Actions

Work Header

Spider-Man: Una Historia Jamás Contada

Summary:

Cuando una serie de ataques coordinados sacude Nueva York, Peter Parker y Gwen Stacy quedan atrapados en una red de corrupción que conecta a Kingpin, Norman Osborn y el enigmático Camaleón. Mientras Diana Graham, una joven periodista, comienza a investigar más de lo que debería, villanos como Scorpion, Shocker, Rhino y Hammerhead desatan el caos bajo órdenes desconocidas.

Pero en las sombras hay alguien más: Adrian Toomes, el Buitre, un depredador paciente que lleva años esperando el momento perfecto para reclamar la ciudad desde los cielos. Conforme Peter descubre la verdad, se da cuenta de que este no es solo un conflicto callejero… sino el inicio de una guerra en la que cada enemigo es una pieza clave, y el Buitre podría ser el más letal de todos.

Chapter 1: Un Día “Normal"

Chapter Text

La ciudad de Nueva York recobro vida cuando sus calles se inundaron de pitidos, insultos, además de personas cruzando las calles con una mano en los bolsillos y con café humeante en el otro, dirigiéndose acelerados y entre empujones a sus respectivos empleos.
Una joven se detuvo en la parada, suspiro y hojeo su libro, acomodando su bufanda junto a su abrigo, pasando su mano por su nariz rojiza y su rubia cabellera, por ratos, volteando a la calle para ubicar su transporte, rodando los ojos por la avenida donde debe pasar, y poniéndose de pie para ver mejor, llevo su libro a su sobaco y trato de avanzar entre la gente envuelta en chamarras y gorras navideñas que también observando la misma avenida, hasta que el vehículo verdoso con líneas blancas apareció.
El autobús se detuvo frente a la rubia, las puertas se abrieron, entre empujones y turnos la gente iba subiendo y tomando asiento.
A lo lejos, autos eran embestidos y empujados de un lado hacia otro, una figura masculina portadora de un traje metálico de rinoceronte, aceleraba entre carcajadas resonantes, mostrando una dentadura amarillenta con líneas azuladas en las encías, y con gotas de sudor recorriendo sus mejillas.

—soy Aleksei Sytsevich — riendo entre carcajadas, para después tomar un auto rojo sin dificultad alguna y soltando un jadeo, seguido de un grito gutural llevo sus brazos hacia atrás, apoyo su pie izquierdo delante de otro, y arqueando su espalda para lanzar el auto hacia el cielo.
Aleksei lanzo el auto directo hacia el autobús como si fuera una pelota de beisbol.
El vehículo giro violentamente por la ciudad, las personas se dispersaron hacia las banqueta.
Un ¡thiwp! corto el aire.
Una línea de telaraña se adhirió al chasis del coche, frenando su caída con un tirón preciso.
—¡Hola, grandote! ¡Otra vez corriendo por las calles disfrazado de rinoceronte!
Spider-Man descendió desde un edificio cercano, los pies primero, sosteniendo el hilo con ambas manos. Con un suave balanceo, dejo el coche por el suelo, justo a salvo de los gritos y el caos.
—Listo. Sin rayones. Bueno, Solo uno o dos—murmuro, sacudiendo sus guantes.

 

El rugido de Rhino quebró el silencio.
—¡Maldito insecto! —bramó Alkesei, lanzándose contra el trepamuros. Cada paso retumbaba con fuerza sísmica; el pavimento se agrietaba bajo sus botas.
—¡Hoy no vas a burlarte de mí! —añadió, alzando el puño blindado.

Spidey giró el cuello con fastidio.
—Ay… tendré que golpear a un animal en peligro de extinción —murmuró, flexionando las rodillas.

El monstruo cargó. El suelo tembló.
Spidey saltó en el último segundo, girando en el aire y cayendo justo sobre su espalda metálica. Sus manos se aferraron a la armadura; las telarañas salieron disparadas, tensándose alrededor de los brazos del gigante. Con un tirón ágil, lo arrastró lejos de los autos y de la multitud.

Rhino gruñó, el vapor escapando por las rendijas del casco.
El metal comenzó a deformarse.
—¡Carajo! —escupió, sintiendo cómo el traje crujía bajo la presión.

Spidey aterrizó sobre un semáforo doblado, el fuego de los autos reflejándose en sus lentes.
—No te lo tomes personal, grandote… pero me gustan más los animales que no intentan aplastarme.

El olor a metal quemado invade el aire. Aleksei siente cómo el humo se cuela por las ranuras de su casco, irritando sus fosas nasales. Tose con fuerza y gira el rostro hacia el lado donde el oxígeno es más puro.

Su respiración se vuelve grave. El acero de su pecho vibra con cada exhalación furiosa.
Rhino entrechoca los puños; el ruido metálico retumba como un trueno y hace que los curiosos retrocedan, atónitos por el estruendo.

Con la pierna derecha rastrilla el suelo, bajando el centro de gravedad como un toro antes de embestir.
—¡Aaah! —ruge, corriendo hacia su presa.

Frente a él, Peter retrocede un paso.
—Uff… bien —murmura—. Esto me va a doler.

Ambos avanzan sin dudar. Dos fuerzas opuestas destinadas a chocar.

Spider-Man dispara sus telarañas a los costados de Rhino y tira con fuerza, impulsándose hacia adelante como un bólido humano.
Pero Aleksei sonríe. Ya ha visto esa jugada antes.

—Nunca aprendes, mocoso… —gruñe, extendiendo la mano.

Sus dedos metálicos atrapan el cuello del arácnido. El agarre es brutal, implacable.
Peter siente el aire escapársele. Los dedos del villano se clavan en su piel como tenazas de hierro.

Rhino sonríe, extasiado. Levanta al héroe con una sola mano y lo azota contra el pavimento.
El impacto levanta polvo, grava y un gemido ahogado de dolor.

El villano alza el pie, dispuesto a aplastarle el cráneo.
Su sombra cubre el rostro de Spider-Man.

Pero Peter reacciona. Se lanza hacia un costado justo antes de que el golpe caiga, rodando por el suelo. Jadea, con la garganta ardiendo.

No otra vez… piensa. No voy a caer otra vez.

Su mirada se posa en una tapa de drenaje metálica. La esperanza destella.
Lanza una telaraña, la jala hacia sí y la toma con ambas manos.

Rhino carga de nuevo, agachando la cabeza, el cuerno en dirección a su enemigo. La saliva espesa le escurre por la mandíbula, brillando con asco bajo la luz.

—¡Ven por mí, grandote! —grita Peter.

El momento se congela. El aire tiembla.

El drenaje vuela como un disco. Impacta en pleno rostro de Rhino con un sonido sordo, metálico, seco.
Un diente sale disparado. El gigante tambalea y cae como un edificio desplomándose.

Silencio. Luego, aplausos.

Peter, exhausto, observa el cuerpo inconsciente de Aleksei y suelta una risa entre dientes.
—¿Ves? Te dije que esto iba a doler…

Las sirenas se escuchan a lo lejos. Las cámaras ya apuntan hacia él.
Peter saluda con dos dedos, lanza una telaraña al aire y desaparece entre los edificios.

Daban las diez de la noche. Peter descendió del techo, a pocos metros de su hogar. Secó el sudor de su frente y se pasó la mano por el cabello despeinado por el viento. Suspiró antes de girar la manija con cuidado, intentando no hacer ruido. Había llegado una hora más tarde de lo acordado.

May estaba sentada en el sofá, frente al televisor. Sus ojos amenazaban con cerrarse por el sueño; llevaba su suéter rosado y el cabello blanco caía suave sobre sus hombros.

Peter se quitó los zapatos y los colocó detrás de la puerta, avanzando de puntillas hacia las escaleras.

—No es necesario, Pet —dijo May, poniéndose de pie y acomodando su suéter.
—Sí, tía May… —murmuró él, cabizbajo, frotando su antepié con el tobillo.
—A menos que trajeras las salchichas, ¿verdad? —preguntó con una pequeña sonrisa.

El corazón de Peter se detuvo un instante. Otra vez. Otra vez había olvidado un simple encargo de May.

—No, tía… esta vez no fue un perro que me las robó —respondió con una sonrisa tímida, alzando la mirada para encontrarse con esos ojos azulados.

—Oh, Peter —susurró ella, apoyando una mano en su hombro.
—Ya no sé qué hacer… la universidad, mi… —se detuvo antes de revelar más de la cuenta.
—¿Tu qué, cariño?
—Mi… vida.

May lo miró con ternura. Ese chico que tanto se esforzaba por salir adelante, brillante en la universidad, seguía siendo el mismo que no sabía cómo ordenar sus pensamientos ni sus emociones.

—A veces solo necesitas un respiro, Pet. Uno pequeño —dijo ella, con una voz que mezclaba comprensión y cansancio.

Peter la miró a los ojos. El peso de la mentira le apretaba el alma. ¿Cómo podría decirle que hoy casi muere aplastado por un loco disfrazado de animal? ¿Cómo explicarle que ni siquiera podía permitirse descansar?

—Sí, May —murmuró, abrazándola.

May lo envolvió en sus brazos, sabiendo que ya no era un niño, sino un adulto al que la vida empujaba a cargar más de lo que debía.

Peter subió las escaleras a paso lento, cada peldaño resonando como si pesara más de lo normal. La casa estaba en silencio. Al llegar a su habitación, abrió la puerta y se sorprendió al ver la cama arreglada. May había subido a acomodarla, como siempre hacía cuando notaba que Peter llegaba agotado.

De un salto dejó caer su cuerpo sobre el colchón. Por un momento no quiso moverse, solo sentir que por fin estaba en casa.

Se quitó la camisa y la sudadera, revelando el traje rojo y azul que llevaba debajo. Caminó hacia el espejo. No se veía a sí mismo. No veía al chico de Queens. Solo veía al héroe que había atrapado a Rhino, al símbolo que todos esperaban que fuera.

Desvió la mirada, incómodo con su propio reflejo.

Regresó a la cama, se deslizó bajo las sábanas y apagó la lámpara. El cuarto quedó a oscuras. Por primera vez en todo el día, pudo soltar un suspiro profundo.

Mañana… mañana sería otro día.

Y Peter Parker se quedó dormido sin darse cuenta de que, al otro lado de la ciudad, alguien más ya estaba observando cada uno de sus movimientos.