites.
Will parpadea.
El mundo se vuelve más pequeño.
Más suave.
Más peligroso de sentir.
---
La puerta se abre suavemente.
Dustin y Lucas asoman la cabeza primero, como si pudieran interrumpir un ritual sagrado.
Automáticamente, Mike retira su mano.
Como si acabara de cometer un crimen.
Dustin deja una botella de agua en la mesa.
—Aquí tienes, soldado. No vuelvas a caer en batalla. Quiero planear tu cumpleaños, no tu funeral.
Mike lo fulmina con la mirada.
—No digas estupideces.
Dustin se queda congelado.
Lucas le lanza una mirada tipo “¿qué le pasa a este?”
Lucas se quita el abrigo y, sin pedir permiso, lo pone sobre los hombros de Will.
Will sonríe, abrumado de cariño.
Calentito por dentro.
Cuidado.
Acompañado.
---
Cuando Will se siente mejor, intenta bajar de la camilla. Mike ya está ahí, una mano en su espalda, guiándolo con una delicadeza que no combina con su ceño fruncido.
Lucas copia el movimiento y se coloca al otro lado, sin saber que Mike lo mira como si lo hubiera reemplazado.
Dustin intenta no reír.
—Ya pueden soltarme. —ríe Will.
Lucas lo suelta de inmediato.
Mike… tarda unos segundos más.
Luego Lucas le pasa la mochila a Mike.
Quien, por supuesto, se queja cuando las correas le quedan cortas.
Will ríe al ver la diferencia de altura.
Dustin y Lucas se despiden con palmadas suaves, casi protectoras.
Will siente algo cálido en el pecho.
Tiene amigos.
De verdad.
---
Mike lo acompaña hasta su dormitorio.
No hablan.
Pero Mike lo observa a cada paso, listo para atraparlo.
Will rueda los ojos.
—Estás exagerando.
—No lo estoy. —responde Mike sin dudar—. Mañana paso por ti. Quiero asegurarme de que estés comiendo.
Will siente algo inexplicable.
Algo que sube por su pecho, tibio y peligroso.
—Gracias… Mike.
Mike solo asiente.
Ambos parecen avergonzados por lo que sea que está flotando entre ellos.
Mike se va.
Will entra a su habitación.
Su celular vibra.
Robin.
Vickie.
Y…
Ethan.
"Jane me dijo que te desmayaste. ¿Estás bien? ¿Necesitas algo?"
Will mira el mensaje.
Agradece la preocupación.
Claro que sí.
Pero no se compara.
Ni siquiera se acerca al modo en que Mike lo cuidó.
Y eso lo deja inquieto.
Confundido.
Reconociendo una verdad que aún no puede nombrar.
Algo está cambiando.
Y lo sabe.
Chapter 11: mejor amigo
Summary:
Will se recupera, Mike no se separa de él, y entre cafés matutinos, cosquillas inesperadas y regalos que dicen más que las palabras, algo empieza a tomar forma —aunque ninguno de los dos se atreva todavía a nombrarlo.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Lo prometido es deuda.
Por eso Mike aparece todas las mañanas en la puerta de Will. Antes incluso de que salga el sol. Café en mano, mochila al hombro, cejas fruncidas como si la salud de Will dependiera exclusivamente de su vigilancia personal.
Primero comprueba que Will hubiera desayunado —aunque fuera a la fuerza—y luego caminan juntos hacia el campus.
Como si siempre hubiera sido así. Como si fuera lo más natural del mundo.
Han pasado tres semanas.
Will se siente mejor físicamente. Los recuerdos vienen y van, pero ya no huyen ni hieren como antes; ahora se deslizan por su mente como olas suaves. Todavía frías, sí, pero controlables. Pensables.
Aun así, Mike no deja de estar pendiente.
Ni un día.
Ni una mañana.
Ni un respiro.
Cuidar a Will se volvió parte de su rutina, pero también algo más profundo. Le da propósito. Lo calma. Lo llena.
A Will… le gusta.
Mucho. A veces porque Mike es insistente. Pero sobre todo porque estar a su lado es demasiado fácil.
Se complementan.
En la música.
En el humor roto.
En la comodidad del silencio.
Will piensa que Mike es un buen amigo.
Un muy buen amigo.
Un amigo… especial. Demasiado especial.
Intenta ignorar las cosas que no debería pensar:
Las ondas suaves del cabello de Mike.
Sus manos.
Dios, las manos de Mike.
No debe pensar en sus manos.
No debe imaginar cómo se verían sobre las suyas.
No debe—
Ethan.
Aparece justo en ese instante, como invocado por el universo para arruinar las fantasías involuntarias de Will. Le da un beso en la mejilla, peligrosamente cerca de la comisura, y Will siente que las orejas se le incendian.
Mike, mientras tanto, se queda inmóvil. Tan quieto que Ethan sonríe, satisfecho.
Sí, sabe exactamente lo que hace. Sabe lo del mini crush que Will tiene en Mike —lo supo desde aquella lectura de tarot absurda donde Mike era “su destino”.
Ethan no cree en el destino.
Cree en divertirse.
Y molestar un poco a Mike es… divertido. Demasiado.
Sobre todo cuando Mike se tensa, cuando se le endurece la mandíbula, cuando intenta sonreír como si tuviera cables internos forzándolo a hacerlo.
Ethan se sienta al otro lado de Will y le lanza una mirada a Mike con subtítulos invisibles:
“Relájate. Tú tienes novia.”
Will está demasiado rojo para notarlo.
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Cuando Ethan finalmente se va, Will murmura:
—Empiezo a creer que no te agrada.
Mike ni intenta negarlo.
—¿Se nota mucho? — suelta, ácido.
Will ríe.
—¿Hizo algo?
Mike suspira, pasa una mano por su nuca.
—No hizo nada… solo —cambia el tono, más suave— cuando lo necesitas, él nunca está. Solo aparece cuando todo está bien.
Will abre la boca para defenderlo. No puede.
—No somos nada. — musita.
Mike baja la mirada un segundo y luego regresa con un tono ligero, casi burlón:
—Pero si quiere estar contigo… que lo demuestre. Entonces le doy mi aprobación.
—¿Y necesito tu aprobación? — Will arquea una ceja.
—Claro que sí.
Will lo empuja con el hombro y Mike aprovecha para atacarlo con cosquillas. Descubre —para su absoluta fascinación— que Will es ridículamente sensible. Termina con él tumbado en el pasto, riendo hasta llorar, tratando de apartar las manos de Mike agarrándolas por reflejo.
Demasiado contacto.
Demasiada risa.
Demasiado todo.
Hasta que alguien carraspea.
—¿Qué están haciendo? — pregunta Lucas, con cara de padre atrapando a su hija con el novio.
Mike ni se avergüenza.Will sí. Mucho.
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Más tarde, en la cafetería, Robin lo abraza con toda la fuerza que le falta a su cuerpo.
—Corazón, ¿cómo estás? Ya casi no te veo desde que te la pasas con tu nuevo mejor amigo.
Will casi se ahoga.
—¿Nuevo qué?
—Mike, obvio. — Robin rueda los ojos — Nunca dudé de lo del hilo rojo, pero ahora… por favor. Canten boda.
—Robin, shh. — Will mira a ambos lados — No digas eso en voz alta.Y pregunta en susurro: —¿Cómo sabes si alguien es… tu mejor amigo?
Robin sonríe suave.
—Lo sabes porque es la primera persona con la que quieres compartir todo. Lo bueno, lo malo, lo estúpido. Porque te ríes más fuerte con él. Porque te sientes tú.
Will baja la mirada.
Sí. Suena como Mike.
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Pasa el resto del día buscando un regalo. Un cómic edición especial de Spiderman. Y una camiseta que combina.
Mucho más caro de lo que debería pagar. Pero no importa.Mike le ha dado tanto en tan poco tiempo que Will siente que quiere darle el mundo.
Ahora es Will quien lo espera afuera del voluntariado.
Mike sale y lo abraza como si hubieran pasado semanas sin verse. A Will le tiemblan las rodillas un poco —solo un poco.
—Tengo algo que decirte —dice mientras caminan.
—¿Es malo? —Mike lo mira preocupado.
—No. Solo… ven. Te compré algo.
Mike abre mucho los ojos.
—¿A mí?
Will lo guía a la terraza naranja del atardecer.
—Cierra los ojos.
Mike obedece sin dudar. Porque es Will quien lo pide.
Will coloca la bolsa en sus manos.
—Ábrelos.
Mike mira el cómic, la camiseta, y algo en él se ablanda.
—Will… esto es demasiado.
—Si no lo aceptas, me dolerá —dice él, firme.
Mike traga saliva.
Se siente visto. Escuchado. Porque nunca le había dicho a Will que le gustaban los super héroes, pero bastaba con prestar atención a los detalles.
Y Will lo hacía, notaba los pines en la mochila de Mike, su fondo de pantalla y su ropa. Mike siente que podría explotar de la emoción.
Will respira profundo.
—Quería preguntarte algo. —Su voz tiembla aunque no debería — ¿Quieres ser mi mejor amigo?
Mike tarda un segundo. Dos. Tres.
Y entonces lo abraza tan fuerte que Will casi pierde el aire.
—Claro que sí.
Will cierra los ojos, sintiendo el calor, el olor a jabón, el pulso rápido de Mike.
Y entiende.
Que está perdido.
Completamente perdido.
Cayendo lento y sin retorno hacia un planeta con nombre y apellido:
Mike Wheeler.
Notes:
AMIGAAAAAAS VIERON LA NUEVA TEMPORADA ME ESTOY MURIENDO, ¿ACASO MANIFESTÉ QUE ROBIN Y WILL SEAN AMIGOS? AAAA
LOS DUFFERS LEYERON EL FIC Y DIJERON AQUÍ ES.
Chapter 12: duplas
Summary:
Will intenta mantener la calma cuando las sombras de su pasado vuelven a acecharlo, pero una llamada familiar lo aterriza. Jane llega tarde a su café pendiente y ambos terminan hablando de cambios, miedos y la relación cada vez más frágil entre ella y Mike. Más tarde, tras presentar un proyecto con el grupo, Mike elige a Will como compañero para la siguiente parte… y en un gesto simple, casi cotidiano y un abrazo al despedirse— deja a Will sintiéndose inexplicablemente elegido.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Radiohead llenaba sus oídos mientras cruzaba el campus.
El viento era frío.
El cielo estaba gris.
Y Will intentaba no pensar en nada que tuviera la forma de Mike Wheeler.
Una sombra pasó por el rabillo de su ojo.
— …Will.
El susurro no era humano.
Era demasiado cerca.
Demasiado dentro.
Will apretó la mandíbula.
Caminó más rápido, sin mirar a ningún lado.
— Sé que puedes verme —la voz arrastrada se pegó a su nuca—. No te hagas.
No era un fantasma normal.
No era curioso ni triste.
Era algo fracturado.
Oscuro.
Ácido.
El aire se volvió espeso.
Un escalofrío le bajó por la columna como si le clavaran hielo.
— ¿Por qué huyes? —susurró la presencia—. ¿A quién le temes… realmente?
Will no contestó.
No podía.
Sentía que si abría la boca, esa cosa se le metería por la garganta.
Aceleró el paso.
No iba a mirar atrás.
No iba a darle forma.
No iba a admitir lo que representaba.
Su celular vibró.
En la pantalla: “Mamá”.
El peso a sus espaldas desapareció de golpe.
Will inhaló hondo. Contestó.
— Hola, mamá.
— Hola, mi amor —la voz de Joyce era calor puro—. Solo quería escucharte un ratito. ¿Cómo va tu día?
— Mejor ahora —sonrió, aunque ella no lo veía.
Hablaron poco. Risas. Advertencias de comer. “Te extraño”.
Un pequeño refugio.
Cuando colgó, algo crujió detrás de él.
Will giró en seco, tensándose.
— ¡Agh!
Era Jane.
Con un café en la mano y el cabello un desastre.
— Perdón, perdón —rió—. ¿Vamos?
Will soltó el aire que había estado reteniendo desde hacía minutos… y asintió.
---
La cafetería olía a vainilla y pan caliente.
El ruido suave.
La luz tibia.
Era el sitio favorito de Jane. Y ahora también el de él.
— Okay —dijo ella, enderezándose cuando les trajeron sus bebidas—. Tengo una noticia. Decidí… cambiarme a psicología.
Will abrió los ojos, genuinamente sorprendido.
— Jane, eso es perfecto. Muy tú.
Ella sonrió, pero era una sonrisa frágil.
— ¿Y seguiremos compartiendo talleres? —preguntó él.
— No me desharé de ti tan fácil —le dio un golpecito en el hombro.
Will rió, pero la risa se apagó cuando Jane miró su teléfono por segunda vez y suspiró largo.
— ¿Qué pasa? —preguntó él.
Jane dudó antes de hablar.
— Mike… —su voz se quebró un poco—. Siento que estoy tirando sola de la relación.
Will sintió un tirón incómodo en el pecho.
No era felicidad.
No era dolor.
Era algo en medio, confuso, tibio, triste.
— ¿Hablaron? —preguntó suave.
— Sí. Pero las cosas no cambian. A veces pienso en… —bajó la voz— terminar.
A Will le tembló la respiración.
— Ustedes se aman —dijo rápido—. Seguro pueden arreglarlo.
Jane lo miró con una mezcla de cansancio y esperanza apagada.
— Nunca me lo dice —susurró.
Will pestañeó.
— Tal vez le cuesta. —tragó saliva—. Solo… denle tiempo.
Ella suspiró.
Tomó su mano suavemente.
— Mike me contó lo de… tu accidente. Lo de que te ahogaste. Espero que no te moleste.
— Para nada —sonrió Will, sincero—. Ustedes dos son… mis amigos.
Jane respondió con una sonrisa cálida.
— Pensaba… en el futuro, quizá podríamos tomar clases de natación juntos. Tú y yo. No tienes que hacerlo solo.
El corazón de Will dio un vuelco.
El miedo seguía ahí.
Pero asintió.
— Cuando esté listo —susurró.
Jane no lo presionó.
---
El proyecto de los “4 Fantásticos” fue un éxito total.
Aplausos.
Risas.
La mejor calificación del curso.
Y entonces el profesor anunció el siguiente trabajo:
duplas.
Will sintió su estómago caer.
La gente se emparejó rápido.
Y él… no sabía a quién tenía.
Dio un paso atrás, inseguro.
Hasta que Mike ya estaba frente a él.
Sin vacilar.
Sin mirar a nadie más.
— ¿Vamos? —preguntó Mike, tranquilo.
Will parpadeó.
— ¿Con… conmigo?
Mike frunció el ceño, como si la pregunta fuera absurda.
— Sí.
Will sintió que algo se le encendía en el pecho.
— ¿Sí? —susurró, apenas.
Mike lo dijo otra vez, con esa voz suave que nunca sabía que tenía:
— Sí.
Will casi se derrite en el piso.
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Trabajaron poco ese día, pero daba igual.
Estar con Mike era… fácil.
Cómodo.
Cálido.
Al salir, Mike lo acompañó hasta los dormitorios, como si fuera automático, como si no fuera una elección sino un instinto.
— Buen trabajo hoy —dijo Mike.
— Tú hiciste todo —rió Will.
— Nah.
— Mike le dio un leve empujón con el hombro—. Fue en equipo.
Cuando llegaron a la puerta de Will, se quedaron ahí.
Un segundo.
Dos.
— Entonces… —Mike se rasca la nuca— ¿mañana seguimos?
Will asintió.
— Sí.
Mike levantó una ceja.
— ¿Sí?
La misma palabra.
La misma cadencia.
Pero más bajita. Más íntima.
Will respiró hondo.
— Sí.
Mike lo abrazó.
Sin aviso.
Sin pensar.
Un abrazo firme.
Caliente.
Con la mano de Mike en su espalda, apretando un poco más de lo normal.
Will sintió que se moría.
De la mejor manera posible.
Mike se separó rápido, algo nervioso.
— Nos vemos —dijo, torpe.
Will apenas pudo responder:
— Buenas noches, Mike.
Mike levantó la mano, casi tímido, y se fue.
---
Will abrió la puerta de su dormitorio.
Apoyó la frente en la madera.
Intentó respirar.
Sentirse elegido dolía.
Pero también…
también era hermoso.
Se dio vuelta.
Y se congeló.
Un niño estaba de pie en medio del cuarto.
Camiseta mojada.
Cabello pegado.
Pies descalzos.
Ojos enormes.
Un niño que era él.
Esa versión de sí mismo que aún no perdonaba.
Que aún no hablaba.
Que aún tenía miedo.
El niño inclinó la cabeza.
— ¿Por qué huyes de mí? —preguntó con la misma voz que lo había seguido en el campus—. Yo soy tú.
Will retrocedió un paso.
El corazón en la garganta.
El niño extendió la mano.
— No me ignores.
Si me ignoras… me hago más fuerte.
Will cerró los ojos.
Respiró.
Cuando los abrió… el niño ya no estaba.
Pero quedaba la sensación.
La verdad.
No era un fantasma.
Era él mismo.
La parte de él que seguía huyendo.
Y Will supo, sin que nadie se lo dijera,
que tarde o temprano tendría que mirarlo de frente.
Notes:
___
N/A actualizando antes de subirme a un avión.
Nunca digan que no los quiero.xo, tatsu.
Chapter 13: desembocadura
Summary:
El proyecto final del semestre une aún más a Mike y Will, justo cuando una tormenta severa los obliga a pasar la noche juntos.
Entre robots que dibujan, confesiones torpes, lluvia que no cesa y un silencio lleno de cosas que ninguno se atreve a nombrar, algo dentro de ellos comienza a desbordarse… aunque Mike todavía no entiende —o no quiere entender— por qué.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
El término del semestre cayó sobre ellos como una avalancha y junto a él, un proyecto final.
“Construyan un mecanismo capaz de interpretar un estímulo humano y replicarlo.
Mike estiró la mano para tocar el hombro de Will, llamando su atención.
—¿Y si hacemos un brazo robótico que dibuje con nosotros?
Will sintió que algo dentro de él hacía clic.
Eran arte + ingeniería.
Corazón + cerebro.
Ellos, traducidos a un objeto.
Y le fascinaba.
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La mañana amaneció extrañamente fría, como si alguien hubiera corrido las cortinas del otoño demasiado rápido. El viento tenía un filo metálico; las nubes, un peso extraño.
Will caminaba por el campus cuando escuchó pasos apresurados detrás.
—¡Will! —Mike, casi jadeando—. Oye… ¿quieres avanzar hoy… en tu habitación?
Lo dijo sin pensar.
Luego lo pensó demasiado.
Luego fingió que no había pensado nada.
Will lo miró, sorprendido.
—Justo iba a proponértelo —sonrió.
La sonrisa de Mike fue inmediata, luminosa, casi infantil.
—Genial. —Y luego— ¡Vuelvo enseguida!
Literalmente corrió.
Will rió y pensó que era la cosa más linda que había visto en semanas.
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Mike se bañó, se cambió de camisa dos veces, se echó demasiado desodorante y pasó por la tienda del campus.
Salió con una bolsa gigantesca.
Demasiados snacks.
Pero “demasiado” era justo la cantidad correcta para Will.
Su corazón le dolió un poquito cuando pensó:
Solo lo conozco desde hace dos meses… y siento como si fuera desde siempre.
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Will abrió la puerta.
Mike estaba empapado por la lluvia, sosteniendo la bolsa como si fuera una ofrenda.
—Wow, Mike, ¿cuánta comida pensaste que podríamos acabarnos los dos? —dijo Will, riendo.
—Como para tres días —respondió Mike, ruborizado hasta las orejas.
Entró y se quedó mirando la habitación, con los ojos brillantes, respirando el aroma a vainilla y sábanas limpias.
—Es muy tú —dijo con suavidad—. Y nerd.
Muy nerd.
Will levantó una ceja.
—Dice el que tiene un sable de luz real en su cuarto.
Mike se encogió.
—Ese sable es patrimonio familiar.
Se sentaron sobre la cama, plato de snacks entre ellos, laptops abiertas, lluvia golpeando la ventana.
El robot nació sobre la libreta de Mike.
—Mira —dijo él, dibujando—: base fija, dos articulaciones, servomotor en la muñeca.
Will lo observó desde tan cerca que podía ver cómo temblaban un poco los dedos de Mike mientras trazaba. También podía notar sus pestañas largas, las pecas en sus mejillas.
Se obligó a mirar la libreta.
—¿Y cómo sabrá qué dibujar?
Mike levantó la vista, y por un momento el aire entre ellos se detuvo.
—Ahí entras tú —sonrió.
Will no esperaba que esa frase lo tocara tan profundo.
—Necesito que hagas trazos simples en la tableta.
Convierto tus trazos en coordenadas.
El robot no va a imitarte…
va a dibujar contigo.
Will sintió el hilo entre ellos tensarse, como si reconociera algo antes de que ellos lo admitieran.
Trabajaron así por horas: hombro con hombro, respiraciones entrelazadas sin querer, risas que parecían tener un solo dueño compartido.
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Cuando el reloj marcó las seis, la temperatura cayó otra vez. El viento golpeó la ventana como si pidiera entrar.
Mike cerró la laptop, serio.
—¿Puedo… contarte algo?
Will notó el cambio de atmósfera.
—Claro.
Mike respiró hondo, pero no lo miró.
—Jane y yo… no estamos bien.
El corazón de Will dio un tropiezo.
No alegría.
No tristeza.
Una mezcla dolorosa de esperanza y culpa.
—¿Qué pasó? —preguntó con voz suave.
Mike se frotó las manos.
—Creo que no encajamos. Ella quiere cosas que… que no sé si puedo darle.
Lo intento.
Pero mi cabeza está en otro lado.
Al fin lo miró.
Will casi olvidó respirar.
—Creo que no estoy hecho para una relación ahora mismo —finalizó Mike, callado.
Will tragó saliva.
—¿Quieres… distraerte? Podemos divertirnos hoy. Para que no estés triste.
Mike sonrió apenas, chiquito.
—Me estoy divirtiendo —y le pellizcó la mejilla.
Will quiso huir para ocultar su expresión.
—¿Vemos una película? —propuso.
—Sí —respondió Mike, demasiado rápido.
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A mitad de Spiderman, Mike murmuró:
—No me gusta ninguna novia de Peter.
Will soltó una carcajada.
—¿Ni siquiera Gwen?
Mike dudó.
—Uhm… un poquito. Pero… yo… —deseó tragarse las palabras—. Si yo fuera su… su novio… sería el mejor novio del mundo. — Su cara se incendió casi al instante.
Will dejó de respirar.
Mike lo notó y entró en pánico inmediato.
—¡O novia! ¡Obvio! Si fuera… no sé… otra versión de mí. Una chica. Una chica normal. Ya sabes. Yo… no… no me refería a… eso.
Will alzó una ceja, divertido.
—¿Cómo serías mejor?
Mike se quedó mudo.
El rubor le subió hasta las orejas.
—Yo… yo… —tartamudeó—. Pues… sería… útil.
En las peleas.
No sería solo… una… damisela.
Lo último lo dijo tan bajito que parecía confesión.
Will sonrió.
—¿Y yo cómo sería? Si fuese novio de Peter Parker.
Mike lo observó como si acabara de verlo de verdad.
—Serías la persona a la que todos los villanos querrían secuestrar… —se detuvo, aclaró la voz, suavizó el tono— porque tendrías algo que él… que él… aprecia. Mucho.
Will sintió que la garganta se le cerraba.
—¿Me ves como una damisela en peligro?
—¡No! —Mike se puso aún más rojo—. No, tú… tú serías el que lo mantiene con los pies en la tierra. El que ve las cosas antes que él. El que… —tragó—. El inteligente.
La lluvia afuera se volvió más fuerte. Luego violenta.
Luego ensordecedora.
El celular de Mike vibró.
ALERTA METEOROLÓGICA
Tormenta severa.
Peligro de inundación repentina.
Evite salir.
Un trueno hizo temblar el edificio.
—Will —dijo Mike, mostrando la pantalla—. No puedo irme.
Ni aunque quisiera.
Will asintió, tragando emoción y miedo al mismo tiempo.
—Entonces… quédate a dormir.
El viento rugió.
La habitación se oscureció.
—Duerme en mi cama —añadió Will de inmediato—. Yo duermo en el suelo.
—Ni loco —respondió Mike, serio—. No voy a dejar que duermas en el suelo.
—Mike…
—No. —Su voz tembló, pero se mantuvo firme—. No dejaré que te pase nada.
Menos por mí.
Will bajó la mirada.
Su corazón hacía ruido.
—Mi cama es grande —dijo al fin—.
Podemos compartirla. Si… si no te molesta.
Ahí sí.
El mundo se detuvo.
Los ojos de Mike parpadearon como si alguien hubiese encendido todas sus alarmas internas. Bajó la mirada, tragó, se frotó la nuca, fingió que procesaba la tormenta cuando procesaba otra cosa.
Sus pensamientos eran demasiado ruidosos: dos chicos, una cama, muy cerca, muy real, muy peligroso, qué diría Dios, qué pensaría Jane, qué pensaría él de sí mismo.
—Yo… —su voz se quebró apenas—. ¿Estás seguro?
—Sí —susurró Will—. Es solo dormir.
Mike cerró los ojos un segundo.
Pareció rezar por autocontrol.
Y al final —muy despacio— asintió.
—No me molesta —murmuró.
Lo dijo como quien admite un secreto que no debería existir.
Will sintió que el mundo se aflojaba un poco.
—Está bien —susurró.
Mike sonrió nervioso, raspándose la ceja.
—Solo… no me patees, Byers.
Will rió bajito.
—Prometo no patearte, Wheeler.
La tormenta afuera seguía furiosa.
Pero dentro de la habitación, el silencio era cálido.
Peligroso.
Suave.
Y cuando apagaron la luz, ninguno de los dos estaba tan lejos como debería.
Notes:
Al fin tengo WiFi, me estaba muriendo. Maldición Generación Z. Me siento adicto al WiFi.
Gracias por leer.
Los quiero.
Chapter 14: inundación
Summary:
Mike y Will pasan la noche juntos... y dormidos, ambos buscan el toque del otro sin poder admitirlo estando despiertos.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
La tormenta no había perdido fuerza. De hecho, había empeorado, el cielo decorado con destellos blancos, sacudiendo los ventanales del dormitorio como si quisiera entrar.
Will le prestó un pantalón de pijama a Mike, uno azul que probablemente alguna vez le quedaba bien a Jonathan, pero a Mike le quedaba un poco corto por la diferencia de altura. Las pantorrillas le quedaban al descubierto.
— Te ves gracioso. — sonrió Will, sentado en el borde de su cama.
— Ya va, Byers. — Mike negó con la cabeza, pero la risa se le escapó igual. Con la camisa holgada y el pantalón corto parecía más joven.
Solo alcanzó a acomodarse a su lado cuando un trueno explotó sobre el campus. Mike se sobresaltó con un jadeo brusco.
Will lo miró de inmediato.
Mike respiraba mal. Demasiado rápido. Sus manos, tensas, apretaban las sábanas como si fueran un salvavidas.
— Hey… ¿te da miedo? — Will bajó la voz, imitando inconscientemente la forma en que Mike siempre lo calmaba cuando era él quien se venía abajo. — Está bien. Tranquilo.
Mike cerró los ojos un momento, intentando que no se notara cómo le temblaban los dedos.
Will dudó. Quería tocarlo pero temía incomodarlo. Aunque no debería tener tanto miedo. Mike siempre lo abrazaba cuando él lo necesitaba. Siempre.
Así que lo hizo:
Se deslizó más cerca y rodeó los hombros de Mike con su brazo.
El cuerpo de Mike se tensó al instante. Cada músculo. Pero no se apartó. Ni un milímetro.
— Lo siento — murmuró él, con un hilo de voz. — Sí… me dan miedo los truenos.
Will sintió cómo la respiración de Mike comenzaba a acompasarse con la suya. Más lenta. Más controlada. Menos desesperada.
Otro trueno. Mike ya no saltó. La calidez en su hombro lo tenía anclado.
— Gracias — susurró, y su voz sonó casi… avergonzada. Como si sentirse cuidado fuera un lujo que no creía merecer.
Will sonrió sin que él lo viera.
ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ⋆⋆⋆
Bajo la manta de Will, el mundo se volvió suave. Callado. Mike se acomodó dándole la espalda, dejando un espacio seguro entre ellos.
— Si tienes miedo, solo avísame — dijo Will desde el otro lado, con voz baja, pequeña. — Buenas noches, Mike.
— Buenas noches — respondió Mike.
La lluvia golpeó la ventana como un murmullo constante. El dormitorio se oscureció. La tormenta siguió rugiendo.
Y horas después, Will despertó por una sensación cálida en el abdomen.
Durante un segundo no lo entendió.
Luego sí.
El brazo de Mike estaba sobre su ombligo. Pesado. Dormido. Con el puño cerrado, como si en sueños hubiera intentado tomarle la camiseta.
Will sintió que el corazón le golpeaba tan fuerte que temió despertarlo. Su rostro ardía. Su respiración se volvió demasiado consciente, luego olvidó como se supone que debía respirar.
Se quedó inmóvil, escuchando la respiración lenta de Mike. Sí, estaba dormido. Totalmente dormido.
Solo entonces se permitió sentir.
Casi sin pensarlo bajó la mano. Con dos de sus dedos, rozó primero la muñeca. Luego el antebrazo. Sus dedos temblaron.
Ese roce —ese que Will creyó silencioso— despertó a Mike.
Abrió los ojos sin moverse. No respiró profundo, para no delatarse. Solo… sintió.
Su propio brazo encima de Will. El abdomen bajo su muñeca.
“¿Qué-…?”
Mike se congeló, no quiso retirar el brazo, pensaba que Will seguía dormido.
Y además, porque el abdomen de Will, aún sobre la tela, se sentía cálido.
Aquella posición se sentía correcta, segura.
Antes de que Mike pudiese preguntarse a sí mismo por qué había buscado estar más cerca de su mejor amigo...
La mano de Will sostuvo el brazo de Mike. Lo sujetó contra su abdomen, como si temiera que se alejara.
Fue un gesto minúsculo. Prohibido. Peligroso.
Pero tan familiar que dolía.
¿Por qué hizo eso… en sueños?
¿Por qué Will buscaba su toque mientras dormía también? ¿Y por qué se sentía tan natural?
Pero entonces Will suspiró.
Porque a la luz del día no podía permitirse soñar con el toque de Mike.
Pero allí, en la oscuridad de su habitación, con la idea de que el mismo Mike no se enteraría.
Podía permitirse imaginar que no eran solo amigos.
Un sonido pequeño, feliz. El tipo de suspiro que uno hace cuando algo por fin encaja.
Mike no vio su sonrisa. Y en lugar de apartarse, fingió seguir dormido.
Bajó un poco el rostro, acercándose sin querer al cuello de Will. Casi rozó su cabello.
Escasos centímetros.
Las respiraciones de ambos se fueron igualando. Lentas. Casi íntimas.
“Sigue dormido, ¿verdad?” pensaron los dos. Y ninguno quiso moverse.
El hilo rojo iluminaba la habitación, solo Will podía verlo.
Se quedaron así. Encajados. A salvo.
Hasta quedarse dormidos de nuevo.
ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ⋆⋆⋆
A la mañana siguiente, Mike abrió los ojos primero.
Will estaba frente a él. Muy cerca. Ronroneaba un ronquido suave, casi infantil.
Mike tragó en seco. El recuerdo de la noche anterior le atravesó el estómago.
Will había sostenido su brazo. Lo había querido cerca. Eso no era un sueño.
“¿Dormido… cierto? Él estaba dormido. Tuvo que ser eso.” se repitió Mike, desesperado por creerlo.
Pero el calor en su pecho no se apagaba tan fácil.
Casi una hora después, Will bostezó.
— Hey, Mike — dijo, con la voz ronca y linda del amanecer. — ¿Dormiste bien?
Mike negó rápido.
— Dormí horrible. Hacía mucho frío — mintió, sin parpadear.
Will frunció el ceño.
— Ah… yo también. — dijo, incómodo, tallándose los ojos.
Mike se levantó.
— Ya dejó de llover. Creo que debería irme.
— Como quieras — respondió Will con suavidad. — Y… gracias por los snacks.
— No hay problema.
Mike salió casi corriendo.
Los días siguientes, no lo vio. Era fin de semana, sí, pero aun así. Solo recibía mensajes breves:
“¿Todo bien?” “¿Estás comiendo?” “Avísame si necesitas algo.” Cuidado sin presencia.
Will intentó no pensar demasiado.
Intentó.
ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ⋆⋆⋆
Al salir de su edificio, vio a Jane esperándolo. Parecía un fantasma. Con los ojos hinchados, la voz rota.
— Will… — dijo, casi susurrando. — Mike me pidió un tiempo.
El corazón de Will se detuvo. El mundo también.
¿Es por mí? No. No puede ser. A Mike no le gustan los chicos. A Mike no le puede gustar…
— ¿Qué pasó? — preguntó Will, esforzándose por sonar neutral.
Jane apartó la mirada.
— Dijo que necesitaba pensar. — Su voz tembló. — Que no estaba bien.
Will la abrazó sin pensarlo.
— ¿Estás bien?
Jane tardó en responder. Luego, contra su hombro, dijo:
— Estoy triste. Fue… mi primer amor. Pero… — respiró hondo — me siento un poco aliviada. Había… mucho dolor.
Will le tomó las manos, sosteniéndolas entre las suyas.
Ella sonrió con nostalgia y cansancio.
— Hay algo liberador en aceptar que no puedes aferrarte a alguien — dijo. — Me da tristeza perderlo… pero me da paz dejar de intentarlo.
Will apretó sus manos.
No dijo nada, no podía.
Will despidió a Jane con un abrazo y una promesa silenciosa de que estaría para ella. Pero cuando ella se fue… la soledad pesó como un golpe.
Will se apoyó contra la pared del edificio, respirando hondo, intentando no leer demasiado en lo que acababa de escuchar.
Mike pidió un tiempo. Mike, que había dormido pegado a su abdomen. Mike, que lo había buscado dormido.
No. No podía ser por él. No debía.
Will cerró los ojos.
No lo arruines. No pienses. No sientas.
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Mike lo evitó durante tres días.
Tres. Exactos. Suficientes para que Will pensara que había cometido algún error imperdonable.
Lo vio de lejos dos veces: entrando al comedor, saliendo de clase, siempre con la cabeza baja, siempre sin levantar la mirada.
Y entonces, el jueves por la tarde, justo cuando Will estaba guardando libros en la biblioteca, escuchó pasos apresurados.
Mike.
Respirando rápido. Con la mochila medio abierta. Los rizos despeinados por correr.
—Will.
Su nombre en los labios de Mike lo derritió y lo destruyó al mismo tiempo.
—Oh… hola —musitó Will, sin saber dónde poner las manos.
Mike tragó saliva. Se veía nervioso, como si estuviera a punto de pedir perdón por algo que nadie entendía.
—Pensé que… bueno… —se rascó la nuca—. ¿Quieres… tener otra pijamada?
Will casi dejó caer el libro.
—¿Q-qué?
Mike sonrió, pequeño, torcido, inseguro.
—Debemos avanzar el proyecto, ya sabes.
No debería querer otra pijamada. Pero cuando Mike le sonrió así… Todo dentro de él dijo que sí.
Will asintió con una sonrisa que no podía ocultar.
—Sí, claro. Cuando tú quieras.
Mike pareció iluminarse por dentro.
—¿Sí?
—Sí.
Mike bajó la mirada un segundo, respiró como si se quitara un peso del pecho, y luego sonrió otra vez.
—Genial entonces. Te escribo.
Se fue caminando tan rápido como había llegado.
El hilo entre ellos vibró. Apenas. Un susurro.
Lo suficiente para que Will supiera que nada de esto estaba bien.
Y aun así… no podía esperar al mensaje de Mike.
Notes:
Hola lectores, ¿les está gustando la historia?
Perdón si es mucho pedir, pero, ¿me ayudarían a promocionarla?
Tiktok: @tatsuwrites
Verán el link de mi tiktok en comentarios de este "capítulo" para que puedan interactuar con el video y llegue a más personas.
Pueden repostear cualquier video de mi cuenta, para que les llegue a más.
¡¡¡¡¡Gracias!!!!
Me encantaría si algún día, este fan fic se vuelve un libro publicable. ¿Conocen a Ali Hazelwood? Ella estudió ciencia como yo y empezó escribiendo fan fics y ahora es autora. Yo quiero eso.
Bueno, solo si no es mucho pedir.
Muchas gracias por leer.
Abrazo virtual.
https://www.tiktok.com/t/ZTrfXfC7j/
Chapter 15: raro
Summary:
Un encuentro con un antiguo amigo de Mike revela prejuicios que desencadenan en Will un ataque de pánico y en Mike una defensa feroz. Entre música, contención y verdades difíciles, ambos descubren cuánto significan el uno para el otro. Con el apoyo de sus amigos, Will encuentra calma… y en una nueva pijamada, los dos comprueban que compartir la cama ya es algo natural. Una intimidad silenciosa que ninguno se atreve a nombrar.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Will llevaba días pensando que Mike estaba… raro.
No distante, no seco, no molesto.
Era distinto.
Mike lo miraba más tiempo, lo buscaba más, lo tocaba más sin darse cuenta.
Y si antes ya solían pasar juntos la tarde, ahora Mike quería quedarse a dormir.
Una vez por semana se había vuelto dos.
Will intentó explicárselo de la única manera que no doliera:
Seguro es porque terminó con Jane.
Seguro no quiere estar solo.
Eso es todo.
Tenía que serlo.
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Almorzaban con Dustin y Lucas cuando ambos se levantaron para servirse más comida.
Apenas ellos se fueron, un chico rubio y fornido se acercó con una sonrisa que a Will le cayó mal desde lejos.
—Wheeler, ¡tiempo sin verte! —saludó, chocando la mano con Mike. El gesto era exageradamente masculino, casi teatral. Mike lo imitó igual de fuerte, como si necesitara demostrar algo. Will lo notó enseguida.
—Ryan —respondió Mike—. ¿Dónde estabas?
—¿Dónde estabas tú? —Ryan señaló a Will con la barbilla—. Te la pasas pegado a él. ¿No me lo vas a presentar?
Mike sonrió hacia Will, suave, casi orgulloso.
—Es Will. Estudia lo mismo que yo.
—Hey —saludó Will con una sonrisa tímida, levantando la mano sin dar un apretón. No imitó el gesto de Mike; nunca lo hacía bien.
Ryan lo observó de arriba abajo, como evaluándolo.
—¿De dónde eres, Will?
—New Castle… —respondió bajito, sintiendo un nudo automático en el estómago.
—No es hate, ¿ya? —dijo Ryan, aunque su tono era cualquier cosa menos amistoso—. Pero… ¿siempre te vistes así? —miró su camisa crema con desdén—. ¿Y siempre hablas así?
Mike tensó la mandíbula.
—¿Así cómo? —preguntó Will, aunque ya sabía la respuesta. Su voz se oía pequeña, inestable.
Ryan chasqueó la lengua.
—No sabía que te gustaban los chicos delicaditos, Wheeler.
Eso hizo que Will sintiera un impacto en el pecho.
Un golpe seco.
Su visión tembló.
Y Mike explotó.
—Ryan, déjalo en paz —gruñó.
Ryan levantó las manos, burlón.
—Wow, wow, Wheeler. Relájate. Solo digo que si te juntas tanto con alguien tan femenino, se te pega. Ya sabes cómo es.
Will sintió un escalofrío helado por la columna.
Femenino.
Otra vez esa palabra.
Otra vez esa palabra en una boca llena de desprecio.
Sus oídos comenzaron a zumbar.
Su corazón golpeaba tan fuerte que dolía.
Las manos le temblaban sin control.
Y entonces…
—No permitiré que lo insultes —escupió Mike.
—¿Insultar? Es una opinión —se encogió de hombros Ryan—. A ver, tampoco es que vaya a dejar de ser tan fe—
No terminó.
Mike lo empujó con fuerza contra una mesa.
El golpe resonó por toda la cafetería.
Varias personas voltearon.
Mike le tomó la camiseta por el cuello, con furia pura.
—¡NO LE VUELVAS A HABLAR ASÍ! ¿ENTENDISTE? —su voz no sonó firme, sonó rota—. No es una opinión si nace del odio, imbécil.
Will quiso intervenir.
Quiso decirle que no hacía falta.
Quiso hablar.
Pero no salió nada.
La cafetería se deformaba en los bordes de su visión.
El aire no llegaba.
No podía pensar.
Solo escuchaba ecos. Voces viejas, de niños crueles.
Will Byers es casi una niña.
No sabe nadar.
Hay que empujarlo para que se le quite lo raro.
Will apretó los dedos contra su camisa, necesitando sostenerse de algo.
Su cuerpo estaba rígido, tembloroso.
No podía respirar.
Su pecho se contraía en espasmos cortos y dolorosos.
—Mike, suéltalo —Lucas apareció, frenando a Mike por el hombro—. Te vas a meter en problemas. Y míralo. ¡Mike, mira a Will!
Mike volteó.
Will estaba pálido.
Temblaba entero.
Sus ojos estaban vacíos, desencajados.
Su respiración era un jadeo irregular, afilado, imposible.
Mike sintió algo romperse dentro de él.
Lo soltó todo —al bully, a la ira— y llegó a Will en dos pasos.
—Will —susurró en shock—. Ven conmigo. Ven.
Lo tomó del brazo con cuidado, con una suavidad que contrastaba brutalmente con su explosión anterior, y lo guió fuera del comedor.
Will caminaba como si sus piernas no fueran suyas.
Lo llevó detrás de un gran árbol, lejos de miradas, a un rincón silencioso.
Will se dejó caer al suelo, intentando inhalar, fallando, llevándose una mano al pecho como si lo apretara alguien invisible.
—Está bien, estoy aquí —dijo Mike rápido, arrodillándose frente a él—. Respira conmigo, ¿sí? Respira, Will.
Pero Will no podía.
Su cuerpo temblaba entero.
Había lágrimas sin caer.
Sus manos estaban frías, entumecidas.
Su respiración era un sollozo roto.
Mike entonces hizo lo único que sabía que funcionaba.
Sacó sus audífonos de cable.
Le puso uno a Will.
El otro a él.
Reprodujo la playlist de Radiohead.
Let Down llenó el silencio.
La voz de Thom Yorke entró en el caos.
Will cerró los ojos.
Un espasmo le atravesó el pecho.
Quiso llorar, pero tampoco podía.
Mike se quedó pegado a él.
Sin tocarlo demasiado.
Solo estando ahí.
Firme.
Respirando despacio para que Will pudiera imitarlo.
Tarareó mal a propósito, esperando la risa que siempre lograba arrancarle.
Will no rió, pero el sonido le devolvió un poco de realidad.
La segunda canción logró abrirle el pecho.
Entró aire.
Dolió.
Pero entró.
Después de unos minutos, Will por fin logró hablar bajito:
—Gracias… —murmuró, exhausto.
Mike levantó una mano y le despeinó el cabello con ternura.
—No tienes que agradecerme —susurró.
—Lo siento… —su voz sonaba rota.
—¿Por qué?
—Porque te metiste en problemas por mi culpa.
Mike negó con la cabeza.
—Alguien tenía que ponerlo en su sitio.
Will lo miró, con los ojos aún rojos.
—¿Y si te sancionan?
—No lo golpeé… casi —Mike respiró hondo—. Y si me regañan, me defiendo. No te preocupes por eso. ¿Sí?
Will abrazó sus brazos alrededor de sí mismo.
Temblaba menos, pero aún le costaba sostener la mirada.
Sintió que debía contarle.
Porque Mike era su lugar seguro.
Y porque Mike ya sabía casi todo.
—Mike… ¿recuerdas el accidente? —susurró. Mike asintió, serio.
—Me… me empujaron. Ya lo recuerdo bien. Y me dijeron “femenino” antes de hacerlo. —Una lágrima cayó sola. Mike tragó, dolido. —Sé que Ryan no haría eso —continuó Will—. Pero me da tanto miedo volver a sentir eso…
—Will… —Mike le acercó una mano a la mejilla, limpiándole las lágrimas con los pulgares.
Will respiró temblando.
—Siempre he sido así. No sé cómo no ser raro.
Mike lo sostuvo con los ojos.
—¿Raro? Will… eres perfecto —susurró, con una sinceridad que quemaba.
Will bajó la mirada.
—No tienes que cambiar nada —continuó Mike en voz suave—. Las personas que te queremos… te queremos así. Femenino, raro, lo que sea. Así está bien.
Will sonrió por fin.
Una sonrisa pequeña, frágil.
Pero real.
—Qué suerte tengo de tenerte… —dijo bajito—. Como amigo.
—Mejor amigo —respondió Mike, sonriéndole también.
—¡Will! —gritó Dustin, llegando corriendo con Lucas—. ¡Ya nos encargamos de ese tonto!
—¿Qué?
Lucas sonrió, orgulloso.
—Dustin tenía pruebas de que copió en varios exámenes. Está jodido.
Will rió.
Mike lo despeinó otra vez.
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Media hora después…
—Pequeño, ¿todo bien? Te traje chocolate —dijo Robin apareciendo sin anunciarse.
Will parpadeó.
—¿Robin?
—Mike me llamó —sonrió ella, sentándose a su lado.
Will miró a Mike, sorprendido.
Mike se encogió de hombros como si fuera obvio.
—Ese tipo era un reprimido —diagnosticó Robin—. Capaz le pareciste lindo y se asustó. Todos los homofóbicos lo están.
Will rió por fin.
Rió de verdad.
Robin lo abrazó.
—Te quiero, Byers.
—Yo también, Rocking Robin.
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Al atardecer, Mike tocó a su puerta.
—¿Seguimos avanzando el proyecto?
Will asintió.
Después de una semana así, lo único que necesitaba era un poco de Mike.
Rieron, hablaron, hicieron tareas.
Y cuando llegó el sueño…
La cama los recibió como si fuera lo más natural del mundo.
Dormir juntos ya no tenía tensión.
Ni nervios.
Ni sustos.
Mike se acostó a su lado como quien vuelve a casa.
Y amanecieron hombro contra hombro, piernas rozándose, respirando al mismo ritmo.
Sin drama.
Sin explicaciones.
Solo dos amigos que se sienten seguros así.
Era extraño lo rápido que se había vuelto normal…
pero Will no quiso pensarlo.
Solo disfrutó.
—¿Desayunamos? —preguntó Mike, tan simple como siempre.
Como si nada.
Como si todo.
Notes:
Estamos en la mitad, ¿qué significa cuando el prota o la pareja están felices en la mitad de un libro?
Se vienen tiempos oscuros.
Chapter 16: playlist
Chapter Text
https://open.spotify.com/playlist/27OJNVqr6d93mWXqsygPpM?si=NOtqw_3SRda-wTL_Vh4Qow&pi=-sevGLiAQXyD5
Ya vieron que la historia tiene mucha música, es necesaria, al igual que en Stranger Things y en la vida, yo creo.
No quiero que se sientan presionados a dejar de leer por buscar una canción que menciona Will, porque lo hará en todo el libro.
Así que las iré poniendo aquí, por si gustan ubicarlas.
Aún no está terminada, no quiero spoilearles.
Jeje.
xoxo
Chapter 17: aún no
Summary:
Mike impide que Will tenga la oportunidad de tener una cita con Ethan. Max entra en escena, molestando a Jane y Jane dice una verdad extraña sobre Mike. Una verdad cierta para Jane pero no para Will.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Will estaba limpiando su habitación. Un silencio denso se pegaba a las paredes, el tipo de silencio que no deja pensar en nada más que en el mismo dolor de siempre.
— Will.
La voz apareció sin aviso. Familiar. Antigua. Como un recuerdo que no envejece.
Will dio un giro brusco y casi dejó caer la taza.
— Mack… ¿dónde estabas?
El fantasma estaba apoyado en la pared, con la paciencia de quien ha estado ahí desde siempre. Su presencia no era fría: era suave, casi doméstica.
— Aquí —dijo—. Pero no quería estorbar. Estás con Wheeler todo el día.
Will esbozó una sonrisa cansada. Mack lo observó como solo alguien que lo ama demasiado puede hacerlo.
— Te veo, niño. —Su voz tenía un peso dulce—. Y sé que duermes mal cuando estás solo. ¿No crees que ya es momento de pedir ayuda?
Will bajó la mirada. Decir la verdad siempre era más difícil que sobrevivirla.
— Sí… pero no sé cómo. —Tragó—. Es como si parte de mí quisiera quedarse atrapada en ese lugar.
Mack suspiró con una ternura que, en vida, habría sido un abrazo.
— La encontraremos —prometió—. Pero, Will… no ilusiones tu corazón todavía. Sobre Mike.
Will rió. Rió porque la alternativa era admitir que ya estaba perdido.
— ¿Cómo que todavía? Mack, está encima de mí todo el día.
El rostro del fantasma se volvió serio. Sus ojos, opacos y lejanos, dolían.
— Aún no es momento. Mantente firme. No le entregues tu corazón hasta que él sepa qué hacer con el suyo.
Will miró el hilo rojo que solo él podía ver. Palpitaba, suave. Como si respirara.
Pensó que podía controlarlo.
Pensó mal.
Cuando abrió la puerta, Ethan estaba en el umbral.
Sonrisa cálida. Presencia tranquila. Seguridad sencilla.
— Hola —saludó Will, intentando sonar normal.
Ethan dio un paso, levantó la mano y le rozó la mejilla con los dedos.
Lo que ninguno vio fue la sombra a pocos metros.
Mike.
Quieto, casi conteniendo la respiración.
— ¿Pensaste lo de tomar algo? —preguntó Ethan, suave.
Will no había pensado en nada que no fuera Mike. Pero distraerse sonaba… prudente.
— Este sábado en la noche —dijo al fin.
Ethan sonrió, le pellizcó la mejilla y se fue.
Mike sintió algo tensarse en su pecho, como un nudo.
Un latido extraño.
Una idea fugaz que ni él quiso reconocer.
Esperó. Fingió casualidad.
Y tocó la puerta de Will.
— ¿Avanzamos el proyecto? —dijo con una sonrisa llena de escudos.
Entró con panqueques envueltos torpemente.
Comieron en silencios fáciles: risas cortas, migas, servomotores, huequitos de normalidad.
— ¿Otra pijamada? —soltó Mike, intentando sonar casual.— Mañana. Sábado.
Will dudó un segundo.
Luego asintió.
Nunca hubo competencia.
Nunca la habría.
Ethan recibió el mensaje más tarde:
“Me siento mal del estómago. ¿Lo dejamos para otro día?”
“Claro que sí :)” respondió al minuto.
Will apagó el teléfono.
Y respiró.
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Jane apareció con una energía renovada y una chica a su lado.
— Will, ¿ya conociste a Max?
— No. Hola. Soy Will.
— He oído muchas cosas sobre ti —dijo Max, analizandolo con sus grandes ojos azules qué combinaban demasiado bien con su cabello anaranjado.—. Todas buenas.
Y así, entre cafés, Max lanzó comentarios mordaces sobre su género opuesto como si fueran diagnósticos.
— No vuelvas con él aunque extrañes el sexo.
Will se atragantó.
Jane rió, pero la risa venía con una grieta.
— Mike y yo… nunca hicimos eso.
— ¿Qué? Pero... ¿Dos años? —Max abrió los ojos—. ¿Ni un poco?
— Dice que quiere esperar al matrimonio —murmuró Jane.— Tampoco era muy físico.
El mundo de Will se encogió.
¿Mike?
¿Ese Mike?
¿El que lo abrazaba cada cinco minutos?
¿El que lo tocaba sin pensarlo?
¿El que ahora dormía pegado a él?
¿Ese Mike?
Un zumbido reemplazó la conversación.
— Chicas —dijo Will minutos después, intentando sonar solo un poquito derrotado—, ¿alguna tiene el número de un terapeuta?
Max levantó una ceja, divertida.
Jane soltó una risa nerviosa.
— Te lo consigo —dijo—. Ya mismo.
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Por la tarde, Mike volvió a aparecer en la puerta de Will.
Apoyado en el marco.
Sonrisa suave.
Demasiado suave.
— Te veo esta noche —dijo.
Will sintió que algo dentro de él temblaba.
Como el hilo rojo tirando un poquito más fuerte.
Y justo cuando Mike iba a darse vuelta, se detuvo.
Solo un segundo.
Lo miró.
Más de lo necesario.
Más de lo prudente.
Como si quisiera memorizarlo antes de parpadear.
No dijo nada.
Pero el silencio habló demasiado.
Will tragó.
Mack, desde el rincón, murmuró:
— Cuidado, niño.
Will no sabía si quería obedecer
Notes:
Ya sé que actualizo casi a diario.
Pero es que soy neurodivergente y todo lo que hago es pensar en byler.Así que aprovechen(?
Chapter 18: huir
Summary:
En una nueva pijamada, Mike y Will comparten una conversación más íntima de lo habitual. Pero lo que ocurre al amanecer desencadena una reacción inesperada en Mike, que empieza a alejarse sin explicación. Will, herido y confundido, toma una decisión impulsiva que lo saca de la ciudad, mientras Mike intenta entender qué salió mal… demasiado tarde.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Bajo las mantas de Will, todo se sentía seguro.
O al menos eso pensaba Mike.
—¿Qué te daba miedo de niño? —preguntó Will cuando empezaron el juego de preguntas. Su voz era suave, casi una caricia. —Además de los truenos, claro.
Solo los iluminaba la lámpara cálida del buró. La luz no llegaba del todo a Mike, lo envolvía en penumbra, y él agradecía eso. La vulnerabilidad dolía menos si el otro no podía ver su cara completa.
—En realidad… —Mike dudó. Se acomodó bajo la manta, como si ella pudiera protegerlo del recuerdo— No son los truenos como tal. Son los ruidos fuertes.
—Oh. —Will se giró un poco más hacia él, su rodilla rozó la de Mike bajo la sábana— ¿Por alguna razón…?
Mike relamió su labio inferior. Bajó la mirada.
—Mi padre —murmuró, casi en un hilo de voz—. Creo que él es la razón. No era… bueno con nosotros. Ni con mamá.
Will extendió una mano y apoyó los dedos sobre su hombro.
Una presión leve. Suficiente.
—Lo siento —dijo, sin dramatismos, sin compasión falsa—. Sé cómo se siente.
Mike levantó los ojos, sorprendido.
—¿Sí?
—Sí. Mi padre… Es alcohólico. Por eso mi mamá lo dejó. Y gracias al cielo que lo hizo… porque también era cruel con nosotros.
Hubo un silencio. Un puente.
Y entonces Mike dijo algo sin pensarlo:
—¿Cómo alguien podría hacerte daño a propósito, Will? No mereces nada de eso.
Will sintió el calor subiendo por su pecho, su cuello, su cara.
Una parte de él quiso guardar esa frase en una caja y enterrarla bajo su almohada.
En la esquina, Mack observaba con inquietud oscura, pero Will decidió ignorarlo.
Unos minutos después, Mike rió somnoliento.
Will ya estaba roncando.
Y Mike lo siguió.
ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ⋆⋆⋆
Los rayos del sol golpearon primero la cortina, luego la cama, luego los ojos de Mike.
Abrió un ojo.
Después el otro.
Había dormido mejor que en años.
No quería moverse.
No quería abrir los ojos del todo.
Pero un aroma suave a vainilla —el shampoo de Will— le llenó la nariz.
Y entonces lo sintió.
Su brazo rodeando…
Completamente rodeando.
La cintura de Will.
La espalda de Will, pegada a su pecho.
Su nariz casi hundida en el cabello de Will.
Su respiración sincronizada con la de él.
Mike abrió los ojos de golpe.
Eso no.
Eso no era normal.
Nadie despierta así con su mejor amigo.
Nadie lo abraza así, fuerte, protector, como si fuera lo más importante del mundo.
Will se removió, medio dormido.
—¿Mike…?
Esa voz somnolienta fue como un balde de agua helada.
Mike se apartó tan rápido que la manta se levantó con un golpe.
—Lo siento —su respiración estaba acelerada, el rostro ardiendo.
Ni siquiera dejaba a Will terminar su frase.
Agarró su mochila. Ni se fijó que seguía en pijama.
—Debo irme.
Y se fue.
Will se quedó sentado en la cama, aún tibia, sintiéndose culpable por haber disfrutado cinco minutos de algo que jamás sería suyo.
ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ⋆⋆⋆
El lunes, Mike evitó a Will todo el día.
Pero aun así se sentó a su lado en clase.
Sus respuestas eran cortas.
Sus ojos nunca subían más arriba de la mesa.
Su risa ya no estaba.
Will no dijo nada. Sabía que decir “no me molestó” solo lo asustaría más.
El martes fue peor.
Mike no almorzó con él.
Lucas y Dustin dijeron que tal vez estaba ocupado.
Pero Will lo sabía.
Will lo sabía.
El miércoles por la tarde, Will reunió valor.
Iba a decirle a Mike que estaba bien, que lo olvidaran, que podía manejarlo.
Pero no hubo tiempo.
Allí mismo, junto a la fuente donde Will lo vio por primera vez ese semestre…
Mike.
Y Jane.
De la mano.
Sentados juntos.
Riendo.
Y luego Mike besándola.
Con alivio.
Jane sonreía como no lo había hecho en semanas.
Will sintió cómo el mundo se le hacía pequeño.
Un dolor en el pecho —agudo, físico, como un puñal entre las costillas.
Se escondió detrás de un árbol.
Temblando.
Claro.
Era obvio que volverían.
El corazón de Will se quebró en silencio.
Pero lo sintió tan fuerte que juraría que Mack también se quebró un poquito cerca de él.
ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ⋆⋆⋆
En automático, Will hizo su maleta.
No iba a ir donde su padre, aunque estuviera en la misma ciudad.
Nunca.
Así que quedaban cinco horas de viaje.
Sin dormir.
Sin pensar.
Solo respirar.
Buscó un autobús. Apretó los dientes.
Podía permitirse perder uno o dos días, se dijo.
Billy Joel lo decía en “Vienna”.
Su terapeuta también.
Eligió creerle al cantante.
Un mensaje entró en su teléfono.
“Perdón por estar raro, te extraño. ¿Pijamada el viernes?”
Will cerró los ojos con fuerza.
Oh, claro, Mike.
Ahora que tienes novia…
¿está permitido abrazar a tu mejor amigo?
No respondió.
Mack tocó su hombro, o al menos lo intentó.
Pero Will no podía sentir nada.
ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ
Diez y quince de la noche.
Will subió al bus.
—¿Mamá? Sé que es tarde, pero me cancelaron las clases del jueves y viernes y pensé en verte.
Joyce sonó feliz.
Y Will quiso llorar más fuerte por eso.
Cuando el bus arrancó, al fin soltó toda la presión de su pecho.
ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ⋆⋆⋆
El viernes, Mike ya no podía respirar del susto.
“No sé dónde está” era lo único que todos le decían. Incluso Ethan.
El pánico se convirtió en algo áspero, insoportable.
Golpeó la puerta de Will.
—Will… por favor… ¿podemos hablar?
Silencio.
Mike sabía que no debía hacerlo, pero el miedo lo rebasó.
Se imaginó lo peor.
Temió que Will hubiera convulsionado solo.
O que hubiera vomitado.
O que estuviera tirado en el piso.
Probó la perilla.
Sin seguro.
La habitación estaba vacía.
La cama sin desorden.
La lámpara apagada.
Todo en silencio.
Y Will no estaba.
Mike vio el espacio donde debería estar la mochila.
Vacío.
Se apoyó en el marco de la puerta, sintiendo que el mundo se inclinaba.
Mike retrocede un paso. Algo en la habitación lo obliga a mirar de nuevo.
La cama está hecha, la manta extendida, todo en orden.
Pero en la silla, perfectamente doblada… está su sudadera.
La azul marino.
La que él le prestó la semana pasada porque Will dijo que tenía frío.
La sudadera que Will se llevó a la cafetería, a la biblioteca…
Mike la reconoce al instante.
Se le aprieta la garganta.
Se acerca y la toca con la punta de los dedos, como si fuera frágil.
Huele a él.
Pero también huele un poco a vainilla.
A Will.
Mike cierra los ojos, apretando la tela en el puño.
“¿Por qué se fue?”
Preguntó en voz baja.
Pero no había nadie para responder.
Notes:
Lo siento.
Chapter 19: a salvo
Summary:
Will regresa a su pequeño pueblo por unos días y descubre cuánto extraña la calidez de casa… y lo difícil que es ocultar lo que siente. Entre la intuición de Joyce, la complicidad de Jonathan y la presencia silenciosa de Mack, Will intenta mantener su corazón bajo control. Pero todo se desmorona cuando vuelve a la universidad y Mike lo abraza como si hubiera desaparecido para siempre.
Mientras los demás notan lo obvio, Will lucha por convencerse de que la cercanía de Mike es solo amistad. Solo amistad. Aunque duele. Aunque no lo parezca. Aunque Mike lo mire como si fuera imposible perderlo
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Will abrazó a su mamá un segundo más de lo habitual. No era intencional; su cuerpo simplemente se quedó allí, como si recordara de golpe lo que era sentirse seguro. Joyce lo apretujó todavía más. Ella siempre lo sabía. Siempre.
El terminal olía a café viejo y asfalto mojado, y aun así se sentía como casa.
—¿Tanto me extrañaste? —dijo Joyce con una sonrisa suave.
—Sí —murmuró Will, sin soltarla del todo—. Y… pude pedir un taxi. No tenías que venir.
—No te he visto en semanas. Además, ¿qué clase de madre sería si no viniera por mi niño?
Will dejó su mochila en el asiento trasero. Cuando se hundió en el lado del copiloto, el cansancio lo golpeó como una ola.
—¿De verdad no estás cansada? —preguntó.
—Para nada. Me emociona que hayas venido.
ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ⋆⋆⋆
Estar en casa siempre era extraño: un alivio y un tirón al pecho al mismo tiempo. Chicago era inmenso, brillante, ruidoso. Aquí, en su pueblito al borde de la nada, podía ver estrellas. Respirar aire sin smog. Escuchar silencio.
El clima era más amable que en la ciudad, árboles sin hojas, viento que olía a leña quemada y tierra húmeda.
A las 4:30 de la mañana no había ningún lugar abierto —como siempre. Pero Joyce había hecho panqueques “por si tenías hambre”. Y Will, que había olvidado cenar, no tuvo corazón para negarse.
Mientras comía, Joyce le acariciaba el cabello con una ternura que lo derrumbaba por dentro.
—Sabes que puedes contarme cualquier cosa, ¿verdad?
Will tragó. Duro.
“Oh no. Ella lo sabe.”
Pero mintió con suavidad:
—La universidad es pesada. Y… los extraño mucho.
No era del todo mentira.
—¿Has hecho amigos?
Mike.
Mike.
Mike.
Ese nombre retumbó como un latido.
Will sacó su celular para mostrarle fotos: Robin y él. En otra Dustin, Mike y Lucas, los cuatro juntos en la cafetería, Mike le hacía un gesto ridículo a la cámara.
Will sintió el pecho apretársele.
—Parecen buenos chicos —dijo Joyce.
—Lo son. Muy inteligentes.
Un movimiento en la esquina de la cocina hizo que Will levantara la mirada.
Mack estaba sentado en la silla vacía, brazos cruzados y esa sonrisa ladeada que tenía algo de Joyce. Tal vez la forma de los ojos. Tal vez la paciencia.
Era un gesto familiar, uno que no dolía.
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—¡Jonathan! —exclamó Will el sábado, dejando el plato a medias cuando su hermano apareció por la puerta.
Se abrazaron fuerte. Jonathan olía a desodorante y café de carretera.
—Mamá me dijo que estabas aquí.
—Sí. Reprogramaron una clase, mi profesor enfermó —mintió Will sin despeinarse.
Salieron a caminar por el pueblo entre casas viejas y luces cálidas. Jonathan le compró un helado. Will eligió vainilla con chispas de chocolate.
—Niño, tienes que intentar un sabor nuevo alguna vez —rió Jonathan con uno de menta.
—Hoy quiero algo conocido.
Caminan un rato en silencio, hasta que Jonathan suspira profundo.
—Estoy saliendo con una chica. Un año ya.
Will lo mira sorprendido, luego sonríe de verdad.
—¡Eso es genial! ¿Por qué no se lo has dicho a mamá?
—Porque… Quiero hacerlo bien. Pedirle la mano y todo eso.
—Wow. —Will está orgulloso—. ¿Es la indicada?
—Sí. —Jonathan no duda—. Lo es. Y vive en Chicago, así que quizá vaya a visitarte alguna vez.
Will siente calor en el pecho. Adora ver a su hermano feliz.
Caminan un poco más. Hasta que Jonathan pregunta:
—¿Y tú? ¿No has conocido a alguien especial?
Will casi se tropieza. Mira su helado. Gira la cucharita. Se hace pequeño.
—¿Cómo sabes que te gusta alguien? —pregunta, apenas audible.
—Lo sientes. Quieres estar con ella todo el tiempo. Hacerla reír. Cuidarla. Resolver todos sus problemas.
Will parpadea.
Ay.
Duele.
Porque sí, eso sentía.
Por Mike.
—Creo que… me gusta alguien.
Jonathan sonríe, sin presionar.
—No tienes que decirme quién. Pero si quieres un consejo: cómprale flores. Eso siempre funciona con las mujeres.
Will ríe.
No era una chica.
Pero aún no podía decirlo.
Nadie podía saberlo.
ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ⋆⋆⋆
Regresó el domingo por la noche. No durmió mucho.
El lunes, camino al edificio de Mecatrónica, sintió algo.
Una mirada quemándole la nuca.
Y cuando levantó la vista—
Mike.
Mike corriendo hacia él.
Antes de que Will pudiera decir “hola”, Mike lo abrazó. No un abrazo normal.
Lo levantó del suelo, los brazos cerrados con fuerza alrededor de su cintura, el rostro hundido en su hombro.
El mundo se hizo pequeño.
—¿Dónde estabas? —susurró Mike sin soltarlo. La voz le temblaba, apenas audible—. Te extrañé. Muchísimo.
Will tenía el corazón desordenado, latiendo donde quería.
—Fue… el cumpleaños de mi hermano —mintió, sintiendo cómo el abrazo lo desarmaba.
Mike por fin lo bajó al suelo, pero siguió sosteniéndole los brazos, los pulgares rozando su piel.
Y lo miró.
Demasiado tiempo.
Como si quisiera memorizarlo.
—Pensé que algo te había pasado —admitió Mike.
Will sintió las orejas arder.
—Estoy bien —dijo suavemente, y sin pensarlo, acarició la mano que Mike todavía no retiraba—. Perdón por preocuparte.
Mike negó con la cabeza. No soltó su brazo.
—¿Desayunaste? —preguntó.
Will asintió.
—Vamos a clase.
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En la mesa del almuerzo, Dustin y Lucas hablaban de monstruos de D&D, pero Mike no apartaba los ojos de Will. Cada vez que Will tomaba agua. Cada vez que se reía. Cada vez que respiraba.
Lucas giró el cuello, incómodo.
Más tarde, Dustin se retiró a un taller y Mike fue al baño.
—Oye —le dice Lucas a Will—. Nos preocupaste a todos.
Will se sorprende.
—¿De verdad?
—Obvio. Eres nuestro amigo. Y Mike… bro, Mike casi se marchita.
Will traga saliva.
—No exageres.
—Sí exagero. Y no exagero. —Lucas suspira—. Él pensó que te habías desmayado solo en tu cuarto.
Will baja la mirada, abrumado.
—Lo siento.
—Solo avisa, ¿sí? Pero… se nota que le importas.
Will no puede responder.
No cuando siente la cara caliente.
—¿A quién le importa? —interrumpe Mike, sentándose junto a él, demasiado cerca.
Lucas parpadea.
—A… Dustin.
Mike lo mira raro, pero no discute.
— Uhm, Lucas. — Will quiere cambiar de tema. — ¿Podrías ayudarme con Cálculo I? No entiendo nada porque falté.
— Claro. — responde tomando sus apuntes. — Tengo algo de tiempo ahora.
— Yo tampoco entendí nada. — dice Mike divertido, pero es solo una excusa para quedarse.
— Eres un mentiroso, Wheeler. — regaña el moreno negando con la cabeza.— Pero quédate, ayúdame a explicarle.
Mike sonríe satisfecho.
Durante la asesoría, Lucas hablaba y Mike… estaba demasiado cerca.
Rodilla contra rodilla.
Hombro contra hombro.
Sosteniendo la calculadora de Will como si Will no tuviera manos.
Incluso Lucas levantó una ceja.
ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ⋆⋆⋆
Mike le quitaba la mochila como siempre, murmurando:
—¿Por qué siempre están tan justas estas correas?
— Porque están a mi altura, Mike. Sino me quedaría floja.
— Déjalas sueltas, yo cargaré tu mochila siempre.
Will no pudo mirarlo.
Caminaron juntos hasta el dormitorio. Mike le devolvió la mochila y esperó, como si quisiera que Will dijera algo más.
Y Will lo dijo:
—Yo también te extrañé.
La sonrisa de Mike podría haber iluminado un cuarto completo.
—No vuelvas a desaparecer sin decirme —pidió, casi un ruego.
—No lo haré —prometió Will.
El abrazo de despedida fue cálido, largo, como si Mike no quisiera soltarlo.
Y aun así, Will sintió el golpe de realidad.
Tenía que acostumbrarse:
Ser solo su mejor amigo.
Verlo besar a Jane.
Sonreír por ellos.
Aguantar.
Tenía que leer cada gesto de Mike como amistad.
Nada más.
Pero cuando Mike se fue…
dio dos pasos
y miró sobre el hombro.
Esa mirada.
Esa mirada que decía demasiado.
Will quiso creer que significaba algo.
Pero se repitió, como un mantra doloroso:
No significa nada.
Nada.
Nada.
Aunque se sintiera como si Mike lo viera
como si fuera
el sol del atardecer.
Notes:
Si quieren conocer los rostros de los personajes oc's como Ethan y Mack, pueden ir a tiktok.
@tatsuwrites
Subo cositas del fic
PREGUNTAAAA:
Soy nueva en Ao3, mi amiga me dijo que prefieren menos capítulos y más largos, yo hago más capítulos cortos y actualizo rápido porque tengo tiempo libre por ahora. Quería preguntarles si ustedes lectores de AO3 preferirían capítulos más largos, y menos caps. En el futuro podría fusionar capítulos los primeros para ganar más lecturas.
Ya veo sus respuestas: es tu fic haz lo que quieras! Pero peeeero es que no sé cómo se manejan aquí, a lo mejor llama más la atención un fic de 8 capítulos largos.Auxilio
Chapter 20: frágil
Summary:
Will inicia clases de natación para superar su miedo, Mike siente cosas al verlo en traje de baño, cosas de chico no heterosexual. Jane se siente extraña por la atención que le da su novio a Will. Un casi accidente revela el corazón sensible de Mike.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Mike cumplió su promesa de cargar la mochila de Will cada vez que estaban juntos, lo cuál era muy seguido, porque casi todas sus clases coincidían.
—Mike, de verdad, no es necesario —le había dicho más de una vez.
La respuesta era siempre la misma:
—Déjame llevarla por ti.
Will se mordía el labio para ocultar la sonrisa. Aquello era simplemente adorable.
Esos pequeños detalles de Mike hacían que su corazón latiera demasiado rápido, demasiado fuerte.
Aun así, Will luchaba con su propio corazón, repitiéndose que Mike era así con todos.
Pero él sabía que no era así.
Ni siquiera con su novia.
El aula tenía el aire acondicionado tan bajo que el abrigo delgado de Will apenas servía de algo. Tiritaba sin querer. Intentaba ocultarlo, ignorarlo, no decirle a Mike.
Pero fue inútil.
Mike se quitó la sudadera sin mirarlo siquiera, la dejó sobre el regazo de Will y siguió copiando como si fuera un acto mecánico.
"¿Cómo sabe siempre lo que necesito antes que yo?", pensó Will.
Se quitó su abrigo y se puso la sudadera de Mike. Era nueva, gris, suave. Y olía a su desodorante. Will se permitió disfrutarlo un segundo.
—Gracias —susurró.
Mike asintió, como restándole importancia.
Pero para Will fue dulce. Dolorosamente dulce.
Atrás de ellos, Dustin codeó a Lucas. Ambos ya estaban mirando la escena con ojos muy abiertos. Sus miradas decían claramente ¿qué carajos…?
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Will se quitó la sudadera antes de su primera clase de natación con Jane. No sería raro—Mike era su mejor amigo—pero aun así, algo en él se sentía extraño. La dobló rápido y la guardó en la mochila, como si fuese algo íntimo.
—¿Listo? —pregunta Jane después de abrazarlo.
Will asiente. Los nervios se le notan en los hombros tensos. Había aceptado tomar clases con ella, pero no dejaba de estar aterrorizado.
Gorro.
Lentes.
Traje de baño.
Respira.
Y de pronto aparece Lucas.
—¡Amigo! —dice Will, sorprendido— no sabía que nadabas.
Jane lo saluda también. Está algo incómoda en traje de baño, pero lo disimula con una sonrisa amable. Will está igual: tenso, tímido, apenado. Lucas los reconforta a ambos.
—Tranquilos. Nadie está mirándolos. Aquí todos están pensando en sobrevivir a la piscina.
Will suelta una risa nerviosa. El olor a cloro le molesta un poco; el frío del recinto lo hace encogerse.
La señorita Núñez, la coach, escucha su situación con paciencia.
—Vamos a ir lento contigo, ¿sí? —le dice— Y si algo pasa, Lucas te sacará del agua más rápido de lo que puedes imaginártelo.
Jane entra de golpe al agua; Will siente que moriría si intenta eso. Va por la escalera.
Se sostiene del borde en la parte más bajita.
—¿Estás bien? —pregunta Jane.
Asiente.
Luego niega.
—Tengo miedo —admite, pequeño.
Jane le toma la mano. Lucas aparece al otro lado y toma la otra.
—Empieza por patalear, aún agarrado del borde —dice la coach.
Will se siente ridículo, pero lo intenta.
Lucas nota lo tenso que está.
—Oye —dice suave—. Mira a tu alrededor. Hay gente adulta aprendiendo. No estás solo.
Will respira.
Respira otra vez.
Y se suelta un segundo.
Flota tres segundos completos.
Jane lo abraza emocionada.
Lucas lo felicita con una sonrisa orgullosa.
Y Will piensa:
“Ojalá Mike pudiera ver esto.”
Y luego se odia un poquito por pensarlo.
Sobre todo porque su cariño hacia Jane aumenta cada día. Se arrancaría la piel antes de hacerle daño.
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Miércoles, medio día.
Will está agotado. Se recuesta en una banca.
Mike aparece detrás de él sin que Will lo haya llamado. Le coloca una botella de agua en la mano.
—Estabas deshidratado —dice, como si fuera obvio.
—¿Cómo sabías…?
Mike se encoge de hombros.
—No te vi tomar agua en todo el día.
Una sola frase, y Will desarmado.
Porque sabe lo que significa:
Mike lo observa.
Mike lo registra.
Mike lo nota.
Siempre.
Pero antes de que pueda agradecerle, Mike ya se ha ido.
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Segunda clase de natación.
El gorro y el traje de baño no lo hacen sentir ridículo… hasta que ve a Mike sentado en las gradas.
Fue “A ver a Jane”.
Sí.
A Jane.
Pero la mirada de Mike no está en Jane.
Está en Will.
Demasiado.
Will se pone nervioso. Le da miedo equivocarse, hundirse, tropezar, hacer el ridículo. Todo porque Mike está allí.
Y cada vez que Will entra al agua, Mike aprieta los dedos sobre sus rodillas, tenso.
Como si algo fuese a pasar.
Y algo pasa.
Lucas guía a Will un poco más lejos, hacia donde ya no hace pie.
Will entra en pánico. Tropieza. Se hunde medio segundo.
Lucas lo sostiene.
Mike se pone blanco. Se alarma y corre desde la otra punta de la piscina. Se agacha al borde, llamándolo:
—¡Will!
Su voz se quiebra un poco.
Los ojos de Will van a Mike.
"¿Por qué estás tan asustado…?"
Mike niega con la cabeza, incapaz de responder.
Lucas mira a Mike serio, como diciendo "tranquilo".
—Todo está bien, Will.
Jane parpadea, confundida por la intensidad en la cara de Mike.
El resto de la clase se vuelve un borrón para Will. Mientras sale de la piscina solo siente el corazón golpeándole el pecho.
Cuando se quita el gorro de nado, con gotas cayendo de su cabello hacia su torso, se acerca a Mike.
Todo ocurre en segundos, pero para Mike es en cámara lenta.
La luz sobre la piel húmeda.
La respiración agitada.
Los ojos grandes y cálidos.
Mike siente un golpe directo al pecho.
Luego otro.
Y otro.
No mira.
Mira.
Se asusta.
Mira otra vez.
Will lo saca de ese torbellino:
—Oye… gracias por preocuparte por mí.
Mike siente que se le corta la voz.
—E-es que… —carraspea— me asusté. Pensé que te pasaría algo.
—Lucas siempre me sostiene.
Por alguna razón, ese comentario le molesta a Mike.
Mucho.
Pero no dice nada porque Will se queja del hombro.
Un quejido suave.
Mike lo malinterpreta.
Demasiado.
—¿Estás bien? —pregunta rápido.
—Sí, solo me estiré mal.
Mike respira. No del todo tranquilo. Aquel sonido lo hizo imaginar demasiadas cosas que no debía imaginar sobre su mejor amigo.
Demasiadas cosas, debe apartar la mirada.
—¿Qué días son tus clases de natación? —pregunta de pronto.
Will deja de respirar.
—¿Quieres… que te avise… por algo?
Mike abre la boca. No dice nada.
—Solo avísame —responde.
ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ⋆⋆⋆
Jane se sienta en el copiloto. Will en el asiento trasero.
Mike no deja de verlo por el retrovisor.
—¿Tienes frío, Will? —pregunta antes de corregirse— digo, ¿tienen frío?
Jane lo mira raro.
Will miente con un “no”.
La radio suena con Smalltown Boy.
Jane pregunta si Will quiere ir por hamburguesas; él dice que no.
Mike lo mira preocupado.
—Solo estoy muy cansado —explica Will.
—Está bien. Pero no olvides cenar.
Jane entrecierra los ojos. Algo no encaja.
Cuando dejan al castaño en el campo, él se despide con una sonrisa que ilumina el corazón de Mike.
Jane rompe el silencio:
—Quieres mucho a Will, ¿verdad?
Mike ni pestañea.
—Sí. ¿Tú no?
—Claro. Lo adoro. Pero… pareciera que es la persona más importante para ti.
Mike no entiende si eso es celos o curiosidad.
Habla sin pensar:
—Es importante. Como Lucas es importante. Como tú eres importante.
No es suficiente para Jane.
No es ni remotamente suficiente.
Ella intenta arreglarlo:
—Es un chico cool, ¿verdad?
Mike sonríe apenas, mirando el volante.
—Es… suave. Creo que por eso siento necesidad de cuidarlo.
Jane siente un pinchazo.
Pero no dice “¿y yo no soy suave?”.
Solo calla.
Y ese silencio dura toda la cena.
Y todo el camino de regreso.
Solo Mike cantando bajito en su camioneta.
Mientras Jane se pregunta por qué es tan difícil para su novio notar cuando algo le duele a ella.
ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ⋆⋆⋆
Jueves.
Mensaje de Jane:
"Will, lo siento, no voy a llegar. Problema en el laboratorio. Te veo después."
Will respira hondo.
Tiene miedo.
Pero va igual.
La piscina está lejos, por eso Mike siempre los recogía. Camina rápido, llega apenas a tiempo.
Lucas corrige técnica.
No nota cuando Mike llega a la mitad de la clase.
Will sí lo nota.
Mike le saluda con la mano.
Will sonríe.
Recuerda que Jane no vino.
Se siente culpable.
Pero sigue nadando.
Flota más tiempo.
Se hunde menos.
El esfuerzo vale la pena.
Cuando termina, Mike lo espera con una toalla azul.
Lo envuelve.
Lo acerca.
Will tiritando.
—Jane no vino — avisa Will.
Mike se sonroja.
—Oh… no. No vi su mensaje. Pero igual tengo que llevarte, ¿no?
Will sonríe.
—Gracias, Mike.
En la camioneta, Will piensa en sentarse atrás.
Mike le abre la puerta del copiloto.
Y termina sentado a su lado, eligiendo canciones.
Por un instante, Will imagina cómo sería hacerlo todos los días.
Ser su copiloto.
Siempre.
—Lo siento —dice Will— me gustan canciones antiguas. No quiero sonar pretencioso.
Mike niega con una sonrisa pequeña.
—Creo que eso es muy cool. Me gusta ABBA.
Will voltea, sorprendido.
—¿En serio? A mí también.
Cantaron Take a Chance on Me sin vergüenza. Mike desafina; Will se ríe.
El mundo está bien por unos minutos.
Hasta que no lo está.
Un auto se pasa la luz roja.
Mike frena de golpe.
Will se va hacia adelante; el cinturón lo detiene.
Mike lo detiene también, instintivo, poniendo el brazo frente a su pecho, protegiéndolo.
El sonido del frenazo queda suspendido en el aire.
Silencio.
Pesado.
Vivo.
Mike respira hondo.
—Creí que te golpeaba —admite, con la voz hecha pedazos.
Will parpadea.
—¿Estás bien…?
Pero Mike niega.
Una lágrima cae.
—No.
Y Will siente que el corazón se le sube a la garganta.
Pero Mike sigue conduciendo por instinto. No porque esté calmado, sino porque no puede detenerse en medio de la calle. Su vista está nublada; las luces del semáforo se mezclan en destellos difusos, casi irreales.
Will lo mira de reojo. No comprende la gravedad del asunto, no como Mike la sintió. Will había estado mirándolo a él… y Mike había visto el auto venir directo al lado de Will. Había visto la trayectoria. Había visto el impacto antes de que sucediera. Su corazón todavía duele por lo que imaginó.
—¿Quieres que nos detengamos para que puedas respirar? —pregunta Will, suave, sosteniendo la mano de Mike, la que sigue clavada al volante como si fuese lo único que lo mantuviera anclado. Mike no se mueve, pero tampoco se aparta.
Asiente con los ojos vidriosos.
No puede frenar allí. No hay espacio. No hay seguridad. Tiene que aguantarlo. Dos minutos hasta el campus. Dos minutos con ABBA sonando, incongruente, dulce y desgarrador al mismo tiempo.
Al fin encuentra un lugar para estacionar. El aire de la noche entra frío. Y Mike… se rompe.
Su respiración se corta. Un sollozo le traiciona la garganta.
—Will… pensé que te iba a golpear ese auto —dice con la voz rota—. Probablemente iba ebrio. Pensé que— que iba a ser culpa mía. Que te ibas a hacer daño por mi culpa.
La culpa. El miedo. La imagen del impacto que nunca pasó.
Will reacciona al instante. Se desabrocha el cinturón y se inclina hacia él, apoyando una mano sobre la de Mike, y su cabeza contra su hombro, como si pudiese sostenerlo con el cuerpo entero.
—Hey… hey —susurra—. Mírame. No pasó nada. Estoy aquí. Estoy bien.
Mike aprieta su mano. Tres veces.
Un código involuntario.
Un “no me dejes solo”, sin decirlo.
—Perdón por llorar —murmura, avergonzado, limpiándose las mejillas—. Yo no lloro…
Y es cierto. Jane no lo ha visto llorar en dos años.
Pero Will sí.
Will lo vio en cuatro meses.
Algo en el corazón de Will se tuerce. Nadie había llorado por él así… no desde su madre. Quizá Jonathan, pero esto es distinto. Esto es Mike. Mike, temblando por la idea de perderlo.
Mike también se desabrocha el cinturón, solo para poder abrazarlo. Y lo hace con fuerza, con desesperación, como si necesitara comprobar que Will sigue ahí, cálido y vivo.
—¿No te pasó nada? ¿No te golpeaste? —pregunta una y otra vez, porque su mente lleva retrasada la realidad.
Will niega, sintiendo un nudo en la garganta. Ahora es él quien quiere llorar.
—Estoy bien —responde, con voz baja—. Estoy contigo.
No quiero perderte, piensa.
Pero no lo dice.
Él no puede decir cosas así.
Mike sí lo hace.
—No quiero perderte —susurra Mike, la voz apenas audible. Vulnerable de una forma que pocos conocen, una forma que solo Will saca a la superficie.
Will siente cómo algo dentro de él se deshace por completo.
—No lo harás, ¿sí? —Le habla con esa ternura que solo usa con él. Esa voz que Will no sabe explicar pero siempre calma a Mike.
Se quedan así hasta que la respiración de Mike se estabiliza, Will cantando fatal las canciones de ABBA para sacarle una risa. Y funciona. Un poco. Lo suficiente.
Mike insiste en acompañarlo hasta su dormitorio. Al despedirse, lo abraza más fuerte que nunca, como si quisiera memorizar el peso de su cuerpo, el olor a cloro, la existencia misma de Will.
Él tarda dos segundos en reaccionar, pero luego le devuelve el abrazo con la misma intensidad. Mike sonríe por fin. No dice nada, pero se queda un momento más, como si sus brazos se negaran a soltarlo.
Y luego se va.
Cuando Will entra a su habitación, la oscuridad lo recibe. Se sienta en la cama. Se abraza a sí mismo.
Y llora.
Llora por el miedo, por la fragilidad de la vida. Por la cruel idea de lo rápido que todo puede cambiar. Por cómo, si Mike no hubiese frenado, él no estaría allí. No habría regreso. No habría nada.
—Fuiste tú… ¿verdad? —pregunta al aire, con la voz quebrada.
Mack aparece apoyado en la pared, tranquilo, casi como si hubiese estado esperándolo.
—Tu ángel guardián, sí —responde—. Tal vez influí un poco, pero Wheeler hizo la mayor parte.
Will abraza su almohada, agradeciendo a la vida, a todos los dioses, santos y astros, a cualquiera que pudiese estarlo escuchando. Porque no sabe quién le envió a Mack para cuidarlo y tampoco sabe quién envió a Mike Wheeler.
Will llora más fuerte. No sabe por qué ahora.
Mack sí.
—¿Crees que me trata como pareja? —pregunta Will, casi riendo entre lágrimas. —A veces creo que sí.
Mack sonríe con cariño… y con tristeza.
—Sí, Will —dice con suavidad—. No puedo decirte mucho, tú tienes tu propio camino. Pero… yo también lo vi llorar. Y eso… eso fue muy conmovedor.
Will entierra el rostro en la almohada.
—Ya no quiero sentir.
—Todo valdrá la pena al final.
—No sé si creerte… —admite Will—. A veces me imagino en la boda de Mike, siendo su padrino… llorando en silencio.
Lo dice como una broma, pero Mack no se ríe. Sabe que Will habla en serio.
La habitación se queda en silencio.
—Todo valdrá la pena al final —repite Mack, antes de desvanecerse.
Y Will se queda solo con su respiración entrecortada y un corazón que no sabe hacia dónde correr.
Notes:
N/A
#1 les hice caso a mis lectores e hice un cap más largo, ¿está mejor así?
#2 ostras, de verdad intento actualizar 1 vez por semana y no me sale, terminan siendo 2 o 3 por semana pero es que me encanta escribir, es mucho más divertido que mis responsabilidades... Pero la intensidad bajará, para poder hacer cosas de adulto chiquito. No los voy a abandonar porque genuinamente adoro escribir.
#3 la playlist se actualiza con cada capítulo. porque no los quiero spoilear.
#4 les agradezco demasiado el amor que le dan a mi librito, también en tiktok, somos una comunidad pequeña muy niche.
#5 ¿cómo están? siento que nunca les pregunto eso.
#6 mi novia les manda saludos, a mis lectores.
#7 estoy escribiendo otros proyectos a la par, que aún no publico. tengo demasiadas ideas byler.
ya, es todo.
Chapter 21: déjame ir
Summary:
mike y jane tienen problemas en el paraíso, caminando sobre cáscaras de huevo. will quiere dejar ir a mike pero su corazón tiene esperanza.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Robin no era mucho de abrazos, pero llevaba un par de semanas sin ver a Will, y aquello le provocó una especie de explosión de cariño. Apretó fuerte al castaño, que era más bajito que ella, despeinándolo sin piedad.
—Ayyy, te voy a extrañar mucho, pollito —dijo, estrujándolo—. Te irás a Indiana en las vacaciones, ¿verdad?
—Sí, sí… extraño a mi mamá —respondió Will, un poco avergonzado de admitirlo, aunque sabía que Robin no lo juzgaría.
—Tan tierno —se burló con cariño—. ¿Cuáles serán tus planes?
—Compras de Navidad, comida decente y no las porquerías que llevo comiendo —rió.
Miró a ambos lados antes de continuar. Aún le costaba hablar del tema.
—Y creo que quiero decirle… lo de que soy… ya sabes.
Hizo un gesto ambiguo con la mano, subiéndola y bajándola.
—¿Zurdo?
Will soltó una risa.
—Robin.
—Ya sé, ya sé. Gay.
—Pero no lo digas en voz alta.
Robin suspiró.
—¿Por qué no? No tengas miedo. Si alguien te dice algo, lo golpeo.
—No lo dudo.
Robin le dio un golpe suave en el hombro.
—Pero me muero de miedo, Rob.
—Lo sé. Es aterrador.
Will dudó un segundo.
—¿Cómo lo hiciste tú?
Robin se encogió de hombros.
—¿La verdad? Fui cobarde. Le dejé cartas a mis padres y luego me fui todo el día. Volví tarde. Mi mamá no quería hablarme. Mi papá me abrazó y dijo que le costaría… eso fue hace años. Él me apoya ahora. Mi mamá sigue reacia, no quiere conocer a Vickie.
—Eso debe ser duro.
—Lo es —admitió—. Pero tengo esperanza de que cambie. ¿Y tu mamá? ¿Alguna vez ha dicho algo homofóbico?
Will negó.
—Nunca hemos tocado el tema. No sé qué piense.
—Bueno… puedes hacerlo ahora o esperar a enamorarte y casarte a escondidas y luego decirle —dijo Robin, dramática—. Eventualmente se enterará y será un desastre. No te recomiendo eso, pero era mi plan A.
—No sé qué hacer.
—Puede ser una carta si tienes mucho miedo. Pero si confías en ella, solo inicia suave. Dile que necesitas decirle algo importante y luego dilo. Y recuerda aclarar que estás seguro, que no es una fase. Eso evita preguntas incómodas.
Will asintió.
—Gracias, Robin.
—Te quiero, Will.
—Yo más —respondió él, y sintió un calor extraño en el pecho. Era la primera vez que una amiga se lo decía así, de frente.
—¡Robin! —saludó Vickie, lanzándose sobre ella para besarla en los labios—. Te extrañé.
—Yo también. Veinticuatro horas sin ti es una tortura —respondió Robin, besándole la frente.
Vickie abrazó a Will antes de volver al lado de la rubia, quien la rodeó por los hombros.
—¿Cómo lo hacen? —preguntó Will, con el rostro iluminado—. Ser así en público… ¿no les da miedo?
No había reproche en su tono, solo curiosidad. Él sí tenía miedo.
—A mí me cuesta mucho —admitió Robin.
—No parece…
—Lo intento por Vickie —sonrió—. Ella es tan libre, tan segura de quién es… cuando agarro su mano, el miedo es menos mío.
Vickie asintió.
—A mí también me da miedo. Pero no tiene nada de malo. Y hacerlo en público ayuda a normalizarlo. Además, otras parejas queer pueden ver que este campus es un espacio seguro.
Robin la miró con orgullo.
—Siempre habla con esos términos raros.
—Soy una activista frustrada —bromeó—. No estudié eso pero habría sido demasiado poderosa en la ONU.
Robin rió, pero se calló cuando Mike y Jane llegaron, tomados de la mano.
—¿Qué tal? —saludó Mike, sonriendo para todos, pero especialmente para Will—. ¿Almorzamos?
Will asintió.
—Yo iba a almorzar con ellas, pero podemos ir todos juntos, ¿verdad?
—Claro —respondió Jane, amable.
Juntaron mesas. Will entre Robin y Mike, Vickie quedó al otro lado de Robin, Jane al lado de su novio y en el espacio libre apareció Ethan, que miró a Mike con desafío.
Dustin también llegó y se sentó junto a Jane y Ethan. A él no le molestaba en absoluto, de hecho, no entendía porqué Mike lo detestaba tanto, Ethan se veía agradable, así que Dustin comenzó a preguntarle sobre su carrera.
— Así es, soy periodista. — respondía Ethan mostrando con orgullo su cámara.
Will apenas escuchaba la conversación. Sus ojos estaban fijos en las manos entrelazadas de Mike y Jane.
La rodilla de Mike rozaba la de Will. También sus hombros.
Pero era la mano de Jane la que estaba siendo sostenida.
Y el corazón de Will se volvió demasiado pesado.
Jane, sin embargo, sentía a Mike lejos. El agarre en su mano era mecánico. Sus ojos no la miraban. Estaban atentos a Robin y Vickie.
Y Jane no lo sabía.
Pero Mike sentía algo extraño al verlas besarse. Algo que no lograba nombrar.
—¿Qué harán en el winter break? —preguntó Vickie, rompiendo la tensión.
—Yo me quedo en Chicago —respondió Mike—. Mi familia está aquí. —¿Y ustedes?
—Yo regreso a Indiana —dijo Will, nervioso por la mirada de Mike, que se iluminó por la atención del castaño.
—Te raptamos —bromeó Dustin—. ¿Verdad, Mike?
Mike sonrió de lado.
—Y te llevamos a todos lados.
—Me lo pensaré. O tal vez puede ser en las próximas vacaciones.
—La próxima ya no estaremos aquí —dijo Robin, melancólica.— Crecimos demasiado rápido.
Vickie se ríe del tono en el que lo dijo, Robin también.
— Por si ya no te vemos antes del winter break. — Robin se levantó y abrazó por detrás a Will, Vickie lo imitó. — Cuídate, cariño.
Y se fueron tomadas de la mano, Will las observó enternecido.
Ethan, quién no tenía una pizca de despistado, estuvo todo el almuerzo analizando como Will observaba con tristeza a Mike y Jane.
Así que buscó la mano de Will, imitando a la pareja.
—¿Me vas a extrañar, Will?
—Uh…Y-yo. —el castaño sintió el calor en su cuello, no tomó su mano pero tampoco la retiró. — sí —respondió tímido.
—Yo también.
Mike hizo un esfuerzo consciente por no mirar a la sonrisa coqueta del mayor.
—Oye, Will —continuó Ethan, levantándose—. Me debes una cita el próximo semestre… o tres. Las que tú quieras.
Le dio un beso en la mejilla, peligrosamente cerca de los labios, y se fue.
"Así que esos dos traen algo" pensó Jane con una sonrisita, mientras Will se cubría el rostro con las manos.
Pero Mike se estaba muriendo por dentro.
—¿Estudiaste para el examen de mañana? —preguntó, finalmente.
—Sí… pero aún no me siento seguro. Me desvelaré.
Mike asintió.
— Will, en serio, si decides quedarte en Chicago puedes dormir en mi casa. — Dustin dio un sorbo a su lata de soda. — Te gustarán mis mascotas.
— O en la mía. — dice Mike, más bajo, casi tímido.
Dustin anota ese pequeño comentario para contárselo a Lucas después.
Jane está demasiado concentrada en su teléfono para reaccionar.
— Sí, Will, anímate.
— Gracias, chicos. Tal vez un fin de semana.
El día siguiente, Mike y Jane tienen una cita improvisada.
Sí, la peor idea posible en semana de exámenes, pero Jane siente que Mike está lejos —demasiado—, así que insiste en al menos dos horas en un café. Algo normal. Algo que se supone que hacen las parejas.
Mientras Jane termina su examen, Mike llega puntual al café y se sienta en la banca de afuera.
Llega una hora antes.
No porque sea responsable, sino porque tiene miedo. Miedo de llegar tarde. Miedo de arruinarlo otra vez. Con Jane siempre siente que camina sobre cáscaras de huevo, midiendo cada palabra, cada gesto, como si cualquier cosa pudiera quebrarse.
La hora pasa lenta. Mike revisa sus apuntes dos veces sin realmente leerlos. Al final, se coloca los audífonos.
The Cure suena a todo volumen.
Just Like Heaven.
La rodilla de Mike sube y baja siguiendo la canción sin que él se dé cuenta. Cierra los ojos. Por un instante, se permite desaparecer dentro de la música, disociar, no pensar.
No dura mucho.
Tres sombras se detienen frente a él.
Mike no escucha lo que dicen; la música está demasiado alta. Abre los ojos, confundido, y se quita los audífonos.
—Hola —dice la rubia, con un acento extraño que no logra identificar—. Perdón por interrumpirte, pero… ¿dónde compraste eso?
Señala la camiseta que Mike lleva puesta, de Fleetwood Mac.
Mike sonríe de inmediato. Genuino. Brillante. Le encanta hablar de música; siempre lo ha hecho. Por eso se llevaba tan bien con Will.
Sin saber por qué, piensa en él.
En sus ojos.
La chica también tiene ojos color avellana.
—Solía trabajar en una tienda de música hace años —responde—. Me la regalaron.
—¿Pero te gusta la banda?
—Me encanta.
Las tres chicas se miran, sonriendo entre ellas.
—Es raro encontrar fans de Fleetwood Mac hoy en día —dice la castaña—. ¿Te interrumpimos?
Mike niega y se pone de pie, guardando los audífonos en el bolsillo.
La castaña tiene la piel más oscura y trenzas hermosas que le caen por toda la cabeza.
—¿Eres músico? —pregunta—. ¿Estudias música?
Mike se siente halagado, pero se ríe y niega.
—No. ¿Por qué? ¿Tengo pinta de fumar sustancias ilegales?
Las hace reír. Incluso a la pelinegra de lentes, que parece la más tímida.
—No —dice la rubia—. Estabas siguiendo el tempo con el cuerpo. Te vimos. Y te gusta Fleetwood Mac… conectamos puntos. Y bueno —hace un gesto hacia su peinado—, tienes pinta de tocar el bajo en algún barrio bohemio los fines de semana.
Mike carcajea.
—De hecho yo… —empieza, y se detiene.
Es algo que no suele decir. Algo que no le confiesa a nadie.
—Quería estudiar música —admite al fin—. Pero mis padres…
No termina la frase. Su expresión cambia, se apaga apenas. Ellas entienden.
—Pero aún toco el piano —añade—. Solo que nadie lo escucha.
—¿Piano? —la castaña suena emocionada—. ¡Eso es hermoso!
—Solía estar en el conservatorio de música de Chicago.
Las tres hacen sonidos de admiración.
—Pero no se pudo.
—No deberías dejarlo —dice la rubia—. Si era tu sueño. ¿Cómo te llamas?
—Mike.
—Mike, yo soy Leonor. Ella es Isis. Estudiantes de intercambio, de Lisboa. Y ella —señala a la más tímida— es Heather, nuestra guía de turismo.
—¿Todas estudian música?
Asienten.
Mike siente emoción y tristeza al mismo tiempo. Es como mirar una vida paralela. La vida que pudo haber sido suya.
—Yo estudio ingeniería —dice, y le suena ajeno incluso a él.
Heather habla por primera vez, en voz baja:
—Toma. — Le entrega una tarjeta. —Hay un bar cerca de aquí. Aceptan a cualquiera que quiera tocar. Pagan poco, casi nada… pero podrías empezar ahí.
Mike sostiene la tarjeta con cuidado.
—Sí —dice Leonor, dándole un golpecito amistoso en el hombro—. No dejes que sea solo un hobby. Si algún día vas a Portugal, te conseguimos dónde tocar. Los músicos siempre tenemos contactos. O a cualquier parte del mundo, en serio. Tengo amigos en China, avísame si quieres tocar en Pekín.
—Pero… ustedes no me conocen.
—No importa —responde Leonor—. Se nota que amas la música. No te rindas.
Mike traga saliva.
—Gracias. De verdad.
—Avísale a Heather si tocas —añade—. Ella es amiga del sobrino del dueño del bar.
—No sé si pase pronto —admite—. Soy muy tímido con eso.
—Anímate.
Entonces Jane aparece.
Su expresión es tensa. Cansada. Furiosa.
Para ella, la escena es clara: Mike riendo, rodeado de chicas desconocidas.
Se detiene a su lado.
—Hola —dice, seca.
Las chicas leen el ambiente al instante. Se despiden rápido de Mike y se alejan.
Jane ve la tarjeta justo cuando Mike la guarda.
—No es lo que crees —dice él, de inmediato.
—¿Y qué es? ¿No te dio su número?
—No. Es de un bar. Me invitaron.
—Ah, claro —ironiza—. Le dices a tu novia que unas chicas te invitaron a un bar.
—A tocar, Jane —suspira Mike—. A tocar el piano. ¿Qué te pasa?
—¿Qué me pasa? —su voz tiembla—. No revisaste tus mensajes. No supiste que mi examen se alargó. Te pedí que me recogieras porque no tenía tiempo para sentarme dos horas en un café.
—Lo siento —dice Mike—. Estábamos hablando de música y…
—Sí, ya sé. Sonríes para todos menos para mí. Sobre todo para coquetear con extranjeras.
—No coqueteé. Nada fue romántico.
—No es el punto —lo interrumpe—. ¿No te das cuenta? Eres atento con todos menos conmigo. Dijiste que cambiarías, Mike. Desde que volvimos, nada cambió.
—Eso no es cierto. Pasamos más tiempo juntos.
—No empieces —niega—. Estás siempre en tu teléfono. Cuando no estamos juntos, no me escribes. ¿Con quién hablas?
Mike no responde.
—¿No vas a decir nada?
Silencio.
—Bien. Esto fue una estupidez.
—Jane, espera —dice él, pero no la sigue.
Mike vuelve a sentarse en la banca, mirando el suelo.
La semana de exámenes finales está cargada de ansiedad. Bebidas energizantes. Gente llorando en los pasillos. El miedo a quedarse por medio punto.
Will se volvió adicto a la cafeína.
Bosteza. Lleva dos horas estudiando y ya quiere irse.
Mike.
Otra vez Mike.
Mensaje nuevo.
"¿Puedo estudiar contigo?"
Will sonríe al teléfono como si fuera algo prohibido.
Luego se recuerda a sí mismo:
Mike es hetero.
No puedo seguir haciendo esto.
Bloquea el teléfono. Vuelve a la física cuántica.
Suspira sobre los libros.
Y aun así, el hilo en su meñique brilla al pensar en Mike.
Se siente triste.
Resignado.
¿Se cumplirá la profecía? Mike casado. Will de padrino. Sonriendo mientras se le rompe el corazón.
Le duele el estómago.
Tal vez es demasiado café.
Tal vez es amor.
O tal vez ambas cosas.
Al anochecer, Mike decide pedir perdón.
Compra chocolates. Los favoritos de Jane.
— Lárgate, Wheeler. — grita Max sin abrir la puerta por completo.
— Por favor, Max. Déjame hablar con ella.
Le cierran la puerta en la cara.
Pero Mike llama a Jane, dieciocho veces.
Jane sale del edificio con los brazos cruzados, el cuerpo tenso. No lo mira de inmediato. Mike se levanta de la banca apenas la ve, como si su cuerpo reaccionara antes que su mente.
—Te traje chocolates —dice, levantando la bolsa como una ofrenda torpe—. Los… los que te gustan.
Jane los mira apenas un segundo. Suspira. Los toma, no porque le importen, sino porque no tiene energía para rechazar otro gesto más.
—Gracias —responde, pero su voz no acompaña la palabra. Suena cansada. Vacía.
Se sientan. Hay un espacio entre ellos que antes no existía. Mike lo nota y se inclina un poco hacia su lado, casi inconsciente.
—Sobre lo de esta tarde… —empieza, pasándose una mano por el cabello—. Yo no quise que se viera así. De verdad. No estaba coqueteando, Jane, solo… solo hablábamos de música.
Jane cierra los ojos un momento. Como si eso ya no importara.
—Mike —dice despacio—. No es sobre esta tarde.
Él traga saliva.
—Entonces dime qué es. Por favor. Dímelo para poder arreglarlo.
Jane lo mira ahora sí. Sus ojos brillan, pero no de ternura.
—Es todo —responde—. Es que tú no estás conmigo. Hace meses. Te fuiste y no volviste, y sigues actuando como si nada. Como si con sentarte conmigo un par de horas bastara.
—Eso no es justo —dice Mike rápido—. He intentado… paso más tiempo contigo, vengo cuando puedo, dejamos de pelear tanto—
—No —lo interrumpe—. No intentes acomodar esto para que suene mejor. No me preguntas cómo estoy. No notas nada, Mike. Nada.
Él baja la mirada. Sus dedos juegan con el borde de la bolsa de chocolates, arrugándola sin darse cuenta.
—Ayer, en el almuerzo —continúa Jane—, yo estaba mal. Muy mal. Y tú no lo viste. Estabas ahí, sentado a mi lado… pero no estabas conmigo.
Mike siente un nudo en el pecho.
—Lo siento —dice, con la voz baja—. De verdad lo siento. Yo… puedo hacerlo mejor. Puedo cambiar. Te lo prometo.
Jane niega lentamente.
—Eso ya lo dijiste antes.
—Esta vez es diferente —insiste—. Lo juro. Dime qué necesitas, dime qué hacer. Flores, más citas, mensajes, lo que quieras. Puedo darte flores todos los días si eso—
—No es sobre flores —dice ella, más firme—. Nunca fue sobre flores.
Silencio.
—Mike —continúa—, no funcionamos. Y no porque seas una mala persona. Eres… bueno, amable, inteligente, eres un buen chico. Pero no soy lo que buscas. Y tú no eres lo que necesito.
—Pero yo te quiero —dice él de inmediato, desesperado.
Jane lo mira, esperando.
Mike abre la boca. La cierra. Vuelve a intentarlo.
—Yo… —su voz se quiebra apenas—. Me importas mucho.
Ella sonríe con tristeza.
—Eso no es lo mismo.
—Jane, por favor —dice él, inclinándose hacia adelante—. No sé cómo se supone que se sienta el amor, ¿sí? Pero sé que no quiero perderte. No conozco otra cosa que nosotros. Dos años… no puedes pedirme que simplemente—
—Ese no es un motivo para quedarse —responde ella—. El miedo a estar solo no es amor.
Mike siente que algo se rompe.
—¿Siquiera me amas? —pregunta Jane entonces—. En dos años… nunca me lo has dicho.
—Lo digo de otras formas —responde rápido—. Cuando te cuido, cuando estoy contigo—
—No —niega ella—. Nunca lo dijiste. Ni una sola vez. Y… —traga saliva— ni siquiera te gusta tocarme.
Eso lo golpea como un balde de agua helada.
—Eso no es cierto —dice, pero su voz no convence ni a él mismo.
—Mike —continúa Jane—, se supone que quieras besar a tu novia. Tocarla. Abrazarla sin que se sienta forzado. Se supone que te nazca. Y contigo siempre parece… un esfuerzo.
—No es que no me gustes —dice él, casi suplicando—. Yo… yo te aprecio. Mucho.
—Como amiga —responde ella, suave—. Lo sé.
Mike siente que los ojos le arden.
—Si hay alguien más, dímelo —dice Jane—. Puedo lidiar con eso. Pero no juegues conmigo.
—No hay nadie más —responde de inmediato—. Te lo juro.
—Entonces dime qué te pasa —insiste—. Dime por qué no puedes sentir lo que se supone que deberías sentir.
Mike aprieta los puños.
—No lo sé —susurra—. De verdad no lo sé.
Jane lo observa unos segundos más. Luego se levanta.
—Mike… por favor, déjame ir.
Él se pone de pie también, rápido, desesperado.
—No —dice—. No hagas esto. Dame tiempo. Dame otra oportunidad. Puedo intentarlo, puedo—
—No más —lo interrumpe—. Estoy terminando contigo.
El mundo parece detenerse.
—Jane… —dice él, casi sin voz.
—No regreses —continúa ella—. No ahora. Tal vez algún día podamos ser amigos, pero hoy no. No quiero verte.
Mike siente que algo dentro de él se derrumba… y al mismo tiempo, algo se libera.
—Espero que encuentres lo que estás buscando —dice Jane por última vez, y se da la vuelta.
—Jane —murmura él, pero ella ya se va.
Mike se queda solo, de pie, con la bolsa de chocolates en la mano.
No sabe por qué siente dos cosas al mismo tiempo.
Tristeza.
Y alivio.
Y eso… eso es lo que más le duele.
Notes:
#1 me encanta al fin poder mostrarles más de mike, ya estamos en el 60% de la historia, ahora se viene lo peor.
#2 ANUNCIO, una pequeña promoción de mi nuevo fic "Pero soy Futbolista" obviamente es byler, resumen:Will Byers tiene todo lo que se supone que debe tener: fútbol, novia, iglesia
Cuando su familia y sus amigos deciden que eso no es suficiente, lo envían a un programa de "reorientación sexual" para enseñarle a ser heterosexual.
Allí conoce a chicos que ya han aceptado lo que él niega con desesperación.
Y a Mike, que nunca ha querido cambiar.Es una adaptación de una película que amo. "But i'm a cheerleader (1999)" pero Byler y con mi toque.
Lo pueden encontrar en mi perfil.
Gracias, los amo.
xo

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